Los personajes pertenecen a Rowling, etc, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^^

Os recuerdo: ¡¡¡hay escenas YAOI ( m/m)!!!, si no te gusta, no lo leas.

Es R por algo!!!!!!!!!!!!!!!!!

Bueno... ¡¡¡¡ Aquí seguimos!!!! Esto viene más pronto de lo que esperaba... Espero que os guste! Eso sí... ¡abunda lenguaje fuerte y palabrotas!!!!

Muchas gracias por los Reviews!!! Por favooooor, escribid!!!! Disfrutaaaaad!!!

La vuelta atrás

17. El pasado en el presente: encuentros y desencuentros

Evan Rosier tenía el rostro vuelto hacia el pequeño ventanuco, por donde entraba un quedo rumor de fondo. La vida, aunque fuera la vida pobre y gastada del callejón Knockturn, bullía allí afuera; en la noche, como un milagro.

El pequeño dormitorio estaba sumido en la oscuridad, y la suave penumbra exterior apenas iluminaba una franja de la habitación. Evan interpuso su mano en el leve haz, y observó la casi inexistente sombra que proyectaba. Era como si su cuerpo hubiera perdido materialidad, como si se hubiera convertido en un fantasma.

Entonces una forma negra se materializó en el dintel de la puerta. El cuerpo avanzó sin provocar el más mínimo sonido, si siquiera el suspiro de unas pisadas. Sólo el ocasional tintineo de una vajilla traicionaba su existencia. El cuerpo paró al lado de la mesilla y abandonó ahí una bandeja. Un par de segundos más y una vela cobraba vida.

La luz amarillenta titiló en los cabellos negros de Snape, y bordeó de naranja sus afilados rasgos.

-He traído la cena.

Otro movimiento de varita y la bandeja estaba ahí, sobre su regazo. Evan se esforzó por sentarse en la cama, y vislumbró la comida. Algo se encogió en su estómago, algo que rugió sonoramente. Al parecer su cuerpo tenía hambre.

-Come o se enfriará.

Rosier obedeció. Bocado tras bocado vació los platos, y bebió su zumo de calabaza. A su lado Snape bebía también con sorbos cortos, paladeando. Se había sentado en el borde de la cama, y parecía distraído.

Cuando acabó, Rosier dejó la bandeja en la mesilla y miró a su compañero, que aún sostenía su vaso medio lleno en el regazo.

-¿Has comido algo, Snape? –preguntó repentinamente.

Severus le miró sobresaltado, y negó con el rostro.

-Hummm... Eso no es bueno. –Evan frunció el ceño. Tras descansar y comer se sentía lúcido, tranquilo. Irónicamente hablador.

–Me acuerdo que en Hogwarts tampoco comías mucho; la de noches que te fuiste al dormitorio sin cenar... A saber como lograste crecer a tu altura. ¿O devorabas los libros cuando te quedabas solo? Todos esos tomos polvorientos de la biblioteca, lo que debían pesar...

Evan entornó los ojos, nostálgico. –Esos eran buenos tiempos, ¿no crees? En la escuela, estudiando y jugando al Quiddich, gastando bromas a los Gryffindors de primer y segundo año...

Severus bebió de golpe lo que quedaba de su jugo, y después posó la vista en el vaso vacío. Rosier le observaba con cuidado.

-¿No crees...qué eran buenos tiempos...?

Pero el silencio fue su única respuesta.

-Para ti no lo fueron. –asumió. Por supuesto. El pequeño Snape que lloraba en la cama no podía considerar Hogwarts un tiempo amable.

-¿Qué te ocurrió...? En sexto, quiero decir. –Evan le miró intensamente- Recuerdo... recuerdo una vez que sin querer te sobresalté en un pasillo y se te cayeron todas las cosas, y... Bueno, parecías como ido... Casi... como ahora. –Bromeó, aunque con tristeza. Pero su voz se volvió seria, dura. – Y luego gritabas por las noches. –añadió.

A eso Snape reaccionó. El vaso se deslizó entre sus dedos y se rompió en el suelo con estrépito.

-Lo... lo siento-murmuró, mientras con su varita limpiaba el desastre.

