Los personajes pertenecen a Rowling, etc, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^^
Os recuerdo: ¡¡¡hay escenas YAOI ( m/m)!!!, si no te gusta, no lo leas.
Es R por algo!!!!!!!!!!!!!!!!!
Bueno, ya está esto aquí después de todo este tiempo. Siento la demora... Sólo hacer un comentario antes de que leáis.
Lo primero, cuando decía que Arabella se había *enamorado* de Snape, era en plan *maternal*!!!! Supongo que me faltaron unas buenas comillas... Como sea, desmentir cualquier Arabella/Severus, la relación abuela/nieto es como lo veo. Y donde falla Albus (que falla, hummm, demasiado... *__*) ahí está Figgs! Severus necesita alguien que le cuide un poco, no?
Eso es todo. Alguna aclaración más, al final. ¡Contesto los reviews! Por favooooor, escribid!!!! Disfrutaaaaad!!!
La vuelta atrás
21. Adios, Rosier: In roses...
Albus Dumbledore llegó por la noche. Acababa de recibir el aviso de Figgs, y tras hacer su obligada aparición en el Gran Comedor marchó a la casa secreta. Él mismo había decidido su ubicación, plenamente consciente de quienes serían los vecinos de la aurora. Por otro lado aquel era un barrio sin atractivos que lo destacasen; con suerte los mortífagos no lo descubrirían.
El venerable mago se apareció en el jardín trasero, no queriendo llamar la atención de los muggles con sus llamativos ropajes turquesa. Su vieja amiga estaba en la cocina, haciendo señas para que entrase.
-¿Ya cenaste?-preguntó la mujer.
-Ajá... Crema de puerros y patata, y pudín de carne con setas. Los elfos se esmeraron, como siempre. –el anciano sonrió bajo sus ojos chispeantes. -¡Ah! Y he de comentar sobre la tarta de chocolate y nueces: exquisita. Aunque Minerva cantó alabanzas sobre el pastel de naranja...
-Albus...–le cortó Arabella con una expresión que trataba de ser severa, sus labios sin embargo curvándose en una sonrisa. –Mi cena fue mucho más humilde, así que agradecería que no me recordases las maravillas de los elfos domésticos mientras viva en esta casa muggle. ¿Té...? –ofreció.
-Por supuesto.
Arabella le señaló el comedor, donde Albus se sentó esquivando a un par de gatos.
-Veo que tu amor por los felinos no ha descendido un ápice.
-Me hacen compañía –respondió ella mientras le ofrecía su taza.
Albus probó el líquido caliente, sólo y con mucho azúcar como a él le gustaba. Arabella se sentó a su lado, en una butaca perpendicular al sofá. Un gatito de pelaje oscuro y patas blancas saltó a su regazo, y la mujer inmediatamente comenzó a acariciarle tras las orejas. El animal ronroneó.
-Tendría que hacerle eso a Minerva –rió Dumbledore.
-¿Pronto te veré lucir los arañazos de tu profesora?
-Seguramente.
-Hum..., ¿tú no me arañarías, eh, Señor Paws?
El gato ronroneó con más fuerza.
-Siento envidia...-musitó Albus con un exagerado suspiro.
Ambos rieron, pero pronto la habitación quedó en silencio. Albus tomó otro sorbo de té, y decidió que era el momento.
-Bien, ¿cómo está él?
Silencio.
-Dormido.
Albus frunció el ceño.
-¿Está herido, verdad?
-Nada de gravedad. Al menos... físicamente.
-¿Qué quieres decir...?
Arabella luchó por no entornar sus párpados en incrédula ofensa. ¿Era esa una pregunta retórica? ¡él le había *visto* el domingo pasado!
-La semana ha sido mala para todos, Albus... –contestó tratando de no sonar demasiado impaciente.
La mirada celeste del anciano se perdió en los trenzados de la alfombra.
-¿Dónde lo encontraste?
-En su casa. Un semisótano oscuro y frío en el callejón Knockturn.
-Ahhh... Claro. Él no aceptó vivir en ningún otro lugar. Al menos, no cuando vino a mí.
-¿Parte de su purgatorio?
Dumbledore asintió.
-Pues ya no volverá. Me encargaré de ello.
-¿Y estaba solo?
-Sí –Por suerte, pensó la aurora, recordando su torpe entrada.
-Bien... Arabella, ¿qué crees que le ha pasado para.... no haber dado señales de vida...?
La mujer se removió inconfortablemente en su butaca; aquí venía la bomba.
-Albus, el chico fue... herido. Gravemente herido, varias veces durante la semana. Alguien le curó. Varias veces, también. Estaba exhausto.
-¿Le has hecho un análisis médico completo?
-¡Por supuesto!
-Entonces cuéntamelo. –Los ojos de Albus no centelleaban. –Cómo fue herido. Cómo fue curado. Cómo está ahora. Todo.
Arabella suspiró, dejando su taza en la mesita. Lentamente, con su voz suave y firme, fue desgranando sus conocimientos sobre el joven espía. Hubo una pausa embarazosa cuando describió el corte en la muñeca, y después cuando compartió su sospecha de que Snape estuvo en el ataque contra Moody. Éstas sin embargo no fueron nada cuando con voz quebrada, anunció la existencia de pruebas que señalaban... una agresión sexual.
Albus se levantó bruscamente del sillón y miró por los ventanales, hacia el jardín trasero sumido en la oscuridad de la noche.
-Albus... –Arabella habló detrás de él. –El chico está apático. No le interrogues aún, por favor. Permite que se recupere un poco más. Yo también me muero por saber cómo ha podido ocurrir todo esto, pero no es el momento. Primero tiene que estar más fuerte. Si no, se nos romperá entre las manos.
