[[**Contacto por cartas**]]
Hermione no pronunció palabra alguna. Por un primer momento se quedó mirando a su padre, para luego fijar a su madre. Después bajó la cabeza, no fijando el pasticcio que había en su plato, sino recordando cada precioso momento con sus amigos y sobretodo el momento en que se había enamorado de Draco hasta el segundo donde éste le había pedido el empate. Cerró los puños fuertemente que tenía apoyados en las piernas, controlándose. Sentía que las mejillas iban en llamas de la ira, que los ojos le empezaban a arder y que la nariz se le humedecía. Pronto levantó la mirada, viendo al centro de la mesa, y parándose lentamente. Apoyó un puño con cuidado en la mesa, siempre temblando. Estrechó los dientes, ojeó a su padre, luego a su madre, y después... explotó.
- ¿Se puede saber cómo se les ocurrió organizar todo esto sin decirme nada? ¡¿Que acaso tengo que sonreir siempre que llego a casa?! ¡¿¡¿DÍGANME, HABÍA ALGUNA NECESIDAD DE HACER ESTE CAMBIO?!?! – Hermione gritó, con toda la fuerza de sus pulmones, fijando a su padre.
- Linda, nosotros sólo pensamos que...
- ¡Sí, ustedes sólo pensaron en ustedes mismos! ¡¡No pensaron en mí!! ¡¡¡No se atrevieron a decirme nada ni a pedir mi opinion, si estaba de acuerdo o no!!! ¿Es que sólo piensan en su trabajo y en vuestro futuro? ¡¿Piensan que yéndome de aquí cambiaré mi modo de ser y tendré mejor futuro?! Si no saben nada de mi manera de ser ni de mi comportamiento, entonces, ¡¿cómo se les ocurrió hacer todo esto?! – unas lágrimas ardientes por la ira se deslizaron por sus mejillas. Hermione fijaba a su madre, luego a su padre y cada vez que lo hacía se preguntaba cómo iba a hacer para soportar todo. Sollozó unos momentos más, gritando ¡Los odio! ¡¡Los odio!!, tapándose la cara, y cuando la madre le posó un brazo en el suyo derecho, Hermione salió corriendo a su habitación, dejando caer la jarra de agua en la mesa y la silla.
- ¡¿Cómo se atreven, cómo se atreven?! ¡¿Qué les pasó por la mente...?! – sollozó, mientras entraba en su cuarto y cerraba la puerta con llave. No se tiró en la cama boca abajo, sino que se sentó en ella, tapándose la boca para que sus sollozos se oyeran menos, mientras que la mano cual la tapaba se echaba un baño en lágrimas ardientes llenas de odio y tristeza.
- ¿Porqué... un cambio tan drástico...? – susurró Hermione, quitando la mano de su boca y echándose en la almohada. Sollozaba aún más, pensando en sus amigos (¡¿cómo haría a dejarlos?!) y sobretodo pensando en Draco... que frágil había sido ese momento de felicidad en el Expreso, en el andén, en el auto y en la tarde en el jardín, donde sentía que nada podía hacerle cambiar ese humor. Que extraño le parecía, que de un momento a otro la sonrisa se le transformara en lágrimas incontrolables... no entendía como era posible que todo eso estuviese pasando, esa información dolorosa no le entraba para nada en la mente... se sintió aún peor justo cuando, después de refleccionar entre sollozos y reclamos, analizó la forma en que se lo diría a Draco.
- ¿Y ahora...? – sollozó, apretando la almohada entre sus manos – ¿Qué haré con él...? ¿Cómo se lo voy a decir? Dios, ¿qué fue lo que le pasó por la mente a mis padres? – apretó aún más la almohada, sintiéndose peor.
*
Muchos kilómetros más lejos, Draco estaba en su mansión, terminando de tomar su comida junto a su fría familia. De repente, sintió una punzada al corazón, como si algo terrible y triste se lo atravesara. Se tocó la parte izquierda del pecho disimuladamente y notó que el músculo trabajaba forzadamente y le latía a millón.
- ¿Sucede algo, Draco? – preguntó Narcissa Malfoy, sin la expresión de asco (haciéndola ver muy hermosa) y comiendo delicadamente su coliflor.
