[[[***Mi sonrisa está sellada... por ti***]]]

La adolescente volvió a enrollar el pergamino, y se paró de la silla para agarrar a su lechuza Circe y encerrarla en la jaula. La lechuza pareció disgustada.

Hermione entró a su habitación corriendo la puerta de plástico del balcón. Quería llorar, pero las lágrimas ya no le salían. Se recostó en su cama y leyó de nuevo la carta de Draco, notando un particular...

Al final, Draco decía que Harry y Ron tenían que estar al tanto de todo. El chico tenía razón, sus dos mejores amigos debían saber que ella se iba... que se iba por siempre a Francia, y dejaba la escuela de Hogwarts. Pero Hermione no tenía el valor de decirlo, ya le había sido doloroso decirselo a Draco, y se sentía aún peor con sólo pensarlo...

La chica cerró los ojos y trató de no pensar a nada. Ahora tendría el remordimiento de no decir nada a Harry ni a Ron, y eso le dolía. Apoyó la carta de su amado en el comodín al lado de su cama, y cayó en un sueño profundo, lleno de tormentosos pensamientos.

*

- Hermione... por favor... ¿puedo entrar? Necesitamos hablar urgentemente... – se oyó la voz de una mujer através de la puerta de la habitación de Hermione, pero ésta no respondió, ya que seguía dormida.

- ¿Herms...? – se oyó otra vez detrás de la puerta, y al final esta se abrió. Una mujer mayor de rizos castaño claro pasó por ella, y vio con dulzura y tristeza a su hija de dieciseis años. Fue donde ella y se sentó delicadamente al borde de la cama, acariciando el brazo de la hija. Através de los lentes, la fijó con mucha dulzura, pero sin esconder en la mirada cierto dolor. A la madre le dolía bastante que su hija no le hablara y que se trataran tan fríamente las pocas veces que se hablaban, pero no había otra alternativa: según su esposo, el carácter duro haría entender a la chica que no había marcha atrás, pero ella no podía aguantar ese ambiente tan frío en la familia... y por eso, en ese momento estaba ahí, para pedir perdón, pero su hija dormía profundamente.

La señora Granger echó un vistazo a toda la habitación. Sonrió cuando notó que en el comodín había una foto de ella junto a su hija, y también el collar que ella le había regalado en su último cumpleaños. Notó también los peluches que su madre le había regalado a Hermione, y tantas otras pequeñeces. Pero lo que más le gustó fue que, a pesar de todo lo que estaba ocurriendo, Hermione mantenía en pie la foto de ella muy cerca de donde dormía, dando por entendido que siempre la quería. Notó luego un papel enrollado cerca de la foto... era un papel amarillento muy fino, y una cinta verde manzana lo enrollaba. Por un momento la madre tuvo el impulso de curiosear. Pensó que no era correcto ver las cosas de su hija, pero las ganas de saber qué había en el papel la mataban. Se mordió el labio inferior y se alzó lentamente de la cama, para dirigirse al comodín. Cuando llegó, agarró el pergamino y empezó a desatar la cinta, lentamente. Al quitarla, la apoyó en el comodín, y luego desenrolló el pergamino lentamente para leer sólo una frase: A mi dulce Hermione...

Pronto no pudo seguir leyendo, porque Hermione se había despertado. La madre había volteado la mirada hacia la hija, y ésta ahora la miraba desconcertada, como sin saber donde estaba.

- Mamá... ¿qué... qué haces aquí...? ¿Y qué...? – Hermione no terminó la pregunta, al notar que en las manos de su madre se doblaba la carta de su amado. Pronto saltó de la cama y le arrebató como un rayo la carta a su madre, enrojeciendo bruscamente.

- ¡¿Por qué... por qué has venido?! ¡¿Qué quieres?! – gritó Hermione, estrechando en la mano la carta de Draco – ¡¿NO SABES QUÉ ES LA PRIVACIDAD?! – gritó aún más fuerte, y luego notando que la madre fijaba la carta, se sintió helar el corazón – ¿Has... has leído esta carta? – dijo, temblando.

- No Hermione, no he leído nada... – dijo la señora Granger, sintiéndose en culpa. Hermione bajó la cabeza, continuaba a temblar, tenía miedo, sentía rabia, le dolía el orgullo...

- No entiendo... – susurró, con la cabeza baja – porqué me hacen esto... – apoyó la carta en el comodín, para luego estrechar los puños – Yo... no les he hecho nada... para que vengan con esa idea de irnos... – empezó a subir la cabeza, y sus ojos brillaron a la luz del ocaso, humedecidos, apunto de llanto – No entiendo porqué, ni siquiera puedo estar sola... – de sus ojos, salieron lágrimas frías, llenas de sufrimiento – no puedo hacer nada que no esté en vuestra contra... siempre tengo que hacer lo que ustedes dicen... – se secó un ojo, sollozando – Pero un hijo no es uno real si no desobedece a los padres o si no tiene ideas propias y contrarias, porque si todo fuera igual, entonces nosotros los adolescentes no seríamos que máquinas... – se escondió el rostro entre las manos – Y yo almenos quiero que... que no se entrometan en mis cosas porque yo... ¡yo también tengo vida propia, y no sólo la que ustedes ven! ¡Hay tantas cosas que ustedes no saben de mí, y subestimándome llegaron a cambiar mi vida por completo, en un instante! ¡¡No entiendo vuestro modo de ser!! – gritó aún más fuerte, y la madre le agarró por un brazo, muy suavemente. Hermione sollozó aún más, y se alejó haciendo un paso atrás, librándose de la mano de la madre.

- Lo siento... – susurró la madre, con culpa.

