Buscando enemigos

Volvía a oscurecer en el bosque y Nénwen sospechaba que aquella no iba a ser una noche tranquila. Observaba los movimientos del agua distraída, su mente vagando mucho más lejos. Sabía que el desafortunado encuentro con aquel vampiro la noche anterior iba a traer consecuencias. No entendía el porqué de su reacción, ella sabía que normalmente no se comportaba así, más bien todo lo contrario, pero la cuestión era que no pudo evitar reaccionar cómo lo había hecho. Y eso no la dejaba tranquila.

Hacía ya mucho tiempo que su familia guardaba las Puertas del Saber, y como última descendiente era ella la que ahora ejercía este cargo. Esas puertas eran la entrada a las grutas del Antiguo Conocimiento, las que guardaban toda la sabiduría de la raza casi extinta de los Lómë Valas.

Al abandonar los humanos a su suerte en las grandes guerras, los Ángeles de la Noche partieron en todas direcciones en busca de respuestas a todas sus preguntas, y durante muchos siglos escribieron libros y libros con todo lo que aprendían y descubrían del mundo que los rodeaba, acumulando así todo el saber de los Universos. Desgraciadamente, la avaricia y el afán de poder de los humanos se volvió a cruzar con ellos.

Los hombres, enfurecidos ante las permanentes negativas de los Ángeles de la Noche de cederles la información sobre sus enemigos para así continuar con sus absurdas guerras, empezaron a buscar y quemar las Bibliotecas Milenarias. Los Lómë Valas no tardaron en reaccionar. Recogieron todos los libros que pudieron y los escondieron bajo tierra, en el Monte de Tauremorna. A lo largo de kilómetros de grutas y cuevas naturales edificaron una gigantesca biblioteca, solo conocida por los de su raza. En el único camino de acceso a las grutas colocaron las Puertas del Saber, y la familia de Nénwen había sido siempre la protectora de la entrada.

Era precisamente por la sangre que corría por sus venas que ella poseía una mente y una sabiduría asombrosas, su cargo le había inculcado prudencia y el acto reflejo de pensar siempre antes de actuar. La soledad de las Puertas la habían hecho un ángel aparentemente frío e inexpresivo. Su rostro restaba siempre impasible ante cualquier cosa, y esto podía llegar a resultarle muy útil.

Ella se conocía muy bien a sí misma, y era justamente por este motivo que su reacción de la noche anterior le parecía absolutamente anormal. No podía evitar obsesionarse con eso.

Oyó murmullo de gente a lo lejos. Tres, cuatro figuras como mucho. Los vampiros debían estar buscándola. Ya sabía que vendrían: un vampiro humillado siempre busca venganza; eso no la preocupaba demasiado, pero tenía que alejarlos de las Puertas. Luego, cuando estuvieran lejos, ya se los quitaría de encima. Sigilosamente empezó a caminar hacia los murmullos.

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Ornëwen había oído la silenciosa llamada de Tauremorna, el Bosque Negro, desde Níllë y había bajado a la Tierra para adentrarse en él en busca de los cuatro seres que los árboles le habían descrito. Algo importante tendría que hacer ella, pero, para variar, no le habían dicho de que se trataba.

Ornëwen tenía la capacidad de hablar con los árboles, y muchas veces estos la llamaban desde la Tierra y la enviaban a lugares donde su ayuda sería necesaria, aunque nunca le daban ninguna pista acerca de su intervención.

Ahora saltaba silenciosamente de rama en rama en busca de aquellos a los que tenía que vigilar. De repente vio detenidas en un claro a cuatro figuras vestidas con ropas oscuras.

- Deben ser ellos. – Pensó, y se acercó un poco más, lo justo para espiarlos sin que ellos se dieran cuenta.

Por culpa de las capas con capucha que llevaban, Ornëwen no podía determinar de que clase de seres se trataba, y la distancia que les separaba le impedía descifrar sus murmullos. De una cosa sí estaba segura: no eran Lómë Valas; los ángeles de la noche habían desarrollado, con el paso del tiempo, un sexto sentido que les permitía identificarse entre ellos en cuanto se veían, y aquellas figuras no le transmitían ninguna vibración positiva.

- Tendré que acercarme más si quiero enterarme de algo... – se dijo a sí misma, pero de repente notó como alguien la sujetaba por el hombro. Se giró confundida para ver a una chica más o menos de su misma edad.

- No te muevas. Si te acercas más te descubrirán.

- ¿Cómo lo sabes?

- No son seres corrientes. Ahora vete, tengo que deshacerme de ellos.

- Quiero ayudarte. Son cuatro contra una, no puedo dejar que lo hagas sola.

- No me conoces de nada, no tienes porqué molestarte.

- Digamos que ya hace demasiado tiempo que no me meto en una pelea...

Aquella chica pareció que se lo pensaba un poco.

- Está bien, pero tendremos que seguir mi plan.

- Por mí de acuerdo. ¿En que consiste?

- Eso, – dijo señalando las cuatro sombras en el claro. – Son vampiros. Tenemos que llevarlos hacia el roble milenario que hay en el límite sur del bosque. Tú márchate ahora y espérate en el árbol, que nadie te pueda ver. Yo los llevaré hasta ti, y una vez los tengas en tu punto de mira los atacaremos. ¿En qué elemento se basa tu poder?

- En los rayos.

- De acuerdo, entonces, cuando yo te haga una señal los atacaremos juntas, pero solo para dejarlos fuera de juego, nada de matanzas, ¿me has entendido? No quiero ningún muerto.