- N... nada, madre. Algo se me atravesó, de seguro las vainitas.
- Umh... – murmuró Narcissa – sabes, te he visto muy distraído desde que llegaste. ¿Algún problema en la escuela antes de venir, tesoro? – bebió un poco de su vino de diez años.
- No, madre. Todo está bien – dijo Draco comiendo su brocoli.
- ¿Seguro? – dijo la voz helada del señor de la casa, no, de la mansión, Lucius Malfoy. Lucius fijó desde lejos a su hijo de dieciseis años con cierta distancia, sin contar que estaba al otro extremo de la larga mesa (que era un cuarto de las de Hogwarts).
- Sí, padre – luego notó la mirada de su padre. Las palabras que Hermione le había dedicado horas atrás cuando hablaba sobre su padre, retumbaron en la cabeza del adolescente. Se sintió muy intimidado, y bajó la mirada fijando sus aburridos alimentos – En serio... – murmuró después.
- Bueno – dijo Lucius, limpiándose educadamente la boca. – Quisiera anunciar de que mis negocios van viento en popa. El Ministerio no tiene idea de lo que yo esté haciendo. Todas mis cajas, obviamente, tienen doblefondo, y al ver cosas insignificantes mientras las inspeccionan, no pueden identificar nada – guiñó, como Draco solía hacer hasta su quinto curso. Éste estrechó los ojos con rabia, como aguantando un grito de cólera. La señora Malfoy no hizo algun gesto y no pronunció palabra, pues continuó a beber su vino hasta terminarlo.
- Con permiso – dijo Draco, apenas "terminó" su comida, parándose y haciendo una reverencia ante su familia. Se encaminó hacia las largas escaleras de la casa y, pasando por muchos pasillos, entró en su enorme habitación, donde su perro Boris, un Gran Danés de pelo corto y negro, lo esperaba a los pies de la cama.
- Hola Boris... – dijo, atraversando la enorme habitación y arrodillándose ante Boris para acariciarle las orejas – ¿tienes hambre, eh? Deja que te doy de comer – se dirigió a un estante que estaba cerca de la salida al balcón (que por fuera era de mármol color perla fina), y lo abrió para sacar un plato para perros (dividido en dos partes para la bebida y el agua) de plástico resistente color negro. Lo apoyó en el piso para luego agarrar una botella de cristal conteniente un polvo espeso de ningún color. Abrió la botella, se sentó sobre los talones, y versó un poco más en una parte que en otra del plato. En la parte donde había más, el polvo se convirtió de un color marrón claro y oscuro, y en el otro lado siguió sin color.
- Maphiro – susurró Draco, chasqueando los dedos. Y mientras se paraba de nuevo, el polvo marrón tomó forma de un suculento filete junto a lo que a nosotros muggles nos parecerían croquetas para perro, mientras que en el otro lado agua refrescante y bien fría se vislumbró. Draco silbó y llamó a Boris, haciendo que se desperezara. El pequeño Gran Danés, de dos años, alzó la cabeza y se paró en cuatro patas, para atraversar mitad de la habitación e ir donde su dueño se situaba. Miró el plato con inocencia y empezó a comer, haciendo caso omiso a las palmaditas que el amo le daba en la espalda.
- Buen chico, Boris, buen chico... – susurró Draco, levantándose para después observar la puerta del balcón, de un vidrio muy fino cubierta por cortinas de algodón color verde oscuro y turquesa muy finas. Se dirigió hacia allá, y de un momento a otro jaló la cuerda que hizo deslizar las cortinas, haciendo penetrar através del vidrio los dulces rayos del sol vespertino. Abrió lentamente la puerta, sintiendo como una brisa fresca entraba bailando por toda la habitación, y luego salió, respirando el aire puro y fresco del bosque.
Se apoyó en la varanda de mármol y observó atentamente el paisaje. Bajo sus ojos, decenas de pinos, árboles de nuez, de castañas y otro tipo de plantas se situaban empleando su fotosíntesis para después expulsar el oxígeno. En el lugar donde se situaba la mansión Malfoy, el calor de verano no se hacía notar casi nada. Todas las mañanas la brisa fresca danzaba por los prados y los jardínes, dando vida a las plantas y a las flores. Estas aspiraban el aire puro libremente, sintiéndose aún más vivas, y recibían los cálidos rayos del sol con gusto, tratando de alejar de sí la idea del que el invierno se acercaba, aunque preparándose.
