Sonó el timbre del portero. Gaidel descolgó el telefonillo.
-¿Quién es?
-Soy Kurai.- su voz sonó distorsionada por la mala calidad del aparato.- ¿Está Goenitz por ahí?
-Un momento...
Gaidel tapó el auricular.
-¡Goenitz! ¡Pregunta Kurai si estás en casa!
Goenitz respondió desde la habitación.
-Por lo que más quieras, dile a esa loca que no estoy. No me deja en paz...
-Dice que te diga que no está.- respondió Gaidel en tono de broma, destapando el auricular.
-Muy gracioso, majo... Ahora subo.
Goenitz salió de la habitación.
-¿Por qué le has dicho eso? No tengo ganas de soportarla.
-Porque no me parece bien que la engañes. La tienes como si fuese tu secretaria y cuando no te hace falta la ignoras por completo. No sé como no te da vergüenza utilizar así a una persona.
-¿Por qué iba a darme vergüenza? Si le molestase se habría quejado. Yo no la obligo. En la vida existen los que manipulan y los que son manipulados. Si no quieres ser de los segundos tienes que ser de los primeros, es ley de vida.
Gaidel suspiró profundamente.
-Te estará bien cuando se de cuenta de que la utilizas y te las haga pagar todas juntas. Porque Kurai puede ser tonta, pero...- Gaidel interrumpió la frase al ver que Kurai acababa de entrar por la puerta y probablemente había oído la última parte de su comentario.- Eh... Hola Kurai-san. Os dejo a solas...
Gaidel se metió en su habitación, un tanto cortado por que lo hubiesen pillado hablando de alguien a las espaldas, cosa que no le gustaba demasiado hacer.
-Ugh... No aguanto a ese pavo...- murmuró Kurai apartándose el flequillo de la cara de un sonoro resoplido.- ¿Qué estabas haciendo?- preguntó.
-Nada.- respondió el joven con sequedad.
Kurai entró en la habitación de Goenitz sin haber sido invitada.
-¿Qué es todo eso?- interrogó la chica, revolviendo los papeles y planos que había sobre el escritorio de Goenitz.
-Deja eso... Son cosas importantes...
La muchacha hizo caso omiso y siguió revolviendo.
-Oye, tú, ¿qué coño es Yata? Me suena de algo... ¿Tiene algo que ver con la información que te ayudé a buscar hace cosa de un mes?
-No es un coño, microbio, es una aldea que me está dando más de un problema situar en el mapa...
-¿Y por qué no vas a donde estén registrados todos los pueblos y preguntas?
-Porque dudo que la aldea en cuestión esté registrada como Yata. No creo que sus habitantes deseen ser encontrados por cualquiera.
-Ah... Entonces...
-Bueno, ya que estás aquí, necesito que me ayudes.- Goenitz empezó a guardar documentos en una carpetilla de cartón.- Mira, hay alrededor de 500 aldeas con posibilidades de ser la que busco. Quiero que cotejes los datos que tengo y descubras cual de todas ellas es.
Kurai frunció el ceño.
-¡Pero ahí debe haber unas 1000 hojas!
-¿Tú quieres ser periodista y te amilanas ante 1000 folios de nada? Además, no te estoy pidiendo que te des prisa. Con tal de que lo tengas para antes de las vacaciones...
-Tío, falta poco más de un mes para las vacaciones, y ando de exámenes hasta el culo. Pero bueno... Supongo que sacaré tiempo de algún lado. De todos modos no aguanto estudiando más de una hora seguida...
-Bien. Espero los resultados. Ahora tengo que continuar trabajando en esto, así que si me haces el favor de dejarme en paz...
-Ah no... Eso no... Encima de que te hago el favor y tú me despachas. Joder, es viernes y se está haciendo de noche, no te puedes quedar en casa rodeado de papelajos, los viernes son para salir por ahí y divertirse.
-Trato hecho. Yo me dejo ver por ahí contigo esta noche y tú me dejas en paz hasta que hayas localizado esa aldea.
Kurai se apartó de nuevo el flequillo resoplando.
-No sé por qué sigo aceptando esos tratos...
