Capítulo 19: Una puerta, un destino
Hillary hubiera apoyado su mano en el hombro de Hermione si tan sólo no hubiera sido transparente. Después de todo Hermione tenía razón a sentirse de aquella manera. Suspiró y le indicó de mirarla a los ojos.
- Hermione... – susurró – yo entiendo perfectamente como te sientes, porque ese sentimiento de soledad, de alguna manera, lo has depositado en mí al escribir tu historia. Has reflejado en mí la persona que siempre te habría gustado ser, una chica común y corriente, amigable y querida por muchos pero aún así siempre sumergida en un punto de soledad. Entiendo que todo lo que te está pasando es injusto, y más aún si tienes que enfrentar todo esto sola. Pero de algo estoy segura Hermione, que tus amigos están depositando sus últimas esperanzas en ti para salir de este problema, te están apoyando aunque no estén aquí a tu lado – Hermione calmó un poco sus sollozos y miró a Hillary con ojos hinchados.
- ¿Pero por qué no están aquí conmigo, apoyándome en este momento...? – preguntó bajito. Parecía una niña que lloraba porque su mamá no estaba en casa.
- Es algo a lo que yo lamentablemente no puedo responderte, y creo que nadie más puede hacerlo. Tal vez sea porque quedaron atrapados en algún lugar, o porque intentan llegar a ti pero no lo logran. Nadie sabe por qué. Todo esto está pasando porque debe pasar. No es ninguna lección de Dios ni cuestión del destino. Pasa porque pasa – Hermione vio el dibujo del reloj. Marcaba diez minutos para las doce. Hillary también lo observó – Te aconsejo algo Hermione. Es mejor que actúes rápido y decidas ya cual puerta escoger.
La Gryffindor se secó las lágrimas. Sí, estaba sola en esto y tenía que seguir adelante, por su propia cuenta. Así era como siempre había hecho. Sin ayuda de nadie, así había actuado ella siempre. ¿Y ahora decía que necesitaba la ayuda de los demás? No, qué va. Esta sería como una "prueba de valentía" para ella, para ver que tan fuerte era. Dejó de sollozar y miró a Hillary con una mirada nunca antes vista en ella de aquella manera: llena de desición y valentía.
- ¿Cuántos minutos me quedan? No quiero ponerme a vagar por la nada por todo el resto de mi vida. ¡Tengo mucho por hacer aún! – preguntó alfin sonriendo. Hillary sonrió también, feliz porque Hermione había decidido bien.
- Aún te quedan nueve minutos. Debes decidir antes de que marquen las doce en punto. Te sugiero de examinar bien las Tres Puertas del Destino, si quieres ir directamente a la realidad y no elegir por error la fantasía o la fusión de la fantasía y la realidad – Hermione la observó atentamente.
- Dime una cosa Hillary – murmuró Hermione – ¿Por qué insistes tanto en que yo regrese a la realidad? – Hillary sonrió de una manera encantadora y amable.
- Verás Hermione, tú eres quien nos ha creado a mí y a mis amigos, más el mundo donde normalmente vivo. Deslizando tu bolígrafo o pluma en esas hojas, has hecho que todos nosotros tomaramos vida. Y todo esto lo has hecho en tu propio mundo... las veces que te sentías deprimida y con ganas de evadir a la realidad, te sumergías en nuestro mundo, tu propio mundo, y así hacías que nosotros cobraramos vida através de palabras y frases escritas. Por eso, si tú te internarías en nuestro mundo, ¿quién decidiría nuestro destino? Sería una catástrofe si alguien más lo hiciera – Hermione oyó atentamente a Hillary mientras se hinchaba de orgullo. Le sonrió dulcemente.
- Sabes, es posible que te sorprendas pero... antes de que todo esto pasara, una pluma misteriosa estaba escribiendo el... eh... capítulo final de mi historia y ahí...
- ... Yo le confieso mi amor a Henry y luego David me besa – concluyó Hillary. Hermione asintió, algo apenada. – No tienes por qué sentirte apenada por ello. En lo más profundo de mí sabía que todo eso no podía estar pasando en serio – Hermione la miró a los ojos.
- Otra cosa, Hillary – dijo – ¿Tú a quién prefieres? ¿A Henry o a David? – Hillary se sonrojó como si tomara fuego. Apartó la mirada y observó las Tres Puertas del Destino.