- ¡No, no lo sientes! – gritó Hermione, haciendo gesto de rabia y apretando un puño – ¡Tú podías haber impedido todo, pudiste haberme pedido mi opinión, pero no fue así! ¡¡TE ODIO, TE ODIO!! – gritó aún más fuerte, indicando la puerta con un dedo muy derecho – ¡Lárgate! ¡¡Y NO VUELVAS A METERTE EN LO QUE NO TE IMPORTA!! – su tono de voz no lo podía ni creer la propia madre, no era la niña de un tiempo, obediente y educada... la señora Granger, sin moverse de su puesto, cerró los puños.

- ¡Jovencita, recuerda que vives bajo nuestro techo y aún no eres mayor de edad! ¡Cuando termines tus estudios y seas mayor, ahí podrás hacer lo que te plazca! – dijo la madre, haciendo un poco de gestos. Hermione frunció más el ceño, con las lágrimas que le bañaban las mejillas.

- ¡Estudio, estudio, estudio! ¡¡Siempre tengo que seguir lo que ustedes dicen!! ¡¿Que mi opinión no cuenta?! ¡¿Mi forma de ser, ah?!  ¡¡Pues estoy cansada, ya no quiero saber más nada de nada!! – Hermione exclamó y continuó a indicar la puerta.

- ¡No me subas el tono, Hermione Jane! ¡Respeta! – exclamó la señora Granger. Hermione apretó los puños.

- ¡¡Te respetaría si tú no violaras mi privacía!! ¡Yo también exijo respeto!

- Oh, si te refieres a la carta de ese chico, ¡tú tranquila! ¡No me meto más en tu vida amorosa!

- ¡¡¡¡Lárgate, LÁRGATE, LÁRGATEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!! – gritó Hermione con todo el aire de sus pulmones, dando una patada al suelo, apretando los ojos, muy enrojecida. La señora Granger no tuvo alternativa y salió lo más rápido posible, cerrando la puerta con fuerza.

Hermione patió aún más fuerte el suelo de su habitación, temblando de rabia. ¿Por qué su madre tenía que ser tan metida? Ahora la madre ya sabía que ella tenía alguien que le gustaba... ¡Demonios, tenía que ir a curiosear! ¿Qué tanto había leído? Ahora Hermione no podría ni verle en cara, estaba demasiado avergonzada... lo mejor que se podía hacer en ese momento, era el escribir una carta a Harry y Ron, avisando de que se iba... por siempre.

*

Una casa apartada, detrás de una colina, se encontraba bajo la lluvia. Era una casa un poco vieja pero linda, color blanco perla y de dos pisos. Tenía un jardín antes de la puerta de entrada, y en la parte de atrás se encontraba uno aún más grande. El garage estaba cerrado, ya que adentro contenía no un auto, sino una especie de laboratorio químico. Esa casa era de la familia Weasley, remodelada un poco gracias a la ayuda del Ministerio de la Magia.

En el segundo piso, la segunda habitación a la izquierda, se encontraba Ron Weasley, empeñado en lo que parecía escribir una carta. Esa carta estaba dirigida a Hesione Crewe, su reciente novia, y lo que se escribía en ella se los podría dejar yo a vuestra imaginación. A su izquierda, en una jaula no muy grande, se encontraba Pigwidgeon, la diminuta lechuza del chico. Gracias a un tranqulizante fabricado por sus hermanos Fred y George (que no habían logrado montar su tienda, sino que ahora eran casi dueños de todo Zonko), la lechuza dormía tranquilamente. Ron les había sido muy agradecido a sus dos hermanos gemelos.

Al escribir la carta, Ron enrolló el pergamino y lo amarró en una cinta dorada. La familia Weasley, el año anterior, había obtenido una enorme suma de dinero, y con ese dinero habían podido estabilizarse económicamente. Y eso en cierta forma había ayudado a Ron a mejorar su popularidad y su fama, y le había sido más fácil convertirse amigo de Draco.

- Llueve mucho – pensó Ron, viendo como la lluvia se deslizaba por la ventana de su habitación, donde ahora sólo dormía él. – Le mandaré la carta a Hesione más tarde... – apoyó el pergamino en el escritorio y luego se tiró en la cama, donde mucho más arriba de los pies estaba la ventana. Las lluvias en verano eran las que más odiaba Ron, porque al terminar el aire era humedo y el agua no evaporaba fácilmente. Pero que iba a hacer, tenía que acostumbrarse a ese clima. Cerró los ojos y se rascó la cabeza. Su peinado en las vacaciones de Navidad, se lo había cambiado, convirtiéndolo todo al estilo típico de un muggle: gel en abundancia, pasando las manos hacia atrás, para que los "pinchos" se vieran muy al estilo PUNK.

- Ah, Hesione... – susurró Ron, viendo el techo – Son dos semanas desde que nos separamos, y no aguanto estar lejos de ti... – miró la ventana, y notó que un ave bajo la lluvia se aproximaba hacia ella. Ron se paró, fue donde la ventana, y abriéndola una lechuza un poco cubierta en fango aterrizó en la alfombra.

- Hey... – dijo Ron, agarrando la lechuza por debajo de las alas. La llevó hasta el baño, que estaba a su lado, y le paso un paño mojado por la cara plana. Al notar el pelaje amarillo canario y los ojos rojos, Ron entendió que era el ave de su amiga.

- Oh, pero si eres Circe – dijo, fijando la lechuza. – ¿Qué haces por aquí? – la lechuza lo miró cansada, y alzó las patas, donde estaba amarrado un pequeño paquete de plástico. Ron no esperó un momento, y le desató el paquete, apoyándolo en el piso. Luego continuó a limpiar la lechuza. Llenó el lavamanos de agua tibia y con un jabón empezó a lavarla. Ésta, cansada por el viaje, casi no se movió, y cuando Ron la secó con una toalla y se vio al espejo, se sintió más hermosa que nunca. Hizo andemán de volar hasta la habitación del chico, pero aún teniendo las alas humedas, se fue caminando. Ron rió, viéndola caminar muy coquetamente. Agarró el paquete de plástico, fue a su habitación, y se sentó en el escritorio, para abrirlo.

