El telefonillo estuvo sonando durante un buen rato antes de que alguien se
diese cuenta y lo cogiese. Era Maisa. Subió las numerosas escaleras
corriendo, pues el ascensor estaba estropeado por enésima vez. Como todos
los sábados, había venido para repasar los apuntes con Goenitz. Gaidel le
abrió la puerta. Lo saludó con un tono amistoso, para después dirigirse al
sofá y dejarse caer sobre él, jadeante después de subir los 7 pisos. Gaidel
se sentó a su lado.
-Maisa... Lo siento, nos olvidamos de avisarte.
-¿De qué?- preguntó, recuperando poco a poco el aliento.
-Volvemos a Osaka por las vacaciones de Navidad. Nuestro autobús sale hoy. Creí que Goenitz te habría avisado.
-Ahora mismo estábamos haciendo el equipaje.- explicó Kanako, asomándose desde su habitación con un montón de ropa en brazos.
-Ah, ya veo...- murmuró Maisa, decepcionada.- Querréis celebrar las Navidades con vuestras familias, supongo.
Gaidel sonrió.
-En realidad ninguno de nosotros celebra la Navidad, pero nuestras familias nos reclaman por igual.
-Yo tengo que volver de todas, todas.- se justificó Kanako.- Va a ser el cumpleaños de mi sobrinito.
-¡Es cierto! ¡Ya-Shiro cumple años!- recordó Gaidel.
-No le llames Ya-Shiro...- protestó.- Aunque tenga el pelo blanco es un niño muy lindo.
(NOTA: Shiro en japonés significa blanco)
Goenitz salió de su habitación.
-Al menos muestra un poco de respeto hacia los reyes, ¿no?- le reprendió.
-Si lo respeto es por ser sobrino de una amiga mía, no por ser rey de nada. Y podrías tener un poco de sentido del humor, fue una broma sin malicia.
Maisa se apoyó en el hombro de Gaidel.
-¿De qué habláis?- interrogó.
-Cosas nuestras.- respondió Goenitz.
-Algún día te lo explico.- añadió Gaidel.
-Oye...- empezó Kanako, no muy decidida.- Tengo una idea.
Los demás la miraros animándola a continuar.
-No vas a volver a tu casa en Navidad, ¿verdad?- le preguntó a Maisa.
-¡Claro que no! Tengo que trabajar sólo para pagarme la estancia, no puedo permitirme pagar el viaje. Pero no me importa quedarme sola. Sólo son 15 días.
-Te invito a pasar las fiestas en mi casa. Tenemos varias habitaciones libres, de cuando mis hermanos todavía vivían con nosotros, y seguro que a mis padres no les importa.
En realidad a sus padres no les iba a hacer ninguna gracia, estaba totalmente segura, pero le daba pena que la pobre muchacha se tuviese que quedar sola, tan lejos de su casa.
-Gracias, pero no. En realidad casi no nos conocemos, y me sentiría rara si aceptase.
-En serio, no es ninguna molestia. ¿Por qué no vienes? Seguro que te gustaría Osaka.
-No se me ha perdido nada allí. Todas las grandes ciudades son iguales. Prefiero quedarme y aprovechar para ir preparando los exámenes.
-¿De verdad?- le preguntó Gaidel.- Creo que a los tres nos gustaría que vinieses.
-De verdad... Además, prefiero no deberle favores a nadie.
-Tú sabrás.
-Venga, os ayudo con el equipaje.
Y así, los 3 volvieron a casa, dejando a Maisa pasar las Navidades sola. Durante dichas fechas no pasó nada fuera de lo común, solamente las típicas preguntas de la familia cuando uno regresa a casa después de haber pasado una temporada fuera. Goenitz aprovechó para alardear delante de sus padres sobre sus progresos en su control del viento, Kanako sufrió una regresión a los tiempos de la infancia al reencontrarse después de varios años con la familia al completo en el segundo cumpleaños de su sobrino, y en cuanto a Gaidel, volvió a tener que soportar los sermones paternos acerca de los objetivos en la vida. Maisa... Bueno, ella tuvo que lidiar con el aburrimiento, pues la mayor parte de los estudiantes habían vuelto a sus casas y estaba prácticamente sola en la residencia, pero se las arregló para entretenerse haciendo cosas productivas. Cuando las vacaciones terminaron, todo volvió a la rutina escolar. Cuando los tres chicos entraron en el piso se encontraron con la agradable sorpresa de tenerlo todo limpio y además encontrar las esquinas adornadas con plantas. Maisa los estaba esperando, sentada en el sofá y con el gato en el regazo.