El Director asintió, aunque sus alegres ojos celestes se veían ahora oscuros de rabia y también infinitamente tristes.
-Volveré a Hogwarts. Avísame cuando encuentres que causa la infección. Y también... cuando creas que es conveniente para Severus que yo hable con él.
-El chico confía en ti, ven a visitarle cuando quieras. Tan sólo no le preguntes. Haz conversación casual. Eso le calma.
Pero Albus no sabía hacer ese tipo de conversación distendida con el Slytherin. Descubrió con sobresalto que apenas sabía nada de él, nada de su vida privada.
Había sido un chico conflictivo en la escuela, pero las notificaciones que había enviado a su casa habían encontrado la normal respuesta de una madre airada. Ahora se preguntaba si aquello era tan normal. Y porqué nunca supo nada del padre. Aunque por supuesto César Snape era un investigador reconocido... Eso no debía dejarle mucho tiempo libre para cuidar de su hijo, concluyó con amargura.
Era triste, pero frecuente. Ese tipo de cosas marcaban a la gente. Y Severus siempre había sido un chico solitario, mal adaptado a las relaciones sociales; a pesar de su notable esfuerzo académico, brillante en Pociones.
"Demasiado listo para su propio bien, demasiado curioso, demasiado ambicioso".
Esa era la frase más frecuente del profesorado para referirse a Snape, aunque Yevenoc defendió que esas eran las cualidades de un Slytherin en primer lugar, y no había de qué asombrarse. Curioso que hubiera de ser el profesor de Pociones, y no Juno Gashen, la Jefa de la Casa de la Serpiente, quién defendiera a Snape. Pero entonces, ella y su espía nunca se habían llevado bien. Paradójicamente, a pesar de su ambición Snape nunca había encajado del todo en su Casa.
Dumbledore no había podido entenderlo: en aquel entonces había pensado que Snape era una perfecta recolección de las características básicas de un Slytherin. Si bien ahora ya no estaba tan seguro.
Snape había vuelto portando la marca de Voldemort, demostrando con su renuncia un coraje digno de un Gryffindor. Pero lo único que había averiguado de él en esa azarosa ocasión es que el joven no quería seguir viviendo, obligándose a ello en su deseo de acallar la enorme culpa que sentía. El desencadenante había sido la muerte de sus padres. Él le había dicho que era un monstruo, y que estar con Voldemort sólo agudizaba esa realidad en él.
Pero ya está. Ahí se acababan sus conocimientos objetivos sobre Severus Snape.
Albus Dumbledore se sintió desolado. Insistió ver al joven dormido, y tras permanecer un rato allí, mirando la oscura forma reposar pacíficamente en la cama, se despidió y regresó a la Escuela.
Los días que siguieron fueron tranquilos y brumosos para Severus. El Señor Oscuro no le había llamado aún, lo cual le creaba alivio y ansiedad. Pero pretendía vivir al día, y no pensar en el futuro.
Él se encontraba mejor, eso era un hecho. La aurora Figgs le había prohibido salir de la casa, pero tenía libre acceso a todas sus dependencias y al jardín trasero. Por ahora esto le era suficiente. También podía usar una lechuza pequeña y blanca con pintas grises llamada Arwen, y con su ayuda procedió a arreglar sus asuntos pendientes.
Le habían despedido del trabajo. Esto no le sorprendió demasiado, su jefa Thachers ya le tenía ganas; pero le entristeció no poder ver al señor Asthur. Le escribió en privado, y éste le invitó a su casa. Severus guardó la carta, y decidió hablar con su guardiana más tarde. Realmente le apetecía reencontrar a su antiguo superior y, por que no reconocerlo, "amigo".
Asthur también le contó que había arreglado las condiciones de su despido, y que el sueldo restante de su contrato ya estaba ingresado en su cuenta de Gringotts. Eso era un respiro, al menos podría pagar el resto del alquiler del semisótano que tenía pactado. Luego ya vería donde iría.
No le apetecía la idea de regresar allí. Su "casa" olía a tiempos duros y oscuros, a la muerte de sus padres, a Rosier.
Severus no quería pensar en Rosier, ni en Lucius, ni en lo que había pasado; ni en lo que más bien *no* recordaba que hubiera pasado. Ocupó su mente en trastear con los inventos muggles de la casa, y estudiar para el examen de Maestro en Pociones; el quince de octubre era la siguiente convocatoria. La aurora Figgs y Dumbledore le habían animado a ello, y le habían llevado todos sus libros, y alguno más que el Director mismo poseía.
Severus se permitió soñar, y pensar que aprobaría el examen. Voldemort sería derrotado mientras tanto, y él podría entrar en un verdadero laboratorio, como Sprinkyfiels o Kinons, y desarrollar pócimas milagrosas... Sí, se lo rifarían. Él haría mucho bien al mundo, y nadie recordaría que una vez, cuando era joven, muy, muy joven, manchó sus manos de sangre. El slytherin suspiró, y se obligó a volver a sus estudios.
Arabella le observaba en silencio.
Habían sido ya más de semana y media desde que le encontrara desmayado y medio muerto, y el chico había recuperado todo su vigor. Realmente su rápida recuperación era sorprendente, aunque no tanto si se consideraba el pulso de su magia, fuerte y nítido. Impresionante. El muchacho tenía un enorme poder en sí, uno lo suficientemente grande para realizar magia sin varita, aunque de manera esporádica.
