Los personajes pertenecen a Rowling, etc, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^^
Os recuerdo: ¡¡¡hay escenas YAOI ( m/m) en un futuro cercano!!!, si no te gustan, no lo leas.
Es R por algo!!!!!!!!!!!!!!!!!
Hola a todos!!! Bueno, este capítulo es más ligero, como prometí. Un pequeño descanso ante lo que se avecina... Por primera vez he sacado la historia de la exclusiva narración de lo que le acontece a Severus, y se muestran los pensamientos de otros personajes. Esto volverá a ocurrir. Y poco más... quizás este cap es un poco demasiado suave, no sé. El que viene, desde luego, tiene más chicha. Se desvelan cosas que han quedado en incógnita, y vuelven personajes. De nuevo se pondrá trágico, je, je, je...
Muchas gracias por los Reviews!!! Por favooooor, escribid!!!!
Disfrutad de esto!! ^^
La vuelta atrás6. Las viejas culpas: Dumbledore
El chirrido de la puerta de la mazmorra al abrirse trajo a Severus Snape de vuelta a la realidad. Seguía echado en el suelo, curvado sobre sí mismo, temblando. El agudo sonido le estremeció. ¿Quién habría entrado? Probablemente, un auror del ministerio... Sabía lo que eso significaba: interrogatorio.
Y dado dónde y ante los pies de quién había sido capturado, tortura.
El pensamiento envío un calambre de terror por todo su cuerpo.
Aún podía sentir el dolor de su hombro y las heridas de su cuerpo latiendo suave bajo la piel, tan sólo anestesiadas por algún hechizo, probablemente el mismo que le había tenido inconsciente. Y estaba cansado, abotargado. Una imagen penetró lentamente en su cabeza, mientras escuchaba con precisión como las pisadas del auror resonaban en el tosco suelo acercándose a él. La imagen se definió en un rostro, un nombre... ¡Rosier!
Severus ahogó un minúsculo gemido. Evan, Evan, Evan... ¿Qué habría sido de él, dónde estaría? Cerró los ojos con fuerza, sabiendo que el auror estaba ya delante suyo, apenas centímetros separando sus botas de su cuerpo sucio y tembloroso. Evan estaría... ¿estaría muerto...?
El puntapié en su estómago vino rápido e inesperado.
Severus jadeó, tratando de buscar su respiración, mientras el sabor metálico de la sangre inundaba su boca. Trató de escupir el líquido espeso, y alejarse de su agresor arrastrándose por el suelo. Sabía que era inútil, que estaba atrapado, pero el miedo y el dolor comenzaban a bloquear su mente. Todo pensamiento racional desapareció tras escuchar un "finite encantatem". El hechizo que mantenía el daño de sus heridas en un baremo soportable se rompió, y éste le golpeó con una fuerza inaudita.
-¡Cállate, perro!
Severus aún podía entender que esas palabras se dirigían a él, que estaba gritando. Pero simplemente no tenía poder sobre sus cuerdas vocales.
Otra patada en su esternón arregló la situación. Severus se encontró sin aire, ahogado, al filo de desmayarse. El joven lo deseó con fuerza: desmayarse era abandonar esa mazmorra y esa locura, refugiarse en el olvido algún precioso minuto más.
Pero el hombre le había cogido del cuello de su capa, y le elevaba sobre el suelo. Severus no podía apoyar los pies y mantenerse por sí mismo; y dejó caer su cabeza hacia atrás, desfallecido. El auror le tomó de la barbilla y le obligó a mirarle.
-¡Maldito perro mortífago!!! ¡Hijo de puta, tú asesinaste a Thomas, te voy a destrozar!!!
No necesitas esforzarte mucho..., pensó Severus. Ya le había reconocido, y simplemente la fatalidad de todo le tenía extrañamente inerme.
Era Victor Strauss. El amigo fiel de Thomas Dunke, y otro mastodonte sanguinario como éste.
El auror le escupió en la cara, y le dejó caer en el suelo.
