Era el primer día de clase y, después de la presentación, Goenitz se apresuró a acercarse a casa de Kurai. Sería la primera vez que estaba impaciente por ver a aquella pesada, pensó. Ojalá no hubiese metido la pata en algo, porque era bastante preocupante que la muchacha no se hubiese intentado poner en contacto con él. Recordó que era el piso 13, no sabía si A o B, pero al menos tenía el 50% de posibilidades de acertar. Una señora abrió la puerta cuando Goenitz llamó. O una de dos, o era la madre de Kurai, o se había equivocado. Todo era cuestión de intentarlo.

-Disculpe, ¿está Kurai?

La mujer puso una cara un tanto extraña. Seguro que se había confundido. Finalmente pareció entender.

-Ah, sí. ¡Megumi, cariño, un amigo tuyo!

Bueno, al parecer no se había confundido. Debería haberlo previsto por la estatura de la mujer, pensó Goenitz sacando a relucir uno de sus lados crueles (pero de los poco crueles tratándose de él). Kurai se asomó primero tímidamente para ver quien era, luego salió a la puerta.

-Ah, hola...- saludó sin mucho énfasis y con voz de dormida, pese a que era ya por la tarde.

La joven estaba vestida con una camiseta floja y unos pantalones de chándal viejos. Además, a diferencia de las otras veces que la había visto, estaba sin maquillar. Era obvio que no había salido en todo el día de casa, ni siquiera para ir a la presentación.

-Hola.- respondió Goenitz con tono neutral.- ¿Qué novedades hay?

En su pregunta, Goenitz se refería exclusivamente a qué había averiguado que pudiese ser de utilidad, pero por algún motivo Kurai lo interpretó como que le preguntaba cómo le iba la vida.

-Volví a suspender casi todas, así que he dejado la universidad. Ahora estoy a ver si me encuentro un buen curro.

-No me refiero a eso. ¿Qué has averiguado?

-Bueno...- Kurai se fijó en que su madre estaba prestando excesiva atención en la conversación de ambos.- Espera un momento, ahora hablamos.

Kurai entró de nuevo corriendo y salió con una carpeta en una mano y un abrigo largo en otra.

-Vamos.- dijo la muchacha entrando al ascensor.- ¿Subimos a la azotea?

Goenitz no respondió nada, pero siguió a Kurai. Se quedó pensativo un rato, y después de sonreír ante alguno de sus pensamientos, se dirigió a la joven.

-Bueno, ¿qué es lo que tienes?

Kurai se hizo la remolona poniéndose el abrigo con la mayor lentitud posible. Goenitz se dio cuenta y frunció el ceño. Finalmente, cuando el ascensor abrió sus puertas, Kurai le dio la carpeta a Goenitz. En el cielo había solo un par de nubes y no soplaba más que una suave brisa fresca que anunciaba el final del verano. Goenitz abrió la carpeta y empezó a echar un vistazo rápido mientras se dirigía al borde de la azotea y se sentaba en la barandilla con los pies hacia dentro. Se detuvo al ver una foto en la que se podía ver a Kurai, vestida con un simple peto vaquero (había hecho bastante bien su papel de excursionista), al lado de un chico de unos 15 ó 16 años y de dos niñas, probablemente gemelas. Kurai, que se había subido a la barandilla y estaba mirando la foto por encima del hombro de Goenitz, le aclaró las cosas.

-Te estarás preguntando qué hace esa foto ahí, ¿verdad?

-Estas dos niñas...- adivinó Goenitz.- ¿Son las guardianas del sello?

-¿Cómo lo supiste?

-Intuición, supongo... Vaya...- Goenitz habló para si mismo.- Dos guardianas... Eso sí que es algo inesperado.

Kurai se puso a hacer piruetas en la barandilla tan tranquilamente.

-También he recogido otros datos que me parecieron interesantes... Échales un vistazo.

Goenitz se puso en pie, se dio la vuelta y miró al frente. Había edificios hasta donde le alcanzaba la vista. Luego miró hacia abajo. La altura era realmente considerable. Abajo, un hombre había empezado a gritarle a Kurai que se apartase del borde. Dejó que el suave viento le acariciase la cara antes de echarles un vistazo más profundo a los papeles. Pasó alrededor de 5 minutos comprobando los datos recopilados por su aliada, y cuando terminó, los revisó otra vez. Kurai, impaciente por escuchar la opinión de Goenitz acerca de su trabajo, se bajó de un salto de la barandilla y se acercó a él.

-¿Y bien? ¿Qué te parece?

-Está todo bien. Me servirá.

-Ahora ya puedes ir allí, romper el sello de Orochi y recuperar el poder que te corresponde, ¿verdad?- dijo Kurai, emocionada.

-Algún día...

Goenitz no tenía ganas de explicar que no serviría de nada romper el sello tan pronto. Lo ideal sería hacerlo desde que el cuerpo destinado para la resurrección de Orochi hubiese nacido... Y según las profecías todavía faltaban algunos años, aunque no podía saber exactamente cuantos. Además era mejor planificarlo todo con calma y asegurarse de que el margen de error fuese mínimo. Tratándose de asuntos tan importantes no podía permitirse fallar.

