Maisa miró el reloj de la mesita de noche y se dio cuenta de que se le
hacía tarde. Dejó los apuntes desordenados sobre la cama, donde estaba
estudiando, y se apresuró a vestirse. Salió corriendo y recorrió las pocas
calles que separaban la residencia del piso de sus amigos. Cuando llamó el
timbre, Gaidel gritó desde dentro que ya estaba abierto.
-Espero que no tengas mucha hambre, porque hemos quemado la comida.- dijo Gaidel, que estaba tumbado en el sofá leyendo un libro.- Kanako ha bajado a ver si encuentra alguna tienda abierta. Siéntate, anda.
-¿Te molesta si pongo la tele?
Gaidel negó con la cabeza, así que la joven encendió la televisión y se sentó en el rincón libre del sofá. Goenitz abrió la puerta de su habitación y se asomó al oír hablar.
-¿Ya volvió Ka...- Goenitz interrumpió sus palabras al ver a Maisa.- Ah, eras tú. No creí que tuvieses el valor para volver por aquí.
-Tú has visto demasiados Westerns, ¿verdad?- preguntó Maisa con indiferencia. Luego se dio la vuelta en el sofá y miró a Goenitz.- Mira, haz el favor de olvidarte de mi y yo haré lo mismo por ti. Lo que menos me apetece es estar en un ambiente hostil, así que vamos a olvidarnos de lo de ayer, ¿vale?
Goenitz se encogió de hombros, en cierto modo aceptando hacer las paces.
-Venga, deja lo que sea que estés haciendo y siéntate aquí un rato con nosotros.- ofreció Gaidel, con intención de conciliar a sus dos amigos. Goenitz se lo pensó por un momento antes de responder.
-No, gracias.- Su forma de decir "gracias" denotaba que lo decía por simple formalismo.- Quiero terminar con esto antes de comer.
-Como quieras.- respondió Gaidel con indiferencia, volviendo a enfrascarse en la lectura y recostándose algo más, de forma que sus pies quedaron sobre el regazo de Maisa.
-¿Qué? ¿Estás cómodo?
Gaidel se dio cuenta. Acostumbrado a tener que compartir el pequeño sofá con otras 2 personas, no solía darle importancia a ese tipo de comportamiento, fuese él u otro el que se ponía cómodo a costa de los demás. Apartó los pies.
-Lo siento, no me di cuenta. A Goenitz también le molesta que lo haga.
-No me molesta, -replicó la muchacha.- y deja de hacer eso.
-¿El qué?- preguntó Gaidel extrañado.
-Estás intentando que ese tipo y yo nos llevemos bien.- Maisa se puso en pie y se sentó en el borde del sofá al lado de Gaidel.- Escucha, sé que te gustaría que quienes son tus amigos lo sean también entre sí, lo entiendo. Pero eso no siempre puede ser. No me cae bien y ya está, ¿es eso tan grave? Unas personas nos caen bien y otras mal, la vida es así.
-No sé... Solo me parece que si vieses algunas de sus cosas buenas y no solo sus defectos te caería mejor.
-Si veo sus virtudes... Es trabajador, perseverante, inteligente, en cierta forma educado... Y también un cretino total y un hipócrita... Bueno, o quizás no lo sea, pero yo lo veo así, y no hay nada que hacerle. El tiempo dirá quién tiene razón.
-Pero hasta entonces yo seguiré pensando que es una buena persona y un buen amigo.- replicó Gaidel, bastante molesto.
-Mira, te voy a decir una cosa más y luego no volveré a sacar el tema, no quiero que pienses que intento meter cizaña entre vosotros. En mi opinión, tú piensa lo que quieras, ni siquiera le caes bien. Te odia, te tiene tanta envidia que no te puede ni ver delante. Lo que para ti es un juego para él es una batalla campal.
Gaidel miró a Maisa como si estuviese loca.
-Goenitz no me tiene envidia. En todo caso podría tenérsela yo a él. Desde pequeños él siempre fue el más obediente, el más listo, el que nunca se metía en líos... No tiene motivos para tenerme envidia.
-Pero como persona tiene mucho que aprender de ti.- replicó Maisa suavizando el tono de voz.- Además tú no tienes cara de torta.
-Goenitz no tiene cara de...- Gaidel se echó a reír.- Bueno, en eso tienes razón, aunque para compensar tengo esta porquería de pelo azul.
Maisa le pasó la mano por el pelo.
-A mi me gusta. El mío es color mierda.
Gaidel se rió con una carcajada sonora.
-No te gustaría si fueses tú quien lo tuviese, créeme. En el instituto, si faltaba a una clase, los profesores se daban cuenta enseguida de que faltaba "el chico del pelo azul". Aún ahora, en la facultad, a los demás los llaman por sus nombres y yo sigo siendo "el del pelo azul". Reprime mi identidad.
-Visto así...
-Pero al menos no tengo...¡cara de torta!
Gaidel se echó a reír a carcajadas. Maisa sonrió. Estaba contenta de que finalmente lo del asunto con Goenitz hubiese quedado atrás y esperaba que no tuviese que repetirse.