-¡Hola!- exclamó Gaidel sorprendido.
-¡Hola, Maisa-chan!- saludó Kanako alegremente.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Goenitz.- ¿Y qué es todo esto?
Maisa se puso en pie mientras dejaba el gato en el suelo.
-Os estaba esperando.- sonrió la muchacha con su habitual sonrisa suave que parecía ensayada.- Como me dejasteis la llave para que le diese de comer al gato tenía tres opciones: limitarme a darle de comer al gato, desvalijar la casa o mantenerlo todo limpio y ordenado. Durante un tiempo me planteé lo segundo, pero probablemente sospechaseis de mi.
-¿Y estas...- Goenitz buscó una palabra que no sonase ofensiva, decidiéndose finalmente por la más obvia.- plantas?
-Bueno, quería compensaros por haber dejado que el gato os destrozase el sofá con las uñas, y como esta casa se ve tan triste... Bueno, triste no es la palabra, está tan desamueblada que parecen los dormitorios del servicio militar.
-Bueno, ya sé que no es muy lujoso, pero Gaidel se empeñó en sólo traer las cosas más imprescindibles. Dice que no hay sitio.
-Es que no hay sitio. Puede que Maisa tenga razón, si sustituímos los despertadores por un corneta que toque "Quinto, levanta" no se distinguiría esto de un cuartel, pero es mejor que llenar la casa de cosas inútiles que nos roben sitio.
-¿Cosas inútiles?- protestó Goenitz.- ¿Y para qué queremos un puñado de plantas que se nos va a olvidar regar y se van a secar?
-Vaya...- murmuró Maisa, decepcionada.- Pensé que sería una buena idea, pero no pasa nada. Me las vuelvo a llevar a la residencia, aunque ya tenga mi habitación un poco sobresaturada, y aquí no pasó nada.
En realidad con sus 3 reducidas habitaciones, una cocina-salita que daba directamente a la puerta de entrada, un cuarto de baño en el que había que sentarse en el w.c. para poder abrir la puerta y una terraza de unos 2 ó 3 metros cuadrados como máximo, no había demasiado sitio para elementos decorativos como plantas, pero Gaidel se sintió mal por Maisa, que se había tomado la molestia.
-No, si a mi me gusta. Un par de plantas casi no ocupan sitio y le dan un poco de vida a esto.
-A mi me encantan las plantas.- corroboró Kanako con tono afable.- ¿Qué tipo de flor dan?
-Pues estas en concreto no dan flor.- explicó Maisa.
Gaidel se agachó frente a la más cercana para mirarla.
-Es comprensible teniendo en cuenta que ésta, por ejemplo, parece de la familia de los helechos.- Gaidel se puso a examinar la planta.- Es genial, en prácticas de Botánica hemos estado viendo de estos. Es curioso, porque el esporófito en estas plantas...- se dio cuenta de que nadie lo escuchaba.- Ah, vale, no os interesa.
-Qué crío eres.- comentó Goenitz con arrogancia.- Te emocionas con cualquier yerbajo. Por cierto, Maisa, espero que no me hayas malinterpretado, acradezco de veras el gesto que has tenido.
-De nada.- respondió Maisa con tono neutral. Luego se agachó y tomó una hoja de la planta entre las manos, sin arrancarla. Se quedó algo pensativa.- Casi todas son de cerca de la aldea donde nací. Está en medio de la selva, quizás por eso siempre termino rodeándome de plantas. Las ciudades me parecen deprimentes, aunque no sé por qué os cuento esto.- Maisa terminó con una media sonrisa nerviosa.
-No, no, si te entiendo.- respondió Goenitz.- Porque lo que a ti te pasa con las ciudades a mi me pasa con el campo. No hay comodidades, y tienes que vivir lejos de todo. Supongo que es lo mismo pero al revés.
-Pues a mi me encantaría vivir en un sitio así,- dijo Gaidel con el tono ilusionado de un niño.- uno de esos paraísos naturales donde uno querría perderse para siempre, alejado de todo el mundo, viviendo mi propia vida...- Gaidel miró a Goenitz a los ojos.- Un lugar tan alejado de todo que ni siquiera el destino pudiese encontrarme.
Maisa miró a Gaidel, impresionada por sus palabras. Tardó unos segundos en encontrar palabras.
