La larga mesa hecha de roble colorado se encontraba repleta de alimentos en el comedor de la gran mansión Hiragizawa. En uno de los extremos se encontraba la pequeña de cabellos rosados con un cubierto en cada mano ansiosa de deleitarse con todos los posibles platillos que se le ofrecían, mientras que del otro lado Eriol y Jan atendían con concentración las elecciones de la niña.

- señor Eriol - llamó la pequeña.

- Dime - contestó acercándose a la carta.

- Podría hacer que esa mujer se fuera - le murmuró al oído totalmente ofendida - no quiero que permanezca cerca de mí. me lastima - la mirada del joven pareció desenfocarse por un momento.

- ¿Te hace daño? - preguntó a lo que obtuvo un asentimiento de cabeza - muy bien, hablaré con ella - dijo con una sonrisa que permitió que la niña se relajara. El antiguo dueño de las cartas se encaminó en dirección de la joven gitana y le comentó lo que la pequeña le había dicho.

- ¿La lastimo? , ¿A qué se referirá con que le hago daño?

- Ella nació del amor de Sakura por Shaoran y quizás el hecho de verlos besándose le cree cierto tipo de contradicción en sus poderes.

- No fue mi intención que nos besáramos - Eriol bajó la mirada como si estuviese oyendo algo desagradable - todo fue muy confuso, el aire, los aromas, aquellos sentimientos.

- Será mejor que salgas a dar un paseo - la interrumpió de forma cortante - vuelve dentro de un par de horas, cuando la niña se halla calmado y tú estés más despejada - sonrió de forma fría y fingida para que no notase lo que realmente pensaba del asunto del beso.

- Tal vez sea lo mejor - Jan abandonó la residencia siguiendo el consejo de su amigo, pero se negó a olvidar lo que había sucedido.

Eriol retornó al lado de la carta LOVE y sonrió al ver el gesto de desagrado de la misma cuando probaba algunas verduras. Con increíble rapidez comenzaba a comportarse como cualquier niño común de 8 o 9 años.

- ¿por qué no se lo dices? - dijo dirigiéndose a Hiragizawa mientras tomaba un gran pastel de chocolate con sus manitos y dibujaba una amplia sonrisa en su rostro.

- ¿decirle qué a quién? - la niña lo miró unos segundos y sonrió de forma juguetona, justo como él solía hacerlo cuando se percataba de algo antes que los demás.

- ¿No lo sabes? - la Card comenzó a reír en gran medida mientras lo miraba de forma extraña, pero aun cuando el joven le suplicó que le dijese de qué se reía ella se negó a confesar lo que había descubierto.
Shaoran había regresado a su departamento (ahora mucho más arreglado sobre todo después del incidente) y Mei Ling se había ofrecido para vivir con él mientras permanecía en aquella ciudad; de esta manera no estaría tan solo y podría ocuparse enteramente de las Card sin preocuparse por cosas triviales como la limpieza y la cocina.

- ¿entonces no piensas decirme lo que sucedió en la casa de Eriol? - dijo algo ofendida su prima.

- No tiene importancia - respondió algo molesto y avergonzado.

- Debe tenerla si es que tuviste que dejar a la pequeña a cuidados de esa joven - siguió diciendo mientras cruzaba los brazos.

Shaoran se puso de pie y salió del lugar azotando la puerta al salir lo que sorprendió a Mei Ling pues no creía haber dicho algo que pudiese molestar a su primo.

- Sakura - murmuró el joven recostado en una de las paredes de las vacías calles de la ciudad mientras recordaba aquellos ojos verdes y aquel rostro sereno, aun podía recordarla y dentro suyo aun sentía el ardiente amor que le tenía.

- ¿Piensas en ella? - las palabras de Jan sobresaltaron al joven que no había notado cuando ella se acercaba por el oscuro camino.

- ¿Estabas leyendo mi mente? - dijo poniéndose a la defensiva a lo que la aludida solo pudo encogerse de hombros y decir:

- no, pero es evidente que pensabas en ella porque tus ojos brillaban con más fuerza y tus labios estaban sonriendo - se acercó unos pasos con suma lentitud.