-No sé cómo te las arreglas, pero a veces eres como un niño pequeño.
-Bueno, nadie es perfecto.- respondió Gaidel, tomándoselo como algo malo.
-No... No es un defecto. Con los tiempos que corren hoy en día es alentador encontrar a alguien que sea capaz de conservar la inocencia... No cambies.
Gaidel se sentó y dejó el libro a un lado. Ahora su expresión era totalmente seria.
-Tienes una visión demasiado positiva de mi... Si me conocieses mejor sabrías que soy alguien que podría hacer mucho daño.
-Y yo también.- dijo Maisa con despreocupación. Gaidel la miró sin comprender.- Todos podemos hacer daño, pero al final lo que importa es si decidimos hacerlo o no.
Gaidel se quedó pensativo. Quizás tuviese razón.
En ese momento, Kanako entró por la puerta con un par de bolsas de la compra.
-Agh... Me he tenido que recorrer media ciudad buscando una tienda que abra en domingo.- Kanako vio a Maisa y Goenitz.- Vaya, ¿qué hacéis vosotros dos tan juntitos teniendo tanto sofá libre?
-Nada malo, malpensada.- contestó Gaidel con vivacidad.
-¿Goenitz está en la habitación?- Su compañero asintió.- Bueno, voy a hacer la comida.
Maisa se puso en pie.
-Deja, cocino yo, que tengo más práctica.
-¿Sabes cocinar?- preguntó Kanako, algo ilusionada por la posibilidad de una comida decente.
-Desde pequeña.- respondió.- No todos hemos nacido en familias ricas.
Kanako se encogió de hombros, accediendo a ser sustituida en la cocina, mientras sacaba las cosas de sus bolsas. Gaidel se puso en pie para ayudar a su amiga, pero Maisa lo sujetó del brazo.
-Por cierto, me reitero en eso de que eres tan inocente como un niño.- le susurró. Gaidel le dedicó una mirada interrogativa.- O puede que sea que mi japonés todavía no es todo lo bueno que creía, pero he estado ligando contigo todo el rato y parece que ni siquiera te has dado cuenta.
A Gaidel se le subieron los colores rápidamente.
-¿En serio?- preguntó sin saber muy bien lo que decir.
-No, de broma.- el sarcasmo en sus palabras era notable.
-¿Qué masculláis?- preguntó Kanako
-Nada.- respondió Maisa.- Voy a hacer la comida.- le dijo al muchacho, soltando su brazo y dirigiéndose hacia la otra chica.
Alrededor de media hora más tarde la comida estuvo preparada y Goenitz se dignó a salir de su "madriguera". Todos se sentaron a comer. El ambiente era tenso, con Goenitz y Maisa intercambiando miradas acusadoras, como si ambos estuviesen esperando que el otro fuese a atacar verbalmente en cualquier momento. Fue Kanako la primera en atreverse a intentar relajar la tensión.
-Por cierto, chicos. Pasé por delante de la universidad y vi un cartel que anunciaba una charla-debate en la facultad de Periodismo dentro de un par de semanas.
-¿Qué tiene eso de raro?- inquirió Goenitz tras tragar un trozo de pollo para poder hablar.- En Periodismo se organizan charlas casi todas las semanas.
-Es que aun no sabéis el tema.
-Sorpréndenos.- exhortó Gaidel.
-"El futuro de nuestro planeta. ¿Podrá la Tierra soportar nuestro nivel de vida?" Vosotros 2 os pasáis el día discutiendo sobre eso y ambos tenéis argumentos muy sólidos. Tenéis que ir.
-En realidad nosotros estamos de acuerdo respecto a ese tema, - explicó Gaidel.- en lo que diferimos es en las medidas que se deben tomar.
-Como sea, Kanako tiene razón. -enunció Maisa.- Deberíais participar.
Gaidel se quedó pensando un rato.
-Podría ser entretenido.
Goenitz, que acababa de terminar de comer, se puso en pie y se acercó a su compañero de piso.
-¿Entretenido? Por fin voy a poderos demostrar a ti y a la patética humanidad un par de cosas, empezando por que soy unas 1000 veces mejor que tú debatiendo.
Gaidel lo miró de reojo mientras fingía olfatear un muslo de pollo a medio comer.
-Maisa, cariño, no sé qué le habrás echado al pollo, pero no se lo vuelvas a echar, que a Goenitz le sienta terriblemente mal.
Maisa observó como Goenitz cogía un libro de la estantería y dirigirse al sofá. Definitivamente no había un solo indicio que hiciese sospechar que estaba de broma.
-¿Patética humanidad? ¿Este tipo de qué va?