-¿Cómo que algún día?- gruñó Kurai subiéndose de un salto a la barandilla otra vez.-¿Yo me mato a investigar todo el verano para tenerlo listo cuanto antes y tú ahora me vienes con que "algún día"? No me jodas...

-Bueno, si te consuela, tengo una buena noticia.

Kurai miró a Goenitz con curiosidad.

-Ya no volveré a necesitarte.

-Eso quiere decir que no vas a volver a verme, ¿no?

-Pues vaya, parece que al final no eres tan tonta...

-¿Y por qué se supone que es eso una buena noticia?

Goenitz caminó relajadamente hacia el lado opuesto de la azotea hasta el lugar donde hacía esquina y se sentó.

-No dije que fuese una buena noticia para ti. - Kurai frunció el ceño. Goenitz se quedó un rato pensativo, luego prosiguió, con una sonrisa.- Oye, ¿por qué te gusta tanto hacer el tonto en la barandilla?

-No creo que tú lo entiendas, pero es un subidón de adrenalina impresionante. Es como reírse de la muerte en su cara. Y ver toda esa gente ahí abajo mirándome como estúpidos, gritándome cosas con cara de miedo... Son ridículos. Mira, ya hay cuatro personas y seguro que vienen más. Ya verás, ahora los voy a dejar al borde de un ataque.

La irresponsable muchacha se puso a caminar sobre las manos y después hizo un par de volteretas en el aire.

-¿Te he dicho que casi entro a formar parte de la selección nacional de gimnasia?

Goenitz sonrió de nuevo, sin moverse de su sitio.

-¿Y no te preocupa caerte? Un polideportivo está cerrado, pero aquí podría venir una ráfaga de viento... y adiós pulga.

-No... Hoy no hace... ¡Eh! Ya sé lo que estás haciendo... Intentas asustarme, ¿verdad?

Goenitz seguía con esa sonrisa retorcida en la cara, que casi se podía antojar aviesa. La suave brisa arreció un poco, descolocando ligeramente el perfecto peinado de Goenitz.

-Kurai... Eres realmente estúpida y además una irresponsable. Te dejas manipular por cualquiera. Yo mismo lo he hecho. Sabes demasiado y podrías contarlo aunque fuese sin querer...

-¿Qué...

Kurai no pudo terminar la frase, porque una repentina ráfaga de viento que no duró más que unos segundos la hizo resbalar. Trató de recuperar el equilibrio en vano, pues antes de darse cuenta ya estaba cayendo al vacío. Quiso gritar pero sintió un nudo en la garganta que se lo impidió. Se oyeron los gritos de las personas que observaban desde abajo sin poder hacer ya nada. Goenitz corrió hacia donde Kurai había caído al vacío, fingiendo sentir el instinto de correr a ayudarla, mientras gritaba su nombre, eso siempre quedaba muy teatral. Luego bajó en el ascensor y se reunió con los demás testigos del suceso alrededor de lo que quedaba de Kurai. Papilla de Kurai.

-¡Qué alguien llame a la policía o a una ambulancia o algo!- exclamó simulando desesperación. Sí, que llamasen a la policía. Él ya tenía su versión y todos aquellos testigos la corroborarían. Él ni siquiera estaba cerca de ella cuando había caído al vacío y todos lo habían visto. No podían acusarlo de nada más que permitir a su "amiga" hacer el tonto, y eso no era un crimen penado por la ley. Y así fue, ninguno de los que habían presenciado lo sucedido declararon en contra de Goenitz y alguna gente explicó que ya había visto a Kurai hacer aquello más veces. Así, a Goenitz sólo le tomaron declaración y lo dejaron ir. Volvió a casa, pues con tanto ajetreo se le había hecho tarde. Pensó qué les diría a sus compañeros si hacían preguntas, y finalmente concluyó que no tenía por qué explicarles nada. Además, probablemente nunca llegasen a saber que había pasado nada. De salir en el periódico no saldría su nombre entero, y aunque saliese, ellos ni siquiera sabían el verdadero nombre de la muchacha, que siempre había sido Kurai. No había posibilidades de que nadie se enterase de nada, entonces ¿por qué se sentía preocupado? No podían ser remordimientos, él había hecho lo correcto y, al fin y al cabo, solo había acabado con una vida que de todos modos terminaría de una manera u otra. Quizás simplemente se sentía extraño porque era la primera vez que acababa con la vida de una persona. Fuese como fuese, era mejor no plantearse esas cosas.

Entró en casa, y al oírlo, Maisa salió a recibirlo.

-¿Dónde te habías metido?- interrogó secamente.

-¿Y tú qué haces aquí todo el día? Ya parece que vivas aquí.

-No es momento de discutir. Kanako no se encuentra bien.

-¿Qué le pasa?- preguntó sin demasiado interés.