Evan le observó temblar sintiendo una sucia satisfacción, el contento de la  venganza. Sufre como yo lo hago...

Pero ese placer se desvaneció tan pronto como había venido. En su interior sólo quedó una cansada curiosidad, y una piedad sin esperanza hacia Snape y él mismo.

-¿Por qué...? –inquirió con rara dulzura.

-Casi... casi... –Severus cerró los ojos, obligándose a recuperar la tranquilidad. Apretó sus manos en puños para ocultar su desazón, el golpe de miedo que le había dominado al escuchar a Rosier. Se aborreció por su debilidad.

-Estuve a punto de morir –respondió con voz tersa. Severus miró a Evan, y encontró sus ojos marinos sorprendidos, pero también expectantes.

Aquella era una vieja historia. Una enterrada en lo más profundo de su corazón, una que en principio no deseaba exhumar. Jamás había sido relatada a nadie, ni siquiera a Lucius. Sólo en presencia de Dumbledore su memoria había sido evocada, y brevemente, por supuesto. En aquella única ocasión Severus había huido, no queriendo recordar. Pero ahora...

-¿Cómo...?-preguntó Rosier suavemente, regresándole al presente.

Cómo... Severus suspiró. La luz de la vela temblaba, bailando al son del aire que entraba por el ventanuco. Posó sus dedos sobre ella, sintiendo su calor. Le recordó a los ojos dorados de Lupin.

-Un hombre lobo.

-¿Qué?!

Severus sonrió de nuevo, tristemente. Sabía que si despegaba los labios barbotearía todo el incidente, como una enorme burbuja que tras luchar por llegar a la superficie ha de estallar. Y era así, en cierta manera. Le invadió un extraño alivio al saber que podía liberarse de ese peso, de esa humillación.

De ese secreto.

-¿Te acuerdas de... Remus Lupin...? El Gryffindor que siempre andaba enfermo, una vez... al mes...

-No... –Los ojos marinos estaban abiertos como lunas llenas. -¿Él...

-Sí. El Director lo sabía, por supuesto. Por eso plantaron el Sauce Boxeador. Había... un pasaje debajo, uno que llevaba a Hosmeage, a una vieja choza abandonada. Cuando llegaba el momento de su transformación, Lupin era llevado por Madam Pomfrey a ese pasadizo y allí pasaba la noche. Eran sus rugidos los chillidos que oían en el pueblo. Yo... yo tenía curiosidad por Lupin. Una noche le vi andar con Pomfrey y decidí averiguar que pasaba. Estúpido de mí, ya ves. Aunque no tuve que esforzarme mucho... - Severus cerró los ojos, aturdido por los recuerdos.- Black me lo dijo todo. Me dijo como paralizar al sauce boxeador, como entrar al pasadizo. Me dijo que allí encontraría a Lupin. Me dijo que fuera si tenía huevos, si tan cotilla era. Y yo fui. Y por supuesto le encontré.

Una pausa siguió a sus palabras. Rosier no sabía que pensar. ¡Un hombre lobo! ¡Un hombre lobo en Hogwarts! ¡¿cómo podía el Director tomar un riesgo semejante?!!

-...Sólo que... Lupin no era Lupin, no el Lupin que yo conocía. Era una bestia, un lobo enorme, y sus ojos eran amarillos, y querían sangre... Me quedé paralizado, helado. No pude pensar en nada, ni en huir ni en usar algún conjuro; nada. Entonces noté una mano tras de mí; era Potter. Él me sacó de allí, por los pelos. Esa... esa bestia me arañó con sus garras en una pierna, pero ya sabes... Sólo el mordisco es fatal. –Severus tomó una profunda bocanada de aire.

-Black me había llevado allí, sabiendo lo que encontraría. In... intentó matarme! Yo estaba loco de rabia, quería explicaciones, venganza, lo que fuera; ni oía a Potter hablar detrás de mí. Le arrastré al despacho del Director, sin pasar siquiera por la enfermería, pero... El Director dijo que era sólo una broma. *Una broma...* -repitió con amargura. –Convocó a Black y le quitó cien puntos, de los cuales devolvió cincuenta a Potter por haberme salvado. Y luego me dijo que tendría que guardar silencio, o me expulsaría. A mí. Black intentó matarme y en vez de ser expulsado me amenazaron a *mí*!