Draco aspiró nuevamente aquel aire tan limpio. Se preguntaba a veces, de lo poco que sabía, como hacían los muggles a aguantar tanto smog que aspiraban por la calle en su cuerpo. Él mismo ya no podía aguantar el olor de los trenes al ir al andén 9 y ¾, imaginémosno el humo del tubo de escape de cualquier automóvil.
Y fue ahí, en ese momento, que aquel pensamiento le hizo recordar a Hermione. Se enojaba con sigo mismo cuando recordaba lo tanto que le había insultado años atrás, y las veces que le había llamado con ese apodo sangre sucia. Si hubiera sabido que se enamoraría tan perdidamente de ella, hubiera evitado tantas cosas. Pero lo hecho, hecho estaba, y no había modo de cambiar las cosas. Ahora sólo se tendría que preocupar por su amor hacia ella, sólo tenía que pensar en ella y en nadie más.
- Ay, Hermione... – susurró Draco, con la cabeza apoyada a la varanda – te has metido en mi cabeza y no sales más, ni un segundo... – se rascó la cabeza como para apartar el recuerdo de haberla odiado años atrás – y yo te odié, Hermione, al igual que tú a mí, y míranos, no podemos aguantar un segundo sin el otro en este largo tiempo... – alzó la cabeza y la espalda para mirar el sol que se escondía tras las montañas, manchando el cielo con sus últimos rayos de un color amarillo ocre, anaranjado y rojo ladrillo. Entonces notó algo parecido a un águila, que se le acercaba...
- ¡Crá! ¡Crraá! – se oyó el grito de un halcón, aterrizando justo al lado de Draco. Éste lo miró, con sorpresa en los ojos.
- ¡Slim! Tanto tiempo sin verte, amigo – Draco acarició con mucho cuidado la cabeza de su ave doméstica. De pronto, fijando la mirada color miel de su ave, la mente se le iluminó. Caminó con cuidado pero a paso rápido hacia la puerta, para ir al escritorio, que estaba a unos metros de su cama. Agarró un pedazo de pergamino fino fino y un tintero con tinta aguamarina, y empezó a escribir. Al terminar la carta, la leyó y leyó una y otra vez, sonriendo cada vez más al ver lo que había escrito. Enrolló el pergamino delicadamente y lo amarró con un cordón de hilo verde esmeralda. Se dirigió al estante abierto de donde había sacado el plato de Boris, y extrajo un guante de piel de dragón Longhorn Rumeno y se lo puso en la mano izquierda. Hizo dos pasos hacia el balcón y ahí estaba Slim, con sus pelaje marrón del cuello para abajo y blanco perlado hacia arriba que se movía levemente con el aire. Draco lo invitó a posarse donde estaba el guante y le acarició dulcemente.
- Te amarraré este pergamino en tu pata derecha, ¿de acuerdo? – dijo lentamente, con su voz grave ya de hombre, haciendo que la manzana de Adán se moviera. Y, como si el halcón entendiera todo como un ser humano, extendió una pata tranquilamente mientras parecía mirar el orizonte. Draco le amarró la carta con la única mano que tenía disponible, y el ave estuvo lo más tranquilo posible. Al terminar, Draco le acarició el cuello.
- Se la llevarás a Hermione Granger, ¿entendiste? La chica de rizos castaño claro largos hasta la cintura y de ojos marrones de la cual yo hablaba mal todos los veranos desde que estudio en Hogwarts... – suspiró sintiendo un poco de culpa – Pero ahora ella ya no es enemiga ni nada. Es la chica que yo más amo en el mundo, y tú tienes el deber de guardarte este secreto para ti mismo. Ni una palabra a nadie sobre esto, ¿ok Slim? – la ave, increíblemente, movió la cabeza de arriba a abajo – Muy bien, ahora vuela donde ella lo más rápido posible y en el menor tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ti – Draco elevó el brazo lo más alto posible, y el halcón echó al vuelo, perdiéndose rápidamente de los ojos grises del chico que un tiempo era frío y distante.
