Sí, sí. Sé que me tardé una eternidad, pero estuve tan llena de cosas por hacer que no tuve ni tiempo para escribir... No se olviden que pueden dejarme sus comentarios a mi mail (nadiaginny@aol.com) o por la forma habitual. Bueno, después de TAAAAANTO tiempo de espera, llega el...

Capítulo 8: caos en la clase de vuelo

A la mañana siguiente, Lucy se caía de sueño. Sabía que había sido muy imprudente de su parte escaparse del dormitorio, pero aquella noche había sentido una fuerza descomunal rondando por el colegio. Sabía también que había sido una verdadera estúpida al contestarle a Snape en su propia clase, pero... ¡se lo tenía TAN merecido! Durante muchísimos años el tipo se la había pasado molestándola, ella no podía perder la oportunidad de cantarles las cuarenta con su muy personal estilo. Pero claro, el tipo ahora se iba a vengar de una manera que ella nunca olvidaría... por lo que debería de sufrir. Y en cuanto a Moony, ella ya se las arreglaría para encontrarlo en un momento libre, y así poder hablar con él. Por ahora, era más importante cuidar a Harry de Voldemort que el castigo que Snape le pudiera dar. Mientras bajaba las escaleras para ir a desayunar se encontró con una Hermione bastante preocupada.

–Lucy, ¿dónde estabas? Ya es hora de desayunar.

–Ok –Bostezó y dijo– Ya voy. –"Esa presencia parece que desapareció, pero puede regresar en cualquier momento. No creo que sea lo suficiente peligroso como para contárselo al profesor Dumbledore, puedo haberlo confundido con los poderes de la profesora Dainiwano, o con el de Dumbledore mismo. No, mientras no signifique una amenaza para mi misión y para Harry no me voy a preocupar demasiado".

***

– ¡VAMOS, VAMOS! ¡Muevan esos pies, que llegamos tarde a la clase de Dainiwano!

–Vos tenés la culpa, Lucy, ¡esto te pasa por levantarte tarde!

– ¡Apúrense!–chilló Lucy de vuelta, obviando el acertado comentario de Alexis.

Llegaron justo a tiempo a la primera clase de Magia Antigua, materia que impartía Sophie Dainiwano (ver capítulo 5, Carta desde Argentina). La profesora llegó ni bien tocó el timbre. Sus ojos color castaño almendrado combinaban con su cabello del mismo color, ondulado. Cuando terminó de pasar lista, miró a sus alumnos.

–Magia antigua–comenzó– abarca todas las variaciones que puede tener la magia en distintas partes del mundo; ya sea mediante tradición oral, tradiciones o encantamientos. Estas variaciones se las conoce como TMR: Técnicas Mágicas Regionales. En esta materia, llamada en otros países "Magia no Convencional" o "Magia Regional", se suele ver técnicas del continente perteneciente al colegio, dada la gran cantidad de TMR que hay en el mundo. Señorita Méndez, ¿qué tipo de TMR aprendió en su colegio?

–Dominación de elementos básicos, percepción de presencias y círculo mágico–respondió Lucy.

–Ya veo... Supongo que usted y el señor Eluquia estaban en 2do año, ¿no?

–Así es, profesora–respondió Alexis– Este era nuestro 2do en Magia Antigua.

–Perfecto–murmuró la profesora antes de proseguir con su lección–. Dada la peligrosa situación que pasa el mundo mágico, pasaremos casi por alto el primer año, en el que generalmente se ve más historia que otra cosa. Empezaremos por las técnicas de defensa básicas. Según me ha dicho el profesor Dumbledore, hace más de 50 años que esta materia no se enseñaba en Hogwarts; así que no pasarán de curso sin los conocimientos básicos sobre esta materia. Tengan en cuenta que esta materia sólo la tenían los alumnos de la academia de Aurors, por consiguiente, no se asusten ni desesperen si no les sale nada en los primeros meses. Copien lo que escribiré en el pizarrón y luego abran el libro en la página 10.

A este comentario le siguió un concierto formado por el rasgar de las plumas y el suave susurro de los pergaminos al cerrarse.

–Profesora, ¿cómo se abre el libro?–preguntó una Hufflepuff de 4to año.

–A eso iba, señorita Adams. Saquen todos sus libros, por favor.

Los chicos obedecieron en silencio.

