[*El Amor de los Novios*]
Estaba Hermione en el Expreso de Hogwarts, en el último vagón, mirando por la ventana con ansiedad. Frente a ella, su mejor amigo Harry Potter y a su lado su otro mejor amigo, Ronald Weasley. Estaban ya regresando de Hogwarts, al final del sexto curso, para dar inicio a las vacaciones. Otro año de peligros, misterios, amores y celos se había ido: los adolescentes por su parte habían tenido que aceptar el cambio en sí mismos, de cuerpo y mente, dando espacio a la pubertad, ya empezada desde los trece años. Pero la mente de éste trío no siempre había podido ser ocupada por conflictos amorosos y peleas de amistad, sino que también por el Señor Tenebroso, que ese año también había hecho su aparición. Esta vez Voldemort, por más extraño que parezca, no había atacado lentamente, sino que había ido al grano justo en la Nochebuena. Pero Harry, con su típica suerte, había podido liberarse de una muerte dolorosa, haciendo que el Señor Oscuro se alejara por milésima vez. Pero en esa noche había descubierto muchas cosas sobre su familia, una de ellas era que la madre había sido mortífaga... sí, mortífaga traidora, y que por eso Voldemort la había acecinado. Otra que su abuelo, Thomas Potter (padre de James), había sido un potente Auror y que por proteger a su familia de las Fuerzas Oscuras (antiguamente una comunidad potente de Mortígafos), había perdido la vida, dejando sólo con vida al pequeño James, sin hermanos y sin madre.
Pero del resto, el año había transcurrido sereno y alegre. Del trío, Ron había conseguido novia, Hesione Crewe (N/A: se pronuncia Jesaioni), una simpática chica de Hufflepuff un año menor que él. Pero ni Hermione ni Harry habían conseguido a alguien, pues Hannah Abott (de la cual Harry se había enamorado) no se había decidido entre él y Justin Finch-Fletchley, mientras que el reciente amor de Hermione (Draco Malfoy) no le había hecho mucho caso.
Draco, que la Navidad había decidido transcurrirla en Hogwarts, se había hecho amigo del trío, aunque no tan profundamente. El encuentro en la Nochebuena de Harry y Voldemort se había efectuado en el Gran Comedor, y Draco se había aparecido ahí, en medio de una discución llena de odio, sin poder evitarlo. Voldemort por poco y los mataba, pero juntos, Potter y Malfoy, lo habían derribado. Y de ahí, había surgido una especie de pacto, en el cual se llevarían bien y no se referirían más insultos. Entonces Potter, Granger y Weasley empezaron a conocer más a fondo a aquel Malfoy, que un tiempo era frío y fastidioso, para llegar a conocer un corazón blando y sensible. Y fue así que Hermione se fue enamorando, poco a poco, de aquel chico pálido de ojos grises claros y de pelo rubio claro. No tenía ni idea de como hubiese sucedido, de como le gustara ver cada movimiento del chico, de como lo veía cada instante con la mirada perdida y de como se sentía flotar por las nubes si él le tocaba por accidente o le hablaba.
Pero en ese momento, en aquel vagón de Hogwarts, Hermione no pensaba a su amado. Semanas antes de regresar a casa, había recibido una carta de sus padres, donde al llegar éstos le tendrían una noticia fenomenal esperándola con los brazos abiertos. ¿Qué podría ser esa noticia? Pensaba cada rato en ella, y en los momentos que su mente le exigía liberarse de tantas preguntas sin respuesta, pensaba sólo a Draco, a tenerlo en sus brazos, a finalmente besarlo lengua a lengua...
Y estos pensamientos, después de varios minutos de preguntas imposibles de responder, ahora bailaban en su mente. ¡Dios, como hubiera querido besarlo! Mitad de sus sueños siempre se envolvían en una sola escena, la escena en la cual Draco le agarraba del hombro y le besaba a traición, por los pasillos nocturnos de Hogwarts, y que se quedaba así por muchos minutos... y mientras el beso sucedía, ella abrazaba el cuello de Draco, mientras que éste le rodeaba la cintura estrechándola aún más hacia sí mismo. Cuando finalmente se separaban, cuando Draco le sonreía y le acariciaba una mejilla para decirle Te amo, ahí era cuando Hermione despertaba, con la frente, el cuello y el pecho emperlado en sudor, sonriendo con los labios.
Esos sueños, aunque sólo pocas veces cambiaban y eran repetitivos, le encataban a Hermione. Muchas veces ella soñaba despierta y le había sucedido ya que en la clase los profesores le llamaran la atención, extrañándose por el cambio repentino de su alumna predilecta.