*
Tres días pasaron que Hermione no dirigía la palabra a sus padres. A éstos les dolía que su hija los mirara con rencor mientras más cosas venían empaquetadas, y que sólo bajara a la cocina para comer algo cuando ellos no estaban. Las mañanas, cuando los padres iban a trabajar, Hermione se ponía en la hamaca del jardín o se sentaba bajo el árbol Nocy, a pensar sobre como sería su futuro en Francia, llorando la mayoría de las veces. ¿Cómo sería la escuela de Beauxbatons? ¿En qué modo enseñarían los profesores? ¿Podría seguir siendo la primera en todo, aún sin saber bien el francés? ¿Sería aceptada por alguno de los alumnos? Y lo peor... ¿cómo podría dejar a sus amigos y... a Draco?
Con sólo pensar en él se ponía a llorar. En ese momento, por ejemplo, lloraba del no saber como comunicarle la noticia. ¿Sería tan duro para él... cuánto para ella separarse? ¿Qué tanto la amaba? Si la amaba tanto así, entonces con la sola noticia podría hasta sentirse peor que ella... ¿no?
Estas y otras más preguntas se alejaron en un santiamén de la mente de Hermione cuando un enorme halcón voló por encima de la hierba del jardín. Hermione, que estaba acostada en la hamaca, la fijó por un momento mientras el ave aterrizaba con mucho cuidado en el terreno. La chica se alzó y fue cuidadosamente donde ella, secándose las lágrimas. El halcón la notó y sin un momento que perder alzó la pata derecha mostrando la carta y empezando a cotorrear.
- ¿Tra... traes una carta para mí...? – Hermione se arrodilló cuidadosamente enfrente del halcón, que se mantenía sobre una pata, continuando a cotorrear. Luego empezó a mover de arriba a abajo la cabeza, indicando con el pico la carta. Hermione no sabía como calmarla, y al susurrar algo con una mano en el aire, el ave se tranquilizó, mostrando sólo la pata derecha. Hermione desató la carta con delicadeza de la pata, y, apenas ésta se alzó, el halcón echó al vuelo perdiéndose en los rayos de sol matutino.
- Que forma de correo más rara... – dijo Hermione, mirando el punto donde el halcón había desaparecido. Luego miró la carta y cuando ya se recostó en la hamaca, empezó a abrirla – Mh, lindo color para el cordón – desató este último y desenrolló el pergamino, que resultó ser muy largo. En él, con letra muy fina, se escribía la siguiente nota:
Querida y amada Hermione:
Sólo han pasado unas pocas horas desde que nos separamos, que no puedo dejar de pensar en ti. Tus rizos color bronce, tus delicadas manos, tus lineamentos dulces... no se escapan de mi mente. Y cada vez que pienso en ti, me siento aún más feliz, y siento que puedo morir de un momento a otro si no puedo verte almenos por un momento.
Estaba pensando, hace poco, sobre lo increíble que es haberme enamorado de ti. Pensaba en esos momentos en los cuales nos odiabamos a muerte, en los cuales no nos podíamos ni ver porque estallabamos en insultos, o mejor dicho, estallaba en insultos. Pero, sinceramente, creo que esta vez hay que darle gracias al Señor Oscuro. Porque él fue el que me unió a Harry, y que gracias a él me pude unir a ti, al igual que tú a mí. Sé que realmente agradecerle sea una estupidez, pero, piénsalo, si no fuera por él ¿cómo me hubiera unido a ustedes? ¿Cómo hubiera podido empezar a sentir algo por ti? Por eso pienso, Hermione, que sólo por esta vez hay que darle las gracias, no profundas, pero almenos dárselas.
Cada momento que pienso en eso, siento que valió la pena ayudar a Harry a combatirlo. Y tengo que dar las gracias también a él, por ser tu amigo de hace ya tiempo, y poder así conocerte mejor. Realmente, nunca podré olvidar el momento en que empecé a sentir algo por ti, y que al fin lo acepté. Fue duro para mí en un principio, aceptar amar a una persona como tú, pero luego entendí que me estaba dejando influenciar por lo que repetía mi padre.