- Es extraño en Herms mandar cartas después de dos semanas... – pensó Ron en alta voz, abriendo el paquete de plástico. Adentro encontró un sobre típico para las cartas muggles, y una cinta suelta color plateada.

- Te quiero a ti y a todos ustedes – leyó Ron, agarrando la cinta. ¿Que lo quería? ¿Qué significaba? Agarró el sobre, y leyó por detrás. Decía "Recuérdame". Se extrañó aún más, y abrió el sobre rápidamente, para abrir la carta y leer con la mente.

Querido amigo Ron...

Sólo una semana y media ha pasado desde la última vez que nos vimos, ¿verdad? Puede parecerte extraño que te escriba ahora, tan pronto. Pero, es que tengo una noticia que revelarte...

Meses antes de regresar a Hogwarts, mis padres me habían enviado una lechuza diciéndome que una sorpresa me esperaría apenas regresara a casa. ¿Recuerdas que te la mostré a ti y a Harry? Pues, fijate, la sorpresa no fue muy buena. Al llegar a casa, en la cena, mis padres me dijeron de qué se trataba... y bueno, la noticia es que me mudo de Inglaterra.

A mis padres los declararon unos de los mejores dentistas de Europa, y le han dado una sede para elegir en una parte del continente. Ellos eligieron Francia, y me cambiarán escuela. Sé que falta sólo un año para que termine mis estudios en Hogwarts, pero mis padres insisten en cambiarme a la escuela de Beauxbatons, en la cual tendría que hacer dos años más  y no uno, ya que allá son ocho años. Yo he insistido a que me hagan terminar mi último año en Hogwarts, pero ellos no quieren que esté tan lejos de Francia. No sé qué hacer...

Me duele el que ninguno de mis padres, ni mi madre, hayan pensado en mis sentimientos. ¿Sólo porque no sonreía al regresar de Hogwarts pensaron que me sentiría mejor si me iba de este país? No los entiendo, sinceramente...

Lo siento mucho, Ron, el tener que alejarme de todos ustedes. En verdad no pensaba que algún día tendría que irme de este país, que yo amo tanto. No sé como haré a soportarlo...

Ah, el día en que me voy es el 5 de agosto (gotas al principio de la oración). Ya mitad de la casa está embalada, y mi cuarto por el momento no lo han tocado. Aunque para cuando te llegue esta carta ya mitad de las cosas estarán embaladas...

¡¡Los quiero mucho a todos ustedes y espero que no me olviden, porque yo nunca lo haré!!

                                                                       Volveré...

                                                                                  Hermione

Pd: Draco también está al tanto de esto, y también lo estará Harry...

Al terminar de leer la carta, Ron se secó el sudor de la cara. No podía creer a lo que había leído, no podía creer el hecho de que su gran amiga Hermione se fuera definitivamente. Es cierto, años atrás se habían peleado, pero siempre se habían querido. Releyó la carta, y luego la posó en el escritorio, mirando por la ventana. Pensó un momento como Harry podría reaccionar, y entonces vio de nuevo la carta... ¿por qué Draco sabía de eso? ¿Qué le tendría que importar a ese cretino la mudanza de Hermione? Era verdad que se había hecho amigo del trío en ese año, pero no era para tanto como para tenerle tanta confianza... ¿o sí?

Aquí hay gato encerrado pensó Ron, agarrando pluma, tintero y pergamino, para responder la carta de su amiga.

*

La casa número 4 en la via Privet Drive yacía por un momento tranquila. La familia Dursley estaba fuera de casa, en una fiesta de familia. Sólo un chico de pelo negro se encontraba en esa casa, y ese chico era Harry Potter. El adolescente de dieciseis años veía la televisión aburridamente, cambiando a cada rato canal. Eran las seis y media de la tarde, y nada interesante se le presentaba. Dos horas atrás había enviado una carta a su novia Hannah Abbott, y se había aburrido como nunca. Dos semanas habían pasado desde que se había despedido de ella, y cada vez que le enviaba o llegaba una carta se sentía feliz. Una semana atrás se habían hablado por telefono (los Dursley habían tenido que ceder por miedo a Sirius), y se habían dicho muchas cosas románticas. Pero en ese momento Harry no hacía más que ver la televisión al vacío, pensando en la chica. Entonces la apagó y se recostó en el sofá, descansando los ojos y restregándoselos.

- ¡Dios, que aburrimiento! – exclamó, con un bostezo – Yawn, el N64 de Dudley se ha dañado otra vez y me da fastidio repararlo... – limpió sus lentes y luego se los puso. Bostezó otra vez, y se puso a pensar, no sólo en Hannah, sino en todas las cosas que Voldemort le había revelado sobre el pasado de su familia... no podía creer que su madre hubiera sido una mortífaga, eso no podía haber sido posible... y si había sido cierto, ¿por qué había dejado de serlo? Tantas cosas no le estaban claras, y él necesitaba saberlas...

- Uff... – bufó Harry. El pensar tanto le daba dolor de cabeza. Se masajeó un poco las cienes, cerrando los ojos y estrechándolos. Luego los volvió a abrir, y vio através de la ventana el cielo vespertino de su pueblo. Era un milagro que no lloviera de hace tres días. 