La puerta del vagón se abrió lentamente. Un chico de pelo liso a forma caída (había cambiado estilo el año pasado, cuando su peinado era hacia atrás), color rubio claro, de ojos grises y cara pálida, la atravesó. Draco Malfoy se había sentado al lado de Harry Potter.
- Jo, ¿qué más? Por allá se muere de calor y todos se han dormido – dijo Draco, pasándose la mano por el pelo. Hermione, que había volteado la cabeza desde el momento en que Draco había pisado pié en el vagón, lo fijaba de arriba a abajo, lentamente, examinando cada centímetro del espectacular cuerpo, con el corazón que le palpitaba (N/A: + busa q yo!!!).
- Aquí no se divierte más que allá, te lo aseguramos... – dijo Ron, viendo por la ventana de la puerta del vagón. – Hey chicos, iré a dar una vuelta por el tren...
- A ver si ves a Hesione – completó Harry, con aire pícaro. – ¿Cuánto tiempo de latazo piensas darle antes de soltarla en King's Cross?
- Cuenta el último record y sumale cinco – dijo Ron guiñando con un ojo con aire más pícaro que el de Harry y saliendo por la puerta, corriéndola.
- Jo, que hombre – dijo Draco, mirando por la ventana de la puerta, con los ojos ensanchados. – El último, que yo sepa, duró un minuto y medio... ¡así que piensa darle seis minutos y medio de latazo! ¡Fiiiiuuu! – silbó, mirando ahora la ventana que daba al externo del tren, al lado de donde Hermione estaba sentada.
- Sí, almenos él tiene a alguien – dijo Hermione, mirando ahora los ojos de Harry. ¡Qué lindo era ese chico! Pero su modo de ser era tan... nerd. El adolescente se encongió de hombros.
- Sí, bueno, suerte para él... – dijo, parándose del asiento. Draco y Hermione lo miraron.
- ¿A dónde vas? – preguntó Draco.
- Ya que Ron va por su amada, yo voy por Hannah. ¡Ese Justin no sabe con quién se está metiendo! – cerró los puños alzándolos a nivel del rostro con una energía realmente admirable, y corrió la puerta del vagón sin decir nada.
- Ay, hombres... – dijo Hermione con un suspiro. Luego sus ojos se posaron en las piernas de Draco y sólo en ese momento se dio cuenta de que sólo ellos dos habían quedado en ese pequeño espacio. Draco luego la miró.
- Y tú, ¿no tienes un tipo por quién pelear o ir a besuquear? – dijo Draco, con un guiño divertido pero no malicioso.
- Pelear no, pensó Hermione pero besar sí. ¿Seré capaz de caer encima tuya y besarte a traición, Draco? Luego dijo, con simpatía – No, no tengo. ¿Y tú? ¿Un chico tan lindo como tú, no debería tener cientos de muchachas por detrás? – por suerte no se ruborizó. Draco sonrió con diversión.
- Ja ja ja – rió, fijando los ojos de Hermione. – No, tampoco tengo. Y lamentablemente no tengo chicas que me corran por detrás – rió otra vez y luego se estiró en el asiento, acostándose, con las manos en la nuca. Esa posición provocó más a Hermione, en cualquier momento le caería encima y le besaría sin soltarlo por varios segundos, o tal vez minutos... estaba segura de que no aguantaría.
- ¿Y no estás interesado en nadie? ¿Ninguna chica? – preguntó Hermione, examinando otra vez el cuerpo de Draco. Éste la miró, aún acostado, y luego volvió su mirada al techo.
- El año pasado y mitad de este estaba interesado en Pansy, pero aunque le corriera por detrás como perro ella prefirió a Blaise Zabini, que cuando le pidió bien directo que fuera su novia ella aceptó – suspiró. – Y ahora no me interesa nadie... – luego miró a Hermione, que se le había quedado fijando – ¿Y a ti, quién te gusta?
Hermione por un momento quedó sin aliento. Fijó al dieciseisñero que tenía enfrente, con una mirada simple pero nerviosa. Se rascó la cabeza sin que le picara, empezó a ruborizarse y emitía sonidos como "Ehh" "Amm" sin pronunciar una sola palabra entendible. Draco la continuó mirando, continuó fijando aquel perfíl dulce y a esos rizos que caían por los hombros, de un color castaño claro...
- No te sabría decir quien... ¿realmente te interesa saberlo? Me da vergüenza decir quién es y...