- Sabes Hermione... – empezó – no sabría qué responderte. Mi corazón está completamente dividido entre ellos dos y... yo no sé, yo estoy sumamente confundida. Henry es dulce, amable, sincero, lindo y guapo; prácticamente el chico ideal. Pero David... David tiene algo que me atrae, me siento de la misma manera que cuando estoy cerca de Henry y simplemente me vuelve loca, siento que mis sentidos se paralizan cuando él está cerca... – de repente Hillary sonrió – Ja, pero qué ironía... tú debes saber esto mucho mejor que yo... – Hermione rió levemente. Estaba completamente en lo cierto, después de todo, ella era la que había creado aquella confusión a Hillary.
- Tienes toda la...
Pero Hermione no pudo continuar a hablar. De repente, con un sonido realmente grave, unas campanas empezaron a sonar retumbando en los oídos de las dos chicas. El suelo empezó a temblar, como si estuviese comenzando un terremoto. Instintivamente se llevaron las manos a las orejas, por el estruendo ruido de las campanas, mientras estrechaban los ojos y trataban de mantenerse de pie. Hermione no entendía qué estaba pasando. ¿Por qué habían empezado a sonar campanas de aquella manera tan grave y a la vez prolungada, acompañadas por un terrible terremoto?
Dong... Dong... Dong...
- ¡Hermione...! – la aludida se dio cuenta de que Hillary la estaba llamando. Abrió los ojos y la miró. La chica imaginaria estaba indicando debajo de sus pies. Entonces la Gryffindor se dio cuenta. Observó el reloj que exactamente tenía las manecillas de los minutos y las horas en un sólo número: las doce...
- ¡No, Dios mío, no! – exclamó Hermione mientras un sentimiento de pánico la invadía, ayudado por el temblor del suelo.
Dong... Dong... Dong...
Hasta ahora las campanas habían sólo sonado unas seis veces. Hermione se sentía destrozada, no se había decidido por una puerta antes de que se hubiera vencido el tiempo. ¿Qué haría ahora? Todo estaba perdido. Por su culpa, todo rastro suyo desaparecería de la realidad. Vagaría por la nada mientras que en la realidad Voldemort tomaría el poder, y ya nadie estaría a salvo.
- ¡Hermione! ¡Tienes que elegir una! ¡Antes de que toquen las doce! – la aludida observó como una Hillary histérica indicaba las tres puertas. Hermione la observó con los ojos aguados. Después posó su mirada en las Tres Puertas del Destino. Tenía que elegir una. Y se le estaba acabando el tiempo, antes de que la última campanada sonara.
Dong... Dong... Dong...
Serpiente, unicornio y león. ¿Qué significaban esos tres animales? Hermione no lo entendía. No podía entenderlo justo en ese momento, ya que no tenía tiempo para refleccionar sobre ellas. Indicó la primera que le vino en mente. No le importaba a qué mundo la dirigiría. Tan sólo no quería ser borrada del mapa y vagar en la nada. No quería ser olvidada por nadie. Mucho menos por Harry.
Dong... Dong...
- ¡Elijo la Puerta de la Serpiente! – exclamó Hermione.
DONG...
De repente todo cesó. El suelo dejó de temblar y las campanas dejaron de retumbar. Las dos chicas se quitaron lentamente las manos de los oídos, como si tuvieran miedo a que otras campanas volvieran a sonar. Hillary abrió los ojos y observó como Hermione aún los mantenía cerrados. Una lágrima se asomaba por uno de sus ojos. El personaje se acercó hacia ella.
- Maldición... no fui capaz de elegir a tiempo, maldición... – murmuró Hermione – Si tan sólo no me hubiera puesto a perder el tiempo llorando... ¡Maldición! – exclamó. Hillary se le acercó.
- Vamos Hermione, no te preocupes, ya verás que todo va a estar bien... – de todos modos Hillary no se sentía tan calmada.
- Soy un fraude, maldi...
¡PAM!
Hermione no fue capaz de terminar la frase, que las puertas de la Puerta de la Serpiente se abrieron de par en par. Impulsivamente, Hermione y Hillary alzaron la vista, mientras un terrible torbellino de viento salía de la puerta.
Hillary, siendo transparente (y a la vez ligera), fue aventada contra la puerta de entrada, a la que raramente no traspasó. Hermione, en vez, se quedó en el mismo punto de siempre, aunque se volteó obviamente preocupada por su amiga.
- ¡Hillary...! – exclamó. De repente empezó a sentir como si algo la halara hacia atrás. El viento iba y venía, y halaba fuertemente a Hermione... como si la puerta estuviera tratando de tragarla.
