Disclaimer. Todos los personajes conocidos y lugares mencionados en este escrito pertenecen al genio de J.R.R Tolkien, todos los demás desconocidos son inventos de mi imaginación. No obtengo ninguna remuneración con tal escrito, así que no demandas..^_^ Para reponer mi falta de hacele malo en "Aurora" creo reinvidicarle un poco aquí.. Contienes escenas de sexo explicito, clasificado como R – Restringido

Solo Adultos

Había sido una mañana muy ajetreada, buscando, siguiendo las huellas de bandos enemigos por todo los limites de el país de Lorien, escudriñando en la tierra, escuchando al viento y cuanto podían obtener de sus aliados los árboles, ya habían pasado un par de semanas desde su regreso a su querido bosque dorado, donde su grupo le esperaba para guiarles como siempre en cualquier batalla que se les presentara. Orgullosos estaban de su líder, que, bravo y valiente como ninguno, les mostraba nuevas formas de eludir el ataque de las huestes del oscuro, les animaba en los momentos de necesidad y les felicitaba y honraba sus acciones en las batallas victoriosas. Grande era el elfo Haldir para sus seguidores, su personalidad tan arrogante presentaba un hermoso marco a su valeroso corazón.

Llego a su lugar cargando todo el peso de la batalla sobre sus hombros, habían ganado sí, pero en el acto se habían perdido las vidas de dos valerosos compañeros, nunca mas les volvería a ver, su triste adiós y ese hasta nunca que revelaba en su mente, mucha carga podría ser para cualquier otro que hubiera ya renunciado en su lugar, mas la firmeza del Loriende era aún mas para caer devastado ante el peso de semejante presión, por eso se había mantenido, por lo mismo había sabido ganar el favor de sus señores, la Dama Galadriel y Lord Celeborn, le estimaban en verdad y confiaban la seguridad de su reino a las tropas comandadas por su persona.

Nunca hubiera podido equilibrar su carga emocional si la espiritual y física no estuvieran tan bien sedimentadas, el esfuerzo que hacía para encontrar a su contraparte era mucho y muchos podrían pensar que el guerrero elfo aprovechaba su gallardía y buena presencia para tomar de improvistos los corazones de unos y otros elfos. Mas no era así, Haldir poseía un corazón maravilloso, hambriento de cariño y afecto, malentendido, no correspondido, o nublado ante algún afecto que pensó sería el amor, mas cuando creyó encontrarle, ver satisfechas sus exigencias en una sola persona, se dio cuenta de que había puesto sus afecciones en alguien demasiado alto para él, y el haber sido negado con tal ilusión le había afectado considerablemente, aunque no revelaba esta debilidad a nadie, ni su mas intimo confesor sabía de esto que guardaba el Loriende tan celosamente, trato de sanar su tristeza, alguien mas debía merecer sus atenciones, alguien en alguna parte debería corresponder a su amor y finalizar su búsqueda.

En ese camino de encuentros y desencuentros topo con un exquisito ser de sencilla belleza, Merien era su nombre y la hermosura que le rodeaba era muy singular a los ojos de Haldir, en el momento que le conoció otra esperanza habitaba en el corazón de Haldir y no daba lugar al amor de la joven, aun fuerte y latente por no perder esa oportunidad anhelada seguía poniendo sus esperanzas en él, mas cuando esa ilusión se derrumbo ante la unión del objeto de sus anhelos y una joven dama elfa, todo su horizonte se nublo y los tibios rayos de la joven elfa empezabnan a iluminarle un poco. Ella, aún acompañada de otra persona, le había permitido el cortejo, dulces miradas, singulares sonrisas y sugestivas señas informaban a su corazón que el sitio estaba disponible, y una vez que sus corazones latieron al mismo compás, ella dejo su antiguo amor y su noble tierra para seguirle hasta el bello país de los Galadrim.

Allí le esperaba Merien, iluminada por la dulzura de Isilme, una hermosa noche, engalanada de su sensual presencia, Merien recostada boca abajo en el lecho del guerrero, usando un diminuto ropaje de color  verde oscuro que hacían juego con sus grandes ojos color esmeralda, sus piernas torneadas cruzadas una sobre otra, su sedosa cabellera negra cayéndole por la espalda semidesnuda invitándole a perder su manos en ella, sus ojos parcialmente cerrados perdidos en la belleza de sus sueños juveniles, así encontraba el bravo capitán de guardias a su querida Merien.