Bueno... No sería tan malo... Normalmente el viernes solía ser el único día en que Goenitz podía disfrutar de la casa para él solo, ya que Maisa, Gaidel y Kanako salían (los tres juntos, aunque Gaidel y Maisa fuesen pareja no eran de esas empalagosas que hacen sentir a uno como si no debiese estar allí). Pero por salir un día tampoco se iba a morir, aunque a él no le gustase escuchar música, ni bailar, ni beber, ni relacionarse con la gente. Así que Goenitz salió con Kurai y tuvo que soportar varias horas en un antro con una acústica deplorable en el que en vez de música sonaba ruido y los cantantes parecía que estuviesen siendo torturados por los sonoros alaridos que proferían. A la gente de por allí tampoco parecía caerles muy bien Goenitz, que la verdad es que desentonaba un poco en aquel ambiente con su aspecto de niño rico. Finalmente se hartó y decidió irse. Se dirigió a la salida sin avisar a nadie, pero uno de los tipos que estaban por allí lo detuvo.
-Eh, estirado... No te vas a largar ya, ¿verdad?
Goenitz no respondió y siguió caminando. No sabía por qué se había dejado convencer para ir a ese antro.
-Un momento... Escucha, joder. ¿Vas a dejar aquí a tu chorva en ese estado?
Goenitz miró hacia donde aquel tipo estaba señalando. Kurai parecía haberse pasado bebiendo y casi no podía ni con su alma.
-Para empezar esa no es mi "chorva", y aunque lo fuese ya es mayor para saber cuidarse ella sola, no tengo por qué ser su niñera.
El hombre se encaró con Goenitz en actitud amenazadora.
-Mira, tío, conozco muy bien a los tipos como tú. Mucha buena familia, mucha educación, pero luego no veis más allá de vuestras narices. Ahora, señor estirado, haga el favor de acompañar a la señorita a su morada... Si no quieres que te parta los dientes...
La puerta de la calle se abrió dando un fuerte golpe contra la pared, y una violenta ráfaga de viento hizo salir despedido a aquel hombre varios metros para luego desvanecerse. Goenitz salió por la puerta, dejando desconcertados a todos los que habían presenciado el suceso. Kurai, que también lo había presenciado todo, corrió hacia donde estaba, tropezándose con varias cosas en el camino.
-Hey... ¿Tú has hecho eso?- masculló con cierta dificultad para articular.- Joder... el tío ese salió volando... ¿Fuiste tú, verdad?
-Si te has dado cuenta es que no estás tan mal como decían.- respondió con frialdad. -De puta madre... ¿Ahora a dónde vamos?
-A casa.
-¿A casa? Si solo son las...- Kurai entornó los ojos intentando distinguir la hora que marcaba su reloj- temprano... Conozco un antro que...
-Escucha, pulga... Te voy a acompañar a tu casa como un favor especial y luego me voy a ir a la mía a dormir, que es donde debería estar ya. No hay discusión posible.
-Vale, vale... Relájate...
Goenitz acompañó a Kurai hasta el edificio donde vivía. No quedaba demasiado cerca y además quedaba en un barrio un tanto conflictivo a aquellas horas de la noche, aunque sin llegar a pertenecer a los barrios bajos. Se trataba de un edificio alto, de mínimo 20 pisos, quizás más. Goenitz la quiso dejar a la entrada del edificio, pero la muchacha se empeñó en que lo acompañase hasta la entrada del piso y Goenitz no estaba por la labor de ponerse a discutir, así que entró con ella en el ascensor.
-A ver, ¿cuál es el piso?- preguntó el muchacho con sequedad.
Kurai se quedó pensativa un momento y después pulsó uno de los botones del ascensor, que se puso en marcha. Goenitz tuvo que impedir que la muchacha pulsase el botón de alarma, pues se había empeñado que ya que ella estaba despierta el resto del edificio tenía que despertarse también. El ascensor se detuvo con un golpe brusco. Al abrir la puerta ambos notaron un viento helado que se colaba en la cabina.
-¿Qué hacemos en la azotea?- preguntó Goenitz empezando a perder la paciencia. Antes de que pudiese darle a un botón para descender, Kurai había salido corriendo de la cabina.
-¡Me encanta este sitio! Subo todos los días... ¡Eeeeoooooo!
La cara de Goenitz reflejaba una profunda vergüenza ajena. Kurai corrió hacia la barandilla y se puso a hacer piruetas.
-Te vas a matar, microbio.- gruñó Goenitz acercándose a ella.
-No pasa nada, fui campeona de gimnasia en el instituto... Y también hago esto todos los días.
Una voz desde abajo empezó a gritar pidiéndole que se bajase antes de que tuviese un accidente.
-Y siempre aparece el típico primo que me grita que no me tire...
