Caso 3

El clima era agradable, según lo que se podía esperar en esos tiempos. Los jardínes eran iluminados por los rayos calientes del sol, y las flores dedicaban sus más dulces perfumes. El Bosque Prohibido no se veía tan peligroso y temido, sino que parecía estar de fiesta. Pero dentro del castillo de Hogwarts, todo ese espectáculo no se veía, dado a que las cortinas tapaban la luz que trataba de penetrar através de las ventanas. Y aunque unas ventanas no tuvieran cortinas, la luz no se mostraba para nada... había desaparecido.

En uno de los pasillos se oyeron pasos atorados, que corrían como desesperados. Parecían como si escaparan de alguien, o de algo. Pero en verdad no trataban de escapar, sino que al contrario, buscaban a alguien más, alguien que les ayudara.

La persona de los pasos se detuvo delante del retrato de una señora con un vestido de seda rosado, y gorda. La persona pronunció una palabra inentendible, y el retrato se movió, dejando paso libre al muchacho.

El humano entró, esperando encontrar el montón de gente sentado en los muebles, y con la cálida chimenea encendida. Pero lo que apareció delante de sus ojos era todo lo contrario: la sala estaba desierta, y la chimenea se encontraba apagada. Las cortinas estaban cerradas, y por más que se abrieran, ningún rayo de luz pasaría através de ellas.

- ¡Carajo! – exclamó el humano. De repente, la chimenea se encendió.

- ¿A quién buscas, Ron? – dijo una voz masculina, resonando desde la chimenea. Ronald Weasley frunció el ceño.

Al encenderse la luz de la chimenea, Ron pudo notar que la Sala Común de Gryffindor había cambiado del todo. Las mesas de estudio, los sillones y muebles alrededor de la chimenea, las varias decoraciones habían desaparecido por completo. Sólo una silla de madera se encontraba enfrente de la chimenea.

- ¡¿Quién eres?! – gritó Ron, sacando la varita de su bolsillo, y apuntándola contra el fuego ardiente, de donde provenía la voz. Ésta se oyó después desde el techo.

- Mi nombre no es lo importante. Lo que importa en verdad es el por qué estás aquí.

- ¡Eso no te incumbe! – gritó Ron de nuevo, empuñando aún más la varita mágica.

- No me incumbe, es cierto, pero yo sé que andas buscando gente. Andas buscando la luz... – la voz resonaba detrás de él, a veces cerca, a veces lejos. Ron frunció más el ceño.

- ¡Fuiste tú, a desaparecer la luz! ¡Y a cambiar la Sala Común! – Ron caminó lentamente hacia la chimenea, mirando por todos lados lo poco que el fuego podía iluminar. La voz se rió, retumbando sonoramente por toda la sala.

- Ja ja ja, es cierto, ¿pero no te preguntas el por qué? – Ron no hizo caso a la pregunta, se dirigió hacia las escaleras de caracól. Estaba apunto de subirlas, cuando una especie de fuerza invisible lo empujó bruscamente de nuevo hacia el suelo, arrastrándolo casi hasta la entrada. La varita se le fue de la mano, y cuando Ron estaba apunto de agarrarla, esta se esfumó en el aire, desapareciendo sin dejar rastro.

- ¡Mi varita! ¡Devuélvemela! – Ron trató de levantarse, no se había hecho daño, pero el impulso había sido duro. La voz se volvió a reir.

- Je je, ven por ella si la quieres – una luz proveniente del techo iluminó la silla delante de la chimenea ardiente. Ron se paró, caminando lentamente hacia la silla.

- ¿Qué me van a hacer? – preguntó Ron, que estaba al lado de la silla, viéndola con desconfianza.

- Siéntate y verás – dijo la voz masculina – te vamos a examinar... examinaremos tu mente...

No admites la verdad

Ron miró hacia el techo, de donde provenía la luz que iluminaba la silla. En sus ojos penetró la iluminación artificial, y sintió en un momento un ardor tremendo. Entonces quitó rápidamente los ojos, cerrándolos en un satiamén, y dando un gemido de dolor. Pero la luz no sólo le había hecho daño en los ojos, sino que en ese momento estaba empezando a quemarle lentamente por todo el cuerpo... aunque estuviera totalmente cubierto por la larga túnica negra. Ron sentía en cada centímetro de su piel como si varias pequeñas llamas de fuego azul le quemaran todo el cuerpo. Se arrodilló dolido por el ardor, aguantándose con la mano derecha de la silla, con un solo pensamiento: "Resiste".