- ¡Ay! – exclamó, mientras trataba con todas sus fuerzas de no dejarse llevar por el viento. Hillary se estaba agarrando de la manija de la puerta de entrada.
- ¡Hermione, no te opongas! – exclamó Hillary – ¡Has escogido la Puerta de la Serpiente y ahora debes atravesarla! – Hermione sentía como sus pies se deslizaban hacia atrás, y cada vez estaba más cerca de la Puerta de la Serpiente. Observó a Hillary dificultosamente, dado a que sus ropas y su cabello le impedían la vista.
- Pero... ¡Y qué hay de ti! – exclamó, tratando aún más de no dejarse tragar por la puerta.
- ¡No te preocupes por mí, Hermione! – exclamó Hillary esta vez con aire enfadado – ¡Tan sólo ve y has lo que tengas que hacer en el mundo que llegues! ¡Yo confío en ti, Hermione! ¡Confío en que pondrás punto y final a este problema, que regresarás todo a la normalidad! ¡Por favor Hermione, todos confiamos en ti! – Hermione estaba apunto de ser tragada por la Puerta de la Serpiente. El viento era mucho más fuerte que ella.
- ¡¡Hillary!! – gritó Hermione, antes de ser succionada por el abismo negro de la puerta.
*
Hermione sintió como una fuerza desgarradora la succionara hasta ese terrible abismo negro de la Puerta de la Serpiente. Luchaba contra la fuerza invisible del viento, no quería alejarse de ahí, no quería. Por alguna razón desconocida, no quería saber qué había más allá de la Puerta de la Serpiente. No quería saberlo. Pero lamentablemente estaba destinada a ello.
De repente dejó de oponerse a la fuerza invisible y lentamente cerró los ojos, mientras se estiraba libremente en el aire y el viento continuaba su camino. No tenía idea de donde se dirigía, pero no le importaba más de tanto. Una paz improvisa le había inundado el alma. Una tranquilidad... una serenidad... como si... como si todo alrededor suyo se hubiera desaparecido. Sí, eso era. Todo alrededor suyo, fuese lo que fuese, se desvanecía mientras ella divagaba en el tiempo y el espacio de aquella puerta. Mientras ella dormía antes de llegar a su destino...
Pero alguien interrumpió su sueño. No, no alguien... sino algo. Sí, así era. Algo había interrumpido su sueño. Y continuaba a interrumpirlo. ¿Qué era? Hermione no lograba detectarlo, sólo sabía que era una molestia. Una ruidosa molestia... ¡Sí! ¡Eso era! Algún ruido molesto le estaba interrumpiendo el sueño. ¿Pero qué era ese ruido? La Gryffindor sentía como si ese ruido le fuera muy familiar. Como si con ese ruido hubiera convivido desde siempre, y del que nunca llegaría a separarse, ni siquiera en el mundo del sueño eterno...
Ella hacía de todo para no hacerle caso a ese ruido molesto. ¡Uysh, cuánto era fastidioso! ¿Por qué no se callaba de una buena vez por todas? ¡Así ella podría dormir en paz! Podría seguir divagando en la nada, encerrada en el abismo de aquella Puerta del Destino por siempre...
Pero no. El ruido no quería ceder. Hermione empezó a molestarse. ¡Por qué no la dejaban en paz! Estaba cansada y hacía horas que no dormía. Pero aún así a nadie le importaba nada de ella, si ella dormía o no. Pero claro, ¿a quién le podría importar?
Decidió de una buena vez por todas de levantarse e ir a regañar quien fuera el que estuviese haciendo aquel ruido tan molesto. Entonces se dio cuenta que no estaba durmiendo en la cama de su habitación compartida con Parvati y Lavender. De hecho, no estaba durmiendo en una cama. Estaba flotando en medio de una nada claroscura. ¡Estaba flotando, estaba flotando! A decir verdad, era una sensación exquisita. Se sentía como libre, libre de todos los problemas que le pesaban, libre de todas las angustias, las histérias, libre de todo... libre de sí mísma...
Pero por alguna razón, ella sentía como si todo eso no estaba bien. Sentía que no debía disfrutar de aquel momento de completo relax. ¡Que no debía disfrutarlo! ¡Así decía su corazón! ¿Pero y qué decía su mente? Su mente no respondía. Se quedaba silenciosa ante todo. Callada ante las desiciones de los demás. Siempre por su cuenta.
