Los personajes pertenecen a Rowling, etc, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^^
Os recuerdo: ¡¡¡hay escenas YAOI ( m/m)!!!, si no te gusta, no lo leas.
Este capítulo es, precisamente, N-17!!!!!!!!!!!!! He decidido seguir los consejos de la gente, y pasar del tema de la censura. Si esto te ofende, no lo leas. Así de fácil... (aunque si has leído hasta aquí, no creo que esto te espante... -_-) Es un capítulo muy oscuro y depresivo... ¡¡y hay lenguaje FUERTE!!!
Muchas gracias por los Reviews!!! Por favooooor, escribid!!!! Disfrutaaaaad!!!
La vuelta atrás13. Destrucción: Lucius
Severus sabía que esa cena no iba a acabar bien. Toda la tarde, mientras sentía los minutos pasar, se había dicho que lo mejor para él era quedarse en casa y cuidar de Rosier. Se había dicho que el tiempo era frío, que no tenía hambre, que no quería aguantar las atenciones de Malfoy. Se había dicho mil verdades en contra de ir, y sin embargo, al final, ahí estaba.
Como siempre su intuición no le había fallado. Realmente no tenía que haber venido.
El pánico comenzó a hacer mella en su cabeza. Miedo debido a varios factores, el mayor de ellos el hecho de ser revelado en su traición... Él no había dicho nada sobre ser capturado por Strauss, ¡no habría tenido manera de explicar su liberación! Si éste comenzaba a hablar le metería en un buen lío...
Y no menos importante era el hecho de la vida del auror... ¿tendría que... que m-matarle?
No *podía* hacer eso...
Lucius a su lado se adelantó con su sonrisa suave, y murmuró "enervate". De inmediato el auror volvió en sí, con los ojos bien abiertos y asustados. Miró a su alrededor, posando la vista varios segundos en cada uno de sus captores antes de fijarlos en Snape. Frunció los labios con un odio intenso, irracional, completamente fuera de lugar dada su posición.
Severus se estremeció, tratando de contener la incomodidad y el terror que le embargaban. Sin embargo junto con ellos se desarrolló una incipiente rabia. ¿Cómo demonios habían capturado a Strauss, en primer lugar??? ¡No todos los días se captura a un auror de esa fuerza...! Y *Strauss*, precisamente..., pensó con sorna. Deseó poder estrangular a alguno de los presentes para liberar su ansiedad, pero siendo un total maestro de sus expresiones optó por esbozar una sonrisa satisfecha.
-Ah... el amiguito de Dunke... –musitó con voz sedosa.
-Asesino... –gruñó con voz ronca el auror, los ojos inyectados en sangre.
-¡Ohhh...! ¡Si se toma el lujo de hablar! –añadió Avery, divertido.
Goyle se acercó y le dio un puntapié en las costillas, que efectivamente silenció al auror con un gemido.
Severus recordó en una nebulosa como Strauss le había tratado igual. Es extraño, se dijo, ver tu pasado como una obra de teatro con los papeles cambiados, y no ser capaz de hacer ni decir nada...
-¿Estás contento, Sev? –inquirió Lucius mirándole de reojo –Dunke te torturó, pero podrás vengar esa afrenta en su amiguito... Nuestro Señor se sentirá satisfecho.
-Sí... –susurró en respuesta, ligeramente mareado por la perspectiva.
Las siguientes horas transcurrieron en una nebulosa.
Wilkes le informó que él y Lestrange eran los responsables de la captura de Strauss, cuando caminaba sin protección por el Londres muggle. Le habían secuestrado y traído a las mazmorras de Lucius, y éste había propuesto una cena de celebración antes de su interrogatorio y tortura. Había alegado que Snape tendría un gran placer en vengarse de él visionando su fin, y Severus era un magnífico interrogador.
Al momento Lucius le había ofrecido el vial con veritaserum que él mismo había preparado un mes atrás, para que dopase al auror y le controlara mientras le torturaban.
Así hizo. Wilkes y Lucius extrajeron la información con precisión, un cruciatus aquí y allá para romper bloqueos mentales, y Strauss desembuchó todos sus conocimientos sobre el ministerio y sus quehaceres.
Severus se concentró duramente en no temblar, deseoso como estaba de que su secreto no saliera a la luz. Por suerte Malfoy mantenía al auror ocupado en otros temas, y sin piedad le aplicó la maldición cruciatus una y otra vez. Goyle y Crabble utilizaron el método expeditivo de puñetazos y patadas, hasta que el hombre estaba medio inconsciente.
Por el control que llevaba de sus funciones vitales -necesario dada las pociones que le habían suministrado- Strauss estaba muy cerca del colapso total. Avery, Mcnair y Nott ya hacia tiempo que habían marchado, y Wilkes se despidió entonces de ellos, seguido por Crabble y Goyle, que ya no veían más posibilidades de disfrute. Detrás de ellos esperaban su turno Lestrange y su novia, sin duda deseosos de rematar la función dando rienda suelta a sus perversos instintos. Para ello utilizaron afilados bisturís mágicos, con los que lentamente comenzaron a desangrarle mientras le levantaban la piel.