- No te preocupes, no problemo – dijo Draco sentándose finalmente. Hermione sintió un ardor en sus mejillas, se había ruborizado completamente, y bendeció que ese día el sol estuviera de un color anaranjado para que su amigo no notara nada cuando los reflejos se deslizaban en sus mejillas.
Continuaron hablando tranquilamente sobre tiempos pasados. Varias veces pidieron disculpas por los insultos de años atrás, y rieron sobre los hechizos que se habían lanzado hace tiempo. Se confesaron mutuamente que jamás hubieran pensado de hacerse amigos, y Hermione finalmente y con paso decisivo estaba a punto de decirle que jamás habría pensado de enamorarse tan perdidamente de él, cuando Harry entró por la puerta con una sonrisa imprimida en el rostro.
- A que no adivinan – dijo, tirando al suelo los pies de Draco y sentándose, un poco jadeando. – Justo cuando estaba a punto de entrar en el vagón de Hannah, Justin también iba a entrar. Cuando finalmente entramos, empezamos a mirarnos con aire acecino mientras hablabamos, y entonces a Hannah le vino en mente la espléndida idea de hacer un concurso de latazos. Quien aguantaba más, podría entonces "quedarse" con ella. Justin fue el primero, y apenas y pudo aguantar dos minutos y algo – suspiró, agarrando aire. – Luego vine yo y me quedé ahí por cuatro minutos y unos segundos más, impresionando a Justin y a Hannah. Y fíjense, ni siquiera fui yo a separarme, sino que fue ella la primera al hacerlo. Justin se tuvo que resignar y salir de ahí mordiéndose la túnica con rabia, mientras que yo volví a dar un buen latazo a Hannah (N/A: pa los q no saben lo q es "latazo", en Venezuela sería beso de lengua a lengua q normalmente dura mucho tiempo. Se usa bastante en el juego de la botellita) – respiró profundamente y luego se secó el sudor de la frente. – Pero hay que ver que en los vagones de allá hace un buen calor... – se quitó la túnica para luego sacudirse la camisa echando aire. Draco y Hermione habían escuchado atentamente, quedando pasmados.
- Jo, congratulations bro – dijo Draco, tratando de tener un acento americano, dando una palmada en el hombro de Harry. Hermione sólo sonrió.
- ¿Y ahora por qué no estás con ella? – preguntó. Quería que Harry se fuera lo más pronto posible.
- Ella dijo que regresara a mi vagón por un momento, que tenía que pensar y descansar. Me dijo que tal vez me daría su dirección de correo, ya que es hija de padre muggle, y es posible que la visite en vacaciones. Dentro de unos minutos voy a volver... – miró el reloj y luego corrió la cortina que tenía al lado, para que el sol no le fastidiara. Pocos minutos pasaron y ya Harry el Don Juan se había ido más feliz que nunca.
Pronto Hermione y Draco continuaron su conversación animadamente.
- Dime una cosa, si dijeras a tus padres que ayudaste a Harry Potter a combatir el Señor Tenebroso y que te has vuelto nuestro amigo, ¿qué harían? – preguntó Hermione todo de un tiro.
- A mi madre no le importaría, pero mi padre... bueno, él sí que pensaría al contrario de mí. Por eso será mejor que no diga nada al respecto... – miró hacia el suelo, sentado en la típica posición de los hombres (a piernas abiertas). Hermione se arrepintió de haber hecho esa pregunta.
Y entonces Draco empezó a hablar, empezó a decir cosas que desde pequeño había oído del padre, reuniones con gente de magia negra, las visitas al Nockturn Alley, las barbaridades que repetía él de su padre, con tanto remordimiento de estar al punto de llanto. Pero él no lloró, y dijo también que él no siempre había estado de parte de Voldemort, que sí le interesaban las Artes Oscuras, pero no para efectuarlas con maldad ni para provocar muertes inocentes, sino por interés y para utilizárlas en caso de defensa propia. Hermione había escuchado cada palabra con mucha atención, sintiendo cada vez más odio hacia Lucius Malfoy, maldiciendo de que esa hermosa figura que tenía enfrente fuera hijo de tal padre imbécil.
- Por eso, lamento tanto haberte insultado en aquel modo, haberte dicho sangre sucia por tanto tiempo y haberme burlado de Harry y Ron de esa manera... – susurró Draco, con la cabeza apoyada a su mano, continuando a fijar el piso – lo siento, de veras, de haber hecho tantas estupideces desde la vez que nos vimos...
- Pero tú no tienes la culpa – interrumpió Hermione, con el pecho a unos centímetros de sus piernas, mirando a Draco con compasión. – Tú no tienes la culpa de haber nacido en esa familia... no tienes culpa de tener un padre así...