Severus sintió de nuevo sus ojos arder al recordar el incidente. La injusticia de todo aquello aún quemaba en su pecho. A su lado Rosier guardaba silencio. Pero entonces, lentamente, comenzó a reír. Primero de manera ahogada, y luego abiertamente. Las carcajadas sacudieron su débil cuerpo, y arrancaron lágrimas de sus ojos. Severus le miró sin comprender, ofendido y estupefacto.

-¡¡¡Oh, Severus...!!!! ¡¡¡Qué ingenuo...!!! No me sorprende nada... ¡Nada!!!!

Rosier reía doblado sobre la cama, su rostro deformado en una mueca grotesca.

-¡¡Por favor...!!! –añadió en un tono cruelmente despectivo- Todos sabemos que ese viejo tonto Dumbledore proclamaba ser bueeeeeno y juuuusto –caricaturizó Rosier –pero al final, sólo tenía ojitos para sus Gryffindors de oro. Por supuesto que es injusto. ¿Qué te pensabas? ¿qué iban a expulsarles? ¡¿darles siquiera un mísera suspensión?! ¡Já...!, ¡ILUSO! –gritó señalándole- ¡Él no te vio temblando como yo, no te vio perdido en medio del pasillo como un autista!!! ¡No te vio roto, no te vio gritar en sueños!!! ¿Qué creías, qué iba a estar allí cuando tenías pesadillas? –Rosier negaba con la cabeza- No puedo creer que esperases justicia, realmente. Somos *Slytherins*. No hay más justicia que la que nosotros impongamos. Después de todos estos años, ¡me parece increíble que tenga que recordarte esto!!!

Los ojos marinos se estrecharon al vislumbrar el rostro pálido de Snape, que le miraba desde sus pozos negros como alquitrán.

-¿A qué viene esa cara, Snape? Tu vida no valía nada en aquel entonces, cuando eras un estudiante a *su* cuidado... –le recordó con voz melosa- ¿Y lo va a valer ahora? ¡Joder! ¡Sólo les importa la información que les lleves, después pasarán de tu culo y que enviarán a Azkaban a que te pudras allí...! –Rosier rió como un maniaco, encantado con la respuesta que estaba obteniendo de Snape. Éste temblaba visiblemente.

-¿Y ese es el bando en el que has elegido luchar...? Merlín, Merlín... No puedo creer que después de lo que me has contado, después de... de esa prueba flagrante de injusticia y falsedad hayas traicionado a nuestro Señor! ¡Y dices que nosotros somos monstruos! ¡que vivimos en la locura!!! ¡¡¡¿¿Y que te mate un hombre lobo en Hogwarts no es una locura???!!! ¡¡¡LUPIN SI QUE ERA UN MONSTRUO...!!!

En ese punto Snape se levantó abrazándose con fuerza. Detrás de él Rosier rompió en otra horrible carcajada.

-¡Eres un idiota...!!! jodido capullo idiota!!! ¿Por qué te has vendido a ellos, eh? ¡¿qué te han prometido...?! ¡Les importas un cojón!!! ¿me has oído? ¡Te pudrirás en Azkaban, ese será tu pago!!! ¡No hay diferencia entre ellos y nosotros...!!! ¡Ellos también matan, también torturan, también engañan!!! ¿Qué era toda esa mierda de antes, esa mierda moral que has tratado de venderme?!!! ¡¡¡Tú mismo te has descubierto!!! ¡¡¡Hasta el jodido Dumbledore es un asesino y encubrió tu *casi* asesinato...!!!! JODER, CÓMO PUEDES ESTAR TAN CIEGO...???!!!!!!!!!!!!

Severus no aguantó más.

Se tapó los oídos con las manos y con un rugido salió corriendo del dormitorio y de la destartalada vivienda. Siguió corriendo entonces por el oscuro callejón, inconsciente del frío mordiendo su cuerpo apenas abrigado, inconsciente de las sombras y los mendigos y la basura.