Era una pena que sus frágiles emociones le impidieran desarrollar de manera plena su potencial. Era como si se reprimiera a sí mismo, aunque posiblemente aquello tenía que ver mucho con su baja autoestima. A menudo, a los niños sometidos a un ambiente familiar estresante o roto les costaba más desarrollar su magia, y contener sus fluctuaciones. Una magia poderosa como la de Snape no podía ser ocultada, pero sí contenida en vaivenes.
El único campo en el que el joven soltaba todo su potencial era en Pociones. Seguramente pensaba que puesto que en esa materia su padre había destacado, era propio de él hacer lo mismo. Sí, César Snape había sido un prodigio en Pócimas y Alquimia, y junto a su esposa había desarrollado proyectos interesantísimos como la poción Matalobos, o el elixir somnífero de la Muerte en Vida. Arabella no dudaba que su hijo estaría a la altura de proyectos semejantes, pero sospechaba que Snape igualmente podía resaltar en el resto de los campos, si él mismo se lo permitía.
Quizás debería hablar a Abus sobre esto, aunque no estaba segura de el viejo mago fuera el más adecuado para razonar con Snape.
El Director había tomado por costumbre aparecer tras la cena cada uno o dos días, y solía traer regalos y las divertidas anécdotas de la Escuela. Sin embargo, Snape era frío con él. Parecía... resentido. No es que ella pudiera recriminárselo, y Albus desde luego no lo hacía, pero la apenaba ver a su amigo sufrir. Aún no le habían interrogado. Ella y Albus habían decidido que Severus estaba lo suficientemente recuperado para afrontar sus memorias, pero por alguna razón ninguna noche parecía la adecuada.
Arabella sabía que tenían miedo. Miedo de que Snape no pudiera soportarlo, y miedo de que les culpara por lo ocurrido. Era irracional creer que ellos eran los únicos culpables de aquella semana maldita, pero no podían denegar su participación en la calamitosa secuencia de eventos.
Aún recordaba cuando había llegado la carta de su amigo de San Mungo.
Sangre de Unicornio.
La extraña sustancia encontrada en la sangre de Snape era una cantidad ínfima y muy degradada de sangre de Unicornio. La sangre tan pura que condena a la vida a aquellos que la toman, aunque sea ésta una vida maldita. Por suerte la contaminación era tan escasa y modificada –su amigo decía no haber visto nunca nada igual- que sus efectos habían sido muy leves, y el propio organismo de Snape la había descompuesto y eliminado antes de que pudiera verse maldito.
Albus y ella habían hablado largo y tendido sobre el asunto. La "infección" se había localizado en los intestinos del joven, así que las heridas producidas en la penetración debían haber sido la vía de transmisión. Ahora quedaba el tema del agresor: fuese quien fuese, llevaba sangre de Unicornio en sus venas e inmiscuido en su semen. Un ser maldito, con una vida maldita, ya no totalmente humano... Aún temblaba al pensarlo. Y más cuando recordaba las sospechas de Albus.
Que ese ser fuera... Voldemort.
El mero pensamiento era espantoso. Con razón temían que Severus les odiara por devolverle a semejante monstruo. Y Albus sentía aún más fuertemente que ella, aunque lo escondiera bien tras su imagen de mago chiflado y alegre.
"Albus el embaucador", ella le había llamado durante sus primeros años de amistad. Terrible que semejante listo truhán estuviera en Gryffindor. Pero entonces, nadie poseía exclusivamente las características de una sola de las casas. Era ingenuo pensar así, aunque a los niños les costara creerlo. Y ella y Albus tenían ya muchos años a su espalda. Años suficientes para encarar esta pesadilla.
Será esta noche, decidió. Esta noche confrontarían a Severus.
Ocurrió durante la cena. Ambos comían en silencio, distraídos por las imágenes del televisor. Actualmente Severus demostraba un genuino interés por los inventos muggles, y aunque *por supuesto* no lo reconocería, le gustaba la música muggle. La mini cadena del salón había sido el primer aparato que había aprendido a dominar con una velocidad sorprendente, y ya había escuchado la mitad de su colección de cds de jazz y soul. Los Beatles también le atraían. A veces le oía cantando por lo bajo Yesterday, o Eleanor Rigby y su gente solitaria. Una pena que no lo hiciera en alto, el chico tenía una voz profunda y preciosa.
Ahora tenía la mirada prendida en los videos musicales del canal Music; actualmente visionaba uno bastante raro de un muggle esperpéntico con ojos de colores llamado David Bowie.
Y entonces llegó la lechuza.
Era un animal pequeño de color pardo, que revoloteó nervioso sobre la mesa antes de dejar caer una carta encima del plato del joven. La lechuza no parecía dispuesta a aterrizar con el suelo infestado de gatos, así que Arabella la tomó en su regazo para tranquilizarla. Mientras, Severus miraba el sobre encima de su pastel de pescado, absolutamente inexpresivo. Lo tomó entre sus dedos con cuidado, leyendo por quinta vez el remitente.
"Micaela Rosier, de la Familia Rosier."
Micaela Rosier. La hermana pequeña de Evan Rosier. Su hermanita Ravenclaw. Su hermana de piel blanca, bucles de cabello denso y oscuro, y ojos marinos, si bien más claros que los de su hermano.
La menuda y elegante Micaela Rosier.
Luchando por no mostrar en su rostro la tormenta de emociones desencadenada en su interior, abrió el sobre.
Era la misiva del funeral.
Era extraordinario que éste no se hubiera celebrado aún, habían pasado dos semanas desde el fallecimiento. Pero entonces, como mortífago, el cuerpo habría sido retenido para la investigación sobre Moody.