Silenciosamente quito su arco y flecha de la espalda y le coloco en la esquina de su habitación, tomo su cinturón y espada y sin hacer el menor ruido les dejo sobre una silla, no quería molestar el descanso de su amada, mas bien sabía que una vez presentado tan exquisito bocado a su vista el sería incapaz de negarle, Merien sabía complacerle enteramente en cada capricho y gusto extraño que podría llamársele en aquellas edades. La linda dama, le había concedido desde su estancia en el bello Lorien, las mas sensuales noches de pasión, incluso, en su camino desde su natal reino del Bosque Negro, se apartaron del grupo para satisfacer sus deseos en un claro apartado del bosque a la luz de la luna. Todo eso alimentaba la lujuria de Haldir que era inmensa cuando no se encontraba en servicio, pues una vez ocupando su grado de capitán de guardias, ninguna dama o persona alguna podría derrocar las murallas del corazón del Loriende.

Una cálida brisa entro por la ventana levantando ligeramente las ropas de la joven elfa, dejándole saber al guerrero que nada mas se interponía entre él y la cima del cielo. Aquella vista le embriagaba, sus ropas fueron cayendo al suelo en su camino al lecho, una luz tenue de la lámpara de la mesa les iluminaba, dejaba admirar el esculpido cuerpo del elfo, tallado por uno de los mejores artesanos elfos, pectorales definidos, brazos firmes y musculosos, abdomen plano y marcado, piernas largas y bien formadas, un rostro arrogante unido a una particular belleza, verdes ojos con misteriosa mirada, cabello rubio cenizo, cayéndole por los hombros y ancha espalda. Y sobre todo, lo que las ropas escondían lo que pocos seres podían atestiguar, era esa fuerza viril que llevaba en su centro, esa vitalidad encerrada en tan erótica parte íntima, su gran regalo ofrecido al objeto de sus deseos. Así era el guerrero que se disponía a invadir tan erótico e indefenso territorio.

Tomó Haldir asiento a su lado sin despertarle, contemplándole y dejándose llevar por lo que sus ojos le mostraban por unos instantes, apartó el cabello de la joven descubriendo su espalda desnuda, sus dedos le recorrieron haciendo a la joven sentir un leve temblor, su amado estaba allí y ella regresaba a la realidad lista para complacer sus mas caros caprichos. Los juegos entre los dos cada vez eran mas interesantes y atractivos para la pareja.

Sus labios rozaron la piel suave de la espalda, una sonrisa en el rostro de la dama que orientaba su rostro hacia la pared cerca de ella.

- Haldir, ¡has llegado! – exclamó Merien dulcemente

- ¿He perturbado tu sueño, querida mía?

- Mi sueño apenas comienza con tu llegada valiente mío.

Ella no cambio su posición, bien sabía que Haldir ya se encontraba dispuesto totalmente para su encuentro, cerró los ojos para disfrutar sus caricias. El le siguió besando hasta que la delgada tela de su ropa le impidió seguir mas abajo, regreso al norte donde se refugio en besos en el cuello de la joven, tan cálido le encontraba, buscaba los labios de Merien mas ella no hacía nada para que les ganara. Al no obtener respuesta por parte de ella, le considero un reto, malo se abría de portar con ella y le causaría un serio castigo por tal osadía, ¿cómo era posible que le negara a tan orgulloso guerrero tal premio?

Pero aun no llegaba el momento de la sumisión, le daría una nueva oportunidad, de reivindicarse, de ganar su favor y ser benevolente con ella.

Levantó la tela que cubría sus formas carnosas del centro sur de su cuerpo, las admiró y después de pasar sus manos por ellas ofreciéndole un suave y febril masaje, posó su boca sobre la derecha para darle un ligero mordisco, una risa nerviosa se escuchó, un poco mas cubrieron sus labios, la mordida fue mas fuerte, mientras sus manos no dejaban de acariciar, de tentar el suave sentir de sus piernas. Pero ella no respondió, no ofreció sus caricias al elfo y eso le empezaba a impacientar, medidas severas debía de tomar con esta joven que osaba enfrentarle en ese arte tan estudiado por el.

Dejó de ofrecer sus caricias, y Merien adivinaba el castigo que recibiría, una sonrisa se reprimía en ella mordiendo su labio inferior, regreso el guerrero segundos después con varios artículos en sus manos. Tomó las manos de la joven y las amarró por la espalda sin que esto dañara a la dama, la cual abrió los ojos con admiración.

- ¡Mi señor! ¿He cometido alguna falta?

- No tienes derecho a hablar, un castigo mereces por no responder a mis caricias.

- ¿Podría pedir clemencia?

Una palmada seca se escuchó por la habitación, tocó Haldir con furor la silueta redonda de ella que antes había comido a besos.