Aquello era suficiente para hacer a Severus vomitar, de asco y horror. Pero Lucius le mantuvo en su puesto con un mirada helada, obligándole a mantener al auror con vida gracias a su poción coagulante. Lestrange se enfurecería si su juguete muriese a los tres minutos.
Y así, tragando con fuerza para mantener su disgusto bajo control, se acercó por sexta vez a chequear al moribundo y ofrecerle más poción.
-T-tú...
El jadeo de Strauss atrajo repentinamente su atención. Con sus últimas fuerzas había levantado una mano sangrienta y la había prendido en su túnica. Severus se giró bruscamente para desprenderse de aquella garra, pero no lo logró.
-... es-ca-apaste... – Strauss tenía los ojos tan rojos como su cuerpo, con una expresión diabólica y febril que en nada envidiaba a la de Lestrange. –Sé... sé...
Los tirones de Severus fueron en aumento, desesperado por alejarse de ese cadáver viviente. Sentía los ojos de Lucius abriendo agujeros en su espalda.
-... fue p-por... Dumbl...
Al instante Severus lo vio todo negro, y el terror explotó en su garganta, expulsando un áspero graznido.
-¡CRUCIOOO...!!!!!!!!!!
Strauss se desplomó fulminado, retorciéndose en el suelo por el inmenso dolor. Su boca y sus oídos comenzaron a sangrar; y tras ellos, su piel debilitada –y apenas regenerada por las pociones- se quebró bajo el tormento insoportable de la maldición. Tras un alarido tétrico su cuerpo estalló en una lluvia de sangre, y segundos más tarde Victor Strauss era sólo una carcasa de huesos y órganos arrugados en una piscina roja.
Severus aún mantenía la varita en alto con los ojos desorbitados, obligando la maldición en ese cuerpo ya muerto. Apenas escuchó detrás de sí a Cecil y Malcon aplaudir por el espectáculo, aunque les hubiera robado el honor de matar al auror.
Matar... había matado al auror...
No escuchó al futuro matrimonio despedirse de Malfoy y salir de la mazmorra, no escuchó a éste acercarse y con suavidad bajarle el brazo rígido.
Severus se sentía como petrificado. La oscuridad había descendido sobre él como una lluvia de plomo, envenenándole. El miedo y la adrenalina aún fluían por sus venas como caballos desbocados; y con una dulzura extraña, fuera de lugar en aquella habitación del infierno, sintió unos labios deslizarse por su garganta.
Lentamente fue tumbado sobre el duro suelo de piedra, caliente y pringoso por el baño de sangre aún reciente que lo cubría. Era como ser depositado sobre un lecho de amapolas, abotargado por el aroma dulzón de su polen o de la muerte, no habría podido decir.
Severus se dejó hacer sin resistirse, sin voluntad, abandonado como una muñeca de trapo en ese manto colorado y húmedo. La impresión de lo que había hecho había bloqueado su cordura, su raciocinio, su comprensión del mundo.
Apenas a dos metros de él estaba el cadáver de Strauss, pero en su delirio ya no era un cuerpo; era una roca, un paisaje. Un resto, sí, sólo un resto de algo que fue y la erosión se llevó; y él bien podía dejarlo atrás también, para concentrarse en la boca que besaba la comisura de sus labios. Él podía concentrarse en lo que su cuerpo sentía: eso era fácil, era seguro.
¡Y era tan terrible el deseo de tener esos labios de seda sobre los suyos! Éstos jugaban con su piel ansiosa, añorante, ofreciéndole aleteos de mariposa sobre las mejillas y la mandíbula, nunca besándole.
Desesperado, Severus enfocó la vista sobre sí, y allí estaba un ángel, un ángel pintado de rojo como él mismo, un ángel viscoso y contaminado, pero de ojos límpidos y acerados. A ellos no había llegado el veneno, y Severus abrió sus brazos como nadando en la piscina de sangre, dándole la bienvenida.
-Lucius... –ronroneó con voz sedosa, caliente. Un ángel llamado Lucius.
En el tiempo que siguió las prendas fueron desgarradas con violencia, y su mente trastornada rememoró los vendavales en los jardines de la mansión Snape, cuando el viento azotaba su cuerpo de niño y le impedía abrir los ojos negros; presagiando lluvia, lluvia...
Lucius le ahogó comiéndole la boca con furor, que sabía a sangre y a vino. Su lengua se había multiplicado y estaba en todo lugar, lamiendo esa sangre que lo inundaba todo, manoseando, y después él tuvo que chupar esos dedos y limpiarlos.
A Severus le pareció que la sangre sabía tan... dulce...