Y por esto, cada momento que pienso en ti, pienso sólo en aquel precioso instante de hace unas horas atrás. Recuerdo la escena en la cual aceptaste mi beso sin decir nada, en la cual me rodeaste el cuello con tus delicados brazos, y en la cual me recostaste en el asiento y me volviste a besar, acostándote en mi pecho. Y recuerdo después de haberte aclarado mis sentimientos, que pediste claramente otro beso más, aún más intenso y apasionado que el primero, que durase tanto. Y yo esos siete minutos y cuarto los recuerdo todo el tiempo, cuando me acariciaste el cuello y luego me apretaste hacia ti, desordenando mi cabello. Recuerdo haber rodeado tu cintura volviéndola en un abrazo, y de haberte acariciado la mejilla derecha y luego tu suave melena; recuerdo de haber estrechado mi mano en la tuya, aún besándote, siempre con los ojos cerrados. Y cuando ese beso terminó, me sentí vacío, como si algo importante me fuera arrebatado.
Te hubiera vuelto a besar si en esos momentos no hubieran entrado Ron y Harry con aire de Don Juan. Pero como ya habíamos aclarado, decidimos no decir nada por el resto del verano hasta el siguiente curso. Y me estuve aguantando justo hasta la salida, donde, como tenía pensado, quería pedirte el empate en vez de esperar hasta Septiembre, porque me parecía estúpido pedirtelo por carta, y volverte a besar.
No veo la hora de que el verano termine, por primera vez en seis años. Como quisiera estar ahí, a tu lado, en vez de escribirte esta carta. Quisiera abrazarte fuertemente para luego besarte, a traición o en otra manera, pero besarte. Me siento tan vacío sin ti, que no sé como podré resistir hasta el final de las vacaciones.
Te amaré por siempre...
Tu Draco
Mientras más leía Hermione, más se le humedecían los ojos. Gotas de aguas le deslizaban silenciosas por las mejillas, pero sin atreverse a mojar el papel. Hermione ahora ya no tenía dudas de que Draco la amaba, pero peor aún, se sentía culpable por no haber dicho nada sobre la mala noticia. ¿Qué debía hacer, ahora, después de esa carta? ¿Debía tal vez decir todo de una vez o esperar más tiempo? Sin duda alguna algo debía hacer, y ese algo era responder a esa carta.
Hermione se levantó de la hamaca y entró en la casa, para mirar otra vez su sala vacía sin algún mueble. Pero hizo caso omiso a aquella vista y se dirigió a las escaleras, para entrar en el estudio y agarrar una hoja normal y una pluma muggle de la marca alemana Faber Castell. Ahora no tenía porqué temer de que Draco se disgustara o se extrañara al ver una hoja muggle.
Fue a su habitación, que estaba enfrente del estudio, y se sentó en su escritorio, donde comunmente hacía sus deberes o escribía en su diario. Con letra muy femenina en tinta azul marino, escribió una nota rápida hacia su amado, secándose las lágrimas de vez en cuando. Después de un cuarto de hora, veinte minutos, dobló la carta en cuadritos, como habitualmente hacían los muggles.
Se dirigió hacia su balcón, donde, dormida en una jaula colgada al techo, estaba la lechuza que Hermione había comprado en su quinto curso, Circe, de pelaje color amarillo canario con rayas rojas en las alas y de ojos rojos, con un aire muy vanidoso.
- Circe... despierta... anda... – dijo Hermione, con la carta en mano y moviendo la jaula. La lechuza abrió un ojo, miró a Hermione, y con cansancio lo volvió a cerrar.
- Vamos Circe... es para Draco... quiero que lo sepa cuanto antes, dale... – la lechuza, aún cansada, abrió un ojo y luego el otro y esperó a que Hermione abriera la jaula. Ésta la abrió y sacó a la lechuza con cuidado, para después con una cinta roja enrollara la carta. La lechuza se alzó en el aire, sin emprender el vuelo, aleteando primero para calentarse. Después de medio minuto de calentamiento, subió aún más y se empezó a perder a lo lejos de la ciudad, donde en un momento desapareció.
Hermione suspiró profundamente. Tenía miedo de cómo reaccionaría Draco, y no quería que se molestara con ella. Sólo tres días de novios y la cosa ya no estaba yendo bien, en sentido de contacto...
