Les llevo 3 días terminar de ordenar el piso. Con todo en su sitio, hasta parecía más espacioso, aunque seguía sin ser una mansión. La decoración era austera, funcional, no se habían permitido demasiados lujos. Pero así era mejor, cuantas menos cosas hubiese, más fácil sería limpiar. Al día siguiente de haber terminado, ya comenzaron las clases. Los 3 tuvieron la suerte o desgracia de que les tocase horario de mañana y, como las facultades estaban cercanas entre sí, ya iban y volvían juntos. Tras la presentación, Gaidel quedó impresionado porque los profesores de su facultad, incluido el rector, no parecían tener mucho más de 30 años, excepto quizás uno o dos. Además aparentaban tener un trato familiar con los alumnos, al contrario que los de Goenitz, que parecían ser todos cincuentones arrogantes (algo lógico teniendo en cuenta que Biología son solamente 5 años y Medicina son 6+MIR+especialidad). Claro que Goenitz no esperaba otra cosa, quizás porque su padre, aunque catedrático de la Facultad de Derecho y de otra Universidad, rondaba también los 50 y su arrogancia era palpable. En cuanto a Kanako, había quedado tan asustada por el típico discurso de "Ahora ya no estáis en el instituto y las cosas no van a ser tan fáciles" que ni se había fijado en los profesores.

Nada más llegar a casa, el teléfono empezó a sonar. Goenitz descolgó el auricular.

-¿Diga? (...) Sí. (...) Ah, hola, señora. ¿Cómo va todo? (...) Me alegro mucho. (...) Bien, gracias. (...) Sí, ahora le paso. ¡Gaidel, tu madre al teléfono!

-¡Voy!

Gaidel corrió por el pasillo y, tras tropezar con el marco de la puerta, cogió el teléfono.

-Hola, mamá, ¿qué tal?

-Bien, gracias. ¿Y tú qué tal?

-Por aquí... Acabo de volver de la universidad.

-Ya lo supongo. Llamé antes y no contestó nadie. ¿Cómo te fue?

-De momento bien, pero sólo fue la presentación. El edificio es del año de la pera y parece una cárcel, pero bueno, es lo de menos.

-¿Y qué tal con los compañeros de piso?

-Pues igual que ayer, igual que anteayer, todo bien. Mamá, no hace falta que me llames todos los días, estoy bien. Si necesito algo ya llamaré.

El tono de la madre de Gaidel sonó ligeramente ofendido.

-No puedo evitar preocuparme por ti, cariño. Viviendo en una ciudad distinta, relacionándote con quién sabe qué gente, es fácil que olvides tus prioridades y pierdas el rumbo.

-Mamá...- protestó Gaidel.- Conozco bien mis prioridades.

Gaidel "olvidó" mencionar que sus prioridades no eran exactamente las mismas que las que sus padres querían que fuesen. De momento solo pensaba en sacar la carrera y conseguir un trabajo honrado que lo alejase de toda aquella locura.

-Sí, pero... Bueno, al menos me quedo tranquila sabiendo que vives con quien vives. Me alegra saber que tienes a Goenitz como compañero de piso. Es un buen chico.

Gaidel se frotó el vendaje del brazo con la otra mano, casi involuntariamente.

-Sí, buenísimo.

-¿Qué quieres decir con eso?- preguntó la madre de Gaidel, consciente del tono sarcástico de su hijo.

-Nada, mamá, olvídalo. Ya te llamaré, ¿vale?

-Está bien. Cuídate mucho.

-Sí, vale... Adiós.

-Hasta luego.

Gaidel colgó el teléfono y se dirigió a la cocina, donde los otros 2 ponían la mesa.

-¿Qué hay de comer?- preguntó.

-Croquetas quemadas por fuera y congeladas por dentro.- rió Kanako con una risa suave y alegre.- Definitivamente, no sé cocinar.

-No te preocupes, ninguno de nosotros sabe.- la animó Gaidel, mientras ponía las servilletas en la mesa.

-No creo que sea tan difícil descongelar unas croquetas, solo hay que ponerlas en la sartén.- alardeó Goenitz.

-Te lo recordaré a la noche, que te toca cocinar. A ver si tú lo puedes haces mejor.

Goenitz gruñó y puso el plato con croquetas sobre la mesa. Kanako y Gaidel se sentaron y se sirvieron. Gaidel le hincó el diente a la primera croqueta.