Tan sólo podía oír las palabras de Rosier en su cabeza, repitiéndose una y otra vez.

"¡No hay diferencia entre ellos y nosotros...!!!"

Severus se mordió el labio inferior con tanta fuerza que lo rompió, y sólo relentizó su precipitada huída al sentir un hilo de sangre goteando por su barbilla.

Sus pasos le habían llevado hasta el cruce con el callejón Diagon, y adelante podía vislumbrar la calle iluminada y el alegre gentío. Se quedó parado, como detenido por una barrera invisible que le impedía salir de las sombras.

"¡No hay diferencia entre ellos y nosotros...!!! ¡Ellos también matan, también torturan, también engañan!!!"

¡¡¡¡No, eso no era cierto...!!!!!, aulló su mente, ¡había diferencias!!! Pero rememorar a Dunke arrollándole, tocándole... Él sabía que los aurores usaban las imperdonables, ¡pero Dumbledore no lo aprobaba!

"¡¡¡Hasta el jodido Dumbledore es un asesino y encubrió tu *casi* asesinato...!!!!"

Severus respiró con fuerza, tratando de calmar el miedo que estrujaba su pecho. El miedo y la duda...

¡No! ¡No tenía motivos para dudar! El Director había intentado disculparse por aquel incidente, se recordó. Aunque eso sí, cuatro años después; cuando *casualmente* le necesitaba. ¿Por qué no había sido en el momento?

Había tratado de ser justo con Lupin, éste era inocente...

"¡¡¡LUPIN SI QUE ERA UN MONSTRUO...!!!"

¡¡¡NOO!!! ¡Lupin no era un monstruo!!! ¡Él único monstruo era él mismo!

¿Mas por qué no podía haber sido justo *con él*? ¡Él también era inocente!!! Y Black... ¡Black no tenía excusas!

Era un Gryffindor...

¡¡¡NO...!!!

"¡Te pudrirás en Azkaban, ese será tu pago!!!"

-¡¡¡NO...!!! –volvió a gritar Severus, tratando de acallar las voces que lo atormentaban.

¿Por qué se sentía así, tan abandonado? El Director le había demostrado su confianza, ¡le había salvado de Strauss! ¡No permitiría que le enviaran a Azkaban!

Eso mientras seas útil... , respondió una voz traicionera en su cabeza.

Severus tragó un sollozo, destrozado. Sus ojos velados por lágrimas sin verter emborronaron la calle delante de sí y los rostros sin facciones de los transeúntes. Se internó en el callejón Diagon ensimismado, hundido en su mundo de desgracia.

El cansancio se había apoderado de nuevo de su cuerpo, y cada paso era una pequeña tortura. De pronto se vio atrapado en una marea humana que corría, tratando de guarecerse de la lluvia que había empezado a caer. Severus quedó parado en medio de la calle, a merced de los empellones de la gente, de las miradas fugaces y los minúsculos pensamientos de un segundo de duración por cada mago que tropezaba con él. Había tantos hombres como gotas caían del cielo, y pronto el agua descendía en auténticos raudales, y relámpagos surcaban el espacio.

Había parecido una eternidad, y al instante siguiente el joven estaba solo en la calzada inundada, bajo la tormenta inclemente y las luces de los establecimientos. Todo su cuerpo se estremecía con espasmos de frío, mojado de la cabeza a los pies. Sus suaves botines de fieltro estaban calados, y a cada paso el agua los lavaba enviando calambres por su columna. Pero Severus continuó su penoso caminar, de alguna manera buscando las mortificación de su cuerpo, como si eso pudiera compensar la que sentía su alma.

Todo en su pequeña esfera salía mal, así había sido desde que nació. ¿Por qué...?  Severus odiaba rendirse a aquellos ataques de autocompasión, pero en ocasiones, simplemente los hechos eran arrolladores. Era patético, lo sabía; pero por todos los dioses, ¿POR QUÉ...?