Severus ya sabía que el auror había sobrevivido, aunque para siempre marcado. Él no sentía nada al respecto. Le asustaba un poco su falta de emociones, pero Severus Snape era ese monstruo insensible. Sólo cabía aceptarlo.
El joven volvió a releer la carta. Retrasar el funeral hasta ese momento era beneficioso para ambas partes. Para los Rosier, porque ahogaba la negativa repercusión publica de que su heredero era un seguidor de Quién-Tú-Sabes, pasado el primer clamor. Y para el Ministerio, porque cuanto más descompuesto estuviese el cadáver –y ellos se asegurarían de que así era, mayor era el golpe al orgullo de la familia, que no podría tener un velatorio adecuado. Era transmitir un mensaje: los mortífagos no serán tratados con dignidad.
Y al final, por pura coincidencia, también le permitía a él estar lo suficientemente recuperado para ir.
El entierro era el día siguiente, a las nueve de la mañana.
Severus se preguntó porque le habían ofrecido una invitación, aunque fuese de última hora. Con Rosier no había tenido más contacto después de Hogwarts, si se exceptuaban sus impersonales reuniones como mortífagos y los últimos días de su vida. Pero su familia no podía haber averiguado que estaba en su compañía... Por otro lado, él había estado inconsciente casi un día entero, y entonces ese fatídico miércoles había huido de su propia casa dejando a Rosier atrás. No le había visto hasta un par de horas después, en la mansión Malfoy.
En ese tiempo Rosier podía haber hecho lo que le viniera en gana.
Al final, sólo lo averiguaría si iba allí. Levantó la mirada para encarar a su "guardiana"; Arabella le miraba con fingida calma.
Severus se tragó su repentino nerviosismo, y le ofreció la carta. Minutos después, cuando estaba seguro de que ella la había leído un par de veces, dijo con voz clara y firme:
-Quiero ir.
Arabella levantó la vista, ocultando su sobresalto. Había reconocido el apellido Rosier, era uno de los dos mortífagos muertos en el atentado contra Moody.
-¿Por qué? –A Snape no le vendría nada bien ser asociado públicamente con los partidarios del Señor Oscuro. Arabella sabía que habría aurores encubiertos observando y fichando a todos los presentes.
-Éramos compañeros en Hogwarts. –contestó con voz lacónica. Y está muerto porque Voldemort necesitaba un traidor, y en el momento aún no me había encontrado. Y además tuve un flechazo por él hace dos semanas. Suerte que no me correspondió, pensó con crueldad hacía sí mismo.
-No es bueno que te dejes ver por ahí. Este... Rosier murió en el ataque al auror Moody.
-Lo sé.
-¿Cómo lo sabes?
-Yo estuve allí.
Se hizo un silencio en la cocina. Arabella ya lo había supuesto por sus heridas, pero ahora tenía la confirmación. Era desconcertante ver su expresión calmada.
Ese fue el momento que eligió Dumbledore para aparecerse. El mago les saludó con su habitual buen humor, pero sus ojos se oscurecieron al percibir la tensión. Arabella le ofreció la carta sin mediar palabra. Albus se ajustó sus gafas de media luna tras leerla.
-¿Y bien?
-Voy a ir. –contestó Severus desafiante.
El Director le observó por unos instantes con su penetrante mirada, antes de depositar de nuevo el pergamino en la mesa.
-Muy bien. –replicó suavemente.
-¡Albus! No es adecuado que...
-Es su decisión, Arabella, no la mía.
Por supuesto. Por supuesto que era su decisión, pero...
-Moody seguro que irá, aunque no tenga invitación.
-Entonces quizás podría ir yo también y saludarle...
-¡No!-exclamó de pronto Snape, levantándose súbitamente. –Nada de perros guardianes.-susurró con voz sedosa y una mirada destinada a petrificarles en el sitio.
Albus se sirvió una taza de té, inmune.
-Ir o no, Severus, es mi decisión; no la tuya.
El Slytherin le miró con ojos muy abiertos. –No permitiré que...
-¡Oh, vamos, vamos! Severus, cálmate. Albus no irá, mañana tiene una reunión con el Ministro por la mañana.
Dumbledore la miró con expresión herida.
-Arabella, ¡has fisgoneado en mis asuntos!
Pero la mujer le ignoró para centrarse de nuevo en el Slytherin.
-Severus... ¿Por qué sientes esta necesidad de ir? Si Rosier era un simple compañero...
El joven guardó silencio, sopesando hasta donde podría decir.
-Éramos amigos. -No exactamente la verdad, pero adecuado para sus fines.
-Hummm... Creo recordar que Rosier era también tu compañero de dormitorio, ¿me equivoco?
Severus asintió, asombrado porque el Director supiera semejante información.
-Y entonces, su hermana Micaela era una muchacha encantadora de Ravenclaw...
Arabella suspiró, dándose por vencida. Si Albus iba a apoyarle, entonces no había nada que hacer.
-¿Volverás aquí tras el entierro?
Severus asintió rápidamente. Se sentía molesto por el escrutinio al que estaba siendo sometido, escuchando a ambos magos opinar sobre *sus* asuntos tan libremente. Tomando la carta se excusó, y se marchó sin cenar a su dormitorio.
Arabella le observó ir con otro suspiro.
-Y esta noche era nuestra "noche triunfal"...
Albus apoyó las manos en sus hombros.
-Relájate... Severus no es un chico que confíe con facilidad... No está acostumbrado a contar sus problemas. Tarde o temprano averiguaremos que sucedió.
-Bien, antes de que llegaras admitió que había estado en el ataque contra Moody.
-Entonces, sólo espero que éste no le reconozca... Alastor está inusualmente agresivo.
-Todos en el Ministerio lo están. Suerte mañana en tu reunión.