La silueta de un animal volador se vislumbró en el cielo, como dirigiéndose a la ventana por la cual Harry veía. Éste, extrañándose, se levantó poco a poco, yendo hacia la ventana. El animal se decifró como una lechuza, y rápidamente se posó fuera de la ventana, picoteándola. Harry la abrió rápidamente, y agarró la lechuza amarilla con cuidado. La posó en el sillón donde antes estaba acostado, y quitó el papel que llevaba atado a una pata. Era obviamente de Hermione, reconociendo la letra que había por fuera. Harry se sentó, y se extrañó con lo escrito: "Recuérdame".

- ¿Recuérdame? – pensó en voz alta, ignorando a Circe, que se pavoneaba como siempre. Abrió la carta, y empezó a leer, sin creer a sus ojos.

Querido Harry, mi gran amigo...

¿Cómo va todo por allá? ¿Has hablado con Hannah? Espero que sí, y que su relación haya mejorado. Hannah es una buena chica, y lo sé porque este año me hice muy amiga de ella.

Las cosas aquí no van muy bien. ¿Recuerdas la carta que mis padres me enviaron, diciéndome que me tendrían una gran sorpresa a mi regreso? Pues, la sorpresa no fue buena. El hecho es que me mudo de Inglaterra, y que no terminaré mis estudios en Hogwarts.

Yo he insistido con mis padres en estas dos últimas semanas que no me cambien de escuela. Pero no, ellos quieren inscribirme en Beauxbatons, ya que vamos a Francia a vivir. Y el problema es que allá no son siete años como en Hogwarts, sino ocho, y no podré hacer magia hasta terminar mis estudios.

Sabes, nunca imaginé que me iría de este país. Pensaba que terminaría mis estudios junto a mis amigos, junto a mi gran amor... sí, mi novio. Contigo tengo más confianza, pero él y yo prometimos no decirle a nadie de esto. Yo ya rompí parte de la promesa confesándote ahora que tengo un novio, pero no diré quién es. Tarde o temprano lo sabrás, pues yo le pediré de decírtelo. Tranquilo, él y yo nos juntamos en el tren, no antes. Por eso, digamos, llevámos sólo dos semanas de novios...

Y sabes, me duele separarme de él. Piensa si Hannah de repente te avisa que se tiene que ir, ¿eh? (gotas de agua) ¿Cómo te sentirías? ¿Y cómo se sentiría ella? No peor que yo...

Me voy exactamente a Francia el 5 de agosto. Espero soportar el dolor de dejar Inglaterra, y todos ustedes...

¡Los amo, no me olviden, por favor! Porque yo nunca lo haré.

                                                                       Regresaré...

                                                                                  Hermione

Pd: Draco y Ron ya saben todo...

Harry no podía cerrar la boca, de tan abierta estaba por lo sosprendido. ¿Qué? ¿Hermione se iba a Francia, a vivir, para siempre? ¡No podía ser!

- Maldición, ¡pero si apenas falta un año a que termine los estudios! ¡Qué padres más desconsiderados! – Harry dio un golpe en el sofá, haciendo asustar a Circe. Hermione había sido su única amiga mujer, y le estimaba mucho. No quería que se fuera así no más, sin ni siquiera despedirse como se debía. Tendría que verla una vez más.

*

Tres semanas habían pasado desde que Hermione había avisado a Harry y a Ron sobre su mudanza, y había respuesto la carta de Draco. Le había dicho a su novio el día exacto que se iba, y también la posible hora que estaría ya en el aeropuerto. El chico no había respuesto, y eso le dolía en más a Hermione. Del resto, había recibido las respuestas de Harry y Ron, pero no había tenido ganas de leerlas. Había preferido, aunque no debía, hacer las tareas de verano para el siguiente año, y también estudiar un poco de francés. Y esa noche, estaba justo terminando los deberes de Historia de la Magia.

- Ahh... – suspiró, cansada – No sé ni yo mísma para qué hago estos ejercicios si ni siquiera llegaré a entregarlos. Pero bueno... – se echó atrás en la silla y echó un vistazo a su habitación semi vacía: en esa última semana y media se había ido resignando a la idea de mudarse, y ya no le daba impresión ver su cuarto sin sus cosas. Luego miró un poco su escritorio, y notó en fin las cartas que no había tenido tiempo de leer de Harry y Ron. Se enderezó otra vez en la silla, y agarró una, que resultó ser la de Harry. Abrió el sobre y extrajo la carta, cansada.

¡Hermione!

¿Pero qué es lo que me has dicho? ¡¿Todo eso es cierto?! ¡No puede ser! ¡Herms, no puedes irte así no más! Por favor, tenemos que vernos antes de que te vayas... ¿Qué tal el 3 de agosto? Sé que estarás ocupada con todo, pero por favor, veamonos una última vez. Avisaré a Ron en cuanto reciba tu  respuesta.

                                               Hablaremos con más calma

                                                                                              Harry

Pd: tu novio... ¿acaso es Draco?

Hermione dobló la carta y suspiró otra vez. La idea de verse no era escluida de lo posible, pero siempre había un problema: sus padres. Ok, ya no se hablaban tan fríamente y Hermione comía con ellos en las tres comidas, pero no los perdonaba aún. Cambiarle la vida de un momento a otro sin la menor consideración era un grave pecado, sobretodo alejándola de su país natal y de su amado Draco.

Agarró luego la carta de Ron. Al abrirla, notó que era breve, como todas sus cartas. El chico sólo tenía fantasía para su querida Hesione.

Hermione, tu carta me ha asustado. ¿Cómo puede ser posible? Si tan sólo falta un año, no pueden cambiarte de ecuela así por así. ¿Pensaron en ti, acaso? ¡Según lo que me dijiste, NO! Y eso no se les puede perdonar. Esos no son padres... o almenos así me parece.