- Lo sé, Hermi, que no es mi culpa... – susurró Draco rascándose el cuello y continuando a fijar el piso, sin arrepentirse de haber dicho "Hermi" – pero todas esas cosas que he dicho a ustedes... siempre algo de remordimiento lo tengo... así que – alzó la cabeza para mirar fijamente en los ojos color marrón de Hermione – siempre voy a sentirme en culpa.
- Draco, si te sientes en culpa, obviamente también nosotros debemos sentirlo. No sólo tú has dicho barbaridades, sino también nosotros y no tienes idea de cuantas cosas negativas hemos dicho sobre ti. Pero esos tiempos ya han pasado, hay que dejarlos atrás y comenzar de nuevo – miró intensamente los ojos de Draco y posó inconcientemente una mano en la del chico, que estaba en la pierna izquierda. Éste no la quitó.
- De eso tienes razón, Hermione... – dijo, estrechándo la mano de Hermione – Se nota lo sabia que eres, je... – Hermione sonrió, apretando la mano a su vez.
- Por algo soy la "Sabelotodo Granger", ¿no? Pero no sólo de los libros se absorve algo, sino también de la vida... – a Hermione le brillaban los ojos, ella sí se había dado cuenta de la mano que estrechaba, pero no quería soltarla por nada al mundo, quería que ese momento mágico se paralizara en el tiempo y que la magia aumentara...
Sus miradas se cruzaban, sus manos se abrazaban y sólo un beso podía mejorar la situación. Hermione sonreía levemente a la cara seria de Draco, éste que con los ojos la abrazaba, sin dejar de mirarla. La magia iba aumentando, el silencio la engrandecía y los rayos de sol la acaloraban, invitando a los jóvenes de dieciseis años a un tierno beso.
Entonces Draco soltó la mano de Hermione dulce y lentamente, se fue levantando sin dejar de mirarla, ésta que lo seguía con los ojos, y en un momento, un momento crucial para Hermione, Draco se le sentó al lado agarrándola por los hombros para hundir su lengua en la boca de ella. Hermione una escena parecida la había soñado, pero la había seleccionado entre una de las más imposibles; pero la cosa se había hecho realidad, ya no era uno de los tantos sueños, y en ese momento lo estaba besando, lengua a lengua, y le estaba rodeando el cuello con los brazos.Y Draco siguió los pasos que siempre había soñado la chica, le rodeó la cintura con un brazo y luego la estrechó más hacia él, para luego con el otro brazo traspasar la poblada melena y llegar al cuello. Los segundos pasaban, y los adolescentes no se despegaban por nada, seguían ahí, abrazados, dando un beso inolvidable.
Y entonces Draco fue quitando la lengua, para después los labios e ir abriendo lentamente los ojos, como despertando de un largo sueño. Hermione quería más, no quería despegarse, pero las circustancias se lo impedían, así que tuvo que ceder. Abrió los ojos lentamente encontrando así el rostro de Draco, que en las mejillas le había aparecido un color rosado. Hermione quitó los brazos de alrededor del cuello de Draco, y los fue bajando poco a poco, arrastrándolos por la camisa del chico (éste que se había quitado la túnica mucho antes), viendo cada centímetro que los brazos recorrían. Y entonces su brazo izquierdo se cayó por completo, dejando la mano del otro brazo apoyada en el centro del pecho de Draco, que Hermione fijaba, sin osar mirar los ojos del chico.
Éste fijaba la mano que estaba posada en su pecho, y quitaba lenta y cuidadosamente la mano del cuello de Hermione, como si ésta fuera de porcelana; le pasó la mano por la mejilla, la chica la recibió con gusto, y luego el muchacho soltó todo el brazo, apoyándose en la punta del asiento donde los dos estaban sentados.
Por suerte, en esos momentos, ni Ron ni Harry entraron. Hubiera sido muy práctico si uno de los dos hubiera dicho almenos una palabra en ese momento de ensueño, pero ninguno habló, y continuaron callados por varios minutos, hasta que Draco habló, mirando la mano de Hermione que estaba en su pecho.
- Hermione... – dijo, tocando la mano de la chica en su pecho – no sé qué fue, tuve un impulso extraño... – después agarró el mento a la chica y le subió la cabeza, para verla en los ojos. Su cara estaba tan roja como el pelo de Ron – discúlpame, no debí hacerlo, pero al verte tan fijamente me provocaste y...
- Shh... – sibiló Hermione, tapando la boca de Draco con dos dedos – no interrumpas este maravilloso momento, por favor... – lo recostó en el asiento, acostándolo, para luego darle un tierno beso en la boca y después apoyar su cabeza en el pecho de su amado.