Aquella noche Severus soñó con la boda de Lucius. Se despertó al amanecer, sobresaltado, cuando Narcisa le tiró una copa de vino que inesperadamente comenzó a corroer sus ropajes.
El joven se levantó silencioso, tan sólo despertando a Légolas, el gato que había decidido tomarle como su colchón particular. El felino se acurrucó de nuevo entre las sábanas, y Severus gastó un par de minutos acariciando el suave pelaje negro.
Después se acercó a mirar por la ventana, donde los muggles comenzaban su rutinaria ida al trabajo. Severus les envidió un poco: a él también le gustaría volver al laboratorio.
Tomó un largo y agradable baño, y después bajó a preparar el desayuno. Era un día como cualquier otro, y sin embargo se sentía crucial. Hoy saldría de esa casa por primera vez desde La Semana.
La había bautizado así, en mayúsculas, por todo lo que representaba. Ya tenía otros momentos resaltados de igual manera en su calendario: El Incidente con Lupin, o La Confesión; la de su madre a él respecto a su hermano o la de él mismo a Dumbledore. Aquellos dos momentos eran para él uno mismo expandido en el tiempo.
Y ahora estaba La Semana.
Aquellos días habían destruido su cuidada nueva personalidad, sus promesas, sus ideas. En aquella semana había visto lo mejor y lo peor de ambos lados, había estado entre la vida y la muerte un día tras otro, y había encontrado un precario equilibrio con el monstruo en su interior. Ya le era imposible negar su existencia, creer que podría domarlo.
Había sido una semana de claroscuros.
En ella había momentos brillantes, tan potentes y nítidos que dolía rememorarlos: desde la masacre en Yorkmile a su confesión a Evan Rosier, o la muerte de éste tras el ataque a Moody. Otros parecían apagados; sucesos de los que no tenía una recolección clara o que parecían haberse esfumado de su memoria. De estos sólo tenía pistas, consecuencias. La cicatriz en su muñeca, o... los moratones y el dolor en su trasero.
Quizás hoy obtuviera alguna respuesta al respecto.
Estaba friendo el beicon cuando la aurora llegó. Parecía cansada: había marcas oscuras bajo sus ojos, y Severus dedujo que no había dormido bien. Minutos después sirvió el desayuno. Él a menudo cocinaba, se le daba bien y le relajaba.
Ambos comieron en silencio, escuchando la radio que anunciaba eventos muggles que no entendían. Entonces la mujer puso un anillo plateado sobre la mesa.
Severus lo reconoció: era el de la otra vez, y funcionaba como un traslador al lugar donde ella estuviese.
-He cambiado el hechizo-comentó Arabella como leyendo su pensamiento. –Te traerá de vuelta a casa, esté yo o no.
-Bien. –Severus lo guardó en el bolsillo de su pantalón.
-Para marchar deberás usar este otro traslador. –dijo depositando una pluma blanca sobre la mesa. –Te llevará al callejón Diagon si la tocas exactamente a las ocho y media. Después puedes tirarla a la basura, no volverá a funcionar.
-Bien-repitió.
-Severus... –La anciana tomó otro sorbo de su taza, mirándole después fijamente a los ojos. –No quiero que pienses que no confío en ti..., no permitiéndote aparecerte. No es eso. En quién no confío es... en toda esa gente que vas a encontrar en el entierro, ¿entiendes? Habrá mortífagos y también aurores, y no quiero que ninguno de los dos tenga la oportunidad de seguirte hasta aquí. Seguir la estela de una desaparición es fácil, con el entrenamiento adecuado.
Severus asintió, *él* sabía rastrear una desaparición.
-Ten cuidado.
El joven miró de nuevo a Figgs, y se sorprendió al encontrar en ella una genuina preocupación. La mujer había hecho mucho por él, sin tener ningún motivo para ello. Se las arregló para sonreír levemente.
-Así haré.
La mujer sonrió a su vez. –Date prisa entonces, son casi las ocho. Yo recogeré esto.
Severus obedeció y volvió a su dormitorio, vistiéndose con la única túnica de mago que Arabella le había dado más o menos de su talla. Era sencilla y plana, de color negro, pero de tejido suave y cálido. Le gustaba. Después abrió el armario, y tomó la capa de Lucius.
La prenda había estado allí todo el tiempo, guardada en la protegida oscuridad del armario, y al sacarla una oleada de aroma a sándalo y al rubio slytherin le abrumó. Parecía que era ayer cuando se había despertado desnudo y envuelto en ella. El forro interior aún mostraba manchas de sangre, *su* sangre. Sus largos dedos recorrieron el bordado dorado con las iniciales de su amante... Y entonces Severus se preguntó si debía llamar a Lucius así.
Un amante es "alguien que ama", y Lucius... bien, él no diría que su trato abusivo era "amor". No estaba seguro, porque no tenía con quién comparar; y además, algunas veces..., las últimas veces, como la última vez que se habían besado, o la última que él recordase, bien... él, Lucius... había parecido... Pero no, no; eso no era amor, no podía ser amor...
Recuerdos del dolor en su bajo vientre le asaltaron con un claridad que le hizo doblarse, sintiendo sus ojos arder.
No, *eso* no era amor.
Con cuerpo tembloroso se echó la capa sobre los hombros, guardando la misiva del entierro en uno de sus bolsillos.
A las ocho y media, tras despedirse de Arabella Figgs con una leve inclinación de cabeza, se trasladó al callejón Diagon. Y un segundo después, se desvaneció hacia su destino final.
El cementerio San Paul Sorcerer se escondía en el valle del río Tees, muy cerca de su nacimiento en la espina montañosa que divide Inglaterra, la Cadena Penina.
