Los personajes pertenecen a Rowling, etc, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^^

Os recuerdo: ¡¡¡hay escenas YAOI ( m/m)!!!, si no te gusta, no lo leas.

Es R por algo!!!!!!!!!!!!!!!!!

Muchas gracias por los Reviews!!! Por favooooor, escribid!!!! ¡¡los contesto al final!!!

Disfrutaaaaad!!!

La vuelta atrás

10. La pregunta y la respuesta: el callejón Knockturn.

Severus recorrió el ala este con pasos lentos, sus dedos aún acariciando la suave madera de su varita. Hacía nueve años que la poseía, y apenas un par de veces la había cuidado frotándola con aceite de luna y benjuí, pero su superficie seguía siendo cálida y tersa como la primera vez.

Sus ojos negros recorrieron el familiar pasillo, inundado por la luz blanca y fría de la mañana que se filtraba por los amplios ventanales. Su mente abandonó definitivamente el pasado, y se preparó para encarar el presente: Lucius Malfoy.

Severus se dirigió a la salita del fondo: una habitación grande y amplia, elegantemente decorada, donde siempre se tomaba el desayuno. El joven no necesitaba preguntar a nadie para asegurarse de que Malfoy estaría allí: era curioso como había llegado a conocer las costumbres de su pareja. Así que cuando entró apenas levantó la vista para ver a su ángel rubio recostado en una enorme butaca francesa, su cuerpo delgado apoyado de manera indolente sobre el tapizado mientras leía el periódico.

Después de un momento Lucius le miró y sonrió abiertamente a modo de saludo. Severus clavó por un momento sus ojos sin fondo en su bello anfitrión y sin responder se sentó a la mesa, su vista ahora ausente deslizándose por las ventanas.

-¿Hambriento?

-Mmmm...

Con un chasquido de sus dedos Dobby apareció con una enorme bandeja de comida, a toda velocidad colocada en la mesa para Severus. Lucius dobló "El Profeta", y se acercó a él.

-Huevos revueltos no muy hechos, como a ti te gustan. Ya sabes, yema y clara batidas y puestas a calentar... Y pastel de carne roja, salchichas, beicon semi crudo, ensalada de frutas del bosque, tostadas con mantequilla casi blancas. Todo a tu gusto, Sev.

Severus aborrecía que utilizase ese apodo cariñoso, pero se obligó a permanecer callado. Lucius se sentó enfrente suyo, continuando su monólogo.

-Ahhh... siempre me he dicho que había algo primitivo en ti, Sev. Comiendo todas esas cosas crudas... Casi imagino que serías feliz cazándolas tú mismo, y devorándolas tal cual, chorreando sangre. –Los ojos gris del ángel se estrecharon.- Un día usarás los dientes en vez de tu varita... Al Señor Oscuro le encantará. ¡Sólo espero que no nos obligue a imitarte!

Lucius rió encantado su propia broma, mientras Severus clavaba su odio en los huevos bajo él. Decidiendo no hacer caso por ahora, comenzó a comer con apetito. Entonces Lucius le sirvió café en su taza. El aroma denso le obligó a levantar el rostro de su plato y mirar la taza con deseo.

-Café de Colombia, Severus, de primera calidad. Importado sólo para ti.

Severus sonrió débilmente, mientras tomaba un sorbo de la taza. El sabor negro y amargo del líquido caliente le quemó la garganta, y distraídamente buscó el azucarero en la mesa. Vio entonces a Lucius beber su té. Los Malfoy eran muy adictos a las costumbres británicas: siempre té, a todas horas. El café era sólo para él y los otros escasos invitados que lo solicitaban. Aún así, era lo mejor existente en el mercado. Los Malfoy sabían como cuidar hasta el más mínimo detalle.

Severus echó entonces tres cucharadas de azúcar en la taza, ignorando la mirada sorprendida de Lucius. Necesitaba glucosa en su sistema para afrontar el día que le esperaba, empezando por la inmediata conversación con su anfitrión. Éste sonrió.

