Podía recordar como si fuese ayer aquel día en el que se habían conocido. Recordaba que cuando se había ido, su madre le había preguntado qué tal habían congeniado y él había contestado sin dudar que creía que Goenitz era un estúpido con el cerebro lavado. Bueno, al menos ahora ya no lo creía... estaba totalmente seguro. El tiempo, lejos de limar sus diferencias, parecía haberlas incrementado. No era que se llevasen exactamente mal, de hecho estaban a punto de compartir un piso para estudiar en la universidad (otra genial idea de sus padres que seguían empeñados en hacerlos pareja de hecho), pero tampoco acababan de entenderse.

-...Y el equipo de música podría ir aquí...- concluyó Goenitz.

-Tú te quieres traer toda tu casa para aquí, ¿verdad?- protestó Gaidel- Déjame que te recuerde que el piso es pequeño, nosotros vamos a ser 3, y si metes todos tus cacharros aquí vamos a tener que salir nosotros.

-Perdóname por querer tener un nivel de vida aceptable, Gaydel.

-No, perdóname tú por querer tener algo de espacio, Gaynitz.

-Te he dicho que no me llames Gaynitz...

-Pues sé de buena tinta que compartes piso con otro hombre...- respondió Gaidel con tono jocoso y son una sonrisa ligeramente pícara.

-No es otro hombre, es un ser infrahumano que se niega a aceptar lo que es.

-Uhm... A ver, si según tú lo más bajo es ser un humano y yo soy infrahumano... Humm... Eso ha debido ser un insulto.- se rió Gaidel.

-¿Es que no te puedes tomar nada en serio?

-Me tomo en serio muchas cosas, pero entre ellas no estás tú.

Sí, eso, que no acababan de entenderse... Quizás para Gaidel no era más que una broma, pues aunque no compartía las ideas de su compañero lo consideraba un amigo, pero a Goenitz la forma de ser de Gaidel lo sacaba de quicio. Era esa forma de bromear con respecto a todo lo que a él le parecía importante, esa facilidad para saber siempre lo que tenía que decir y, sobre todo, esa calma a la hora de discutir que lo hacían parecer incapaz de enfadarse por nada del mundo.

-Por cierto, ¿cuándo viene Kanako?- preguntó Gaidel, queriendo terminar ya con la discusión. Aunque no le importase hacer una broma de vez en cuando sabía cuando terminarlas antes de que llegasen a más.

Goenitz miró de reojo a Gaidel, todavía molesto.

-Supongo que mañana o pasado mañana.- respondió con indiferencia.

En realidad le daba igual cuanto tardase. Era una gran amiga de los dos, desde que eran niños, pero siempre le daba la razón en todo a Gaidel, y le reventaba la gente tan "cordera". Bueno, solo si eran corderos de los demás, no de él. Bueno, según Gaidel él mismo era un cordero de Orochi, pero ¿quién le hacía caso a ese renegado? Recordaba el día que Gaidel se había incorporado a las clases. El curso ya estaba algo avanzado y además ya conocía a sus compañeros de otros años. Estaban Shinta Miyazaki, el "diablillo con cara angelical"; Hajime Nakamura, un chico formal aunque un desastre para los estudios; Hikari Satsuki, una muchacha inteligente que hablaba por los codos y, por supuesto, Kanako Nanakase. La dulce Kanako Nanakase, tan tímida que parecía que le diese miedo hablar. El padre de Goenitz siempre decía que era increíble que fuese hermana de quien era. Sus tres hermanos mayores eran poco más o menos unos gamberros, les había dado clases a los tres y los tres le habían dado problemas. En cambio ella ni siquiera se hacía notar. Ni siquiera se atrevía a preguntar cuando tenía dudas.

Gaidel había entrado en clase acompañado del padre de Goenitz, que había ido a buscarlo, pese a que eran casi vecinos, para mostrarle el camino. Los demás chicos estaban sentados en sus pupitres.

-Hola, chicos, os presento a vuestro nuevo compañero, Gaidel. Acaba de llegar a Japón.

Los niños inspeccionaron con la mirada a su nuevo compañero, que hizo lo mismo con ellos. El profesor hizo las presentaciones.

-Estos son Hajime, Shinta, Hikari y Kanako. A Goenitz ya lo conoces.

Gaidel esbozó una sonrisa de compromiso y saludó sin efusividad.

-Hola.

-¿Por qué tu pelo es azul?- preguntó Shinta clavando sus vivaces ojos negros en él.

-Porque nació así, estúpido.- Replicó Hikari airada.

-Yo tenía un tío con el pelo violeta, pero ya no tiene pelo...- comentó Hajime sin venir a cuento.

-¡No nos importa!- exclamaron Shinta e Hikari a un tiempo, intercambiando miradas de complicidad.

-¡Chicos, comportaros!- ordenó el profesor con tono autoritario. Luego se dirigió a Gaidel.- Puedes sentarte y empezamos la clase.

El aula constaba de tres pupitres, para dos personas cada uno, dispuestos en línea. El central estaba ocupado por Goenitz e Hikari, y en los laterales se encontraban Shinta y Hajime en uno y Kanako en el otro. Gaidel ocupó su lugar al lado de Kanako mientras Goenitz borraba la pizarra del día anterior, donde estaban escritos los nombres de distintos periodos de la historia mundial.

-Hola.- saludó Gaidel.

