Los personajes pertenecen a Rowling, etc, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^^
Os recuerdo: ¡¡¡hay escenas YAOI ( m/m)!!!, si no te gusta, no lo leas.
Es R por algo!!!!!!!!!!!!!!!!! YAOI; YAOI; YAOIIIII...!!!! Bueno, ya estáis avisados... ^^
Ahhh... ¡¡¡CUÁNTO TIEMPO!!!!!!!!!!!!!!! Menos mal que ff se recuperó... Bueno... pues aquí sigue esto... ^^
Por fin tenemos a Voldie en acción... Jo, jo... en este cap sigo siendo cruel con Snape (ju, ju... ¿qué raro, no? ^^UUUU ) pero esto coge tintes más... ¿picarones? Bueno, nos acercamos a la parte romance, siiiiii... A ver si os gusta... (eso si, no penséis en corazoncitos rosas o similares, aquí prima la angustia y la crueldad... jo, jo... Severus sufrirá!!!!! –N Snape se viste de cuero y desenrosca el látigo, ¡chaaasss, chaaassss…!!! )
Muchas gracias por los Reviews!!! Por favooooor, escribid!!!! ¡¡los contesto al final!!!
POR CIERTO!!!!!!!!! En contestación a una duda expresada por Lady Susyte en los reviews, he añadido una pequeña frase en el capítulo 7, justo cuando la aurora Figgs le da su anillo a Snape. De todas formas también lo explico al final de este cap. ¡Leedlo, por favor!
Disfrutaaaaad!!!
La vuelta atrás8. A las puertas del infierno: Voldemort
El lugar donde se apareció le era vagamente familiar: una de las viejas mansiones que empleaba Voldemort para las reuniones con sus mortífagos. Mas no podía estar seguro de cual de todas era; se sentía mareado y confuso. Supuso que sería el cansancio aparejado al esfuerzo de concentración necesario para aparecerse; sentía el cuerpo pesado y dolorido a pesar de la velocidad con la que latía su corazón.
El silencio le rodeaba, y por un momento creyó estar sólo. Gran error: al levantar la mirada se encontró con un extenso círculo de figuras encapuchadas diluidas en la penumbra, todas estáticas y mudas. Un estremecimiento le recorrió la columna, tanta expectación era mala señal. Seguro que le esperaban a él.
-Llegas muy tarde.
La voz aguda resonó en el amplio salón, y Severus cayó al suelo, temblando. –Lo siento, mi Señor...
-Acércate.
Esa palabra le sorprendió. Estaba esperando "crucio" en su lugar, sus músculos ya tensados de manera inconsciente.
Con menos gracia de la deseada se acercó a la oscuridad de donde provenía la voz, y divisó a su Señor sentado en un lujoso sillón. No se atrevió a encarar la mirada roja y helada, y se arrodilló sumiso.
-¿Dónde estabas?
Severus tragó con dificultad, haciendo un esfuerzo supremo por controlar su pánico. No podía decir la verdad, pero tampoco mentir de cualquier manera. Voldemort leería su cerebro y su tono de voz; desnudados por el estrés que le embargaba.
Luchó por mantener su voz serena, y elevar su furia, su ira. Ésta era el viejo escudo que cubría sus otros sentimientos, la interferencia que los codificaba. Y la rabia estaba ahí, en su corazón, como un perro fiel. La rabia por encontrarse en *ese* lugar de entre todos los posibles, humilde y servil como el esclavo que era; arriesgando su cuello intentando engañar al Heredero de Slytherin. Porque aunque éste presumía de leer la mente de sus acólitos, Severus sabía la verdad.
Una fantástica intuición, un conocimiento excelso del ser humano y sus reacciones; y una capacidad exquisita para manipular el miedo y la duda.
Esos eran los ingredientes de la mágica poción de Voldemort; y el resultado su supuesta habilidad para detectar su mentira. Severus al principio había creído la palabra de su Señor como el dictado de un dios, pero la experiencia le había brindado otras certezas.
Él también sabía leer mentes. Sabía descubrir el miedo en el sudor, en el temblor, en las pupilas dilatadas. Casi podía oler la angustia, el estrés, el nerviosismo. Uno no podía evitar sentir, pero si podía enmascarar las reacciones bajo otros condicionantes. Y Voldemort *podía ser engañado* como cualquier ser humano, aunque poco de éste quedara todavía en él.
Era difícil, sí, su Señor era un Maestro en el tema... Pero Severus había fingido toda su vida, casi le era más natural que mostrar sus verdaderos sentimientos. Así había logrado lo impensable: mentir a Lord Voldemort y sobrevivir, durante más de un año. No tenía intención de fallar ahora.