Hermione mantuvo los ojos cerrados. Por alguna razón desconocida, no quería abrirlos. Tenía miedo de ver a su alrededor. De darse cuenta de por qué estaba flotando. Pero su flote empezó a disminuir. Su cuerpo se enderezó por si solo, o más bien, las delicadas manos del viento lo enderezaron dulcemente, mientras que Hermione sentía como si la arrullaran en una cuna. Finalmente sintió como sus pies pisaban tierra finalmente, y dejaban de ser libres y ligeros como antes. Sintió como todo volvía a ser como antes, por así decir. Y como era de esperarse, abrió los ojos.
El ruido de antes no había disminuido para nada. Seguía ahí, fastidiando a todos los que estuvieran cerca. Pero qué ruido más molesto. ¿Quién lo estaba provocando? Probablemente alguien con ganas de fastidiar. Sí, eso debía ser. Alguien con ganas de molestar. Molestar con ese ruido tan fastidioso. Un ruido insoportable. Y quien lo hacía, también era insoportable, ¿no? Una persona insoportable hacía un ruido insoportable. No se necesitaba mucha ciencia para llegar a esa conclusión.
Pero Hermione sabía que ese ruido no era causado a propósito. Es más, quien lo causaba estaba harto de causarlo. ¿Entienden? La persona que hacía ese ruido en verdad no quería hacerlo. Pero estaba obligada a hacerlo. Sí, prácticamente era como una obligación. Porque esa persona se sentía pésimo haciendo ese ruido, ¿no? ¿Verdad que se sentía así? ¿Verdad? Se sentía mal haciendo ese ruido. Esa persona no quería hacer ese ruido. Pero era inevitable. Los demás le indicaban de hacer aquel ruido, y luego se quejaban. Decían que era insoportable. Que era fastidioso, molesto, un estorbo. Y sí, el estorbo lo era también la persona. La persona también era un estorbo, ¿verdad? ¿Verdad que sí?
Hermione abrió los ojos finalmente. Había captado cual era la verdadera identidad de aquel "ruido". Y cómo no identificarlo, si ella lo conocía muy bien. Era el ruido del llanto... del dolor, del sufrimiento, de la tristeza, de la nostalgia, de la melancolía, de la agonía, de la desesperación. De la navaja clavada en lo más profundo del pecho, del sentimiento más horrible del mundo. De la soledad.
Hermione vio horrorizada una terrible escena delante de sus ojos. Una niña arrodillada frente a un muro, lloraba lo más silenciosamente posible mientras que varios niños detrás de ella la acusaban continuamente. Decían cosas que, lamentablemente, no podían ser evitadas.
- ¡Por qué no te vas a lloriquear a otro lado, tú! ¿Que no ves que nos molestas? – gruñó uno de los chicos, mirando despectivamente la espalda de la niña que lloraba. Una chica se acercó a él y lo regañó.
- ¡Ya basta, Peter! ¡Déjala en paz! Es mejor si nos alejamos de aquí y la dejamos sola – dijo la chica. La niña que lloraba sollozó aún más fuerte. Peter bufó.
- Está bien, está bien – gruñó, mientras que con el resto de sus amigos se iba. – Dejémosla sola, pues.
La niña seguía llorando, sin moverse de su puesto ni nada, sólo seguía ahí, sentada y agarrada a sus rodillas delante del muro, mientras unos sollozos amargos se agudizaban y se oían a lo lejos del vasto patio. A Hermione le resbalaba una lágrima por la mejilla. No porque se hubiera conmovido por la escena ni nada de eso. Era sólo que... que tan sólo ver aquella niña pequeñita llorando toda sola como un adulto, con esos rasgos de tristeza y rabia que traicionaban sus sollozos en vez que con toques de capricho, la hacía sentirse horrible. Se sentía horrible por el simple hecho de que aquella imagen le pertenecía a su vida, a su infancia, a su pasado, a la historia de su soledad... a ella mísma...
Otra lágrima se deslizó por la mejilla de Hermione. Otra lágrima igual de triste que la otra. Dos lágrimas gemelas a las que pronto se unirían otras más. Mientras tanto, el ambiente entorno a ella cambiaba. El color claro del día, pero a la vez tan opacado por el sufrimiento de la niña, se diluía, se volvía uno sólo, un torbellino de colores díficiles de explicar. Pero la dilusión no duró tanto, y rápidamente creó otro ambiente alrededor de Hermione. Esta vez se hallaban un hombre y una mujer sentados enfrente de un escritorio, donde del otro lado se hallaba una mujer con una expresión demasiado seria. La habitación estaba decorada con todo tipo de cuadros que encuadraban diplomas y demás, todos referentes a la psicología. La puerta estaba entreabierta, pero ninguno de los adultos parecía haberse dado cuenta. Y una niña de cabello sumamente enmarañado los veía con aire ansioso.
