Los personajes pertenecen a Rowling, etc, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^^
Os recuerdo: ¡¡¡hay escenas YAOI ( m/m)!!!, si no te gusta, no lo leas.
Es R por algo!!!!!!!!!!!!!!!!!
Bueno... ¡¡¡¡¡gran avance en la historia!!!!! Este es un cap un tanto depresivo, pero no tanto como otros. ¡¡Y hay lenguaje FUERTE!!!
Muchas gracias por los Reviews!!! Por favooooor, escribid!!!! Disfrutaaaaad!!!
La vuelta atrás15. Por una prueba, una confesión, una esperanza...: Severus
-Remm... –murmuró débilmente, sin abrir aún los ojos. Severus ladeó el rostro con los ojos aún cerrados, como negándose a despertar.
-Snape... –susurró Rosier a su lado.
En aquella larga noche y el día que siguió no se había movido de la cama, vigilando el sueño convulso y amargo de su anfitrión. Estaba mortalmente cansado, la secuelas de la maldición cruciatus trazaba latigazos en su piel, pero aún así se había mantenido allí, sentado rígidamente en la silla que había traído del comedor.
Él también había sido dominado por un sueño irregular, cayendo arrodillado sobre el lecho, y despertando luego por los alaridos de Snape. Al principio sólo gritaba, su voz de seda deformada en ronquidos guturales por las pesadillas, mientras luchaba contra las sábanas. Rosier había mojado entonces su frente sudorosa y su cuerpo consumido por la fiebre. Era difícil no recordar el cuerpo postrado en la bañera, tan blanco y delgado, cada uno de sus huesos dolorosamente marcado contra la piel. Pero ahora el cuerpo vivía, y Rosier se obligaba a pensar sólo en eso, mientras se secaba con el dorso de la mano las lágrimas que eventualmente venían a sus ojos.
Luego Snape había estado muy tranquilo, coincidiendo con el amanecer. Tal había sido su inmovilidad que Rosier había chequeado su pulso varias veces, temiendo irracionalmente que Snape hubiese muerto de súbito. Y a media mañana, el joven había comenzado a delirar.
Al principio eran palabras sin sentido, silabas inarticuladas, seguidas de prolongados silencios. Luego las palabras se anudaron en nombres reconocibles, estrangulados. Rem... Lucius... Dumbledore... Black, Potter, Lucius... Lucius... Figgs... Lucius... Potter, Rem... Evan...
Evan... Le había sorprendido tanto oír su nombre en los labios trémulos de Snape... ¿se refería realmente a él?
Y entonces otra vez la misma retahíla... Otra vez Rem, Rem, Rem hasta la saciedad... El único posible "Rem" que Rosier conocía era Remus Lupin, el Gryffindor amigo de Potter y Black, pero le sorprendía que Snape pudiera tener tal fijación con él. Probablemente hablaba de otra persona, pero quién...
Y entonces Lucius, y Lucius –esto no le sorprendía-; de nuevo, Evan, su nombre... y luego Dumbledore...
Dumbledore... ¿Por qué Dumbledore...? ¿Qué tenía que ver Snape con el viejo Director de Hogwarts?
Snape había murmurado frases enteras, pero tan bajo y entrecortadamente que apenas Rosier había entendido palabras sueltas: traidor... matado... amor... lo siento. Muchos "lo siento" había musitado Snape en su sueño hasta ahora.
Rosier miró desolado al joven tendido: había esperado que despertase por fin, pero éste sólo se había girado. Sintió de nuevo las lágrimas quemarle los ojos, y los apretó con rabia.
¿Por qué estaba llorando tanto? ¡Él había matado a decenas de personas sin pestañear! Y ahora... ahora era como si llorase todo lo que había tenido que lamentar por años.
Se mordió los labios, y volvió a mirar a Snape.
Dormido. Seguía dormido.
Le rozó los pómulos con los dedos temblorosos, estremecido por esa piel tan blanca y suave. Podía haber suplicado ayuda a tantos, y sin embargo... había sido Snape quien le había acogido. ¿Por qué había ido a él? Quizás... por sus palabras en la Escuela Yorkmile, quizás por ese abrazo fugaz y absurdo y maravilloso... Había sido tan raro sentir ese apoyo inesperado y silencioso, en los brazos ambiguos de su compañero... Él que había creído que todas las puertas se habían cerrado a su paso, de pronto encontraba solaz en plena batalla.
El joven recordó el principio de la pesadilla, encarnada en el rostro furioso de su padre, mientras su madre lloraba desconsolada en el sofá. Su madre... Siempre había tenido una especial empatía con la mujer. Es cierto que ella jamás osaría levantar la voz contra su marido, pero después, sin la presencia de éste, siempre le había ayudado. Al menos hasta ahora... aunque no podía reprochárselo.
La culpa de todo era suya: había traído la desgracia y el deshonor a su familia.
Todo comenzó cuando se negó rotundamente a desposar la joven que sus padres habían elegido para él, una rica muchacha de Beauxbatons emparentada con la antigua realeza francesa. La boda pretendía ser todo un acontecimiento –se unían dos longevas líneas mágicas de sangre pura- y se celebró por todo lo alto el día de su presentación en Paris.