Así que el joven relajó los músculos de su espalda y controló su respiración, mientras su cerebro trabajaba a toda velocidad buscando alternativas creíbles que contar.
-Cerca de Hosmeage –musitó, su voz suave y sedosa.
Eso ha sonado bien.... Sigue así, Severus, no hace falta mentir para ocultar la verdad...
-¿Qué hacías allí?
-Reponerme, mi Señor. Un anciano... tomó cuidado de mí.
-Ah... ¿un anciano?
Severus asintió con la mente en blanco, sus pulmones trabajando a un ritmo pausado, su corazón latiendo con lentitud.
-No le conocía, mi Señor. Me encontró inconsciente.
No imágenes en su cabeza, no nombres. No valía la pena arriesgarse, su mente no compartía conocimientos con su cuerpo. Sólo sabía que había pasado el día durmiendo, maldita sea, que estaba mortalmente cansado... Y herido, y tembloroso, aún mareado... y furioso, furioso, furioso...
Voldemort hizo entonces un extraño sonido, a medio camino entre la seca carcajada y el siseo de un reptil.
-Snape, mi fiel vasallo... Tu mente está aún confusa, por lo que veo. ¿No recuerdas nada de lo que pasó en la Escuela Yorkmile de Magia Precoz? ¿no recuerdas quién te hirió?
¡Oh! Eso está muy claro... El rostro del auror Dunke se dibujó de inmediato en su cerebro, arrancándole un espasmo de odio y asco. Severus permitió a esas sensaciones materializarse.
-Thomas Dunke... –murmuró con la voz densa como plomo.
-¿Y...?
-Le maté, mi Señor.
Ya está. Las palabras habían venido prestas a su boca, tan sencillas de pronunciar... Lo que había sido imposible ante Dumbledore era casi agradable frente a Voldemort.
Éste asintió.
-Bien, eso me complace... –susurró de manera empalagosa, erizando la piel de Severus.
-Mi propósito en Yorkmile se ha cumplido, Snape. Tan sólo ha habido una decepción... –su voz aquí era hielo, y su sonrisa la del demonio. –El otro superviviente no ha cumplido tan bien como tú su obligación.
La respiración del espía se detuvo.
-Rosier... Acércate.
Hubo un murmullo apagado en el coro de sombras, pero Severus apenas escuchó. Era como si hubiera sido sumergido de pronto en el océano, a mil metros de profundidad.
Rosier estaba vivo. Y Moody también. Su compañero había fracasado y luego huido... pero ahora estaba allí, ante Voldemort. Acercándose...
La presión en sus oídos era insoportable, y la cabeza le zumbaba como si estuviera a punto de estallar. A su lado vio una figura encapuchada arrodillarse. Adivinó al joven Rosier en la gracilidad de su movimiento, en la elegancia de la capa al caer, del cuello al inclinarse.
-Mi Señor...
La voz era delicada como el murmullo de la brisa, y Severus no pudo evitar temblar. Había sonado tan tranquila, tan... resignada...
-Huiste sin completar tu misión.
El silbido agudo del Señor tenebroso reverberó en la sala, levantando ecos que se diluyeron en las sombras.
-Mi Señor, eran... demasiados en número y...
-¡SILENCIO...!!! –Los ojos de Voldemort se estrecharon peligrosamente.- No hay excusa para tu fracaso...
Rosier se inclinó hasta tocar el suelo con su frente.
-Sí, mi Señor. Merezco vuestro castigo.
Voldemort se levantó del sillón. La amplia y lujosa túnica negra de seda se deslizó por el suelo, cuando el mago se acercó a donde Snape y Rosier yacían arrodillados. Severus fijó la vista negra en el borde de la tela, que tantas veces había besado. Su Señor era cruel, y disfrutaba humillándoles... Sólo el miedo les impedía desertar de aquella esclavitud.
Besa el borde de su túnica, lame el barro de sus botas. Reza por que el Amo sólo te dé una patada con desdén, y luego se olvide de ti, perro. Reza por que se olvide de ti...
Pero el Amo no tenía intención de olvidarse de Rosier. Severus casi podía olerlo, en el aroma que exudaba el Brujo Negro mientras rodeaba al mortífago.
-Severus...
El nombre rodó por la lengua de Voldemort como una caricia, semejante al más rico brocado de seda. Pero justo envió al joven al pánico más absoluto. Su Señor nunca, *nunca*, le había llamado por su primer nombre. Le costó todo su autocontrol no emitir un grito agudo.
-¿Sí... sí... mi Señor?
-Mi fiel vasallo... –Voldemort estaba detrás suyo, y Severus podía sentir la frialdad mortal de su cuerpo, como si robara calor en vez de emitirlo. – ... Deseo premiarte por tu esfuerzo... y fidelidad. Sé que estás agotado, pero aún... aún puedes tomar placer de mi regalo.
