Goenitz se presentó en el templo de Orochi después de haber regresado de
otro viaje. Le gustaría haberlo hecho justo después de haber roto el sello,
pero había tenido que ocuparse de otros asuntos antes. En realidad, aquello
no tenía el más mínimo aspecto de un templo, más bien de algún tipo de
santuario antiguo, pero se le diese la nomenclatura que se le diese el
lugar seguía siendo el mismo. Al llegar, Goenitz supo que había alguien
más allí. Alguien se le acercó a Goenitz por detrás, pero este se dio
cuenta enseguida y se dio la vuelta. Un hombre alto, de rasgos arios,
vestido con un traje claramente hecho a medida lo miraba de forma
descarada. Se rió con una carcajada clara y sonora.
-Un dios sin muchos seguidores, ese Orochi.. Llevo varios días esperando a que aparezca alguien por aquí, y me exaspera que me hagan esperar.
-Entonces no te haré esperar para sugerirte que te vayas por donde has venido si no quieres sufrir las consecuencias.
-Me iré cuando consiga lo que he venido a buscar.- el desconocido chasqueó los dedos, y una jovencita con uniforme de secretaria apareció de entre las sombras y le recogió la chaqueta del traje, para luego volver a su sitio.- Quiero poseer el poder que mana de aquí.
-Solamente dime por qué no debería acabar con tu insignificante vida humana por haber profanado el sagrado templo de Orochi.
-Porque si lo intentases acabaría contigo antes de que pudieses pronunciar el nombre de tu dios, como me llamo Rugal Bernstein.
Goenitz sonrió con superioridad.
-Iluso...
Goenitz hizo un imperceptible gesto con la cabeza y un par de tornados cruzados acorralaron a Rugal. Ambos tornados terminaron por chocar entre si, causando una especie de onda expansiva que creó una nube de polvo. Goenitz supuso que aquello habría acabado con aquel arrogante personaje, pero éste había logrado esquivar el ataque y, aprovechando la confusión, se lanzó contra Goenitz. Este lo consiguió ver a tiempo, pero no movió un solo músculo hasta el último momento, cuando extendió una mano con un movimiento veloz y preciso. Rugal se percató, pero apenas si tuvo tiempo a reaccionar. Frenó ligeramente su trayectoria, pero no fue suficiente. Sintió un dolor intenso en la cara y al llevarse las manos a la cara notó como la sangre resbalaba por ellas para luego gotear hasta el suelo. Trató de abrir los ojos, pero la parte derecha de su cara estaba como entumecida. No supo exactamente lo que le había pasado hasta que logró entreabrir su ojo izquierdo y vio a Goenitz con la mano salpicada de sangre, dejando caer despectivamente los restos acuosos de lo que había sido un globo ocular. Goenitz aplaudió pausadamente tras limpiar las salpicaduras de sangre de su traje.
-Estoy impresionado. Cualquier otro humano hubiese perdido mucho más que un ojo. Quieres el poder de Orochi, ¿no es cierto?
Rugal se puso en pie, cubriéndose la cuenca vacía del ojo derecho con la mano del mismo lado. Volvió a reír, aunque el dolor que estaba sintiendo era patente.
-Y no me marcharé sin haberlo conseguido.
-De acuerdo, me has convencido. Pero no me confundas con el genio de la lámpara.
-Menos palabras, y dame lo que he venido a buscar.
Goenitz puso la mano en la cara ensangrentada de Rugal sin la más mínima delicadeza o muestra de respeto. Su cuerpo se sacudió como si estuviese sufriendo algún tipo de ataque, pero no profirió un solo alarido de dolor ni dio muestras de debilidad. La "transfusión" no duró más que unos segundos, tras los cuales Rugal se arregló el traje tratando de mostrar dignidad después de haber sentido la humillación de tener que haberse sometido a Goenitz. Chasqueó los dedos de nuevo para que su secretaria le trajese de nuevo la chaqueta del traje y se dispuso a marcharse sin decir nada. Una vez que había conseguido lo que quería no había motivos para quedarse en aquel lugar.
-No se te ocurra volver a traer tu cara de alemán tuerto por aquí. La próxima vez te mataré.- le advirtió Goenitz.