Kanako y Gaidel fingieron no oírla y Maisa se dio cuenta. Estaba claro que mantenían algún tipo de secreto entre los tres. En el fondo era normal y lo respetaba: ellos habían sido amigos desde el colegio y ella era solo una recién llegada, por eso no se atrevía a preguntar. Por eso y quizás por miedo a saber la verdad. Por lo que había logrado entrever debía tratarse de algo realmente importante, no del típico secretillo entre amigos. Por eso era mejor dejarlo correr hasta que ellos mismos se decidiesen a contárselo, si es que se decidían. Goenitz encontró el libro de Gaidel al tumbarse en el sofá. Le echó un vistazo y sonrió con desprecio, como si estuviese pensando que solo el estúpido de Gaidel podría leer un libro así. Maisa frunció el ceño, sintiéndose molesta ante la sola idea de que pudiese estar pensando algo así. Aquel chico era un verdadero falso. Sabía que no eran imaginaciones suyas, que no era solo que Goenitz le cayese mal... Había algo siniestro en ese tipo. Kanako parecía percatarse de algo, aunque se le notaba que trataba de ignorarlo, y solo esperaba que Gaidel se diese cuenta también antes de que pasase algo. Giró la cabeza y miró los ojos de Gaidel. Esa mirada cálida y serena. No era muy probable que se diese cuenta de nada. Él siempre era así, veía el lado bueno a cualquier cosa y mantenía la serenidad ante todo. Gaidel se dio cuenta de que Maisa lo estaba mirando. Levantó la cabeza para devolverle la mirada.
-Oye, Maisa-chan...
-¿Qué?
-¿Lo de antes iba en serio?
La muchacha fingió hacer memoria, como si no supiese a qué se refería.
-¿Eh? Ah, eso... ¿Tú qué crees?
-Pues... Que sí... O que no... Seguro que una de las dos es correcta.
-¿De qué habláis?- Kanako frunció el ceño.- Hoy estáis de un críptico...
-Pues mira.- explicó Maisa.- Estoy intentando conseguir que Gaidel me pida que salga con él, pero creo que no está por la labor, así que mejor voy a dejar las cosas como están.
Maisa se levantó de la mesa y se desperezó tratando de aparentar despreocupación. Gaidel se puso en pie también y le pasó la mano por encima del hombro.
-Puede que yo sea inocente pero tú te empeñas en hacerlo todo complicado. Si querías que saliese contigo habérmelo pedido.
-Pero...- así explicado todo sonaba muy sencillo. Maisa no supo qué responder.
-Venga, olvidemos esto, que creo que estamos pasando los dos un mal trago.
Maisa frunció el ceño, ya algo desesperada.
-¿Entonces sí o no?
Gaidel sonrió de oreja a oreja y le pasó la mano por el pelo a Maisa.
-Sí, mujer, sí...
Como respuesta, Maisa le dio un fugaz y repentino beso a su recién proclamado novio. Goenitz bajó el libro y los miró.
-Dais asco...- masculló.- Como sigáis me va a dar un ataque de hiperglucemia (=exceso de azúcar en sangre).
-A mi me parecen lindos.- dijo Kanako tan emocionada como si le hubiese pasado a ella.
-A mi me parece que si no molestaban lo suficiente por separado ahora juntos van a ser una plaga.- Goenitz hizo una pausa.- Por cierto, luego quiero hablar contigo en serio, Gaidel.
-Sí, papi.- se burló Gaidel.
Cuando Maisa se fue, después de un par de horas, Goenitz le habló a Gaidel.
-Oye, ¿qué te crees que estás haciendo?
-Pues no sé... ¿Prepararme un café?
-Sabes a lo que me refiero. En realidad no me importa lo que hagas pero, ¿no irás en serio con esa mujer, verdad?
Gaidel miró a Goenitz sin entender.
-Llevamos algo así como dos horas saliendo, ¿cómo pretendes que lo sepa? De todos modos no es algo que te afecte, ¿cierto?
-No tengo por qué darte consejos, pero creo que te vendría bien recordar de vez en cuando quién eres.
Gaidel miró a su compañero de reojo y luego con una sonrisa pícara le estrecho la mano.
-Sí, hola, soy Gaidel, encantado de conocerte.
Dicho esto, Gaidel se fue a su habitación. Y Goenitz se quedó por unos momentos en pie, sin hacer nada, un tanto desconcertado y molesto por el comportamiento de su compañero.
Pasaron las dos semanas, sin demasiadas novedades, aparte de que Maisa, habiendo encontrado una buena excusa para estar allí, pasaba más tiempo en el piso que en su residencia. El día del debate llegó. En realidad no es que lo esperasen con especial interés aquel día, solo se trataba de un estúpido debate, una forma más de romper un poco la rutina. En realidad ni siquiera era seguro que pudiesen participar, al fin y al cabo los participantes eran muchos y los únicos que tenían la palabra asegurada eran los organizadores de la charla. Finalmente tuvieron la suerte de poder hacer uso de la palabra. Gracias a ellos, o por su culpa, el grupo en que ambos estaban (llamémosle el grupo del "Sí" para entendernos) terminó dividiéndose en dos posturas y el debate se centró en ellos, relegando al grupo del "No" a un segundo plano. Generalmente, los demás compartían la opinión de Gaidel, pues no entendían las ideas extremistas del otro muchacho. Solamente otra persona, una muchacha de aspecto un tanto extraño, se había puesto a favor de Goenitz. Cuando empezaron a salirse demasiado del tema, el moderador se vio obligado a intervenir y llevar la discusión de nuevo por su cauce original. Después de esto, los dos muchachos no volvieron a tener opción de intervenir, aunque pidieron la palabra repetidamente. Cuando terminó el debate, algunas personas se acercaron a elogiar a Gaidel por su habilidad para el debate. Goenitz, aunque había hecho también un buen papel, no corrió la misma suerte, ya que sus ideas no eran del agrado de la mayoría. Aunque había quedado de esperar a Gaidel a la salida no tenía demasiadas ganas de soportarlo, así que se fue sin él. Cuando estaba a punto de salir de la facultad de Periodismo, una voz a su espalda lo detuvo.