*
Draco estaba en su habitación, leyendo un libro de magos del pasado, en su cómoda cama con Boris a los pies. Ya habían pasado cinco días de cuando había enviado la carta, sin obtener respuesta alguna. Ahora miraba por la puerta de vidrio de su balcón, esperando que de un momento a otro una lechuza se apareciera en el aire. Su halcón había regresado sólo dos días atrás, pero no había vuelto con respuesta alguna.
Continuó leyendo pero sin prestar atención a lo que leía. A veces pensaba que no debía haber mandado esa carta, pues tal vez había exagerado con la descripción. Pero él necesitaba alguien con quien desahogar esos sentimientos y pensamientos, y quien mejor que su novia Hermione, de la cual todos esos pensamientos ella era el sujeto. Necesitaba decirle cuanto la amaba, la quería, la deseaba... esa chica, que parecía ser mandona y fría un tiempo, se había vuelto muy dulce de repente, y, como la flecha que atraviesa un aro, había penetrado en su mente sin ni siquiera darse cuenta. La había empezado a ver constantemente, sin quitarle un ojo encima, como si fuera una gran fortuna de hacer la custodia. Y en verdad, el haber entrado en el vagón de la chica y sus dos amigos el último día en el Expreso, no había sido porque los demás se habían dormido o por calor, sino que había querido contemplar la figura de la chica por una vez más hasta el siguiente curso. Pero por suerte, aquella ida al vagón había resultado favorable, porque le había confesado sus sentimientos y luego al final le había pedido de ser su novia.
Draco cerró el libro para apoyarlo a un lado de la cama y estirarse en ella. Se puso las manos en la nuca, donde más arriba se situaba su pelo ya no hacia atrás, sino a forma caída, que ahora lo tenía desordenado. Cerró los ojos y por un momento vislumbró el rostro sonriente de Hermione, donde los rizos con el viento se le movían enfrente. Volvió a abrirlos y miró que Boris estaba rascando la puerta de vidrio con sus paticas y las orejas hacia arriba. Miraba algo atentamente y Draco se sentó en la cama, para después pararse e ir hacia la puerta de vidrio. Notó más cerca que afuera una lechuza amarrillo canario con rayas rojas en las alas se pavoneaba en el piso de su balcón, como sintiéndose una modelo muy espectacular. Draco hizo señas a Boris de que dejara de rascar la puerta, para después abrirla.
Draco se sentó en las cuclillas con las piernas abiertas mirando divertido (sonreía como cuando Hermione le había dicho que sí al empate) a la lechuza modelaba por todo su balcón. Luego, la lechuza se subió a la varanda, y fue ahí donde Draco notó que una carta le pendía de una pata para después pararse e ir donde ella.
- ¡Hey, tú! – dijo Draco, moviendo las manos enfrente de Circe. Ésta abrió los ojos y luego lo miró, como reconociendo que ese era su destinatario. Rápidamente, sin un segundo que perder, extendió la pata elegantemente y Draco le desató la cinta. La lechuza no echó al vuelo ni entró en la habitación, sino que se quedó ahí, modelando por toda la varanda.
- Que payasa... – sonrió Draco, regresando feliz a su habitación. Finalmente había recibido la carta de Hermione, y no podía estar más feliz que en ese momento. Se tiró en la cama, con Boris que ojeaba a Circe, y empezó a abrir la carta que estaba doblada en cuadritos. Y al ver la hermosa letra de su amada, sonrió aún más.
A Draco, el amor de mi vida...
No eres el único que piensa en todo eso. En estos tres días que han pasado desde que te vi la última vez, no he podido dejar de pensar en ti. No he podido apartar de mi mente todos esos breves momentos en los cuales me besaste y me entregaste tu amor. Como he querido revivir todo eso en un momento, como me he desesperado al no poder tocarte ni besarte.
En los sueños, me apareces más que antes; ahora, no son todos iguales, sino que cada vez diferentes besos y abrazos aparecen. Y a ellos, los siento como si fueran reales, siento tu lengua con la mía, siento tus manos recorrer mis brazos, siento tus labios encontrarse con los míos... siento como tus manos abrazan las mías, siento la caricia que hago en tus mejillas, siento tus brazos alrededor de mi cintura... tus caricias en mi espalda, y mis brazos en tu nuca... y cuando despierto, me siento aún más vacía, de no poder sentir todo eso al vivo, pero igualmente feliz.