Goenitz agarró a la muchacha por el cuello de la camiseta que llevaba y la arrastró hasta el ascensor de nuevo mientras ella se revolvía intentando soltarse.
-No tengo ganas de estar aguantando tus tonterías. Ahora haz el favor de decirme cuál es el piso donde vives...
-En el 13...- respondió la joven, enfurruñada.
Así que finalmente dejó a la chiquilla en su casa y caminó de vuelta hacia el piso, un tanto enfadado sin saber exactamente con qué. Era uno de esos momentos en los que uno se siente mal y se dedica a pensar en todas las cosas de la vida que lo hacen enfadar a uno, por lo que termina sintiéndose furioso con el mundo. Se encontró con un par de personas por el camino, y sin saber por qué, utilizó el poder del viento para hacerlas salir despedidas contra paredes. También hizo volar algunas papeleras y contenedores. Eso le hacía sentir mejor por algún motivo.
A la mañana siguiente se levantó más tarde de lo habitual. Pasaban algunos minutos de la 1 de la tarde, aunque no importaba demasiado. Gracias a la estúpida de Kurai se había librado de gran parte del trabajo que tenía que hacer y podía permitirse el lujo de descansar todo lo que quisiese. Era un amante de la buena vida, no lo podía negar, y aunque sabía que tenía que cumplir con sus responsabilidades no le importaba lo más mínimo que fuesen otros los que lo hiciesen por él. Se vistió sin prisa con ropa de andar por casa (que, todo hay que decirlo, probablemente su calidad fuese comparable a la de la ropa de calle de otros muchos). En su cabeza todavía retumbaba el ruido del bar en el que había estado la noche anterior. Si la música no era una de sus grandes aficiones, al volumen al que la ponían en esos sitios podía ser una tortura para los tímpanos. Fue a buscar algo para desayunar, cualquier cosa porque ya estaba siendo la hora de comer pero tenía un hambre canina. Maisa y Gaidel estaban en el sofá, teóricamente estudiando, aunque a lo que menos atención prestaban era precisamente a estudiar. Kanako no estaba por ninguna parte, quizás estuviese en su habitación o, lo más probable, estaría comprando o haciendo algún otro trabajo. Como la pobre muchacha era tan amable y siempre quería complacer en lo posible, todos los trabajos de la casa terminaban recayendo en ella incluso aunque sus compañeros de piso se ofreciesen a ser ellos quienes realizasen las tareas. Goenitz rebuscó en la despensa hasta encontrar algo para desayunar. Finalmente se decantó por un par de croissants y una taza grande de café con leche. "¿Qué habría sido de Kurai?" pensó. Temió que después de lo de anoche se le ocurriese llamarlo para hablar, pero finalmente sus temores resultaron infundados. Había prometido no volver a molestarlo hasta que hubiese descubierto algo acerca del poblado Yata y eso mismo hizo. Faltaba poco más de una semana para las vacaciones y todos los universitarios estaban colmados de exámenes. Kanako no daba abasto a tilas, Gaidel y Maisa se habían permitido un breve inciso en su relación para centrarse en los estudios, Goenitz se lo tomaba con calma, confiando en su extraordinaria memoria, y de Kurai no se sabía nada. Hasta que un día sonó el timbre y tras la puerta estaba Kurai, tan maquillada como siempre, vestida de negro y morado como siempre y con su corta estatura de siempre que tantas burlas le había valido por parte de Goenitz.
-He localizado el poblado ese de marras.- fue su único saludo. Me ha costado, he tenido que hacer investigación por mi cuenta, pero por fin lo tengo.
-Bien...- murmuró Goenitz satisfecho.- Buen trabajo.
-Y hecho a conciencia, eh.
Goenitz comenzó a hojear las carpetas que traía Kurai.
-Ya lo veo... Bien, ¿qué tienes pensado hacer este verano?
Kurai miró a los ojos de Goenitz sin entender por dónde iban los tiros.
-Tendré que decidir entre irme a Italia de "foto-foto" con los muermos de mis padres y mi hermana pequeña o quedarme todo el verano aquí pasando calor y aburriéndome como una ostra porque no queda una sola alma en la ciudad.
-Bien... Pasa a mi habitación. Tenemos que hablar.
Kurai siguió a Goenitz, picada por la curiosidad.
-¿Recuerdas aquel día en el bar, cómo aquel hombre salió volando?
-Entonces no me lo imaginé...
-Bien... Tengo bastantes cosas que explicarte...