Montañas onduladas cubiertas de prado verde y vegetación arbórea alojaban una vasta extensión de tumbas y mausoleos, la más antigua de la isla junto al cementerio de Salisbury. Por supuesto, los ojos mugles no podían verlas; el propio lugar ocultaba el descanso de sus moradores transformando las tumbas en piedras, los mausoleos familiares en árboles frondosos, las ofrendas de flores en racimos silvestres.
En aquella hora temprana el ambiente estaba cargado de húmeda neblina, y oscuros nubarrones teñían el bello paisaje con una sombra azulada e irreal.
Figuras enlutadas como espectros aparecieron entre los jirones blancos que cubrían la hierba esmeralda, reuniéndose alrededor de una extensión vacía bajo la sombra de un enorme haya. La magia vieja del lugar danzó alrededor de los congregados, dándoles la bienvenida. Traían un cuerpo más a su hambriento lecho.
Un mago que portaba una banda morada sobre su túnica negra se adelantó al resto, mientras que con su varita depositaba el cadáver envuelto en seda sobre la hierba mojada. El hechicero empezó así su homilía por Evan Rosier.
Severus Snape estaba un tanto apartado, observando el tradicional rito de despedida que trataba de asegurar el descanso del difunto.
Se decía que los difuntos se transformaban en fantasmas cuando sus asuntos habían quedado inconclusos; o lazos de sangre, corazón o venganza les ataban a la tierra.
Severus deseaba fervientemente que Evan creyera sus andanzas acabadas, y se permitiera hacer el viaje eterno. Rezó en silencio por ello.
La calma entre los presentes era conmovedora. No se oían llantos ni murmullos; su familia estaba extraordinariamente quieta. Severus creyó reconocer a Micaela Rosier detrás de un grueso velo bordado, con los ojos cerrados y los labios presionados en una seca línea.
Lo cierto es que eran pocos los presentes, si se tenía en cuenta el abolengo de la familia. La tradición exigía invitar hasta cinco generaciones de familiares, y entre estos debía haber magos y brujas de la más alta aristocracia.
Pero por supuesto, no habían querido mostrarse y unir su nombre al de un *mortífago*; aún siendo la mitad partidarios del Señor Oscuro. Para ellos Rosier había sido tan sólo un despreciable traidor.
La escasez de gente y ánimos propició una ceremonia breve. Muy pronto estaban introduciendo el cadáver en su féretro, y hundiendo éste en la tierra.
Severus miró vagamente a su alrededor, al paisaje bellísimo que comenzaba a iluminarse por el tibio sol. Sentía una melancolía extraña, apática. Aunque en realidad no había abandonado ese estado desde La Semana. Severus suponía que debía sentir pena, rabia, algo; todo menos ese vacío anidado en su pecho. ¿Volvería a sentir algún día?
¿Qué había ido a hacer allí?
Uno tras otro los presentes expresaron sus condolencias a la familia, para desaparecerse después. Severus se abrazó en su túnica, y se acercó a la hermana de Rosier.
Ésta estaba de pie, erguida y silenciosa como una estatua, contestando con inclinaciones de cabeza las palabras dirigidas a ella. Severus esperó a que sus interlocutores la dejasen para acercarse.
-¿Señorita Rosier?
La joven le miró durante unos instantes, sin reconocerle.
-Señor...
-Snape. Severus Snape. Era compañero de tu hermano en Hogwarts.-¿Me recuerdas?, quería añadir.
-Snape... –En los ojos de ella se hizo la conciencia. Sus siguientes palabras no eran, sin embargo, las esperadas por Severus. –Tú fuiste con quién estuvo mi hermano, antes... Antes de morir.
Los ojos de Severus se agrandaron un instante por la sorpresa y el pánico, pero al segundo siguiente recuperó su expresión guardada. ¿Cómo sabría ella...?
-Ah..., sí.-musitó.
-Mi hermano me dijo... –prosiguió como si no le hubiera oído- ... antes de la tarde en la que mi padre le expulsó de casa, que si eso llegara a sucederle, intentaría contar con su ayuda. Por eso buscó su dirección en la agenda de Malfoy. ¡Si él hubiera sabido...!
La cabeza de Severus comenzó a dar vueltas. ¿Rosier había buscado *expresamente* su dirección...? Pero Rosier anotó la de todos, no sólo la suya...
Micaela sonrió con tristeza, perdiendo su vista en la tumba reciente de su hermano. –Él me dijo que de todos sus compañeros, usted era el que con más probabilidad le acogería sin hacer preguntas. Quiero darle las gracias por ello.
Severus no sabía que decir. Asintió con lentitud.
-Yo... –prosiguió la joven con inexplicable nerviosismo.-Quería darle las gracias antes, para hablar, ya sabe...-miró a ambos lados temerosa- Y fui a su apartamento en... el callejón Knockturn, pero ya estaba todo revuelto, no fui yo, ¡se lo juro!
-¿Qué...? –replicó Severus sin entender.
-Su apartamento... ¿no regresó allí? Estaba abierto, y... bien... Lo habían registrado. O robado. No lo sé.
Severus palideció. ¿Habían entrado en su semisótano? Pero no había nada valioso, ¿qué podían haber estado buscando...? Quizás... ¿*a él*...?
-Bien, siento darle estas nuevas, yo... Veo que mi lechuza por lo menos le encontró, eso es suficiente para mí. Intentaré contactar con usted más tarde, ¿le parece bien, señor Snape?-le preguntó con evidente prisa.
-Sí...
Y con eso Micaela marchó con determinación hacia sus padres.