-Basura... –murmuró con desprecio. -¡CRUCIO!!!
El infierno de apoderó de Severus. Todo su cuerpo se incendió, podía sentir cada nervio carbonizarse bajo su piel. El dolor de su hombro herido era insoportable bajo la tortura indescriptible de la maldición. Él ya había estado bajo ella: Voldemort la usaba mucho para mostrar su frustración ante los fracasos, pero jamás la había padecido en un estado de debilidad similar. Simplemente, aquello sobrepasaba todo lo que pudiera imaginar.
Severus era vagamente consciente de su cuerpo convulso retorciéndose en el suelo, de la sangre que ahogaba sus gritos, de su respiración quebrada e irregular.
Se estaba muriendo.
Esta vez no era un deseo, o una posibilidad. Era lo que estaba sucediendo, ante la mirada cegada por la furia de Strauss. Se estaba muriendo, y lo sabía porque la tortura de la maldición Cruciatus obligaba a la víctima a estar consciente, y él se iba hundiendo poco a poco en un abismo denso e insondable. Casi podía sentir su alma desprendiéndose de su cuerpo, alejándose de él, cayendo en la profundidad.
Y la Muerte ya no era el resplandor verde y fugaz de la Avada Kedavra que había esquivado por tan poco en la Escuela Yorkmile; era un océano azul y frío, muy hondo, que llenaba de negrura todo su ser.
Entonces aquel infierno helado desapareció, y tan sólo quedó un dolor sordo que nadaba como olas por su cuerpo.
Unas palabras inteligibles, y ese mar se convirtió en un lago, el daño reducido a una suave palpitación, y entonces alguien le abrazaba y murmuraba en su oído. Severus se sintió muy pequeño, y aquellos brazos eran cálidos y firmes como lo habían sido una vez los de su padre, cuando aún había posibilidad de ser amado por él, cuando su hermano César vivía.
Severus se arrebujó allí, poco consciente del estado de su cuerpo, de los pinchazos que le sacudían cuando se atrevía a moverse.
-Chisss... no te muevas, Severus, todo ha pasado.
El joven obedeció a ese susurro tranquilo, obnubilado por el consuelo.
Todo ha pasado... repitió su mente confusa, todo ha pasado...
Era una oración a la que ceñirse, un asidero en el vacío. Todo ha pasado...
Los brazos apretaban al joven contra un pecho cálido, y le acunaban lentamente. Severus se dejó mecer, su rostro hundido en aquel refugio, los ojos negros cerrados con fuerza. Él podía estar allí, en ese cuerpo que le trataba con amabilidad.
Entonces su nariz cosquilleaba, y era la barba blanca contra la que se apoyaba. Una barba larga y blanca... Era... ¿el Director Dumbledore?
Severus hizo un esfuerzo supremo por abrir sus ojos, y elevar su rostro para encarar a su salvador.
-¿Di...rector...? –murmuró con una voz muy pequeña, apenas audible.
-Albus -fue la firme respuesta. Y era el mismísimo Director de Hogwarts, Albus Dumbledore, con sus ojos tan celestes y su eterna sonrisa.
Albus había venido a salvarle. Después de todo, no le había abandonado.
Cuando despertó su mirada encontró un amplio techo blanco y una luz dorada y hermosa que llenaba el ambiente. Aquella luz le sorprendió, era densa y aterciopelada, y podía sentirla acariciar su rostro con delicadeza.
Severus Snape no estaba acostumbrado a la luz. Su casa familiar había sido oscura, los dormitorios de Slytherin estaban en las mazmorras de Hogwarts, y su propia actual vivienda era un semisótano al que sólo llegaba una radiación mortecina y siempre gris. Y por supuesto, los laboratorios donde trabajaba no tenían ventanas...
Era una criatura nocturna, que apenas pisaba la calle de día. Las misiones de los mortífagos eran siempre de noche, toda su existencia se desarrollaba entre la penumbra y la oscuridad.
Severus pensó que quizás por eso su mirada era tan negra, como si hubiera absorbido la coloración de lo que siempre le rodeaba.