-Oye, tú, espera.
-¿Quién, yo?- preguntó Goenitz, dándose la vuelta. Era la muchacha que lo había apoyado durante el debate. La fuerza de su voz al hablar contrastaba con su corta estatura, poco superior a 1,50 m., que le daba aspecto de niña. Su pelo era corto y muy negro, demasiado negro para ser su color natural, e iba vestida de color negro y morado oscuro de pies a cabeza. Sus grandes ojos se veían resaltados por una sombra de ojos demasiado oscura como para quedar bien en tales cantidades. La muchacha se acercó a él.
-Sí, tú. ¿Ves a alguien más?
-Sí, a mucha gente. ¿Qué quieres?
-Me llamo Kurai.
Goenitz se encogió de hombros y se dio la vuelta de nuevo. Aquella cría ni siquiera le había caído bien. Le parecía una de esas personas que intentan ser rebeldes e ir en contra de todo lo establecido por el simple hecho de hacerse notar. Había encontrado sus argumentos pueriles y sin fundamento y creía que le habían restado credibilidad a los suyos.
-Pues vale... Ni siquiera sabía que eso fuese un nombre.
(Nota: Kurai significa "Oscuro")
La muchacha gruñó inaudiblemente.
-En realidad me llamo Megumi, pero no me gusta, así que si me lo llamases tendría que partirte la cara.
-¿Y a dónde te ibas a subir para hacerlo, pulga?- se burló Goenitz con su sonrisa retorcida comenzando a andar. La tal Kurai o Megumi, o como se llamase, fue detrás de él.
-Estoy a punto de hacerte un cumplido, así que haz el favor de cerrar esa bocaza de asno que tienes, sacarte la cera de los oídos y escucharme si es que sabes cómo.
-¿Eres consciente de que no deberías hablarle así a alguien que podría aplastarte como a un mosquito?
-¿Sabes? Eres un tío de puta madre. Me gusta tu forma de pensar, me gusta tu forma de reaccionar. Tienes estilo.
-Ojalá pudiese decir lo mismo de ti.
-Que hablo en serio, joder. Se nota que eres alguien que entiende de la vida.
-A ver si me aclaro. TÚ estás de acuerdo con MI forma de pensar.- Kurai asintió con una mueca de asco que parecía ser un gesto típico suyo.- Es decir... Tú, una humana, crees que la humanidad debería desaparecer de la faz de la Tierra.
-Sí, la vida es una mierda y las personas son una gran mierda que hacen del mundo una mierda todavía más grande.
-Me quedo impresionado con la corrección de tu expresión oral, microbio.- respondió Goenitz con sarcasmo.- Y una cosa más, eres estúpida.
-Venga, hombre, no te hagas el duro. Nosotros dos pensamos igual, eh.
-Francamente, no lo creo.
-Venga, te acompaño hasta casa. ¿Cómo era tu nombre? ¿Gueni?
Goenitz miró a los ojos de Kurai de forma desafiante.
-Goe-nitz. G-O-E-N-I-T-Z. Y no necesito que me acompañes a ningún sitio, gracias.
Goenitz empezó a caminar más deprisa, pero nada parecía ser suficiente para librarse de aquella pequeña pesadilla. Y para empeorarlo todo...
-¡Goenitz!- Kanako se acercó corriendo a él. Detrás de ella venían Gaidel y Maisa.- ¿Por qué te fuiste tan rápido?
Goenitz se encogió de hombros justo en el momento en el que los otros dos chicos llegaban.
-Eh, ¿quién es tu amiga?
-No es nadie...- masculló Goenitz con voz de ya estar harto.
-Kurai. Soy Kurai.
-Tú estabas en el debate, ¿verdad?- interrogó Maisa.
-Sí.- respondió secamente.- Tenía que asistir si quiero aprobar este curso. Ir a los debates sube la nota, y a mi me hace falta. Llevo 2 años haciendo 1º de Periodismo.
-Qué sorpresa, encima de pesada eres estúpida.- intervino Goenitz con una sonrisa cínica.
-Goenitz-kun, no seas malo.- pidió Kanako con suavidad. Luego se dirigió a Kurai.- No le hagas caso, es así con todo el mundo. Venga, sube hasta nuestro piso y te invitamos a un café.
Goenitz, sin que Kurai la viese, estaba haciendo gestos a Kanako para que no le dijese justo lo que le acababa de decir.
-Vale.- respondió Kurai tratando de parecer indiferente.
Goenitz se llevó la mano a la cabeza y se frotó las sienes con los dedos pulgar y corazón de la mano derecha.