-Pensaba que te gustaba solo.

Severus tomó un largo trago, paladeando el ahora dulce sabor. No le disgustaba en absoluto, tan sólo lo encontraba extraño. De pequeño no había tenido la oportunidad de saborear demasiadas cosas dulces.

Lucius entonces se levantó y se situó detrás de él, posando sus blancos dedos en los enjutos hombros.

-¿Qué tal has dormido, mmm...?

Severus tomó otro largo sorbo, sujetando la taza con ambas manos. Le gustaba aquel tacto caliente contra sus palmas.

-Bien, gracias. –Un largo silencio. –Gracias... por traerme aquí.

El joven rubio se inclinó sobre su amante, y le besó con suavidad en el cuello.

-Te quiero... –murmuró.

Severus cerró los ojos, mientras depositaba con exquisita delicadeza la taza en la mesa. Odiaba esas dos palabras, tan falsas. Las había deseado tanto...

¡Mientes!, ansiaba gritar, pero, pero... ¿era eso cierto...?

-Lucius... –susurró a su vez. Lucius... ¿por qué me confundes así? ¿por qué...? por qué...

Su ángel rubio siguió besándole con dulzura, recorriendo su mandíbula hasta capturar la boca. Severus sabía dulce, y eso era tan inusual en él... Lucius se sintió excitado, y le besó con más ardor, pero su pareja permanecía inerme bajo él. Cuando se separó de los finos labios buscó una respuesta en aquellos pozos insondables como la medianoche, pero tan sólo encontró su reflejo.

-¿Sev...?

-Yo... –Severus apartó la mirada, incapaz de encarar por más tiempo a su amante. Una vez, una vez... le había querido tanto... Lo había aceptado todo, las vejaciones, la humillación, sólo por creer que Lucius podía realmente amarle; sólo por creer que realmente había algo entre los dos, y ahora... ahora ya... Sólo había... desilusión... y necesidad... Sólo se usaban el uno al otro...

¿Por qué Lucius le miraba así...?

-Lo siento -murmuró sin saber bien porqué.

Su anfitrión le miró con sus ojos grises oscurecidos por la confusión. Se sentó luego a su lado.

-No te sientes bien –asumió.

Severus negó con la cabeza. No sabía a lo que estaba jugando, porque se comportaba así. Quizás era la influencia de Dumbledore, quizás... cada día le costaba más fingir.

Aunque *eso* era un problema: así no iba a encontrar las respuestas que ansiaba.

-Narcisa ha vuelto con Draco. –La voz de su amante interrumpió sus pensamientos, cambiando por completo el tema de conversación. –Deben estar a punto de levantarse.

Entonces el joven rubio le miró con calidez. -¿Quieres ver a mi Draco, Sev? Está precioso...

Severus asintió. Lucius era siempre cálido cuando se refería a su hijo. El nacimiento de su pequeño había encendido algo en ese hombre gélido, un calor que antes no había existido en él.

Se dio cuenta entonces que había sido a partir de esos días cuando su ángel rubio había empezado a ser más un ángel que un demonio con él. Aún era perverso, sí, aún era lascivo y ansioso y voraz, pero también era suave cuando después de acostarse juntos le cuidaba, cuando le acariciaba y le murmuraba buenas noches. Desde hacía un año no había vuelto a abandonarle solo y dolorido en la noche, como acostumbraba en Hogwarts. Desde que se casó con Narcisa y ésta había quedado embarazada...

Pero aquello coincidió con la fecha de su traición. ¿Cómo no se había dado cuenta antes...? Estaba tan... desesperado por encontrar información para Dumbledore que hubiera hecho todo lo que Lucius desease para lograrlo. Tan desesperado que no se había percatado del cambio en su amante. De la nueva manera en que le miraba... en que le sonreía...