Pero ahora estaba en una estancia luminosa y cálida, y a lo lejos una música muy bella resonaba. Entonces sintió un peso sobre su pecho, y aunque éste era muy ligero un dolor muy tenue le invadió. La música se hizo entonces más fuerte, y Severus lo olvidó. Esa música... era como un canto... un gorgojeo...
Trató de enfocar la mirada, y se encontró con un pequeño pájaro rojo de una belleza indescriptible.
El fénix de Director..., reconoció Severus.
El pájaro mágico se acercó de un salto a su rostro, y allí, sobre sus clavículas, se desprendió de sus ojos una larga y brillante lágrima, que resbaló por su pico dorado hasta la mejilla del joven. Éste sintió su piel absorber la lágrima como una esponja, y una sensación de bienestar le inundó. No pudo reprimir un ronroneo de placer.
-¡Ahhh, Severus, veo que ya has despertado...! Fawkes está cuidando de ti...-El Director de pronto estaba a su lado, sonriente, aunque podía leerse la preocupación bajo sus ojos azules. -¿Cómo te encuentras?
Severus deseaba responder que estaba bien, pero su boca no quería formar palabras. Frustrado, asintió con suavidad, y le ofreció una pequeña sonrisa. Eso iluminó el rostro del poderoso mago: era la primera vez que veía a su espía sonreír con esa candidez.
-Me alegro...-murmuró acariciando la mejilla delgada del enfermo. Éste se recostó sobre la mano, buscando ese calor. En otro momento Severus hubiera huido de semejante muestra de afecto, pero ahora justo estaba demasiado cansado. No podía pensar con precisión lo que hacía: simplemente seguía su corazón tan largo tiempo ignorado.
Albus se sentó a su lado, acariciando su rostro, y entonces sus cabellos. Había ejecutado un hechizo de limpieza antes de recostarle en la cama, pero el pelo aún estaba sucio y pastoso. Severus tendría que bañarse de pies a cabeza cuando se levantara, si es que encontraba fuerzas suficientes para ello.
Cuando le habían encontrado en la mazmorra de la casa de Strauss, simplemente estaba medio muerto. Había sentido una furia densa al ver el estado en el que se encontraba su espía por culpa de ese auror, de uno que decía hallarse en el "lado de los buenos". Ya no era el hecho de que fuera Snape, *nadie* merecía semejante trato. ¿Qué pensaría un mortífago ante tales modos, dónde hallaría la diferencia con Voldemort? ¿Qué diferencia había entre ambos bandos si los dos usaban la tortura y el terror para imponerse? Dumbledore negó con el rostro: la política de Crouch sólo lograría enrabietar a los mortífagos, y conducir al Señor Tenebroso a los que dudaban.
Deslizó sus dedos por el rostro anguloso de Severus, que parecía haber vuelto a dormirse bajo sus mimos. Así, dormido, el joven parecía tan frágil... Era tan sólo un muchacho de veintiún años, apenas un adolescente rozando la madurez, y ya había tenido que soportar una vida terrible. Sus ojos negros, a veces, parecían tan viejos... Como si hubieran visto demasiado sufrimiento, o como si este ya casi no pudiera alcanzarle. Entonces sus pozos negros se volvían más oscuros, y el brillo en ellos parecía apagarse, como si estuvieran muertos.
Era muy duro ver a un joven de veintiún años con la mirada muerta, opaca.
Y no era justo echarle todas las culpas a Voldemort: ese joven había estado en su Escuela, en Hogwarts, y ya entonces su mirada había parecido así. Quizás no tanto como ahora, pero si esa falta de expresividad, ese cansancio progresivo.
