Capítulo 12: El cambio
- ¡¡AAAAAAHHHHHH!! – gritó Hermione, poniéndose las manos en la boca mientras retrocedía alejándose lo más posible de la puerta de su habitación. Era imposible lo que veía ante sus ojos. Completamente imposible.
- ¡¿Qué demonios pasa?! ¿Quién gritó así? – se oyó la voz de Ginny salir por la puerta de otra habitación, que estaba no muy lejos de la de Hermione. Otras cuatro chicas se asomaron también de sus propios cuartos, muy curiosas.
- ¿Por qué gritaste así, Hermione? – preguntó Parvati viéndola completamente como si fuera un animal repugnante y exóticamente raro. Hermione miró a Parvati aún con las manos en la boca, la chica se asomaba por otra habitación, que tenía escrito "P. PATIL" en la puerta. Se acercó a la chica, nerviosa.
- P-Parvati, ¿q-qué demon-nios ha pas-sado con n-nuestra habit-tación? – Parvati la miró con una mirada de mayor incomprensión.
- ¿Nuestra habitación? Hermione, ¿pero qué tienes? – Hermione se apresuró a explicar.
- ¡Pero Parvati! ¡Si todos estos siete años Lavender, tú y yo hemos compartido la misma habitación! ¡¿Qué demonios ha pasado que ahora nos han dividido?! – Parvati negó con la cabeza, mientras Ginny y las demás chicas se intercambiaban miradas curiosas.
- Mira Hermione, yo no sé si ya has llegado al borde de la locura, pero nosotras jamás hemos compartido habitación – Hermione la miró pasmada.
- ¿Jamás? – la chica miró a las demás muchachas que se asomaban de sus habitaciones. Todas éstas, en vez de tener en la puerta el número del año al cual pertenecían, tenían los nombres de a quiénes pertenecían las habitaciones. Hermione no sabía qué demonios estaba sucediendo, ni mucho menos el comportamiento de Parvati, que negaba de haber convivido con Hermione en la misma habitación alguna vez en su vida.
- Bah, tanto alboroto para nada – dijo una chica de cuarto, Merygold, y entró a su habitación. Así hicieron las demás, incluso Parvati, excepto Ginny que miraba a Hermione preocupada.
- ¿Te sientes bien, Hermione? – preguntó la pelirroja. Hermione, que tenía las manos en la cara, negó con la mano, y luego le dirigió una mirada a Ginny. Pero lo que vio la desconcertó: por una pausa de tres segundos, el pelo de Ginny había cambiado de rojo fuego a negro. Se le quedó mirando aún después de que el pelo de Ginny regresase a su color normal. Ginny continuaba viéndola extrañada.
- ¿Te sientes bien, Hermione? – repitió acercándose a ella. Hermione negó su acercamiento diciendo que se encontraba bien, sólo que estaba cansada. Sacudió su cabeza perrunamente, y sin saber qué decir, entró en su habitación y se encerró en ella.
Pero apenas cerró la puerta, se pegó a ella completamente. No sabía qué demonios estaba pasando, y no podía arriesgarse a descubrirlo de manera tan poco precabida. Suspiró, viendo atentamente la imagen que se alzaba de la habitación enfrente de ella. Era tal cual a la de Hillary.
Se alejó en algo de la puerta, pero no avanzó de un paso. Empezó a inspeccionar cada cosa de la habitación con una simple ojeada: las cortinas de la ventana eran de color lila, que Hermione realmente no apreciaba pero que Hillary amaba. Las sábanas eran de un color rosa claro, en vez de ser rojas. Tenían pequeños dibujos de rosas blancas y rojas por todos lados: una combinación pésima que a Hermione le había dado mucha risa cuando la había descrito por primera vez en su historia, y que jamás hubiese querido tener como decoración de sus propias sábanas. Pero claro, qué demonios iba a saber ella que su cuarto se hubiese convertido como el de Hillary algún día, de hecho no tenía idea de lo que estaba pasando.
