Ascar y Merien
En una de sus múltiples citas Ascar tenía a Merien tomada por la cintura en aquella solitaria habitación donde tantas noches habían de pasado juntos. La bella dama recostaba su cabeza en el pecho de su amado, su cabello negro como el carbón, se mezclaba con el del elfo, quien le había soltado para complacer a su dama.
El espejo estelar era un intruso constante en sus encuentros, entrando siempre por el ventanal para alumbrar el lecho donde yacían, iluminaba a los dulces amantes bañándoles de resplandor, dejando observar las finas siluetas que se trazaban en la oscuridad.
- ¿Has estado muy ocupado estos días? No me has brindado tanta atención como antes – cuestionó Merien rompiendo el suave silencio que les embargaba
- Sin Altadil ni Legolas aquí, he deseado complacer al rey.
- ¿Cómo es eso si no eres jefe de algún regimiento?
- No lo comprenderías, querida. El rey me conoce y creo que me aprecia
- No tanto como yo...
- El me lo ha demostrado al permitirme pasar al palacio como uno de los primeros señores elfos a pesar de mi juventud.
- ¿Cómo podría demostrarte yo mi aprecio? – preguntó la joven sonriéndole mientras tomaba su brazo izquierdo para besarle tentadoramente la punta de los dedos.
Merien le acariciaba la suave melena que le inundaba el pecho, trazando suaves líneas sobre el pecho de Ascar, haciéndole despertar cálidas emociones, apoyaba entonces su mentón contra el varonil pecho, mostraba sus ojos color esmeralda al fiel amante y sonreía cautivadoramente, la luna de plata iluminaba su ser, vislumbrándose como un ángel, la varonil mano respondía al recorrer con sumo cariño la cabellera, perdiéndose entre los finos lazos negros, mientras delicados dedos seguían atormentando al elfo al rozar sus puntas con suave ritmo.
- Creo que prefieres el aprecio del Rey y de Legolas, al mío – dijo ella en tono de reproche
- Nunca podrían ellos tomar el lugar que tienes tu en mi corazón. Jamás llegarían a llenar el abismo interminable que ocupa tu ser en mis pensamientos.
Ascar ubicó sus manos en las suaves mejillas de la joven atrayéndole suavemente hacia el, besó con delicadeza sus labios, ella le correspondía, subió hasta el y colocaba sus brazos alrededor de su cuello, fundieron sus labios dando y recibiendo el dulce néctar de la pasión, las respiraciones se volvían poco a poco fatigosas, las caricias mas salvajes.
La boca del joven recorría cada centímetro del rostro de ella, mientras Merien perdía sus manos acariciando su espalda, Ascar bajo por todo el cuello, para subir una vez y encontrarse con los labios de ella, sus fuertes y varoniles manos repasaban la esbelta silueta de la dama desde el fino cuello hasta la delicada cintura.
Ella le tomó por la barbilla, le beso tiernamente para luego quedar a su merced, entregando su cuerpo a las deliciosas caricias de su amado. El guardián del reino recorría lentamente los hombros de la dama con su lengua, delicadamente como si la piel le quemará al contacto, bajo por el escote dibujando el borde de encaje azul con su boca, inundándola de besos.
Una leve exhalación fue el resultado de las maniobras de Ascar, quien sonrió al fijar su mirada en Merien, la cual, con ojos cerrados al mundo, disfrutaba terriblemente ese cruel martirio, su boca carmesí se encontraba entreabierta, imagen tan seductora no pudo resistir, unió sus labios a los de la elfa mientras con la mano diestra dibujaba hermosas figuras sobre el escote de la joven, remontaba su carrera hasta los hombros dejándolos desnudos, dirigía sus besos a ese lugar tan erógeno, bajaba lentamente obligando a la manga del vestido a huir de sus besos.
Una traviesa mano libre de toda culpa sobre el cuerpo de Merien, se introducía por debajo de ella rodeándole una vez mas la cintura, mientras la dama escondía su euforia arrugando con la mano izquierda las verdes mantas que tenía debajo, al tiempo que su otra compañera no dejaba de frotar hábilmente la espalda del guardián.
Ascar repitió una vez mas la acción con el otro hombro, liberando dos hermosas colinas de su opresión, un dulce gemido de placer arranco de labios de la joven cuando rozo con sus dedos aquellos firmes senos. Como si se tratara de algo preciado y único, le beso el izquierdo con sumo cuidado, y para no enfadar a su compañero, repitió la misma faena en él.
Exploró nuevamente con su lengua elfica cada contorno del pecho de la joven quien se desvivía en ese momento entre suspiros y agitación. Libertó ambos brazos de su vestido para desatar las ataduras que ligaban al elfo a sus ropas, con tanta agilidad y presteza le libero del saco y camisa, manifestándose ante ella unos pectorales duros y masculinos que se agitaban bajo los toques de la dama.
Tocaba el turno a ella de transitar apasionadamente el rostro del joven, para luego imitarle al atravesar el varonil pecho elfico con sus labios, escurrir sus manos a lo largo de los brazos musculosos del joven guardián.
Manos subían y bajaban evitando hacer un contacto mas allá de las fronteras permisibles, mas, una vez estando de acuerdo, con los ojos llenos de pasión febril, con los deseos a punto de desbordarse de límites, se despojaron de toda vestidura que les impedía continuar con su idilio.