Y así Goenitz le explicó a Kurai los datos esenciales acerca de Orochi y el clan Yata, solo lo más esencial, sin profundizar en detalles y con una demostración práctica de su control del viento, que siempre convencía a las mentes más escépticas.
-A ver si entiendo... Los Yatas esos protegen el sello que contiene el poder de ese Orochi y tú necesitas encontrarlos para poder romper el sello y liberar el poder. ¿Es eso lo que has dicho?
-Esencialmente.- respondió Goenitz un tanto molesto por la forma de expresarse de la chica.
-Joer... Pues qué gilipollas por su parte manteniendo encerrado el poder de Orochi o como se llame. ¿Quiénes son ellos para robaros ese poder? Ojalá resucite y los mande a todos a tomar por culo.
Goenitz estuvo tentado de explicarle que no era todo tan sencillo, pero parecía que Kurai había quedado bastante convencida y no quería molestarla con tecnicismos.
-Y ahí es dónde entras tú.
-¿Yo?- Kurai estaba cada vez más confundida.- Pero si yo no tengo nada que ver con Orochi.
-Eso no importa. Para estar seguro de mi éxito liberando el poder de Orochi tengo que conocer hasta el más mínimo detalle. Pero si yo tengo poder, los miembros del clan Yata también tienen sus habilidades, y no puedo presentarme en su pueblo así como así, me reconocerían como uno de los 4 reyes celestiales, así que necesito a alguien que se infiltre en el clan y averigüe todo lo que pueda. El plan es este. Tú pasas uno o dos meses en la aldea, haciéndote pasar por una aficionada al turismo rural y consigues que te den alojamiento en una de las casas. Mientras pasas unas vacaciones ideales haces averiguaciones para mi. Ambos salimos beneficiados.
Kurai miró las pocas imágenes que había conseguido del poblado. Aunque ella era más amante de la ciudad que del campo parecía un sitio agradable, y era una buena oportunidad para pasar unas vacaciones, pero... ¿Podría permitírselo? Goenitz pareció leer su mente, aunque probablemente se tratase de simple intuición, ya que entre sus poderes no se encontraba el de la telepatía.
-Y no te preocupes por el dinero, todo lo que necesites corre a mi cuenta.
-Oh... Entonces sería idiota si no aceptase. Por cierto...- Goenitz la exhortó con la mirada a que realizase la pregunta.- ¿Cómo se rompe el sello ese?
-No hagas preguntas cuya respuesta no te gustaría saber.
-Sí me gustaría.
Goenitz la atravesó con la mirada, dándole a entender que realmente ni a ella le gustaría saberlo ni él tenía ganas de contarlo.
-Y por lo que más quieras,- respondió el chico.- no se te ocurra cometer un solo error por la cuenta que te tiene.
No hacía falta que se lo repitiese. Si le encargaba algo tan importante era que confiaba en ella, y no quería defraudar a la única persona que parecía depositar algo de confianza en ella.
-No te preocupes, no soy burra.- respondió.
-Bueno...- masculló Goenitz no muy convencido.- La semana que viene te daré un guión de los aspectos que tienes que investigar. Hasta entonces, mejor...
-Ya me estás echando, ¿no?
-Veo que empiezas a conocerme. Deja la puerta cerrada al salir.
Kurai refunfuñó por lo bajo y masculló un "adiós" entre dientes mientras salía de la habitación de Goenitz. Al salir se tropezó con Kanako, que en principio la saludó alegremente, pero luego cambió su expresión a una de cierta preocupación. Se dirigió hacia Kurai que ya se iba.
-Oye Kurai...
-¿Qué pasa?- A Kurai, Kanako no le caía bien en absoluto y no se molestaba en ocultarlo.
-Bueno... No me preguntes por qué te digo esto... Pero creo que deberías plantarle cara a Goenitz, creo que te está manipulando y no sé como podría terminar esto...
Kurai le dirigió una mirada de desprecio a la muchacha.
-Si es tu propio amigo y ni siquiera lo conoces bien es problema tuyo. Tú misma lo dijiste cuando nos conocimos: "No le hagas caso, es así con todo el mundo". Solo finge que las cosas no le importan, ¿entiendes? No creo que me manipule ni a mi ni a nadie. Solo es algo borde porque no sabe ser de otra forma y ya.
Kanako se quedó pensativa por un momento.
-Ah... Es cierto, no sé qué me pasó, tienes razón. En fin... Nos vemos.
Kanako entró en su habitación y Kurai se marchó con un peor concepto de ella del que ya tenía.
