Los personajes pertenecen a Rowling, etc, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^^

Os recuerdo: ¡¡¡hay escenas YAOI ( m/m) en un futuro cercano!!!, si no te gustan, no lo leas.

Es R por algo!!!!!!!!!!!!!!!!!

Hola a todos!!! ¡¡¡POR FIN está este capítulo!!!! Lamento el parón, la explicación ya la sabéis... ¡¡¡se llama 15 días de exámenes y entregas!!! (ahhh... dura universidad...) Pero aquí estoy de nuevo, con las mismas ganas de seguir a buen ritmo... Y además, están las respuestas a un buen grupo de interrogantes que habían quedado en el aire!!! Pero ahhhh... ¡NO a todos!!! Eso si, en cuanto lleguéis al final, sabéis que ya es inevitable que las que quedan se contesten en el cap siguiente... No, no tembléis, no se hará tanto de esperar como éste... ^^UUU

Muchas gracias por los Reviews!!! Por favooooor, escribid!!!!

Y disfrutad de esto!! ^^

La vuelta atrás

7.  Abajo, arriba, abajo: Figgs

Severus miró al venerable mago con los ojos bien abiertos, por un momento sin verle. ¡¡¡Evan Rosier!!! ¿cómo había podido olvidarlo, y justo disfrutar del consuelo que Dumbledore le ofrecía???

Evan podía estar muerto ahora, en ese instante, cuando la noche anterior le había pedido ser su "amigo"...

Severus tembló. ¿Desde cuando esa palabra se había vuelto tan importante, tan poderosamente vital? La amistad del Director le era tan necesaria como el aire, y la de Rosier... bien, la de Evan era como un brazo o una pierna. Un miembro que sin ser imprescindible... era inestimable.

Severus sabía que si Rosier había muerto, iba a derrumbarse. Justo se dejó caer sin fuerzas sobre el Director, intentando muy duro mantener el rostro firme, empujar atrás toda esa tormenta de emociones. Sintió al mago abrazarle, susurrarle palabras.

-Vamos afuera... Creo que... hay algo de lo que necesitas hablarme.

Dumbledore guió al joven de nuevo a la salita. Allí seguía Figgs, ocupando el puesto del Director tras el enorme escritorio, y les mostró una enorme sonrisa. Ésta se desvaneció al ver la preocupación de su amigo, y la mirada fundida con el suelo del joven espía.

La mujer frunció el ceño. ¿No iba Albus a bañarle y mimarle? ¿Por qué esa actitud tan tensa?

El Director sentó a Severus en el enorme sofá frente a la mesita de estar, y conjuró té, pastas y dulces variados. Preparó la bebida con rapidez, enviando con un fluido movimiento de varita una taza hacia Arabella. Ésta agradeció con un gesto de cabeza, y se recostó en el cómodo sillón tras la mesa, hundiéndose en la sombra. Era evidente que Snape ni había reparado en ella.

Albus se sentó en el sillón perpendicular al de Severus, y le ofreció una tacita. El Slytherin la cogió ausente, sumido en sus pensamientos.

-¿Quién es "Evan", Severus?

Ahí estaba la terrible pregunta. Se mordió los labios, antes de llevar la taza a ellos y tomar un largo trago. ¿Qué podía contestar?

Es un compañero mortífago, actualmente amigo mío, con el significado que "amigo" tiene en su vocabulario, Director. Pero lo mismo ya no lo es, porque Alastor Moody lo ha enviado al otro mundo ayer noche...

Aquello era demasiado. Hasta en su pensamiento la última frase había sonado agria, porque sin duda Moody...

Cerró por un momento los ojos, tratando de hallar la respuesta adecuada.

Alastor Moody era un auror famoso, uno que actualmente vivía en la cima de su gloria. Sin embargo, siempre se mostraba comedido... Si podía, no mataba. Sin duda esa actitud era del agrado del Director, así que las posibilidades de que ambos fueran amigos eran altas... Pero si eran amigos y Moody estaba muerto, Dumbledore no estaría allí tan tranquilo, con esa otra aurora, como si nada. Pero bien, había habido una masacre en la Escuela Yorkmile y aún así el poderoso mago no había dejado de sonreírle. Entonces...

-Severus... –La voz de Albus era firme, y le obligó a abrir los ojos y encararle. –Si quieres decírmelo, hazlo, sin más. Y si no...