- ¿Te duele, Ronald? ¿Sientes el ardor de la luz, la luz que tanto estás buscando? – dijo de nuevo la voz masculina resonando a su lado derecho. Ron abrió un poco los ojos y sintió al abrirlos un tremendo dolor de cabeza y una punzada en las sienes. La luz también estaba empezando a afectarle en la cabeza.

- ¡B... basta! ¡Cá... cállate! – exclamó con un hilo de voz, soltando la silla, y poniendo las manos en las sienes, con los dedos entre el cabello. Apretaba los ojos como si estuviera combatiendo en una dura lucha.

- Deja de hacerte el héroe, querido Ronald. De este paso tu cabeza hará simplemente... ¡BOOM! – resonó la voz no en la sala, sino en su propia mente. Esa voz había logrado penetrar en su cabeza, confundiéndolo aun más. Había iniciado como una pelea mental.

- ¡AAAHH! – gritó Ron apoyando la cabeza en el suelo, sin soltarla. El dolor incrementaba cada vez más.

- Ríndete – dijo la voz masculina en su mente – sólo tendrás que sentarte en la silla... no pasará nada – Ron sintió como una especie de tormenta en su mente. Una parte de él se rendía. La otra no quería ser vencida. Pero el dolor era muy intenso, estaba ya pasándose de los límites. Le estaba quemando el cerebro.

- ¡Bas... ta! ¡N... no más! – murmuró con las pocas fuerzas que le quedaban. Sentía que el fuego de la chimenea no estuviera ahí, sino alrededor suyo. Pero de repente ese pensamiento se substituyó por uno de alivio. Dejó de apretar los ojos y sin más que decir se estiró del todo en el suelo, como cansado por un largo día de trabajo.

- Ja ja ja ja ja ja ja – rió la voz masculina, ahora resonando de nuevo por toda la sala.

Una luz... ¿qué era esa luz? Ron apenas y había abierto los ojos, que una luz cálida penetraba en ellos. De repente se dio cuenta de sentir un dolor muy incómodo en la espalda y cabeza. Se apoyó en el codo derecho y notó que estaba recostado en el suelo de la Sala Común. Miró luego a su izquierda. A sus pies había una silla de madera. Y entonces recordó todo.

Se puso en pié rápidamente. Sabía que esa persona no se había ido, notando la luz que lo había despertado. Y sabía que las cosas aún no habían terminado.

- ¿Estás ahí? – dijo viendo hacia arriba, pero sin ver hacia la luz. Nadie respondió.

- ¿Qué horas serán...? – dijo Ron subiendo la manga de su brazo izquierdo. Lo que vio lo impresionó. Su reloj estaba, sí, pero dos manecillas faltaban: las horas y los minutos. – ¡¿Ah?! – dijo Ron ensanchando los ojos. Las manecillas habían desaparecido. ¿Habían sido ellos?

No admites la verdad...

- ¿Qué? ¿Quién es? – se preguntó Ron de repente oyendo una voz provenir de la chimenea.

No admites... nada... no admites... a ti mísmo...

- Esa voz...

No admites... la realidad.

- ... ¡¿es mi voz?!

La luz que iluminaba siempre la silla se amplificó, hasta llegar donde Ron. El chico tenía una expresión perpleja imprimida en el rostro. De repente se oyó la voz de aquel hombre.

- Siéntate, Ron – le condujo. Ron, sin esitar dos veces pensando de nuevo a lo que podría pasar, se sentó lentamente en la silla. – ¿Entendiste lo que dijo esa voz?

- Esa era... ¿mi voz? – preguntó Ron viendo hacia la chimenea.

- Claro – dijo la voz masculina, inquietantemente tranquila. – La voz de tu subconsciente. ¿Pudiste captar las palabras?

- Subconsciente... – murmuró Ron atónito – dice que... yo no admito la verdad.

- No te admites a ti mísmo. No admites tu vida – dijo otra voz femenina. A Ron le empezó a latir el corazón bien rápido.

- ¡Hermione! ¿Tú estás metida en esto? ¡¿Por qué?! – dijo Ron con rabia e inexplicación.

- Yo... soy la Hermione Granger de tu subconsciente. La Hermione Granger que tus ojos no ven – dijo la voz de Hermione.

- Tú no quieres admitir la relidad. No quieres admitirla... – se oyó la voz de su mejor amigo.

- ¡Harry! ¡La voz... de Harry! ¿Tú también...?

- Soy el Harry que tus ojos no ven, y que tu mente y corazón envidian. Soy el Harry de tu subconsciente.