Rápidamente su mirada pasó de las sábanas de la cama hasta su escritorio, o más bien, la peinadora de Hillary. Al fijarla a lo lejos, notó que algo se movía en ella. Hermione por un momento no supo qué era, y tenía miedo de ir a averiguar. Pero después de breves segundos buscó valor en sí mísma, dirigiéndose hacia la peinadora; y lo que vio la desconcertó del todo, por milésima vez en el día.
Una pluma bañada en tinta negra se deslizaba tranquilamente por sí sola en una hoja la cual llevaba mitad escrita. La escritura, increíblemente, era tal cual a la de Hermione, como si la que estuviese escribiendo fuese ella mísma. Pero no. Ahí no había nadie. La pluma se movía por sí sola, como si nada.
Hermione no sabía qué hacer, si tomarla, o dejarla en paz. Era completamente extraño, nunca había visto cosa semejante en su vida. Con un gran nudo en la garganta, se acercó un poco para leer lo que la pluma escribía. En verdad tenía miedo de lo que encontraría escrito...
"Hillary suspiró. Había decidido de seguir el consejo de Kelly. Tenía que decirle todo, si no quería seguir con ese tormento por más tiempo.
- Yo... te amo.
A éstas palabras Henry se quedó en blanco. No se esperaba una confesión como esa, simplemente lo había cogido desprevenido. La miró sin saber qué decir, o cómo reaccionar. Hillary, con un nudo terrible en la garganta, parecía rogarle a que le dijera algo, cualquiera fuese la respuesta, pero que le respondiera. Henry se rascó repetidas veces la nuca, algo cabizbajo. Luego subió su mirada celeste hasta los ojos oscuros de Hillary, y le tomó los hombros.
- Lo siento Hillary... pero no creo que te pueda corresponder – murmuró el chico. Hillary sintió como el nudo se le hacía más grande, y como su nariz empezaba a humedecerse. La chica bajó un momento la mirada, para luego esbozar forzadamente una sonrisa.
- Oh... ya entiendo. Es sólo que no podía aguantármelo más adentro, nada más. Discúlpame – Hillary sollozó esto dejando ver una lágrima correrle por la mejilla derecha antes de alejarse de Henry bajando las escaleras. El chico suspiró: no podía darle otro tipo de respuesta, o si no le daría falsas esperanzas.
Hillary bajó las escaleras como un rayo, queriéndose alejar más y más de ese lugar, más y más de él, más y más de todo. No quería saber nada de nada, quería estar sola, para poder llorar tranquilamente. Se había ilusionado tontamente con que Henry había llegado a sentir algo más por ella que amistad... pero no era así. Ahora sí que no tenía razón de por qué sentir lástima de irse de Hoobdargs. ¿Con qué cara vería a Henry de nuevo? No podría y rumores sobre ella y su amor platónico hacia él empezarían a esparcirse por todo el colegio, haciéndola quedar en ridículo. Ya no había razón de seguir en esa escuela... ninguna...
Hillary, sin darse cuenta mientras corría por un largo pasillo semi-oscuro, se chocó con alguien, y tal vez con la menor persona que querría encontrarse justo en ese momento.
- ¡David! – pronunció Hillary mientras los libros caían de los brazos de David. – Oh lo siento, discúlpame – dijo mientras se agachaba para ayudar a recogerlos.
- Tranquila, no te preocupes – murmuró David agachándose también. De repente miró en la cara a Hillary – ¡Hey! ¡Pero si estás llorando! ¿Qué te sucede? – Hillary no respondió a la pregunta, y continuó ordenando los libros, pero David se acercó más a ella y le detuvo las manos, agarrándolas entre las suyas. Hillary subió un poco la cabeza, para darse cuenta de que sus rostros ahora estaban muy cerca, y que David la miraba inquisidor. – ¿Qué te sucede? – preguntó de nuevo.