Pero Rosier simplemente la había odiado nada más verla. Estirada, chovinista y fea, era exactamente la mujer con la que él *NO* quería pasar el resto de su vida. La idea de "traer un heredero al mundo" con semejante arpía le provocaba sudores. Cuanto más la miraba más recordaba todos sus affaires en Hogwarts; no en vano su ojos marinos y su cuerpo de buscador de Quiddicht le habían brindado un éxito moderado entre las chicas...
Cuando la veía hablar recordaba a la elocuente Elizhabeth, de Ravenclaw, o a la locuaz Beatrice, Slytherin como él... Su cuerpo traía al frente la memoria de Nícole, oh Nícole, su grácil lanzadora del equipo de Huflepuff. E incluso la belleza inocente de Lily Evans, aunque la chispa entre ellos se apagara definitivamente en su segundo año... Al fin y al cabo era nacida de muggles, y Gryffindor.
Esa noche interminable recordó a Jane, a Lucia, a Patil, y a todas las brujas que una vez en su vida pensó que eran merecedoras de una mirada, una palabra, un pensamiento. Todas menos *esa*.
En aquella fiesta y las dos siguientes había logrado aguantar; pero en la última, cuando incluso la francesa se había atrevido a sonreírle de una forma que ella pensaría que era seductora, había sido demasiado. La bebida y la desesperación le habían poseído, y como consecuencia la había insultado y despreciado en público, dejándola en ridículo como sólo un Slytherin sabe hacer.
Ni que decir tiene que con ello había levantando las iras de su supuesta prometida y de toda su poderosa e influyente familia, cuyo "real" abolengo era, literalmente, de mayor categoría que el suyo. Todos los círculos de la alta sociedad maga se habían hecho eco de ello, y había emplazado a su padre, representante del viejo linaje de los Rosier, en una situación más que delicada.
Las represalias no habían tardado en venir. Tras dos días de riña constante, todo se había ido al infierno. Su padre, en su desesperado intento de hacerle ceder y reanudar la improbable boda, le había echado de casa un miércoles fatídico. Simplemente. Con lo puesto.
Su hermana menor, Micaela, había permanecido muda de espanto, y su madre apenas había dejado escapar un gemido. Rosier pensó que todo aquello sería momentáneo: dejar pasar unos días hasta que los ánimos se tranquilizaran, y entonces regresar.
Utilizó el conjuro "acio" para traer a su mano una bolsa llena de galeones que guardaba en su cuarto para emergencias -por si acaso su padre cerraba su acceso a las cuentas de Gringotts, y enfiló al Caldero Chorreante.
Pero no había regresado.
Justo después Voldemort le había sentenciado como espía, rematando su desventura. Si su padre necesitaba una razón definitiva para exiliarle de la familia después de haberle echado, ahí la tenía. El hombre era también un mortífago, jamás desafiaría a su Señor.
Y no podía suplicar ayuda a su madre y a su hermana... no podía ponerlas en semejante riesgo. ¿Cómo podía él comprometer el flamante futuro de su pequeña Micaela? O la paz de su madre, después de tantas penurias como sufrió en Italia durante la guerra de los muggles...
La irrealidad de la situación aún le turbaba. Desde ese miércoles el mundo había dejado de girar, y nada tenía sentido. La trampa en la fiesta de despedida de Tiberio Malfoy, la acusación de traición y después la masacre de Yormile, la espera febril del domingo, la tortura, la convalecencia; y ahora Snape, suicidándose en la habitación contigua... Si él no hubiera estado allí, el joven estaría muerto.
Y así le encontrarías, Malfoy, cuando fueras a buscar a tu puta...
Aquel pensamiento infame le estremeció, pero no pudo evitarlo. Malfoy y Wilkes le habían vendido para calmar las dudas de su Señor... Le habían entregado como si fuera basura prescindible.
Una ráfaga de cólera hacia ellos subió a su pecho y amenazó con ahogarle. Todo su cuerpo tembló, sus nervios aún acosados por el fantasma de la Cruciatus vibrando bajo su piel, y tuvo que hacer un verdadero esfuerzo por no hiperventilar. Desmayado no sería de ayuda a Snape, él era la única persona que ahora merecía su atención. En el delirio en el que vivía era un punto fijo, una realidad.
Una realidad dormida...
Rosier se agachó hasta enterrar el rostro entre sus brazos y las sucias sábanas, y rompió a llorar.
. . . ... ... ......... Llanto... Un llanto lejano. ¿Quién es? ¿Dónde estás?...
Severus se estremeció, tratando de forzar la puerta. *Una puerta...* ¿No era la puerta del expreso de Hogwarts? Sí, sí... la puerta del aseo... Ohh... ¡Cómo la odiaba! La maldita puerta no había querido abrirse.
¿Quién le había mandado ir al aseo abandonando su varita en el asiento? ¿Es que no había aprendido nada esos largos siete años en la Escuela?