Él había querido hacerlo bien, maldita sea, ¡lo había intentado! Había intentado ganarse el afecto de sus padres y ser un buen hijo, ¿y qué había logrado? Todos sus esfuerzos por ser un buen estudiante... ¿quién lo había valorado? ¿Para qué había intentado respetar las normas? ¿Para qué había intentado tener amigos en Slytherin? Todo eso... ¿a qué le había llevado? Y después, después de tragarse su orgullo y decidir vivir una vida de pesadilla por la causa de la Luz... ¿qué obtenía? Sólo hacer más daño, y destrozarle el futuro a Rosier, y aunque ¡maldita sea! decidía *morirse* por él, para salvarle, ¡qué obtenía???? ¡Este le aborrecía!!! ¡¡¡le odiaba...!!! ¡¡¡LE DESPRECIABA!!!!!!!!!!

¿Por qué no podía salir nada bien? ¿Por qué...? ¿Es que estaba maldito? ¿Es que todas sus acciones fuera cual fuera su intención tenían que provocar el mal?

Severus lloriqueó patéticamente en la soledad de la calle, en la soledad de las risas y conversaciones de fondo que parecían sacadas de otro planeta. Él no quería ir a Azkaban... Rosier estaba equivocado, Dumbledore no lo permitiría... ¿verdad? Aunque el Señor Oscuro le mataría antes, le... le... Severus no pudo continuar el transcurso de ese pensamiento. El miedo y la desesperación y la fiebre nublaron su entendimiento, y todas la ideas en su mente se volvieron inconexas y fragmentadas como las gotas de la lluvia que le azotaba.

Sus pasos le llevaron hasta El Caldero Chorreante, que bullía de público. Severus deseó fervientemente tomar una cerveza de mantequilla, y hundirse en un rincón oscuro y caliente en el atestado local. ¡Sentía tanto frío!

¿Para qué se preocupaba por todo lo demás? ¡Qué más daba Rosier y su opinión! ¡Qué más daba Dumbledore, que más daba Lucius, Voldemort, el ministro o el señor Asthur! Sólo quería hundirse en una madriguera negra y cálida, y beber cerveza y emborracharse hasta caer dormido. Pequeño y dulce olvido...

El joven abrió la puerta con lentitud usando sus menguadas fuerzas, y se escabulló entre la concurrencia hasta la barra, haciéndose un pequeño hueco cerca de la entrada. Se dejó caer sobre un taburete milagrosamente libre, y apoyó la cabeza entre los brazos. El calor en el local era exagerado, y estaba sudando por el brusco cambio. Sentía el rostro arder, y cuando se llevó las manos a las sienes su piel estaba pringosa y cálida, a pesar del frío que aún paralizaba su cuerpo y sus pies.

La nueva camarera, una mujer gruesa que rondaba los cincuenta, se acercó con prontitud, pero quedó un tanto desconcertada al verle medio desplomado sobre la barra. Sin embargo al segundo su sorpresa se transformaba en enfado. ¡Otro borracho queriendo seguir la noche en su local!

-¡Muchacho, levanta! –gritó sacudiéndole un cierta brusquedad.

Severus abrió los ojos desorientado, y los enfocó en la mujer.

-Una cerveza... –susurró.

La bruja frunció el ceño a la vista de aquel rostro demacrado. Ese joven estaba empapado, su cabello aún chorreaba sobre la túnica negra. Y por cierto... ¿cómo diablos se le ocurría salir tan sólo con *eso* a la calle, con el tiempo que hacía? Deseaba echarle, a su jefe no le gustaría un tipo como aquel, pero sería cruel enviarle bajo la lluvia en ese estado. Quizás con una cerveza se contentase mientras lo peor de la tormenta arreciaba.

Severus la observó partir rápida, pero antes de acomodarse de nuevo alguien le empujó.

-¡Perdone...! –musitó una voz alegre.-Esto está atestado, y llegar a la barra parece un torneo de obstáculos con tanta... ¡Snape...!

Severus se giró sorprendido y molesto, pero no pudo musitar palabra cuando su corazón se saltó un latido.

Remus Lupin estaba allí.

La camarera salvó la situación apareciendo con la cerveza de Snape, momento que aprovechó Lupin para pedir sus consumiciones, y Severus para observarle con descaro.