-Ojalá todo el mundo pensase como tú. Cuando yo nací era una aldea pequeña pero próspera, pero ahora todo el mundo se está marchando a la ciudad en busca de comodidades. Solo quedan mis abuelos y otro par de familias.
-Es muy triste...- susurró Kanako, afligida.
-A mi me parece lo más normal.- replicó Goenitz.- Los humanos buscan su propia comodidad y olvidan sus raíces con la tierra. Por eso el mundo está como está. ¿Y qué vamos a hacer? No se puede cambiar la naturaleza del ser humano.
-Nunca te había oído decir nada con tanto sentido, amigo.- sonrió Gaidel, palmeando la espalda de Goenitz.- Pero como ya sabes, yo creo que sí se puede cambiar.
-No se puede cambiar lo que está escrito.
-Pues a mi me parece una hipocresía que hables de personas que olvidan sus raíces con la tierra cuando acabas de declararte amante de las ciudades.- Maisa utilizó un tono de voz agresivo.- ¿Sabes? Desde que te conocí he pensado que eres un tipo raro pero, ¿cómo no lo vas a ser si ni siquiera tienes claro lo que quieres? Te contradices a ti mismo. Yo creo que te esfuerzas por ser como crees que tienes que ser en vez de ser tú mismo. Y no lo digo solo por esto... son más cosas.
Goenitz miró a Maisa. Estaba sonriendo, pero sus ojos reflejaban ira.
-Estúpida... No puedes juzgarme, ni siquiera me conoces de verdad.
Una repentina ráfaga de viento sacudió una de las estanterías, haciendo que un par de libros cayesen al suelo. Maisa resopló, airada.
-No tengo por qué tolerar que me llamen estúpida.- respondió con orgullo- Nos vemos.
Y dicho eso, se puso su vieja cazadora vaquera, abrió la puerta y se marchó dando un portazo.
-Menudo carácter tenéis los dos...- murmuró Kanako, mientras se agachaba a recoger los libros caídos.
-Yo no he hecho nada.- respondió Goenitz altivamente.- No es mi culpa que esa humana tenga una bocaza tan grande y hable sin saber lo que dice. No soporto a la gente tan arrogante.
-Como siempre, habló el más indicado.- masculló Gaidel.
-¿Qué insinúas?
-No insinúo nada, afirmo. Y ahora haz el favor de alcanzar a Maisa y hablar con ella.
-No tengo nada que hablar con ella. Si tiene interés en arreglar las cosas que sea ella quien me pida disculpas a mi.
Gaidel miró a su compañero de reojo mientras se volvía a abrochar el abrigo.
-No importa, ya voy yo... Ahora vuelvo.
Gaidel salió corriendo detrás de Maisa. Kanako se acercó a Goenitz.
-Te gusta, te gusta...- canturreó con picardía, sin por ello perder su natural dulzura.
-No me gusta, me saca de quicio, que no tiene nada que ver.
-Ya, ya... Dices eso con todo el mundo.
-Porque siempre es cierto, lo que pasa es que tienes vocación de casamentera.
Kanako se río casi inaudiblemente.
-Es cierto...
Mientras, Gaidel no lograba localizar a Maisa por el camino, así que decidió ir a buscarla a la residencia donde vivía. Era un edificio alto, que recordaba en cierto modo a una colmena. Trató de recordar la habitación en la que se alojaba... 511. Entró en el edificio, ya que la puerta estaba abierta. En la recepción no había nadie. Cogió el ascensor del ala "A" al 5º piso, junto con una chica que lo estuvo mirando todo el rato y que se quedó en el ascensor cuando él se bajó. El pasillo tenía una iluminación pobre y las paredes estaban viejas y sucias, típico de las residencias públicas que dependían de subvenciones del estado. Había varias chicas por los pasillos, y todas se le quedaron mirando. Llamó a la puerta con los nudillos, y la compañera de habitación de Maisa, una siempre alegre muchacha de estatura reducida cuyo nombre era Nekomi. Aunque no se conocían de nada, se quedó muy sorprendida de ver a Gaidel.
-¿Está Maisa?- preguntó Gaidel, y no le hizo falta esperar a que respondiese, puesto que ésta se asomó al oír su voz.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Maisa, apartando a Nekomi y haciéndolo pasar.
-Vine a hablar contigo.