Si en este momento te me aparecerías, realmente que no sé que haría contigo. ¿Besarte o abrazarte? Las dos cosas son muy buenas, y creo que las emplearía al mismo tiempo. Te hablaría sobre mis sentimientos que hacia a ti crecen cada día más, sin parar. Realmente no sé como he podido aguantar estos tres días sin ti, porque yo te extraño mucho y el estar tan lejos me duele bastante en el corazón.
Y lo que más me duele... es que no pueda comenzar otro curso al lado tuyo. El problema es que a mis padres han dado una sede que elegir en toda Europa, y ellos, sin avisarme nada mientras yo estaba en Hogwarts, decidieron ir a vivir en Francia en vez de desistir a la propuesta. Yo debo ir con ellos obviamente, y no puedo terminar mis estudios en Hogwarts. Dicen que van a hablar con Dumbledore (una gota sobre la frase anterior) para ver si puede ayudarnos a inscribirme en Beauxbatons...
Draco, yo realmente lo siento mucho, no es mi culpa que todo esto suceda, si tan sólo mis padres fueran más considerados conmigo y negaran la mudanza, todo sería igual, pero no quieren hacer nada (otras gotas en la frase), quieren seguir sus ideas y no piensan en mis sentimientos. Draco, no sé que voy a hacer, a dejarlos a todos ustedes, a ti...
¡No podré vivir sin ti jamás, Draco, porque me enamoré perdidamente y este amor no se borra en un instante! ¡No puedo dejar de quererte de un día a otro!
Siempre tuya...
Hermione
Draco no quería creer a lo que sus ojos habían terminado de leer. No quería creer en esas últimas líneas, donde esa noticia terrible se describía. ¿Una mudanza? ¿Y para qué? Y aún así, Hermione podía quedarse en Hogwarts, no había nececidad de cambiar escuela... ¿o sí?
Repitió otra vez las últimas líneas. Sus ojos continuaban ensanchados y su ceño estaba más fruncido que nunca, haciendo que se viera enfadado. Boris empezó a ladrar e hizo anunciar que la lechuza había entrado, posándose encima del estante cerca de la puerta. Draco la miró, miró que Circe se pavoneaba moviendo la cabeza de un lado a otro y luego volvió a la carta. Notó luego la cinta que traía esta, y la miró en sus manos, notando que tenía algo escrito con pluma plateada.
- Te amo a ti y a todos ustedes – leyó Draco, notando como las letras brillaban al sol del mediodía. Entonces, en un momento, le vino una pregunta en mente: ¿Habrá Hermione dicho algo a Harry y a Ron?.
La lechuza de Hermione volvió a salir por la puerta de vidrio y se posó de nuevo en la varanda. Draco la miró un momento, y luego se masageó la frente, como no creyendo a lo que Hermione le había escrito en aquella carta. Tomó un poco del vaso de agua que tenía al lado en su mesa de noche y luego decidió saltar de la cama e ir al escritorio, para escribirle a su amada rápidamente.
Esa vez agarró un tintero con tinta verde oscura y un pergamino de rollo corto. En cinco o menos minutos el pergamino ya había sido escrito, y Draco lo enrolló amarrándole un hilo color verde manzana. Salió por la puerta de vidrio y agarró dulcemente la pata de Circe, para enrollarle la respuesta a su amada. El ave esperó muy educadamente, y después de que Draco le terminó de enrollar el hilo con la carta, emprendió el vuelo sin perder tiempo.