- Debo decirles, señor y señora Granger – empezó la mujer de aspecto severo – su hija es realmente una niña especial. Siempre está muy atenta en clase, le gusta comentar siempre sobre cualquier tema que hablemos, y siempre quiere intervenir en clase. Pero verá, señor Granger – el tono se tornó aún más severo – hay algo en Hermione que me preocupa, señor. Su hija nunca comparte mucho con los demás. Y no digo los juguetes, o los materiales escolares, no pretendo aquello. Sino pretendo decir que ella no comparte algo de sí mísma con los demás. Siempre está muy cerrada en sí mísma. Siempre anda por su cuenta, siempre trabaja por su cuenta, prefiere hacerlo todo sola. Y eso es lo que nosotros menos queremos que suceda. No queremos que ninguno de nuestros alumnos se aisle por su propia cuenta. Lo encontramos un caso... realmente por el cual preocuparse, señor Granger. Por eso sugiero que Hermione sea llevada a otra escuela. A una escuela especial, para niños como ella...
La niña semi-asomada en la puerta salió corriendo. Había captado las intenciones de la señora mientras hablaba. Las había captado todas. Lo cual era algo increíble para su corta edad, entender un tema de ese tipo. Pero ella lo había comprendido. Había comprendido de hacía mucho cual era su problema. Ella era diferente. Diferente de cada chico de su escuela. Sí, todos en el mundo eran diferentes, pero ella particularmente lo era. Muy particularmente.
Los colores se diluyeron otra vez delante de Hermione. Pronto se pudo notar la escena de varias niñas corriendo. Entre ellas había una del cabello sumamente enmarañado y recogido en dos colitas. Pronto las niñas se detuvieron frente a unos morrales bajo la sombra.
La niña de cabello enmarañado buscó una botella en su morral. Bebió de ella y luego una de las niñas se le acercó.
- Hermione, ¿me podrías dar un poco de tu agua? Es que tengo mucha sed – Hermione negó con la cabeza lentamente.
- Lo siento, pero... si te doy a beber de mi botella no tendré más agua para beber después, y aún falta para que se termine la hora de gimnasia – dijo con un tono algo frío. Otra niña se acercó a ellas con una botella en mano.
- Toma Lindsay, yo sí te puedo dar de mi botella – dijo amablemente. Lindsay tomó de ella y le agradeció, para luego voltearse y ver despectivamente a Hermione.
- Hermione, si sigues siendo así de tacaña te quedarás así de solita por el resto de tu vida – murmuró, para después dejarla sola e irse junto a la otra niña.
"Sola..."
"Siempre sola..."
Hermione no pudo retener más las lágrimas. Estaba viendo las peores escenas de su tierna infancia. Las peores. Las que más le habían llegado a lo profundo de su corazón. Y ellas las estaba reviviendo. Se sentía horrible. ¿Por qué le hacían revivir momentos tan odiosos como aquellos? ¿Quién quería verla sufrir? ¿Quién?
Hermione apretó fuerte los puños y los dientes, mientras bajaba la cabeza y sentía que sus lágrimas caían libres por sus mejillas. ¿Por qué? ¿Por qué de repente se había tenido que encontrar con semejante situación? Si ella lo único que había hecho había sido traspasar la Puerta de la Serpiente. Lo único que ella quería era regresar a casa y ponerle punto y final a toda aquella situación. Así que, ahora, ¿por qué la retenían en aquel lugar perdido en el abismo de la puerta, y no la dejaban ir, sin torturarla de aquella manera?
- Por qué maldición... – sollozó Hermione – qué demonios ganan haciendo esto... maldición, ¡¿es tan divertido verme sufrir y llorar?! – gritó Hermione, cayendo de rodillas, y llévandose las dos manos a la cara. – Maldición... sigh... sigh...
- ¿Es doloroso, verdad, Hermione? Verdad que duele en lo más profundo de tu ser... – murmuró una voz con un dejo de malicia. Hermione no la reconoció y no le importó reconocerla.
- Ñgh... ya déjame en paz... – sollozó Hermione. – ¡Ya déjenme en paz todos!
