Capítulo 10: Sensaciones

La cena en vez de ayudar a Hermione a relajarse, la había hecho sentirse peor. Por alguna razón, la gente hablando y comentando en el Gran Comedor a un volúmen de voz muy alto, la había por primera vez molestado. A ella nunca le habían fastidiado los lugares llenos de gente, ni sufría de claustrofobia. Pero de alguna manera, esa noche se había sentido marear por tanta gente reunida en un sólo sitio cerrado.

Con los pies que parecían habérsele vuelto de piedra (o más aún, de plomo), subió las varias escaleras que dirigían a la torre de Gryffindor. Pasando por alto unos personajes que desde dos cuadros diferentes batallaban, se llegó a encontrar con las escaleras que dirigían a aquel depósito en el que había sido sujeto de la diversión de Malfoy. Otra vez ese sentimiento de rabia le invadió la mente y también el corazón... más uno de ganas de vengarse.

- Hermione, ya deja de pensar en ese. Tratando de "vengarte", causarás más su placer – pensó la chica ya dispuesta a ir al cuadro de la señora Gorda, no sin antes dar una última ojeada distante al depósito.

Con pocas ganas, murmuró la contraseña y entró en la Sala Común. Harry unos quince minutos antes se había ido de el Gran Comedor, por eso no acompañaba a Hermione en ese momento. La chica fue directo a las escaleras de su dosmitorio, para entrar en su habitación con la meta de echarse en su cama, vestida o no con el uniforme. Abrió la puerta de su habitación. Los párpados se le cerraban como libros al viento, y reclamaban reposo. Pero Hermione se dio cuenta que aún le quedaba algo por cumplir en ese día: terminar su capítulo.

La tentación era demasiado grande, a la imagen de la cama a dosel. Las sábanas se veían tan suaves y arrulladoras, sin pliegues y dobladas de manera muy ordenada. Las dos almohadas grandes se veían provocadoras, estando más hinchadas que nunca; las cortinas que en parte la cubrían, invitaban a Hermione a un dulce sueño para no despertar hasta el día siguiente.

En vez, el escritorio no se hacía ni desear: sombrío y oscuro sin ni siquiera una lámpara que al menos lo acompañase iluminándolo, podía rechazar toda persona que se le avecinara; la silla no traicionaba los años que tenía encima; el desorden nunca creído por nadie de Hermione, apartaba todo ojo curioso; pero sobre ese escritorio de madera vieja, mas muy resistente, se hallaban aquellas hojas que reclamaban ser colmadas de palabras y frases con sentido referentes las anteriores. Hermione no tenía opción.

Como si de repente se librara de un peso de encima, caminó, con paso rápido, desde la puerta ya cerrada de su habitación hasta su escritorio. Se sentó, tomó el tintero y lo abrió, para luego apoyarlo de nuevo en el escritorio y coger la pluma. La bañó con dos pequeños toques en el borde del tintero, y se concentró en la hoja mitad llena, mitad vacía. Parpadeó dos veces, luchando contra las ganas de descansar, y sin que se diera cuenta, una gota de tinta negra cayó de la pluma marrón en la parte vacía de la hoja. Agregando también, de que ésta desapareció no más Hermione posó su mirada en lo último que había escrito.

***

Había sido una frustración total. Por una media hora había estado tratando de continuar su historia, pero apenas y había escrito una o tres frases, que al momento de releerlas las había súbitamente tachado. La inspiración se le había ido de un momento a otro, o mejor dicho, nunca la había visitado. Hasta que Hermione se había rendido, aceptando la invitación que la cama le había estado insinuado desde su entrada a la habitación, y se había sumido en un dulce sueño.