Kanako agachó la cabeza, sonrojándose ligeramente.

-Hola...

Kanako le echó un vistazo fugaz, para después desviar rápidamente la vista. Movió discretamente la silla, alejándose lo más posible de su nuevo compañero. Gaidel le dedicó una sonrisa comprensiva a la tímida muchacha.

-No me como a nadie.

-Ya lo sé...- dijo la pequeña, mirándolo de nuevo, con una voz tan suave que era casi inaudible.

-No te molestes- Intervino Hikari balanceándose en la silla.- Siempre es así. Es medio pánfila.

Kanako le dedicó una breve mirada a su compañera y luego miró por la ventana, como si no fuese con ella. Gaidel se quedó algo sorprendido.

-¿Vas a dejar que te insulte?

-No quiero pelearme...- susurró mientras seguía mirando por la ventana.

-Por eso nunca llegarás a nada.- intervino Goenitz con su sonrisa torcida y su exceso de autoconfianza.

Hikari dejó escapar una carcajada tan breve como sonora.

-No seas tan cruel....

-Peroo...- Hajime fue quien intervino esta vez.- Tú dijiste que ella es una pánfila...

-¡No nos importa!- exclamaron nuevamente Shinta e Hikari. Parece que responder eso cada vez que Hajime abría la boca era lo más natural. Pobre chaval.

El profesor intervino por fin en la conversación.

-Goenitz tiene razón. Si alguna vez queréis llegar a ser algo no podéis dejar que los demás os pasen por encima. Tenéis que ser agresivos: quien quiere algo no se puede quedar esperando a que se lo den, tiene que ir y cogerlo por si mismo, incluso arrebatarlo. Kanako, un día todos vosotros participaréis en la resurrección de Orochi, directa o indirectamente. Ese día no puedes pretender quedarte atrás, escondida en un rincón para que nadie te vea, eso no le sirve de nada a Orochi. Tienes que pasar a la acción.

Kanako asintió con la cabeza, mirando al profesor con ojos de cachorro desvalido.

-Menos mal que la mayor parte de vosotros solo sois segundones.- prosiguió el profesor con reproche.- Si nuestro destino llega a depender de una mosquita muerta, una listilla sabelotodo, un culo de mal asiento y un estúpido que no sabe ni cuanto son 2+2.

Hubo un silencio general. El profesor siempre decía que les decía aquellas cosas para hacerlos más fuertes, pero no dejaban de ser comentarios excesivamente ofensivos para niños de 10 años. Hikari hizo ademán de decir algo, pero luego pensó que ser una listilla sabelotodo no era necesariamente malo, y se calló. Fue Gaidel quien rompió el silencio, delatando que acababa de llegar y no conocía bien el panorama.

-En mi otro colegio los profesores no insultaban a los alumnos.

El padre de Goenitz detectó un tono de amenaza donde realmente no había más que un comentario inocente, y se encaró con el muchacho.

-Esto no va a ser como tu antiguo colegio, jovencito. Tengo entendido que estás hecho todo un cerebrito, ¿no?

Gaidel se limitó a encogerse de hombros. Decir que no sería una mentira, pues siempre había sacado buenas notas, y decir que sí sonaba excesivamente arrogante.

-Pues aquí no te va a llegar con eso para sacar el curso.

-No sé por qué, de repente estoy deseando empezar en el instituto...- respondió Gaidel por lo bajo, pero no lo suficiente como para que sus compañeros no lo oyesen y soltasen una risita. El profesor resopló y, fingiendo no haber oído nada, se dirigió hacia su mesa.

-Bueno, toca Conocimiento del Medio, ¿no es así? Sacad vuestros libros. ¿Por dónde íbamos?

-¡Cadenas tróficas!- exclamó Shinta, robándole la palabra a Hikari.

-Bueno, Gaidel, para conocer un poco tu nivel, háblanos un poco sobre lo que sepas de las cadenas tróficas.

Le había mandado aquello para ponerlo en ridículo delante de toda la clase y hacerle pasar un mal rato. Era simple y pura venganza, se notaba a las leguas, pero al menos no le saldría bien la jugada. Quizás si se tratase de Historia o Lengua pudiese pasar un poco de apuro, pero las Ciencias Naturales eran su fuerte y logró salir del paso con éxito. Desde entonces, el profesor había estado intentando pillarlo en algún error. Pero desde entonces Gaidel había aprendido, no era tonto y después de ver el panorama había preferido no causar problemas y hacer lo que le dijesen sin rechistar. De lo contrario tendría las de perder, con un profesor tan prepotente, y encima amigo de sus padres. Afortunadamente, pronto el maestro perdió sus prejuicios contra Gaidel y tomarlo como uno de sus mejores alumnos (el otro, por supuesto, era Goenitz). Además era el mejor amigo de su hijo, aunque lo fuese de una forma un tanto obligada, pues los padres de ambos muchachos los tenían casi todo el día juntos. Realmente, Gaidel hacía mejores migas con Shinta o Kanako. En cuanto a Goenitz, no tenía realmente más amigos. Que su padre lo pusiese siempre como ejemplo a seguir delante de la clase no ayudaba mucho. La única con la que quizás tuviese un buen trato era con Kanako, incluso aunque Goenitz la tratase con desprecio. Y es que la pobre Kanako era incapaz de tener un mal concepto de nadie.