Acorralado, Severus apenas pensó el contraataque.

-¿Qué ha sido de Moody?

-¿Moody? ¿Alastor Moody, te refieres?- Albus alzó una ceja, desconcertado por un instante. -¿Por qué lo preguntas...?-contestó con cautela.

-Bien... –Severus se mordió los labios de nuevo, sintiéndolos agrietados y escocidos -Era... era uno de los objetivos del señor Tenebroso cuando atacó ... la Escuela... –No se atrevió a decir el nombre.

Dios, voy a tener pesadillas con esto...

-Está vivo –fue la respuesta del Director, los ojos celestes inmóviles en él. –Es... el único que escapó.

Severus rezó por mantener el rostro impertérrito. Simplemente debía seguir en el estado en el que estaba, tranquilo, sin temblar. Sus largos dedos deslizaron la taza de té a la mesa, temiendo que en cualquier momento su fuerza pudiera traicionarle y dejarla caer.

El único vivo... ¡Oh!, Evan... lo siento... yo...

-Me alegro...-mintió, la mirada negra perdida en las sombras. Allí percibió la silueta de la aurora, cuyos ojos miel estaban clavados en él. Era extraño: ella parecía estar leyendo en su cabeza, y era la misma sensación que le asaltaba cuando Dumbledore estaba a su lado; la misma sensación que tenía ahora ante la mirada del Director. Supo entonces que con esa mísera afirmación no les había engañado... pero un resentimiento denso empezaba a formarse en su estómago; una furia ciega contra ellos, contra Moody y contra sí mismo.

Porque Evan había sido condenado por su culpa, por sus acciones, por ser *él* el espía...

-Me alegro...-repitió, ahora un sarcasmo malévolo y dolorido impregnando su voz. Me alegro, me alegro, sí, Evan, me alegro por ti, cuanto te envidio... cuanto lo siento...

-¿Severus...?–Albus le miró extrañado y un tanto ofendido por el tono empleado por el Slytherin. –Severus, tú...

-¿Qué pasó en Yorkmile? –interrumpió Arabella. La mujer estaba de pronto delante de ambos, y envió una tensa mirada a Dumbledore. "Déjame a mí", decía. Se arrodilló ante el joven y tomó sus manos entre las suyas, apoyándose en sus rodillas. Él se dejó hacer como un autómata.

-¿Conocías... la existencia del ataque a la Escuela...?

Severus negó con el rostro, sin mirarla.

-¿No sabías que ibas a participar? ¿No sabías nada de lo que iba a ocurrir...?

La voz de la mujer era suave y hermosa en sus oídos. Severus pensó que sin duda debía cantar bien, y deseó poder acurrucarse en su regazo y ser recompensado con una nana. Pero bien, no había hecho nada que mereciera una recompensa, más bien lo contrario. Y además Albus estaba allí, mirándole con dolor, con... ¿incomprensión? Que gracioso... y había pensado que el hombre podría apreciarle..., incluso *quererle*...

¿Quién iba a querer al monstruo Severus Snape, que prefería la muerte de un auror justo y bueno a la de un compañero tan asesino y despreciable como él?

-Severus... ¿me estás escuchando...?

-No lo sabía -contestó un tanto ronco.-Yo... sólo sabía que tenía una misión esa noche, pero no cual... El Señor Tenebroso a veces hace eso, sobre todo si... piensa intervenir en persona...

-¿Voldemort...-y Severus tembló ante el nombre de su Amo- ...estuvo en Yorkmile? ¿Fue él quién hizo... ese hechizo...?

-Exterminus Tantra... –aclaró el joven, sintiendo a la mujer apretar sus manos con fuerza. A su lado Albus ahogó una exclamación, sus sospechas por desgracia confirmadas. –El Señor sólo... nos ordenó sellar la escuela, impedir que cualquiera pudiera escapar. Ni... ni siquiera explicó lo que iba a hacer...

Los ojos miel chispearon, la información procesándose con velocidad tras ellos.

-¿Cómo sabes que era *ese* hechizo, entonces?

Severus carraspeó.-Pues... –Evan Rosier me lo dijo... –mi... mi... compañero me lo dijo...

-¿Tu compañero? ¿Cómo él sabía?

-Era el jefe de la operación. Nuestro Señor sólo se explicó ante él.