Severus se quedó por un momento inmóvil, paralizado por la información que acababa de recibir y confuso por la repentina huida de la Ravenclaw.
Y entonces entendió su marcha. Una figura encapuchada se acercó a él a grandes pasos, pero Severus reconoció el andar determinado y el cuerpo corpulento. Aún lo veía en sus pesadillas, y su duda se disipó cuando estuvo lo suficiente cerca para ver su cara.
Alastor Moody. Con un ojo mágico, celeste y despiadado, sobresaliendo respecto a su compañero bajo la sombra de la capucha.
Severus sintió sus entrañas helarse. Ahí estaba el auror que hacia dos semanas había intentado asesinar.
Moody miró la lista que sostenía en su mano, y luego le miró a él.
-Tú nombre, muchacho.
-El suyo primero, si me permite –respondió Severus con la voz fría y sibilante. Por supuesto sabía perfectamente quién era, pero al infierno si creía que le iba a intimidar con esas maneras. Y también, añadió su cabeza, un chico bueno como él no tenía porqué conocerle, ¿verdad?
Moody le miró fijamente, con el ojo mágico clavado en su cara girando de manera enervante.
-Soy Alastor Moody, auror, primera clase del Ministerio. Dime tu nombre.
-Severus Snape -contestó éste con el rostro impasible.
Alastor le miró unos segundos más, antes de chequear la lista. Debían en ella figurar los invitados al entierro. Severus controló la urgencia de entornar los párpados: cierto que Figgs le había advertido que habría aurores, ¡pero por Merlín que no pensó que fueran tan descarados!
-Snape. ¿Qué relación tenías con el difunto?-preguntó volviéndole a mirar.
Vaya, pensó Severus con rabia, ¿esto es un interrogatorio?
-Era compañero suyo.
-¿En Hogwarts?
-Sí.
-¿De qué casa?
-Slytherin.
-Ah...
Severus enarcó una ceja ante la sutil exclamación de desprecio.
-No se ven muchos *compañeros* del difunto Rosier por aquí... ¿no crees, Snape? ¿Por qué estás tú aquí...?
-No tenía nada mejor que hacer.
Moody le miró agudamente.
-¿Sin trabajo, eh, Snape?
-Sí-asintió éste entre dientes.
-Entonces, chico, quizás deberías decidir mejor que hacer con tu tiempo libre. Tu... compañero... no empleaba el suyo muy hábilmente. Aunque ahora tiene todo el tiempo del mundo...
Bastardo, escupió Severus para sí.
-Sí ha acabado ya, señor Moody, he de empezar a emplear mi tiempo en otro lugar-susurró con sarcasmo, y comenzó a girarse.
-¡Espera, Snape!
Severus le miró de nuevo, el fastidio ya evidente en su cara.
-Tu voz... es muy peculiar..., sedosa... ¿Perteneces a algún grupo de música? Me parece... haberla oído antes.
Severus temió que se oyeran los latidos de su corazón por todo el valle. Seguramente no iba a reconocerle por la voz... ¡apenas había ejecutado un par de hechizos en su presencia aquella noche!
-No. –contestó con fingida calma- Encantado de conocerle, señor Moody.
Y asintiendo brevemente se dio media vuelta y comenzó a andar en sentido contrario al auror. Severus podía percibirle detrás de él, abriendo agujeros en su espalda con ese maldito ojo.
Caminó hacía una loma verde, donde los pocos familiares presentes se habían reunido. Desde la lejanía se despidió de Micaela Rosier, parapetada detrás de sus padres, con un gesto de cabeza; y entonces se detuvo indeciso.
¿Qué podría hacer ahora? Estaba ansioso por alejarse de Moody, pero no deseaba regresar a su "hogar-prisión" en Surrey. Recordó entonces las palabras de la joven Ravenclaw acerca de su vivienda.
Abierta y registrada.
Aquello olía mal; olía a trampa. Peligroso, cierto. Pero entonces, él era un *mortífago*. Un mago poderoso. Uno que se había enfrentado a los mejores aurores y había sobrevivido. Uno que con su astucia engañaba diariamente al Brujo Oscuro cuyo nombre la sociedad temía pronunciar.
Severus necesitaba creer en sí mismo, en sus habilidades, en su propia fuerza. Necesitaba ese reto para recomponerse a sí mismo, y cierta furia vibraba aún en él. Furia al ver el desprecio de Moody, furia al ver que poca gente apreciaba a Rosier, furia hacia su propia debilidad.
Furia hacia quien hubiera entrado en *su* casa impunemente.
Sin pensárselo más, se desapareció al callejón Diagon.
La vieja puerta se abrió cuando Severus susurró "alohomora", y el joven se introdujo grácil en su oscuro semisótano. Sus pies revolotearon en la alfombra de pétalos rojos, que se elevaron con el remolino de su capa. El dulce aroma de las rosas invadió sus sentidos, y por un momento una lluvia carmesí cegó su mirada.
Severus revoloteó extasiado y boquiabierto por su humilde agujero, inundado por una marea de rosas, que intoxicaba el aire y cubría los múltiples desperfectos. Toda su vivienda había sido arrasada, y después sepultada bajo toneladas de flores mágicas, vibrantes, encantadas para no marchitarse.
El joven slytherin tomó un puñado entre sus manos, conmocionado. Micaela Rosier no le había advertido nada acerca de las flores, así que era lógico pensar que habían aparecido después. Pero ¿cómo? ¿Quién habría hecho algo semejante? ¿Para qué? A pesar de su amplia cultura, Severus no conocía ningún hechizo que sirviese para inundar habitaciones de pétalos fragantes e incorruptibles.