–Como sabrán, para practicar los TMR se necesita cierto poder mágico; es por eso que todos los alumnos del colegio fueron examinados durante las vacaciones. Algo tan simple como abrir este libro puede resultarle imposible a un brujo de nivel mágico común, pero no así para ustedes. Para abrir el libro, deben concentrar toda su energía en sólo esto. Miren fijamente al candado y concéntrense en su deseo.

Lucy y Alexis no tardaron nada en abrir el libro. Después le siguieron Ginny, Harry, y la chica de Hufflepuff; después lo lograron los demás chicos.

–Muy bien, excelente. Creía que tardarían un poco más, pero me equivoqué. Señorita Weasley, ¿podría leernos el primer párrafo?

Mientras Ginny leía lo que la profesora le había indicado, Harry empezaba a adormecerse. Cuando menos lo pensaba, cayó profundamente dormido.

Estaba en una pradera algo seca, con pastizales bajos y algún que otro árbol a la distancia. No muy cerca había algunas vacas pastando sin apuro. Entonces apareció una chica de aproximadamente su misma edad, galopando un caballo. La jovencita tenía su largo cabello castaño recogido en dos desprolijas trenzas, y el cansancio que su rostro reflejaba le hizo pensar a Harry que la chica había recorrido ya un largo trecho. En su hombro un ave completamente negra estaba posada.

–Aurelia–dijo la chica, dirigiéndose al ave– necesito que le envíes esto lo más rápido que puedas a Pancho, que está en Santa Rosa. Es demasiado peligroso que vayas al colegio. ¡Apuráte y encontrá al pibe! –Entonces el ave emprendió vuelo hasta perderse en el horizonte. Después de unos segundos apareció otro chico más pequeño, también montado en otro caballo.

– ¿Ya se lo mandaste, Glidi?–Preguntó el chico.

–Sí. Ojalá lo encuentre pronto, las cosas no andan nada bien.

– ¿Lo decís por esa marca?

–No me cae bien. ¿O alguna vez viste a un viejo cualquiera conjurar algo que asustara tanto a todo el pueblo? Constaza dice que no augura nada bueno.

– ¿Y el profesor...?

–No le ven ni el pelo. Desapareció cuando tenía que presentarse a los compensatorios.

El cielo se oscureció y Harry sintió que era trasportado a otro lugar. En efecto: ahora podía vislumbrar como la Marca Tenebrosa aparecía a lo lejos, encima de un castillo más pequeño que Hogwarts. Entonces una mujer salió del castillo, corriendo a más no poder.

– ¡Sandra!–gritó la mujer, dirigiéndose a una muchacha– ¿Qué está haciendo afuera?

La chica negó con la cabeza.

– ¿Qué cree que hago?

–Entiéndalo, profesora, si se fue de esta manera es porque lo necesitan.

– ¿Acaso Mateo no sabe nada sobre esto?–preguntó la chica, con marcas evidentes de haber llorado por largo rato.

–Asuntos secretos y de extrema peligrosidad, Sandra. –Respondió con voz cortante la mujer– Ya lo sabes.

– ¿Pero puede haber algo más importante que Marainne?

–Claro que sí, profesora: el mismo Potter.

– ¡Pero Marainne es más importante! ¡Daniela no podrá con todo!

–La señorita Lagos tiene ahora la tutoría legal de Marainne, Muggle y mágica. Le aseguro que es capaz de cargar con esa gran responsabilidad ella sola.

La muchacha se mantuvo en silencio por un rato. Entonces la Marca apareció más nítida que antes. La vieja mujer dirigió con autoridad a la jovencita.

–Llévese a los del ala sur a un lugar seguro, Sandra.

–Pero, Irina...

–Llévatelos. Nosotros los cubriremos–contestó con valentía la mujer, mientras sacaba un paquete–Y entrégale esto a Daniela. –Al ver que la joven estaba a punto de llorar, la mujer le sonrió– No te preocupués, yo estoy orgullosa de luchar por este hermoso país.

–Entonces usted... ¿ya lo sabía?

–Sí. Ahora llévatelos, y no mires para atrás.

Una explosión sacudió todo el suelo, haciendo volar a decenas de pájaros que descansaban en los árboles cercanos. Sandra desapareció con un simple movimiento de su varita. Entonces, a Harry le empezó a arder la cicatriz. Pudo ver a la distancia una horda de Mortífagos acercándose al edificio, y a un reducido grupo de hechiceros listos para defender su colegio hasta dar su vida. Pero la cicatriz le dolía más y más...