-No me volverás a ver, pero oirás hablar de mi.- rió Rugal, abandonando el lugar con orgullo y satisfecho de haber conseguido su objetivo pese a haber perdido un ojo. Goenitz podría haberlo advertido de las consecuencias que tendría utilizar la ínfima cantidad de poder que le había transferido, pero no tenía por qué hacerlo. De todos modos le sería de utilidad y si aquel poco poder terminaba por matarlo, no era nada que le incumbiese. Un estúpido arrogante menos en el mundo.
Todavía estaban todos durmiendo cuando alguien llamó a la puerta. Gaidel se puso la bata para abrir, pero Leona se le adelantó. Una mujer joven, con media melena negra como el azabache y rasgos típicamente orientales, vestida con una blusa rosada y una falda blanca por la rodilla (a todas luces, ropa poco apropiada para internarse en la selva) estaba al otro lado de la puerta.
-¡Hola!- saludó la mujer en japonés.- Tú debes ser Leona.
Leona, que conocía el idioma, asintió con la cabeza con cierta desconfianza. En ese momento Gaidel apareció y vio a la recién llegada.
-¡Kanako-chan!- exclamó Gaidel sorprendido.- ¿Qué haces por aquí?
Kanako y Gaidel se dieron un efusivo y fraternal abrazo.
-¿Quién es, papá?
Gaidel aupó a la pequeña.
-Esta es Kanako, una amiga mía y de tu madre.
-Hola.- saludó Leona formalmente.
-¿Puedo pasar a sentarme? Los pies me están matando.
-Es que no sé cómo se te ocurre ponerte esos zapatos para andar por aquí.- sermoneó Leona, aparentando por un momento más madurez de la que realmente tenía.
-¡Qué linda!- exclamó Kanako mientras se sentaba en el sofá y se frotaba los pies doloridos. Definitivamente, no había sido buena idea ponerse aquellos zapatos que incluso tenían un poco de tacón, pero no había encontrado nada más apropiado.- ¿Y Maisa?- preguntó.
-Durmiendo.- respondió Gaidel.- No la despierta ni un terremoto. ¿Y a ti qué te trae por aquí? Supongo que no se trata de una visita de cortesía.
Kanako suspiró.
-Supones bien. Venía para quedarme... Si es que hay sitio y no molesto, claro.
-Para ti siempre hay sitio, mujer. Mira, mientras no arreglamos una de esas casas vacías para ti puedes quedarte con nosotros. No hay mucho espacio, pero dónde caben 3 caben 4.
-Gracias.- Murmuró Kanako humildemente.- Pero preferiría que no os tomaseis molestias por mi.
-Tonterías, no molestas. Además, después de un viaje tal largo te mereces que te cuiden un poco. No tienes muy buen aspecto.
Kanako suspiró de nuevo.
-Ya lo sé.
-¿Es que ha pasado algo?- interrogó Gaidel algo preocupado.
-No, no es nada... O quizás demasiadas cosas... No sé. Solo sentía que necesitaba huir de todo, y cuando me puse a mirar las fotos que me enviasteis, este parecía el lugar perfecto.
-¿Pero entonces qué fue? No puede ser que te vaya tan mal.
-Pues todo me iba muy bien... Estaba trabajando de contable en una empresa y me publicaron ya 2 libros que se venden bastante bien.
-¿Entonces?
-Supongo que te habrás dado cuenta cuando se liberó el poder de Orochi..
Gaidel asintió con la cabeza.
-Para mi fue demasiado... Noté en mi propia carne el dolor que estaba sufriendo esa pobre chiquilla... la guardiana del sello. Podía... Podía sentir su miedo, aun ahora puedo sentirlo solo con recordar... Y después de eso empecé de nuevo a ver cosas... Hacía años que no me pasaba, pero ahora esas cosas me rondan la cabeza todo el tiempo... No puedo acercarme a nadie sin verlo herido, enfermo o muerto... Es horrible.- Kanako respiró con fuerza evitando llorar. Ya no era una niña, no podía seguir llorando por todo.- No sé si es algún tipo de maldición de mi sangre Orochi o solo es que soy un deshecho humano... No me importa, solo me gustaría saber qué se supone que debo hacer.