- No hables, ese derecho te ha sido negado, aun no tienes mi consentimiento.

- ¡Pero mi señor! – exclamó ella dando a su voz un tono de arrepentimiento.

- ¡Silencio! – ordenó nuevamente Haldir emparejando la situación en ambos lados.

Merien sonrió, su amado señor se disponía a castigarle y no habría ninguna defensa para ella, ningún momento de reposo o descanso en esa dulce tortura.

- ¿Te burlas de mi? – preguntó el Loriende, sus manos trabajaban ahora en atarle los tobillos para que no tuvieran oportunidad de moverse.

Ella no respondió y escondió su rostro entre las almohadas.

- ¡He preguntado si soy una burla para ti! ¡Contesta!  - insistió Haldir tapándole los ojos con un pañuelo blanco.

- No, señor, no me burlo de usted.

- Bien, será mejor que te portes bien, sino es que quieres sufrir mas de lo debido.

Y diciendo esto con fuerza rompió las ropas que cubrían la parte trasera del cuerpo de la joven. Le dejó totalmente desnuda, todo un deleite para sus ojos, todo un manjar para sus sentidos. Empezó a trabajar el solo, acariciando el objeto de su virilidad con el cual pensaba embestirle, mas aun no se manifestaba la ocasión, pues viendo la posición que tomaba ella arqueando un poco mas su espalda elevando sus caderas, sus pliegues rozados fueron el objetivo del hambre de Haldir.

Sin tocarle siquiera con las manos, se apoyaba en la cama y empezó a satisfacer su apetito, una y otra vez su lengua pasaba por aquellas suaves carnes, ella gemía y eso le disgustaba al amo de su persona y cada vez que le escuchaba, dejaba su faena un momento, para darle una fuerte palmada en sus carnes redondas.

- ¡Silencio! – ordenaba el Loriende

- ¡Ah!

El volvía a su trabajo, y no le permitía movimiento alguno, por mas que ella trataba de volverse y recibirle de frente, el no le dejaba. Su respiración agitada podía escucharse por la habitación, sus gemidos reprimidos, su movimiento involuntario de caderas, las contracciones en sus piernas, el deseo invadía a Merien y su señor le torturaba al no calmar su sed.

- ¡Oh! Señor mío tenga piedad de mi!

- ¡No hables esclava! Aun no ha llegado tu hora.

Le mordía, estiraba suavemente cada milímetro de su zona, rozaba la punta de su lengua aquella frontera húmeda para hacerle hundir su rostro en el almohadón. Todo el alfabeto escribió con lengua elfica Haldir en aquella parte, Merien no soportaba mas aquella angustia, la exquisita tortura le elevaba por encima de sus expectativas.

No dio mas el gallardo guerrero, con mucho cuidado le volteo, su pecho voluptuoso jadeaba, trataba de calmarse, mas el no dio marcha atrás y empezó a morder aquellos dos montículos, les apretaba y les unía para abarcar en una mordida su atractivos. Suaves marcas de su boca aparecían unos momentos para después perderse, Merien se agitaba y sus piernas empezaban a doblarse, este enojó a su amo y señor.

- ¿Cómo osas moverte? ¿Te he dado permiso?

- No mi señor, pero tenga piedad de mi, que esta tortura me esta matando.

- ¡Silencio! Que tu misma has fijado tu pena con tus pretensiones.

Haldir le tomó del rostro, mordió aquellos labios carnosos, para después pasar su lengua por el cuello, paraba regularmente en sus pechos, rodeando sus pezones sin tocarle, su ombligo fue una de las paradas mas largas, mas cuando iba  llegando a aquella región antes explorada se detuvo y no le toco mas.

Merien no sabía lo que pasaba, no podía ver que el Loriende luchaba consigo mismo para no embestirle en ese momento, no, su prisionera aun no tenía suficiente castigo, calmo sus deseos unos momentos con un poco de autosatisfacción, la debilidad no debía ser mostrada al enemigo y daba gracias por el pañuelo que tapaba aquellos hermosos ojos verdes.

Pero ayudándose podía hacerle sufrir, se colocó encima de ella sin tocarle, ella pudo sentir el lecho hundirse un poco, las fuertes piernas cercas de las suyas cerradas sin rozarle, acercó su cuerpo al de ella, y rozó su miembro erecto con la frontera de ella sin invadirle, un gemido de placer fue la respuesta de ella, volvía a rozarle, a pasar una y otra vez, y ella trataba de no doblar sus piernas, intentaba en vano de elevar sus caderas para un toque mas fuerte y seguro, mas el Loriende le evitaba con sonrisa de triunfo en su boca.