Lupin se veía bien. Su fino cabello castaño estaba recortado a la altura de la nuca, y caía en ondas muy favorecedoras sobre el rostro ovalado. Los ojos dorados le habían parecido brillantes en la media luz del bar, carentes de las ojeras y otros signos de cansancios tan habituales debido a su "enfermedad". El mago parecía un poco más alto que antes de abandonar Hogwarts, y tenía el rostro más lleno, los hombros más anchos. Hasta su túnica era de suave paño color ultramar, sencilla pero incomparable a las pobres y desgastadas prendas que lucía en la escuela. Severus advirtió entonces la pequeña perilla dorada bajo su jugoso labio rojo, y un aro en la oreja. El conjunto era muy seductor, y cuando Lupin se volvió a mirarle Severus tuvo que dar un sorbo veloz a su cerveza para calmar su repentina sequedad de paladar.

Ambos ex-compañeros se miraron incómodos por unos segundos, antes de que Lupin comenzara una vacilante conversación.

-Snape... No tienes buena cara... –murmuró el hombre lobo.

Severus no pudo evitar una sonrisa burlona ante semejante comienzo. ¿Alguna vez la he tenido?, se dijo a sí mismo.

-Pues tú, Lupin, pareces el colmo del bienestar... Tus ropas están hechas de una pieza. ¿A qué se deberá semejante milagro?

El otro joven miró nerviosamente a la barra.

-¿Has conseguido un trabajo, eh? –continuó Severus sin piedad -Me pregunto cual será... ¿Cuidador de criaturas mágicas peligrosas en una reserva? ¡Oh! Claro... he oído que a esas bestias se las trata bien, *tú* debes ser la prueba...

-¡Cállate! –siseó Lupin observando a su alrededor con repentino pánico.

-Oh, vamos... No creo que nadie pueda escucharnos en este gentío. Ni siquiera tus amigos... Porque por supuesto, están aquí Black y Potter... Y Pettigrew, claro. ¿Cómo salir a la calle sin ellos? Cómo andar sin ellos, beber sin ellos, pensar sin ellos... Aunque *con ellos* tampoco hay mucha mejora en eso... –se mofó.

-Y tú sigues igual de solo, *por supuesto* –contraatacó Lupin. –Tampoco hay cambios ahí por lo que veo, Snape.

Severus se estremeció al sonido de su apellido en los labios de Lupin, lleno de desprecio. Aunque... ¿cómo no ser así?. El slytherin hundió el dolor y la tristeza de su corazón tras una sonrisa burlona; él se había ganado esos sentimientos a pulso, ahora debía seguir la farsa.

-Mejor solo que acompañado por una manada de... lobos, Lupin –susurró malévolamente.

El joven Gryffindor se encogió visiblemente, pero mantuvo su mirada impasible.

-En eso te doy la razón, Snape... –respondió con voz suave y fría. -Seguro que todo el mundo llega a la misma conclusión cuando se trata de salir *contigo*.

En ese momento apareció la camarera con las cervezas de Lupin. Éste las elevó sobre su cabeza con un movimiento de su varita, y se dispuso a marchar.

-Ha sido un placer verte, Snape, y aún lo es más despedirse.

Y sin darle tiempo a responder desapareció entre la gente.

Severus se quedó mirando tontamente el lugar donde el cuerpo del licántropo había estado, como si el espeso aire que ahora lo llenaba pudiera reemplazar su ausencia.

Sí, se había ganado a pulso toda aquella animadversión... Día tras día, año tras año. Bebió con lentitud la cerveza de mantequilla, con la mirada perdida entre la gente, sintiéndose gastado y un tanto enfermo.

No tuvo tiempo, sin embargo, de acabar su bebida. Un fuerte empujón la derramó sobre sus ya húmeda túnica.

-¡Oooooh, perdón...! –dijo una voz burlona tras de él.

Black.

Claro. Él mismo lo había dicho: donde andaba Lupin también andaban Potter, Pettigrew y Black. ¿Y cuándo había desperdiciado Black una oportunidad para armar bulla con el grasiento Snape...? Ahora pagaría toda su anterior burla sobre Lupin.