-Ahora no me voy a librar de ella ni en un siglo.- gruñó por lo bajo al oído de Kanako.
Y así fue... Pero ese tema se tratará en el próximo capítulo
-Espero que no tengas mucha hambre, porque hemos quemado la comida.- dijo Gaidel, que estaba tumbado en el sofá leyendo un libro.- Kanako ha bajado a ver si encuentra alguna tienda abierta. Siéntate, anda.
-¿Te molesta si pongo la tele?
Gaidel negó con la cabeza, así que la joven encendió la televisión y se sentó en el rincón libre del sofá. Goenitz abrió la puerta de su habitación y se asomó al oír hablar.
-¿Ya volvió Ka...- Goenitz interrumpió sus palabras al ver a Maisa.- Ah, eras tú. No creí que tuvieses el valor para volver por aquí.
-Tú has visto demasiados Westerns, ¿verdad?- preguntó Maisa con indiferencia. Luego se dio la vuelta en el sofá y miró a Goenitz.- Mira, haz el favor de olvidarte de mi y yo haré lo mismo por ti. Lo que menos me apetece es estar en un ambiente hostil, así que vamos a olvidarnos de lo de ayer, ¿vale?
Goenitz se encogió de hombros, en cierto modo aceptando hacer las paces.
-Venga, deja lo que sea que estés haciendo y siéntate aquí un rato con nosotros.- ofreció Gaidel, con intención de conciliar a sus dos amigos. Goenitz se lo pensó por un momento antes de responder.
-No, gracias.- Su forma de decir "gracias" denotaba que lo decía por simple formalismo.- Quiero terminar con esto antes de comer.
-Como quieras.- respondió Gaidel con indiferencia, volviendo a enfrascarse en la lectura y recostándose algo más, de forma que sus pies quedaron sobre el regazo de Maisa.
-¿Qué? ¿Estás cómodo?
Gaidel se dio cuenta. Acostumbrado a tener que compartir el pequeño sofá con otras 2 personas, no solía darle importancia a ese tipo de comportamiento, fuese él u otro el que se ponía cómodo a costa de los demás. Apartó los pies.
-Lo siento, no me di cuenta. A Goenitz también le molesta que lo haga.
-No me molesta, -replicó la muchacha.- y deja de hacer eso.
-¿El qué?- preguntó Gaidel extrañado.
-Estás intentando que ese tipo y yo nos llevemos bien.- Maisa se puso en pie y se sentó en el borde del sofá al lado de Gaidel.- Escucha, sé que te gustaría que quienes son tus amigos lo sean también entre sí, lo entiendo. Pero eso no siempre puede ser. No me cae bien y ya está, ¿es eso tan grave? Unas personas nos caen bien y otras mal, la vida es así.
-No sé... Solo me parece que si vieses algunas de sus cosas buenas y no solo sus defectos te caería mejor.
-Si veo sus virtudes... Es trabajador, perseverante, inteligente, en cierta forma educado... Y también un cretino total y un hipócrita... Bueno, o quizás no lo sea, pero yo lo veo así, y no hay nada que hacerle. El tiempo dirá quién tiene razón.
-Pero hasta entonces yo seguiré pensando que es una buena persona y un buen amigo.- replicó Gaidel, bastante molesto.
-Mira, te voy a decir una cosa más y luego no volveré a sacar el tema, no quiero que pienses que intento meter cizaña entre vosotros. En mi opinión, tú piensa lo que quieras, ni siquiera le caes bien. Te odia, te tiene tanta envidia que no te puede ni ver delante. Lo que para ti es un juego para él es una batalla campal.
Gaidel miró a Maisa como si estuviese loca.
-Goenitz no me tiene envidia. En todo caso podría tenérsela yo a él. Desde pequeños él siempre fue el más obediente, el más listo, el que nunca se metía en líos... No tiene motivos para tenerme envidia.
-Pero como persona tiene mucho que aprender de ti.- replicó Maisa suavizando el tono de voz.- Además tú no tienes cara de torta.
-Goenitz no tiene cara de...- Gaidel se echó a reír.- Bueno, en eso tienes razón, aunque para compensar tengo esta porquería de pelo azul.
Maisa le pasó la mano por el pelo.
-A mi me gusta. El mío es color mierda.
Gaidel se rió con una carcajada sonora.
-No te gustaría si fueses tú quien lo tuviese, créeme. En el instituto, si faltaba a una clase, los profesores se daban cuenta enseguida de que faltaba "el chico del pelo azul". Aún ahora, en la facultad, a los demás los llaman por sus nombres y yo sigo siendo "el del pelo azul". Reprime mi identidad.
-Visto así...
-Pero al menos no tengo...¡cara de torta!
Gaidel se echó a reír a carcajadas. Maisa sonrió. Estaba contenta de que finalmente lo del asunto con Goenitz hubiese quedado atrás y esperaba que no tuviese que repetirse.
-No sé cómo te las arreglas, pero a veces eres como un niño pequeño.
-Bueno, nadie es perfecto.- respondió Gaidel, tomándoselo como algo malo.