El corazón comenzó a dolerle muchísimo.

-Buenos días, caballeros.

La voz fina de Narcisa Malfoy atrajo la atención de ambos hombres hacia la puerta de la habitación. Era una mujer hermosa, con aquel cabello dorado y esa piel transparente. Pero había algo en su rostro, en la manera de mirar que afeaba su expresión. Algo así como una rabia permanente. Quizás era el despecho de saber que su marido nunca la había amado y nunca lo haría. Aunque ella no había podido ser tan estúpida para esperar amor en su matrimonio... Casarse con un Malfoy también era una manera de solucionar su futuro: lo que sin duda ella había buscado desde que conoció a Lucius en Hogwarts. Pero entonces su rostro había sido inmaculado... tan bello...

Severus sabía que Narcisa le aborrecía. ¿Cómo no aborrecer a la concubina de su esposo?

-Ahhh... Mi adorada... ¿nuestro pequeño duerme...?

Lucius sonrió gentilmente. El trato hacia ella era más afectivo ahora que le había dado su ansiado primogénito. Ella correspondió su sonrisa con frialdad, mientras acunaba el bulto envuelto en carísimas telas contra su pecho.

Un pequeño gorgojeo escapó de los velos, y la mujer se acercó a su esposo para que éste pudiera ver al bebé. Lucius se inclinó encantado.

-Mira, Sev... ¿no es maravilloso...?

Severus descendió la vista sobre el niño de apenas dos meses de vida, y no pudo evitar una ligera sonrisa. El pequeño era clavado a Lucius, con aquellos ojos grises y claros, y el cabello más plata que oro. Éste hizo unos suaves ruiditos, antes de cerrar de nuevo los ojos y dormir contra la calidez de su madre.

-Deberías dejarle acostado, Narcisa...

Ella miró a Lucius decir palabra, antes de echar un rápido vistazo a Snape. Parecía decir que mientras que su marido se dedicase a *sus* asuntos, ella cuidaría de los suyos sin aceptar intromisiones. Despidiéndoles brevemente, salió de nuevo de la habitación.

Severus sintió entonces la necesidad de huir de allí, y de toda la confusión que sentía respecto a Lucius y Rosier. Pero no quería marchar sin respuestas, tenía que intentarlo al menos.

-Lucius... He pensado sobre lo que... me dijiste ayer. –musitó de manera inocente, aunque sabía que no engañaba a su interlocutor.

El joven Malfoy siguió mirando la puerta por donde había marchado su mujer con el pequeño Draco. Severus respiró intranquilo.

-Sobre... el encuentro con el Señor Oscuro...

-¿Por qué no quieres que te toque?

La pregunta había sido dura, seca, sin mirarle aún. Severus quedó sin habla.

-Algo te ocurrió... algo durante la noche del sábado... ¿Fue Dunke... o fue Rosier... o... quién?! –Lucius le miró entonces, y había algo como dolor en sus ojos. –Te pedí que volvieras aquí...-susurró- si estabas herido...

-No pude... justamente estaba demasiado herido para aparecerme, Lucius... –protestó Severus con suavidad, pero rehuyendo su mirada.

-Oh... –Lucius se fue de su lado, y miró por los ventanales. –Es tarde, casi las nueve. Tus jefes se van a enfadar.

Severus se tragó un suspiro. Lucius estaba molesto con él, y claramente había zanjado la conversación. Sin embargo lo que había dicho era cierto: le había sido imposible regresar a la mansión de los Malfoy. Probablemente sin la ayuda de Dumbledore ahora estaría en Azkaban, o muerto.

Y respecto a lo de no dejarse tocar... eso era también confuso para él. Sin embargo no quería pensarlo ahora, estaba tan cansado... Y decepcionado. Hoy no conseguiría las respuestas que necesitaba sobre el espía Griffyndor y Evan Rosier.