-¿Quién es?
-Soy Kurai.- su voz sonó distorsionada por la mala calidad del aparato.- ¿Está Goenitz por ahí?
-Un momento...
Gaidel tapó el auricular.
-¡Goenitz! ¡Pregunta Kurai si estás en casa!
Goenitz respondió desde la habitación.
-Por lo que más quieras, dile a esa loca que no estoy. No me deja en paz...
-Dice que te diga que no está.- respondió Gaidel en tono de broma, destapando el auricular.
-Muy gracioso, majo... Ahora subo.
Goenitz salió de la habitación.
-¿Por qué le has dicho eso? No tengo ganas de soportarla.
-Porque no me parece bien que la engañes. La tienes como si fuese tu secretaria y cuando no te hace falta la ignoras por completo. No sé como no te da vergüenza utilizar así a una persona.
-¿Por qué iba a darme vergüenza? Si le molestase se habría quejado. Yo no la obligo. En la vida existen los que manipulan y los que son manipulados. Si no quieres ser de los segundos tienes que ser de los primeros, es ley de vida.
Gaidel suspiró profundamente.
-Te estará bien cuando se de cuenta de que la utilizas y te las haga pagar todas juntas. Porque Kurai puede ser tonta, pero...- Gaidel interrumpió la frase al ver que Kurai acababa de entrar por la puerta y probablemente había oído la última parte de su comentario.- Eh... Hola Kurai-san. Os dejo a solas...
Gaidel se metió en su habitación, un tanto cortado por que lo hubiesen pillado hablando de alguien a las espaldas, cosa que no le gustaba demasiado hacer.
-Ugh... No aguanto a ese pavo...- murmuró Kurai apartándose el flequillo de la cara de un sonoro resoplido.- ¿Qué estabas haciendo?- preguntó.
-Nada.- respondió el joven con sequedad.
Kurai entró en la habitación de Goenitz sin haber sido invitada.
-¿Qué es todo eso?- interrogó la chica, revolviendo los papeles y planos que había sobre el escritorio de Goenitz.
-Deja eso... Son cosas importantes...
La muchacha hizo caso omiso y siguió revolviendo.
-Oye, tú, ¿qué coño es Yata? Me suena de algo... ¿Tiene algo que ver con la información que te ayudé a buscar hace cosa de un mes?
-No es un coño, microbio, es una aldea que me está dando más de un problema situar en el mapa...
-¿Y por qué no vas a donde estén registrados todos los pueblos y preguntas?
-Porque dudo que la aldea en cuestión esté registrada como Yata. No creo que sus habitantes deseen ser encontrados por cualquiera.
-Ah... Entonces...
-Bueno, ya que estás aquí, necesito que me ayudes.- Goenitz empezó a guardar documentos en una carpetilla de cartón.- Mira, hay alrededor de 500 aldeas con posibilidades de ser la que busco. Quiero que cotejes los datos que tengo y descubras cual de todas ellas es.
Kurai frunció el ceño.
-¡Pero ahí debe haber unas 1000 hojas!
-¿Tú quieres ser periodista y te amilanas ante 1000 folios de nada? Además, no te estoy pidiendo que te des prisa. Con tal de que lo tengas para antes de las vacaciones...
-Tío, falta poco más de un mes para las vacaciones, y ando de exámenes hasta el culo. Pero bueno... Supongo que sacaré tiempo de algún lado. De todos modos no aguanto estudiando más de una hora seguida...
-Bien. Espero los resultados. Ahora tengo que continuar trabajando en esto, así que si me haces el favor de dejarme en paz...
-Ah no... Eso no... Encima de que te hago el favor y tú me despachas. Joder, es viernes y se está haciendo de noche, no te puedes quedar en casa rodeado de papelajos, los viernes son para salir por ahí y divertirse.
-Trato hecho. Yo me dejo ver por ahí contigo esta noche y tú me dejas en paz hasta que hayas localizado esa aldea.
Kurai se apartó de nuevo el flequillo resoplando.
-No sé por qué sigo aceptando esos tratos...