– ¡Harry, Harry! Harry por favor, ¡DESPERTÁ!

Lucy lo sacudía con fuerza. A su lado estaba Alexis, con una cara de preocupación que daba miedo. La profesora Dainiwano lo miraba como el día que estuvieron en el despacho de Dumbledore.

–Señor Potter, ¿está bien?

–Creo que iré a la enfermería–contestó Harry, pasándose los dedos distraídamente por la cicatriz.

–De acuerdo, pero lo acompañarán Méndez y Euqiua. Tengo órdenes estrictas de no dejarlo andar solo por el colegio.

Salieron los tres del salón, Lucy y Alexis mirando a Harry con preocupación.

– ¿Qué te pasó?–Preguntó Lucy cuando estuvieron seguros de que la profesora no los oiría.

–Nos asustaste a todos–agregó Alexis–. Te agarrabas la cabeza y no te veías bien...

–No me sentía para nada bien. –Respondió Harry–Me dolía la cicatriz y pude ver algo... no lo recuerdo bien, pero...

–Lo mejor es que veas a Dumbledore.

–Eso iba a hacer. Si le digo a la señora Pomfrey que me duele la cabeza, es capaz de hacerme descansar por el resto del mes.

En ese momento, se oyeron unos gritos. Los tres chicos se apresuraron a mirar por una de las ventanas, y vieron que los chicos de primer año estaban sobre sus escobas... y gritando.

– ¿Qué les pasa?–preguntó Alexis.

–Perdieron el control sobre sus escobas...–dedujo Harry. En ese momento Lucy ahogó un grito.

– ¡Hay una fuerza poderosa cerca!–dijo ella.

– ¡Tenemos que hacer algo!–Dijo Alexis, horrorizado al ver lo que les pasaba a los chicos, Sonia Malfoy entre ellos. Sin pensarlo dos veces, Harry agitó su varita.

Accio!–Dijo Harry. Segundos después aparecía volando su Saeta de Fuego. –Quédense aquí–les dijo Harry–Voy a hacer todo lo que pueda.

Alexis se quedó boquiabierto mirando a Harry volar, quien intentaba bajar a todos chicos que podía. Lucy estaba irritada.

– ¡WOW! ¿O no que Harry vuela re-bien? ¿Lucy? ¿Lucy?

"No voy a dejar que Harry se las arregle solas con tantos chicos", murmuraba la chica. – ¡Alexis!

– ¿Qué?–preguntó sorprendido el chico.

– ¿Vas a quedarte ahí, mirando a Harry como baboso el resto de tu vida?–le preguntó la chica con enojo.

– ¡Claro que no! ¿Qué creés que soy? ¿Un tonto?

–Tonto no: tarado. –Miró a su compañero con una mirada socarrona e inteligente–Bueno, yo me voy a ayudarlo. ¡Chau!

Diciendo esto, la chica agitó su varita; y murmurando un Accio! fuerte y claro, convocó una escoba, como había hecho Harry.

Ya en el aire, Harry estaba haciendo lo que podía. Entonces, una de las escobas se sacudió tan fuerte que su jinete cayó sin poder hacer nada. Harry miraba la escena horrorizado; ya que no podía hacer nada debido a que todavía tenía a un chico. Cuando pensó el que el chico no se salvaría, una ráfaga de viento extremadamente potente frenó la caída. Harry miró alrededor y vio a Lucy montada en otra escoba, ejecutando un hechizo raro.

–Yo me voy a encargar de él, Harry. ¡Dale!–le dijo la chica.

Las otras escobas empezaron a tirar a sus jinetes. Los dos chicos volaron como dos flechas borrosas por todo el campo; Lucy frenaba su caída y Harry los agarraba. Así los chicos fueron salvados uno por uno. Cuando hubieron bajado al último chico, apareció la profesora McGonagall super-rencotra enojada.

– ¡POTTER, MÉNDEZ!–Gritó la mujer, enojadísima. A su lado había una persona, arropada en una capa de viaje. – ¿Qué estaban haciendo aquí?

Harry sintió que se le caía el mundo a los pies. ¿Y ahora que le diría a McGonagall? Otra vez pareció como si Lucy leyera su pensamiento, porque ella respondió.

–Harry iba a ir a la enfermería, profesora.

–En ese caso, Potter, será mejor que vaya después; ya casi es el recreo. –La profesora estaba a punto de irse cuando recordó algo. –Algo más: Gryffindor recibirá 10 puntos por su acción, señores. Buenos días.