Una vez desnudos sus cuerpos se envolvieron en besos lentos y ardientes, los brazos del elfo la envolvían en un abrazo posesivo, casi mortal, presionando sus labios contra los de ella, agitándose en su pasión, ella sentía desmayarse, tanto era la euforia de su deseo, como si se tratara de la primera vez de su unión, como si no esperara lo inminente, Merien sintió un leve temblor recorrer su espalda, aspiraba con agitación, tratando de contener el suspiro que escapaba por sus labios al momento de liberarlos. El elfo se entretenía en volver a trazar las marcas en su rostro, cuello y pecho, su cuerpo era bello y suave al tacto casi se podía decir que perfecto, sublime, la luz del claro de luna la hacia resplandecer ligeramente, la larga melena le cubría haciéndole parecer mas sensual.
La firme piel de sus senos se erguía con orgullo, su cabello le cubría parte de ellos mientras el de Ascar era apresado por sus dulces manos, el elfo le besaba y atrevía a dar pequeñas mordidas en su cuello, para pasar a beber el dulce néctar de sus senos, succionaba como si la vida le fuera en ello, mas a la vez delicadamente y proporcionando placer a su amada, ella gemía levemente de placer inundando la habitación de un suave calor, él continuaba apretando firmemente ambas carnes ofreciéndole un masaje sensual, al mismo tiempo que su boca realizaba actividades prodigiosas en ella.
Torturando un poco mas su existencia, bajo lentamente por su pecho, haciendo una parada justo en su pequeño ombligo, besándole alrededor, para luego trazar círculos en su circunferencia.
Ella le veía entre la leve oscuridad que les rodeaba, irradiaba al elfo la luz divina de la luna, su cabello oscuro reluciente, como un Dios antiguo sobre ella, dedicado enteramente a complacerle y satisfacer sus mas mínimos caprichos.
Se deslizo hacia el sur, llegando al monte sagrado que guardaba aun muchos secretos para él, estampaba fuertes impresiones de sus carnosos labios en él, yendo de un lado hacia otro por los pliegues de sus piernas.
- ¡Ah! – exclamó Merien recostándose en los almohadones, cerrando sus ojos una vez mas para perderse en sus hechizos.
- ¿Te gusta? – preguntó Ascar sin dejar de besarle, ya que ahora se paseaba entre las formas de su pierna derecha
- Sigue, por favor, no te detengas.
El elfo obedeció con sumo agrado, exploro cada pedazo de piel de la joven con sus caricias y sus labios haciendo despertar reacciones placenteras tanto en él como en ella, sus pieles se erizaban, sus sentidos se agudizaban y las respiraciones eran cada vez candentes como abrazadas por el fuego que consumía sus anhelos.
Ascar la tomó de la cintura, invitándola a rodar un poco, sin dejar de acariciarle, se complacía en advertir las finas curvas de sus caderas, pasaba una y otra vez sus manos sobre ellas, tan suaves y redondas eran sus formas, no soporto mas la tentación y mordió aquella parte carnosa, un suave grito arranco a la joven y una traviesa sonrisa a su boca.
Ella se tornó, le tomó por la mejillas y le planto un suave beso para luego decirle
- ¡Mi corazón no aguanta soporta mas este martirio!
- ¿tienes plena conciencia? ¿Habrá alguna ..consecuencia?
- No te preocupes..
Ascar correspondió a sus besos para ubicarla mientras en la posición indicada para tal faena. Se remonto una vez mas sobre ella, pidió permiso con su mirada para entrar a ese rincón tan intimo y ella le respondió cerrando sus ojos y esbozando una sonrisa.
Entrando lentamente, sintiendo cada trozo de piel, cada desliz, Ascar aspiro a iniciar el nexo de historia que les unía en ese momento, candentemente fluía toda su sangre en aquel movimiento, con dulce ritmo se balanceaba sobre la dama para entrar y salir, una y otra vez con tal frenesí que juró alcanzar el cielo.
La voz de Merien apagada momentáneamente dejaba escapar suaves gemidos de placer, deslizaba sus febriles manos alternativamente en el pecho del elfo como en las suaves elevaciones de ella, apretando y magullando, explotando todo el placer que sentía en ese momento.
Así pasaron por mucho tiempo intercambiando lugares, sintiendo la agonía de su lujuria, irguiéndose en orgullo y sensualidad, mostrando su infinito goce a la luna que les embriagaba, varios gritos apagados provenían de cada boca, las lenguas se encontraban en suaves trueques de humedad.
Merien disfrutaba del tacto de Ascar, tan caballeroso y grato, mientras el centinela se deleitaba de la voluptuosidad que le ofrecía ella. Ante la impaciencia, ante la muda suplica de ambos, un río de vida se desbordo en los limites de su intimidad, un suave eco de sus voces sombrías era el ultimo canto de su andar por la tierra paradisíaca.
Al amanecer, ambos desnudos, uno junto al otro, envueltos en suaves mantas verdes, respiraban satisfechos de la noche compartida, Ascar sabía lo que Merien valía, lo había probado ya varias veces, mas su corazón parecía aun no llenarse del encanto de la dama que yacía a su lado, presentía un futuro cercano, en el que sus almas no llegarían juntas, recorrerían caminos separado y este momento le recordarían como un dulce pasaje de su "eterna" juventud.