La luz penetró por la ventana de la pequeña habitación, haciendo brillar cada cosa regada, y cambiando en los varios colores que pertenecían al ventanal. Se fue estirando cada vez más y más, por aire y suelo, chocando con los objetos botados por toda la habitación, y topándose al fin con el faldillín de la única cama del cuarto. Continuó subiendo, recorriendo cada fina tela, hasta llegar al perfil adormecido de una chica. Al tocar un ojo del dulce rostro, perturbó los sueños de quien los poseía. Unas cejas se fruncieron ligeramente, dando a entender que no agradaba de aquella iluminación producida por el sol externo. Los débiles rayos ultra-violetas empezaban a calentarle en algo el cuerpo, y más aún el delicado perfil del rostro. Los ojos se estrecharon, para evitar la penetración de la luz, ayudados también por su brazo apenas levantado, que la bloqueó al fin. Las pestañas pudieron finalmente descansar de nuevo y volver a la paz de antes, aunque un poco perturbada: ya la mente que dirigía cada movimiento del cuerpo se había percatado de que un nuevo día había llegado. El cantar de un despertador natural (un ruiseñor en las afueras del ventanal) le estaba estimulando a vivir un nuevo día. Ella no tenía opción; pronto se quitó el brazo que le bloqueaba la vista de su mundo, y subió con pereza las cortinas que velaban sus ojos. Otro despertar común en Hermione.

Se destapó la cobija con una lentitud que ni ella creía: parecía que ocho horas seguidas de sueño no le habían servido y no le habían quitado el cansancio. Mientras deslizaba las piernas fuera de las sábanas, y posaba los pies en el suelo, sacudía perrunamente su cabeza, para desperezarse finalmente. Parpadeó repetidas veces, restregándose el ojo derecho con dicha mano, mientras introducía sus blanquecinos pies en unas pantuflas, para combatir contra la frialdad del congelado suelo. Se alzó, y se dirigió a su armadio, para elegir qué ropa ponerse debajo de la túnica azabache que había por uniforme. Después de unos minutos de indesición entre un vestuario y otro, se vistió finalmente, para intentar peinarse la enmarañada cabellera. Se vio al espejo, se puso su cintillo, y sin más nada que hacer, se colgó la mochila en el hombro izquierdo.

- Ya despierten chicas, dentro de poco se acaba el desayuno – fue lo último que articuló la castaña chica, pasando por los corotos regados en el piso y saliendo por la puerta.

Pero lo que no había entendido Hermione era que esa habitación no la habitaba nadie más que ella.

***

Al bajar al Gran Comedor, la sorpresa que Hermione se llevó la dejó extrañada: en la mesa de Gryffindor ya se encontraban Parvati y Lavender.

- Hey, ¿no estaban durmiendo? – preguntó, sentándose junto a ellas. Lavender no respondió, déjandole la palabra a Parvati.

- No, vinimos a desayunar hace veinte minutos – dijo, sombría.

- Oh – fue el murmullo de Hermione. La chica empezó a buscar con la mirada a Harry por toda la mesa, pero vio que el chico no estaba presente. Suspiró y se resignó a verlo en las lecciones.

El desayuno pasó rápido, y Hermione se alivió al ver que no había sentido ese sentimiento de claustrofobia como la noche anterior. Sinceramente la tenía curiosa eso que había sentido, porque nunca antes le había molestado el estar con tanta gente en un lugar restringido. Bah. A veces sentía que no se conocía ni a ella mísma.

Resignándose a empezar la rutina de siempre, después de terminar de comer, vio lo que indicaba su horario por primero para ese día: Pociones. Hermione se desanimó. El día estaba espléndido, más de lo que podía estar en esos últimos días que se estiraban de Febrero, pero lamentablemente, tendría que apreciarlo sólo después de dos largas horas de Pociones, impartidas por el profesor Severus Snape, y más junto con los Slytherin... otra vez el sentimiento de rabia y enojo la invadió: obviamente de un día para otro no se había olvidado de la intriga y la molestía que le había hecho vivir Malfoy por dos largos meses.

Levantóse apenas terminó su zumo de calabaza, y sin decir nada a Parvati y Lavender (como era de suponerse), salió del Gran Comedor y se dirigió silenciosa a las mazmorras. Mientras caminaba por el pasillo solitario (omitiendo algunos alumnos de otros años que caminaban de ahí para allá), le vino, viéndose alrededor, la sensación de que la distancia entre suelo y techo se hubiese restringido. Se detuvo un instante para contemplar si su hipótesis era cierto: realmente que tenía razón. El techo se había hecho más cercano, en vez de distante; pero la diferencia era tan mínima, que obviamente nadie se daría cuenta. Hermione se pegó ligeramente la cabeza.

- Despierta, Hermione. Ya hasta alucinas – aumentó la velocidad de sus pasos, hasta encontrarse alfin con los demás Gryffindors que se dirigían a sus clases. Entre ellos pudo notar a Harry, Ron y Neville, que estaban por bajar a las mazmorras. Hermione se les acercó.