Pero la presencia de Malfoy en el compartimento le abrumaba. Sus miradas tersas, frías; su sonrisa despreciable... ¿Cómo unos labios tan bellos podían deformarse en una mueca semejante? Avery reía ligeramente a su derecha, y Rosier no dejaba de mirar por la ventana, como si ninguno de ellos estuviera allí.
Volvían a casa... Al hogar, dulce hogar, con su diploma de Hogwart en el bolsillo, y un tatuaje negro en el antebrazo.
¿Cómo no huir? Severus se levantó repentinamente, y sin decir palabra salió del compartimento, sintiéndose como un tigre enjaulado. Sin pensar corrió hacia la derecha, hacia el final del tren, sin mirar a nadie con quien se cruzó en el camino. Y la última puerta era la del aseo.
Entró. La cerró. Apoyó entonces su espalda contra ella, y suspiró. Sólo necesitaba tiempo para calmarse... Diantres, ¿por qué había corrido allí? Un acceso de angustia, sin duda... Pero sólo eso, ya había pasado. Ya era mayor de edad, podría resolver su futuro. No tenía que permanecer mucho tiempo en casa de sus padres, con sus notas encontraría un buen trabajo pronto. Y su asociación con los mortífagos sería un éxito... Hasta ahora sus "misiones" habían sido un juego, nada en lo que él pudiera probar su valía. Pero ellos eran estudiantes en Hogwarts, bajo las mismas narices del viejo tonto Dumbledore. Ahora eran *magos*, completamente preparados y libres. Libres para hacer según sus deseos.
Severus suspiró de nuevo, mojando su rostro en el pequeño lavabo. Si estaba allí mucho tiempo Malfoy exigiría explicaciones, y no era prudente ignorarle justo ahora, y delante del imbécil de Avery. Mejor volver.
Severus tomó el manillar de la puerta y lo giró, pero para su sorpresa ésta siguió cerrada. Estupendo, murmuró en una sonrisa sinistra, mientras probaba de nuevo. En un gesto instintivo su mano se deslizó a su bolsillo derecho, inexplicablemente vacío. ¡Vacío! ¿Y su varita? El joven intentó forzar la puerta de nuevo, sin resultado.
¡Maldita sea! Severus no podía creer que aquello le estuviera pasando. ¿Se había quedado encerrado...? Golpeó la puerta con nerviosismo, un poco de claustrofobia revolviéndose en su estómago. Sintió sus mejillas coloradas ante el esfuerzo. ¿Cuándo se había vuelto tan débil? Claro que él nunca había hecho esfuerzos físicos... Ni siquiera deporte. Su cuerpo era flaco y sin un músculo a la vista, nada que ver con la delgadez bien trabajada de sus compañeros del equipo de Quiddicht. Una razón más para las burlas de los otros. Un empujón, y ya estaba en el suelo.
Ahora sus mejillas ardían de furia. Eso si podían llegar a tocarle, se recordó. Pero ahora estaba indefenso, y esa idea era suficiente para marearle. ¿Tendría que gritar por ayuda? Severus se mordió los labios angustiado. ¿Y si venía un Griffindor de segundo año a socorrerle? Ya podía sentir la vergüenza hundiendo su pecho, los comentarios humillantes extendiéndose como fuego por todo el tren: "El grasiento Snape encerrado en el baño. ¡Justo recién graduado!". "Un niño Griffindor ayudó al crecido-creído Slytherin Serpiente Snape..."
Severus se tragó un gemido de agobio. No gritaría, no... no soportaría semejante burla. Pero... ¿cuánto tiempo tendría que estar ahí encerrado? ¿Y si nadie le echaba de menos? ¿Y si se moría ahí dentro, y le encontraban días después, o en septiembre, o...? Severus sabía que estaba siendo irracional, pero justo en el aquel momento no podía pensar de otra forma.
Forcejeó con el manillar justo una vez más y... de pronto la puerta se abrió, expulsándole con violencia a la negrura, donde, donde... oía un llanto.......... ... ... . . .
Severus abrió los ojos de golpe, sin mover un solo músculo de su cuerpo. El familiar techo de su dormitorio se dibujó ante sus ojos, lo cual le desconcertó ligeramente, aún sin saber muy bien porqué.
A su izquierda podía oír un llanto atragantado, ligero. Justo como cuando uno ya ha vertido todas las lágrimas y sólo queda el disgusto, el malestar. Era extraño, sin embargo. ¿Por qué habría alguien en su dormitorio, y llorando?
Severus pensó que debía girar su rostro para ver el rostro del intruso, pero estaba muy cansado. No quería sin embargo cerrar los ojos, y hundirse en el sueño. No con todas aquellas pesadillas esperando para atraparle... Severus recordaba vagamente haber soñado con el aseo del expreso de Hogwarts, donde se había quedado encerrado. ¡Había sido tan angustioso! Y antes de eso... Sí, recordaba... recordaba haber soñado con el episodio de los vasos, que él mismo había estallado inconscientemente en Hogwarts dos días tras... tras... averiguar *qué* era Remus Lupin. Dos días tras haber sido casi asesinado en medio de la indiferencia general. Dos días tras destrozar todas sus ilusiones. Ese día había sido el primero que Lucius Malfoy se acercó a él; el día en el cual Severus, presa de la soledad, había entregado su cuerpo y su corazón. Y más tarde su misma alma... Posesiones todas sin dueño, desde que el dueño resultó ser un hombre lobo. O un monstruo. Lo mismo daba.