*
El Expreso de Hogwarts finalmente había llegado a la estación de King's Cross en el andén 9 y ¾. En las dos horas precedentes, Hermione había confesado sus sentimientos, sus sueños y sus más intímos secretos a Draco, quitándose un peso de encima. Draco le había confesado de haberse empezado a enamorar de ella justo en esas últimas semanas, y que sólo por el remordimiento de conciencia no había podido decirle nada antes. Por suerte ninguno los había notado al besarse ni al hablar sobre sus cosas, y así habían llegado a un acuerdo, un acuerdo en el cual no dirían nada a nadie sobre lo ocurrido, ni a Harry ni a Ron. Y antes de salir del andén 9 ¾, Draco llamó a Hermione a escondidas para hacerle una grandiosa pregunta...
- ¿Qué pasa? – preguntó Hermione, con el bolso de la escuela en el hombro derecho, fijando a Draco con curiosidad.
- Eh... bueno... quería preguntarte... amm... que bueno... si... – balbuceó Draco, todo nervioso.
- Date, que mis padres andan por ahí... – dijo Hermione mirándose a sus espaldas. Draco le agarró un hombro, y, llamándole la atención con ese movimiento, le miró intensamente en los ojos.
- ¿Quisieras... quisieras ser mi novia, Herms? ¿Lo deseas también tú cuanto yo? – preguntó Draco, con una sonrisa en los labios. Hermione por un momento quedó pasmada, y empezó a engrandar los ojos por la felicidad, para lanzársele encima y abrazárle.
- ¿Bromeas? ¡Esperé tanto por esto! ¡Oh, como te quiero, Draqui! – se despegó de él y le miró en los ojos, con ternura – Por supuesto que sí, ¡¡no hay otra cosa que me haga feliz!! – Draco sonrió, para luego recibir un beso en la mejilla de su reciente novia. Ésta se volvió para irse, pero después Draco le agarró por el brazo y le besó a traición, justo como en los sueños que la chica había tenido en los últimos meses. Hermione lo recibió, con un cierto atore, y luego despegándose salió de aquella oscura esquina, para correr donde sus padres, mientras Draco la miraba sonriente y agitaba la mano.
*
Estaba Hermione en el auto de sus padres, regresando a casa, mientras miraba por la ventana con una sonrisa amorosa imprimida en el rostro. Cuantas cosas increíbles le habían sucedido sólo horas atrás... ¡qué tan feliz se había vuelto en un sólo día! Todos sus sueños se habían vuelto realidad y los sentimientos habían sido correspondidos. ¡Nada podría haberla hecho sentir mal, ni en semanas ni en meses! Tenía finalmente un novio, un novio el cual amaba con toda el alma y al cual pensaba cada momento. Ahora podía decir que sí sabía lo que era el amor, sabía que era sentirse correspondida, sabía lo que era... un beso. Cuando miraba por la ventana, no miraba el asfalto ni los autos que pasaban en él, sino que veía como una película los momentos de su primer beso con Draco, sí, aquellos segundos pasados sólo horas atrás... podía aún sentir los labios de Draco unidos a los suyos, las lenguas entrelazadas sin despegarse un minuto... podía sentir aquella mano cálida acariciarle el cuello y aquella otra alrededor de su cintura... podía sentir su mano en el pecho de Draco, que había tenido tacto através de la camisa blanca... podía repetir las escenas en la cual Draco le había confesado sus sentimientos... y sobretodo, podía sentir ese maravilloso sentimiento, el cual es escencial para vivir, porque sin él no se puede existir... el amor.
La sonrisa se le aumentaba a cada recuerdo amoroso y no podía esconderla, dado que su felicidad era demasiado grande. Tan sólo con ese sentimiento podría sobrevivir esos meses separada de Draco, porque esos recuerdos le darían la fuerza de seguir adelante hasta el primero de Septiembre, en el cual lo vería de nuevo... sí, vería otra vez a ese chico alto de cara pálida y de pelo rubio a forma caída, vería esos ojos grises ahora no vacíos, sino llenos de amor... sí, y ese amor no estaba destinada a otra persona... mas que a ella. Sabía que al verlo de nuevo ese sentimiento llamado Amor se haría más grande, tan grande de poder esconderlo. Y ese amor no era un simple "amor" como el que se le tiene a una mascota o a un padre, sino que era el verdadero amor, el amor más maravilloso de todos, "El Amor de los Novios".