Pero aquello debía ser una maniobra de distracción... Sí, las rosas ocultaban las pruebas; las señales del rastreo al que había sido sometido su hogar en su ausencia, sepultándolas bajo su manto rojo.
Y además, se sentía... mareado... El perfume le embotaba... ¿quizás era tóxico? La marea de pétalos parecía ondear ante sus ojos...
Lentamente, Severus Snape cerró los ojos y se desplomó sobre el lecho de rosas, la capa negra enmarcando su silueta como estampada en sangre.
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Ahhh, pobre Sev, siempre acabo los caps con él durmiendo o desmayado. XD
Bueno, ¿pues qué es todo esto? ¿Quién ha entrado en casa de Sev y la ha llenado de rosas envenenadas, y por qué? ¿Qué papel futuro tendrán Micaela, y arggg, Ojoloco Moody, que ya tiene su ojo mágico pero os recuerdo, aún no está cojo? ¿hablarán Arabella y Albus con Severus de una vez, así que todas las partes puedan enterarse de toooooda la información?
¿¿¿¿Y dónde está Lucius??????????? Bueno, palabra de Gryffindor que en el próximo cap será protagonista, y sí, ese encuentro entre Severus y él *sucederá*.
Y para final de la escena "in roses" he hecho un dibujo!!!! Está en esta dirección:
Aclarar también que la idea de Sev enfermando por causa de la sangre de unicornio que toma Voldie no es mía, ejem, sino que aparece en un fic maravilloso llamado "Falling further in", que está en mi página de favoritos.
Ahhh, y este cap se lo dedico a Velia, por sus ánimos!!!
Y ahora por favor, DEJAD UN REVIEW!!!!!!!!!!!! Me animan muchísimo, de verdad! Los contesto ahora:
Maggie: eh, Lucius y Sev, unidos de nuevo... ahhh... eso en el próximo cap! ^_^
May Potter: Jis, jis, averiguaste que iban a descubrir que el violador de Sev era Voldie por lo de la sangre... ¡lo malo es que Severus *aún* no lo sabe!!! Y sí que es cierto que Lucius quiere a Sev... a mí también me da penita... *___*
Astartea: ¡Me alegro que te guste Arabella! Y sí, acertaste con lo de la escena que se hace esperar... ¬__¬ Por lo del final no te preocupes, a este ritmo aún le queda. Sólo lo dije porque ya lo tengo pensado, y creo que ya hemos pasado la mitad del fic. Pero aún hay historia, sí, para más de uno y de dos y tres caps...
Gi Potter: sí que es cierto que Lucius es un poco cobarde... pero las amenajas de Voldie no son para tomar a broma al estilo Gryff¡ndor!!!De todas maneras, va a tener su oportunidad para explicarse. Más o menos... (¡no puedo decir más!)
Nocrala: acertaste! Arabella se ha enterado de todo, pero Sev sigue sin recordar. Lo hará, pero ahhh.. ¿cuándo? Y sí que tiene que intentar a los Potter, eso será muuuuy pronto....
Andie: ¡siento haber tardado! Y encima aún no se sabe que hay entre Sev y Lucius, pero ya, *ya* lo sabrás. De verdad!
Sybill: Si Malfoy le contará todo a Sev se verá en el próxima cap... Si Sev se confesará a Arabella, pues... Y la escena cumbre, *creo*, ¿era cuando Sev se confesaba a Rosier? Bueno, esa idea fue con la que empecé a escribir todo esto... aunque ahora, ya no sé... Supongo que la escena cumbre del mes es su escena con Lucius... Yo había empezado esa relación como una de mutuo uso, y ya ves, se me han acabado enamorando. Y ahora hay una gran escena por desarrollarse. Sigh. Pobre Lucius, la prueba de que yo también me estoy encariñando con él es que empiezo a torturarle como a Sev... Y lo del final, ¡aún le queda! A este ritmo... ¡¡¡y siento no haberme leído tus fics! He visto las notificaciones ahora. ¡enseguida los leo!!! ^___^
Velia: bueno, eso de que Lucius iba a buscar a Sev a su casa es interesante... Ya verás. Y lo de los análisis, pues bingo. Penita que Sev no lo sepa aún. Si he pensado una forma para neutralizar el obliviate, y Severus recordará, lo importante es cómo y cuando... Lo de la Pelea con lucius me rindo... ¡La habrá! Y Voldie... ¡me encanta que no te hayas olvidado de él! Sí, Voldie sigue planeando, y ya verás lo que ha pensado para el pobre Sev... ¡¡Y muchas gracias de nuevo por tus halagos y tu mail!!!!
Sheyla Riddle: Si que Sev recordará que le pasó con Voldie... ¡el cuándo es secreto! Y pobre Lucius, sí, y pobre Albus... el director no sabe cómo actuar.
Kitiara: ¡gracias por tu comentario sobre mi forma de escribir! Sobre lo de Sev con mejores expectativas amorosas, ehhhh... En el próximo cap se verá...
Ruth: Espero que la historia te haya gustado hasta aquí. ¡Espero tus comentarios!
Nyaar: ¿Yo, más cruel que Fox???? ¡jamás se me ocurriría! Si puse esto como ansgt sólo para despistar! XD Pero me alegro de que te guste...Ahhh, espero que si que te diera ganas de escribir por que estoy *ansiosa* de ver como siguen tus fics, el The end..., el de Sev como director... ¿please?
Vanesa: OHHHHH! Eso de que mi fic es parte integral de tu vida me ha dejado en shock. ¡muchísima gracias! Es un pedazo de halago. Espero que esto al menos valga la pena!