- ¿Cómo piensas llevarlos hasta mí?

- Muy fácil, en cuento me vean, me perseguirán.

- ¿Por qué?

- Porqué es a mí a quien buscan.

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Ornëwen se dirigía al lugar indicado por aquella chica. No sabía muy bien que pensar de ella, era muy desconfiada, eso era evidente. Estaba segura que solo había aceptado su ayuda porqué ella también era una ángel de la noche, y esto, en los tiempos que corrían, todavía era una garantía fiable. Lo que más le intrigaba, pero, era de donde había salido: por bien o por mal, Ornëwen no solía encontrarse con gente de su misma raza tan fácilmente, más bien todo lo contrario, y menos perseguidos por vampiros... aquello también era un tanto sospechoso. Vampiros... no sabía mucho de ellos, tan sólo que quedaban muy pocos sobre la tierra, incluso los Lómë Valas eran más numerosos que ellos... Cuando se hubiesen deshecho de esas criaturas, tenía unas cuantas preguntas que hacerle a aquella extraña chica.

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Nénwen nunca había contado con la colaboración de nadie para ahuyentar intrusos de las Puertas del Saber, pero en aquel caso, la ayuda de aquella chica tampoco le iría mal, al fin y al cabo, ella tenía razón: cuatro contra una era mucha desventaja.

- Basta de reflexiones. – Se dijo a sí misma. – Tengo que llamar la atención de los vampiros y lograr que me persigan sin que se note mucho mi objetivo. Creo que tendremos que hacer un poco de teatro.

Estaba acostumbrada a llevar a la práctica todo tipo de estrategias para defender las Grutas, había comprobado en varias ocasiones que un ataque frontal o defensivo no era siempre suficiente, en estos casos era preferible el uso del ingenio, y si era preciso, del engaño. Al fin y al cabo, todo era por una buena causa.

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En el claro, cuatro figuras encapuchadas seguían hablado en susurros.

- ¿Estás seguro que era por aquí, Zoisite?

- Claro que sí, ¿por quien me tomas, por Jadeite?

- Oye, ¿qué insinúas con eso?

- Ya vale criaturas, Kunzite sólo preguntaba.

- No es necesario que me excuse, Majestad.

- No te excuso, sólo evito una discusión inútil. Y basta de formalismos. Odio que me llaméis "majestad". Está pasado de moda.

- Cómo quiera, majestad.

- ¡Kunzite!

- Vale, vale, sólo era una broma...

- ¿Kunzite... bromeando?

- Debe estar enfermo.

- ¡Silencio!

A la voz del que llamaban "majestad", los otros tres encapuchados callaron de repente. El ruido de hojas secas rompiéndose bajo los pasos de alguien llenó el espacio. Las cuatro figuras se ocultaron entre las sombras, cada una en un lado distinto del claro, y de repente, de entre los árboles, salió una chica. Tenía el pelo azul y la tez muy clara; iba vestida con una falda larga y una camisa sin mangas, ambas color zafiro, y esta última atada a lo largo del abdomen por medio de cordeles plateados. Nénwen caminó hasta el centro del lugar y esbozó una media sonrisa: sabía exactamente donde estaba cada uno de los vampiros. Se detuvo y se quedó mirando hacia el lugar en el que permanecía oculto Zoisite.

- ¿Olvidaste algo ayer por la noche?

Los vampiros abrieron los ojos sorprendidos. ¿Acaso aquella chica los había visto?

- No es necesario que te escondas. Sé perfectamente donde estás.

Zoisite decidió salir, era lo más lógico teniendo en cuenta que ella ya lo había descubierto. Caminó unos pasos hasta llegar a la zona iluminada por la luna, y se quitó la capucha, dejando al descubierto unos cabellos rubios y largos, recogidos en una cola sencilla.

- ¿Me añorabas?

- No especialmente, pero sabía que volverías.

- ¿Ah sí?

- Sí, pero pensé que serías lo suficientemente valiente como para hacerlo solo.

- Estoy solo. Estamos solos. ¿Qué más quieres? Además, ayer dejamos un asunto a medias.

- Me parece recordar que lo terminamos, y muy bien. Y respecto a lo de "estar solos", lo estaríamos si tu amigo escondido a mi derecha, el escondido a mi izquierda y el que está a punto de atacarme por la espalda, no estuviesen aquí.

Y aprovechando el efecto que habían causado sus palabras se apartó de la trayectoria que llevaba Jadeite que, efectivamente, se había estado acercando a ella para cogerla desprevenida.

- ¿Sabes? – Dijo mirando a Zoisite con ojos inocentes. – No es que tuviese muy buena impresión de los vampiros, pero creía que eran más valientes: atacar a una pobre chica por la espalda es de cobardes. Y esta ya es tu segunda vez.

El aludido perdió los nervios ante la provocación y se lanzó contra Nénwen, que esperaba preparada su reacción. En el momento justo, logró esquivar al vampiro y salió corriendo hacia el lugar acordado con Ornëwen, perseguida de cerca por lo cuatro individuos.

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¡Hola de nuevo! Perdón por el retraso _, pero es que he tenido unas cuantas dificultades con este capítulo y las estoy teniendo con el siguiente, eso sí, ¡¡enseguida que esté listo yo lo subo ^_^!!

Muchísimas gracias a todos los que habéis dejado reviews, de verdad que os lo agradezco, sois un gran impulso creativo :-P Y a los que aún no la habéis hecho, adelante!!

Esta vez creo que solo hay una palabra nueva:

Tauremorna: Monte oscuro.

Nos vemos pronto!!