- Lo que sucedió en tu cuarto - comenzó a decir Lee pero ella lo interrumpió agregando.

- Fue un error - sonrió con algo de tristeza - tal vez el poder de la carta se expandió por la habitación y eso motivó que sucediese - ahora ella se encontraba recostada a su lado, pero ninguno se atrevía a mirarse de frente.

- Me alegro que se halla aclarado todo este asunto - se incorporó y metiendo las manos en los bolsillos del pantalón se marchó despidiéndose de forma rápida.

- Sí, yo también me alegro - contestó cuando el joven ya se había marchado mientras Jan escondía la mirada en el suelo para impedir que una que otra lágrima aflorara.

Touya despertó a mitad de la noche abrumado por la presencia que sentía en su propia casa.

Se levantó con cautela, algo tembloroso y muy agitado. Hacía tiempo que no sentía esa clase de presencias en su casa, y el que volviese a hacerlo lo preocupaba en demasía. Tomó el picaporte de la puerta y respiró hondo un par de veces antes de decidir hacerlo girar. El sonido de la cerradura destrabándose resonó en el silencioso lugar, y el crujir de la entrada mientras se abría con lentitud acompañó el sonoro latir del corazón del abogado, gotas de sudor se le resbalaban por las sienes. Cuando la abertura era suficientemente grande como para espiar por ella, el joven tomó coraje, se inclinó lentamente y ..

- AAAAAAAAHHHHHHHHH - gritó espantado mientras caía hacia atrás .

- AAAAAAAAHHHHHHHHH - respondió con el mismo grito de susto la presencia que levitaba en el aire.

- ¿mo, mons, monstruo? - tartamudeó aun con el corazón latiéndole con fuerza debido al gran susto que había recibido.

- Hermano, ¡no me llames monstruo! - dijo una joven con grandes y hermosas alas blancas que le ayudaban a levitar en el aire, algo disgustada por el susto que había recibido.

- ¡¿CÓMO SE TE OCURRE ASUSTARME DE ESA MANERA?!, que tú estés muerta no significa que tengas que matar del susto a todos los que conoces - gruño como de costumbre, realmente le encantaba pelear una vez más con su pequeña hermanita. ¿Quién diría que podría llegar a extrañar tanto aquellas peleas?.

- ¡hermano! - dijo entre dientes - tú eres el que casi me mata del susto, si no fuese porque ya estoy muerta - una gota se deslizó por la nuca de su hermano

- ¿Qué haces aquí? - Touya se puso de pie y se sentó en la cama mientras seguía hablando con su hermana.

- He venido a resolver algunas cosas - su voz sonaba triste y sus ojos lo corroboraban - al parecer todos han detenido sus vidas desde que me marché y ni mamá, ni yo queremos que eso pase.

- ¿mamá?, ¿has estado con ella? - su rostro abandonó aquella expresión fría dejando en su lugar una más humana.

Sakura asintió con un movimiento de cabeza y prosiguió.

- Necesito que me ayudes en esto. - algo pareció desviar la atención de la joven obligándola a dejar de hablar - será mejor que regrese en otro momento.

- ¿No puedes quedarte un tiempo más? - preguntó con dulzura deseando pasar solo unos minutos más con ella.

- Volveré mañana por la noche - sonrió mientras se desvanecía.

- ¡Sakura! - gritó en vos baja. La presencia volvió a aparecer - yo,. yo. sólo quería decirte. - su hermana se acercó y lo besó en la mejilla.

- Lo sé - respondió sonriendo y volvió a desaparecer en el aire.

Touya aspiró profundamente y percibió el mismo aroma a flores que sentía cuando su madre lo visitaba. Aunque le costaba admitirlo, estaba muy feliz de ver a su hermana.
La niña mágica no había logrado dormir desde el incidente entre su dueño y la joven gitana, por lo que se entretenía paseando por el amplio jardín techado de Eriol, donde podía apreciar toda clase de flores exóticas, plantas, helechos y enredaderas. El lugar parecía un verdadero Edén, con un camino de piedras amplias y redondas que atravesaban todo el lugar de punta a punta; pasando por un sitio con bancos y sillas para comer, por hamacas donde sentarse y pequeños estanques donde quedarse a contemplar los cisnes. Por desgracia a esas horas de la noche aquellos elegantes animales no es encontraban nadando.