- ¡Chicos! – exclamó, yendo hasta ellos con paso rápido. Radiante de felicidad, le sonrió a Harry, que le devolvió la sonrisa a medias, y con una mirada que Hermione al momento comprendió: "Aún no". Ah. Entonces aún no le había dicho nada a Ron.

Bajaron las escaleras conversando sobre qué poción pensaban que harían (Ron con poco entusiasmo), y al entrar a la clase (o mejor dicho, mazmorra), pudieron notar que los Slytherins estaban todos ya sentados mucho antes de que Snape viniera. Draco se encontraba riendo junto a sus compañeros, que al ver a los Gryffindor entrar, su expresión de diversión se volvió de desagrado y fastidio.

- Típico – pensó Hermione, al notar que también los demás Slytherins cambiaban su expresión a asco. – De tanto cambiar la cara a cada rato, quedará más deformada de lo que ya es – rió ante su propio comentario, que en parte la sorprendió: ¿Desde cuando hacía tales bromas?

- ¿Te sientes bien, Hermione? – dijo Ron al notar que Hermione había reído sin razón alguna. Hermione lo miró con una sonrisa divertida.

- Je je, tranquilo, me siento muy bien – dijo Hermione mientras tomaba asiento entre Neville y Harry, y miraba fijamente el aún vacío puesto de Snape. De repente sus ojos recorrieron todo el salón de clase, donde el alboroto reinaba. Quedó de piedra, al sentir de nuevo esa sensación... esa sensación de claustrofobia.

Se miró a todos lados. A su izquierda, Harry conversaba animadamente con Ron de quién sabía qué, mientras que Neville a su derecha repasaba la última lección y a cada rato abría y cerraba el libro, repitiendo entre murmullos lo apenas leído. Hermione se sentía apretada entre los dos, como si no cupiera. Sentía que el techo del salón de clases bajaba cada vez más, reduciendo la distancia entre los alumnos y él. Los asientos y pupitres de los Slytherin se veían más cercanos a los de los Gryffindors, como si el corto pasillo por donde pasaba Snape hasta su escritorio no existiera más. Hermione empezó a oír las voces de los alumnos tres veces con un volúmen más alto, y sentía cómo las risas de cada uno retumbaban en sus ojeras. La chica empezó a sentir algo de calor, como si estuviera en un lugar muy cerrado con centenares de personas. Empezó a sentir un terrible dolor de cabeza, mientras se mareaba. Posó la cabeza en sus manos, mientras sus codos se apoyaban en el pupitre. Su respiración empezó a agitarse un poco, como si hubiera corrido una cierta distancia.

- ¿Estás bien, Hermione? ¿Qué pasa? – preguntó ahora Harry viéndola preocupado. Hermione subió la cabeza para ver a Harry en los ojos.

- Nada Harry, es que... – no pudo proseguir. Al subir la mirada, y encontrarse con los ojos de Harry, las palabras no le salieron más; los ojos del chico ya no eran verdes: eran azules.

- ¡Silencio todo el mundo! – gritó alguien desde la puerta, con tono muy enfadado: Snape. Hermione apartó un momento la mirada de Harry, y luego vio como Snape se dirigía hacia su escritorio por el breve pasillo entre pupitres de los Gryffindors y Slytherins, que había aparecido de nuevo. Después de quitar la mirada de Snape, se miró alrededor: la clase había vuelto como antes. Ya no se sentía apretada entre Neville y Harry, no sentía más el sonido amplificado, y el techo distanciaba lo suficiente del suelo como para no sentirse caérsele encima. Hermione volvió rápidamente sus ojos a los de Harry: detrás de los lentes, su iris era de nuevo verde esmeralda y no azul.

Estaba muy desconcertada y confundida. ¿Qué demonios había sido todo eso? Los pupitres de Slytherin y Gryffindor más unidos, el techo restringido, las voces a un volúmen muy alto, poco espacio entre Neville y Harry, los ojos de éste azules... ¿Es que acaso se estaba volviendo loca?

No se había dado cuenta cuando el profesor la llamó.

- ¡Señorita Granger! – exclamó Snape recalcando las dos palabras. Hermione, que tenía la cabeza entre las manos, la subió y vio sorprendida a Snape, como si no entendiera qué hacía ahí.