Hermione continuaba a sonreir a estos pensamientos y los padres, en la parte anterior del auto, la fijaban con curiosidad por el retrovisor, preguntándose el porqué de tanta alegría. Normalmente cuando su hija regresaba de esa escuela de magia, tenía una cara larga y no sonreía hasta después de las vacaciones, cuando se acercaban los días de estudios. A ellos les había preocupado ese comportamiento, y no sabían qué hacer. Pero en ese momento la chica sonreía animadamente, y no hacía caso a la música que ella tanto odiaba de su padre, que en ese momento se entonaba en el auto. Pronto la madre decidió despertarla de ese ensueño, preocupándose un poco.
- Hey Herm, ¿adivinaste al fin qué es lo que te espera en casa? – preguntó, mirando a su hija desde el proprio espejo enfrente de ella. La hija quitó la mirada de la ventana, y la sonrisa se le fue desvaneciendo, pero no se volvió seria.
- No, no he adivinado. ¿Es tal vez otro gato? – Crookshanks, el antiguo gato de Hermione, había tenido que alejarse de ella por razones especiales de Sirius.
- No querida, no lo es.
- ¿Un perro? Los perros me gustan también.
- No Hermilinda, no es un ser vivo ni nada material – dijo el padre de Hermione, mirándola sonriente desde el retrovisor. Hermione se extrañó.
- Umh... – murmuró, regresando la vista a la ventana.
Finalmente habían llegado a la casa de Hermione. Era una casa simple color blanco perla, de dos pisos y con dos balcones arriba. La puerta estaba situada a la derecha de todo, y tenía un pequeño camino que invitaba a la gente a ir donde ella.
Hermione agarró el bolso de la escuela y se dirigió a la puerta "bailando" contenta, como una niña. El padre tuvo que ser ayudado por su esposa al llevar el baúl hasta la puerta, y con cansancio introdujo la llave. Hermione fue la última en entrar, después de sus padres y el baúl, y lo que vio adentro la extrañó del todo, impresionada.
La sala, que un tiempo era la más adornada, ya no tenía nada; en el suelo sólo yacía una alfombra arabe de colección, apunto de ser doblada. Los muebles habían desaparecido del todo, al igual que los cuadros y la mesa de comedor. Los adornos del recibidor y de la sala ya no estaban, se habían esfumado en el aire; y justo a los pies de Hermione, por todos lados, habían cajas de cartón con posiblemente todas las cosas.
Hermione subió por las escaleras del recibidor que daban a las habitaciones, para ver si estas aún estaban intactas. En la habitación de sus padres, sólo habían quedado objetos electrónicos tipo relojes despertadores, lámparas y televisor, despojándola de los adornos y fotos que habían una vez en la mesa de noche. Miró el estudio, y ese no se había tocado, excepto por el estante de libros que ahora ya no estaba. La computadora, la radio y las sillas estaban intactas.
Después de ver el baño (el cual fue inútil revisar), fue hasta la última habitación, la mediana como tamaño, que era la suya; al entrar, por suerte, notó que nada había sido cambiado de lugar. Los peluches que siempre le había regalado la abuela, sus libros de la escuela y otros en general, el televisor, la mesa y la silla, el estante y todo lo demás estaba en ordén. Se sentó un momento en la cama, inspeccionando con cuidado cada mínimo detalle mientras se quitaba la pesada túnica negra y el gancho que le tenía el pelo en una media cola. Se masajeó rápidamente la melena y el cuero cabelludo para luego pararse y dirigirse a las escaleras.
Bajando en ellas, pensó que le faltaba inspeccionar aún más dos partes de la casa: la cocina y el jardín. Pasando entre cajas, fue directamente hacia la puerta de la cocina, donde al entrar, encontró más cajas aún. La mesa de la cocina (en donde jamás se comía) estaba repleta de los adornos de la casa, y el resto todo estaba en ordén. Mirando a su madre que movía algunas cajas, y a su padre que ordenaba unos adornos, salió de la cocina con aire preocupado y curioso, dirigiéndose alfin al jardín.
La puerta de este estaba justo después de la sala. Afuera, amarrada en dos columnas, había una hamaca de tela fina comprada mucho tiempo atrás en la luna de miel de los señores Granger. En el patio, un árbol de nuez llevaba seis años, pero que con el clima de Inglaterra no había podido crecer fuertemente; a los pies de este, varias flores de todo tipo habían crecido animadamente durante la primavera, brotando perfumes deliciosos.