Y acababa de soñar con eso... El recuerdo estaba aún fresco en su mente, y lo odiaba. Odiaba llamar "pesadillas" a meros recuerdos. No era justo, se dijo. No era justo no poder soñar nunca con nada agradable, o no tener recuerdos agradables con los que soñar.
A su izquierda el intruso se levantó, y con pasos suaves salió de la habitación. Severus se quedó muy quieto, escuchando.
Después de unos momentos los pasos volvieron, y entonces...
¡CRASH...!!!!!
Un vaso menos, pensó Severus, tontamente divertido.
En menos de un segundo el intruso estaba sobre él, mirándole con unos ojos muy azules y muy abiertos.
Ohh... esos ojos me recuerdan... -¿Rosier...?
-¡Snape...!
Su nombre sonaba extraño en los labios de su viejo compañero. Severus se preguntó por un instante que hacía éste allí en su dormitorio, y porque tenía esa mala cara, y esas ojeras.
-Snape... –repitió Rosier mientras se arrodillaba al lado del lecho, ocultando su cabeza entre los brazos. Parecía a punto de sollozar.
Severus había observado el movimiento brusco y cansado del otro joven, su repentino temblor, y entonces recordó. La maldición Cruciatus. Rosier había sido maldecido por la Cruciatus, bajo su mano y la de Voldemort. Debería estar en cama reposando, en vez de observarle a él... ¿a él?
¿Por qué estaba *él* en la cama?
-Snape... Snape... ¿Por qué...?
Buena pregunta... Severus se sentía ligeramente mareado, confuso. Le recordaba a cuando era niño, y presa del aburrimiento se quedaba en la cama dejando las horas pasar. Dormitaba entonces en una especie de duermevela donde más que descansar soñaba, y al despertar todo su cuerpo dolía, y su cabeza se sentía como un globo hinchado.
-¿Cuánto... tiempo...?
-Medio día –contestó raudo Rosier. –Medio día desde...
Severus levantó una ceja. Desde... ¿desde qué? Por el rostro de aprensión de su compañero, sumido en un repentino silencio, *desde* nada bueno. Severus intentó recordar lo último que había hecho, y volvió a él la memoria de la cena en casa de Malfoy, la memoria de cómo y porqué Rosier había sido acusado de traición, y... La respiración se paralizó dolorosamente en sus pulmones.
Strauss.
-Por qué... –susurró Rosier, percibiendo su realización.
Por qué... ¿por qué... había matado a Strauss? Severus gimió largamente, como un animal herido. Había roto su promesa, definitivamente. Quizás matar a Dunke hubiera sido un accidente, pero Strauss...
Fue autodefensa, iba a revelar tu secreto...
¡NO...! No iba a dejar que esa voz sospechosamente parecida a la de Dumbledore aminorase su culpa. ¿Cómo iba a presentarse de nuevo ante él, cuantas oportunidades más le brindaría el generoso Director...? Después de que luego...
Luego. Lo que había hecho... era...
Algo frío se sintió entonces bajo su frente, y Severus se percató de que había cerrado los ojos. Los abrió para encontrarse con su compañero, humedeciendo su frente con un paño. Al percibir su momentánea atención Rosier sonrió con suavidad.
-No... no importa Snape. Lo siento... No debí hacerte esa pregunta...
-Maté a un hombre. –contestó Severus con voz sedosa. Ahh... que fácil era hablar sabiendo que el otro no iba a juzgarle. ¿Cómo hacerlo? Rosier era un asesino como él.
-Le torturé... y le maté... Y luego... –una negra anticipación estremeció su maltrecho cuerpo. –Luego follé con Malfoy, al lado del cadáver. Estaba caliente... toda esa sangre estaba caliente bajo mi cuerpo...
Las palabras abandonaban sus labios como dotadas de vida propia. ¿Por qué estaba haciendo esa confesión? Rosier le miraba transfigurado, sus ojos desmesuradamente abiertos, pero en silencio. Su mano estaba paralizada sobre su frente.
-Me miraba... el muerto me miraba... me miraba jadear y sufrir, porque dolió... siempre duele... Quería correrme pero no... no... pude...
Su voz se había transformado en un silbido casi inaudible, y lo cierto es que la memoria parecía revivirse en su mente. Severus cerró los ojos de nuevo, sintiéndose enfermo.
A su lado Rosier había retirado su mano, dejando el paño húmedo sobre la frente caliente. Estaba confuso por las inesperadas palabras de Snape. Él... ¿se sentía culpable? ¿El implacable mortífago había intentado suicidarse presa de la culpa y el horror...?