De alguna manera volverás, ¿verdad? Sabes que yo y Harry te estaremos esperando con los brazos abiertos y que siempre podrás contar con nosotros, para algo estamos. Recuérdate muy bien de nosotros, jamás nos olvides porque nosotros nunca lo haremos.

                                                                       Tu amigo burlón

                                                                                              Ron.

Hermione sintió como el remordimiento de conciencia le invadía la mente. Nunca en esos años les había demostrado lo tanto que los quería, a Harry y a Ron. Y sólo en ese momento pensaba que los extrañaría muchísimo. ¡Seis años, vale, seis años! Eso no era muy poco. Eran unos niños cuando se habían conocido, y ahora eran adolescentes. Y en esos seis años nunca se habían dicho lo tanto que se estimaban.

Hermione decidió responder sólo a Harry. En esa carta, escribió que estaba de acuerdo con la visita, que le sería de mucho agrado verlos almenos por última vez, y que Harry avisara a Ron. Cuando Circe desapareció entre las nubes, Hermione no resistió más y limpió de pergaminos y otras estúpidas cosas el escritorio túmbandolos al suelo con una rabia inmensa, y empezando a llorar de nuevo.

*

Draco se encontraba en la habitación ambigua a la suya, esa era "La sala de la familia", donde Lucius, Narcissa y Draco charlaban de vez en cuando. En ese momento, Lucius estaba entrando por la puerta, al parecer cansado.

- Lo siento Draco, me detuvieron en el trabajo. Ahora, ¿de qué querías hablarme? – dijo Lucius, tomando asiento enfrente de su hijo.

- Pues, verás padre, he tratado mandar una carta hace varios días y... y bueno, Slim siempre ha regresado con ella, no sé porqué, no ha logrado entregarla – miró su águila Slim apoyada en el brazo del mueble donde estaba sentado y la acarició con cuidado. Lucius encendió un tabaco y empezó a fumarlo, dejando toda la habitación sin un bocón de aire fresco, cosa que molestaba a Draco y sobretodo a la creatura Slim.

- Verás hijo – dijo Lucius, abriendo su maletín, como buscando algo – tú sabes que nosotros tenemos muchos terrenos, ¿verdad? – Draco asintió, con el padre que revisaba unos papeles – Y bueno, tú no logras mandar cartas porque hace una semana que instalé con un colega un campo de protección alrededor de todas mis propiedades, y es probable que para ciertos animales sea como un "peligro" o algo así. De seguro Slim no logra pasar esa barrera y por eso no puede dar la carta a esa persona que quieres – Draco y apenas respiraba, estaba sofocando, así que se levantó y se alejó del padre, al otro lado de la habitación, con Slim que lo había seguido.

- ¿Entonces no hay manera de que yo logre mandar esta carta? – dijo Draco, viendo por detrás el mueble donde su tirano padre estaba sentado.

- Me temo que no, Draco, y lamentablemente no tengo una lechuza disponible para ti, lo siento. Ahora por favor sal que debo terminar unos asuntos pendientes de Nockturn Alley... – Draco no dudó un minuto el salir de ahí (se sofocaba), abrió la puerta y se alejó junto a Slim que le volaba cerca. Entró en su habitación y dio una patada fuerte al sillón que tenía cerca de la chimenea.

- Mierda, ¿y ahora cómo hago a comunicarme con Hermione? – gritó, enfadado, haciendo que Slim se asustara.

*

Era ya la tarde del 3 de agosto, dentro de poco Hermione se encontraría por última vez con sus dos amigos. La chica había pensado de invitar también a su amado Draco, pero había decidido que no, ya que el chico no le había respondido las otras dos cartas que Hermione le había mandado y no quería dar explicaciones a Harry y Ron. El avisar a sus padres fue muy duro y difícil, no sabía como comunicarse, pero al final lo había logrado y se había sentido mejor cuando los padres asintieron a la visita. Y en ese momento faltaban sólo unos minutos a que sus amigos llegaran, sus únicos amigos del alma y corazón que tanto amaba, Harry y Ron.

La muchacha de pelo color castaño claro se encontraba en la puerta de su casa. A lo lejos, unos cuantos autos se veían pasar apurados, mientras que uno estaba ya frenando: el momento había llegado.

El auto se paró un poco más adelante de donde debía, no sabiendo cuál era exactamente la casa. Pero no fue un problema, porque del auto salió Ron, con su peinado a el estilo PUNK y sus ropas, si se podría decir, "medio muggles". El chico pelirrojo miró hacia los dos lados, y notando a su amiga, se dirigió hacia ella. Hermione se acercó, con una ligera sonrisa en el rostro, y lo abrazó con mucho cariño, Ron del mismo estilo. Luego la chica se acercó hacia el auto, donde el señor Weasley y la señora Weasley querían saludarla.

- ¡Oh, Hermione! – dijo Molly, saliendo del auto y corriendo hacia la nombrada. La abrazó, como si fuera un pariente muy cercano que no vería por un largo tiempo.

- Buenas tardes, señora Weasley – dijo Hermione con cariño separándose de ella – ¿cómo ha estado?

- Oh, mi niña... – dijo la señora Wealey secándose los ojos con un pañuelo. – Yo bien, pero me imagino como debes sentirte tú...

- No se preocupe por mí, yo estoy bien, gracias – dijo Hermione con cierta tristeza, tratando de ser convincente. El señor Weasley la saludó de una manera un poco diferente a la de la señora Molly, pero pareció resentido por la ida de la mejor amiga de su hijo. Los señores no podían quedarse, así que se tuvieron que ir, y la señora Weasley saludó a Hermione como a uno de sus hijos. Pronto quedaron sólo Ron y Hermione, en el frente de la casa.