Y extrañamente Severus no sintió ira; sólo un enorme cansancio. Miró con ojos vacíos su túnica manchada de cerveza y se estremeció. Tenía frío. Quizás debería haber pedido un té caliente.

-Snape, Snape... Cuando Remus me dijo que tenías una pinta horrorosa no pensaba que quisiera decir *aún más* de lo normal!

Severus observó a su viejo enemigo con cierta dejadez. Black estaba tan fabuloso como siempre. Guapo, acicalado, con su habitual aire de superioridad y el más elegante atuendo.

El muy cabrón.

-Piérdete, Black. Que te jodan. –Siseó.

La sonrisa vaciló en el rostro del Gryffindor, mal disimulada en una mueca de odio.

-Tendrían que lavarte la boca con jabón, Snape, pero claro, eso te supondría contactar con agua.

-A ti te tendrían que coser la boca haciendo punto de cruz, pero claro, eso supondría un beneficio para la humanidad...

Black se acercó en una exhalación y le levantó del taburete agarrando el cuello de su túnica.

-Ni se te ocurra hablar de Lupin como lo has hecho antes, escoria, o además de lavarte la boca tendrás que ponerte dientes nuevos. –susurró en su tono más agresivo.

Severus procesó con cierta curiosidad su flagrante debilidad. Era incapaz de oponer la más mínima resistencia, y dedujo que si Black le soltaba se desplomaría en el suelo. Era gracioso que ese bastardo siempre prefiriera atacarle físicamente, en vez de lanzarle una buena maldición. Golpeando donde tenía asegurada la victoria. Pero eso no iba a callarle.

-Que mieeeeedo... ¿Eso significa que ya me has puesto en el menú de algún otro amiguito tuyo?

Los ojos de Black relampaguearon de furia e inició el movimiento de un puñetazo, parado en seco por la voz de la camarera.

-¡SIRIUS BLACK! ¡Nada de peleas en este local!

 -¡Oh, no te preocupes! –contestó rápidamente Black, mientras esbozaba su mejor sonrisa de inocencia. -Te ayudaré a sacar la basura...

Severus se sintió mareado mientras Black le sacaba a empellones del bar, ante la mirada curiosa y algunas risas de los clientes. Entre el gentío creyó ver de nuevo a Lupin, con el ceño fruncido en algo parecido a enfado; la sonrisa condescendiente de Potter y también la mueca de burla en la cara redonda de Pettigrew. Pero éstas se desvanecieron entre la muchedumbre y al segundo siguiente estaba de nuevo bajo la lluvia, aterrizando de mala manera en el suelo inundado.

-Púdrete, bicho –enunció Black a modo de despedida, mientras se restregaba las manos en los muslos como si el mero contacto con Snape le asquease.

A Severus le movimiento le recordó a Rosier, limpiándose las manos en las sábanas tras haberle mansturbado... Se mordió los labios ante el súbito dolor en su corazón. Reunió entonces las fuerzas suficientes para mirar a Black con todo su odio, pero este ya se había dado la vuelta y entraba en el calor de Las Tres Escobas.

Apenas tuvo tiempo de maldecir o gritarle cuando un ardor lacerante le quemó el brazo izquierdo.

El Señor Oscuro llamaba, y la hora de la verdad había llegado. Severus sabía que Rosier también estaría allí.

Sin pensárselo más se desapareció, ignorante de que si hubiera permanecido un segundo más habría visto a Pettigrew salir repentinamente del local.

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Ejem... Un poco más de tortura pero ya... ayyyy... ¡ya se acerca el desenlace!!!! Como bien piensa Severus se acerca el momento de la verdad, ta chan, ta chan...

¡¡¡Y ahora por favor, deja un REVIEW!!!! ^_^ ¡Comentarios y sugerencias son bienvenidos!!!

¡¡¡Muchas gracias a toda la gente que me ha escrito para elogiarme y animarme!!! Espero que el final esté a la altura de vuestras aspiraciones (aunque eso sí, tal y como me alargo aún quedan un puñado de capítulos...), y quizás le cumpla los deseos que habéis dejado en los reviews a algunos de vosotr@s... :)

Este capítulo se lo dedico a Malaki. ¡Ánimo!