"Dos semanas hasta el comienzo del curso" Hermione se detuvo un momento a pensar mientras terminaba de recoger los libros desperdigados por la mesa de la mazmorra. "Dos semanas y todavía no sé que asignatura voy a dar".

Dumbledore había tenido una larga charla con ella la tarde anterior. Varias plazas seguían vacantes en la escuela y Hermione debía decidir, podía seguir sustituyendo a Snape en pociones, si así lo deseaba, aunque cuando Snape regresara corría el riesgo de quedarse sin trabajo, o podía optar por dar Arithmancia, una asignatura en la que había destacado particularmente y que sin duda supondría un cambio positivo, por lo menos no tendría que impartirla en una lúgubre mazmorra llena de recuerdos negativos y con la invisible presencia de Snape agobiándola en cada rincón. Snape. Hermione pensó por un momento en su extraña desaparición, Dumbledore parecía convencido de que volvería, le había sugerido entre líneas que aceptara el cambio de asignatura porque Snape regresaría a Hogwarts tarde o temprano. "Dumbledore siempre fue un optimista", pensó Hermione, pero por otro lado, siempre supo mucho más de lo que dejó entrever, tal vez mantenía algún tipo de conexión con Snape, tal vez, aunque no supiera dónde estaba ni qué hacía, podía sentir que seguía vivo. Hermione lo dudaba, dudaba que Snape hubiera sobrevivido porque de ser así ya habría hecho algo por regresar o ponerse en contacto con el director. Aunque por otro lado. Hermione volvió a sentir de nuevo su presencia, la certeza de que alguien en la habitación la observaba intensamente, dejó de lado sus pensamientos, levanto la vista de la pila de libros que estaba terminando de recoger y por un momento temió que se fueran al suelo porque allí mismo, en la puerta, con la mirada extrañamente fija en ella estaba Snape en persona. ¿Granger? La voz parecía salirle de las misma extrañas. Hermione tuvo tiempo de fijarse en sus ropas, sucias, en su rostro cetrino y en su constitución, por un momento tuvo la sensación de que frente a ella se encontraba, no Snape, sino su fantasma, más pálido, más escuálido que nunca, los ojos hundidos en las cuencas y la mirada intensa pero extrañamente perdida. ¿Profesor? Snape dio un titubeante paso al frente y antes de que Hermione pudiera reaccionar se fue al suelo cuan largo era, inconsciente. Oh, dios mío. Hermione corrió a su lado, le dio la vuelta para examinarlo mejor y se sorprendió por lo poco que parecía pesar, comprobó que todavía respiraba y mantenía un pulso regular y salió disparada en dirección a la enfermería en busca de Poppy. Apenas había dado unos cuantos pasos cuando Dumbledore llegó a su encuentro Está aquí ¿verdad? En la mazmorra, se desmayó, no llegó a decir nada. Dumbledore ya lo sabía, por supuesto, a largas zancadas, sorprendentemente rápidas para alguien de su edad, llegó hasta la puerta de la mazmorra y se arrodilló junto al cuerpo inerte de Snape. Comprobó el pulso, la respiración, lo examinó de arriba abajo en busca de fracturas mientras Hermione, totalmente petrificada lo observaba todo desde el quicio de la puerta sin atreverse casi a respirar. Algo terrible le había ocurrido. Dumbledore se volvió hacia ella.

Hermione, ¿podrías ayudarme?

Levantó ligeramente el torso de Snape y le indicó que lo sujetara. Hermione se sorprendió de nuevo por lo liviano que parecía, bajo sus manos, el cuerpo de Snape parecía componerse sólo de piel y huesos, apenas suficiente para mantener a un hombre de su estatura con vida, mucho menos transportarle. Por un momento recordó las terribles imágenes tantas veces emitidas en la televisión de los prisioneros nazis, hombres y mujeres reducidos a la mínima expresión del cuerpo humano, con los músculos totalmente absorbidos por el hambre y las privaciones. Hermione cerró los ojos y sacudió la cabeza, tratando de borrar ese horrible pensamiento.

Dumbledore desabrochó con rapidez la túnica de Snape y dejó al descubierto su pecho. Hermione tuvo que hacer un esfuerzo para ahogar un grito instintivo de espanto. El pecho de Snape estaba cruzado de arriba a abajo por terribles cicatrices, algunas ya curadas, otras recientes, pero todas ellas profundas y de aspecto muy doloroso.

Ah, me lo temía, torturado.

Dumbledore se inclinó hacia Hermione para observar con cuidado la espalda de Snape, el mismo tipo de marcas aparecía a lo largo de la espina dorsal del profesor. Hermione se sintió desfallecer.

¿Qué clase de hechizo deja estas marcas?

Dumbledore la miró con tristeza.

Ninguno, estas heridas no han sido inflingidas por una varita mágica, me temo. Ahora, Hermione, si te encuentras con fuerzas suficientes ¿podrías acercarte a la enfermería y prevenir a Poppy para que esté preparada? Yo me encargo de transportar al profesor Snape hasta allí.

Con la cabeza dándole vueltas, Hermione dirigió una última mirada al desfallecido cuerpo de Snape y salió de la habitación en dirección a la enfermería. Todo su odio y vieja animosidad contra el maestro de pociones se habían esfumado en un segundo ante la sola visión de su cuerpo torturado, pero ¿quién? ¿quién podía haber hecho eso?