Bueno... No sería tan malo... Normalmente el viernes solía ser el único día en que Goenitz podía disfrutar de la casa para él solo, ya que Maisa, Gaidel y Kanako salían (los tres juntos, aunque Gaidel y Maisa fuesen pareja no eran de esas empalagosas que hacen sentir a uno como si no debiese estar allí). Pero por salir un día tampoco se iba a morir, aunque a él no le gustase escuchar música, ni bailar, ni beber, ni relacionarse con la gente. Así que Goenitz salió con Kurai y tuvo que soportar varias horas en un antro con una acústica deplorable en el que en vez de música sonaba ruido y los cantantes parecía que estuviesen siendo torturados por los sonoros alaridos que proferían. A la gente de por allí tampoco parecía caerles muy bien Goenitz, que la verdad es que desentonaba un poco en aquel ambiente con su aspecto de niño rico. Finalmente se hartó y decidió irse. Se dirigió a la salida sin avisar a nadie, pero uno de los tipos que estaban por allí lo detuvo.
-Eh, estirado... No te vas a largar ya, ¿verdad?
Goenitz no respondió y siguió caminando. No sabía por qué se había dejado convencer para ir a ese antro.
-Un momento... Escucha, joder. ¿Vas a dejar aquí a tu chorva en ese estado?
Goenitz miró hacia donde aquel tipo estaba señalando. Kurai parecía haberse pasado bebiendo y casi no podía ni con su alma.
-Para empezar esa no es mi "chorva", y aunque lo fuese ya es mayor para saber cuidarse ella sola, no tengo por qué ser su niñera.
El hombre se encaró con Goenitz en actitud amenazadora.
-Mira, tío, conozco muy bien a los tipos como tú. Mucha buena familia, mucha educación, pero luego no veis más allá de vuestras narices. Ahora, señor estirado, haga el favor de acompañar a la señorita a su morada... Si no quieres que te parta los dientes...
La puerta de la calle se abrió dando un fuerte golpe contra la pared, y una violenta ráfaga de viento hizo salir despedido a aquel hombre varios metros para luego desvanecerse. Goenitz salió por la puerta, dejando desconcertados a todos los que habían presenciado el suceso. Kurai, que también lo había presenciado todo, corrió hacia donde estaba, tropezándose con varias cosas en el camino.
-Hey... ¿Tú has hecho eso?- masculló con cierta dificultad para articular.- Joder... el tío ese salió volando... ¿Fuiste tú, verdad?
-Si te has dado cuenta es que no estás tan mal como decían.- respondió con frialdad. -De puta madre... ¿Ahora a dónde vamos?
-A casa.
-¿A casa? Si solo son las...- Kurai entornó los ojos intentando distinguir la hora que marcaba su reloj- temprano... Conozco un antro que...
-Escucha, pulga... Te voy a acompañar a tu casa como un favor especial y luego me voy a ir a la mía a dormir, que es donde debería estar ya. No hay discusión posible.
-Vale, vale... Relájate...
Goenitz acompañó a Kurai hasta el edificio donde vivía. No quedaba demasiado cerca y además quedaba en un barrio un tanto conflictivo a aquellas horas de la noche, aunque sin llegar a pertenecer a los barrios bajos. Se trataba de un edificio alto, de mínimo 20 pisos, quizás más. Goenitz la quiso dejar a la entrada del edificio, pero la muchacha se empeñó en que lo acompañase hasta la entrada del piso y Goenitz no estaba por la labor de ponerse a discutir, así que entró con ella en el ascensor.
-A ver, ¿cuál es el piso?- preguntó el muchacho con sequedad.
Kurai se quedó pensativa un momento y después pulsó uno de los botones del ascensor, que se puso en marcha. Goenitz tuvo que impedir que la muchacha pulsase el botón de alarma, pues se había empeñado que ya que ella estaba despierta el resto del edificio tenía que despertarse también. El ascensor se detuvo con un golpe brusco. Al abrir la puerta ambos notaron un viento helado que se colaba en la cabina.
-¿Qué hacemos en la azotea?- preguntó Goenitz empezando a perder la paciencia. Antes de que pudiese darle a un botón para descender, Kurai había salido corriendo de la cabina.
-¡Me encanta este sitio! Subo todos los días... ¡Eeeeoooooo!
La cara de Goenitz reflejaba una profunda vergüenza ajena. Kurai corrió hacia la barandilla y se puso a hacer piruetas.
-Te vas a matar, microbio.- gruñó Goenitz acercándose a ella.
-No pasa nada, fui campeona de gimnasia en el instituto... Y también hago esto todos los días.
Una voz desde abajo empezó a gritar pidiéndole que se bajase antes de que tuviese un accidente.
-Y siempre aparece el típico primo que me grita que no me tire...