El Señor Oscuro se permitió una sonrisa cruel, mientras se inclinaba sobre su siervo, y murmuraba en su oído, lo suficientemente bajo para que tan sólo los dos jóvenes arrodillados pudieran oír. – Te permito... castigarle...
Su última frase provocó un estremecimiento en ambos, que evidentemente no pasó desapercibido por Voldemort. Aquella era una táctica que mantenía rigurosamente en marcha: el odio y la desconfianza entre sus seguidores. Nadie debía poner en peligro su soberanía, los mortífagos debían sentirse siempre solos. Eso les mantendría alerta, y tan sólo fieles a él.
-Será divertido, Snape... Hace tiempo que no te veo ejecutar la maldición Cruciatus. Y tú siempre has sido un mago poderoso, capaz de mantenerla largo tiempo... ¿O quizás preferirías usar una de tus pociones...? Me has preparado brebajes interesantes para estas lides...
-No... no... gracias... mi... mi Señor... –Severus era consciente de que su voz sonaba estrangulada, pero no podía evitarlo. Aquello le estaba llevando al límite.
El pensamiento de torturar a Evan... Evan, que era su amigo...
Todo su cuerpo parecía reaccionar en contra. Un mareo repentino le sobrevino, y tragó cuando su estómago comenzó a girar.
No... no puedo vomitar... La idea era casi hilarante. No, no... Lord Voldemort no se lo tomaría bien... Pero ahí seguía, detrás de él, sus peligrosos ojos estrechándose por momentos.
Estaba atrapado. Realmente. Y él era un cobarde. Dios, un cobarde... No merecía la confianza de Albus, la compasión de Figgs, o la fe de Evan. Era un maldito bastardo cobarde, un cobarde hijo de puta, literalmente.
Dios, se odiaba.
Severus se levantó sin casi saber como, su respiración ahora entrecortada. Todo el dolor de su cuerpo había vuelto a él, ardiendo bajo la piel enfebrecida; mas su mano iba a infligir una tortura similar.
Levantó su varita hacia la figura negra a su derecha, y murmuró casi con hastío.- Crucio...
No era necesario gritar.
Eso era algo que había aprendido muy pronto de la mano de su instructor, y que había podido comprobar con frecuencia en sus dos largos años como mortífago fiel. Las Maldiciones Imperdonables eran tan accesibles que podrían incluso enseñarse con el temario de cuarto año en Hogwarts...
Sólo... sólo había que ser meticuloso con la concentración.
Uno tenía que tener muy claro lo que deseaba, y enfocar toda su energía en el objetivo. La más exigente en este aspecto era la Maldición Imperius, por supuesto, pero la Cruciatus y la Avada Kedavra no se quedaban atrás. Paradójicamente, la maldición asesina era incluso la más sencilla. Desear la muerte del adversario solía ser fácil. Ni siquiera era necesario quererlo muy profundamente, con sentir la furia o el odio o la necesidad bastaba.
Recrear la Maldición Cruciatus era diferente. Ese embrujo procuraba un puro infierno, sin más. Y uno tenía que *querer* inflingirlo. Tenía que anhelar ver a su víctima retorcerse de dolor, añorar escuchar sus gritos entrecortados, desear un sufrimiento sin fin.
Y él justo no podía brindarse a sentir esas emociones, no con Rosier.
En general, desde su traición, con nadie... Pero con Evan menos aún: casi conjurar la Cruciatus se sentía tan doloroso como recibirla.
Sin embargo, ahí estaba Voldemort, esperando su espectáculo. Así que Severus Snape invocó su pequeña treta, su estúpido autoengaño; el mismo que había utilizado todo el año para conseguir invocar la maldición y así pasar desapercibido: el recuerdo de Black.
Sirius Black.
¡Oh..., era tan fácil odiarle...! El Gryffindor lo tenía todo: un carisma apabullante, inteligencia, simpatía, un físico arrollador... Era un triunfo constante con las chicas, él y su maldito grupo de amiguitos inseparables; porque sí, nada odiaba más de Black que su amistad sincera y leal con mister Perfect-Potter, el hombre lobo y el debilucho Pettigrew.
Él habría matado por tener un amigo en Hogwarts, uno sólo de verdad.
Nunca había sabido lo que era la amistad real... excepto ahora... Pero Severus luchó por enviar ese pensamiento atrás. Tenía que concentrarse en Black, y de nuevo elevar su odio y su vieja ira.
Black, y su perfecta sonrisa. Black, y sus malditas bromas jamás castigadas. Black, querido y mimado por su familia adorable. Black, el resumen de todo lo que él no era, justo igual que Potter. Pero Black, a diferencia de Potter, le odiaba también.