Severus Snape se había ido muriendo en Hogwarts, y eso era en exclusiva responsabilidad suya. Todos los alumnos de Slytherin habían estado también bajo su tutela, y él simplemente les había visto marchar hacia la servidumbre del Señor Tenebroso, sin mover un dedo para impedirlo. El joven le había confesado que se había unido a los mortífagos con diecisiete años, cuando cursaba séptimo. Ahí, bajo sus mismas narices. Ese pensamiento dolía, dolía mucho. Severus nunca le decía nada, pero a veces, sus ojos negros eran como un reproche. Porque era cierto que él no había estado allí cuando el joven tomó su camino con tantas dudas; porque el famoso Director, que tan justo se creía, ya le había fallado una vez ante un Griffyndor.
Ahora Albus se daba cuenta de cuanto había marcado aquel incidente de Remus Lupin a Severus. Éste había perdido entonces su fe en la justicia, y más concretamente su fe en él. Todo había sido una tonta y muy irresponsable "broma", pero el joven Slytherin lo había tomado como una afrenta a su vida. Y que su vida equivaliese a cincuenta puntos menos para Griffyndor le había destrozado.
Cien puntos menos para Griffyndor por esa estúpida travesura y dos meses de detención para Sirius Black. Cincuenta puntos arriba por la valiente acción de James Potter, salvándole la vida a Severus Snape. No puntos abajo para Slytherin, pero prohibición absoluta sobre hablar del tema bajo amenaza de expulsión.
Con aquellas decisiones Dumbledore había tratado de proteger a Remus Lupin a toda costa, porque si se sabía que era un hombre lobo le obligarían a echarle de la Escuela. Y entonces... ¿qué haría el muchacho? Rechazado y temido por todos, sin lugar a donde ir... Ahí en Hogwarts Lupin había logrado amigos y autoestima, y eso era algo de lo que se enorgullecía.
Esa conciencia le había llevado a tomar esas decisiones. Para que la "broma" no saliera a la luz no podía quitar quinientos puntos o expulsar a Sirius, algo que tampoco deseaba. El joven Griffyndor a veces no tenía cabeza, pero era una buena persona y un mago prometedor. Aún lo seguía siendo, de hecho.
Pero mientras, Snape se había hundido.
Cincuenta puntos se perdían en Hogwart con cierta facilidad: sólo había que estallar un caldero en clase del duro profesor Yevenoc, y los puntos volaban sin distinción de Casa o curso.
Y ese había sido el castigo por un incidente que podía haberse llevado a Severus, e incluso a James, por delante. El mismo que un caldero que hacía "bum".
Había sido una estupidez, una injusticia. Había mostrado abiertamente su poca valoración por la Casa de Slytherin; y sus alumnos, en consecuencia, habían marchado con aquel que les había tenido en cuenta, que les había "valorado". Se lo merecía, sin duda. Era totalmente culpable.
-¿Malos pensamientos, Albus?
La voz suave y femenina a su lado le acarició los oídos. El viejo mago no necesitaba girarse para reconocer a la mujer que estaba a su lado: Arabella Figgs.
Ella era actualmente la única mujer auror de rango superior del ministerio, y lo cierto es que tenía muy poco que ver con sus compañeros, si se exceptuaba a Alastor Moody. Arabella se había negado rotundamente a emplear las maldiciones imperdonables, así como a matar a sus enemigos. Coincidía plenamente con el parecer del Director: todas las personas, y más precisamente los mortífagos, tenían el derecho de explicar el porqué de sus acciones. Sólo entonces podrían entenderles y combatirles; todo lo demás era bajar a su nivel. Ella mantenía firmemente sus principios, y su indudable capacidad para el combate la había situado como uno de los aurores más fuertes y "exitosos" del Ministerio. Era respetada, temida y admirada por igual, y se mantenía en perfecta forma a pesar de tener la misma avanzada edad que Albus.
Ellos eran amigos desde su juventud, y ella seguía manteniendo sus chispeantes ojos miel, y su larga cabellera plateada, que ahora llevaba recogida en una trenza.
La aurora miró por encima de su hombro, sus sabias facciones llenas de preocupación.
-¿Cómo está...?-susurró señalando con su barbilla al convaleciente.
-Se ha despertado hace un rato. Fawkes le estaba cantando.