Estaba desnudo, y Lucius le abrió las piernas, acercándole las rodillas al pecho. Sus piernas también eran rojas en aquella oscuridad, y el rostro de su ángel estaba encarnado por la ansiedad y el deseo.
Le penetró con una embestida rápida y dura, deslizándose con una facilidad pasmosa por su estrecho paraje.
Severus sabía que aquello dolía, y de hecho el dolor fue excruciante, pero no era como él lo recordaba, no exactamente.
Ahora era más suave... la sangre, dedujo. La sangre cubriendo el miembro de su ángel facilitaba la violación, facilitaba el movimiento. Su propia sangre, también, y Severus se retorció de dolor y placer. Sí, placer...
Quizás aquello no era una violación, quizás después de todo, quizás... era hacer el amor...
Y Lucius le hizo el amor largamente, con lentitud, sin prisas, dejando la sangre de Strauss secarse sobre sus cuerpos y ser lavada por su sudor.
El dolor y el placer –las claves de su pequeño mundo- se anudaron como volutas de humo dentro de su carne, en lo más íntimo y visceral que existía dentro de Severus, cada vez que Lucius golpeaba y hacía reverberar sus intestinos, su próstata, su vientre; todo su ser como un enorme instrumento musical.
Y él jadeaba, gritaba, lloraba. Cantaba a coro con su ángel una canción desesperada, una canción eterna. Se aferraba como un poseído a la piel nívea y tan conocida que vibraba sobre él, agarró con furia los cabellos rubios teñidos de cobre, pastosos; de igual manera que Lucius le dañaba clavándole las uñas sin merced, mordiéndole las clavículas, el cuello, la nariz.
Retozaron y se revolcaron por el suelo carmesí siempre unidos, su ritmo cada vez más rápido, más salvaje.
Más que su cuerpo Severus sentía penetrado su corazón, porque su ángel no le estaba follando, se repitió, le estaba haciendo el amor, a él, al niño perdido en la oscuridad de una mansión silenciosa... Y cuando Lucius alcanzó su orgasmo todo su cuerpo de plata se contrajo convulso, y pudo sentir el líquido caliente llenando su vientre como una promesa.
Severus quería seguir; sólo necesitaba un poco más, un poco más para alcanzar esa cumbre de placer y amor, y se llevó una mano bermellón a su miembro dolorosamente erguido para forzar su liberación, pero Lucius se lo impidió. Tomó sus muñecas y las extendió sobre el suelo rojo, en forma de cruz.
El pulso latía a través de Severus como marea, y el tiempo pasó, pasó, hasta que su deseo se hacía desvanecido en el aire como luz al anochecer. ¡Había dolido tanto calmarse, con el cuerpo de su ángel sobre el suyo, cálido y apetecible! Había dolido tanto renunciar...
El miembro de Lucius, ahora suave y blando, apenas molestaba dentro de su cuerpo, y no pudo evitar maravillarse por ello. El ángel le miraba, no había dejado de mirarle ni un momento, y Severus imaginó entonces lo que veía: él mismo, ofrecido a su placer con los brazos y las piernas abiertas, con su sexo aún laxo y virgen; sólo tomado y nunca merecedor de éxtasis... Y ello en un lecho de piedra que rezumaba sangre... Era sin duda, se dijo, la ofrenda hecha a un dios oscuro, infernal, creador de esa oscuridad densa que les rodeaba.
Y entonces Lucius se deslizó fuera de él; y mientras esa carne ajena abandonaba su cuerpo las ilusiones abandonaron su alma, y Severus se quedó vacío.
Vacío y sucio.
Lucius estaba también sucio, mancillado con la sangre de ese auror...¿Cómo podía no haberlo visto antes? Su ángel caído...
-Te... llamaré pronto... –La voz de Malfoy temblaba ligeramente. Marchó entonces, abandonándole allí, tendido junto al cadáver, desnudo, violado.
Severus permaneció un largo rato inmóvil, sin mirar nada, oír nada, sentir nada; tan sólo el frío mordiendo su piel pálida y manchada. La sangre y el sudor se habían secado en todo su cuerpo, y en la oscuridad pesada y palpable del sótano casi parecían un vestido, un rosario de perlas, un tatuaje indígena que adornaba sus miembros. Pero era el tatuaje de los parias, de los monstruos...
Giró el rostro despacio a la derecha, donde sabía que yacía el cadáver de Victor Strauss, y se le quedó mirando fijamente. Tenía los ojos abiertos y las pupilas dilatadas, y por un instante era como mirarse en sus propios ojos negros. Una mueca torcida desfiguraba su boca en la muerte; Severus pensó que se reía de él. De lo que había visto.
¡Oh, Señor...! ¿Qué locura le había poseído???
¡Se había revolcado como un animal en celo, excitado, en la sangre de su víctima, de aquella a la que él había matado, *él mismo*, él y no otro!! ¡él, que había jurado a Dumbledore...!