- ¿Dejaron venir a Harry? – preguntó Hermione, sentándose en las escalerillas de su puerta. – No me avisó si vendría o no.

- Sí – dijo Ron rápidamente, sentándose a su lado, – y deberíamos darle gracias a Sirius, pues si no fuera por él Harry no podría hacer nada que tuviera que ver con la magia – Hermione miró el suelo fijamente, sin dar algún comentario en particular. Entonces Ron se atrevió a hacerle la pregunta que había rondado en su cabeza de hace varios días.

- Hermione... ¿es Draco tu novio? – dijo, sin preámbulos. Hermione alzó la cabeza de golpe, como asustada, y lo miró sin palabras.

Justo en ese momento, en el que Hermione se hubiera encontrado en una situación difícil, el auto de Vernon Dursley se paró ante su casa. El famoso chico de la cicatriz, salió del auto como si no viera la hora de hace tiempo, y el auto se alejó en un momento. Hermione se alzó, al igual que Ron, y se dirigió hacia él. En el medio del camino a la entrada, la chica más lista de toda Hogwarts y el chico más popular del mundo mágico, se abrazaron como si no se vieran de hace una vida. Después de un largo abrazo, Hermione se separó de Harry, como algo avergonzada.

- Harry, feliz cumpleaños, aunque retrasado, je je – dijo Hermione, tratando de esbozar una sonrisa. – Espero que te haya gustado lo que te mandé...

- Hermione – le dijo el chico, agarrándole los hombros con delicadeza – terminarás tus estudios en Hogwarts, ¿verdad? Te quedarás con nosotros, ¿no es así? – la joven lo miró fijamente a los ojos, como si tratara de responder através de ellos.

- No, Harry... me iré a Beauxbatons... – dijo la chica con ojos empezando a aguarse, y la nariz humedeciéndose.

- Pero... pero aún estás en tiempo... falta un mes al inicios de clases... además qué piensa él de-- – pero el chico fue interrumpido por Hermione.

- No Harry, no hay nada que hacer... – dijo la chica con lágrimas en los ojos y bajando la cara – y a él... a él ya no le importa... ¡no le importa nada de mí...! – se tapó el rostro, avergonzándose delante de sus dos amigos. Harry le soltó los hombros, Ron al lado que los miraba un poco confuso.

- Harry, no sé qué hacer, no sé como comportarme, odio mi vida, odio mis padres, me odio a mí misma, odio todo... – la chica sollozaba cada vez más, y Harry y Ron la abrazaron, al mismo tiempo, como si se hubieran comunicado telepaticamente.

*

Ya se habían hecho las ocho de la noche, cuando los padres de Ron y el tío de Harry simultaneamente fueron a buscar a sus respectivos parientes. En toda la tarde, Hermione no había hecho que mostrarles la casa ya casi vacía, hacer montones de fotos, y hablar un poco de como se sentía con este nuevo cambio. Y ese momento, era el momento de despedirse.

Se quedaron los tres en silencio en la puerta de la casa, todos con la mirada hacia abajo, como si fueran unos niños que apenas se conocían, cuando era todo lo contrario. Al final, Ron habló, ya que los padres le estaban haciendo presión, y abrazó a la amiga.

- Bueno Herms – dijo, abrazándola muy fuertemente – más te vale que nos vengas a visitar, ¿eh? Ni se te ocurra olvidarte de nosotros, mira que estaremos siempre en contacto – la soltó y la fijó a los ojos burlonamente, como si tan sólo fuera un juego lo que estaba ocurriendo. La chica le sonrió y asintió, sintiéndose como protegida.

- Claro, de eso no tengas duda – dijo Hermione. Luego miró a Harry, sintiéndose otra vez incómoda que con Ron al principio.

- Eh... – dijo Harry, alzando la cabeza, y con una sonrisa muy forzada – ya sabes, me escribirás todos los días y me dirás como te ha ido, ¿ok? Mira que me enojaré si no lo haces – le dio dos palmaditas en la cabeza, como si fuera un perrito. Luego se le acercó a la oreja y le susurró – De Draco me encargo yo, ¿de acuerdo? Y ni si te ocurra sufrir por él, que ahí sí que le descargaré toda mi rabia y tristeza – le guiñó un ojo, viendo la cara perpleja de su mejor amiga y poniéndose otra vez compuesto.

- Nos tendremos que ver almenos en Navidad y en verano, mira que tienes que saber que para nosotros eres muy importante – dijo Ron con entusiasmo.

- Y que siempre tendrás una casa donde alojarte, en cuanto vuelvas a Inglaterra, que es lo que anhelaremos – terminó Harry. A Hermione se le aguaron los ojos de la emoción y la tristeza, la rabia y el amor, y los abrazó en un momento, a los dos, sin importarle los apures del tío Vernon y de los señores Weasley.

- ¡Tengan por seguro que será así! ¡Les escribiré todas las horas, si es necesario! ¡¡Yo siempre los recordaré!! – gritó, como con ganas de que todos oyeran, todo el mundo sintiera su sufrimiento, que sus padres se enteraran de todo.

- Nosotros también Hermione – dijo Ron, increíblemente llorando.

- Nosotros siempre te amaremos y querremos – dijo Harry, llorando también.

Las lágrimas del trío, se hundieron en una sola. Ese sentimiento, de amor y rabia, odio y tristeza, Hermione nunca lo había probado, y gracias a todo eso estaba empezando a conocer, a saber sobre un mundo nuevo, un mundo en el que ella estaba totalmente indefensa, La Realidad.