Severus podía percibir los pensamientos girando en la cabeza de Rosier. Diantres... ¿qué le había llevado a hablar así?
-Rosier... fue... fue estúpido de tu parte tomar... esa agenda... –susurró desesperado por cambiar el tema de conversación.
-Sí –reconoció éste abruptamente.
-¿Por qué, Rosier?
-¿Crees que soy un espía, Snape? –musitó el joven mientras tomaba el paño ya templado. –Lo crees, verdad?
-No.
-¿No...? ¿Y por qué no? Nuestro Señor así lo ha establecido...
Bien, ahora Rosier le ponía en un compromiso. Severus percibió con creciente pánico que con sus dudas y palabras estaba dejando su posición en entredicho. Pero...
-No. –Severus Snape, ¿QUÉ estás diciendo?, gritó su mente –No... no lo creo... La agenda... no es suficiente prueba para mí...
Rosier seguía en silencio, y Severus no se atrevió a mirarle. Al diablo con todo... –No tiene sentido que tomaras sólo nuestros datos, los de la vieja pandilla. –explicó. -Un espía hubiera copiado precisamente todos los demás. –Lo sé... por experiencia.
Rosier entonces hizo algo inesperado. Se inclinó a su lado, y le abrazó. Severus sintió sus lágrimas mojarle el cuello, mientras en su pecho se revolvía un sentimiento desconocido. Era parecido al dolor, pero... también bello y agradable... Su viejo compañero siguió llorando un largo rato sobre él, antes de recomponerse y mirarle con una sonrisa fantasmal en los labios.
-Sólo... sólo quería saber donde estabais por si... por si necesitaba... ayuda... dinero... Porque me habían echado de casa y... ¡Ja...!, esta es la hora de las confesiones, ¿eh, Snape? –La mirada distante de Rosier voló hasta el ventanuco, como queriendo escapar por allí. –Yo también me hubiera suicidado, si hubiera tenido tiempo. Todo ha sido... tan rápido... tan... increíble...
Severus le miró de par en par. -¿Suicidarse...?
La cara de Rosier contestó sus dudas. Pero... pero... él no recordaba haber intentado ninguna poción, ningún...
Su compañero le tomó entonces uno de sus brazos escondido bajo las sábanas y acercándoselo ante sí, Severus vio que estaba vendado, desde la muñeca hasta el codo. La evidencia estaba allí ante sus ojos, dejándolo mudo mientras miraba las vendas blancas.
-Anoche... estabas fuera de sí, y... estabas desnudo... Fuiste al baño... y... casi... casi... –Rosier emitió una carcajada rota – Es... es cierto... lo que dicen de la "deuda de vida", es cierto que... no podía dejarte morir... Lo siento.
Severus veía todo blanco. Había intentado abrirse las venas... El pensamiento de su osadía era agridulce; y le llenó de orgullo pero también decepción. Él había querido morir... morir para destruir su propia monstruosidad, y también para no encararla, pero había fallado... O no, pensó mientras la realización bañaba su conciencia. ¡Rosier le había salvado! ¡Le había salvado a *él*, a un monstruo!!! Lo cierto es que cuando antes había confesado, Rosier no había gritado en horror, no le había acusado, no había huido de su lado... Casi... casi como si la atrocidad que había acometido no tuviera importancia. ¿Acaso... no la tenía...?
-Severus... –Su nombre... que extraño sonaba su nombre en la voz de Rosier- no es eso, ¿verdad? No es... lo que me has contado antes la causa de... de esto, ¿verdad?
¿Lo era? Pero no... No, había mucho más. Desde que *supo* de lo que era capaz, desde entonces había querido morir. Pero había creído posible expiar sus crímenes, Dumbledore le había dicho que podía hacerlo; si no volvía a matar, podría hacerlo...
-No... no puede ser eso... –continuó Rosier con voz entrecortada- Somos mortífagos, Severus, traidores o no... –añadió con evidente humor negro, más evidente para Severus dada la ironía que él podía encontrar en su significado.- Somos asesinos, torturadores, violadores... por una causa, nuestra causa. No puedes querer morir por ser lo que eres, no puedes... no...
Rosier parecía hablar para sí mismo, para tratar de convencerse. –Hacemos lo que debemos, Severus.
Pero Severus quería reír, reír por la sinrazón de todo aquello, y en vez de carcajadas su voz expulsó palabras rebosantes de amargura.
–Rosier, Rosier... ¿defiendes a Nuestro Señor, que te ha torturado, que te ha acusado injustamente y te asesinará por diversión? ¡Me defiendes a mí, que sin dudar te sometió a la Cruciatus! ¿Por qué *no* morir, por qué, Evan...? Por qué no morir si no quieres ser lo que eres, si no quieres ser un monstruo...
Había tal autodesprecio en su voz, tal disgusto hacia sí mismo y hacia todo, que Rosier se separó de él como golpeado por una onda física. Le miró con los ojos marinos muy abiertos, procesando el significado de las palabras de su compañero.