-No te preocupes, seguro que se arregla todo.- la consoló Leona, aunque no entendía muy bien de qué estaba hablando aquella mujer.
Kanako le sonrió tímidamente pero con sinceridad.
-Vaya, hasta tú me tratas con actitud protectora... Creo que tendré que empezar a valerme por mi misma.- Luego se dirigió de nuevo a Gaidel.- En serio, Gaidel, tengo miedo de volverme definitivamente loca. Espero que este remanso de paz pueda ayudarme... La verdad es que me sigo sintiendo como si solo viniese a molestar, pero necesitaba poder tener cerca de alguien con quien hablar. Todo va de mal en peor...
-Tranquila...
-El otro día me encontré con Goenitz por la calle cuando iba a trabajar... Está irreconocible, y no solo de aspecto. Me pregunto si todavía le queda algo ahí dentro aparte de cerebro... Casi me dio miedo, creo que sus propios crímenes lo están absorbiendo.
-¿Crímenes?
Kanako le dedicó una mirada incrédula.
-¿No lo sabes? Debes de ser el único... O quizás toda esta gente tampoco sabe nada, no sé, pero en Japón no se habla de otra cosa. Es como un héroe... A mi me da asco. Es otro de los motivos por los que me fui.
Gaidel tragó saliva antes de hablar.
-¿Estás diciendo que fue... Goenitz quien...- Gaidel se dio cuenta de que estaba Leona presente y no quería hablar de muertes delante de ella.- bueno, si fue él quien rompió el sello?
Kanako asintió.
-Bueno...- Gaidel rió nerviosamente, de forma mecánica, mientras le pasaba la mano por el pelo a su hija- Creo que le debo a tu madre una disculpa.- Volvió a mirar a Kanako.- ¿Sabes? En el fondo creo que lo sabía pero... Es difícil creer algo así de alguien con quien te has criado.
-Sí, a mi también me cuesta creer que sea tan malo...
-No lo es.- replicó Gaidel.- No existe nadie malo o bueno. Simplemente a él lo han presionado tanto haciéndole creer que obrar así es lo correcto que realmente lo cree.
-¿Después de todo lo que ha hecho todavía lo defiendes?
-No lo defiendo. No me gusta lo que ha hecho, me parece una atrocidad, sólo intento entender sus motivos.
-¿De quién habláis?- quiso saber la pequeña.- ¿Y qué es lo que hizo?
-De un antiguo conocido.- fue la breve respuesta de Gaidel.
En ese momento, Maisa irrumpió en el salón, aun medio dormida, pero al ver a Kanako terminó de despertarse.
-¡Hola! ¿Y tú por aquí? - exclamó sorprendida.- Ya decía yo que se oían voces en el salón. ¡Cuánto tiempo!
Kanako se puso en pie para saludar a Maisa.
-Lo mismo digo.- respondió.- Se os ve muy bien a los dos. Tú no has cambiado nada.
-¡Hey! ¿Tan viejo se me ve a mi?- bromeó Gaidel.- Todavía tengo 28.
Maisa le pasó el brazo a Gaidel por la cintura.
-No se te ve más viejo, solo más guapo.- respondió en tono de burla.- Pero no te hagas ilusiones, que es solo mío... Bueno, ¿y qué te trae por aquí?
Kanako le explicó a Maisa de forma abreviada lo que ya le había dicho a Gaidel. Maisa se abstuvo de reprender a Gaidel con un "Ya te lo dije" cuando se enteró de lo de Goenitz, porque era un asunto demasiado delicado como para echárselo en cara a nadie.
-Pero no pasa nada.- respondió Maisa cuando Kanako terminó.- Ahora descansa, te ayudamos a reparar una de esas casas y para lo que nos necesites ya sabes donde nos tienes.
-Muchas gracias...- murmuró tímidamente, sintiéndose algo intrusa.
Leona le susurró algo a su padre al oído y este soltó una carcajada suave.
-Vale, venga, vamos a desayunar.
***
Después de pasar unos días en el templo, Goenitz volvió a su casa. Mature y Vice debían haber vuelto hacía cosa de un par de días, quizás algo más. Se las encontró tiradas en el salón, delante de la televisión y dedicándose a terminar con todas las cosas comestibles de la casa. No se percataron de la llegada de su jefe, probablemente porque las dos se estaban riendo demasiado escandalosamente como para oír nada.