*
Tres días habían pasado de cuando Hermione había enviado la carta a su novio Draco, que la chica había sentido inquietud en su corazón. Obviamente, esa semana había sido pésima, sus padres ahora no intentaban hablarle, sino que le pagaban con la misma moneda, así que cuando necesitaban hablar con ella lo hacían dura y fríamente. A Hermione no le gustaba que la trataran así: ese aire tenso y frío en la familia jamás lo había sentido en su vida, y jamás había pensado que algo le haría tener un contacto tan frío con ellos. Siempre había sido la buena chica, de buenas notas y muy educada, silenciosa y respetuosa. Hermione entonces se sentía amada, y no quería que la gente le odiara. Y le parecía injusto que, por una vez que estuviera contraria a las ideas de sus padres, la trataran de ese modo, tan frío y duro. Se sentía aún más sola, y se hubiera consolado con su madre y hubiera hundido su rostro en su hombro, si no fuera porque también ella había apoyado la idea de la mudanza. Con su padre jamás había tenido un contacto estrecho, y por eso cada vez que de pequeña regresaba del colegio llorando, era la madre que la consolaba y le ayudaba a sentirse mejor. Su padre siempre había sido algo distante, pero jamás duro. Nunca se había enojado con la chica (pues claro, como enojarse con tal prodigio), y siempre la había tratado como su "pequeña princesa". Pero en ese momento era aún más distante y se había vuelto verdaderamente frío y duro. De seguro a él y a su esposa también les dolía el hecho de que su hija se comportara así y se sintiera tan mal, pero tenían que hacerle entender de que ya no había vuelta atrás. Sí, ya toda esperanza se había esfumado...
La señorita Granger ahora se encontraba en su balcón, con la carta de Draco que minutos atrás le había llegado. Circe se encontraba en la varanda del balcón (se daba por entendido de que ese era su lugar favorito), pavoneándose como siempre. Hermione observava el hilo color verde manzana que envolvía el pergamino, en el cual algo doloroso estaba escrito hacia ella. Tenía miedo de ver como había reaccionado su novio a aquella noticia, pero la curiosidad la mataba. Empezó a desatar el hilo y desenrollar el pergamino. En letra fina de color verde oscuro, había escrito el amor de su vida.
A mi dulce Hermione...
¿Es eso cierto...? ¿Es un chiste, verdad? ¿Cómo es posible... que te vayas así de repente? No puede ser, Hermione, no puedo aceptarlo, simplemente... simplemente no me entra en la cabeza. ¡Debe haber algún modo! No puedes dejarme de esa manera... Hermi, te lo suplico, no me dejes así, por favor...
Ten en cuenta que tú eres la única chica a quien yo amo y amaré por siempre, y que nunca te dejaré por nadie en el mundo. Eres la única persona que me ha entendido tan a fondo, eres la única chica quien yo puedo confiar, la única persona con la cual me puedo desahogar... y entregar mi amor.
Hermione, si tú te vas yo no podré sonreir de nuevo, tenlo por seguro. Tus caricias, tus abrazos y tus besos cada segundo ocuparán mi mente como en estos días la han ocupado. Siempre pensaré en ti, soñaré contigo, y viviré por ti y para ti.
No me dejes...
Tu Draco
Pd: Harry y Ron deberían estar al tanto de todo...
Hermione por un momento derramó dos lágrimas. Tampoco ella volvería a sonreir de nuevo, y eso era lo peor que podía sucederle. Sí, también ella viviría por Draco y no dejaría de pensar en todos esos momentos tan bellos pasados una semana atrás en el Expreso de Hogwarts.
Muy bien, muy bien, aquí está el segundo cap. Que triste la vida d Herms, eh? Tiene que irse, dejando a su amado... eso sí q es triste. No tengo idea de como es un hombre enamorado, pero pensé q la diferencia de una mujer enamorada no es mucha, verdad? Tal vez no piensan tanto románticamente como nosotras, pero en algo deben de pensar, sobretodo si se está tan enamorado, no? Bueno, hice lo q pude con Draco en este cap...
Lindas las cartas entre D y Hm, verdad? Son super románticas u!
Como todos se habrán dado cuenta, mis fics son TODOS románticos. No hay nada mejor q el romance *v*!!! Jajjaja.
Los veo luego, saludos a Yuina (sí, finalmente uno D/Hm, eh, Yu!) y a toda la gente de los Review!!! Thanks a lot!
Ah, y sorry por el formato del fic (y de posiblemente este cap) pero en la computadora del ciber no se sube como un documento de Word, sino de word pad, y yo no tengo tiempo pa arreglarlo ahí. De todas formas espero q hayan logrado entender el fic, y de nuevo mil disculpas por el pésimo formato (maldita compu del ciber...! =S).
*§*_KaroLynA SiLveR dE FeLTon –La FAniMangA!_*§*