-Eso... eso... es traición... –susurró paralizado.
Severus contuvo un suspiro, mientras se incorporaba sobre la cama mirando aún su brazo vendado. Sabía lo que estaba haciendo, estaba declarando su culpabilidad ante Rosier. Era otra manera de suicidarse, y el pensamiento le llenó de morbosa satisfacción. Su sinceridad ahora era casi una perversión.
-Ya somos dos... –murmuró antes de poder detenerse.
Rosier se levantó de un salto y comenzó a pasear por la habitación, presa del nerviosismo.
-Severus... ¿Qué dices, qué dices?! ¡Tú no eres un traidor! ¡Lo sé! Te... te conozco... te conozco desde los once años! A ti toda esta locura te es indiferente, ¿verdad? Toda esta...
-Ahh, Evan... la has llamado "locura"... –ironizó Severus, mientras dejaba sus ojos vagar por el cuerpo esbelto de su compañero- Sí, a nuestra *justa* causa...
Rosier le miró como si no pudiera creer lo que estaba escuchando. –Nuestra causa es justa.
-Sí, tan justa como tu condena, traidor. –escupió con voz dura.
Rosier se encogió ante esas palabras como si Severus le hubiera agredido.
-La... la culpa es de Malfoy y Wilkes, no de Nuestro Señor...
-Que te ha torturado, humillado y dispondrá de ti como de un vestido viejo. ¿Qué te ha hecho, Rosier? ¡Qué te ha hecho! –exclamó Severus presa de una repentina pasión- ¡Qué nos ha hecho a todos, que nos hemos vuelto ciegos, sordos, mudos! ¡que no podemos ver en que monstruos no hemos convertido! ¡que nos usa, nos tortura y aún, aún... aún le justificamos! –La ira y la furia coloreaban de rojo sus mejillas, mientras Severus proseguía imparable su discurso, inmune al pánico de su confesión, a las inevitables consecuencias.
-Mataría a tus padres, Evan, los destrozaría hueso a hueso y después a ti te arrancaría las tripas, y qué! ¡¿QUÉ?! ¡Aún le defenderías!!!! ¡¡¡LE DEFENDERÍAS!!!!
-Se... Severus... –gimió Rosier con la voz dolorosamente baja. Parecía a punto de desmayarse.
-Qué nos ha hecho... qué somos... –murmuró Severus, agotado. Realmente se sentía cansado. Si pudiera dormir... Cerrar los ojos, olvidarse de todo, y no despertar jamás...
Rosier a su lado se recostaba contra la pared, desfallecido, la cabeza vuelta para no mirarle.
Pasaron varios segundos así, en silencio. Severus era consciente del rechazo de su compañero, y extrañamente esa distancia dolía. Sí, su nuevo amigo... ¡qué ingenuo había sido...! Como si un abrazo fugaz pudiera cimentar una amistad sincera... Como si hubiera algo sincero en su vida. Rosier era un mortífago, un monstruo... ¡Oh, sí! Era su hermano de carne y sangre, porque devoraba la misma carne y bebía la misma sangre que él.
Éste se movió entonces, grácil, y por un momento Severus le recordó como había sido en el jardín de Yorkmile: felino, seguro, elegante, como un ángel exterminador. ¿Por qué había pensado que Rosier no encajaba con los mortífagos? ¿Por qué era elegante, incluso delicado? Frágil... Sí, incluso frágil, cuando quería. Qué ingenuo, que ingenuo había sido... que claro lo veía ahora...
-Rosier... ¿por qué te uniste a los mortífagos...? -preguntó con suavidad.
-¿Por qué no? –fue la débil respuesta. –Mi padre así lo quería. Mi madre así lo quería. Mis amigos así lo querían. Yo lo quería. Era poder, era ser fuerte, era ser rebelde.
-¿Y lo eres...? ¿Eres todas esas cosas... ahora?
Rosier estaba ahora delante de él, y le miraba fijamente con esos ojos marinos, el cabello negro colorándose a caoba oscuro ante la ligera luz del sol que se colaba por el ventanuco.
-¿Y tú, Severus...? ¿Quién eres tú...? –susurró inclinándose hacia él.
Severus podía sentir el aliento de Rosier en su rostro, pero se negó a inclinarse hacia atrás. El joven sonrió entonces, maliciosamente.
-Te he oído hablar en sueños... Has dicho muchos nombres, ¿sabes? Has dicho Rem y Rem y Rem... ¿quién es ese "Rem...", Severus? ¿Quizás Lupin? Y has nombrado a los otros Merodeadores, y a Malfoy, y a Dumbledore... ¿Por qué has nombrado a Dumbledore, mmm?
Severus correspondió su mirada, sus pozos negros no dando ninguna respuesta, ningún sentimiento. Se había formado sobre su rostro una máscara inexpresiva que ya por años habría de acompañarle.