-Shhh... Vice, cállate, que ahora viene cuando le da la vuelta a la silla y ve que la madre de Norman está disecada.
En lugar de callarse, Vice se rió más todavía.
-¡Esa es la mejor parte! La cara de la tía es todo un poema.
Goenitz, acercándose por detrás, carraspeó para hacerse oír. Las dos chicas, alarmadas, se pusieron en pie rápidamente y antes de siquiera ver quién era ambas se defendieron lanzando sendos zarpazos, que detuvieron al percatarse de que se trataba de Goenitz. Aunque por la cara de enfado que traía casi hubiesen preferido encontrarse a Norman Bates con un cuchillo.
-¡Goenitz!- exclamó Mature.- ¡Qué susto nos has dado! ¿No ves que estamos haciendo un maratón de películas de Hitchcok?
-Por lo que veo no tenéis nada mejor que hacer.- enunció Goenitz.
-Así es.- respondió Mature arreglándose el uniforme con las manos.- Como has estado fuera tanto tiempo ya hemos terminado todo el trabajo.
Goenitz vio todos los envases de comida tirados por el suelo.
-Creo que el trabajo no ha sido lo único que habéis terminado.
-Algo teníamos que comer, ¿no?- se defendió Vice.
-Si yo le dije que no lo dejase todo tirado por ahí, que hace muy mal efecto, pero no me hizo caso, y yo no pienso recoger lo que otra persona ensucia.
-Eh... ¿Una galleta danesa?- ofreció Vice recogiendo la caja del suelo.- Bueno, mejor no, jefe, que te estás poniendo algo fondón. Esta bata tuya me va enorme.
Mature y Vice retrocedieron un par de pasos al ver como las venas del cuello de Goenitz se hinchaban.
-Eso no es una bata, es un traje ceremonial, y después me explicarás por qué llevas puesta mi ropa.
-Pues porque la mía encogió al hacer la colada y Mature no me presta la suya.
-¿Para que le hagas lo mismo que a la tuya? Ni loca.
-Sois un par de estorbos.- gruñó Goenitz.- Por eso he decidido deshacerme de vosotros.
-Ooh... Creo que nos va a despedir.-susurró Vice, sin mostrarse demasiado afectada por ello.
-No tendréis esa suerte.- respondió Goenitz, que las había escuchado perfectamente. Les explicó lo que había sucedido con Rugal, y que deberían presentarse ante él como un par de secretarias para mantenerlo vigilado y comprobar que no resultase una amenaza para la integridad del plan de Goenitz en ningún momento. Lógicamente, seguirían trabajando secretamente para Goenitz, lo que significaba cobrar doble sueldo y, con un poco de suerte, ese tal Rugal Bernstein sería un tipo algo más normal que su actual jefe. Lo que no sabían es que tendrían que recibir un curso acelerado de modales, protocolo y esas estupideces que tanto les importan a los de la alta sociedad. Goenitz tampoco les había advertido de que el hombre en cuestión ya tenía unas secretarias y no estaba interesado en contratar a nadie más, ni siquiera aunque fuesen dos jóvenes atractivas y educadas como ellas...o al menos así se habían tratado de comportar ante él. Afortunadamente y "por casualidad", las antiguas secretarias de Rugal sufrieron un pequeño accidente que las envió al hospital durante un par de meses y dejó sus bonitas caras irreconocibles, por lo que Mature y Vice consiguieron el puesto. Por supuesto, Rugal no era estúpido y sabía lo que había pasado realmente, pero le gustaba que tuviesen iniciativa, no como todas sus anteriores secretarias, tan hermosas y eficientes como estúpidas. Todo iría bien con aquellas dos siempre y cuando no utilizasen esa iniciativa en su contra. No tenía ni idea de donde habían salido, ni le interesaba, pero tendría que mantenerlas vigiladas para comprobar si podían ser de confianza. En un principio hizo como que no tenía la más mínima idea de lo que les había pasado a sus anteriores secretarias, lo mejor para descubrir cuales eran sus planes era fingir que ignorancia ante todo y mostrarse impresionado por sus currículos falsos y sus modales también falsos. Mientras, Goenitz se había quedado nuevamente solo, sin nadie que hiciese el trabajo sucio por él, pero de todos modos ya no quedaba realmente mucho que hacer, poco más que esperar a que el tiempo transcurriese y sus planes se cumpliesen solos.