- Nada... es sólo que... que... es que me gustaba un chico y... acabo de declarármele... pero, pero... él me rechazó – al terminar de balbucear esto, Hillary rompió en llantos. – Además no estoy segura si voy a seguir estudiando el año que viene en esta escuela, tendré que cambiar escuela de nuevo, ¡qué horror! Quién sabe se iré a una no-mágica o a una mágica, si los compañeros serán amigables o repugnantes, si yo encajaré en ese lugar, si... – David le puso un dedo en los labios.
- Shh, ya ya. Llorando no vas a solucionar estos enigmas – Hillary observó esos ojos de acero azul, esa mirada sinceramente preocupada y generosa, esos lineamentos perfectos. David parecía hacer lo mismo, mientras que lentamente quitaba su dedo de los labios de Hillary, para después besarla sin previo aviso."
Hermione no pudo seguir leyendo, dado a que la hoja se esfumó de repente en el aire, sustituyéndose con otra en blanco donde la pluma continuaba escribiendo sobre lo que la Gryffindor no había llegado a leer. Hermione tenía un gran nudo en la garganta, ¿quién demonios estaba haciendo que esa pluma se escribiera por sí sola? Además de que estaba escribiendo cosas que ella nunca escribiría, Hillary nunca quedaría con David, pero tampoco con Henry y no le confesaría su amor a ninguno de los dos. Pero esa pluma estaba escribiendo un final que ella no había pensado ni una sola vez, un final imposible para ella.
- ¡Basta! – exclamó Hermione cuando estiró la mano para detener que la pluma continuase con su labor. Pero no. Algo ocurrió de repente en el intento de cogerla. Una especie de campo de fuerza alrededor de la pluma, hizo que su mano rebotara, y hasta que se hiciera un pequeño rasguño en el dedo indice. Hermione no sabía qué hacer. Todo tenía que ser obra de un hechizo lanzado hacia la historia, porque era imposible que esa pluma se manejara por sí sola. Alguien la estaba controlando, alguien la había embrujado para escribir todo aquello y, muy posiblemente, para que Hermione tuviera esas visiones y para que su habitación se convirtiese en la de Hillary. Y quién más evidente que la persona que había tenido la historia entera en sus manos por dos largos meses...
- ¡¡MALFOY!! – gritó de repente Hermione, corriendo al salir de su habitación, sin esitar un sólo segundo. Bajó las escaleras rápidamente, salió del retrato de la señora Gorda como un rayo, aunque no tuviera idea de en dónde se encontrase Draco.
Mientras bajaba escaleras a toda potencia, pudo ver a lo lejos de un pasillo a Pansy Parkinson y sus amigas cotorreando como siempre. Se detuvo de golpe y rápidamente se dirigió donde ellas, que la miraron raramente.
- ¡Parkinson! – exclamó Hermione, jadeando.
- Ooh, pero miren quién se encuentra aquí. Nuestra querida y preciada Hermy Grangey – Hermione sintió que un enorme nudo se le formaba en la garganta. Lorraine en su historia le decía prácticamente lo mismo a Hillary.
- No me importa cómo me llames becerra, sólo quiero saber dónde demonios se encuentra Malfoy – murmuró Hermione irritada e impaciente. La expresión divertida de Pansy cambió a una curiosa.
- ¿Qué quieres de él?
- Nada de tu incumbencia, es algo entre él y yo – Pansy fulminó con la mirada a Hermione.
- Pues verás, querida, ese no es problema mío así que te fregaste porque yo no pienso decírtelo – murmuró Pansy mientras que sus compañeras le hacían ecos con sus tontas risas. Hermione desvió la mirada un momento hacia una ventana que daba al campo de Quidditch, y pudo notar pequeños jugadores con el uniforme verde turquesa volar por los aires. Perfecto. Entonces se encontraban en el campo de Quidditch. Draco, siendo Buscador, debía de estar ahí.
- Bueno, muchas gracias por tu ayuda de todos modos – y pasó por enfrente de ellas como una rápaga de viento, déjandolas desconcertadas.