Severus a veces se preguntaba que era peor, si el odio de Sirius o la indiferencia teñida de pena de James. Sospechaba que lo segundo, pero era más fácil concentrarse en el odio del primero: casi podía entonces justificar ver la imagen del joven retorciéndose en el suelo, gritando de dolor.
El valiente Griffyndor, reducido por la Cruciatus a una masa de lágrimas y gritos lamentables.
Porque cada vez que Severus invocaba la Maldición Cruciatus, era Sirius Black el destino de su concentración, la excusa para hacerla funcionar.
Y esta vez no era diferente.
Voldemort sonrió cuando escuchó la palabra "crucio", la voz profunda y rica del joven como una melodía en sus oídos. A su lado la figura arrodillada de Rosier cayó al suelo entre espasmos, gritos ahogados mezclándose en su garganta.
A él siempre le había divertido ver los cuerpos agonizar, escuchar las súplicas entrecortadas. Hombre llenos de orgullo y dignidad se convertían en niños indefensos, en animales asustados, en esclavos deseosos de obedecer su más mínimo deseo. Y el Señor Tenebroso consideraba justo vanagloriarse de su habilidad para conjurar las maldiciones Imperdonables, especialmente la Cruciatus. No en vano aparte de la necesaria concentración consumía una buena cantidad de energía.
Voldemort a menudo reía de la estupidez de los hombres: lo que mantenía a muchos de ejecutar las Imperdonables era más el gasto de fuerza mágica que una oposición moral.
Pero ahora el Señor Oscuro no miraba a Rosier. Le agradaba el sonido de fondo; el maldito espía pagaría caro su traición y fracaso, aunque su castigo no finalizaría hoy. Le tenía reservado un destino peor... Tendría mucho tiempo para disfrutar torturándole. Así que ahora su mente, y su mirada roja, estaba dirigida a Snape.
¡Ahh...! Cómo le gustaba éste uno...
Tenía como buena costumbre no marcar demasiadas preferencias entre sus seguidores, pero a veces no podía evitar una suave predilección. Y Severus Snape era uno de los agraciados.
El joven era un mago poderoso, sin duda, y uno dedicado. Un soldado fiel a la causa, sin escrúpulos, sin dudas, sin errores. Y además hermoso... Ahora más bello que nunca, estando maltrecho y malherido.
Snape se erguía delante suyo, en una proximidad inquietante. Podía tocarle con sólo levantar su mano, aunque el joven estaba en otro mundo, lejos de él... Tenía los ojos negros entrecerrados, sumido sin duda en la concentración y en el placer. Porque Snape debía tomar placer ante el dolor de ese traidor... como una dulce revancha por aquél al que había sido sometido. Su rostro era una máscara, siempre era así cuando una fuerte sensación le inundaba. Pero su Señor conocía a su esclavo: podía ver sus reacciones, sentirlas. El cuerpo de Snape temblaba, pero no su mano o su varita.
Voldemort paseó su lengua por los labios resecos, su ojos fijos en la piel blanca del cuello del joven.
Snape era deliciosamente pálido, y en su pobre estado actual ésta era más que tentadora, como un caramelo. Su mirada lasciva describió el pronunciado ángulo de su mandíbula, la oreja cubierta por mechones de pelo liso y negro como las plumas de un cuervo, brillante y suave. Cabellos lacios que ocultaban su nuca y acariciaban sus tendones, y de ahí de nuevo por la superficie blanca y tersa a la garganta de Snape, salpicada de sudor, donde una nuez bien marcada subía y bajaba al ritmo de la respiración.
Subía y bajaba bien deprisa: Severus debía estar agotado por el derroche de energía mágica. No en vano había sido torturado... Quizás debiera permitirle descansar allí, en su Mansión.
O en mi cama... , se permitió pensar Voldemort. La gente podía considerar a Snape feo por sus acusadas facciones, pero sólo un ciego, o mejor un eunuco, no percibiría su fuerte sex-appeal. Y el placer de tener ese cuerpo delgado y fibroso retorciéndose bajo uno, cubierto de magulladuras y cicatrices... débil y sudoroso... con la resistencia rota... y las piernas abiertas... Bien, la idea le obligó de nuevo a succionar sus labios.
Voldemort sabía que ya no era exactamente un humano, que sus intentos por lograr la inmortalidad habían tenido un efecto secundario en su cuerpo. Pero esto no era problema: aún no había encontrado hombre, mujer o cosa lo suficientemente valiente o suicida para negarse a sus deseos. Y por supuesto, en el peor de los casos, siempre podía utilizar la maldición Imperius... aunque con Snape no haría falta llegar a tanto: él se entregaría voluntariamente, sin duda, en el momento que su Señor lo desease. Sería divertido observar entonces la cara de Malfoy: el arrogante bastardo consideraba al joven su propiedad.