Hermione pasó por al lado de la hamaca lentamente, y después bajó el escalón de madera, para ir caminando hacia el árbol oliendo las flores. Por un momento se sintió entre las nubes, cuando las flores hicieron recordar a Hermione ese momento apasionado con Draco horas atrás en el tren y el momento en que le había preguntado si quería ser su novia. La sonrisa que por unos minutos había desaparecido dado a las condiciones de la casa, volvió a imprimirse alegramente en el dulce rostro de la muchacha, mostrando los dientes. Hermione aspiró todo ese aire puro y ese perfume de flores, sintiéndose aún más feliz, olvidándose el porqué de ese cambio en la casa.
- Umh, ¡qué hermoso día! – dijo oliendo unas violetas cerca de las raíces del árbol – ¡Este será un día inolvidable para mí...!
Y vaya que tenía razón. Se recostó con la espalda al árbol, rodeada de las flores, que le hacían parecer por un segundo la Diosa Afrodita en su jardín de rosas. Cerró los ojos y alzó la cabeza al cielo, aspirando otra vez. Pronto la señora Granger abrió la puerta e hizo que el viento se alzara aún más y penetrara en la casa. Sonrió a su hija y se dirigió hacia ella, mirándose alrededor las otras plantas hermosas que crecían hasta en los muros.
- El sol sí que brilla hoy... – dijo, sus largos rizos castaños que bailaban con el aire – es un día espléndido, ¿no crees?
- Uy, sí que sí... – susurró Hermione, con los rizos que también le danzaban libremente – realmente es increíble que el sol brille tanto a esta hora de la tarde.
- Es verdad – dijo la señora Granger, sentándose junto a su hija. – Dime algo, Hermione – dijo mirándole el rostro. Hermione, que estaba viendo el cielo, volvió su rostro hacia la madre.
- ¿Qué? – preguntó.
- ¿Sucedió algo increíble para sentirte tan feliz? ¿Tus notas fueron todas altas? ¿Te nombraron La Mejor Prefecta? – preguntó la madre, muy inquisidoramente. Hermione sonrió más, y negó con la cabeza.
- Mis notas siempre son muy altas y ese título de Prefecta lo obtuve en Diciembre, mamá – dijo Hermione, ruborizándose un poco.
- Oh vaya... – dijo la madre, parándose – Bueno, no tiene importancia. ¿Viste que sí cuidé bien el árbol y las flores, eh? Está más grande, tu amigo Nauci...
- Nocy mamá, Nocy – dijo Hermione, riendo. Nocy era el nombre que ella le había puesto al árbol de nuez a los once años, al plantarlo.
- Bueno, yo me retiro. Deberías darte una ducha, Hermilí – dijo, con aire de tutor severo. Hermione rió.
- No problemo, ma', más tarde me baño – dijo, con una sonrisa aún más grande. La señora Granger la miró con ternura y le besó en la frente, para luego retirarse en la casa.
*
Horas más tarde ya era la hora de la cena. Hermione, que había terminado de bañarse, se preguntaba constantemente a qué se debía todo ese cambio en la casa. Había preguntado a su padre si tenían que hacer una limpieza por toda la residencia, pero éste sólo había dicho No, no, algo mejor. ¿Qué podía ser "algo mejor"? Hermione luego había preguntado a su madre si iban a cambiar los muebles por unos nuevos y ésta le había dicho En parte. Algunos nos lo tenemos, otros se van. ¿Y por qué ese cambio repentino? Tal vez los padres cambiarían de casa... Hermione desde siempre había deseado la enorme casa color crema de muchas habitaciones y de tres pisos que estaba a dos cuadras de la suya. Esa casa había pertenecido a una familia de buena posición económica, los Jersley, y que al morir casi todos dejando sólo el nieto más jóven, que la había decidido vender, diciendo que esa casa lo llenaba de recuerdos tristes de sus padres, hermanos y abuelos. Tal vez los Granger habían decidido comprar esa casa como regalo por los dieciseis años de la chica, o por las altas notas que siempre obtenía. Qué felicidad pensó Hermione, bajando las escaleras para ir a la cocina. Si todo es como yo pienso, entonces este día tengo que tenerlo presente en mi mente por siempre entró en la cocina, notando que la mesa estaba libre de los adornos y que en el suelo ya no estaban las cajas (posiblemente puestas en el recibidor).
- ¿Tienes hambre, cariño? Pronto comeremos – dijo la madre, poniendo los platos en la mesa. Hermione ayudó a su madre a ordenarla mientras que el señor Granger terminaba de cocinar. Lista la cena, la familia Granger se sentó en la mesa, primero agradeciendo a Dios los alimentos, para luego empezar a comer.