- Admites sólo lo que te conviene... – se oyó una voz muy fría. Ron frunció el ceño, viendo hacia su izquierda, de donde provenía la voz.

- ¡Malfoy! ¡¡Maldito imbécil de mie...!! – exclamó Ron, con rabia.

- ¿No escuchas lo que te dicen? – se oyó la voz del Ron del subconsciente – No estás admitiendo nada otra vez. Estás huyendo, escapando. Sabes que en donde te tienes que quedar vas a sufrir. Y tratas de evadir a la realidad...

- ¡Qué evación ni que nada! – exclamó Ron – ¡Yo sólo sé que algo raro está pasando aquí, y alguien los está manejando, como marionetas!

- ¿Lo ves? No quieres admitir la realidad – repitió la voz de Hermione, resonando muy fuerte por toda la sala.

- Y sabes muy bien que si lograras escapar – dijo la voz de Draco – te encontrarías de nuevo con la realidad que más odias... la realidad de tu familia.

- ¿La realidad... de mi familia? – susurró Ron para sí mísmo.

- Desde siempre – se oyó la voz de Harry – te has sentido solo entre esa gente. Aunque fueras el menor de todos, tu madre siempre tenía que pensar en tus hermanos, y para ti no tenía mucho tiempo. Cuando apareció Ginny... tus esperanzas de obtener atención de tu madre se desvanecieron. Ya todo estaba perdido.

- Y así continuó por once largos años – dijo la voz de Hermione – hasta que llegaste a Hogwarts. Conociste a Harry, y a Hermione... pensabas que encontrarías una nueva vida lejos del abandono. Eras simpático, alegre, burlón... pero después de un tiempo entendiste que el abandono era tu destino.

- ¿Atención? ¿Abandono? Esas dos palabras no están en mi vocabulario – dijo Ron con su típico humor ofendido. Pero esta vez estaba más que ofendido...

- Harry Potter, el grande, el magnífico, el mejor – dijo la voz impasible de Draco. – Siempre haciendo cosas fuera de lo común, con su mano derecha Ronald Weasley, que era siempre el segundo, siempre el de más. Ese era Ron Weasley. Dentro de ti sabías lo que sentías por Harry. Sí, un gran afecto de amistad, pero había algo más que interrumpía este afecto. Ese "algo" era la envidia. Envidia de toda la gente que siempre se la pasaba alrededor de él. De todas las cosas que hacía él para llamar la atención, aunque sin intención.

- Por eso te habías sentido tan mal – dijo la voz de Harry – aquella vez en cuarto año cuando había sido elegido increíblemente uno de los tres campeones. Tenías envidia. Celos. Y por eso te enfadaste con él, y tu bendito orgullo no te hizo recapacitar por un buen tiempo.

- Sí, lo sé. Sentí envidia por varios años, ¿y? ¿Cuál es el problema? Y el que me haya sentido abandonado toda mi vida no importa. Me supe superar de todos modos... – dijo Ron con una voz cada vez más partida.

- ¿No quieres ser ayudado? ¿No quieres cambiar? – preguntó la voz de Ron. El de carne y hueso apoyó los codos en las piernas, y dejó caer su cabeza en las manos, apoyándola. Tenía la cara roja.

- ¡El problema es que no sé! ¡No tengo idea de cómo salir de este abandono! ¡¡No tengo idea de cómo dejar de ser envidioso, y de tapar mis celos con estúpidos comentarios!! ¡No sé cómo carajo debo ser! – exclamó el pelirrojo, rompiendo en sollozos secos. La luz se fue bajando, hasta que sólo quedó la chimenea como fuente de luz.

Se oyeron unos pasos. Una figura se sentó en el borde de la chimenea. Ron alzó la cara bañada en lágrimas. Ahí estaba, aquella persona que le había hablado todo ese tiempo. Por fin Ron había podido asegurar sus dudas sobre quién era. Era esa persona. Esa persona que... que siempre había estado en la mente de todas las demás personas.

N/A: Esta examinación en parte fue particular, ay Ron, es q tenía q ser tan caprichoso de hacer q la persona q hablaba le llegara a quemar con la luz =P. Gracias x los reviews! En serio: Sakura-Corazón (lo siento pero ninguno de los que apartienen a la era de los Merodeadores aparecerá en este fic... al menos así no lo tengo programado), kendeer (ni idea...! XD), Anne Malfoy, Denisse Nathalie, lora chang (en serio me sorprende q te haya gustado tanto!!) y Lis Jade Black. Byess!!

REVIEWS

7-05-2003