-Bueno... Lo congelado está más... crujiente.

Kanako hizo lo mismo.

-Sí, y el contraste frío-caliente les da un toque exótico.

Goenitz también probó una.

-Definitivamente, a la noche cocino yo.

Kanako y Gaidel intercambiaron miradas y celebraron la idea. Goenitz, por su parte, engulló la comida a una velocidad solo superada por Sie Kensou y Li Xiang Fei y se levantó de la mesa cuando los otros dos apenas habían empezado.

-Bueno, tengo cosas más importantes que hacer.

Y dicho eso, se encerró en su habitación. La primera vez no les extrañó, pero acorde iban pasando los días y todo el tiempo libre que tenían, Goenitz lo pasaba en su habitación, sin salir más que para pedir de vez en cuando algún libro de consulta a sus compañeros. Sabían que no se pasaba el tiempo estudiando porque, simplemente, no lo necesitaba. Goenitz siempre había tenido una memoria portentosa y había sacado las mejores notas cuando ni siquiera le importaban los estudios. Si Kanako o Gaidel le preguntaban qué hacía durante tanto tiempo, Goenitz contestaba: "Trabajo". Finalmente optaron por olvidarse de él e ir cada uno a su aire. Al fin y al cabo no era como si fuesen partes de un mismo organismo. Muchas veces Gaidel y Kanako salían, pero Goenitz siempre estaba demasiado ocupado en sus cosas. Quizás por eso Gaidel se sorprendió tanto cuando una noche, al pasar por delante de su habitación, vio a Goenitz con 2 camisas en la mano, mirándolas con indecisión.

-Ponte la azul.- dijo, como si le hubiesen pedido la opinión.

Goenitz se dio la vuelta, sorprendido al saberse observado. Probablemente ni se había percatado de que su puerta estaba abierta.

-Ah, eres tú.- masculló con indiferencia.

-¿Vas a salir?- interrogó Gaidel.

-Es la fiesta de Medicina.- explicó.- Algunos compañeros me han convencido para que vaya.

Esa sí que era buena. En casi dos meses que llevaban allí, Goenitz no había salido un solo día, ni con gente de su carrera ni con otra gente. Ni siquiera había contado que tuviese trato con sus compañeros.

-Qué bien. Podemos ir Kanako y yo también. Ya hemos estado en dos de Biología y una de Económicas, así que nos falta ir a la de Medicina.

Goenitz miró a Gaidel por encima del hombro y no hizo ningún comentario.

-No te molesta, ¿verdad?

-¿A mi? ¿Por qué iba a molestarme?

El inocente muchacho no captó el sarcasmo en las palabras del que consideraba su mejor amigo. Finalmente, los 3 fueron a la fiesta, que más bien era una reunión en un bar normal y corriente, solo que con más estudiantes de Medicina por metro cuadrado de los que se podría imaginar y con las copas a mitad de precio. El lugar estaba abarrotado y Goenitz enseguida se perdió entre la multitud para saludar a algunos de sus compañeros, dejando a Kanako y Gaidel solos. Sin saber qué hacer, y sintiéndose fuera de lugar, se sentaron en una mesa a charlar. Finalmente, decidieron que era mejor irse por su cuenta, ya que la única persona a la que conocían allí no demostraba el más mínimo interés en ellos. Gaidel se dirigió al corrillo en el que discutían animadamente un grupo de personas, entre ellas Goenitz. No quería interrumpir, así que permaneció a un lado, esperando que su amigo se percatase de su presencia. Pasaron varios minutos antes de que esto sucediese.

-Ah, hola... ¿Quieres algo?

-Escucha, Kanako y yo...- Gaidel miró hacia la muchacha que, sorprendentemente, había entablado conversación con otra chica.- Bah, no importa, ya hablaremos luego.

-Oye, Goenitz.- intervino una de las presentes.- ¿No haces las presentaciones?

-Ah, es Gaidel, uno de mis compañeros de piso.

-¿Eres el que estudia Económicas?- preguntó otro.

-No, esa es Kanako.- Gaidel señaló hacia donde estaba su compañera.- Yo hago Biología.

-¿Biología? ¿Cuánto piden para eso? ¿Un 5?

Gaidel frunció el ceño, sintiéndose despreciado.