Pero su sangre cubría ahora su cuerpo como una prueba indeleble para los ojos que quisieran ver. Una mancha que calaba hasta la vacía caverna de su pecho y goteaba inundándolo todo con su horror, justo como la Marca Oscura en su brazo...
Severus se convulsionó en el suelo, lanzando alaridos ahogados. Se agazapó hasta esconder su rostro entre las rodillas pegadas a su pecho, negándose a ver las carcajadas plasmadas en el rostro impávido de Strauss, rígido en esa expresión hasta que la tierra le pudriera.
Si él pudiera pudrirse y desaparecer, también...
De pronto la visión parda de toda aquella sangre derramada en el suelo le espantó, y se levantó de un salto para huir de aquella tumba que le asfixiaba con el peso de su culpa.
Tomo su varita del suelo, adonde había caído cuando el delirio de pasión le poseyó; y se odió por emponzoñarla así, por contaminarla tocándola con sus manos rojas de asesino. ¡Oh, su bella varita de sauce, tan pura... tan inocente de los horribles conjuros que ejercía su voluntad! Con su "corazón oculto" como había dicho Ollivander... ¿Por qué le habría escogido, si él no tenía corazón...?
Sus ropas estaban hechas jirones, manchadas de sangre y suciedad; y apenas les dirigió una segunda mirada. Debía huir, huir, volver a casa...
Corrió desnudo escaleras arriba, y como un demente salió al exterior, donde se desapareció.
Lo siguiente que recordó Severus era el agua muy caliente en su rostro. Tenía la piel sonrojada de lo fuerte que había frotado para deshacerse de la mezcla de sangre, sudor y suciedad, y a sus pies se arremolinaba un fondo de agua teñida de marrón. La observó con ojos vacuos hasta que desapareció, y entonces, con un escalofrío, procedió a lavar con vigor su pelo.
Lo enjabonó y aclaró al menos cinco veces, hasta que se dio por satisfecho. El vapor del agua caliente inundaba el ambiente con pesadez, como una oscuridad blanca y blanda... Se sentía raro; moqueó, tembló de nuevo debajo del chorro de la ducha, y trató de tragar, percibiendo la garganta reseca y dolorida. Sólo entonces se percató de que estaba llorando, de que llevaba así mucho tiempo.
Gruesos lagrimones rodaban por sus mejillas sonrojadas, e incapaz de contener por más tiempo su sufrimiento se desplomó en el fondo de la bañera.
El agua de la ducha cayendo era como la lluvia en la vieja mansión, cuando golpeaba los cristales y él miraba tras ellos sin ver nada. ¿Qué esperaba entonces, siendo sólo un niño, tan inocente? Le parecía imposible que él pudiera haber nacido así, sin mancha, y se recordó que era hijo de una puta, de un ser manchado por la sociedad y el uso.
Quizás siendo un niño ya veía en la lluvia sin fin su futuro emborronado. Quizás ya olía en el aroma a lana, a cerrado y humedad el agujero oscuro de su corazón. Quizás presentía en la indiferencia de su padre y en el odio de su madrastra la soledad de su existencia. Quizás... quizás... nada tenía sentido... ni antes... ni ahora...
Y sí... ahora... Quizás –ahora- había perdido la cordura, definitivamente...
Quiso hallar en su mente, en su alma, en donde fuera; algo que le permitiera aferrarse a la existencia, pero en su delirio no lo encontró. Dumbledore, su misión como espía, las vidas salvadas... marcharon por el sumidero junto con la sangre de Strauss, sin dejar huella.
El agua caliente le quemaba y sin embargo estaba temblando.
Experimentó en su pobre estado el deseo que le había dominado en la mansión de los Malfoy, el miedo y el anhelo que le había llevado a matar a un hombre y después follar a los pies del cadáver aún caliente. Sintió... una turbación indescriptible, mientras se tocaba tímidamente su sexo erecto y encarnado bajo el agua hirviente que le impedía abrir los ojos.
-Accio cuchillo... –susurró casi de manera inconsciente, sin pensar siquiera en emplear su varita.
Al instante, una afilada navaja de cortar ingredientes de pociones voló a sus manos. Tomó el filo entre sus dedos cortándose las yemas, pero apenas sintió dolor, tan abrumado estaba por los recientes hechos. La miró anonadado, como si fuera la primera vez que la veía, y le pareció bella y reluciente.
Severus siempre había pensado que para suicidarse prepararía un veneno efectivo e indoloro, como había estado a punto de hacer un año atrás. Pero en aquel momento simplemente no era consciente de que estaba rasgando su vida, así que cuando deslizó la navaja desde la doblez de su codo hasta la muñeca le pareció perfectamente apropiado.
Su propia sangre barbotó del profundo corte que había seccionado sus venas.
Observó obnubilado el líquido carmesí que se deslizaba perezoso por su brazo izquierdo, y le pareció que la Marca Oscura palidecía en su piel. Probablemente ella vivía de la vida de su huésped, y al morir él la marca desaparecería. Era un pensamiento consolador.