- ¿Lo quieres?

- ¡Si! – exclamó ella en su éxtasis

- ¿en verdad lo deseas?

- ¡Si! – volvió a suplicar Merien

- Aun no..

- ¡Mi señor! No me haga eso, que no...

Su voz fue acallada con firme carne sobre su boca, le rozaba los labios y la joven trataba de besarle, pero el Loriende no le dejaba y ordenó:

- Abre tu boca y no se te ocurra cerrarla pues no habrá ninguna consolación si me lastimas

- Si mi amo.

Entro y salió Haldir con arrogancia, aquella vista le causaba tantas emociones, ella obedecía, y le complacía, probaba de su firme torre y alguna vez osaba contradecir las indicaciones de su amo, pues apretaba un poco mas las paredes de su boca.

Ya era demasiado para Haldir, se retiró de pronto y desató con rapidez los tobillos, ella dobló con libertad sus piernas dejando abiertas sus fronteras. Se colocó el hermoso guerrero de Lorien encima de ella y tomando posición entro suavemente en el tibio territorio, la agonía continuaba pues las manos de la joven aun seguían atadas a su espalda, Haldir fue benevolente con ella, le desato, mas tomó firmemente sus manos a los lados. Una y otra vez seguía aquella tortura, ella gemía, el se agitaba al verle tan excitada.

- ¿Te gusta?

- ¡Si!

- ¿Quieres que me detenga?

- No, mi señor, no, he sido mala y merezco el castigo.

- ¿Obedecerás a tu señor? – preguntó el embistiendo con mas fuerza.

- ¡Si, siempre, siempre!.. ¡Aaah!

Estas palabras satisfacían el ego del Loriende, le levanto por la espalda y le obligó a sentarse sobre él, sus pechos se agitaban con cada roce, Haldir disfrutaba del las formas de ella y Merien le rodeaba con sus brazos saboreando cada momento. Le besó con fuerzas, disfruto de la calidez de los labios de la joven, casi devoraba aquellos labios carnosos. Ahora tocó el turno a sus ojos, les libero del pañuelo, la joven merecía alguna recompensa pues había resistido bien la agonía del castigo.

- ¡Merien! – exclamó Haldir en su éxtasis, el juego terminaba para el mas quería rematar con alguna otra posición

- Haldir..

El la levantó sin dejar de saborear sus labios, sin dejar de dominar su intimidad, le sentó en la mesa de la habitación para volver a entrar con mas fuerza, con mas vigor y rapidez, una y otra vez el eco de la habitación repetía los gemidos de placer de ambos, un exquisito sentimiento de placer les casuo llegar a la cima del cielo, tocar las estrellas y regresar al mundo terrenal, un temblor les recorrió y ella pudo observar cerca de ella, el manantial de fertilidad que emanaba de aquella torre erguida.

La embriaguez total que invadía a Haldir le hacía cerrar los ojos, exhalar algún suave grito de dolor mezclado con placer, ella había enfrentado valientemente su castigo y el había hecho cumplir su ley. Después de unos momentos ambos yacían uno al lado del otro en aquel lecho testigo de tan cruel y salvaje tortura.

Semanas después se despedía el gallardo guerrero de su amada, para ir en busca de nuevas aventuras en compañía de valientes personas, Merien le despachaba un tanto triste, había conseguido un buen trabajo y lugar donde vivir en Lorien, un mundo nuevo y desconocido se abría ante sus ojos, al fin era libre de ese hermoso amo que le cuidaba con celo, y podía pasear y conocer cada rincón por aquel hermoso bosque dorado.

No duro mucho el lazo que les unía a tal distancia, un día la joven elfa recibió un correo del Loriende pidiéndole que le olvidara, sufrió algunos días, mas le contestó que la libertad le era entregada, ella misma había encontrado, según explicaba, el verdadero amor en brazos de otro elfo y pensaban unirse para formar ante la comunidad y ante los poderosos uno solo.

Haldir sin embargo cifraba las esperanzas de regresar algún día a aquel lugar donde su corazón partido yacía, no aspirando mas que a conservar una bella amistad a mas no poder otra cosa.

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Bien, una vez terminado este candente episodio, desearía que me hicieran saber cual de los que he publicado, a su consideración quedaría en primer lugar.

- Haldir y Merien

- Legolas y Minya

- Ascar y Merien

- Rosswen y Altadil

- Elithil y Ascar

¿Quien prefiere a Haldir, quien con Legolas o con Ascar o Altadil? Si, todas amamos al elfo..