-Pasa y cierra, anda.- la voz de Maisa sonaba sorprendida y como si estuviese a punto de echarse a reír.- ¿No sabes que el ala "A" es solo para chicas y cualquier chico que se meta aquí podría estar en un serio problema? Y yo también, por encubrirte.
-Y yo, que no tengo nada que ver con esto.- respondió Nekomi enfadada, mirando a Maisa como exhortándola a echar al inesperado visitante.
Gaidel se sonrojó ligeramente, pero se lo tomó con filosofía.
-Creo que ya sé por qué todo el mundo me miraba tan raro... Y yo que pensaba que me encontraban atractivo... Qué desilusión.
-Bueno, ¿qué quieres?- preguntó Maisa con sequedad, recordando los acontecimientos recientes, aunque Gaidel no hubiese tenido nada que ver.
Gaidel se sentó en una de las camas. Era cierto que la habitación estaba sobresaturada. Plantas, muñecos de peluche, ropa tirada, posters en las paredes...
-Te diré. Venía a disculparme por el comportamiento de Goenitz. Ya sabes lo arrogante que es.
-A ver si te entiendo. ¿Vienes a disculparte de parte de Goenitz? ¿Y por qué no viene él?
-Ya lo conoces... Creo que preferiría morirse antes que reconocer que no tiene razón, pero en el fondo es buena gente.
Maisa se sentó al lado de Gaidel. Trató de buscar la mejor forma de expresar lo que estaba pensando.
-Me parece que ahí es donde te equivocas.
-¿Eh?
-Bueno, normalmente se me da bastante bien mirar debajo de la máscara de la gente y... bueno...
-Creo que no te sigo.
-Llámale solo intuición, pero le veo algo raro a ese tipo. No es solo que sea raro, hay algo en él que no me gusta.
-Sólo porque no te caiga bien no puedes decir que no es buena gente. Ya sé que tiene sus cosas, como todo el mundo, pero es mi mejor amigo y creo que lo conozco mejor que nadie como para poder decir que es buena persona. Lo que le pasa es que desde pequeño le han lavado mucho el cerebro. Yo he pasado por lo mismo, y créeme si te digo que no es fácil llevarlo. Solo le hace falta aclararse las ideas.
-Si tú lo dices será cierto, pero no te pongas así.
-Además, tú puedes decir misa, pero si te cae tan mal y aún así dejas que te siga ayudando con los apuntes, lo estás utilizando. Eso tampoco te deja en muy buen lugar.
-¿Has venido a insultarme tú también?- preguntó Maisa con despecho.
-¡No!- exclamó Gaidel, advirtiendo que quizás había sido un poco rudo en sus palabras.- Lo siento, es que nunca he encajado bien que hablen mal de mis amigos y no entiendo por qué si te cae tan mal lo soportas en vez de buscarte otra persona que te ayude. Con lo grande que es esta residencia seguro que por aquí vive alguna compañera tuya que te pueda ayudar.
Maisa espiró con fuerza.
-Vale... Lo reconozco. No le pedí a Goenitz ayuda con los apuntes sólo porque la necesitase. Es que me habíais caído muy bien... en ese momento los tres... y fue la mejor forma que se me ocurrió de volver a quedar con vosotros. Ya sabes, métodos desesperados de recién llegada que no conoce a nadie.
Gaidel sonrió ampliamente.
-¿Y no sería más fácil habernos preguntado si queríamos quedar contigo algún día?
-Quizás...- respondió Maisa crípticamente. Se quedó callada por unos instantes, y viendo que Gaidel no decía nada, prosiguió.- Oye...
-¿Qué?
-Después de todo esto no voy a volver a revisar apuntes con Goenitz, pero me gustaría que pudiésemos seguir quedando.
-¡Pues claro!- replicó Gaidel como si no hubiese otra posibilidad.- Lo que es más, debes seguir quedando con Kanako y conmigo si quieres demostrarnos que te importamos al menos algo. Porque si solo por una pelea con uno de nosotros te olvidas de los tres...
-Trato hecho.- sonrió Maisa estrechando la mano de Gaidel. Luego puso cara de recordar algo.- Y ahora es mejor que te vayas antes de que corra la voz de que hay un chico suelto por la residencia.
-Ni que fuese una fiera peligrosa...
-Tú no...- Maisa se puso en pie y abrió la puerta de la habitación.- Pero ellas sí lo son.
Gaidel también se puso en pie y se dirigió a la salida.