Mientras, la sangre manaba abundante con cada nuevo latido de su corazón, y era tan intensa y fragante como el Rioja que había bebido, verdaderamente arrebatadora y pura en contrate con la loza blanca y desgastada de la bañera.
Con movimientos lentos y suaves comenzó a mansturbarse, sin dejar de mirar el corte en su brazo por el que escapaba su vida y que tanto le excitaba. Éste era como una obertura obscena, una raja, una vulva, y deseó penetrarla; mientras frotaba con más fuerza su miembro, rojo de su propia sangre utilizada como lubricante.
El calor y el placer comenzaron a invadirle, junto con un extraño mareo, un cansancio progresivo. Su corazón latía a toda velocidad con el ritmo de su creciente excitación, y como consecuencia la sangre brotaba con ímpetu de su brazo, transformado en una verdadera fuente.
Severus estaba muy cerca del orgasmo; lo sentía allí, al alcance de sus manos, nítido como nunca había sido en sus tímidas y avergonzadas exploraciones sobre su cuerpo, como nunca había sido en la brutalidad posesiva de su único amante. Pero no podía alcanzarlo, no podía... No podía como no había podido alcanzarlo en la mazmorra de Malfoy. El mareo y el cansancio cada vez eran más fuertes, más poderosos que el placer...
Nunca lo sentiría, como nunca he sentido el amor, se dijo miserablemente mientras se perdía en las brumas de la inconsciencia, más densas que el vapor que abandonaba en la vida real. Y con ese pensamiento se dio por vencido, cerrando los ojos, mientras apenas la sensibilidad de su cuerpo registraba el agua, el calor, el silencio... el súbito ruido.
Ya estaba inconsciente cuando Rosier le encontró.
Evan Rosier había despertado casi dos horas antes. El efecto de la poción somnífera se había esfumado, y él se había levantado en el dormitorio oscuro. Por el ventanuco pudo vislumbrar que era de noche, y por el silencio que estaba solo. Confirmó su suposición con rapidez visitando las escasas dependencias del semisótano, y sin saber que hacer se sentó de nuevo en la cama. Aún se sentía dolorido: tan sólo caminar era una pequeña tortura. Observó entonces que en la mesita había una jarrita y una nota, junto con una vela y cerillas.
Snape había recordado que había perdido su varita y los "lumus" estaban fuera de su alcance. Con una sonrisa de gratitud encendió la vela, y a su tenue luz leyó la nota.
"Debo salir. Ignoro la hora a la que volveré. En la jarra hay más poción somnífera, tómala. S.S"
Escueta y precisa.
Severus Snape nunca había sido un tipo hablador, o uno que perdiera el tiempo. En Hogwarts había sido un endiablado solitario, y uno orgulloso y difícil. Sólo Lucius había hallado una manera de acercarse a él sin recibir sus famosas "miradas" –capaces de hacer recular hasta a los profesores, recordó divertido-, una frase mordaz envenenada o su simple sonrisa de total y completo desprecio.
No era fácil comunicarse con Snape, desde luego, y el éxito de Lucius le reafirmó en su posición de líder indiscutible entre la pandilla Slytherin. Snape mantenía con ella una relación de amor-odio. No, más bien... más bien una relación de uso y dependencia.
Por muy autosuficiente que Snape intentase ser, no podía mantenerse por completo al margen. No cuando esos Gryffindor le habían tomado desde primero como el blanco de sus bromas y crueldades. Aunque tampoco eso era exacto...
Snape se había mantenido al margen. Completa y absolutamente hasta... hasta sexto. Algo había cambiado en sexto, algo le ocurrió a Snape; que cayó de su alto castillo inexpugnable. Al principio Rosier no había notado la diferencia; él no le prestaba atención a Snape salvo para pedirle ayuda en las clases. Nadie lo hacía, realmente. Pero... pero ese "algo" había ocurrido.
Un día se acercó para pedirle los apuntes de Transformaciones, y mientras le llamaba le tocó suavemente en el hombro desde atrás. Snape se giró abruptamente, mientras profería un grito de terror y todos sus libros e instrumentos caían al suelo con estrépito. Al principio Evan se había quedado sorprendido por tan inusitada reacción; lo más propio de Snape en el caso de ser sorprendido era girarse como el rayo hasta clavar su varita en la garganta del infortunado. Pero entonces levantó la vista para encararle y lo que vio le dejó más sorprendido aún.
Snape estaba pálido, más pálido que nunca. Hasta sus labios carecían de color, como si la sangre hubiera abandonado por completo su faz. Y en ese rostro fantasmal, sus ojos negros, siempre tan poderosos, tan impávidos; bullían con emoción, con... con... ¿miedo? Profundas ojeras moradas se marcaban bajo éstos, y las aletas de su nariz temblaban como si el adolescente estuviera haciendo un gran esfuerzo por normalizar su respiración. Su largo pelo negro caía pastoso y descuidado sobre su rostro, no grasiento como de costumbre sino verdaderamente sucio, abandonado.
