Caso 4

Color Negro. Oscuro. Tenebroso. Miedo. Pánico. Terror... Muerte. Estas siete palabras gramaticalmente no podrían ser sinónimo de la palabra Oscuridad. Pero moralmente sí: podrían significar tantas cosas a la vez. Oscuridad. Se refleja en el color Negro; proviene de la palabra Oscuro; puede reflejar las tinieblas en lo Tenebroso; se inspira en el Miedo; puede inculcar el Pánico; provoca el Terror... recuerda desesperadamente la Muerte.

La Oscuridad podría también significar el temible destino de no poder encontrar la Luz en los ojos de nuevo. La Luz que te despierta cada día, indicándote que la Vida aún prosigue... y que aún no termina. Sigue a pesar del Oscuro sufrimiento, sin importarle nada de tus sentimientos.

En esos días, el castillo de Hogwarts estaba siendo invadido por una atmosfera extraña; la gente no era la misma, sus rostros se expresaban raramente. El ambiente era diferente, a pesar de ser primavera... era como si la luz de todos esos preciosos días se hubiera debilitado. Como si ningún rayo de Esperanza se asomara en cada nuevo día que ella tenía que levantar.

Un estudiante caminaba sombrío por los pasillos oscuros del primer piso. Parecía dirigirse inconcientemente hacia las escaleras que daban al segundo piso. Subidas estas escaleras, vio con sus ojos cansados y ya no animados una estatua de aspecto astuto pero enojado. La misma estatua que había desgraciadamente conocido en su segundo año.

La miró un momento a los ojos, ¿por qué el aura que emanaba era tan tranquilo pero a la vez intimidantemente tenebroso? Más bien, inculcaba pánico y miedo. Era una sensación extraña y desconocida.

Pensando en todo eso, el muchacho sintió como si la estatua lo estuviera mirando con desaprobación por criticar su forma de ser. En un momento, la figura se corrió hacia la derecha dejando ver unas escaleras a forma de caracól, que acendían para llevar a cierta sala. El muchacho le dirigió una mirada de desconfianza pero de todos modos entró; sabía muy bien que ya en ese espacio estaba seguro. Al llegar arriba, la puerta se abrió por sí sola, dejando ver una sala redonda con tantos retratos, muebles y decoraciones típicas del mundo mágico. Harry Potter dio un paso en adelante, dejando ver su cara pálida con dos grandes ojeras, iluminadas levemente bajo la luz tenebrosa.

¿Qué podía hacer? Otra vez se encontraba ahí, en el despacho de su director Albus Dumbledore. Caminó hacia el centro, examinando la sala como aquella primera vez en su segundo año, donde su ojos se habían posado sobre un ave muy peculiar de color escarlata: Fawkes la fénix.

Qué lástima era que esa hermosa ave hubiera traicionado a Dumbledore después de tantos años de "fieles servicios". Había desaparecido así por así, como si nunca hubiera tenido algo que ver con Hogwarts. Y lo peor era que había desaparecido traicionando Dumbledore por la última persona que éste hubiera pensado... por el temible Lord Voldemort.

Sólo un restringido círculo estaba al tanto de la traición de Fawkes. Lo que preocupaba a Dumbledore era de qué modo le podría servir Fawkes al gran Señor Tenebroso; no lograba encontrarse explicación alguna. De lo que estaba preocupado también era que si se vinculaba con la derrota del Basilísco y la espada de Godric Gryffindor, más la Cámara de los Secretos.

Harry dejó de osbservar el lugar donde había visto a Fawkes por la primera vez, y se concentró en las escaleras que llevaban a la otra grande cámara de la sala. Sabía que no esperaría por mucho, pero no tenía idea del por qué había sido convocado. Por alguna extraña razón, tenía el presentimiento de que NO sería nada de malo; su optimismo había permanecido vivo aún con todo lo que el muchacho de la cicatriz había vivido.

Un chirrido despertó Potter de sus numerosas preguntas: la puerta de la cámara de arriba se había entreabierto. Nadie se había asomado. Mal indicio.

El muchacho dio un sólo paso hacia la puerta. De repente sintió algo, como una advertencia de su subconsciente: había sentido que esa poca luz que se asomaba en la ventana le sería difícil volver a verla. Pero no le importaba. Abrió la puerta completamente, sin ninguna precaución; lo que lo llevó a la clausura automática de la puerta, y a un Harry apenas perdido en una oscuridad temible.

No se veía nada. No se sentía nada. No se oía nada. Sólo el chico Potter se oía y se sentía a sí mismo. Pero no podía verse. ¿Seguía vivo? Ya no podía estar seguro de lo que sucedía a su alrededor. Demasiada experiencia, a veces llevaba a muchas dudas sobre la propia vida. Y la principal duda de él era si aún seguía sobre la faz de la tierra, o finalmente se había declarado su destino.