-Adios, Lucius. – se despidió entonces, sin querer alargar su estancia allí ni un minuto más.

Severus se dio media vuelta para salir de la habitación, pero antes de llegar al quicio de la puerta la voz de su anfitrión le paró.

-Dime que vendrás mañana por la noche a cenar...

Éste se giró para ver la mirada indescifrable de su amante, y asintió. El corazón se oprimía entonces en su pecho, aunque no supiera bien porqué. O quizás tenía miedo de enfrentarse a las posibles razones... Estaba muy mal acostumbrado a huir de aquello que le hería, en lugar de enfrentarlo y superarlo. Pero ya no podía engañarse a sí mismo. Tenía hoy y mañana para pensar sobre lo ocurría entre Lucius y él, y sobre todo... porqué ahora.

Abandonó entonces la habitación, y luego la mansión. Ésta, como casi todas las casas y edificios importantes, tenía un escudo antiapariciones, aunque ninguno era tan impenetrable y tan extenso como el que cubría Hogwarts y sus inmediaciones.

Una vez fuera, se apareció en los laboratorios de Londres, dispuesto a enfrentar la bronca de la "señorita Thachers" por su tardanza. Compuso su mejor cara inexpresiva, y se dirigió a su despacho.

La vida normal y corriente continuaba como si nada, nada... hubiera ocurrido.

El día fue terrible. Severus no se encontraba nada bien, le dolía el hombro y el brazo izquierdo, y eso le hacía ser más torpe que de costumbre. Eso significaba que su fantástico nivel se reducía hasta igualarse al del resto de sus compañeros, pero para él era frustrante. La señorita Thacher había sido casi cruel, y ni siquiera la intervención del señor Asthur le había librado que trabajar la hora que había perdido por llegar tarde al acabar su horario.

Así que eran casi las siete y él seguía allí, machacando colmillos de araña malaya, con un dolor de cabeza que a veces parecía nublarle la vista. ¿Cómo podía sentirse tan agotado...? Pero claro, ese era uno de los efectos secundarios de la Cruciatus, cansancio y dolor constante en todo el cuerpo, especialmente las articulaciones. Severus a veces pensaba que sus síntomas eran tan claros que parecía un milagro que nadie sospechase que era torturado en dosis regulares. Quizás era porque nadie... nadie se fijaba realmente en él. 

Severus trató de alejar tan depresivos pensamientos de su mente, consciente de que no le llevaban a ningún lado, y se concentró en lo que estaba haciendo. Cuando terminó recogió y lavó todos los utensilios, y los colocó para su presta utilización a la mañana siguiente.

Esa noche debía estudiar. El examen de Maestro en Pociones se acercaba, apenas quedaba un mes para la siguiente convocatoria. Sabía que tan sólo él y una mujer estaban apuntadas para llevarlo a cabo. Severus suspiró: quizás era una locura tratar de superar a su padre consiguiendo el nombramiento. Ya poseía los títulos de "Especialista en Pociones" y "Profesor en Pociones", los dos estadios anteriores al título al que ahora aspiraba.

Yevenoc, su antiguo profesor en Hogwarts, estaría muy orgulloso de él. Al fin y al cabo, su exigente tutor sólo era Profesor en Pociones... Y con un nivel altísimo, desde luego. No menos era requerido para trabajar en la prestigiosa Escuela. Sin embargo, Severus ya le había igualado, aprobando el examen hacía menos de un año. Era un pensamiento agridulce, saberse dotado de una inmensa valía que sin embargo nadie parecía valorar.

Pero dentro de un mes quizás alcanzaría el nivel de Maestro, con sus escasos veintiún años. Sólo había un Maestro registrado actualmente; su padre hacía dos había caído de la lista. En realidad, ese título era sólo una cuestión de prestigio. Para trabajar en una empresa como la suya bastaba ser Especialista, y para situaciones más delicadas, tales como la enseñanza, empleos en el Ministerio e incluso investigación becada, ser Profesor era lo único requerido. Así pues, ¿por qué se afanaba en ser Maestro? Quizás porque Dumbledore se lo había pedido, y también el señor Asthur...