Snape tenía las manos cerradas en puños, y temblaba ligeramente.
-¿Qué? -imprecó con su habitual rudeza, aunque su voz era menos afilada que de costumbre.
Rosier permaneció unos segundos sin saber que hacer. Snape parecía trastornado, enfermo incluso, aunque cualquiera le decía eso. Por su mirada febril bien podía recibir la más fea de las maldiciones como respuesta.
-Quiero... los apuntes de Transformaciones... Los de ayer.
Snape le siguió mirando sin decir nada, y después, muy lentamente, como temiendo despegar la vista de él, se agachó al suelo y entre el revuelo de hojas localizó los apuntes y se los tendió.
-Ya me los pagarás. Ya te avisaré.
Asintiendo Rosier los cogió y echó a correr para alejarse de ahí. Antes de girar el recodo, sin embargo, se volvió para avistar por última vez a Snape. Al fin y al cabo, no le había ayudado a recoger sus cosas...
Snape estaba arrodillado mirando sus pertenencias. Pasaron unos momentos así, y Rosier se dio cuenta de que Snape no las veía. Lo que pudiera estar pasando por su mente en ese instante era un completo misterio, y aún hoy lo era.
Desde ese momento había observado a Snape con atención. Estaba más callado que nunca, y apenas levantaba la mano en clase, él, que era un auténtico sabelotodo repudiado incluso por los Ravenclaw. Ni siquiera en pociones exhibía su natural dominio. Cuando hablaba su voz estaba más apagada, ignoraba a los Gryffindors de cursos inferiores por cosas que antes habrían desatado su furia; y sus movimientos, antes siempre sinuosos, eran ahora más lentos, más desmañados, como si estuviera perennemente cansado.
Rosier habría querido comentar esto con otros compañeros, pero... ¿cómo sacar el tema "Snape" en una conversación? Su mejor amigo por aquel entonces era Mike Avery, y Mike aborrecía al "estirado Severussss....", como le llamaba a su espalda.
El único que parecía haberse dado cuenta de algo era Malfoy.
Lucius Malfoy compartía dormitorio con Wilkes, Snape y él mismo. William Wilkes era un irlandés astuto aunque dormilón, que cuando se tendía en la cama se transformaba en una roca. A menudo, él y Lucius tenían que zarandearle para despertarle y no llegar tarde a clase. Will, por su parte, simplemente ignoraba a Snape, así que tampoco era una opción con quién comentar su creciente preocupación... Tendría que investigar por él mismo.
Exactamente una semana después, Rosier se propuso vigilar por la noche a Snape. Al principio el tiempo pasó en silencio, tan sólo los ronquidos tenues de Wilkes enturbiando la paz del dormitorio. Pero entonces oyó un gemido apagado y tras éste otro... Snape se debatía en una pesadilla.
Rosier sintió una culpa extraña, ante la intuición de que todo el tiempo que él llevaba durmiendo tan feliz como Wilkes, Snape podía haber estado retorciéndose en pesadillas y obteniendo así esas terribles ojeras. Le abrumó el deseo de levantarse y ayudar a su compañero, pero antes de que acertase a moverse Malfoy estaba sobre sus pies y se acercaba silencioso como un felino a la cama de Snape. Descorrió las cortinas con suavidad, y ante la mirada de pasmo de Rosier comenzó a acariciar ligeramente el pelo negro y apelmazado. Snape seguía delirando en sueños.
-Shsssss... no es nada, Severus, sólo una pesadilla... No es nada...
La voz de Lucius era muy dulce. Rosier jamás le había oído hablar así, con ese murmullo delicado. Snape pareció calmarse bajo sus tenues toques, pero aunque ya reposaba tranquilo Malfoy no se movió de su lado. Le miraba con una expresión extraña en su rostro pálido, una expresión que tampoco se borraría de la mente de Rosier.
Éste se dio la vuelta rápidamente, sintiendo sus mejillas arder. Lo que había visto... Se sentía avergonzado por haber espiado esa escena, que por algún motivo incomprensible rezumaba intimidad.
Cuando más tarde, en séptimo, Wilkes se asombrara de la inesperada atracción de Malfoy por Snape, Rosier torcería los labios en una sonrisa de sabiduría.
Sí, "algo" había pasado que había afectado profundamente a Snape; "algo" que había resquebrajado su duro exterior. Y Lucius había aprovechado esos resquicios para colarse dentro, desde aquel entonces hasta ahora...
Rosier contempló estos recuerdos con una punzada de envidia. Él también se había percatado de la zozobra de Snape, y si hubiera sido más rápido, si se hubiera levantado antes a velar sus sueños cargados de pesadillas; quizás... quizás quién se hubiera colado en su alma misteriosa habría sido él mismo. Y entonces ahora no se sentiría tan solo, tan... vacío...