-Ya veo... ¿Y por qué él te lo dijo a ti...?

-Pues... –porque Evan quería librarse de ese peso, quería un amigo, necesitaba un amigo, me necesitaba a mí, a mí... -...no lo sé. Quizás era...una conciencia dura de mantener en silencio...

-Pero ambos sellasteis Yorkmile...

-Éramos... éramos siete... –contestó Severus, como si eso pudiera dividir la culpa y por tanto aminorarla.

-Cuatro mortífagos han sido asesinados, Severus –interrumpió Dumbledore. –Aún no sé sus nombres. Sólo conozco el del único capturado con vida: Gregory McToewn.

McToewn... Severus trató de hacer memoria. Sí, era uno de los nuevos reclutas. No tendría ni veinte años, y su padre era de Boston. Muy aficionado a beber, y con muy poca cabeza.

-No creo que el Ministerio obtenga mucha información de él.

-No lo ha intentado, siquiera. Ha sido enviado directamente a los dementores.

Severus tembló imperceptiblemente. El beso del dementor... era lo que le hubiera esperado si Albus no le hubiera rescatado de Strauss. Aunque quizás no hubiera sobrevivido para ello. O lo mismo ya no poseía un alma que ser succionada.

Dumbledore negaba a su lado con el rostro, obviamente disgustado por la actitud del Ministerio de Magia.

-Haces lo que puedes, Albus... –le consolaba Figgs. La mujer se volvió al joven, pensativa. –Pero has dicho que erais siete... lo que significa que junto a ti, otro mortífago logró escapar...

Severus no había dejado de morderse los labios, y ahora saboreaba la sangre en ellos, rotos. Quería saber los nombres de los muertos, y quería saber que ninguno era Rosier; quería borrarle de la lista y librarse de esa angustia... Aunque era estúpido, por supuesto. Si Moody no le había matado lo haría Voldemort.

-Severus... –Arabella se volvió a él, su voz muy suave, tranquilizadora. –Me has contado que sellasteis la Escuela... ¿qué ocurrió después...?

-Yo... –yo traté de seguir a Rosier, pero le perdí, le perdí... –fui herido... Se desató una batalla campal contra los aurores que habían escapado de la Escuela, y los que vinieron de casa de Muller...

-¿Sabías lo de Cresus Muller? –volvió a interrumpir Dumbledore.

-Lo averigüé esa misma noche, un poco antes de acudir a Yorkmile... – Las manos lascivas de Malfoy acudieron entonces a su mente, arrebatándole un estremecimiento de asco.- No... no pude avisarle...–Severus miró al Director avergonzado por su fracaso, y de inmediato angustiado de que éste desconfiara de él. - Me fue imposible, de verdad...

Había algo desesperado en el tono de súplica empleado por el joven, que obligó a Dumbledore a calmar su enfado por la manera en que todo había ocurrido, y sonreírle con gentileza.

-Te creo, Severus... – le aseguró, su mano acariciando el hombro tembloroso.

Severus asintió con la mirada perdida en el regazo, recostándose de manera inconsciente sobre el liviano toque. Albus pensó que era sorprendente como ese joven pasaba de ser un individuo de una madurez y frialdad impropias de su edad, a comportarse como un niño abandonado. Quizás había mucho del segundo en la aparente estoicidad del primero.

-¿Qué averiguaste respecto a Muller? –continuó Arabella, apretando sus manos en un gesto amistoso.

-Apenas nada... Sólo que el ataque estaba fechado para esta semana. Yo... vi el nombre de... –Severus tragó con dificultad: aquello no era fácil, recordar a los que le habían torturado- ...Dunke... y Strauss... y... supuse que quizás nuestra misión... era despistar...

-Así fue, en cierta forma -respondió la mujer. Ella observó su rostro interrogante, y aclaró la cuestión no pronunciada. –Está muerto, Severus. El ataque contra Muller fue un éxito: todos los que estaban en la casa, incluido el elfo domestico, fueron asesinados. La pasada noche Lord Voldemort debió sentirse contento.

Severus asintió ausente, pensando en Lucius. Su amante querría celebrarlo, la próxima vez que le viese.

-Pero... –la voz pausada de la mujer atrajo de nuevo su atención.-Cuando yo llegué a la Escuela... ya había un agujero en vuestro escudo... ¿Algún auror logró penetrarlo para rescatar a los niños?