- ¿Quieres que te deje en paz? ¿Que te deje aquí, sola, con... estas imágenes de tu pasado diluyéndose frente a tus ojos? ¿Es esto lo que quieres? – preguntó otra vez la voz. Hermione sollozó aún más fuerte.
- ¡No, no quiero eso, no! ¡No quiero ver mi pasado de nuevo, no! ¡No quiero! – gritó Hermione.
- ¿Entonces? ¿Qué quieres hacer?
- ¡Quiero salir de este lugar! ¡Quiero salir de todo esto y dejar de llorar! ¡¡No quiero volver a llorar!! – gritó la chica. Estaba harta de llorar todo el tiempo. Ya no lo aguantaba. Sentía como si cada lágrima derramada le quitara una gran porción de ganas de seguir adelante.
- Entonces... ven conmigo Hermione, sigue la luz que estoy apunto de mostrarte y que está apunto de alumbrarte. Sigue la luz que te llevará a tu destino.
Hermione se quitó las manos de la cara, y observó de nuevo. En vez de ver imágenes sobre su terrible y odioso pasado, ahora podía ver un destello de luz en lo más profundo de ese ambiente gris y sombrío. Una última esperanza. Una última luz al final de un túnel infinito.
La chica se paró. Por milésima vez, se hizo la ilusión de que todo ese embrollo se acabaría ahí finalmente y que todo regresaría a la normalidad.
Pero, ¿sucedería así realmente? Por supuesto que no.
Ella sabía muy bien que las cosas no estaban así. Sabía muy bien que después de admirar aquella luz cálida, llegarían otra vez las tinieblas para incumbir terror en ella. Para inculcarle el pánico.
Así que ella prefería no hacerse ilusiones. Sólo seguía aquella bella luz para poder salir de aquel abismo... y llegar a otro.
Esta vez había aprendido la lección.
No pensaría en el futuro si aún tendría que vivir en el presente y llorar el pasado.
No se haría tontas ilusiones, y a la hora de hacérselas, las controlaría de modo que así ellas no serían capaz de desilusionarla de nuevo.
Sería ella quien tendría el control de sus sueños, sus ilusiones, sus esperanzas, sus emociones.
No ellos de ella.
N/A: Ok... dos capítulos uno peor que otro, realmente lo lamento mucho, de verdad, además de que no quería prolungar la dramatización en este fic pero... ya que me siento deprimida, aproveché este estado de ánimo para escribir el capítulo y así fue como me quedó... eje...
Bien... este capítulo no fue nada importante... omitan la última parte, es decir, no se pregunten kien fue que le hizo ver esas "escenas del pasado" y quien fue que habló, porque todo eso no será necesario tenerlo en cuenta para el final... así que trankilos, ejeje ^^.
Agradecimientos especiales a todos los que se molestaron y se molestan por decir lo suyo ^^': lora chang, miaka82 (síp... de hecho de pequeña yo era una gran fan de todas las pelis de Disney!! XD Aunq odio a Winnie Pooh), pranger, Esteffy, Arwen-Magic16 (espero que hayas tenido un pañuelo cerca para este capítulo...), vegalone86 (hasta que alguien entendió a Hermione!), Vane Radcliffe (saludos a Alana! XD), Lis Jade Black (tienes razón, cada quien está solo con sus pensamientos y problemas, pero si uno kiere compartirlos con alguien, la mayoría tiene con quien... y Hermione kiere compartir sus problemas con alguien, pero esta vez no tiene a nadie... ese es el punto donde kiero llegar), Hermione de Malfoy (el mejor nick del mundo! XD), Luadica (me alegra muchíiiiiisimo que te guste el fic), Estrellita, Minue, EmmaPotter y Diel (gracias x to2 tus reviews!! Pero una cosa... en todos de ellos había algo que no lograba comprender, es que decías cosas incoherentes y teorías que no creo sean ciertas, además creo que hay cosas que llegaste a confundir... bueno pronto te explicaré qué cosas).
Espero terminar el fic antes de que se acabe el mundo... no vale con esto no se debe jugar. Todo lo que está pasando en Iraq ahora es algo que no logro comprender... sinceramente me duele que esos pobres jóvenes tengan que "seguir órdenes" nada más porque dos imbéciles lo deciden... que se haga la guerra porque un hombre que está tranquilito en su casa lo decide... ¡ESTO ES INCONCEPIBLE!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡REVIEWS!!!!!!!!
*SON gratis Y hacen SENTIR bien LA escritora*
24-03-2003