Nada más equivocado.
El único Amo era él mismo: Lord Voldemort.
Quizás debería obligarle a permanecer y mirar, se dijo mientras una turbia sonrisa afloraba a su rostro.
El Mago Negro paladeó la idea: Snape siempre le había gustado, pero era su capricho poseerle ahora, en su momento más débil, con público de por medio. Había algo muy erótico en tomar ventaja del joven en ese estado, y descubrir los horrores a los que había sido sometido sin él saberlo.
Entonces sus deseos se vinieron abajo.
Exactamente igual que Snape, que de improviso había caído inconsciente al suelo, sin duda sobrepasado por el esfuerzo de mantener la Cruciatus.
A su lado Rosier recuperaba el aire, estremeciéndose aún a ligeros intervalos. Pero Snape no había durado mucho... Aquello le abandonó un regusto de ira. No debía mostrar su deseo por un servidor débil, y no había peor muestra que un desvanecimiento en su presencia. Voldemort se sintió ligeramente decepcionado: violar a un hombre inconsciente o bajo el efecto de un "enervate" carecía de interés. Así que iba a tener que buscar otra ocasión para realizar sus fantasías... Quizás debería dejar a Snape a cargo de esa pequeña mísera rata Griffyndor que había tenido el valor de presentarse ante él.
¡Ah...! Colagusano... sí... que nombre más adecuado.... El penoso cobarde aún debía demostrar sus escrúpulos tanto como su utilidad. Quizás en otra ocasión pudiera permitirle torturar a Snape para luego él mismo poder *cuidar* de su vasallo... Pero no... no podía dejar a un siervo valioso como Snape en las manos de una basura despreciable como Colagusano. No sin antes recibir éste el adecuado entrenamiento, al menos...
Y ahí delante yacía el espía Rosier.
Una sonrisa cruel se explayó en el rostro del Señor Tenebroso. Con un siseo ordenó a una de las sombras acercarse y ésta estaba de inmediato a sus pies, temblando.
Que patético... Si no estuviera esta rata tan bien situada respecto del maldito Dumbledore...
Se giró asqueado de tan vil servidor, porque un traidor, aún a favor de su causa, era siempre aborrecible. Aunque Colagusano antes desearía morir que traicionarle como al viejo tonto. Sí, hoy trabajaría en eso. Le mostraría en Rosier su futuro si se atrevía a engañarle... El pensamiento de la futura diversión le devolvió la sonrisa, y levantando la mano finalizó el encuentro.
Todas las sombras, exceptuando Colagusano y Rosier, se desaparecieron al instante. Voldemort ignoró conscientemente a Malfoy, que se había aparecido justo al lado del cuerpo de Severus.
-Mi Señor... –le escuchó decir, pero el recuerdo de lo que había deseado hacer y ahora haría el bastardo rubio en su lugar le trajo un regusto de frustración e ira.
-¡CRUCIO! –siseó, y de inmediato Malfoy cayó al suelo gritando.
Ahhh... que poca resistencia tiene mi escurridizo Lucius... Su única acción valuable como mortífago había sido reclutar para su servicio a muchos magos útiles en el último curso de Hogwarts, como el propio Snape. Y por supuesto poseer tanto dinero... y un nombre respetado con influencias en el ministerio...
Con un gesto cansino de su varita libró al Malfoy de la tortura; la sonrisa de desprecio dirigida tanto a éste como a Colagusano, que continuaba temblando en silencio.
-Puedes llevártelo –murmuró.
Con una inclinación de cabeza Malfoy abrazó a su compañero inconsciente, y se desapareció.
Severus sintió algo frío en su pierna. Se estremeció. Algo frío y húmedo... y suave... algo que descendía por su pantorrilla, desaparecía, y luego regresaba más frío y casi mojado, sí, porque era líquido... era... ¿agua?
Intentó abrir los ojos, pero los párpados le pesaban toneladas. Aquella masa de agua había llegado a su pie, y por un momento le hizo cosquillas. Era una sensación muy suave...
¡Ahh...!, reconoció su cerebro,... una esponja....
Alguien le aseaba con una esponja mojada. Ésta regresó hasta la rodilla, volvió a ser empapada, y recorrió la piel blanca y con escaso vello de su muslo. Volvió a estremecerse cuando empapó la cara interior, y luego, muy lentamente, envolvió sus testículos. Severus suspiró. El tacto de terciopelo de la esponja le acarició unos instantes, y luego desapareció. Escuchó el sonido del agua al escurrirse y caer, su mente concentrada en el tintineo, y casi visualizó las gotas transparentes descender en el aire hasta chocar con la superficie límpida del agua, provocando un pequeño cráter que al segundo siguiente desaparecía.