La Gryffindor bajó varias escaleras hasta llegar finalmente a la entrada del campo de Quidditch. Como ya se había dado cuenta minutos atrás, los Slytherins estaban practicando dicho deporte. Pero se había olvidado de que los Gryffindors también estaban teniendo práctica en ese momento.
Hermione no sabía qué hacer. Si llamaba a Malfoy para hablar a solas con él, y Harry la notaba, podría pensar algo extraño de ellos dos, cosa que ella no quería en absoluto. Pero no debía esitar un momento: estaban pasando demasiadas cosas raras en toda Hogwarts y su historia estaba involucrada en todo eso; y lo más probable es que fuese él el que estuviese causando aquella involucración.
Suspiró muy hondo mientras se dirigía hacia el capitán del equipo de Slytherin, que se encontraba entrenando cerca de donde estaba ella.
- Hey, psst, tú – dijo indicándolo. El chico la miró como diciendo "Qué quiere esta".
- ¿Qué? – dijo. Hermione volvió a suspirar.
- Si me podrías hacer el favor de llamar a Draco Malfoy, por parte de... Granger. Dile que es algo importante – murmuró. Un dejo de repugnancia apareció en el rostro del enorme Slytherin: obviamente había reconocido que ella era "la sabelotodo sangre sucia".
- Está bien.
Hermione vio cómo el chico emprendió el vuelo yendo hacia la parte este del campo, donde entrenaban los Slytherins. Trató de no perder de vista al capitán, pero le fue imposible. Así que se cruzó de brazos y empezó a morderse las uñas. En momentos de suma tensión solía comportarse así; era una maña incontrolable. Además, vigilaba el cielo de vez en cuando: tenía miedo de que Harry la notara.
Después de medio minuto, vio a lo lejos dos siluetas verdes turquesas que se dirigían donde se encontraba ella. Bien, se tendría que preparar para pedir una explicación precisa y exacta a Malfoy. Él tenía que deshacer ese hechizo, o si no... quién sabía qué podría ocurrir más.
Draco al aterrizar se bajó de la escoba y se quedó parado frente a Hermione, mientras que el capitán se alejaba de ahí y regresaba a su entrenamiento.
- Bien, ya estoy aquí Granger. ¿Qué pasa? – preguntó con su típico tono fastidiado. Hermione frunció el ceño.
- ¿Sabes lo que pasa, Malfoy? ¿Sabes lo que pasa? ¡Que tú, maldito miserable, has hechizado mi historia y varias cosas de ella se están presentando en la realidad! – exclamó Hermione. Draco frunció el cejo mientras abría los ojos lo más que podía.
- ¿Cómo cómo? ¿Que yo qué? ¿Hechicé tu historia? ¿Cómo así? – preguntó completamente confundido Draco, como nunca antes se había visto.
- ¡No te hagas el cara de yo no fui, imbécil! – dijo Hermione, empezando a perder la paciencia – ¡Muchas cosas en Hogwarts han cambiado de repente! ¡He tenido visiones con respecto a mi historia últimamente, y ahora mi habitación es idéntica a la de Hillary! ¡¿Cómo explicas eso, idiota?! – exclamó Hermione. Draco negó con la cabeza.
- Oye, no es mi culpa que tu cerebro se haya fundido, Granger. Todos esos libros y esos estúpidos cuentos de hadas te han pegado a la cabeza – Draco indicó su propia cabeza como si estuviera tratando con un retrasado. Hermione se le acercó y lo agarró fuertemente de la túnica.
- ¡¿Entonces cómo demonios explicas que haya visto cosas de la historia de Hillary?! – estalló Hermione – ¡¡Que mi habitación se haya vuelto como la de Hillary, que haya visto una pluma moverse por sí sola y escribir un final de la historia que yo jamás imaginé!! ¡¡Que te haya llamado David, que haya visto los ojos de Harry azules, que...!!
- ¡Oye, oye, oye! ¡¡Ten más cuidado con cómo me tratas sangre sucia!! – pero Hermione no se había detenido porque él la había interrumpido. Mirándolo fijamente en la cara, por un breve instante las facciones de Draco habían cambiado a las de David, como ella se lo imaginaba. Abrió los ojos cuanto pudo y le soltó la túnica, aunque ya la visión no estuviera presente. Despegó la mirada de su rostro, para luego llevarla hacia el campo de Quidditch. Lo que vio la dejó desconcertada.