Severus cerró los ojos, de nuevo partiendo sus labios con los dientes, mordiéndolos con desesperación.

-No... no lo sé...-mintió. Justo no podía decirles que había sido él, que había fallado de modo tan flagrante. Que de toda esa gente inocente sólo un monstruo había sobrevivido, y de la mano de un demonio aún peor.

-Severus... no hagas eso... –De pronto la mano de la mujer estaba en su rostro y el joven se aplastó contra el sofá en un intento de huir de esos dedos.

Dumbledore se levantó y le abrazó, paralizándole. No podía rechazar la proximidad del Director.

-¡Tranquilo...! Es sólo Arabella... ella se preocupa por ti... –murmuró con suavidad.

La aurora le sonrió, acercándose con la lentitud de quién pretende acariciar un animal salvaje.

-Es tu labio... Severus... Si sigues mordiéndolo así lo vas a destrozar... –ella le rozaba con las yemas la mejilla, y Severus trató de relajarse, respirando con fuerza.

No estaba acostumbrado al contacto humano, y éste le asustaba. Era la intimidad perversa y dolorosa de Malfoy, los puñetazos de Black, el tacto ardiente y cruel de Voldemort sobre su Marca. Sólo Dumbledore le había mostrado una proximidad que no hacía daño, y sólo por su presencia ahí Severus permitía a esa extraña invadir su inmediata cercanía.

Sintió a la mujer acariciar su labio despellejado y roto, mientras murmuraba unas palabras. Cuando de inmediato el dolor se fue supo que había hecho medimagia sin varita. Levantó las cejas en sorpresa y admiración, aún reticente al trato que le había sido dispensado.

-No estés nervioso con nosotros... –Arabella sonrió. –Albus es tu amigo, y a partir de ahora, yo también.

Severus desvió la vista, angustiado. Demasiados amigos en tan poco tiempo.

-No... no me conoce... –protestó débilmente.

-Sí te conozco. Sé que arriesgas tu vida por proporcionarnos información, y que tu corazón aborrece las cosas que haces y... has hecho. Es lo único que necesito saber para desear ser tu amiga.

La mujer se vio clavada por esos insondables pozos negros, que bullían de emoción.

–Arabella te vio junto a Dunke, Severus –añadió Dumbledore con suavidad – Te vio lamentarte por él... y...

Mal movimiento, se dijo ella con rapidez. El rostro pálido de Severus se había puesto blanco, y miraba con ojos desorbitados al Director.

-Yo no quería...-susurró angustiado, mientras la conciencia de lo ocurrido con el auror le golpeaba de lleno. Sin pretenderlo había roto la promesa hecha al Director, lo único que le mantenía en el lado de la Luz...- ... no... no... quería... ma...matar... - Sus propias palabras se desvanecieron en sus oídos, y de pronto todo se había desdibujado ante sus ojos y le rodeaba la oscuridad húmeda y fría del jardín de Yorkmile; de vuelta al miedo, a la huída a través del follaje, la vegetación arañando su cuerpo, las maldiciones volando tras de él...; y luego ese hombre, ese hombre embistiéndole con toda su fuerza-... matar...le...

 Albus pestañeó asombrado. –Lo sé...

-Yo... yo... sólo que... quería respirar... –continuó Severus sin escuchar su respuesta. Su conciencia estaba colapsada por el peso de Dunke inmovilizándole contra el suelo, y su corazón latía revolucionado –Sólo quería... que... que se alejara de mí...

-Severus... –Arabella se aproximó al joven, pero éste parecía sumido en el terrible recuerdo. Temblando se oprimió contra la esquina del sofá, los brazos cruzados sobre su pecho en actitud defensiva, los ojos cerrados con fuerza en el rostro que negaba una y otra vez.

-¡Se... se aplastaba... contra mí! ¡Contra mí! –gimió, rememorando cada momento, cada sensación- Me... me...ahogaba... me... a... aho... ga...

Su respiración se volvió un silbido entrecortado, y Dumbledore le tomó por los hombros, tratando de despertarle.-¡SEVERUS!

-¡No...!-gimió la mujer, pero ya demasiado tarde.