- ¡Oh, pasticcio! Extraño, aquí nunca comemos eso – dijo Hermione, comiendo con el tenedor un pedazo de la pasta (N/A: x si no lo sabían, el pasticcio está hecho con pasta [duuhhh, las lonjas de masa!]).
- Sabíamos que te gustaba y decidimos prepararlo – dijo la señora Granger, con una sonrisa. Hermione sonrió a su vez.
- Oh gracias... – dijo, comiendo otro bocado. De repente un silencio reinó en la mesa, y el señor Granger habló después.
- Hermi, ¿ya adivinaste qué son esas cajas? Porque no estamos haciendo ninguna limpieza...
- Pienso – dijo Hermione – que nos mudamos de casa – los señores Granger sonrieron.
- Has adivinado – dijo la madre, muy contenta.
- Muy bien – dijo el padre. – ¿Sabes dónde, verdad? Debiste haberlo notado por lo que escribimos en las cajas... – Hermione se extrañó.
- Compraste la casa de los Jersley, ¿no? Es ahí donde vamos, ¿cierto? – preguntó todo de un tiro. El señor Granger negó con la cabeza.
- En estos últimos meses tuvimos una conferencia de dentistas – dijo, – y en ella nos nombraron uno de los mejores de toda Europa.
- Oh – dijo Hermione, sin entender el cambio de tema. – Felicidades.
- Y nos han ofrecido una sede en cualquier país de este continente – dijo la madre. – Nosotros hemos decidido ir a Francia, tesoro.
Hermione se quedó pasmada. Ensanchó tanto los ojos que casi salían de sus orbitas, saltando por todos lados. Miró por un momento a la madre, luego al padre que fijó aún más.
- ¿A... a Francia...? – balbuceó, soltando el tenedor – ¿Y... y qué hay de mis estudios de magia...? ¿Mis amigos...?
- Oh linda, de eso no tienes porqué preocuparte – dijo la madre, sin importancia. – El año pasado nos contaste sobre una escuela de magia como la de Hogwarts en Francia, ¿no? El colegio Beauxbatons o algo así, ¿cierto? Podemos inscribirte ahí sin ningún problema. Pediremos ayuda a tu director Dumbledore para que nos dé consejos y nos diga dónde comunicarnos con ellos. El francés nosotros lo sabemos muy bien y tú puedes aprenderlo fácilmente. Basta sólo una carta para mandársela a tu director y luego a esa escuela, y te inscribiremos.
- Pero... ¿qué hay de mis amigos...? No... no los puedo dejar... yo... – continuó Hermione, temblando.
- Sí que puedes, linda. Se podran comunicar por correo... lo hacemos por tu bien, cariño. Cada vez que volvías de esa escuela te veías tan... tan seria, pues – dijo el señor Granger. – Queríamos verte feliz y pensabamos que si nos ibamos a Francia te alegrarías. Francia te gusta, ¿verdad? La vez que fuimos allá a tus doce años te encantó. Espero que no hayas olvidado nada, Hermilí – vio aún que Hermione no reaccionaba y seguía con la misma expresión pasmada. – Además... verás el Euro, que en esos años aún no había. En las vacaciones podremos circular con él por casi todos los países de Europa sin tener problemas de cambio y etc. Vamos Hermi, te gustará. Considérate afortunada y feliz, hija.
Y... hola hola hola!!!!!!!! ^-^!!!! Como andan?? Este fic es mi primero D/Hr, y realmente que me encantó =P. Esa pareja es mi segunda favorita!!!!! Puedo escribir fics D/Hr y H/Hr, pero jamás, nunca en mi vida podrán ver q escriba uno R/Hr. Da asco esa pareja!!!!
Este fic aún no termina, eso sí que sí, tengo el segundo cap pero lo voy a subir sólo si veo que este fic se ha leido. Si no, entonces me kedaré con el cap y se lo mostraré sólo a mis amigos que leen mis fics, ju ju!! ^v^.
Bueno, este fic NO está basado en hechos reales, en el sentido de amoroso, pero del resto digamois q shí (e cherta folma). Pero yo en vez de Francia me voy pa Suiza (la alemana, pa +!! Yo no sé ni papa de alemán!!!), y en estos momentos toy en Italy, regresando de la beach... (hoy es 21/07/02 horas 03:31 pm).
Bueno, a los q hayan leido [VIVA L@S FANATIC@S D/HR H/HR!!!] este fic, espero q haya gustado. Byess!!!!! Ya saben, dejen los Reviews o si no, no hay 2nd cap. Jua jua jua!!! =D
*KaroLynA SiLveR dE FeLTon –La FAniMangA!*