-Mañana te vienes a comer con nosotros, ¿vale?- ofreció Gaidel mientras se alejaba por el pasillo bajo las atentas miradas de casi todas las chicas del 5º piso y algunas de otros que estaban de paso.
-Pero...- Maisa no pudo terminar la frase, pues Gaidel había echado a correr para no darle tiempo a rechazar la oferta.
-Maisa... Lo siento, nos olvidamos de avisarte.
-¿De qué?- preguntó, recuperando poco a poco el aliento.
-Volvemos a Osaka por las vacaciones de Navidad. Nuestro autobús sale hoy. Creí que Goenitz te habría avisado.
-Ahora mismo estábamos haciendo el equipaje.- explicó Kanako, asomándose desde su habitación con un montón de ropa en brazos.
-Ah, ya veo...- murmuró Maisa, decepcionada.- Querréis celebrar las Navidades con vuestras familias, supongo.
Gaidel sonrió.
-En realidad ninguno de nosotros celebra la Navidad, pero nuestras familias nos reclaman por igual.
-Yo tengo que volver de todas, todas.- se justificó Kanako.- Va a ser el cumpleaños de mi sobrinito.
-¡Es cierto! ¡Ya-Shiro cumple años!- recordó Gaidel.
-No le llames Ya-Shiro...- protestó.- Aunque tenga el pelo blanco es un niño muy lindo.
(NOTA: Shiro en japonés significa blanco)
Goenitz salió de su habitación.
-Al menos muestra un poco de respeto hacia los reyes, ¿no?- le reprendió.
-Si lo respeto es por ser sobrino de una amiga mía, no por ser rey de nada. Y podrías tener un poco de sentido del humor, fue una broma sin malicia.
Maisa se apoyó en el hombro de Gaidel.
-¿De qué habláis?- interrogó.
-Cosas nuestras.- respondió Goenitz.
-Algún día te lo explico.- añadió Gaidel.
-Oye...- empezó Kanako, no muy decidida.- Tengo una idea.
Los demás la miraros animándola a continuar.
-No vas a volver a tu casa en Navidad, ¿verdad?- le preguntó a Maisa.
-¡Claro que no! Tengo que trabajar sólo para pagarme la estancia, no puedo permitirme pagar el viaje. Pero no me importa quedarme sola. Sólo son 15 días.
-Te invito a pasar las fiestas en mi casa. Tenemos varias habitaciones libres, de cuando mis hermanos todavía vivían con nosotros, y seguro que a mis padres no les importa.
En realidad a sus padres no les iba a hacer ninguna gracia, estaba totalmente segura, pero le daba pena que la pobre muchacha se tuviese que quedar sola, tan lejos de su casa.
-Gracias, pero no. En realidad casi no nos conocemos, y me sentiría rara si aceptase.
-En serio, no es ninguna molestia. ¿Por qué no vienes? Seguro que te gustaría Osaka.
-No se me ha perdido nada allí. Todas las grandes ciudades son iguales. Prefiero quedarme y aprovechar para ir preparando los exámenes.
-¿De verdad?- le preguntó Gaidel.- Creo que a los tres nos gustaría que vinieses.
-De verdad... Además, prefiero no deberle favores a nadie.
-Tú sabrás.
-Venga, os ayudo con el equipaje.
Y así, los 3 volvieron a casa, dejando a Maisa pasar las Navidades sola. Durante dichas fechas no pasó nada fuera de lo común, solamente las típicas preguntas de la familia cuando uno regresa a casa después de haber pasado una temporada fuera. Goenitz aprovechó para alardear delante de sus padres sobre sus progresos en su control del viento, Kanako sufrió una regresión a los tiempos de la infancia al reencontrarse después de varios años con la familia al completo en el segundo cumpleaños de su sobrino, y en cuanto a Gaidel, volvió a tener que soportar los sermones paternos acerca de los objetivos en la vida. Maisa... Bueno, ella tuvo que lidiar con el aburrimiento, pues la mayor parte de los estudiantes habían vuelto a sus casas y estaba prácticamente sola en la residencia, pero se las arregló para entretenerse haciendo cosas productivas. Cuando las vacaciones terminaron, todo volvió a la rutina escolar. Cuando los tres chicos entraron en el piso se encontraron con la agradable sorpresa de tenerlo todo limpio y además encontrar las esquinas adornadas con plantas. Maisa los estaba esperando, sentada en el sofá y con el gato en el regazo.
-¡Hola!- exclamó Gaidel sorprendido.