-¡Oh...!
Dumbledore se giró entonces a encarar a la mujer, y ésta le sonrió ampliamente.-Es buena cosa que tu fénix se preocupe por él. Dice mucho a favor de tu... espía.
Albus asintió, y acarició de nuevo la mejilla del joven dormido.
-Gracias por avisarme. –murmuró. –Si Severus hubiera muerto...
Ella se sentó a su lado, en silencio por un instante. –Ya te dije... que era el primer mortífago que me encontraba que estaba llorando por haber matado a su oponente.
Albus frunció el ceño, pero al segundo la expresión se fue. Arabella ya le había descrito la situación, y estaba casi seguro de que había sido un accidente. Severus había jurado no volver a asesinar, y durante un año lo había mantenido sin excepción. Ese auror, Dunke, no había muerto exactamente por una maldición... Y Severus ya estaba seriamente herido cuando Arabella y Strauss le encontraron.
Habría una explicación, estaba seguro, Severus se lo contaría cuando recuperase la conciencia. Ahora sólo agradecía a la Providencia, y a su amiga, que ésta le hubiera encontrado tan pronto en el caos de la noche anterior para lograr rescatar a Snape con vida de las garras de Strauss. El resto era el trabajo titánico de Poppy, la enfermera de la Escuela, para sacar a Severus de riesgo e iniciar su curación. Gracias al cielo, no había hecho preguntas cuando vio la Marca Oscura.
Dumbledore sabía que muy, *muy* pocos conocían su existencia y su terrible significado.
-No me has contado que tal el bautizo.
Albus sonrió a la mujer. –Fue estupendo. Los Potter irradian felicidad...
-¡Ahhh...! ¡Tú también, por lo que veo! –Arabella rió suavemente, mientras acomodaba a Fawkes en el regazo de Severus, que continuaba durmiendo.
El viejo mago rió también: siempre había sido evidente su simpatía hacia James Potter y Lily Evans. Ahora, en secreto, le agradecía al primero haber salvado la vida de Severus, aunque el papel de éste era algo de lo que no podía hablar.
Cuando había comenzado a utilizar las informaciones obtenidas por Snape, se había visto obligado a aceptar que tenía "espías secretos". Pero cuantos o sus nombres, era algo que jamás había desvelado. Nadie hasta ahora, a parte de él, había sabido que uno de ellos, o mejor dicho, el único, era Severus Snape. Voldemort tenía sus propios espías infiltrados en el ministerio y quizás incluso entre sus amigos: no podía arriesgarse a que el delicado papel de Severus saliera a la luz. De lo contrario, era hombre muerto. Aunque ahora se daba cuenta del peligro que corría también a merced de su propio bando... Simplemente, comenzaba a parecerle un milagro que el joven se mantuviera con vida. Ese pensamiento envió un calambre por todo su cuerpo. Esta vez había estado tan cerca...
-¿Albus?
Dumbledore sonrió con cansancio a su amiga. –Lo siento Arabella, justo... estaba distraído pensando.
-Desde luego, no en la felicidad de los Potter...
El viejo mago suspiró. –No... pensaba... que Severus y James... eran enemigos declarados en Hogwarts. Eran las dos caras de la moneda, Griffyndor y Slytherin, el bueno y el malo. Sin embargo, actualmente ambos luchan por la Luz...
-¿Pero no crees que "el malo"... ahora está haciendo el mayor esfuerzo...? – La aurora pronunció estas palabras con la máxima suavidad posible, no quería molestar a Albus. Éste adoraba a los Griffyndor, pero aunque la tarea de estos era loable y su felicidad merecida, la tortura del espía Slytherin había tocado su corazón.
Dumbledore permaneció callado, y entonces profirió un débil "sí". Las palabras de Arabella habían traído a su mente su propia culpabilidad: él mantenía a Severus en tan precaria situación, y en parte, era responsable de que el joven hubiera caído en ella. Eso le avergonzaba y dolía.