Severus no pudo evitar una carcajada seca: el ambicioso Slytherin casi se comportaba como un aplicado Hufflepuff. Patético.

El joven arrastró su derrumbada autoestima por los suelos del laboratorio en dirección al vestuario de personal. Sólo quedaban los vigilantes en el edificio, así que no se cruzó con nadie. Se cambió con rapidez, y concentrándose se apareció en el callejón Knockturn.

Estaba lloviendo con fuerza. El cielo parecía ser el espejo de su turbulenta alma, y la tormenta arreciaba en el oscuro callejón. No había un alma vagando por esos parajes. Las tiendas ya habían cerrado, y era plenamente de noche. La oscuridad era casi total.

Cualquier otro mago habría formulado un inmediato "lumus", pero Severus conocía el lugar. Andó lentamente bajo la tormenta, sintiéndose agotado. Todo lo que le había ocurrido el fin de semana pesaba sobre él como un lastre que le impedía avanzar con normalidad. Atusó con dedos nerviosos el anillo que le diera la aurora Figgs, removiéndolo dentro de su bolsillo.

Estaba confuso.

Confuso como no recordaba haberlo estado en mucho tiempo, quizás desde su traición. Entonces había conseguido ordenar el mundo en unas posiciones coherentes, unas posiciones que le indicaban pautas a seguir.

Había asumido que Voldemort era el lado malo, y Dumbledore el lado bueno. Él era un monstruo, pero podía redimirse. Redimirse espiando, y así pagar sus muchos crímenes. Para ello bien podía acostarse con Malfoy; no en vano éste siempre le había usado. ¿Qué mal había en que él hiciese lo mismo?

Sin embargo, ahora los contornos comenzaban a diluirse, a verse borrosos, como todo en el mundo gris de los Slytherin. Todo porque quizás Malfoy le apreciaba de veras, y su corazón no podría soportarlo, ahora después de tanta espera. Y porque esa aurora, Arabella Figgs, le había sugerido que *podía* elegir, que *no estaba obligado* a arriesgar la vida por sus crímenes.

Eso sin olvidarse de Evan Rosier... Se había obsesionado con él de una manera casi irracional, sólo porque éste le había ofrecido una desesperada amistad. Y también porque sufría el castigo de una traición que en verdad le correspondía a él... lo cual enlazaba con su más oscuro terror: el de ser descubierto por Voldemort, y torturado hasta el límite antes de morir.

¿Podía reprocharse su cobardía? Él había visto de lo que el Señor Oscuro era capaz, y al pensarlo un estremecimiento le recorrió. Recordó su agonía a manos de Dunke y Strauss, mientras su cuerpo comenzaba a temblar de manera irremisible. Había sido horroroso, y sin embargo sabía que Voldemort sería aún peor. Imaginarlo le aterrorizaba hasta el punto de ahogarle, y tuvo que clavar con fuerza sus uñas en la palma de sus manos para regresar a la realidad. No lo soportaría, y sin embargo, no le quedaría otra alternativa.

Como a Rosier en estos momentos.

Saboreando en su boca el amargo sabor de la culpabilidad, giró por una callejuela perpendicular en dirección a su triste semisótano. Allí podría ducharse y acostarse: la idea de estudiar ahora se le antojaba irreal. Agradeció que el angosto paraje le ofreciese cobijo frente a los elementos, y avanzó con rapidez hasta su puerta. Entonces se detuvo en seco.

Había un bulto oscuro contra ella.

Severus sintió que su respiración se revolucionaba, y por unos segundos su vista se nubló. Obligándose a respirar como antes de toda misión, se acercó lentamente, varita en mano.