El joven estalló presa del pánico, todo el terror y estrés vivido descorchándose como una botella de champán. La angustia le nubló la mente: el miedo a la impotencia ante un contacto físico que se sentía como una violación, que *era* una violación, una perversión de su intimidad; y luego el dolor que iba a volverle loco, el dolor en su cuerpo, y en su mente, en su alma, en su corazón, latiendo en sus venas; el dolor por su soledad, su indefensión, su inutilidad, su rechazo por todo y por todos...

-¡¡¡AHHHHHHHHHHH...!!!!-Gritó desaforadamente, tratando de desprenderse de todas esas manos que le tocaban y le violaban; tratando de huir de la realidad que le hacía tanto daño, tanto daño, ¡¡tanto DAÑOOOO...!!!!

Dumbledore y Figgs se separaron corriendo de él, y aquella soledad repentina pareció dar resultado.

Severus se tranquilizó al instante, acurrucándose en posición fetal en el sofá, acunándose y abrazándose.- Ahhh... Lo siento... lo siento... lo siento... –comenzó a rezar en un hilo de voz, el rostro oculto por el pelo lacio y sus brazos.

-Severus... –murmuró Albus, con el corazón chillando ante la triste imagen, inclinándose hacia él.

-No -le detuvo Arabella.-No le toques ahora. Sólo háblale...

El poderoso mago asintió, y le miró con toda su ternura.

-Severus... muchacho... estás aquí conmigo... Con Albus... Estás a salvo... a salvo...

Estoy a salvo..., repitió Severus para sus adentros, a salvo... Pero el dolor en su alma era cierto, físico, abrumador.

-... No pasa nada. Yo te creo, Severus... te creo porque eres mi amigo. Mi amigo... Severus... mi amigo... Nunca desconfiaré de ti...

Las palabras viajaban suaves hasta el joven acurrucado, que se dejó mecer por ellas. La voz de Albus tenía un timbre poderoso, que aliviaba la angustia y evaporaba el sufrimiento. Así había sido cuando le rescató de Strauss la noche anterior; así había sido cuando un año atrás le rescató de sí mismo y le dio una razón para vivir, una razón para *merecer vivir.*

Algo por lo que sentirse orgulloso, algo que reconstruyera su autoestima hecha añicos. Una labor que merecía el reconocimiento de Dumbledore, el único mago temido por Lord Voldemort. Y ser digno de su respeto, de su amistad, de su... confianza... era lo único que tenía para permitirse vivir. No podía perderlo. Antes hubiera cambiado su destino con Dunke, sólo por mantener su promesa de "no matar".

-Severus... –Dumbledore se inclinó hacia Snape, procurando no invadir su espacio, furioso contra sí mismo por haber causado semejante reacción. Y él se vanagloriaba de conocer a las personas... ¡Qué equivocado estaba! Severus acababa de despertar de una noche cuanto menos traumática, y él sólo había echado sal en la herida... –Tranquilo... yo confío en ti... Sé que fue un accidente, Arabella estaba allí. Te creo, Severus, te creo...

La mujer aurora estaba a su lado apoyando la mano en su hombro, y de esa sutil manera le sostenía en el sitio. Albus se lo agradecía en silencio: si no fuera por ella se habría lanzado a abrazar al joven, y eso podría ser contraproducente.

Primero Severus debía volver al presente, regresar de la pesadilla de sus vivencias. Y luego habría que  decidir su inmediato futuro... Porque Arabella tenía razón, como siempre. Severus no podía volver a espiar en ese estado de angustia: una crisis semejante delante de Voldemort era un billete seguro al infierno.

Albus suspiró por un momento, tratando de no pensar en ese tipo de posibilidades. -Severus... yo... confío en ti...-continuó susurrando.

Severus en el sofá estaba callado, aunque seguía meciéndose con suavidad. Las sílabas se iban anudando en una soga que, poco a poco, le iba atando y tirando de él hacia la cordura. No sin vergüenza se dio cuenta de que se estaba comportando de manera irracional. Estaba en el despacho de Albus Dumbledore, no en el jardín de Yorkmile bajo el cuerpo de Dunke, o en la fría mazmorra con Strauss.

Albus confia en mí... sabe que fue un accidente...

Severus suspiró, y se incorporó sobre el asiento. Aún se abrazaba con fuerza, pero trataba de recomponer su postura, de recobrar su dignidad. Era extraño, porque aunque se sentía terriblemente mortificado por aquel desplaye de debilidad, aquella huída ilógica e impropia de él, también estaba más relajado, la angustia drenándose lentamente de su ser.