Rosier frunció las cejas ante la falta de respuesta, mientras en su mente giraban las recientes opiniones de Snape. Había... había una sospecha en su corazón, una sospecha que luchaba por germinar en forma de esperanza. Un traidor... Lord Voldemort sabía que había un traidor en el Círculo Interno, y le había elegido a él ante la imposibilidad de descubrir al verdadero culpable. Pero... pero si él encontraba a ese culpable, si él mismo se lo brindaba con pruebas a su Señor... ¿no sería rescatado del barro? ¿No sería recibido con honores? Quizás incluso pudiera castigar a Malfoy y a Wilkes...
Si encontraba a ese traidor... Al falso mortífago...
Rosier sonrió, seductivamente. –Severus... –ronroneó. - ¿También opinas que Lucius es un monstruo...? Puede que yo no haya logrado todo el poder que anhelaba, pero... ¿y Lucius? Él lo tiene, seguro... Tiene poder entre los mortífagos, tiene poder sobre ti...
En ese momento acarició con sus dedos el hombro desnudo de Snape, justo debajo de la clavícula, y éste no pudo reprimir un estremecimiento. Algo brilló muy rápidamente en sus ojos azabache.
-Ohh, Severus... –susurró Rosier. No eres un monstruo, eres un perro... Un perrito, el perrito de Malfoy..., pensó con crueldad. Sonrió; jamás expresaría esa opinión en voz alta ante Snape, aún no quería morir. -¿También quieres huir de Malfoy...? Has dicho que te hizo daño, que no... te pudiste correr...
Su dedo índice había acompañado a sus palabras subiendo por la clavícula hasta la mandíbula de Snape. Éste entonces despertó de su trance, y de un manotazo se separó bruscamente de él.
-No –siseó.
-¿No...? ¿No qué...? ¿No quieres huir de Malfoy...? Te gusta lo que te hace, ¿verdad? Te gusta ser su puta...
Snape le miró entonces con expresión ultrajada, pero no rebatió sus palabras. Se quedó muy quieto, completamente helado.
-Sabes que es verdad... –añadió Rosier con una sonrisa horrible, sintiéndose impío y cruel, poderoso. –Lo sabes y te gusta... Y yo puedo ayudarte... –Se inclinó un poco más, y ya estaba, ya estaba... Debajo de su boca percibió los labios inmóviles de Snape. Él nunca había sentido atracción por los hombres, pero por una prueba, una confesión, una esperanza... Haría todo... todo...
Rosier le besó con suavidad, al principio sólo presionando sus labios, y luego humedeciéndolos con su lengua, mordisqueándolos, exigiendo entrada. Si cerraba los ojos era como besar a cualquier mujer: Sólo carne y piel dulce.
Severus en cambio estaba paralizado. Aquello no podía estar pasando. Las palabras de su compañero le habían herido profundamente, pero no había encontrado manera de denegarlas. ¿Acaso no eran ciertas? Era la puta de Malfoy, aunque su pago fuera información y no dinero... Y qué... qué quería Rosier? ¿Por qué le besaba?
Rosier intentó con más ahínco profundizar el beso. Sus manos trazaban ahora la curva de su cuello, de su espalda, de sus hombros. La piel de Snape era suave, casi femenina, y ante el pensamiento sintió la sangre palpitar en sus ingles. ¿Se estaba poniendo caliente con un hombre? Merlín le ayudara...
Severus mientras tanto estaba perdiendo su firmeza. Las manos de Rosier viajaban ahora por su cuerpo desnudo, levantando ríos de sensaciones. Él no había experimentado relaciones con nadie excepto Lucius, y había creído que el sólo pensamiento de compartir su espacio más privado con otro le horrorizaría. Pero ahora no sentía horror. Aquellas caricias eran... placenteras, a pesar de la ansiedad que comprimía su pecho.
-Evan... –jadeó, y Rosier aprovechó para introducir la lengua en esa boca, y saborear su calor, su dulzura. Deliberadamente llevaba sus manos lejos del torso plano, lejos de todo lo que pudiera recordarle el sexo de su pareja. Era fácil... Sí, era fácil no pensar, él era un experto en eso... No pensar, y dejar que los instintos asumieran la responsabilidad. Tan parecido a volar en una escoba, a deslizarse en un bosque, a besar y hacer el amor.
-Severus... ¿te gusta...? Dime que te gusta... –suspiró en su oído, mordiéndose luego el lóbulo, ganando pequeños temblores en su pareja.
-Evan... -Unas manos se interponían entre él y ese cuerpo. –¡Evan...! –Las manos definitivamente le empujaban lejos de esa oreja y ese mechón de cabello negro y brillante como el ala de un cuervo.
Rosier emitió un quejido de frustración, e inesperadamente se encontró encarando a Snape. Sus ojos eran como espejos, y vio reflejado en ellos su excitación. La vergüenza le quemó entonces la cara.
-Evan... ¿qué haces...? –susurró Snape con una voz extremadamente suave. Su rostro era aún esa máscara impasible: sólo su rápida respiración traicionaba la existencia de sensaciones y sentimientos en ese cuerpo.