-No... No es un defecto. Con los tiempos que corren hoy en día es alentador encontrar a alguien que sea capaz de conservar la inocencia... No cambies.
Gaidel se sentó y dejó el libro a un lado. Ahora su expresión era totalmente seria.
-Tienes una visión demasiado positiva de mi... Si me conocieses mejor sabrías que soy alguien que podría hacer mucho daño.
-Y yo también.- dijo Maisa con despreocupación. Gaidel la miró sin comprender.- Todos podemos hacer daño, pero al final lo que importa es si decidimos hacerlo o no.
Gaidel se quedó pensativo. Quizás tuviese razón.
En ese momento, Kanako entró por la puerta con un par de bolsas de la compra.
-Agh... Me he tenido que recorrer media ciudad buscando una tienda que abra en domingo.- Kanako vio a Maisa y Goenitz.- Vaya, ¿qué hacéis vosotros dos tan juntitos teniendo tanto sofá libre?
-Nada malo, malpensada.- contestó Gaidel con vivacidad.
-¿Goenitz está en la habitación?- Su compañero asintió.- Bueno, voy a hacer la comida.
Maisa se puso en pie.
-Deja, cocino yo, que tengo más práctica.
-¿Sabes cocinar?- preguntó Kanako, algo ilusionada por la posibilidad de una comida decente.
-Desde pequeña.- respondió.- No todos hemos nacido en familias ricas.
Kanako se encogió de hombros, accediendo a ser sustituida en la cocina, mientras sacaba las cosas de sus bolsas. Gaidel se puso en pie para ayudar a su amiga, pero Maisa lo sujetó del brazo.
-Por cierto, me reitero en eso de que eres tan inocente como un niño.- le susurró. Gaidel le dedicó una mirada interrogativa.- O puede que sea que mi japonés todavía no es todo lo bueno que creía, pero he estado ligando contigo todo el rato y parece que ni siquiera te has dado cuenta.
A Gaidel se le subieron los colores rápidamente.
-¿En serio?- preguntó sin saber muy bien lo que decir.
-No, de broma.- el sarcasmo en sus palabras era notable.
-¿Qué masculláis?- preguntó Kanako
-Nada.- respondió Maisa.- Voy a hacer la comida.- le dijo al muchacho, soltando su brazo y dirigiéndose hacia la otra chica.
Alrededor de media hora más tarde la comida estuvo preparada y Goenitz se dignó a salir de su "madriguera". Todos se sentaron a comer. El ambiente era tenso, con Goenitz y Maisa intercambiando miradas acusadoras, como si ambos estuviesen esperando que el otro fuese a atacar verbalmente en cualquier momento. Fue Kanako la primera en atreverse a intentar relajar la tensión.
-Por cierto, chicos. Pasé por delante de la universidad y vi un cartel que anunciaba una charla-debate en la facultad de Periodismo dentro de un par de semanas.
-¿Qué tiene eso de raro?- inquirió Goenitz tras tragar un trozo de pollo para poder hablar.- En Periodismo se organizan charlas casi todas las semanas.
-Es que aun no sabéis el tema.
-Sorpréndenos.- exhortó Gaidel.
-"El futuro de nuestro planeta. ¿Podrá la Tierra soportar nuestro nivel de vida?" Vosotros 2 os pasáis el día discutiendo sobre eso y ambos tenéis argumentos muy sólidos. Tenéis que ir.
-En realidad nosotros estamos de acuerdo respecto a ese tema, - explicó Gaidel.- en lo que diferimos es en las medidas que se deben tomar.
-Como sea, Kanako tiene razón. -enunció Maisa.- Deberíais participar.
Gaidel se quedó pensando un rato.
-Podría ser entretenido.
Goenitz, que acababa de terminar de comer, se puso en pie y se acercó a su compañero de piso.
-¿Entretenido? Por fin voy a poderos demostrar a ti y a la patética humanidad un par de cosas, empezando por que soy unas 1000 veces mejor que tú debatiendo.
Gaidel lo miró de reojo mientras fingía olfatear un muslo de pollo a medio comer.
-Maisa, cariño, no sé qué le habrás echado al pollo, pero no se lo vuelvas a echar, que a Goenitz le sienta terriblemente mal.
Maisa observó como Goenitz cogía un libro de la estantería y dirigirse al sofá. Definitivamente no había un solo indicio que hiciese sospechar que estaba de broma.
-¿Patética humanidad? ¿Este tipo de qué va?