- ¿Eh? ¿Qué? ¿Qué pasa? – dijo tontamente, viendo interrogativa a su profesor. Él le devolvió la misma mirada, pero más divertida y sorprendida: nunca había pillado a Hermione distraída en clase, y finalmente después de siete largos años lo había conseguido. Disfrutaría la situación al máximo, ahora.

- ¿Ya está de vuelta al planeta tierra? – Hermione se compuso en el asiento, sintiendo como sus mejillas empezaban a arder, y asintió. – Bien. Me alegro por ello, aunque debo de decir que debré quitarle diez puntos a Gryffindor por su falta de concentración en clase – Hermione estaba demasiado avergonzada, era la primera vez que un profesor le quitaba puntos por distracción. – Y ahora, responda a mi pregunta – Hermione quedó en seco: no había oído la pregunta.

- D-disculpe profes-sor, pero... ¿q-qué pregunta m-me hizo? – balbuceó Hermione, nerviosa por la próxima reacción de su profesor: una sonrisa maliciosa y una mirada de triunfo.

- Señor Longbottom – dijo ahora dirigiéndose a Neville, sin cambiar de expresión – ¿podría repetir la pregunta a la señorita Granger? Es que estaba pensando en los pajaritos preñados mientras hacía la pregunta, y no me di cuenta de qué trataba – todos los Slytherins rieron ante este comentario sarcástico e irónico (Draco explotó en una carcajada muy sonora), hasta que Snape los mandó a callar. Hermione se sentía terriblemente avergonzada, un nudo en la garganta se le estaba formando, y no sabía como le saldría la voz al responder la pregunta. Neville miraba nervioso a Snape, como solía hacer.

- Que qué p-poción usab-ban las...

- ¡Diríjase a Granger, no a mí! – exclamó, y ya todas las risas restantes de los Slytherins se apagaron. Neville se giró en su asiento como un rayo hacia Hermione, y balbuceó la pregunta.

- ¿Q-qué poción u-utiliza-aban las bru-ujas en los a-años d-de la cacería de brujas, p-para evit-tar quem-marse con el fu-fuego? – Hermione quedó en seco cuando Neville terminó de balbucearle nervioso la pregunta: no había hecho caso a las palabras ni al significado de ellas. Hermione miró a su profesor. No podía decir que no había entendido la pregunta, o le quitaría más puntos a su casa.

- Eh... no era la... emh... ah... – murmuraba Hermione. Snape la miraba inquisidor, esperando aún una respuesta. Empezó a caminar por el pasillo pasando por pupitres de alumnos de Slytherin y Gryffindor, que permanecían callados. Hermione no sabía qué hacer, y miraba fijamente el cuaderno cerrado en su pupitre.

- ¿Y se recuerda, señorita Granger – dijo luego Snape en alta voz – qué ingredientes se introducían a la poción "Non-Ignis"? – Hermione esta vez se quedó callada, y no alzó la mirada hacia el profesor. No se acordaba de haber estudiado aquella poción para nada, y no tenía idea ni de cuáles ingredientes estuviese compuesta. Snape pareció entender esto, hasta que se alejó del pupitre de Hermione, y se dirigió a su escritorio. La chica subió ahora la cabeza, temerosa.

- Bien, señorita Granger, veo que no toma más apuntes (y si los toma, no los estudia), y no hace más caso a mis lecciones – dijo Snape ojeando el registro de notas de cada alumno. – ¿Le parecen aburridas, eh? – Hermione quiso decir que no, pero prefirió quedarse callada. – Pues, como ya ve, el resultado de este examen oral tiene nota: y usted se ha agarrado un lindo cinco.

Hermione ensanchó los ojos y quedó perpleja, mientras todos los demás compañeros la miraban curiosos: ella nunca había sacado una nota más baja de siete, ni en Pociones.

***

El resto de la lección de Pociones continuó pésimo. Snape ya no daba más tregua a Hermione, y la miraba siempre de reojo, haciéndola sentir demasiado observada. Durante la lección, Snape mandó a hacer una poción muy dificultosa que hacía transformar los dedos en filosos cuchillos, pero Hermione se encontraba demasiado desconcertada por la nota como para que la poción le saliera bien. Y por suerte, antes de que pudieran empezar a hacerla, la campana sonó.