*

5 de agosto, las ocho y dieciseis de la mañana. La casa estaba vacía, las camas se las habían llevado una hora antes, para botarlas, ya que en Francia comprarían unas nuevas. Hermione estaba en su habitación, con su maletilla de ruedas con adentro varias cosas que la harían distraer durante el viaje (libros, revistas, etc.), y su lechuza Circe en la jaula. Veía cada centímetro del cuarto, observaba cada detalle, pues en un futuro quería tener cada imagen imprenta en su mente, como una foto irremovible. Dos días atrás había hecho montones de fotos a Ron y a Harry, para tenerlos siempre con ella en su corazón.

Hermione bajó las escaleras con su maletilla y su lechuza, y se dirigió al jardín, que tanto había cuidado desde que tenía memoria. Pasó por el lugar donde la hamaca ya no estaba, y se dirigió hacia su querido árbol de nuez Nocy.

- Sabes que siempre te mantendré vivo en mi corazón, ¿verdad? – dijo en un tono bajo – Disculpa si no pude quedarme contigo hasta el final... – lo rodeó con sus brazos, así como si fuera una creatura delicada – pero debo irme – lo soltó, y olió por última vez aquel aroma de flores que se sentía por todo el jardín.

- ¡Hermione! ¡Debemos irnos! – se oyó la voz de su madre, desde los adentros de la casa – ¡¡Perderemos el vuelo!!

- ¡Otro poco mamá! – gritó la chica, indirectamente, "¡Déjenme en paz!".

Después de unos cinco minutos, la chica entró de nuevo a la casa. Vio el salón vacío, observó con cuidado la cocina, y luego dejando la lechuza y la maletilla en el pasillo, subió las escaleras, para observar una última vez las habitaciones. Fue a la de sus padres, luego al estudio, y finalmente de nuevo a la suya. Salió al balcón, y vio hacia abajo el taxi que la estaba esperando. El padre le gritó "¡Apúrate!", pero la chica no le hizo caso. Observó con mucho cuidado el paisaje delante de sus ojos, cada detalle grabandolo en su hard disk humano. Entró de nuevo, y ya afuera de la habitación, cerrandola, dio un beso a la puerta, susurrando "Siempre serás mi verdadero hogar".

Bajó las escaleras con calma, para luego agarrar su maletilla y su lechuza, y salir finalmente. El padre le agarró las cosas y puso la maletilla atrás en el vagón, mientras la lechuza adelante. El taxista se estaba impacientando, pero a Hermione no le importaba. Estaba ahí, parada enfrente de la puerta de la cerca, examinando cada pequeño detalle de su casa, de ahora y siempre. En ese instante, hubiera preferido también ver ante sus ojos los terrenos de Hogwarts, el lago, el Gran Comedor, la Sala Común de Gryffindor, la cabaña de Hagrid, el Bosque Prohibido, sus aulas. Pero todo eso nunca se podría comparar con la casa donde había vivido por once largos años.

*

Faltaba sólo un cuarto de hora a que la aventura hacia Francia comenzara. Hermione no había hecho que pensar en esa última hora y media (perdida haciendo el check-in, pagando los impuestos, etc), en todo lo que le había sucedido en el verano, desde que había llegado a la casa y había recibido esa mala noticia, hasta en ese momento. En ese mes y medio, había aprendido que las ilusiones no hacían más que dañar a uno mismo, pero que lamentablemente siempre te acompañarían. Sus ilusiones, en ese último año en Hogwarts, se habían ido alimentando de muchas otras ilusiones y sueños, para luego substituirse por otras, y que esas a su vez se habían desaparecido, como burlándose de su destino y abandonándola a su suerte. La única ilusión que había quedado ardiendo en la vela, luchando contra el viento, había sido la de Draco, que después de muy poco tiempo (exageradamente poco tiempo), se había ido apagando cada vez más, ya que no se había alimentado de ninguna otra ilusión o sueño. Y aunque ese punto de vista fuera demasiado pesimista y ella fuera muy victimista, lamentablemente todo era realidad.

- Querida – oyó Hermione de repente a su izquierda, densimismándose. Era su madre quien le hablaba – dentro de unos minutos abordaremos, será mejor que vayas a la toilette y hagas lo que tengas que...

- Sí, sí, ya voy – dijo Hermione ostinadamente, parándose – y por favor no te refieras al baño con ese termino tan "refinado" – se alejó rápidamente dirigiéndose un poco confusa hacia el baño, donde entró y se lavó las manos. Luego se miró al espejo.

- Mírate Hermione – se murmuró, percatándose primero de que no hubiera nadie adentro, – mira como te has vuelto gracias a esta situación de mierda – se lavó la cara, como intentando creer que con el agua se le fueran las ojeras y la palidez. Luego se la secó, y se volvió a ver en el espejo. – Ya no serás la misma de antes, Hermione – dijo con rabia. – Nunca jamás.

Tiró piscas de agua al espejo, y luego se secó las manos con eso papeles de todos los baños públicos de los aeorpuertos. Abrió la puerta, y estaba por dirigirse hacia sus padres, pero viendo que aún le quedaban unos minutos decidió ir a comprar algo de tomar. De pronto se topó con alguien, a la vuelta de una esquina algo desalojada.

- Oh, lo siento – dijo rápidamente, regresando sobre sus pasos y sin ver a la cara con quien se había tropezado.

- No hay de que... – dijo la persona – Hermione – la nombrada se frenó de golpe, oyendo su nombre y viendo como una mano pálida le frenaba agarrándola por el brazo. La chica volvió la mirada hacia el muchacho, y descubrió en un segundo que era su querido y amado Draco.

- Draco... – fue todo lo que pudo pronunciar Hermione, tapándose con dos dedos la boca. El chico sonrió, y sin preámbulos, la abrazó fuertemente.