Un súbito sentimiento la sobrecogió, todo su cuerpo comenzó a brillar en una luz rosada que resaltaba entre la negrura del lugar. Sus ojitos se enternecieron y su corazón comenzó a latir con fuerza. La sentía cerca. muy cerca, por lo que comenzó a correr por el sendero de piedras intentando encontrar la presencia que la llamaba. Nunca aquel lugar se había vuelto más grande que en ese momento. la desesperación de volverla a perder o no poder hallarla atormentó la mente de la pequeña, lo que motivó a que dejase deslizar por sus mejillas una que otra lágrima.

Después de mucho correr se detuvo en seco.

Allí estaba. Sentada cerca de un rosal, con sus alas impecables y puras, con su sonrisa tierna y dulce, con un vestido rosado muy largo y elegante, con los hombros al descubierto y sus cabellos sueltos. Sus brazos se abrieron dándole la bienvenida, mientras una expresión de amor impulsaba a la carta a arrojarse a ellos.

- no quiero que llores - dijo Sakura mientras acariciaba la pequeña cabecita de la niña.

- ¿Por qué me abandonaste? - preguntó aun llorando en sus brazos.

- No, no lo he hecho - cerró los ojos y le habló con mucha calma - yo amé a todas mis cartas, incluyéndote; pero hay cosas que uno no puede controlar, además Shaoran cuida de ustedes ahora - la carta se separó de los brazos del fantasma y la miró con ojos enfadados.

- No quiero que él siga cuidándome, no respetó el sentimiento que tú tenías por él - una mano en su mejilla impidió que prosiguiera.

- Cierra los ojos - solicitó y la aludida lo hizo - ahora dime qué sientes en tu interior - la carta se concentró y respondió:

- No lo sé, no puedo explicarlo.

- Estás hecha de un sentimiento tan puro y fuerte que no puede ponerse en palabras, lo que tu sientes lo siente todo ser humano. Es algo que te llena, que te marea, confunde, sostiene y te deja caer al mismo tiempo, te da libertad y a la vez te ata con cadenas invisibles, toca tu alma y destruye el odio, quema desde adentro y alegra todo lo que toca. Shaoran tiene derecho a sentirse así de nuevo - los ojos de Sakura perdieron su calma y transmitieron tristeza - lo he visto llorar, y lo último que quiero es que pase toda una vida atado a un pasado que no volverá, y sé que tu también quieres verlo feliz ¿no es así?.

- ¿Entonces quieres que él te olvide? - preguntó preocupada.

- Sólo quiero que sea feliz, además se que tú no permitirás que me olvide - respondió sonriendo - tienes un gran poder en tu interior, no niegues al mundo el vivir sin él.

- ¡NO QUIERO QUE TE VALLAS! - gritó entre llantos y súplicas mientras intentaba aferrarse a un cuerpo ya intangible.

- Nunca me separaré de ti - el alma de Sakura se elevó en el aire, mientras la pequeña intentaba aferrarse a ella con todas sus fuerzas - te amo, por eso estás aquí - logró decir en despedida.

Eriol llegó corriendo unos segundos después, con el cabello alborotado y los lentes semi torcidos porque acababa de levantarse. Al parecer uno de los guardaespaldas había escuchado el llanto de la niña y por lo tanto se apresuró a notificarlo a su jefe.

Encontró a la carta sentada sobres sus talones con lágrimas en los ojos, mordiéndose el labio superior para no romper en llanto nuevamente y sus manitos apretando su vestido con fuerza con el puño cerrado. Todo su cuerpo seguía brillando en un halo de luz rosada por lo que no fue difícil localizarla. Pero en el aire había un perfume que llamó la atención del joven Hiraguizawa, un perfume suave y fresco, en nada comparado con el aroma a flores de su jardín; un perfume que transmitía magia y poder. un perfume que le provocaba el recuerdo de una vieja amiga.