-¡Hola, Maisa-chan!- saludó Kanako alegremente.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Goenitz.- ¿Y qué es todo esto?
Maisa se puso en pie mientras dejaba el gato en el suelo.
-Os estaba esperando.- sonrió la muchacha con su habitual sonrisa suave que parecía ensayada.- Como me dejasteis la llave para que le diese de comer al gato tenía tres opciones: limitarme a darle de comer al gato, desvalijar la casa o mantenerlo todo limpio y ordenado. Durante un tiempo me planteé lo segundo, pero probablemente sospechaseis de mi.
-¿Y estas...- Goenitz buscó una palabra que no sonase ofensiva, decidiéndose finalmente por la más obvia.- plantas?
-Bueno, quería compensaros por haber dejado que el gato os destrozase el sofá con las uñas, y como esta casa se ve tan triste... Bueno, triste no es la palabra, está tan desamueblada que parecen los dormitorios del servicio militar.
-Bueno, ya sé que no es muy lujoso, pero Gaidel se empeñó en sólo traer las cosas más imprescindibles. Dice que no hay sitio.
-Es que no hay sitio. Puede que Maisa tenga razón, si sustituímos los despertadores por un corneta que toque "Quinto, levanta" no se distinguiría esto de un cuartel, pero es mejor que llenar la casa de cosas inútiles que nos roben sitio.
-¿Cosas inútiles?- protestó Goenitz.- ¿Y para qué queremos un puñado de plantas que se nos va a olvidar regar y se van a secar?
-Vaya...- murmuró Maisa, decepcionada.- Pensé que sería una buena idea, pero no pasa nada. Me las vuelvo a llevar a la residencia, aunque ya tenga mi habitación un poco sobresaturada, y aquí no pasó nada.
En realidad con sus 3 reducidas habitaciones, una cocina-salita que daba directamente a la puerta de entrada, un cuarto de baño en el que había que sentarse en el w.c. para poder abrir la puerta y una terraza de unos 2 ó 3 metros cuadrados como máximo, no había demasiado sitio para elementos decorativos como plantas, pero Gaidel se sintió mal por Maisa, que se había tomado la molestia.
-No, si a mi me gusta. Un par de plantas casi no ocupan sitio y le dan un poco de vida a esto.
-A mi me encantan las plantas.- corroboró Kanako con tono afable.- ¿Qué tipo de flor dan?
-Pues estas en concreto no dan flor.- explicó Maisa.
Gaidel se agachó frente a la más cercana para mirarla.
-Es comprensible teniendo en cuenta que ésta, por ejemplo, parece de la familia de los helechos.- Gaidel se puso a examinar la planta.- Es genial, en prácticas de Botánica hemos estado viendo de estos. Es curioso, porque el esporófito en estas plantas...- se dio cuenta de que nadie lo escuchaba.- Ah, vale, no os interesa.
-Qué crío eres.- comentó Goenitz con arrogancia.- Te emocionas con cualquier yerbajo. Por cierto, Maisa, espero que no me hayas malinterpretado, acradezco de veras el gesto que has tenido.
-De nada.- respondió Maisa con tono neutral. Luego se agachó y tomó una hoja de la planta entre las manos, sin arrancarla. Se quedó algo pensativa.- Casi todas son de cerca de la aldea donde nací. Está en medio de la selva, quizás por eso siempre termino rodeándome de plantas. Las ciudades me parecen deprimentes, aunque no sé por qué os cuento esto.- Maisa terminó con una media sonrisa nerviosa.
-No, no, si te entiendo.- respondió Goenitz.- Porque lo que a ti te pasa con las ciudades a mi me pasa con el campo. No hay comodidades, y tienes que vivir lejos de todo. Supongo que es lo mismo pero al revés.
-Pues a mi me encantaría vivir en un sitio así,- dijo Gaidel con el tono ilusionado de un niño.- uno de esos paraísos naturales donde uno querría perderse para siempre, alejado de todo el mundo, viviendo mi propia vida...- Gaidel miró a Goenitz a los ojos.- Un lugar tan alejado de todo que ni siquiera el destino pudiese encontrarme.
Maisa miró a Gaidel, impresionada por sus palabras. Tardó unos segundos en encontrar palabras.
-Ojalá todo el mundo pensase como tú. Cuando yo nací era una aldea pequeña pero próspera, pero ahora todo el mundo se está marchando a la ciudad en busca de comodidades. Solo quedan mis abuelos y otro par de familias.