Kanako y Gaidel fingieron no oírla y Maisa se dio cuenta. Estaba claro que mantenían algún tipo de secreto entre los tres. En el fondo era normal y lo respetaba: ellos habían sido amigos desde el colegio y ella era solo una recién llegada, por eso no se atrevía a preguntar. Por eso y quizás por miedo a saber la verdad. Por lo que había logrado entrever debía tratarse de algo realmente importante, no del típico secretillo entre amigos. Por eso era mejor dejarlo correr hasta que ellos mismos se decidiesen a contárselo, si es que se decidían. Goenitz encontró el libro de Gaidel al tumbarse en el sofá. Le echó un vistazo y sonrió con desprecio, como si estuviese pensando que solo el estúpido de Gaidel podría leer un libro así. Maisa frunció el ceño, sintiéndose molesta ante la sola idea de que pudiese estar pensando algo así. Aquel chico era un verdadero falso. Sabía que no eran imaginaciones suyas, que no era solo que Goenitz le cayese mal... Había algo siniestro en ese tipo. Kanako parecía percatarse de algo, aunque se le notaba que trataba de ignorarlo, y solo esperaba que Gaidel se diese cuenta también antes de que pasase algo. Giró la cabeza y miró los ojos de Gaidel. Esa mirada cálida y serena. No era muy probable que se diese cuenta de nada. Él siempre era así, veía el lado bueno a cualquier cosa y mantenía la serenidad ante todo. Gaidel se dio cuenta de que Maisa lo estaba mirando. Levantó la cabeza para devolverle la mirada.
-Oye, Maisa-chan...
-¿Qué?
-¿Lo de antes iba en serio?
La muchacha fingió hacer memoria, como si no supiese a qué se refería.
-¿Eh? Ah, eso... ¿Tú qué crees?
-Pues... Que sí... O que no... Seguro que una de las dos es correcta.
-¿De qué habláis?- Kanako frunció el ceño.- Hoy estáis de un críptico...
-Pues mira.- explicó Maisa.- Estoy intentando conseguir que Gaidel me pida que salga con él, pero creo que no está por la labor, así que mejor voy a dejar las cosas como están.
Maisa se levantó de la mesa y se desperezó tratando de aparentar despreocupación. Gaidel se puso en pie también y le pasó la mano por encima del hombro.
-Puede que yo sea inocente pero tú te empeñas en hacerlo todo complicado. Si querías que saliese contigo habérmelo pedido.
-Pero...- así explicado todo sonaba muy sencillo. Maisa no supo qué responder.
-Venga, olvidemos esto, que creo que estamos pasando los dos un mal trago.
Maisa frunció el ceño, ya algo desesperada.
-¿Entonces sí o no?
Gaidel sonrió de oreja a oreja y le pasó la mano por el pelo a Maisa.
-Sí, mujer, sí...
Como respuesta, Maisa le dio un fugaz y repentino beso a su recién proclamado novio. Goenitz bajó el libro y los miró.
-Dais asco...- masculló.- Como sigáis me va a dar un ataque de hiperglucemia (=exceso de azúcar en sangre).
-A mi me parecen lindos.- dijo Kanako tan emocionada como si le hubiese pasado a ella.
-A mi me parece que si no molestaban lo suficiente por separado ahora juntos van a ser una plaga.- Goenitz hizo una pausa.- Por cierto, luego quiero hablar contigo en serio, Gaidel.
-Sí, papi.- se burló Gaidel.
Cuando Maisa se fue, después de un par de horas, Goenitz le habló a Gaidel.
-Oye, ¿qué te crees que estás haciendo?
-Pues no sé... ¿Prepararme un café?
-Sabes a lo que me refiero. En realidad no me importa lo que hagas pero, ¿no irás en serio con esa mujer, verdad?
Gaidel miró a Goenitz sin entender.
-Llevamos algo así como dos horas saliendo, ¿cómo pretendes que lo sepa? De todos modos no es algo que te afecte, ¿cierto?
-No tengo por qué darte consejos, pero creo que te vendría bien recordar de vez en cuando quién eres.
Gaidel miró a su compañero de reojo y luego con una sonrisa pícara le estrecho la mano.
-Sí, hola, soy Gaidel, encantado de conocerte.
Dicho esto, Gaidel se fue a su habitación. Y Goenitz se quedó por unos momentos en pie, sin hacer nada, un tanto desconcertado y molesto por el comportamiento de su compañero.
Pasaron las dos semanas, sin demasiadas novedades, aparte de que Maisa, habiendo encontrado una buena excusa para estar allí, pasaba más tiempo en el piso que en su residencia. El día del debate llegó. En realidad no es que lo esperasen con especial interés aquel día, solo se trataba de un estúpido debate, una forma más de romper un poco la rutina. En realidad ni siquiera era seguro que pudiesen participar, al fin y al cabo los participantes eran muchos y los únicos que tenían la palabra asegurada eran los organizadores de la charla. Finalmente tuvieron la suerte de poder hacer uso de la palabra. Gracias a ellos, o por su culpa, el grupo en que ambos estaban (llamémosle el grupo del "Sí" para entendernos) terminó dividiéndose en dos posturas y el debate se centró en ellos, relegando al grupo del "No" a un segundo plano. Generalmente, los demás compartían la opinión de Gaidel, pues no entendían las ideas extremistas del otro muchacho. Solamente otra persona, una muchacha de aspecto un tanto extraño, se había puesto a favor de Goenitz. Cuando empezaron a salirse demasiado del tema, el moderador se vio obligado a intervenir y llevar la discusión de nuevo por su cauce original. Después de esto, los dos muchachos no volvieron a tener opción de intervenir, aunque pidieron la palabra repetidamente. Cuando terminó el debate, algunas personas se acercaron a elogiar a Gaidel por su habilidad para el debate. Goenitz, aunque había hecho también un buen papel, no corrió la misma suerte, ya que sus ideas no eran del agrado de la mayoría. Aunque había quedado de esperar a Gaidel a la salida no tenía demasiadas ganas de soportarlo, así que se fue sin él. Cuando estaba a punto de salir de la facultad de Periodismo, una voz a su espalda lo detuvo.