Albus le tomó entonces las manos, y Severus admitió la caricia. Figgs estaba a su lado, sonriéndole.

Esta bien, todo está bien, no pasa nada, ya no...

Él podía manejar todo eso. No era la primera vez. Quizás nunca antes había sido herido físicamente con tanta gravedad, pero su corazón ya había sufrido caídas semejantes. De una manera u otra, siempre se había levantado... Y allí estaba Albus, ¿no? Mirándole con esas órbitas celestes, inundadas de preocupación y cariño.

Quizás... quizás... sí que me aprecia...

Y esa era una idea hermosa, cálida como los rayos de sol que le habían despertado. Conscientemente trató de controlar el temblor de sus manos, sostenidas con fuerza por el Director. Se arrepentía de toda su  paranoica reacción, que había molestado al único hombre en la tierra en el que confiaba. Y además con todo ello había debilitado al hechizo que Dumbledore había conjurado mientras le bañaba, con el objeto de mantener moderado el dolor de sus heridas corporales. Podía sentir la pulsión latir en su hombro y en su pecho: la secuela subterránea de la maldición Cruciatus; y un cansancio infinito. Pero se curaría, eso no era problema...

Si Albus estaba a su lado, se levantaría otra vez.

Entonces el cielo traicionó de nuevo su esperanza, permitiendo a un ardor extremo y horrible apoderarse de su brazo izquierdo, arrancándole un gemido entrecortado.

¡NO..., la Marca Oscura!!!!

Severus miró a su mentor con el terror y el estrés de nuevo girando en los ojos negros, su rostro inexpresivo como una máscara a pesar de estar apretando los dientes con fuerza. No pudo evitar abrazarse el antebrazo izquierdo de manera compulsiva.

Figgs le miró a su vez con extrañeza, y luego preocupación. ¿Qué le ocurría de pronto, el hechizo que le anestesiaba se había disipado? Al fin y al cabo había sido herido en ese hombro...

Pero Albus sin duda sabía. Al momento estaba inclinado sobre el joven con la voz teñida de angustia.

-¿Es... *él*?

Severus asintió, cerrando los ojos. Por qué, por qué, por qué...  ¡precisamente ahora...!!!

-¿Él...?-preguntó Arabella.

-Voldemort... –aclaró Dumbledore con voz áspera. La mujer abrió los ojos de par en par, miles de preguntas derramándose por sus ojos. Pero su amigo ya trataba de detener al joven, que intentaba ponerse en pie.

-Tengo que... marchar...-gimió débilmente.

-No vas a ir -contestó Dumbledore con voz firme. –Se acabó.

Severus le miró estupefacto, incapaz de creer lo que estaba oyendo. –Pero...

-¡No, Severus! Estás herido, ¡podías haber muerto! Se acabó... No puedo permitirlo... Arabella y yo encontraremos un lugar seguro para ti...

-¡NO!!! –ahora Severus luchaba abiertamente contra el abrazo del mago mayor. ¿¿¿Qué estaba diciendo??? ¡Espiar era la única manera que tenía de pagar sus crímenes!!! Lo único útil que había hecho, lo único digno... Dumbledore le había asegurado que su labor era encomiable, que era una ayuda invaluable en la lucha contra Voldemort. ¿Es que ya no le quería a su lado, ya no le servía...???

-¿Por qué...? –murmuró, perdiendo las fuerzas ante esa idea. Supo que su conciencia le habría abandonado si su brazo no estuviera ardiendo por la Marca Oscura.

-¿Qué "por qué"...??!! ¡Severus...! –Albus le miró como si le parecieran increíbles sus dudas. Pero a su lado Arabella, no cegada por los sentimientos, tuvo una visión más clara de lo que ocurría e hizo la pregunta clave.

-¿** quieres ir, Severus...?

El joven la miró, con la mente en blanco. ¿Quería ir? ¡¡No, por supuesto que no!! No quería ver a Voldemort... pero... *era necesario* que fuera... Él era el único espía, ¿verdad?

-Te...tengo que ir...

-No *tienes* que ir. Nadie te obliga, Severus. –La voz de la mujer era suave, reconfortante. Como un canto de sirena.

Podía negarse... ¿era eso lo que trataba de decirle? Que podía decir "no"... Pero entonces... ¿qué haría con su vida? ¿De qué serviría?