Harry movió sus ojos de lado a lado según lo que su mente le ordenaba: nada, ni una pizca de luz. No podía percibir nada. Sus sentidos le estaban fallando al cien por ciento. Y sabía que era obra de alguien; pero no de quién.

- Sé que alguien – dijo con voz firme pero a la vez insegura – anda en esta sala y quiere algo de mí. Yo podría complacerlo – puso una mano en un bolsillo – si tan sólo me dijera cómo – Harry extrajo de su bolsillo izquierdo su varita, y con voz segura pronunció Lumus, que no funcionó. La varita en un momento se volvió cenizas en la mano de Harry. El chico sintió como los restos de la varita caían de su mano suavemente. Ya había empezado. Había empezado lo que había prevenido.

- Como siempre, el más astuto del grupo – dijo una voz masculina. A Harry le vino el escalofrío; esa voz le era raramente familiar. – Siempre en alto, con las ideas claras. ¿O me equivoco?

- En absoluto – respondió sabiamente Harry caminando hacia el centro, a ver si se topaba con algo, – estás en lo correcto – de repente sintió chocar con una cosa que le llegaba hasta las piernas. Una luz finalmente apareció desde el techo. Y era roja.

Harry no hizo caso a la exraña luz roja que lo iluminaba. Sólo miraba con lo que había topado: era una silla de madera, al parecer antigua. Sus cejas se fruncieron.

- Una silla – murmuró, alejándose un poco, – una silla – repitió.

- Una silla – repitió la voz masculina, resonando alrededor del chico – acomódate, por favor.

- Si lo hago, ¿regresarás todo como antes? Sé que has sido tú el causante de este desvanecimiento de la luz ambiental y en la gente – dijo Harry sabiamente, mirando hacia arriba.

- Regresaremos  todo a la normalidad – dijo la voz con calma – si realmente lo encontramos oportuno.

No te ilusiones, admite tu existencia

Harry se acomodó tranquilamente en la silla, sin querer pensar a lo que le podría pasar. Sí, su mente actuaba perfectamente cuando debía responder, pero él mísmo estaba consciente de que el sólo hecho de estar sentado ahí le inculcaba miedo y pánico. No podía que estar rodeado por una espesa oscuridad y ser iluminado por una extraña luz roja. Roja como la Sangre, que recordaba el Dolor, el Sufrimiento, la Angustia, el Odio. No podía que sentir pánico bajo ese escenario.

- Harry Potter – habló finalmente después de varios segundos la famosa voz – un gran caso especial. ¿Sabes por qué estás aquí?

- Si te soy sincero, no – dijo Harry apretando las manos – pero sé que algo tendré que cumplir para regresar todo a la normalidad; sé que si hago lo que ustedes dicen, volveré a la vida de antes.

- En parte tienes razón; pero ese no es el punto al que quiero llegar. Sí, algo tendrás que cumplir. ¿Pero qué? ¿Estás seguro de que lo que dices es lo que obtendrás en cambio?

- Por supuesto – afirmó Harry – si no, no hubiera aceptado este reto. Lo que vendrá, vendrá, y lo único que sé es que no será fácil.

- Muy bien. Pues te adelanto algo, Harry potter: te vamos a examinar.

- ¿En qué sentido? – se extrañó Harry. Nadie respondió por varios minutos. – ¡Hey! ¿Qué quieren decir?

No sueñes... no te ilusiones... no sirve de nada...

- ¿Qué...?

Admite... admite tu vida actual... tu existencia...

- ¿Que admita... mi existencia? ¿Mi vida?

Admite... tu existencia, no te ilusiones ... no sueñes

- ¿Cómo que debo admitir? ¡¿Qué hace esa voz...?! – de repente se quebró la suya, con los latidos del corazón que se le aceleraban – ¿Mi... voz?

La luz se fue restringiendo hasta iluminar sólo Harry, de las rodillas para arriba. El chico apretó los puños, y empezó a sentirse nervioso, que era lo que había temido apenas había entrado en el despacho.

- ¿Quién... imita mi voz? ¿Por qué le hacen decir esas cosas? ¿Quién la maneja? – volvió a hablar Harry, tratando de aparentar tranquilo como antes. Luego se oyó una voz suspirar.

- Harry... – se oyó la voz de Ron – nadie maneja estas voces... estas voces hablan por sí solas, y son las voces de las personas que conoces, desde tu subconsciente... yo soy el Ron que existe en tu yo interior – Harry miró hacia adelante, de donde provenía la voz de Ron. Sus cejas se fruncieron un poco, y apretó aún más los puños.