-Lleva un buen rato llorando... Gaidel y yo no hemos conseguido sacar nada en claro, pero creo que quería verte.

-Oh... Está bien.

Goenitz entró en la habitación de Kanako, donde estaba ella llorando como un bebé y Gaidel a su lado tratando de hablar con ella en vano. Al entrar Goenitz, la muchacha lo miró con ojos rojos e hinchados de tanto llorar.

-No sé qué le pasa.- explicó Gaidel.- Estaba tan tranquila y de repente se echó a llorar.

-Gaidel...-sollozó Kanako, hablando con dificultad.- Por favor... Déjame hablar con Goenitz... a solas...

Gaidel le secó las lágrimas a Kanako con la mano y luego le pasó la mano por el pelo cariñosamente.

-Vale, pero intenta calmarte, ¿vale?- le dijo con dulzura, como si fuese una niña pequeña. Notó que Maisa se le quedaba mirando.- No me mires así, mujer, ya sabes que Kanako es como una hermana pequeña...- explicó mientras salía de la habitación, pasándole la mano a Maisa por encima del hombro.- Aunque técnicamente sea dos meses mayor que yo.

Maisa y Gaidel salieron de la habitación, dejando a Kanako y Goenitz a solas.

-Goenitz...- repitió Kanako con voz lastimera.- Dime que no lo has hecho...

Goenitz se quedó sobresaltado durante un momento, pero reaccionó rápidamente.

-¿Hacer qué? Yo no he hecho nada...

-¿De verdad? Bueno... Es una tontería... Odio haber preocupado a Maisa y a Gaidel sin motivo pero... parecía tan real que... que pensé que había pasado de verdad... que ella estaba muerta y que... todo lo demás iba a pasar también... No soportaría perder a tanta gente en manos de alguien a quien aprecio.

-¿Eres consciente de que estás hablando sin sentido? ¿Quién está muerta?

En realidad todo tenía demasiado sentido para Goenitz, probablemente más que para la confundida joven. ¿Cómo podía ser que Kanako hubiese averiguado lo sucedido? Quizás esas cosas que decía "imaginar" eran visiones, premoniciones o algo así. Todo el mundo había pensado que pese a ser de una de las más importantes familias de Orochi no había heredado ningún poder de este, pero al parecer su poder había evolucionado de una forma diferente a la que estaba habituado a ver. Que tuviese premoniciones podía suponer un problema, lo importante ahora era que siguiese creyendo que no eran más que imaginaciones suyas.

-No sé que es exactamente lo que te has imaginado, pero piensa que nada de eso es real, ¿de acuerdo?

Kanako seguía llorando, pero había conseguido serenarse un poco.

-Sí... Ya sé que no es real...- sollozó.- Pero cuando me imagino a Maisa, a Gaidel, a Kurai y a otra gente muertos, o vendavales arrasando sitios llenos de personas y...- Kanako dudó un poco antes de continuar y de nuevo empezó a llorar más fuerte- a ti observando como si te causase placer o algo... Todo parece tan real... Y yo realmente sé que no es así y que esas cosas solo suceden en mi mente... Por eso me pregunto qué clase de monstruo soy para imaginarme todo eso... O si en realidad me estoy engañando y los odio a todos... y en realidad quiero que les pase eso...

Goenitz se acercó a Kanako, pero ella retrocedió asustada. Estaba segura de que Goenitz no había hecho ni haría nada de eso, pero aquellas imágenes seguían apareciendo nítidas en su mente.

-No te plantees esas cosas. Son solo imaginaciones, tú lo has dicho. Solo olvídalo todo. ¿Por qué darle vueltas a algo que no es real?

-Quizás debería contárselo a los demás. Tienen derecho a saberlo todo y saber qué clase de persona soy...

Goenitz clavó en Kanako sus heladores ojos azules.

-Si yo fuese tú no le diría nada a nadie. ¿O esperas que entiendan que te los imaginas muertos? Puede que no dijesen nada pero no volverían a verte con los mismos ojos de antes.

Kanako suspiró con fuerza.

-Tienes razón... Tú tampoco le digas nada a nadie, ¿vale?

Goenitz trató de simular una sonrisa piadosa, pero en lugar de eso le salió más bien una especie de mueca cínica.

-Como se suele decir, tu secreto morirá conmigo.

-Gracias...- susurró Kanako, esforzándose en devolverle la sonrisa.

-Créeme si te digo que no hay de qué.

Después de eso, Kanako se tranquilizó, pero su actitud hacia Goenitz no volvió a ser la misma. Por algún motivo, estar cerca de él la ponía nerviosa, por lo que trataba de no coincidir con él demasiado. Y así pasó el tiempo. Maisa y Gaidel no entendían muy bien el comportamiento de Kanako, pero ella no parecía tener demasiadas ganas de contar lo que le pasaba, así que lo dejaron estar. En cuanto a Kurai, cuando le preguntaron a Goenitz por ella, les contestó que le había dicho que había dejado la universidad y tenía pensado buscar trabajo, lo que no era del todo falso pues realmente se lo había dicho.