-Albus... –La mujer apoyó un brazo consolador en su hombro, adivinando los pensamientos de su viejo amigo. –Haces lo que puedes para acabar con Voldemort. Todos lo hacemos. Él –y señaló a Severus- también. No me has explicado cómo aceptó ser tu espía, pero no me hace falta. Sea como sea, tú le sacaste de un abismo. Y ahora, si acaso, estáis en paz. Después de lo de ayer, debes dejarle decidir su próximo paso. Volver o no volver... deja que sea su decisión.
Albus se mordió los labios. Habían avanzado tanto en su lucha contra el Señor Tenebroso gracias al trabajo de Severus... temía un retroceso si éste abandonaba. Pero tampoco podía pedirle continuar en esas condiciones, exponiendo su vida tan completamente. Arabella tenía razón, decidir era su derecho.
-Así lo haré -confirmó.
La aurora sonrió, mientras le abrazaba con fuerza –Y entonces... ¿cómo se llamaba el pequeño...?
-Harry. Harry Potter –contestó el Director devolviendo el abrazo.- Tiene el pelo alborotado de su padre, y los ojos verdes de su madre. Y será un mago poderoso, sin duda.
-Así sea, pues. Y que crezca en un mundo en paz.
-Ojalá, desde luego. Ojalá.
La segunda vez que Severus despertó la luz no era tan brillante. Se sintió terriblemente dolorido, pero era soportable. Miró a su alrededor desorientado, por un momento perdido acerca del lugar donde se encontraba. Era... ¿un dormitorio? Un dormitorio grande y luminoso, exquisitamente decorado... La paz casi podía palparse. Severus se preguntó cómo podía haber acabado en un lugar así, lo más parecido al cielo que había conocido. Entonces la necesidad apremiante de ir al baño le recordó su condición terrenal.
Trató de incorporarse, apretando con fuerza los dientes. Unos calambres espantosos habían recorrido su torso, pero ahí la cosa había parado. Todo su pecho estaba vendado, y prácticamente no sentía el hombro izquierdo. Tenía todo el brazo paralizado.
Con un esfuerzo supremo se sentó en la cama, y entonces comprobó con alivio que las piernas respondían. Se sentía muy fatigado, pero por lo menos no estaba inválido. Se dirigió con pasos cortos y lentos, aún un tanto inestables, hacia una puerta que supuso sería el baño. La abrió con cuidado, y se encontró con una agradable sala de estar. Al fondo, tras un inmenso escritorio, estaba el Director Albus Dumbledore. Éste levantó su vista del ingente correo que cubría la mesa, y sonrió.
-Buenos días, Severus. Veo que estás lo suficiente recuperado para levantarte sin ayuda...
El joven asintió un poco mareado, asumiendo que estaba en las dependencias personales del Director, en Hogwarts. Le avergonzó un poco; no había estado allí desde su atribulada confesión.
-¡Albus! Aquí tengo...
Severus se volvió con los ojos muy abiertos a la mujer que acababa de entrar en la sala con más correo. Ésta le devolvió la mirada, sus ojos miel chispeando con inteligencia. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro.
-Vaya... El enfermo ya está en pie... –La mujer se acercó con movimientos de gato al escritorio, y abandonó allí el fajo de pergaminos. Por detrás Severus vio ondular su larga trenza plateada, y como en un relámpago recordó esa misma imagen pero en la oscuridad de la Escuela Yorkmile, y después un grito de espanto ante el macabro espectáculo.
-Severus...
La voz del Dumbledore le trajo al presente. -... Te presento a la aurora Arabella Figgs.
Él la miró con ojos opacos, confuso y paralizado en el umbral de la puerta, mientras ella inclinaba la cabeza con candidez.
Albus percibió la tensión del joven Slytherin, y procedió raudo a explicar. – Arabella te encontró... en los jardines de la Escuela Yorkmile.
Severus se estremeció al escuchar el nombre de la institución, por un instante rememorando la luz verde brillante que había segado la vida de sus ocupantes. Perdió la mirada negra en el suelo.