-Es muy triste...- susurró Kanako, afligida.
-A mi me parece lo más normal.- replicó Goenitz.- Los humanos buscan su propia comodidad y olvidan sus raíces con la tierra. Por eso el mundo está como está. ¿Y qué vamos a hacer? No se puede cambiar la naturaleza del ser humano.
-Nunca te había oído decir nada con tanto sentido, amigo.- sonrió Gaidel, palmeando la espalda de Goenitz.- Pero como ya sabes, yo creo que sí se puede cambiar.
-No se puede cambiar lo que está escrito.
-Pues a mi me parece una hipocresía que hables de personas que olvidan sus raíces con la tierra cuando acabas de declararte amante de las ciudades.- Maisa utilizó un tono de voz agresivo.- ¿Sabes? Desde que te conocí he pensado que eres un tipo raro pero, ¿cómo no lo vas a ser si ni siquiera tienes claro lo que quieres? Te contradices a ti mismo. Yo creo que te esfuerzas por ser como crees que tienes que ser en vez de ser tú mismo. Y no lo digo solo por esto... son más cosas.
Goenitz miró a Maisa. Estaba sonriendo, pero sus ojos reflejaban ira.
-Estúpida... No puedes juzgarme, ni siquiera me conoces de verdad.
Una repentina ráfaga de viento sacudió una de las estanterías, haciendo que un par de libros cayesen al suelo. Maisa resopló, airada.
-No tengo por qué tolerar que me llamen estúpida.- respondió con orgullo- Nos vemos.
Y dicho eso, se puso su vieja cazadora vaquera, abrió la puerta y se marchó dando un portazo.
-Menudo carácter tenéis los dos...- murmuró Kanako, mientras se agachaba a recoger los libros caídos.
-Yo no he hecho nada.- respondió Goenitz altivamente.- No es mi culpa que esa humana tenga una bocaza tan grande y hable sin saber lo que dice. No soporto a la gente tan arrogante.
-Como siempre, habló el más indicado.- masculló Gaidel.
-¿Qué insinúas?
-No insinúo nada, afirmo. Y ahora haz el favor de alcanzar a Maisa y hablar con ella.
-No tengo nada que hablar con ella. Si tiene interés en arreglar las cosas que sea ella quien me pida disculpas a mi.
Gaidel miró a su compañero de reojo mientras se volvía a abrochar el abrigo.
-No importa, ya voy yo... Ahora vuelvo.
Gaidel salió corriendo detrás de Maisa. Kanako se acercó a Goenitz.
-Te gusta, te gusta...- canturreó con picardía, sin por ello perder su natural dulzura.
-No me gusta, me saca de quicio, que no tiene nada que ver.
-Ya, ya... Dices eso con todo el mundo.
-Porque siempre es cierto, lo que pasa es que tienes vocación de casamentera.
Kanako se río casi inaudiblemente.
-Es cierto...
Mientras, Gaidel no lograba localizar a Maisa por el camino, así que decidió ir a buscarla a la residencia donde vivía. Era un edificio alto, que recordaba en cierto modo a una colmena. Trató de recordar la habitación en la que se alojaba... 511. Entró en el edificio, ya que la puerta estaba abierta. En la recepción no había nadie. Cogió el ascensor del ala "A" al 5º piso, junto con una chica que lo estuvo mirando todo el rato y que se quedó en el ascensor cuando él se bajó. El pasillo tenía una iluminación pobre y las paredes estaban viejas y sucias, típico de las residencias públicas que dependían de subvenciones del estado. Había varias chicas por los pasillos, y todas se le quedaron mirando. Llamó a la puerta con los nudillos, y la compañera de habitación de Maisa, una siempre alegre muchacha de estatura reducida cuyo nombre era Nekomi. Aunque no se conocían de nada, se quedó muy sorprendida de ver a Gaidel.
-¿Está Maisa?- preguntó Gaidel, y no le hizo falta esperar a que respondiese, puesto que ésta se asomó al oír su voz.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Maisa, apartando a Nekomi y haciéndolo pasar.
-Vine a hablar contigo.
-Pasa y cierra, anda.- la voz de Maisa sonaba sorprendida y como si estuviese a punto de echarse a reír.- ¿No sabes que el ala "A" es solo para chicas y cualquier chico que se meta aquí podría estar en un serio problema? Y yo también, por encubrirte.
-Y yo, que no tengo nada que ver con esto.- respondió Nekomi enfadada, mirando a Maisa como exhortándola a echar al inesperado visitante.