Goenitz agarró a la muchacha por el cuello de la camiseta que llevaba y la arrastró hasta el ascensor de nuevo mientras ella se revolvía intentando soltarse.
-No tengo ganas de estar aguantando tus tonterías. Ahora haz el favor de decirme cuál es el piso donde vives...
-En el 13...- respondió la joven, enfurruñada.
Así que finalmente dejó a la chiquilla en su casa y caminó de vuelta hacia el piso, un tanto enfadado sin saber exactamente con qué. Era uno de esos momentos en los que uno se siente mal y se dedica a pensar en todas las cosas de la vida que lo hacen enfadar a uno, por lo que termina sintiéndose furioso con el mundo. Se encontró con un par de personas por el camino, y sin saber por qué, utilizó el poder del viento para hacerlas salir despedidas contra paredes. También hizo volar algunas papeleras y contenedores. Eso le hacía sentir mejor por algún motivo.
A la mañana siguiente se levantó más tarde de lo habitual. Pasaban algunos minutos de la 1 de la tarde, aunque no importaba demasiado. Gracias a la estúpida de Kurai se había librado de gran parte del trabajo que tenía que hacer y podía permitirse el lujo de descansar todo lo que quisiese. Era un amante de la buena vida, no lo podía negar, y aunque sabía que tenía que cumplir con sus responsabilidades no le importaba lo más mínimo que fuesen otros los que lo hiciesen por él. Se vistió sin prisa con ropa de andar por casa (que, todo hay que decirlo, probablemente su calidad fuese comparable a la de la ropa de calle de otros muchos). En su cabeza todavía retumbaba el ruido del bar en el que había estado la noche anterior. Si la música no era una de sus grandes aficiones, al volumen al que la ponían en esos sitios podía ser una tortura para los tímpanos. Fue a buscar algo para desayunar, cualquier cosa porque ya estaba siendo la hora de comer pero tenía un hambre canina. Maisa y Gaidel estaban en el sofá, teóricamente estudiando, aunque a lo que menos atención prestaban era precisamente a estudiar. Kanako no estaba por ninguna parte, quizás estuviese en su habitación o, lo más probable, estaría comprando o haciendo algún otro trabajo. Como la pobre muchacha era tan amable y siempre quería complacer en lo posible, todos los trabajos de la casa terminaban recayendo en ella incluso aunque sus compañeros de piso se ofreciesen a ser ellos quienes realizasen las tareas. Goenitz rebuscó en la despensa hasta encontrar algo para desayunar. Finalmente se decantó por un par de croissants y una taza grande de café con leche. "¿Qué habría sido de Kurai?" pensó. Temió que después de lo de anoche se le ocurriese llamarlo para hablar, pero finalmente sus temores resultaron infundados. Había prometido no volver a molestarlo hasta que hubiese descubierto algo acerca del poblado Yata y eso mismo hizo. Faltaba poco más de una semana para las vacaciones y todos los universitarios estaban colmados de exámenes. Kanako no daba abasto a tilas, Gaidel y Maisa se habían permitido un breve inciso en su relación para centrarse en los estudios, Goenitz se lo tomaba con calma, confiando en su extraordinaria memoria, y de Kurai no se sabía nada. Hasta que un día sonó el timbre y tras la puerta estaba Kurai, tan maquillada como siempre, vestida de negro y morado como siempre y con su corta estatura de siempre que tantas burlas le había valido por parte de Goenitz.
-He localizado el poblado ese de marras.- fue su único saludo. Me ha costado, he tenido que hacer investigación por mi cuenta, pero por fin lo tengo.
-Bien...- murmuró Goenitz satisfecho.- Buen trabajo.
-Y hecho a conciencia, eh.
Goenitz comenzó a hojear las carpetas que traía Kurai.
-Ya lo veo... Bien, ¿qué tienes pensado hacer este verano?
Kurai miró a los ojos de Goenitz sin entender por dónde iban los tiros.
-Tendré que decidir entre irme a Italia de "foto-foto" con los muermos de mis padres y mi hermana pequeña o quedarme todo el verano aquí pasando calor y aburriéndome como una ostra porque no queda una sola alma en la ciudad.
-Bien... Pasa a mi habitación. Tenemos que hablar.
Kurai siguió a Goenitz, picada por la curiosidad.
-¿Recuerdas aquel día en el bar, cómo aquel hombre salió volando?
-Entonces no me lo imaginé...
-Bien... Tengo bastantes cosas que explicarte...