Justo entonces sonó la campana, anunciando el tan esperado recreo. Cuando los chicos estuvieron bien lejos de McGonagall, Harry porfirió un silbido.

–Uf, nos salvamos por un pelo–murmuró Harry.

–Sí. Yo pensé que no me iba a creer...–Dijo Lucy. –A propósito, sos muy bueno en la escoba. ¿Jugás Quidditch?

–Sí, en el equipo de mi casa–respondió Harry. –Pero tú también eres muy buena.

–Bah, yo soy mediocre en esto. –Dijo ella, haciendo un gesto con su mano–Mis compañeros de escuela son unos k-pos totales...–Cuando dieron vuelta la esquina, se encontraron con Alexis, quien rebosaba de felicidad.

– ¡Estuvieron geniales! ¿Y? ¿Se salvaron del castigo?

–Ahá. ¿No viste a Hermilu?–dijo Lucy.

–Nop. ¿A que no sabés quién llegó recién?–dijo Alexis, con una cara super-recontra-mil alegre.

–No sé, decime.

– ¡Kouji, el profe de Defensa Contra las Artes Oscuras!

Lucy se quedó como un pez fuera del agua, boqueando.

– ¿De verdad?–preguntó ella, si poder creerlo.

–Ahá. Y...

– ¿Y qué, Alexis?–completó la chica, algo enojada.

– ¿No tendríamos que ir a buscar nuestras mochilas?–Quiso saber Harry.

–Upss! Sabía que me había olvidado de algo...–murmuró Lucy.

–Me parece que ya sé que te voy a regalar para Navidad–dijo Alexis con picardía.

***

– ¿Así que fue eso?

Ya era tarde. Harry, Lucy y Alexis estaban en la sala común de Gryffindor, junto con Hermione y Ron. Harry ya les había contado lo que había visto durante la clase de Magia Antigua, y ahora estaban los cinco tratando de descifrar el significado de aquel sueño.

–Capaz que fue una visión–arriesgó Lucy–. Porque si hubiera sido un encantamiento la profe se habría dado cuenta...

–O en una especie de... trance–agregó Alexis.

– ¿Pero no puedes recordar nada de lo que soñaste?–preguntó Hermione.

–Recordar, sí; lo que no puedo es reconocerlo. –Respondió Harry–No estuve nunca en ese lugar...

–Todo esto me suena mal–murmuró Ron, que no había hablado casi nada (algo bastante raro en él).

En ese momento se abrió la puerta de la sala común, dejando entrar a una persona. Era un hombre de mediana estatura, ojos grises y (algo que lo hacía especial) cabello de color... ¡AZUL! Lucy y Alexis reconocieron al hombre y lo saludaron con afabilidad.

– ¡Profesor Kouji!

–Buenas tardes, Lucy, Alexis. Cuánto tiempo sin verlos.

– ¡Profe, sólo fueron tres meses!–dijo Alexis. – ¿Nos extrañó?

–Necesito que me acompañen, chicos. Usted también, señor Potter. –Dijo el hombre, con una seriedad que daba miedo e ignorando las preguntas de los chicos argentinos.

– ¿Sucede algo?–Preguntó Ron con curiosidad.

– ¿Qué pasó? ¿Algo con nosotros?–Tanteó Lucy.

–Me temo que sí. –Tomó aire y dijo, con un tono realmente triste. –Aparecieron los mortífagos en Argentina.

Hermione se tapó la boca con las dos manos, horrorizada. Lucy se puso seria y preocupada a la vez.

– ¿Y...?

–...Y atacaron la Regional Sur. No dejaron ni escombros de ella.

Harry, Ron y Hermione se quedaron de piedra. Lucy clavó la vista en el piso. Alexis no podía creerlo.

– ¿Y los chicos?–preguntó Alexis en voz extremadamente baja, temiendo lo peor.

–A eso iba. Vamos, Dumbledore quiere hablar con ustedes–Respondió el hombre. Mientras se alejaban, Lucy pensaba si parar.

"Entonces ya empezaron. Pero hay algo que no entiendo. ¿Para qué atacaron el colegio? ¿Nos estaban buscando a nosotros? O... ¿buscaban algo más? Sólo espero que todos estén bien. Glinda, Pancho, todos. Ahora tendré que empezar a buscar a los guardianes de verdad. Si no, quién sabe a quienes atacarán después."