-Yo... –el hilo de voz desapareció en el silencio.
-Ella sabe que eres mi espía.
Severus miró al hombre asustado por lo que eso implicaba: él era un mortífago y ella una aurora. Pero Albus abrió las manos en un gesto de franqueza, mientras abandonaba su puesto tras la mesa para acercarse al joven. –No temas, es de total confianza. Con ella nuestro secreto sigue a salvo.
El joven asintió lentamente, decidiendo que si el Director lo veía bien, ese tipo de preocupaciones podía esperar. Notaba la cabeza pesada, demasiado llena de recuerdos y sensaciones sobre la última noche. Sin embargo por ahora, Severus se conformaba con encontrar un baño: su vejiga empezaba a ser exigente en ese punto.
-¿Puedo ir... al... al... aseo?
El joven se mordió los labios tras hablar. ¿Por qué pregunto esa estupidez?, es evidente que puedo... Pero en la presencia del poderoso mago se sentía siempre como un niño pequeño, sensación aumentada por la sonrisa condescendiente de la aurora Figgs. No se atrevió a mirar a su benefactor, avergonzado irracionalmente por el mero hecho de tener necesidades, de mostrarse humano. Y porque ello pudiera molestarle, como siempre ocurría con su madrastra.
Albus rió con alegría. -¡Por supuesto! Vamos, Severus, apóyate en mí...
El joven trató de no hacerlo; esa ostentación de su debilidad le turbaba profundamente, y más delante de esa aurora desconocida. Pero el Director ya le había tomado del brazo, y le guiaba charlando con despreocupación.
-Vamos al aseo... y luego te prepararé un magnífico baño, Severus. Te sentirás como nuevo.
-¡Di... director!-murmuró con las mejillas sonrojadas.
-¡Albus, Severus! ¡Llámame Albus...! Soy tu amigo; y los amigos se llaman por su primer nombre.
Severus no creía que mereciera tratar a Dumbledore con tales confianzas, y mucho menos ser su amigo. Pero el buen humor del hombre era indestructible, y él no tenía fuerzas suficientes para resistirse.
El Director cumplió su palabra y le preparó un baño burbujeante; y para total vergüenza de Severus le hundió en la enorme bañera e insistió en frotarle la espalda y lavarle el pelo. Éste, muy a regañadientes, lo permitió; aunque en el fondo disfrutó sobremanera de tales atenciones. Tener a Albus Dumbledore mimándole así era casi increíble. Otros hubieran aprovechado al límite la pintoresca situación, pero Severus obedeció a Albus en todo sin pedir nada, ya era demasiado lo que recibía para sus estándares.
Severus sentía una calidez extraña en el pecho, como la de su recuerdo de la infancia. ¿Por qué siempre asociaba a Albus con su padre? O con lo que éste había sido en vida de su hermano... Decidió no pensar en ello, esos sentimientos siempre le confundían. Dumbledore continuaba tratándole con dulzura, y casi sin darse cuenta se dejó llevar.
Cuando acabaron Severus se sentía tranquilo y muy relajado. El Director le ayudó a vestirse, y el joven se permitió la debilidad de apoyarse en su hombro, con el rostro hundido en él. ¡Era tan fácil mantener su mente en blanco en la compañía del mago...!
Severus sabía que junto a Albus se encontraba a salvo, pero éste nunca le había tratado con tanta intimidad, tanta dulzura. Nunca por tanto había experimentado una sensación tan completa de seguridad y protección; quizás... ¿de cariño? La idea le paralizó por un instante. ¿Era posible que Dumbledore realmente le apreciase, a pesar de saber que era un monstruo? ¿Podía alguien quererle de verdad conociendo todas las cosas horribles que había hecho?
Aquel era un sentimiento increíblemente maravilloso... Severus se meció en él un segundo, feliz, feliz..., y entonces luchó por desecharlo. Si al final no era cierto el golpe sería demasiado duro, le destrozaría sin remedio... Severus no estaba seguro de cuantas decepciones más podía soportar su corazón, prefería no exponerse.