-No lo sé, yo lo escogí porque me gustaba. Podría haber escogido Medicina... Si le viese la gracia a abrir gente en canal.

-La gracia de abrir gente en canal es conoces el funcionamiento de su organismo.- explicó la primera que había hablado.- Además, ¿vosotros no tenéis prácticas de vivisección?

-De momento solo con algas, afortunadamente.

-¿Te acuerdas del video que nos pasaron en Citología?- exclamó uno que aún no había hablado, dándole un codazo al de al lado.

-¿El de la rata?

-Sí. Es increíble cómo le hacían 2 cortes en la piel y se la arrancaban de cuajo. Eso sí que es práctica y lo demás son tonterías.

-Ah, ya. Y cuando le metían el catéter en la aorta. Ahí yo ya pensé: "Tengo que estudiar cardiología".

(NOTA: el video en sí existe de verdad, y me consta que los alumnos de 1º de Medicina tienen que verlo en clase de Citología. La conversación está basada en hechos reales)

-Bueno, encantado de conoceros,- dijo Gaidel, con evidente intención de librarse de ellos.- pero no quiero dejar sola a Kanako. Adiós...

Gaidel se fue sin darles ni la oportunidad de despedirse, volvió junto a Kanako y se sentó a su lado.

-Me reitero en lo dicho: los alumnos de Medicina son todos unos sádicos.

-¡Eh! Yo no me considero sádica.- dijo la chica con la que estaba hablando Kanako, con un acento claramente extranjero. Gaidel no se había percatado de que seguía allí.

-Eso tendrás que demostrarlo.- respondió Gaidel con una sonrisa. Luego miró a Kanako.- Por cierto, ¿quién es?

-Ah sí, Gaidel, te presento a...

-Maisa.- le recordó la otra chica. Era de estatura media-alta, piel bronceada y largo pelo castaño y rizado, aunque recogido en una coleta. Sus rasgos eran muy marcados: ojos rasgados, nariz larga y recta, boca pequeña de labios finos y rostro alargado. A simple vista a Gaidel le pareció una mujer atractiva, aunque quizás con los ojos demasiado rasgados para una cara occidental.

-Maisa.- repitió Kanako.- La saludé creyendo conocerla, pero es imposible. Acaba de llegar de Brasil.

-Así es.- corroboró Maisa.- Me han dado una beca para estudiar aquí y estoy muy contenta porque hay universidades mucho mejores que las de Brasil.

-¡Vaya!- exclamó Gaidel.- ¿Y qué tal te acostumbras? Yo también soy de fuera, me vine aquí con mis padres cuando tenía 10 años y me costó bastante, teniendo en cuenta que yo me acostumbro a lo que me echen.

-Bueno... En general todo bien, aunque todavía no conozco a mucha gente. Además creo que si alguien vuelve a decirme algo acerca de bailar samba o de los carnavales de Río de Janeiro soy capaz de sacarle el intestino delgado por la boca y hacer un nudo marinero con él.- Maisa fingió darse cuenta de repente de algo.- Vaya... Ahora seguirás pensando que todos los estudiantes de Medicina somos sádicos.

Al terminar la frase sonrió muy levemente. Era extraño. Su forma de hablar y comportarse eran espontáneas y desinhibidas, su forma de vestir atendía más a comodidad que a estilo, en cambio la expresión de su cara y el ademán de sus gestos le daban un aire mucho más sofisticado del que muchas señoronas de la alta sociedad podrían llegar a tener después de largos años estudiando modales y protocolo.

-Lo seguiría pensando si no creyese que lo has dicho a propósito.- respondió Gaidel.

-Tienes razón.- reconoció Maisa. Luego se volvió hacia Kanako.- Oye, voy a la barra, ¿os traigo algo? Yo invito.

-No, es igual, ahora no tengo sed.- mintió Kanako, que en realidad tenía la garganta seca por culpa del ambiente cargado del lugar. Realmente no era una criatura nocturna.

-No seas tonta y no te gastes el dinero en nosotros.- respondió Gaidel, más directamente.

-No es molestia... Para dos personas que conozco me gustaría ser amable... por una vez en mi vida.

-La amabilidad no se paga.- repuso Gaidel.

-Qué profundo.- respondió Maisa, medio en broma.