Gaidel se sonrojó ligeramente, pero se lo tomó con filosofía.
-Creo que ya sé por qué todo el mundo me miraba tan raro... Y yo que pensaba que me encontraban atractivo... Qué desilusión.
-Bueno, ¿qué quieres?- preguntó Maisa con sequedad, recordando los acontecimientos recientes, aunque Gaidel no hubiese tenido nada que ver.
Gaidel se sentó en una de las camas. Era cierto que la habitación estaba sobresaturada. Plantas, muñecos de peluche, ropa tirada, posters en las paredes...
-Te diré. Venía a disculparme por el comportamiento de Goenitz. Ya sabes lo arrogante que es.
-A ver si te entiendo. ¿Vienes a disculparte de parte de Goenitz? ¿Y por qué no viene él?
-Ya lo conoces... Creo que preferiría morirse antes que reconocer que no tiene razón, pero en el fondo es buena gente.
Maisa se sentó al lado de Gaidel. Trató de buscar la mejor forma de expresar lo que estaba pensando.
-Me parece que ahí es donde te equivocas.
-¿Eh?
-Bueno, normalmente se me da bastante bien mirar debajo de la máscara de la gente y... bueno...
-Creo que no te sigo.
-Llámale solo intuición, pero le veo algo raro a ese tipo. No es solo que sea raro, hay algo en él que no me gusta.
-Sólo porque no te caiga bien no puedes decir que no es buena gente. Ya sé que tiene sus cosas, como todo el mundo, pero es mi mejor amigo y creo que lo conozco mejor que nadie como para poder decir que es buena persona. Lo que le pasa es que desde pequeño le han lavado mucho el cerebro. Yo he pasado por lo mismo, y créeme si te digo que no es fácil llevarlo. Solo le hace falta aclararse las ideas.
-Si tú lo dices será cierto, pero no te pongas así.
-Además, tú puedes decir misa, pero si te cae tan mal y aún así dejas que te siga ayudando con los apuntes, lo estás utilizando. Eso tampoco te deja en muy buen lugar.
-¿Has venido a insultarme tú también?- preguntó Maisa con despecho.
-¡No!- exclamó Gaidel, advirtiendo que quizás había sido un poco rudo en sus palabras.- Lo siento, es que nunca he encajado bien que hablen mal de mis amigos y no entiendo por qué si te cae tan mal lo soportas en vez de buscarte otra persona que te ayude. Con lo grande que es esta residencia seguro que por aquí vive alguna compañera tuya que te pueda ayudar.
Maisa espiró con fuerza.
-Vale... Lo reconozco. No le pedí a Goenitz ayuda con los apuntes sólo porque la necesitase. Es que me habíais caído muy bien... en ese momento los tres... y fue la mejor forma que se me ocurrió de volver a quedar con vosotros. Ya sabes, métodos desesperados de recién llegada que no conoce a nadie.
Gaidel sonrió ampliamente.
-¿Y no sería más fácil habernos preguntado si queríamos quedar contigo algún día?
-Quizás...- respondió Maisa crípticamente. Se quedó callada por unos instantes, y viendo que Gaidel no decía nada, prosiguió.- Oye...
-¿Qué?
-Después de todo esto no voy a volver a revisar apuntes con Goenitz, pero me gustaría que pudiésemos seguir quedando.
-¡Pues claro!- replicó Gaidel como si no hubiese otra posibilidad.- Lo que es más, debes seguir quedando con Kanako y conmigo si quieres demostrarnos que te importamos al menos algo. Porque si solo por una pelea con uno de nosotros te olvidas de los tres...
-Trato hecho.- sonrió Maisa estrechando la mano de Gaidel. Luego puso cara de recordar algo.- Y ahora es mejor que te vayas antes de que corra la voz de que hay un chico suelto por la residencia.
-Ni que fuese una fiera peligrosa...
-Tú no...- Maisa se puso en pie y abrió la puerta de la habitación.- Pero ellas sí lo son.
Gaidel también se puso en pie y se dirigió a la salida.
-Mañana te vienes a comer con nosotros, ¿vale?- ofreció Gaidel mientras se alejaba por el pasillo bajo las atentas miradas de casi todas las chicas del 5º piso y algunas de otros que estaban de paso.
-Pero...- Maisa no pudo terminar la frase, pues Gaidel había echado a correr para no darle tiempo a rechazar la oferta.