Hermione recogió todos sus libros y demás, y los guardó rápidamente en la mochila. Salió por la puerta de la clase, y entre todos los alumnos, subió las escaleras con furia y rabia por dentro, y con ganas de descargarla. Esperó impaciente por Ron y Harry al final de las escaleras, no viendo la hora de alejarse de las mazmorras por un buen tiempo. Al llegar, Ron y Harry la miraron desconcertados.

- Hermione – dijo Ron, que caminaba a su lado – ¿cómo es que no te sabías esa respuesta? ¡Hasta Neville se la sabía!

- Uysh, es que ni me lo menciones, no entendí lo que dijo – murmuró Hermione con tono molesto.

- Pero al menos los ingredientes de la poción esa – dijo Harry, que caminaba al otro lado de Hermione – ¿no era que te los sabías?

- Sí Harry, pero no me acordaba – mintió Hermione. En verdad, para esa lección, no había estudiado con mucho empeño.

- ¿ no te acordabas? – le dijo Ron viéndola sorprendido, mientras bajaban las escaleras para ir al Gran Comedor. – , Hermione Granger, , la preferida por casi todos los profesores, , la que nunca se le ve sin un libro en las manos... – Hermione se detuvo.

- ¡Sí, Ron, yo! – continuó caminando – ¡Osea! ¡Es la primera vez que saco una mala nota y mira cuanto show haces!

- Sí Hermione, ¡la primera vez! Y no es por nada chica, pero es increíble que saques cinco, así que hay razón para hacer tanta noticia...

- ¡Oh, publícalo si quieres! – dijo Hermione engrandando los ojos, haciendo unas muecas con los brazos – ¡Pero qué esperas! ¡A ver si te ganas algo con eso! – exclamó, adelantando el paso mientras bajaba por las escaleras, y se alejaba de sus dos amigos (o mejor dicho, de su novio y su amigo). Ya gracias a Snape se sentía irritada, y ahora gracias a Ron su enfado había aumentado aún más.

N/A: Y aquí está el capítulo diez, espero que haya sido de su agrado, aunque de seguro no ^^'. Saben, cuando describía la parte de Hermione en la clase de pociones, a mí también se me iba el aire @_@ es que yo cuando escribo necesito ponerme en los zapatos del personaje al cual le describo los eventos, ¡y bien! Esto es lo que sucede, sentir las mismas sensaciones =P.

Puede que se hayan confundido las ideas sobre este fic con el capítulo anterior, pero se los aclaro súbitamente: NO SERÁ UN DRACO/HERMIONE. Este fic se ha convertido un HHm, y así de ese modo se quedará. Así que a la persona que haya dicho que piensa que le haré un giro de 360° convirtiéndolo en un DHm, puede estarse tranquila, porque eso no pasará, aunque no puedo negar que Draco tendrá un papel, digamos, interesante en esta continuación. Y si el fic, después de ver qué tipo de papel representará Draco, deja de gustarte y no te da la espina de leerlo, no te preocupes  que no me ofendo ^^; a lo único que puedo llegar a obligar es a dejar reviews (resaltado y todo XD), pero no a leer ^^', por eso si no te llega a gustar más la historia, no tienes porqué sentirte obligada a seguir leyéndola.

Jeje bueno creo que parecí un poco drástica con esta declaración ^^' pero a la hora de aclarar mis ideas soy siempre así (como algunos de los lectores de este fic sabrán muy bien =P).

Debo agradecer de todos modos por sus reviews, ¡realmente me halagan! Lo digo porque muchos lectores dicen que escribo bien y hasta que tengo un don ^^ pero yo no creo que sea para tanto, porque apuesto que si en este momento se ponen a pensar en otro/a escritor/a de fanfiction.net, ya se dan cuenta que yo no valgo tanto ^^. De todos modos, ¡mil gracias! Sus reviews siempre me animan mucho a seguir escribiendo, aunque su opinión sea drástica, me gusta saber lo que piensan, y aclararles sus dudas (claro, no las del fic tipo Y.O. XD).

Esta semana sí que no hice nada de nadita referente al estudio XD ya que el lunes fue cuando comenzó el segundo trismetre, quise darme un reposo, así que como dice Lalwen también, ¡¡¡quE viVA La FLojeRA!!! XD

¡¡¡¡¡¡¡¡¡REVIEWS!!!!!!!!!

*soN grATis Y hAceN seNtir bieN a LA eSCriTOra*

6-02-2003