Todos los jugadores habían desaparecido, las gradas para ver los partidos de Quidditch, los aros, todo. El campo no era ya de grama, sino que tenía piedritas por todos lados. Y en él, se hallaba un completo set de un simple parque.
La chica retrocedió unos pasos, llevándose las manos a la boca. Draco la miraba curioso, mientras que Hermione no dejaba de contemplar los columpios y toboganes situados en el campo. Eran como los de Hoobdargs. No podía ser cierto. No podía. Debía de estar soñando, o algo así; porque de repente, también se apareció Harry que se dirigía donde ella.
- ¡Hermione! ¿Qué haces hablando con éste? ¿Pasa algo? – le preguntó el chico tomándola de los hombros. Hermione, aún con las manos en la boca, lo miró fijamente. Harry ya no era Harry: era Henry. La chica soltó un gemido. No sabía qué demonios estaba pasando.
- ¡Hermione! ¿Por qué no respondes? – Harry sacudió bruscamente a Hermione, que parecía estar bajo un completo trance. La Gryffindor no hacía más que alternar la estancia de su mirada del campo-parque, de Draco-David, y en fin de Harry-Henry. Se quitó las manos de la boca para ponerlas rápidamente en su cabeza, y zafarse de las manos de Harry en sus hombros.
- ¡Váyanse! ¡Aléjense de mí! ¡Regresen a su mundo! – exclamó Hermione mientras apretaba los ojos y bajaba la cabeza aún entre las manos.
- Oye Terriers, ¿pero qué te pica ahora? Que regresemos a nuestro mundo, es que hay que ver – murmuró Draco-David. Hermione sintió una punzada en su corazón, ahora Draco la estaba llamando por el apellido de Hillary. No. No podía ser posible.
- ¡Ya basta, por favor! – gritó Hermione con todas sus fuerzas, mientras finalmente se alejaba del lugar en donde se encontraba. No podía seguir bajo esa tortura, no podía admitir lo que estaba sucediendo con su realidad...
- Hillary, ¡espera! – gritó Harry-Henry siguiéndola mientras ya Hermione había entrado al castillo.
- ¡Yo no soy Hillary! – gritó Hermione mientras aumentaba la velocidad de sus pasos. Empezó a correr y a correr, sin un rumbo preciso, sólo quería alejarse de lo que estaba viendo y de Harry-Henry que la perseguía. No podía creer lo que estaba pasando, simplemente no podía. Se estaba volviendo loca, eso era lo que pasaba. Pero no quería creerlo.
De repente se dio cuenta de que se estaba cansando, y percatándose de que Harry-Henry ya no la seguía, disminuyó la velocidad. Se percató entonces de que se encontraba ya en el vestíbulo de Hogwarts, y cerca de la puerta de salida. Se dirigió hacia ella y trató de abrirla, pero fue inútil. Se volvió entonces para poder sentarse apoyada en la pared, pero cuando vio que el sello oficial de Hogwarts había cambiado completamente, se quedó de piedra.
- No – murmuró Hermione con la cabeza y los ojos altos mientras observaba temerosa el sello de Hogwarts arriba del marco de la puerta – esto no puede estar pasando.
De hecho el sello de Hogwarts ya no era el sello de Hogwarts, sino de Hoobdargs. Este sello en vez de llevar el dibujo de una H en el medio más los cuatro animales de las cuatro casas de Hogwarts, era a forma de triángulo y en el medio había una mano con una varita que sacaba chispas desde la punta. En la base del triángulo, se podía leer claramente una frase que constituía el lema de dicha escuela: "QUE LA MAGIA ESTÉ CONTIGO".
A Hermione se le cerraron los ojos instintivamente y, sin oponerse, se dejó caer en el suelo, desmayada.
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