-Según mi compañero de piso, es filosofía de baño público.

-Bueno... Algunas de las cosas más profundas se han escrito en puertas de baños públicos, ¿no?

-Sí,- bromeó Kanako.- Como "Mea bien, mea contento, pero mea dentro"

-O "En la ciudad de Calcuta hay una ley que condena a todos los hijos de puta que no tiran de la cadena".- añadió Gaidel.

-No son muy buenos ejemplos.- gruñó Maisa, simulando sentirse ofendida pero intentando contener la risa.

Mientras, Goenitz se acercó a ellos.

-Vaya, vaya, veo que conocéis a Maisa.- dijo con su sonrisa y su voz arrogante.- Sabed que es todo un honor, esta belleza no habla con nadie.

Maisa miró a Goenitz de arriba a abajo.

-Ah, tú eres el que se sienta detrás de mi en clase. Bueno... eh... Leopold... Normalmente suelo ir a clases para atender, no para establecer relaciones sociales.

Ante la atónita mirada de la joven brasileña, Gaidel estalló en carcajadas, a Kanako se le saltaron las lágrimas al intentar contener la risa y Goenitz frunció el ceño.

-¿Qué pasa?

-Tú no te has fijado cómo se le hincha la vena del cuello cada vez que alguien le llama Leopold...- se rió Gaidel.

-Si no te importa, llámame Goenitz.- le dijo con educación, tragándose las ganas de hacer que Gaidel se comiese su puño o uno de sus cada vez más efectivos ataques de viento.

-Oh... Está bien, Goenitz entonces.- respondió Maisa sin mucho interés. Luego miró a Kanako.- ¿Y a éste de qué lo conocéis?

-Es nuestro compañero de piso.- explicó Kanako, con un bostezo.

-Ah, ¿es éste? Qué pequeño es el mundo.

-Y que lo digas.- respondió Goenitz.- ¿Y qué te aleja de la tierra de la samba y los carnavales?

-¡Bravo!- exclamó Gaidel.- Te acaba de tocar el premio gordo. Abre la boca, creo que Maisa tiene una cuenta que saldar con tus intestinos.

-Bueno, como yo le llamé Leopold creo que estamos empatados.

Goenitz no entendió demasiado, pero sonrió altivamente y se sentó en el sitio que quedaba libre. Maisa, que se había puesto antes de pie y estaba apoyada en el respaldo de la silla, también tomó asiento. Los 4 comenzaron una conversación que duró una media hora. Después decidieron marcharse, pues Kanako, que no tenía aguante para trasnochar, se estaba cayendo del sueño.

-Bueno, Maisa, estoy encantada de haberte conocido, de veras.- sonrió Kanako con voz somnolienta.

-Igualmente. Me alegro de por fin conocer a alguien.

-¿Quieres que te acompañemos hasta la residencia o algo?- se ofreció Gaidel.- No sé qué me da dejar que te vayas sola.

-Chicos, he vivido desde los 7 años en un barrio bastante conflictivo de São Paulo. Sé cuidarme.

-Cómo quieras.- respondió.

-Pero sí hay algo que me gustaría pediros... En realidad a Goenitz.

-¿Qué quieres?- respondió el chaval.

-Bueno... No sé si es mucho pedir, pero me gustaría que me ayudases a revisar el vocabulario en mis apuntes... Todavía no sé usar bien los kanji y lo escribo casi todo en hiragana.

-Está bien.- accedió Goenitz, como si más que ayudarle con los apuntes fuese a salvarle la vida.- Si quieres puedes pasarte mañana que es sábado y revisamos esos apuntes. Mira... esta es la dirección.

Goenitz le dio una tarjeta de visita a la joven.

-¿Has hecho tarjetas de visita?- preguntó Gaidel asombrado.

-Hay que estar preparado, nunca se sabe cuándo se van a necesitar.

-Eres un snob. En vez de gastar el dinero en algo más productivo...

-Bueno,- intervino Maisa.- pues nos vemos mañana a eso de las... ¿12?

-De acuerdo entonces.

-¡Chao y gracias!- exclamó mientras se abrochaba la cazadora del todo y empezaba a andar. Los otros 3 chicos hicieron lo propio.

-Vaya... Creo que alguien ha ligado...- dijo Gaidel palmeando a su compañero en la espalda.

-No me marees, anda.