Y así Goenitz le explicó a Kurai los datos esenciales acerca de Orochi y el clan Yata, solo lo más esencial, sin profundizar en detalles y con una demostración práctica de su control del viento, que siempre convencía a las mentes más escépticas.
-A ver si entiendo... Los Yatas esos protegen el sello que contiene el poder de ese Orochi y tú necesitas encontrarlos para poder romper el sello y liberar el poder. ¿Es eso lo que has dicho?
-Esencialmente.- respondió Goenitz un tanto molesto por la forma de expresarse de la chica.
-Joer... Pues qué gilipollas por su parte manteniendo encerrado el poder de Orochi o como se llame. ¿Quiénes son ellos para robaros ese poder? Ojalá resucite y los mande a todos a tomar por culo.
Goenitz estuvo tentado de explicarle que no era todo tan sencillo, pero parecía que Kurai había quedado bastante convencida y no quería molestarla con tecnicismos.
-Y ahí es dónde entras tú.
-¿Yo?- Kurai estaba cada vez más confundida.- Pero si yo no tengo nada que ver con Orochi.
-Eso no importa. Para estar seguro de mi éxito liberando el poder de Orochi tengo que conocer hasta el más mínimo detalle. Pero si yo tengo poder, los miembros del clan Yata también tienen sus habilidades, y no puedo presentarme en su pueblo así como así, me reconocerían como uno de los 4 reyes celestiales, así que necesito a alguien que se infiltre en el clan y averigüe todo lo que pueda. El plan es este. Tú pasas uno o dos meses en la aldea, haciéndote pasar por una aficionada al turismo rural y consigues que te den alojamiento en una de las casas. Mientras pasas unas vacaciones ideales haces averiguaciones para mi. Ambos salimos beneficiados.
Kurai miró las pocas imágenes que había conseguido del poblado. Aunque ella era más amante de la ciudad que del campo parecía un sitio agradable, y era una buena oportunidad para pasar unas vacaciones, pero... ¿Podría permitírselo? Goenitz pareció leer su mente, aunque probablemente se tratase de simple intuición, ya que entre sus poderes no se encontraba el de la telepatía.
-Y no te preocupes por el dinero, todo lo que necesites corre a mi cuenta.
-Oh... Entonces sería idiota si no aceptase. Por cierto...- Goenitz la exhortó con la mirada a que realizase la pregunta.- ¿Cómo se rompe el sello ese?
-No hagas preguntas cuya respuesta no te gustaría saber.
-Sí me gustaría.
Goenitz la atravesó con la mirada, dándole a entender que realmente ni a ella le gustaría saberlo ni él tenía ganas de contarlo.
-Y por lo que más quieras,- respondió el chico.- no se te ocurra cometer un solo error por la cuenta que te tiene.
No hacía falta que se lo repitiese. Si le encargaba algo tan importante era que confiaba en ella, y no quería defraudar a la única persona que parecía depositar algo de confianza en ella.
-No te preocupes, no soy burra.- respondió.
-Bueno...- masculló Goenitz no muy convencido.- La semana que viene te daré un guión de los aspectos que tienes que investigar. Hasta entonces, mejor...
-Ya me estás echando, ¿no?
-Veo que empiezas a conocerme. Deja la puerta cerrada al salir.
Kurai refunfuñó por lo bajo y masculló un "adiós" entre dientes mientras salía de la habitación de Goenitz. Al salir se tropezó con Kanako, que en principio la saludó alegremente, pero luego cambió su expresión a una de cierta preocupación. Se dirigió hacia Kurai que ya se iba.
-Oye Kurai...
-¿Qué pasa?- A Kurai, Kanako no le caía bien en absoluto y no se molestaba en ocultarlo.
-Bueno... No me preguntes por qué te digo esto... Pero creo que deberías plantarle cara a Goenitz, creo que te está manipulando y no sé como podría terminar esto...
Kurai le dirigió una mirada de desprecio a la muchacha.
-Si es tu propio amigo y ni siquiera lo conoces bien es problema tuyo. Tú misma lo dijiste cuando nos conocimos: "No le hagas caso, es así con todo el mundo". Solo finge que las cosas no le importan, ¿entiendes? No creo que me manipule ni a mi ni a nadie. Solo es algo borde porque no sabe ser de otra forma y ya.
Kanako se quedó pensativa por un momento.
-Ah... Es cierto, no sé qué me pasó, tienes razón. En fin... Nos vemos.
Kanako entró en su habitación y Kurai se marchó con un peor concepto de ella del que ya tenía.