Entonces la esponja volvió a su cuerpo, a su estómago, y abandonó un reguero húmedo sobre su vientre. Se detuvo en su ombligo y lo llenó como una copa, y Severus onduló sus caderas a la sensación. La esponja siguió entonces su camino, y jugó con su vello púbico, izquierda y derecha, presionando luego en sus muslos, abriéndole las piernas extendidas. Severus sintió como un chorro de agua caía sobre sus ingles, y se escurría por éstas como un riachuelo hasta llegar al mar del colchón donde reposaba. Aquello le hizo temblar, y un gemido muy pequeño abandonó sus labios. Un gemido de placer. La esponja entonces volvió a sus testículos, húmeda y ahora cálida.
¿Cálida?, se preguntó. Cálida de recorrer su piel... Y más cálida ahora que envolvía su miembro flácido, y lo recorría en toda su longitud, arriba y abajo, de principio a fin... Apretándose contra él, estrujando su diámetro, y ahora mojando su punta, vertiendo ríos sobre ella, lavando la suciedad lejos de esa carne sensible. Severus ahora jadeaba con suavidad, perdido en las sensaciones de su cuerpo, en el epicentro de calor que comenzaba a formarse en sus genitales. Pero la esponja, una vez acabada su misión, abandonó su miembro y regresó a su estómago.
Severus gruñó de frustración, y aquello provocó una suave risa a su lado. Intentó abrir los ojos, y reconocer al responsable de su tortura, pero de nuevo perdió la batalla. Estaba tan cansado...
La esponja, ajena a su lucha interna, subió por su torso trazando cada arañazo, cada magulladura. Siguió la estela de todas sus heridas, levantando un suave temblor en el cuerpo tendido, que se convirtió en espasmos cuando acarició el hombro izquierdo. Severus escuchó entonces palabras que reconoció como hechizos curativos, conjuros para aliviar su dolor y borrar el daño de su piel.
¿Quién le estaba cuidando con tanta delicadeza? ¿Albus...?
Pero no, no... Dumbledore no hubiera... acariciado sus genitales, eso era demasiado íntimo, demasiado... No, tampoco lo haría esa aurora, Figgs... ¿Quién, entonces?
-Severus...
El joven se estremeció al escuchar su nombre en sus oídos, cada sílaba deslizándose llena de familiaridad. Aquella lengua acostumbraba a susurrar su nombre: estaba hecha a sus sonidos, su acento, su significado.
Los párpados se elevaron ahora, y en la oscuridad reconoció la luz plateada en los cabellos imposiblemente claros de Lucius Malfoy.
Malfoy.
Estaba en su mansión, en su casa... ¿Cómo había llegado allí? Su mente de nuevo estaba confusa. Severus luchó por girarse, y encarar a su amante. Éste sonrió.
-Por fin despertaste...
Severus le miró con los ojos vacíos, y Malfoy frunció el ceño.
-¿Desorientado? Mmmm... Mucho tiempo bajo la Cruciatus, ¿eh?
El joven rubio dejó caer la esponja en la palangana a su derecha, y giró con delicadeza a Snape sobre el colchón. Se sentó a horcajadas sobre él, y comenzó a masajearle la espalda.
-Estaba preocupado por ti, Sev. –susurró acercándose a su oído. -Creí que te habían cogido, que te habían matado... Ayer me moría de la angustia.
Severus no sabía muy bien que pensar. ¿Malfoy se preocupaba por él? Bien, eso... parecía evidente... Lo que no tenía tan claro eran sus razones. Por un momento su corazón dolió, imaginando que quizás su compañero pudiera sentir sinceramente por él... Pero no, no... más bien era su sentido de propiedad. A Lucius no le gustaba perder las cosas de las que estaba encaprichado. Y él siempre había sido una de sus más golosas pertenencias, una de las más duraderas. Quizás... quizás fuera una mezcla de todo. Los Slytherin sabían mejor que nadie que la visión blanca o negra de los Griffyndor no existía: más bien era siempre gris.
Lucius se inclinó a su lado y tomó una pequeña botella. Severus escuchó el sonido del tapón al caer, y a continuación una fragancia a lavanda y manzanilla le inundó. Después las manos de Malfoy eran untuosas, y comenzaron a recorrer su piel, lentamente, trabajando sus músculos hasta relajarlos.
Severus ronroneó de satisfacción. No era frecuente que su amante fuera así de complaciente, más bien de normal era quien exigía las atenciones. Cerró los ojos acomodándose, dispuesto a darse de nuevo al sueño. Entonces sintió las manos sobre sus nalgas, embadurnándolas con el aceite, y se tensó de inmediato.
-¿Severus...?
Lucius estaba sorprendido por la reacción, pero Severus no podía evitarla.