¿Y como averiguarás que ha sido de Evan Rosier...?, preguntó una voz dentro de su cabeza.

-¡SÍ debo ir!!! –Severus se desprendió del abrazo de Dumbledore, respirando con fuerza. –No... no hay lugar en la Tierra donde pueda esconderme... No... no... *quiero* esconderme... –Levantó la mirada hacia los dos magos, mientras recomponía la fachada de su rostro, de su expresión. Él era muy hábil en eso: en fingir, en ser imperturbable cuando era necesario serlo. Era así como había sobrevivido ese último año; y en realidad, todos los años de su vida. Vio la sorpresa en los ojos miel de Figgs, y se sintió muy seguro, complacido consigo mismo. –"Esto" es lo único que puedo hacer... Albus...

-Pero... –el Director calló por un instante, leyendo en los pozos negros del Slytherin.

Severus Snape había aceptado su papel de espía como manera de pagar sus crímenes, de perdonarse a sí mismo. Sin ello, el joven sólo quería morir. Había ido a su despacho con los ingredientes de un complicado veneno en sus manos, el día de su entrega. Y él era muy hábil en Pociones; Albus recordaba al profesor Yevenoc ensalzar a Snape como su mejor alumno en toda su carrera docente. El profesor había intentado convencer a la profesora Gashen, la jefa de la Casa de Slytherin, para que aconsejara al joven Snape prepararse para los exámenes de Maestro en Pociones. El propio Yevenoc, a pesar de ser un fantástico profesor en la materia, no había logrado pasar la complicada prueba del ministerio, pero tenía fe en su "genial" alumno, como llamaba a Snape en la privacidad de la sala de Profesores. Por desgracia Gashen no se había molestado demasiado por el asunto, y Severus había acabado empleado en una simple marca de pociones limpiadoras.

Pero ahí estaba, en su despacho, con la intención de contarle todo sobre Lord Voldemort y los mortífagos, y luego huir a su casa a preparar un veneno que bien podía ser la parte práctica del examen de Maestro en Pociones. Él tenía el conocimiento y la habilidad suficiente, podía preparar cualquier veneno y suicidarse a la mínima oportunidad que encontrase. Simplemente, el increíblemente frágil Severus era también el increíblemente decidido y consecuente Snape, que haría lo que él considerase que debía hacer sin importarle nada más en el mundo.

Él era bueno en eso, sí, en enmascarar sus emociones hasta hacerlas desaparecer de su mente, en ocultar su corazón quebrado bajo una lámina de hielo y sarcasmo Slytherin, en obtener información y luchar por el bien de *su* causa sin reparar en el precio a pagar o lo que fuese *esa* causa en sí. Y ahora su causa era la de la Luz, y eso le mantenía con vida.

Una razón, un motivo para vivir. Eso era lo único que el joven le había pedido, lo único que él, Albus Dumbledore, había logrado darle tras tanta injusticia. Egoístamente sabía que se aprovechaba de ello, que en su fuero interno no deseaba prescindir de su único espía que tantas vidas salvaba y tanto daño hacía a Voldemort. Era bien consciente de que si el joven era descubierto y asesinado jamás se lo perdonaría: lloraría sangre por él, y pagaría, aunque sólo fuera con la amargura de su conciencia, cada minuto que el joven pasó bajo la esclavitud del Señor Tenebroso.

Y ahora, sin embargo, iba a aceptar.

Iba a enviar ese joven quebrado, aún convaleciente de una horrible tortura, a fingir ante el Amo del Infierno y pagar unas culpas que eran suyas y eran de todos, incluido él mismo, sobre todo de él mismo.

-Está bien... –murmuró, sintiendo la pena inundarle cuando el joven curvó los labios en una sonrisa casi imperceptible.

Arabella le miró con los ojos miel oscurecidos por el estupor, y luego una mezcla de enfado e incomprensión. Pero ahora él necesitaba su ayuda, porque si Severus iba a encontrarse con Voldemort no debía perder un segundo más.

-Arabella –y su voz era firme, no admitía réplica.- Necesito que lleves a Severus a Hosmeage, para que pueda desaparecerse de inmediato. –Severus... ten cuidado. Intenta contactar conmigo lo más pronto que puedas –añadió mientras le tendía su varita.