-Un dios sin muchos seguidores, ese Orochi.. Llevo varios días esperando a que aparezca alguien por aquí, y me exaspera que me hagan esperar.
-Entonces no te haré esperar para sugerirte que te vayas por donde has venido si no quieres sufrir las consecuencias.
-Me iré cuando consiga lo que he venido a buscar.- el desconocido chasqueó los dedos, y una jovencita con uniforme de secretaria apareció de entre las sombras y le recogió la chaqueta del traje, para luego volver a su sitio.- Quiero poseer el poder que mana de aquí.
-Solamente dime por qué no debería acabar con tu insignificante vida humana por haber profanado el sagrado templo de Orochi.
-Porque si lo intentases acabaría contigo antes de que pudieses pronunciar el nombre de tu dios, como me llamo Rugal Bernstein.
Goenitz sonrió con superioridad.
-Iluso...
Goenitz hizo un imperceptible gesto con la cabeza y un par de tornados cruzados acorralaron a Rugal. Ambos tornados terminaron por chocar entre si, causando una especie de onda expansiva que creó una nube de polvo. Goenitz supuso que aquello habría acabado con aquel arrogante personaje, pero éste había logrado esquivar el ataque y, aprovechando la confusión, se lanzó contra Goenitz. Este lo consiguió ver a tiempo, pero no movió un solo músculo hasta el último momento, cuando extendió una mano con un movimiento veloz y preciso. Rugal se percató, pero apenas si tuvo tiempo a reaccionar. Frenó ligeramente su trayectoria, pero no fue suficiente. Sintió un dolor intenso en la cara y al llevarse las manos a la cara notó como la sangre resbalaba por ellas para luego gotear hasta el suelo. Trató de abrir los ojos, pero la parte derecha de su cara estaba como entumecida. No supo exactamente lo que le había pasado hasta que logró entreabrir su ojo izquierdo y vio a Goenitz con la mano salpicada de sangre, dejando caer despectivamente los restos acuosos de lo que había sido un globo ocular. Goenitz aplaudió pausadamente tras limpiar las salpicaduras de sangre de su traje.
-Estoy impresionado. Cualquier otro humano hubiese perdido mucho más que un ojo. Quieres el poder de Orochi, ¿no es cierto?
Rugal se puso en pie, cubriéndose la cuenca vacía del ojo derecho con la mano del mismo lado. Volvió a reír, aunque el dolor que estaba sintiendo era patente.
-Y no me marcharé sin haberlo conseguido.
-De acuerdo, me has convencido. Pero no me confundas con el genio de la lámpara.
-Menos palabras, y dame lo que he venido a buscar.
Goenitz puso la mano en la cara ensangrentada de Rugal sin la más mínima delicadeza o muestra de respeto. Su cuerpo se sacudió como si estuviese sufriendo algún tipo de ataque, pero no profirió un solo alarido de dolor ni dio muestras de debilidad. La "transfusión" no duró más que unos segundos, tras los cuales Rugal se arregló el traje tratando de mostrar dignidad después de haber sentido la humillación de tener que haberse sometido a Goenitz. Chasqueó los dedos de nuevo para que su secretaria le trajese de nuevo la chaqueta del traje y se dispuso a marcharse sin decir nada. Una vez que había conseguido lo que quería no había motivos para quedarse en aquel lugar.
-No se te ocurra volver a traer tu cara de alemán tuerto por aquí. La próxima vez te mataré.- le advirtió Goenitz.
-No me volverás a ver, pero oirás hablar de mi.- rió Rugal, abandonando el lugar con orgullo y satisfecho de haber conseguido su objetivo pese a haber perdido un ojo. Goenitz podría haberlo advertido de las consecuencias que tendría utilizar la ínfima cantidad de poder que le había transferido, pero no tenía por qué hacerlo. De todos modos le sería de utilidad y si aquel poco poder terminaba por matarlo, no era nada que le incumbiese. Un estúpido arrogante menos en el mundo.