Parecía una persona, envuelta en una sucia y empapada capa negra. Severus miró nervioso a su alrededor, sin percibir nada raro. Retiró de su rostro un mechón chorreante de cabello negro y dio un paso más, con el corazón latiendo en la garganta.

El cuerpo seguía quieto, como si estuviera muerto.

¡Oh, Dios! Esto era lo que necesitaba para acabar el día: un cadáver abandonado a la puerta de su miserable hogar. ¿Es que la pesadilla no iba a acabar nunca?

-Mobilicorpus – susurró.

El bulto se elevó unos centímetros del suelo, y un brazo laxo cayó a la derecha. Severus movió su varita girando el cuerpo con suavidad, en un intento de ver el rostro. La capucha y la oscuridad le impedían discernir los rasgos. Maldiciendo en voz baja volvió a depositar el cuerpo en el suelo mojado, y tras mirar de nuevo a su alrededor se acuclilló a su lado.

-Lumus... –musitó mientras retiraba la capucha con una mano temblorosa.

Un grito ahogado se batió en su pecho, mientras escuchaba la sangre agolparse en sus oídos con más fuerza que los truenos.

Empapado y mortalmente pálido yacía el rostro conocido: los ojos marinos cerrados, la boca de labios morados entreabierta en apenas un suspiro, y la cabellera ondulada y oscura ahora enmarañada sobre la frente.

Inerte y frío, mojado, muerto... yacía bajo el dintel de su puerta Evan Rosier.

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Ejemmm... este es un capítulo más cortito que los anteriores, pero lo siento: lo que sigue a esto es una escena bastante extensa que de ningún me gustaría cortar, y pensé que era mejor poner ya este trocito que haceros esperar una semana más por un capítulo el doble de grande.

Y además, así sufrís un poquito, ji, ji... y no dejáis sólo a Sev...

¡¡¡Y siiii!!! Este es un cap de transición. No ocurre mucho, pero jo, jo... ya podéis ir adivinando lo que va a pasar... ¿o no? Bueno, el cap que sigue es más sabroso... ¡hasta entonces!!!

¡¡¡Paso a comentar los reviews!!!

Cris: ¡¡¡me alegro de que te gustara el encuentro con Lupin!!! Je, je... se sabrá algo más de eso... Ohhh... a mi también me da mucha pena que se lleven tan mal: justo Lupin me parece adorable. Pero en fin...

May Potter: ¡¡¡me alegro de que te guste el fic!!! ^____^ Palabras como las tuyas animan mucho... graciasgraciasgraciasgracias...

Kawaii: O___O oppps! Lo lamento por tu abuela... Bueno, mi tía es mi inspiración para la madre de Sev... (pécoras hay en todos los lados) ¡¡¡espero que este cap te guste!!!!

Choichi: ¿¿¿Qué si Sev consigue su lechuza???? Hummm... je, je, je... (risa malvada) ops, ejem... ¡¡¡gracias por desearme buenas vacaciones!!! Han ido bien, aunque me ha pasado de todo... pero ya he vuelto, jo, jo...

Lina Saotome: ¡No te preocupes... ¡ Ahora no escribo muy deprisa que se diga... ¡me alegro de que te gustara! Y si, la madre es una bruja, habrá más de ella para que la odiemos. ¡pobre Sev!!! Así acabó tan descarriado, el pobre...

Profion: ¡Oh, que bueno verte de nuevo!!! Me alegro de que te gusten los cap!! ¡¡no te cortes, dímelo cuantas veces quieras!!! ( para mi ego va de vicio, ji, ji, ji.. ^^) Espero que te siga gustando... Y si... parece que ahora entramos en la parte, ejem,,, romántica, pero no te lo creas mucho. –sonrisita- no hay nada color de rosa en la vida de Sev... (¿de veras tu hermano se perdió en la Vaguada???? Hay un centro comercial llamado así en Madrid... Voy a curiosear y preguntarte de dónde eres.... ·_· )