No podía hacer *eso*, no podía... Justo era superior a sus fuerzas. Permitirlo... como siempre... No... ahora... ¡¡¡ahora NO podía...!!!
Jadeó con fuerza, la angustia subiendo a escala logarítmica, hasta el punto de que en los instantes siguientes luchaba abiertamente por quitar a Malfoy de encima suyo. Éste sin embargo era más fuerte en esos momentos, y acabó por aplastarle contra el colchón.
-¡Sev...!¡¿Qué demonios te pasa?!!
Severus trató de no sucumbir al pánico, no podía demostrarle a Malfoy su debilidad. Pero le tenía agarrado como Dunke, y ese pensamiento se volvía insoportable...
-De... dé..ja..m-me..e... –siseó, tratando de sostener atrás las lágrimas que de pronto le escocían tras los párpados fuertemente cerrados.
Lucius hizo entonces algo inesperado. Le besó con suavidad en los labios, y le soltó, levantándose de la cama.
-Lo siento –murmuró, mientras se arrodillaba a su lado.
Severus permaneció laxo sobre el colchón, recuperando la respiración. Quería marcharse de ahí, y estar solo. Quería estar solo de una vez por todas.
-Severus... ¿qué pasó la noche del sábado...?
La voz de Malfoy se había vuelto muy suave, muy delgada, llena de preocupación... ¿sincera?
Severus no contestó.
-...Esa bestia... Dunke... ¿te hizo algo...? ¿Fue él quien te puso bajo la Cruciatus...? ¿te... tocó... de alguna forma...?
Malfoy sabía que formulaba las preguntas adecuadas. No en vano le conocía desde que ambos tenían once años, y Severus nunca había permitido el contacto físico con facilidad.
De hecho, que su viejo compañero admitiese mantener relaciones sexuales con él... era algo que había aprendido a valorar con el tiempo. Le hacía sentir inmensamente especial, único merecedor de un privilegio incalculable.
Pero mientras Severus seguía sin responder.
No... no quería... Recordar aquello dolía. ¡Maldita sea, dolía! Y él tenía que olvidar esa noche de pesadilla... Sí, olvidar...
-Sev... –Lucius ahora estaba muy cerca, susurrando en su oreja, haciéndole temblar. Quería explorar todos los campos, eliminar todas las dudas. -¿Estabas... con Rosier...?
ROSIER.
El mero nombre empezaba a ser como un terremoto para la conciencia de Severus.
Rosier en la oscuridad del jardín de Yorkmile, sus ojos marinos tan oscuros como los suyos. Rosier abrazado a él, su aliento batiendo contra su cuello. Rosier revolcándose bajo su varita, gritando, gritando... ¡Oh, Dios, por *su* mano..., por *su* culpa...!!! Y después... ¿Después qué?
-¡Ahhh...! –murmuró asustado-¿y... y Rosier...?
-¿Qué...?
-Lucius, él... estaba bajo mi Cruciatus y... no recuerdo...
-Te desmayaste.
Severus se giró para encarar a Malfoy, por un momento sin respiración. ¿¿¿Se había desmayado ante Voldemort???? Dios...
El joven rubio mostró una suave sonrisa, que no alcanzó sus ojos plata.
-Nuestro Señor sabía que estabas muy débil, Severus. Quizás... le... decepcionaste un poco, pero nada que no haya olvidado a estas horas.
Severus enarcó una ceja, sin comprender. La sonrisa de Lucius se agrandó.
-Rosier quedó a sus pies, Sev... Junto con el nuevo recluta, el espía Griffyndor. Seguro que Lord Voldemort le está enseñando "el manual del buen mortífago" a esa basura. Usando a Rosier, claro.
El rostro de Snape quedó lívido. Por un momento el sintagma "el espía Griffyndor" centelleó en su mente, eso era importante, antes de que su memoria enterrara la información en lo más profundo de su cerebro. La angustia ante las siguientes palabras de Lucius estaba arrasando a su paso.
"Usando a Rosier, claro..."NO.
¡Oh, Rosier...! No, no, no, no, no...
Severus se giró lentamente, dándole la espalda a Malfoy. Quería llorar, y jamás permitiría que su compañero lo viese.
-Quiero dormir... –susurró, manteniendo con destreza su voz firme.
-Bien...
Lucius se inclinó de nuevo sobre él, y le besó en el cuello, bajo la oreja. Dejó un rastro de saliva allí, como si le quisiera marcar, y tras mirarle intensamente unos segundos se marchó de la habitación.
Severus esperó pacientemente hasta que oyó el "clip" de la puerta, y luego escuchó con atención como los ruidos de la mansión se desvanecían poco a poco. Para ese momento ya no había lágrimas bajo sus párpados, pero eso no significaba nada.