Todavía estaban todos durmiendo cuando alguien llamó a la puerta. Gaidel se puso la bata para abrir, pero Leona se le adelantó. Una mujer joven, con media melena negra como el azabache y rasgos típicamente orientales, vestida con una blusa rosada y una falda blanca por la rodilla (a todas luces, ropa poco apropiada para internarse en la selva) estaba al otro lado de la puerta.
-¡Hola!- saludó la mujer en japonés.- Tú debes ser Leona.
Leona, que conocía el idioma, asintió con la cabeza con cierta desconfianza. En ese momento Gaidel apareció y vio a la recién llegada.
-¡Kanako-chan!- exclamó Gaidel sorprendido.- ¿Qué haces por aquí?
Kanako y Gaidel se dieron un efusivo y fraternal abrazo.
-¿Quién es, papá?
Gaidel aupó a la pequeña.
-Esta es Kanako, una amiga mía y de tu madre.
-Hola.- saludó Leona formalmente.
-¿Puedo pasar a sentarme? Los pies me están matando.
-Es que no sé cómo se te ocurre ponerte esos zapatos para andar por aquí.- sermoneó Leona, aparentando por un momento más madurez de la que realmente tenía.
-¡Qué linda!- exclamó Kanako mientras se sentaba en el sofá y se frotaba los pies doloridos. Definitivamente, no había sido buena idea ponerse aquellos zapatos que incluso tenían un poco de tacón, pero no había encontrado nada más apropiado.- ¿Y Maisa?- preguntó.
-Durmiendo.- respondió Gaidel.- No la despierta ni un terremoto. ¿Y a ti qué te trae por aquí? Supongo que no se trata de una visita de cortesía.
Kanako suspiró.
-Supones bien. Venía para quedarme... Si es que hay sitio y no molesto, claro.
-Para ti siempre hay sitio, mujer. Mira, mientras no arreglamos una de esas casas vacías para ti puedes quedarte con nosotros. No hay mucho espacio, pero dónde caben 3 caben 4.
-Gracias.- Murmuró Kanako humildemente.- Pero preferiría que no os tomaseis molestias por mi.
-Tonterías, no molestas. Además, después de un viaje tal largo te mereces que te cuiden un poco. No tienes muy buen aspecto.
Kanako suspiró de nuevo.
-Ya lo sé.
-¿Es que ha pasado algo?- interrogó Gaidel algo preocupado.
-No, no es nada... O quizás demasiadas cosas... No sé. Solo sentía que necesitaba huir de todo, y cuando me puse a mirar las fotos que me enviasteis, este parecía el lugar perfecto.
-¿Pero entonces qué fue? No puede ser que te vaya tan mal.
-Pues todo me iba muy bien... Estaba trabajando de contable en una empresa y me publicaron ya 2 libros que se venden bastante bien.
-¿Entonces?
-Supongo que te habrás dado cuenta cuando se liberó el poder de Orochi..
Gaidel asintió con la cabeza.
-Para mi fue demasiado... Noté en mi propia carne el dolor que estaba sufriendo esa pobre chiquilla... la guardiana del sello. Podía... Podía sentir su miedo, aun ahora puedo sentirlo solo con recordar... Y después de eso empecé de nuevo a ver cosas... Hacía años que no me pasaba, pero ahora esas cosas me rondan la cabeza todo el tiempo... No puedo acercarme a nadie sin verlo herido, enfermo o muerto... Es horrible.- Kanako respiró con fuerza evitando llorar. Ya no era una niña, no podía seguir llorando por todo.- No sé si es algún tipo de maldición de mi sangre Orochi o solo es que soy un deshecho humano... No me importa, solo me gustaría saber qué se supone que debo hacer.
-No te preocupes, seguro que se arregla todo.- la consoló Leona, aunque no entendía muy bien de qué estaba hablando aquella mujer.
Kanako le sonrió tímidamente pero con sinceridad.