Acosado por la depresión Rosier se tendió de nuevo en la cama, dispuesto a mantenerse despierto hasta que Snape llegase, sin pensar en nada. Pero por supuesto los últimos sucesos –desde que Lord Voldemort le había acusado subrepticiamente de traición- bulleron en su cabeza ocupando la larga espera... Entonces escuchó un ruido.
El conocido "plop" de un mago apareciéndose.
-¿Snape...? –preguntó con voz débil. No obtuvo respuesta.
Detrás oyó un golpe. Quien quiera que fuera había chocado contra la mesa, y eso levantó a Rosier de inmediato, temiendo un intruso, un ladrón, quizás. No parecía muy lógico que Snape desconociese la posición de su escaso mobiliario. Deseó tener una varita a su alcance, y buscó algo que pudiera ser usado al menos como un arma muggle.
Al no encontrar nada en el desolado dormitorio suspiró en frustración, y con increíble cuidado se acercó al quicio de la puerta.
El ladrón estaba siendo de lo más descuidado, haciendo muchísimo ruido. Sin duda ignoraba que él estaba allí. Cuando se asomó en cambio tuvo que pestañear, no creyendo lo que veía.
La rápida silueta de un hombre desnudo... ¿Snape? Como cubierto de barro, o algo así... Algo más líquido, quizás, y oscuro... Snape lanzó su varita sobre la mesa, la cual rodó hasta caer al suelo, pero el joven no se volvió. Ya estaba en el baño, abriendo los grifos al máximo, mientras entornaba la puerta en un gesto automático.
A la luz de las antorchas mágicas que Snape había encendido en el baño –a saber como, puesto que su varita seguía ahí en el suelo del salón- Rosier había obtenido una mejor imagen de su anfitrión.
Sangre, lo que cubría su cuerpo era sangre seca y suciedad general, como si se hubiera revolcado en el suelo desnudo. Siendo un mortífago tenía la suficiente experiencia para reconocer las marcas del delito sin riesgo de error, a pesar de la brevedad con las que las había avistado. Pero le turbaba el hecho de que Snape estuviera desnudo. Sin olvidar que había entrado como una tromba en el baño...
Rosier se quedó varios instantes en la puerta del dormitorio, indeciso. Deseaba hablar con Snape, preguntarle que había ocurrido, pero éste no parecía estar de buen humor. Probablemente no agradeciera ser interrumpido en sus abluciones, mejor esperar...
Rosier se acercó hasta la mesa y recogió la varita abandonada en el suelo. Estaba manchada de sangre seca. Eso no era bueno. Se sentó cansinamente en una silla, y entonces lo oyó.
Un gemido. Y después otro, y otro... El sonido inconfundible del llanto, enturbiado por el ruido del agua al caer.
¿Severus Snape estaba llorando?
La sola idea era incongruente... Pero esos sollozos... Sí, eran reales. Con la mente en blanco trató de concentrarse en los murmullos que se escapaban por la puerta entreabierta del baño.
El agua de la ducha repiqueteando sobre la loza de la bañera. Entonces... sí, un cuerpo cayendo. ¿Snape se había resbalado? El corazón de Rosier tronaba en sus oídos, impidiendo su concentración. Se maldijo por ello, mientras se decía que era la "deuda de vida".
Sentía tan fuertemente por Snape porque éste había salvado su vida, y ahora estaba en deuda con él. Ese tipo de cosas siempre creaban un vínculo muy fuerte entre dos magos...
Más sollozos, cada vez más apagados. Y luego... Rosier captó un reflejo a su derecha.
Una navaja.
¡Una navaja de pociones, *volando*!
Rosier miró con incredulidad la varita en su mano, y luego la puerta por la que había desaparecido el cuchillo. Aquello no podía estar pasando... ¿Cómo demonios Snape había hecho eso!!! ¡Magia sin varita, Dios santo! Eso era casi imposible... Sólo los niños sin entrenamiento hacían cosas así, en momentos de gran excitación emocional. Pero un mago totalmente formado no se arriesgaría... No, no... la magia sin varita era terriblemente difícil de controlar, los resultados eran siempre imprevisibles. Y eso cuando se estos se conseguían, cosa nada frecuente...
Aunque... bien, las luces encendidas, la navaja volando... Snape está haciendo magia, y la está controlando a la perfección, se dijo Rosier. Si no es así, esa navaja podía haberle...
La imagen de Snape con la navaja atravesada en su cabeza se vislumbró por un momento en su mente, y en un acceso de pánico agudizó el oído. Respiró con alivio cuando aún escuchó los gemidos, aunque ahora sonaban a... ahora parecían más bien...
Los ojos de Rosier se ensancharon. Parecían... ¿jadeos? Jadeos... suaves... Cada vez más suaves...
Al cabo de unos instantes no pudo oír nada más, sólo el agua caer.
Sólo el agua...
El terror le golpeó en la forma de una arcada violenta que estremeció su cuerpo maltrecho. En dos zancadas abría la puerta del baño con fuerza, del tal manera que la puerta se estrelló con estrépito contra la pared, pero Snape no se movió.