Entonces ese mismo corazón le gritó que ya se había expuesto ayer y lo estaba olvidando. La conciencia fue terrible, y se separó de golpe del Director, los ojos abiertos en angustia.
-¡Evan...!-gimió, inconsciente de que había hablado en alto.
El Director le miró entre sorprendido y extrañado. -¿Evan?-repitió.
........................................
¿¿¿Evan....??? Ohh... ¿qué habrá sido de él? ¿Y de Moody? ¿Y de Strauss? ¿Y de Muller? ¿Y de Malfoy y los otros mortífagos? ¡Todas las respuestas ( o casi ) en el próximo cap! ^^
Por cierto, espero que os haya gustado la relación de Severus con Dumbledore... Creo que Albus es la única persona a la que Snape le ha permitido un acceso a sus sentimientos, dado que éste le perdonó y aceptó. Y en cierta manera, creo que le considera como jefe, amigo y padre, por este orden, según esté más o menos necesitado de afecto... Y como aquí es joven, y lo necesita bastante, pues... (En los libros, en cambio, de la etapa "amigo" no ha pasado, desde luego. Pero quizás en un futuro, si es que algún día Voldemort le descubre...) Sea como sea, es tierno. ¡Espero no haberme pasado! _U
¡¡¡Y MUCHAS gracias por los reviews!!! En serio, de verdad que animan muchísimo... Ahhh... no puedo pasar sin leerlos!!!! ^___^ Así que creo que los voy a contestar...
¡¡Sakura!!! Muchas gracias!!! Me alegro de que te pareciera excelente la "destrucción" del pobre Severus... Yo no sabía si me había pasado de melodramático... (la verdad es que me salió así, de un tirón) ¡pero ya por tu comentario valió la pena! ^^
A Lina... Me has dejado de piedra con eso de que se parecía a "tu pasado..." ¿Te refieres a tu pasado personal, el real??? ¡¡¡Yo no le desearía a nadie algo así!!!! *___* De todas maneras, me alegro de que te emocionase. Por lo menos la "moraleja" es buena...
A Fawkes... Me ha hecho mucha gracias eso de que la familia de Severus parecen sacados de una peli de terror... ¡Y tanto!!! Pero ya ves que este cap no es nada oscuro. Aunque eso si, al siguiente de nuevo las cosas se tuercen... Aunque planeo maldades, son más psicológicas (o emocionales) que físicas. A ver que te parecen.
A Choichi. ¡¡Siiii!!! Soy como tú, cuanto más sufre un personaje más me gusta, ni idea de por qué. ( prometo que en lo demás, soy una persona normal... ^^UUUU ) ¡¡Me alegra mucho que veas bien reflejado a Severus!!! Yo creía que la visión que doy de él aquí era bastaaaaante personal... ¡Y Lucius volverá, jo, jo, jo... (casi por él está el N-17...)
A Stella. Tu review me ha emocionado!!! En serio... No sé que decir a todas esas cosas que dices sobre mi fic... Yo admito que aún no he leído de lo tuyo ( ando muy liada, y casi todo mi tiempo lo gasto en escribir esto) pero prometo que lo haré... ¡seguro que entonces te subo de nuevo la moral!!!! De verdad que me cuesta creer que mi historia haya podido hacerte algo así... *_____*U ¡Pero como sea, es muy halagador!!! En cuanto a lo de mi ficha, no, de HP es lo primero que escribo. No sé si cuando acabe éste si haré otro... Tengo alguna idea... con Severus de protagonista, por supuesto!!! Por otro lado, he escrito varios fics de X y Tokyo Babylon, ambos mangas de CLAMP. Quizás los suba aquí a fanfiction, por ahora están en mi página web www.geocities.com/noesumeragi ¡¡Y Muchas gracias de nuevo por el review!!!
A Kawaii. Gracias por tu comentario!!! Espero seguir a la altura...
Y a todos los que leen mi fic, gracias, y seguid!!! ^^