Severus asintió tomando su vieja varita de madera de sauce, y luego miró a Figgs, impaciente por marchar. Ya llevaba... ¿unos cinco minutos perdidos? Al Señor Tenebroso no le agradaba esperar, demostrándolo en la agonía que ardía cada vez más fuerte en su brazo... ¡Y encima desde Hogwarts no podía desaparecerse!

Arabella le miró a él y luego a Dumbledore, alternativamente. Se acercó entonces a Snape y tomó su mano.

-No te separes de mí –susurró. Severus obedeció, y antes de poder pensar siquiera que pretendía hacer la mujer, sintió una fuerza tremenda tirar de él hacia delante a través de un tubo de luces multicolores. Al segundo siguiente ambos estaban en las afueras del pueblo mágico. Figgs sonrió ante su sorpresa.

-*Yo misma* soy un traslador hacia y desde Hogwarts, dado que en la Escuela es imposible la aparición. Es... un regalito de Dumbledore útil para casos como éste. Y sí, hablo de mi propio cuerpo... –aclaró ante la sorpresa del joven.

Severus asintió anonadado: jamás había oído de trasladores humanos.

Pero ya tendría tiempo más tarde para preguntarse, ahora le esperaba un asunto dolorosamente urgente. Se despidió con una inclinación de cabeza de la aurora, y se giró para desaparecerse al lugar a donde su Marca le ordenaba ir. Nunca había tardado tanto en obedecer el mandato, y el ardor se había combinado con la pulsión anestesiada de la Cruciatus convirtiendo su brazo en un miembro insoportable de carne rígida que latía y temblaba.

Sin embargo, la mujer le agarró de pronto de él, reteniéndole. Severus siseó de dolor.

-Severus... –susurró la mujer soltándole de inmediato al ver su expresión. –Sólo... dos cosas... Si alguna vez necesitas ayuda, y por lo que sea, lo que sea –repitió - no puedes ir... o encontrar a Albus, acude a mí. Toma esto... –le mujer depositó un sencillo anillo en su mano, y después le cerró los dedos sobre él -... Es un traslador personalizado. Tú eres la primera persona que lo ha tocado aparte de mí, así que sólo, sólo única y exclusivamente funcionará contigo. Te llevará a donde quiera que yo esté. Úsalo, por favor, si te encuentras en problemas... Sólo tienes que ponértelo en el dedo corazón de la mano derecha.

Severus miró su puño cerrado entre las manos de la aurora, sintiendo el metal frío contra su palma sudorosa. Era una gran confianza la que le ofrecía con ese acto, a él, que era un mortífago... Casi sin darse cuenta asintió.

Arabella sonrió con calidez, apretando sus manos. –Entonces ve, y buena suerte.

Con esas palabras le soltó, y Severus por fin se desapareció en la noche.

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Bueno... ¡Ha llegado el momento!!! ¡Severus en acción frente a Voldie!!!! Ju, ju, ju... Ya veréis en el próximo cap que bien se lo pasa el Señor Tenebroso...

Este capítulo la verdad no sé como definirlo, es un poco dulce y también angustioso, pero lo siento: uno no sufre lo ha soportado Severus sin efectos secundarios... Y creo que Snape es la típica persona que va de un extremo a otro: siempre está imperturbable, hasta que el vaso rebosa y entonces se hunde hasta el fondo. Dumbledore en cambio, quizás está un poco fuera de carácter... No sé, en los libros parece el abuelo ideal que todo lo sabe, pero yo creo que es más bien un ser humano bastante consciente de sus limitaciones y debilidades. Y las cosas que hace no son siempre buenas –como enviar a Severus a espiar- pero tampoco malas... La responsabilidad de tomar decisiones conlleva eso: que éstas a menudos son grises: con aspectos buenos y aspectos malos. En fin, no sé si me he explicado pero era lo que trataba de dar a entender con las inseguridades de Albus. Lo importante es que él lo sabe, que no se engaña a sí mismo.

Y siiii... sabremos de Rosier en el próximo cap. (Y de Malfoy, ju, ju...) Todos juntos con Voldemort... tra la ra...

¡¡¡¡GRACIAS por los reviews!!!! ¡¡¡dejad vuestra opinión, por favor!!!!!!!!!!!

***y ánimos especiales para Lina Saotome. ¡Gracias por visitar mi web!!! ^^ ***