-Vaya, hasta tú me tratas con actitud protectora... Creo que tendré que empezar a valerme por mi misma.- Luego se dirigió de nuevo a Gaidel.- En serio, Gaidel, tengo miedo de volverme definitivamente loca. Espero que este remanso de paz pueda ayudarme... La verdad es que me sigo sintiendo como si solo viniese a molestar, pero necesitaba poder tener cerca de alguien con quien hablar. Todo va de mal en peor...
-Tranquila...
-El otro día me encontré con Goenitz por la calle cuando iba a trabajar... Está irreconocible, y no solo de aspecto. Me pregunto si todavía le queda algo ahí dentro aparte de cerebro... Casi me dio miedo, creo que sus propios crímenes lo están absorbiendo.
-¿Crímenes?
Kanako le dedicó una mirada incrédula.
-¿No lo sabes? Debes de ser el único... O quizás toda esta gente tampoco sabe nada, no sé, pero en Japón no se habla de otra cosa. Es como un héroe... A mi me da asco. Es otro de los motivos por los que me fui.
Gaidel tragó saliva antes de hablar.
-¿Estás diciendo que fue... Goenitz quien...- Gaidel se dio cuenta de que estaba Leona presente y no quería hablar de muertes delante de ella.- bueno, si fue él quien rompió el sello?
Kanako asintió.
-Bueno...- Gaidel rió nerviosamente, de forma mecánica, mientras le pasaba la mano por el pelo a su hija- Creo que le debo a tu madre una disculpa.- Volvió a mirar a Kanako.- ¿Sabes? En el fondo creo que lo sabía pero... Es difícil creer algo así de alguien con quien te has criado.
-Sí, a mi también me cuesta creer que sea tan malo...
-No lo es.- replicó Gaidel.- No existe nadie malo o bueno. Simplemente a él lo han presionado tanto haciéndole creer que obrar así es lo correcto que realmente lo cree.
-¿Después de todo lo que ha hecho todavía lo defiendes?
-No lo defiendo. No me gusta lo que ha hecho, me parece una atrocidad, sólo intento entender sus motivos.
-¿De quién habláis?- quiso saber la pequeña.- ¿Y qué es lo que hizo?
-De un antiguo conocido.- fue la breve respuesta de Gaidel.
En ese momento, Maisa irrumpió en el salón, aun medio dormida, pero al ver a Kanako terminó de despertarse.
-¡Hola! ¿Y tú por aquí? - exclamó sorprendida.- Ya decía yo que se oían voces en el salón. ¡Cuánto tiempo!
Kanako se puso en pie para saludar a Maisa.
-Lo mismo digo.- respondió.- Se os ve muy bien a los dos. Tú no has cambiado nada.
-¡Hey! ¿Tan viejo se me ve a mi?- bromeó Gaidel.- Todavía tengo 28.
Maisa le pasó el brazo a Gaidel por la cintura.
-No se te ve más viejo, solo más guapo.- respondió en tono de burla.- Pero no te hagas ilusiones, que es solo mío... Bueno, ¿y qué te trae por aquí?
Kanako le explicó a Maisa de forma abreviada lo que ya le había dicho a Gaidel. Maisa se abstuvo de reprender a Gaidel con un "Ya te lo dije" cuando se enteró de lo de Goenitz, porque era un asunto demasiado delicado como para echárselo en cara a nadie.
-Pero no pasa nada.- respondió Maisa cuando Kanako terminó.- Ahora descansa, te ayudamos a reparar una de esas casas y para lo que nos necesites ya sabes donde nos tienes.
-Muchas gracias...- murmuró tímidamente, sintiéndose algo intrusa.
Leona le susurró algo a su padre al oído y este soltó una carcajada suave.
-Vale, venga, vamos a desayunar.
***
Después de pasar unos días en el templo, Goenitz volvió a su casa. Mature y Vice debían haber vuelto hacía cosa de un par de días, quizás algo más. Se las encontró tiradas en el salón, delante de la televisión y dedicándose a terminar con todas las cosas comestibles de la casa. No se percataron de la llegada de su jefe, probablemente porque las dos se estaban riendo demasiado escandalosamente como para oír nada.
-Shhh... Vice, cállate, que ahora viene cuando le da la vuelta a la silla y ve que la madre de Norman está disecada.
En lugar de callarse, Vice se rió más todavía.