-Oye, tú, espera.
-¿Quién, yo?- preguntó Goenitz, dándose la vuelta. Era la muchacha que lo había apoyado durante el debate. La fuerza de su voz al hablar contrastaba con su corta estatura, poco superior a 1,50 m., que le daba aspecto de niña. Su pelo era corto y muy negro, demasiado negro para ser su color natural, e iba vestida de color negro y morado oscuro de pies a cabeza. Sus grandes ojos se veían resaltados por una sombra de ojos demasiado oscura como para quedar bien en tales cantidades. La muchacha se acercó a él.
-Sí, tú. ¿Ves a alguien más?
-Sí, a mucha gente. ¿Qué quieres?
-Me llamo Kurai.
Goenitz se encogió de hombros y se dio la vuelta de nuevo. Aquella cría ni siquiera le había caído bien. Le parecía una de esas personas que intentan ser rebeldes e ir en contra de todo lo establecido por el simple hecho de hacerse notar. Había encontrado sus argumentos pueriles y sin fundamento y creía que le habían restado credibilidad a los suyos.
-Pues vale... Ni siquiera sabía que eso fuese un nombre.
(Nota: Kurai significa "Oscuro")
La muchacha gruñó inaudiblemente.
-En realidad me llamo Megumi, pero no me gusta, así que si me lo llamases tendría que partirte la cara.
-¿Y a dónde te ibas a subir para hacerlo, pulga?- se burló Goenitz con su sonrisa retorcida comenzando a andar. La tal Kurai o Megumi, o como se llamase, fue detrás de él.
-Estoy a punto de hacerte un cumplido, así que haz el favor de cerrar esa bocaza de asno que tienes, sacarte la cera de los oídos y escucharme si es que sabes cómo.
-¿Eres consciente de que no deberías hablarle así a alguien que podría aplastarte como a un mosquito?
-¿Sabes? Eres un tío de puta madre. Me gusta tu forma de pensar, me gusta tu forma de reaccionar. Tienes estilo.
-Ojalá pudiese decir lo mismo de ti.
-Que hablo en serio, joder. Se nota que eres alguien que entiende de la vida.
-A ver si me aclaro. TÚ estás de acuerdo con MI forma de pensar.- Kurai asintió con una mueca de asco que parecía ser un gesto típico suyo.- Es decir... Tú, una humana, crees que la humanidad debería desaparecer de la faz de la Tierra.
-Sí, la vida es una mierda y las personas son una gran mierda que hacen del mundo una mierda todavía más grande.
-Me quedo impresionado con la corrección de tu expresión oral, microbio.- respondió Goenitz con sarcasmo.- Y una cosa más, eres estúpida.
-Venga, hombre, no te hagas el duro. Nosotros dos pensamos igual, eh.
-Francamente, no lo creo.
-Venga, te acompaño hasta casa. ¿Cómo era tu nombre? ¿Gueni?
Goenitz miró a los ojos de Kurai de forma desafiante.
-Goe-nitz. G-O-E-N-I-T-Z. Y no necesito que me acompañes a ningún sitio, gracias.
Goenitz empezó a caminar más deprisa, pero nada parecía ser suficiente para librarse de aquella pequeña pesadilla. Y para empeorarlo todo...
-¡Goenitz!- Kanako se acercó corriendo a él. Detrás de ella venían Gaidel y Maisa.- ¿Por qué te fuiste tan rápido?
Goenitz se encogió de hombros justo en el momento en el que los otros dos chicos llegaban.
-Eh, ¿quién es tu amiga?
-No es nadie...- masculló Goenitz con voz de ya estar harto.
-Kurai. Soy Kurai.
-Tú estabas en el debate, ¿verdad?- interrogó Maisa.
-Sí.- respondió secamente.- Tenía que asistir si quiero aprobar este curso. Ir a los debates sube la nota, y a mi me hace falta. Llevo 2 años haciendo 1º de Periodismo.
-Qué sorpresa, encima de pesada eres estúpida.- intervino Goenitz con una sonrisa cínica.
-Goenitz-kun, no seas malo.- pidió Kanako con suavidad. Luego se dirigió a Kurai.- No le hagas caso, es así con todo el mundo. Venga, sube hasta nuestro piso y te invitamos a un café.
Goenitz, sin que Kurai la viese, estaba haciendo gestos a Kanako para que no le dijese justo lo que le acababa de decir.
-Vale.- respondió Kurai tratando de parecer indiferente.
Goenitz se llevó la mano a la cabeza y se frotó las sienes con los dedos pulgar y corazón de la mano derecha.
-Ahora no me voy a librar de ella ni en un siglo.- gruñó por lo bajo al oído de Kanako.
Y así fue... Pero ese tema se tratará en el próximo capítulo