Rosier le miró por un momento confuso y avergonzado por lo que estaba haciendo. ¿Iba a *usar* a Snape? Por una prueba, por su propia salvación. Recordó con culpa como se había sentido años atrás, cuando descubrió la desgracia de su compañero y Malfoy le tomó la delantera.
Celos. Había sentido celos de que éste le ayudara y él no pudiera tomar ese lugar, y ahora... ¿ahora iba a aprovecharse? Del hombre que le había cuidado, salvado y abrazado, del hombre que había dicho ser su amigo. Del hombre que no defendía a Voldemort por... ¿defenderle a él?
-Ahh... yo... –murmuró sobrecogido- yo... quiero...
¡Quiero redención, una segunda oportunidad, seguir con mi vida, abrazar a Micaela, vivir, vivir...!!!
-Evan... –Severus musitó su nombre con una dulzura enorme, sentida. Realmente le dolía ver la desesperación bañando las pupilas de Rosier, y saber que él era el culpable. El otro había tomado injustamente su lugar, y ahora, ahora... podía hacer justicia, podía pagarle... Podía confesar, entregarse a Voldemort y luego morir, y descansar... –Lo siento... Lo siento... Soy yo... -¡Que placer, que placer aliviar su alma de la mentira! –yo soy... el traidor... el espía...
Y con esas palabras flotando en el aire selló sus labios contra los de Rosier, besando esa boca abierta en una exhalación de sorpresa, de libertad.
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AHHH!!! ¡Aquí estamos!!! Este es un punto de inflexión en la historia. Ya están las cartas boca arriba... ¿Qué pasará ahora, mmm??? Ta chán ta chán... ¿Traicionará Rosier a Severus? ¿Logrará éste convencerle de que no lo haga? ¿Variarán las opiniones de Rosier? (Madurarán, más bien) ¿Se acabarán acostando, o no? ¡ji, ji, ji... podéis opinar! ^__^ Sé que he sido un poco mala al describir a Rosier como, en principio, heterosexual; pero es que como decía Yuzu... ¡Severus no puede ser taaan deseado por todo el mundo!!! Es más divertido ponerle las cosas difíciles... (JAJjajAjajjjjajAAajajjajaaaaa... , risa brujeril)
Y ahora por favor... ¡¡¡¡DEJAD UN REVIEW !!!!
¡Paso a contestarlos!!!
Sybill: ¡¡¡muchas gracias por tus palabras!!!! Me halaga muchísimo saber que el capítulo 13 tuvo ese efecto en ti, que al menos te llegó al alma. Era un capítulo muy desasosegante, un tanto perverso... En serio no sé que me poseyó a escribirlo, a mí también me dejó impactada. ¡Por eso estoy orgullosa de él y de que te gustase! ¡De nuevo muchas gracias por tus palabras!!!! ^_^ Y lo de las escena entre Severus y Rosier... ahh... ya ha habido un poquito...
May Potter: Ehhh, si, bueno... la escena del suicidio es un poco para cruzar los dedos..., pero ahí está. Me alegra que consideres que Sevvie está autentico!!! (punto conseguido!!!) Y no... me temo que lo de Rosier espía era un farol. Aunque quien sabe lo que hará ahora... ¡¡¡MUCHAS GRACIAS por añadirme a tus favoritos!!!! Achuchar achuchar!!!
Lina Saotome: ¡¡¡¡LINAAAAAA!!!! –abrazar- gracias por tus palabras... Ji, ji, a mi también el cóctel de "angst, sangre, dolor y escenitas slash" me puede... ¡Ya somos dos!!! Aunque no sé si podré repetir tanto de todo en otro capítulo... Y ahh... me pregunto que opinión tienes de Rosier en este cap.... Yo quería que fuera bueno y comprensivo, pero ya ves como ha salido... Tiene vida propia, sus virtudes y defectos... ya veremos cuales ganan... Y sí, yo esa noche *también* habría querido ser Lucius y consolar a Sevvie. Siniff, snifff...
Hatsue: ¡me alegro de que te guste!!! Claro que lo continuaré, aunque sea a capítulo por mes... ¡o con dos caps, como hoy!!!
Neferet: Gracias!!! Espero que estos capítulos también te hayan gustado!!!
S/S fan: AY!!! No me hables de mi dominio. Snifff... Intentaré actualizar lo más pronto que pueda... (escribir es más fácil... Aunque puedo seguir con Sei y Subaru... XD)
Sirius4ever: Aska!!!! Que ilusión me hizo saber de ti!!! Bueno, me leí tu historia, ¡te dejé un review!!! Me alegra de mi fic te gustara, aunque fuera de Snape... A mi también me gustan mucho Sirius y Lupin, en serio! Mucho más que Lucius, por ejemplo. La verdad es que no sé porque el fic lo enfoqué así desde el principio, pero estoy satisfecha. Por lo menos te gustó... Gracias! ( y ohhh... ¡¡¡podías escribir una continuación para tu minific!!!! _)
Cris: Me parece que lo de Rosier x Snape ya está en la parrilla... ¡espero que te haya gustado!!! Gracias por tus alabanzas sobre mi manera de narrar, en serio!!!