-¡Esa es la mejor parte! La cara de la tía es todo un poema.
Goenitz, acercándose por detrás, carraspeó para hacerse oír. Las dos chicas, alarmadas, se pusieron en pie rápidamente y antes de siquiera ver quién era ambas se defendieron lanzando sendos zarpazos, que detuvieron al percatarse de que se trataba de Goenitz. Aunque por la cara de enfado que traía casi hubiesen preferido encontrarse a Norman Bates con un cuchillo.
-¡Goenitz!- exclamó Mature.- ¡Qué susto nos has dado! ¿No ves que estamos haciendo un maratón de películas de Hitchcok?
-Por lo que veo no tenéis nada mejor que hacer.- enunció Goenitz.
-Así es.- respondió Mature arreglándose el uniforme con las manos.- Como has estado fuera tanto tiempo ya hemos terminado todo el trabajo.
Goenitz vio todos los envases de comida tirados por el suelo.
-Creo que el trabajo no ha sido lo único que habéis terminado.
-Algo teníamos que comer, ¿no?- se defendió Vice.
-Si yo le dije que no lo dejase todo tirado por ahí, que hace muy mal efecto, pero no me hizo caso, y yo no pienso recoger lo que otra persona ensucia.
-Eh... ¿Una galleta danesa?- ofreció Vice recogiendo la caja del suelo.- Bueno, mejor no, jefe, que te estás poniendo algo fondón. Esta bata tuya me va enorme.
Mature y Vice retrocedieron un par de pasos al ver como las venas del cuello de Goenitz se hinchaban.
-Eso no es una bata, es un traje ceremonial, y después me explicarás por qué llevas puesta mi ropa.
-Pues porque la mía encogió al hacer la colada y Mature no me presta la suya.
-¿Para que le hagas lo mismo que a la tuya? Ni loca.
-Sois un par de estorbos.- gruñó Goenitz.- Por eso he decidido deshacerme de vosotros.
-Ooh... Creo que nos va a despedir.-susurró Vice, sin mostrarse demasiado afectada por ello.
-No tendréis esa suerte.- respondió Goenitz, que las había escuchado perfectamente. Les explicó lo que había sucedido con Rugal, y que deberían presentarse ante él como un par de secretarias para mantenerlo vigilado y comprobar que no resultase una amenaza para la integridad del plan de Goenitz en ningún momento. Lógicamente, seguirían trabajando secretamente para Goenitz, lo que significaba cobrar doble sueldo y, con un poco de suerte, ese tal Rugal Bernstein sería un tipo algo más normal que su actual jefe. Lo que no sabían es que tendrían que recibir un curso acelerado de modales, protocolo y esas estupideces que tanto les importan a los de la alta sociedad. Goenitz tampoco les había advertido de que el hombre en cuestión ya tenía unas secretarias y no estaba interesado en contratar a nadie más, ni siquiera aunque fuesen dos jóvenes atractivas y educadas como ellas...o al menos así se habían tratado de comportar ante él. Afortunadamente y "por casualidad", las antiguas secretarias de Rugal sufrieron un pequeño accidente que las envió al hospital durante un par de meses y dejó sus bonitas caras irreconocibles, por lo que Mature y Vice consiguieron el puesto. Por supuesto, Rugal no era estúpido y sabía lo que había pasado realmente, pero le gustaba que tuviesen iniciativa, no como todas sus anteriores secretarias, tan hermosas y eficientes como estúpidas. Todo iría bien con aquellas dos siempre y cuando no utilizasen esa iniciativa en su contra. No tenía ni idea de donde habían salido, ni le interesaba, pero tendría que mantenerlas vigiladas para comprobar si podían ser de confianza. En un principio hizo como que no tenía la más mínima idea de lo que les había pasado a sus anteriores secretarias, lo mejor para descubrir cuales eran sus planes era fingir que ignorancia ante todo y mostrarse impresionado por sus currículos falsos y sus modales también falsos. Mientras, Goenitz se había quedado nuevamente solo, sin nadie que hiciese el trabajo sucio por él, pero de todos modos ya no quedaba realmente mucho que hacer, poco más que esperar a que el tiempo transcurriese y sus planes se cumpliesen solos.