Le dolía dentro, muy dentro, con tan sólo pensar en Evan.
Lucius había sido dulce con él esta vez: el ángel rubio se había contentado con muy poco aquella noche. Aunque por supuesto, ya lo recuperaría en el futuro... Severus suspiró con tristeza, preguntándose si habría algún futuro con Rosier.
Si éste sobrevivía a Voldemort, claro... Ellos... ¿Ellos podrían ser amigos...? Verdaderamente amigos...
Evan...
... y él...
....................................
¡Y esto es todo por ahora! Si, sé que Voldie está un poco fuera de carácter, pero no podía reprimirme de describirle absolutamente engañado por Seve, y además siendo un auténtico pervertido. Ejem... Ya veremos que hace en un futuro. Y Lucius... Ohhhh... ¿quiere o no quiere a Sev? Ajá... Y Rosier... sobrevive o no???? Si, ya sé, eso no tiene interés, pero... ¿CÓMO sobrevive? Ahhhhh... ¡respuestas en el próximo cap!!!
Y aparece Pettigrew... Ohhh... ¿deberían aparecer Black y compañía???? Tengo alguna ideilla... (no en vano esta historia transcurre justo al comienzo del año antes de la primera caída de Voldie) Hummm... ¿Qué os parece a vosotros???? ¡¡¡OPINAD!!!!!!!!!!
MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LOS REVIEWS!!!!!!!!!!!!! Voy a contestar algunos... ^^
***¡¡¡LEED AL MENOS LA ACLARACIÓN A LADY SUSYTE!!!!***
Lady Susyte: Sobre los trasladores... A ver, NO, NO SÓLO con tocarlos funcionan. Por lo que yo sé, se "programan" para que funcionen a determinada hora... Acuérdate de que el libro 4, cuando los Weasley van con Harry a la colina y cogen la bota-traslador, ésta no funciona de inmediato. Es más, el señor Weasley asegura que tenían que cogerla a esa hora determinada porque así los magos del ministerio escalaban la llegada de la gente al sitio donde se realizaba el Mundial... Lo cual significa que un traslador, de alguna forma, se programa para que funcione en el momento que se necesita, igual que se especifica su destino. Yo supuse que en el caso de Figgs, ella elige a voluntad ambas cosas. Es por eso que no necesita guantes ni nada por el estilo... Digamos que sería como otra manera de "aparecerse", pero inmune a los conjuros que la impiden, como los que hay en Hogwarts.
Por supuesto, todo esto de los transladores humanos es una invención mía... ^^
Y la historia del anillo es algo parecido... aunque tampoco lo había pensado, la verdad. AHORA el final de la explicación de Figgs se lee así:
"Es un traslador personalizado. Tú eres la primera persona que lo ha tocado aparte de mí, así que sólo, sólo única y exclusivamente funcionará contigo. Te llevará a donde quiera que yo esté. Úsalo, por favor, si te encuentras en problemas... Sólo tienes que ponértelo en el dedo corazón de la mano derecha."
Bueno, la frase nueva es la subrayada, y explica como se usa: funciona en el momento en que te lo pones, y te lleva al lugar donde se encuentra Figgs. Es buen detalle que no había especificado, y será muy útil en el futuro... Ahhhh... ^^
Así que esto es todo... Espero haber aclarado tus dudas. Y no, no me molesta en absoluto que me "saquen errores", ¡al contrario!!! ¡casi me has salvado de una indefinición que luego me traería problemas!!! Mi intención es que todo quede claro... ¡gracias por avisarme si no es así!!!! ¡No dudes en volverlo a hacer!!!
Sakura-Corazón: ¡¡¡Que bien que te gustase!!!! Ohhhh... no pretendo que pierdas tu trabajo por mi culpa... *___* ¡¡¡gracias por estar ahí!!! ^____^ Y que consuelo que te gustase el ataque de pánico, porque yo ya no sabía si me estaba pasando...
Kawaii: ¡Ohhh, me ruborizas!!! Gracias por tus halagos, en serio, animan MUCHÍSIMO. Gracias. Je, je... Ya ves que Voldie se portó... (aunque por los pelos, glups! _ )
Profión: OHHHH... ¡cuanta energía has puesto en el review!!! Se ve que te gustó... (ohh, ilu, ilu...^^ ) En serio, me alegra un montón que te guste la imagen que doy de Albus y de Sev, porque creía que eran bastante personales… Bueno, a ver si la de Voldie también coincide… ( Ji, ji, ji, ji… ) Y en fin, ojalá te siga enganchando… Me dijiste que no te gustaba el yaoi… hummm… y como ves ya han vuelto a salir escenas de esa índole, pero espero que no huyas. No todo va a ser *eso*, ni mucho menos. Prometido.