- ¡Ojalá supieras toda la rabia que sentí cuando no pude responderte a tus cartas! – exlcamó con entusiasmo – ¡Mi maldito padre instaló una estúpida protección a nuestros terrenos y Slim no podía pasar através! ¡¡Pensé que no te vería ni una vez más!! – Hermione se había quedado perpleja, no sabía como reaccionar, hasta que Draco se separó y la vio con una mirada tierna y triste – Pensé que te perdería para siempre.

- Yo... yo también, Draco... – susurró Hermione, dejándose besar por el gran amor de su vida como aquella vez en el tren, donde se fundieron en uno solo.

Por un instante, el mundo alrededor de ellos pareció disolverse y desaparecer, sintió como si el tiempo se hubiera parado sólo por ellos, que todo el ruido hubiera desaparecido, convirtiéndose en una dulce melodía que tranquilizaba. Lengua a lengua, no se despegaban, y por Hermione sería hasta capaz de perder el vuelo, abandonar aquella aventura que su anticipación le había dado tantos sufrimientos y tristezas.

Pero poco a poco la magia fue desapareciendo, Draco se fue despegando de ella, hasta que finalmente se desunió y la miró fijamente, agarrandola con cariño por las mejillas y pegando frente con frente.

- Escúchame bien, Hermione – murmuró Draco, con unos ojos grises que brillaban. – No tienes que seguir sufriendo por mí, debes tratar de olvidarme por un buen tiempo...

- ¡¿Pero qué dices?! ¡Si yo estoy con vida sólo por ti! ¡¡Tú eres mi razón de vivir, Draco!! – sollozó Hermione, con las lágrimas que le brotaban de los ojos. A Draco le dolía ver esos ojos llenos de lágrimas de sufrimiento, se sentía tan mal por esa situación tan repentina, no quería ni pensar qué sería de él en su siguiente vida, el próximo año.

- Tú... tú también eres la mía, Hermione – dijo Draco, tratando de calmarse ante esa situación – pero por favor, no sufras por mí, jamás me lo perdonaría.

- Draco – dijo Hermione separándose y agarrándole las manos – tú no eres el culpable de todo esto, ¡sino mis padres! ¡¡No podemos sacrificarnos por culpa de ellos!! – Draco no dijo nada, sólo cerró los ojos y se inclinó ante Hermione, besándole las manos con mucha ternura y apretándolas.

- Estoy completamente de acuerdo contigo – dijo con tristeza – pero no podemos hacer nada – alzó la mirada y miró a su novia directamente a los ojos. – Pero almenos quiero que sepas que yo siempre te amaré, que nunca te dejaré ir a pesar de la distancia, y que yo... yo jamás volveré a sonreir sin ti – dijo todo esto con tal inspiración que Hermione se sintió halagada al que Draco Malfoy le dedicara esas palabras, de rodillas. El chico se alzó y la chica lo miró, con unos ojos que Draco ahora le estaba secando. De repente, entre tantas llamadas, se oyó una llamada en especial:

- Última llamada para los pasajeros con destinación Nantes (Francia), por favor abordar. Repito: última llamada para los pasajeros del vuelo 825, favor aproximarse a la salida C2...

Hermione miró con más intesidad a Draco y le rodeó la nuca con sus tiernas manos.

- Tampoco yo Draco – sollozó, pegando su frente con la del chico – porque mi sonrisa... está sellada por ti – lo besó muy fuertemente, no podía irse sin saludarlo como se debía, no después de todo el sacrificio que de seguro Draco había hecho para llegar hasta ella.

- Te amo Hermione – le susurró Draco al oído, ahora abrazándola – y te doy las gracias por haber llegado a mí, y existir, para conocer finalmente el sentido de la vida – le besó la mejilla, y se fue corriendo, del lado opuesto de la chica, que aún seguía en pie, viendo como se alejaba.

- ¡TE AMO, DRACO! ¡YO NUNCA TE OLVIDARÉ! ¡¡TEN POR SEGURO QUE YO EXISTIRÉ SÓLO POR TI, DRACO!! ¡¡¡ERES MI RAZÓN DE VIVIR!!! – gritó con todos el aire de sus pulmones, con toda la gente que se había volteado a verla, y Draco que no se había frenado, sino que sólo había esbozado una última sonrisa, antes de desaparecer entre toda la multitud.

A Hermione en ese momento no le importaba la gente que la miraba con inmensa curiosidad, lo que le regañarían los padres al regresar donde ellos, lo que todo el mundo podía pensar de ella... PORQUE ELLA ESTABA ORGULLOSA DE SER LO QUE ERA.

Hi there everybody!!! ^-^ Como andan?? Disculpen por subir este capi taaaan tarde es que ya saben, he tenido problemas con la mudanza ^^', luego que también inicié la escuela, la inspiración no me venía, la lap-top estaba por morirse ya que sin querer se me cayó un vaso de agua en teclado =P [oops!], en fin....

Bueno quería dejar un breve mensaje a lora chang, que ha leído mi historia de hace poco: bueno como te debes de haber dado cuenta con este cap, herms no se keda en hogwarts. En fin! Pero espera, akí no termina el fic, pronto subiré el epilogo! En verdad quería terminarlo con 3 caps, pero no podía dejarlo de esa manera. Por el formato del fic, el problema es la computadora de mi tia, no teniendo microsoft word, el fic q translado con el disket se ve en word pad, y por eso todo ese formato sale tan mal. Pero espero almenos que entiendas el fic, eje! Aunq cuando tenga mi internet, todo se verá como se debe =)

Hasta luego saludos a Yuina!! Y a los demás q prosigan esta historia.

*§*_KaroLynA SiLveR dE FeLTon –La FAniMangA!_*§*