Su salvador yacía acurrucado en el fondo de la bañera, con las piernas ligeramente entreabiertas y la cabeza caída hacia atrás. El pelo negro y mojado se extendía como una tela de araña sobre la loza blanca y su propio pálido rostro; tan blanco todo su cuerpo que parecía traslúcido en aquella atmósfera irreal de vapor de agua. Nubes densas se arremolinaban sobre Snape creando una mortaja de ensueño, como si ni siquiera el agua que caía sobre él tuviera ya la fuerza suficiente para disiparlas.
De su brazo izquierdo, extendido sobre las rodillas huesudas, manaba la sangre espesa y brillante, semejante a un río de lava que moría en el sumidero. En aquella blancura de muerte, sólo el rojo de la sangre y negro de los cabellos parecían reales.
La navaja estaba en el suelo, límpida como un espejo.
Rosier miró la escena como si ésta fuera un cuadro, una imagen irremediable que sólo cabía contemplar. En ella Snape parecía una aparición de increíble belleza, como un ser etéreo, delgado e inconstante, dormido...
¡Oh, bello, tan bello...! ¡Tan blanco, tan puro! ¡Y tan negro, y tan rojo...! Tan rojo, tan rojo...
Con dedos temblorosos se acercó a él, temiendo que al tocarle Snape reventara y se deshiciera como una pompa de jabón. Pero su carne era firme bajo sus yemas, y mojada y muy caliente por el agua. En su garganta había un pulso muy débil: Snape aún vivía.
Y con un movimiento de su varita –la varita de Snape- ejecutó un sencillo hechizo de llamada, un hechizo que todos los mortífagos conocían bien. Con él avisó al medimago del callejón Knockturn para que acudiera con extrema urgencia.
Sólo entonces cerró el grifo de la ducha y apretó convulso la herida abierta del brazo, queriendo impedir a la vida escapar por allí.
Sólo entonces sintió la angustia indeleble que la "deuda de vida" imprime en los magos.
Sólo cuando el vaho espeso se había desvanecido, y el medimago trabajaba a su lado sin hacer preguntas, Rosier se percató de que lloraba.
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Bueno... uff... este cap ha salido de un tirón... Estuve escuchando la BSO del Señor de los Anillos como una poseída (en especial el lamento por Gandalf), y creo que influyó. ^^U
Varias cosas. Como podéis ver, se merece un N-17, lo que significa que paso de la censura y punto. No es como si toda la historia versara en el sexo, ya sabéis... Aún así, estoy haciendo mi página de fics de HP!!! La hago porque me hace ilusión, y ahí publicaré mi fic y los que me enviéis (si alguien quiere, vamos) También este fic se publicará en la página de Lina Saotome. ^^ (ok! Te lo tengo que enviar! )
Otra cosa. En relación al capítulo 12, olvidé incluir una nota explicativa relativa a la línea temporal durante la cual se desarrolla esta historia. Lo que decía en ella es que, en aras de hacer mi historia creíble, he tratado de mantener una concordancia de fechas en relación al tiempo meteorológico en el que se desarrolla la acción.
Como la única fecha conocida es que Harry Potter cumple años el 31 de Julio –pleno verano- y Dumbledore acaba de asistir a su bautizo en el cap 6, la acción no puede desarrollarse de pronto en Diciembre. Pero por suerte en el fic sólo hay descrita lluvia y más lluvia, que en el Reino Unido cae durante todo el año, si bien con mayor intensidad en primavera, otoño, y un poquito en verano –y más en la zona norte- dejando la nieve para el invierno. Así que he decidido que el bautismo de Harry sucede al mes y medio de su nacimiento- lo normal supongo que es un mes, pero en fin... , va un poco al gusto de los padres, no? – Lo que significa que la fecha elegida al final es... ¡un bello 15 de septiembre!
Ese 15 de septiembre coincide con el sábado en el que Sev casi se muere en Yorkmile, lo que implica que la acción del capítulo 12 –la cena- se desarrolla el martes siguiente, día 18. No se especifica, pero sin duda cuando Sev regresa a casa ya ha pasado la medianoche, lo que sitúa el final de este capítulo 13 en la madrugada del miércoles 19 de Septiembre. Y para acabar, el domingo anterior al sábado 15 es el 9 de Septiembre: el domingo de la fatídica fiesta que condenó a Rosier como traidor.
Por supuesto las localizaciones son también reales –el condado de Cumberland donde está la mansión Malfoy existe- y también los platos y los vinos de la mesa. Aunque estos últimos, eso si, son españoles... ejem, los que conozco... Quien me diera a mí una copichuela de Rioja Viña Ardanza... ^_- sip, sip sip!
Y ahora… ¡¡¡dejadme reviews, por favorrrrrrrrrrrrrrrrrrr!!!!!!!!!!!!!!!!