- Tú... no puedes ser Ron. No puedes ni ser el Ron de mi subconsciente. Estoy seguro de que mi modo de ver inconscientemente a Ron es tal cual al consciente... – murmuró Harry. A éste le pareció ver una luz encenderse en lo más oscuro de la sala. Se veía más claro...

- ¿Cómo puedes estar seguro? Uno no puede asegurarse de nada, hoy en día – se oyó la voz odiosa de Draco, a las espaldas de Harry. – No estés tan seguro de lo que piensas.

- ¡Tsé! ¿Y por qué no? – dijo Harry, burlándose con un guiño y recuperando su seguridad otra vez – ¿Por qué no puedo soñar? Tú no eres nadie para decirme lo que debo hacer. Tú, depaso, no eres ni el verdadero Malfoy, ni el de mi subconsciente.

- ¿Por qué no lo admites? – se oyó una voz femenina. – Admíteme... admítete – Harry ensanchó sus grandes ojos esmeralda.

- ¿Hermione...? – susurró impresionado y levantándose sin pensarlo. Miraba solamente hacia adelante.

- Yo soy la Hermione de tu subconsciente... soy la Hermione que sólo tu ser profundo conoce... – la voz se oyó a la derecha del muchacho, pero este no hizo en tiempo de voltear la cabeza hacia allá, cuando unos pasos se oyeron provenir desde enfrente suyo.

- Harry – se oyó la voz partida de una chica. Poco a poco se fue acercando a la luz roja que nada más iluminaba a Harry, para alfin dejarse descubrir: Hermione Granger estaba llorando.

Harry ensanchó aún más los ojos. ¿Cómo podía estar Hermione ahí? Pero no hizo en tiempo de hacerse otra pregunta, que la amiga se le había sumbado encima, abrazándolo fuertemente.

- Harry... ¡Harry! – pronunció Hermione, con un dejo de sufrimiento. El susodicho actuó sin pensar, y también la abrazó con cariño.

- Ya, ya... – susurró a su oído. La chica lo miró directo a los ojos.

- Harry, ¡tengo miedo! Ayúdame, Harry, no quiero volver a la oscuridad... – sollozó Hermione, con los ojos llenos de lágrimas. Harry notó que en los ojos de Hermione había un brillo extraño, pero un brillo diferente al de siempre. Parecía más falso... o más irreal.

- Harry... – la chica empezó a acercar su rostro al del susodicho, como con intención de besarlo. Harry lo entendió, pero no hizo nada para apresurarlo. Esperó hasta el momento cumbre... para después rechazarla bruscamente, empujándola improvisamente. Hermione lo miró con tristeza, dejando caer otras lágrimas tristes. Harry frunció el ceño, no con rabia, sino con lástima.

- Lo siento, pero jamás sería capaz de besar una persona que no fuese humana. Tú no eres Hermione – dijo con desprecio.

Hermione se tapó la cara, y se secó las lágrimas. Pero al quitar las manos de su cara, la expresión de esta no era la misma: era diabólica. Sus ojos se habían vuelto rojos, y la piel pálida. En un momento, su cuerpo se volvió una sombra que regresaba a la oscuridad. Harry se dejó caer otra vez en la silla, como si hubiera hecho un gran esfuerzo. Lo habían tratado de convencer traicionando sus sentimientos.

- Eres un caso particular, Harry Potter – se oyó suspirar a la voz masculina después de unos segundos. – Muy particular. Nadie antes de ti había entendido que esas voces no provenían del subconsciente, eres el primero. Felicidades – Harry sintió una punzada en el pecho: una punzada de rabia. Se paró de su asiento, apretando los puños y mirando hacia arriba a todos lados.

- ¡¿Felicidades?! – explotó Harry – ¿De qué me felicitan? ¿Qué significa que soy el primero? ¿El primero de qué? ¡¿Quiénes más han tenido que pasar por esto?! ¡¡Respondan, maldición!! – al terminar la última palabra, la luz roja que lo iluminaba fue bajando su intensidad poco a poco, hasta volverse de un color más oscuro, un rojo profundo. Un Rojo Profundo que recordaba los momentos de Rabia, Depresión y tal vez mucho más Melancolía.

- Personas que tú muy bien conoces – se oyó la voz de Hermione, la del "subconsciente" – y que con calma aceptaron lo que se les decía.

- Si quieres regresar a tu vida de antes, debes aceptar todo como ellos lo hicieron – se oyó la voz de Ron. Harry se calmó un poco, y se volvió a sentar relajando los puños.

- Aceptaré lo que se me pida – afirmó Harry – pero lo que jamás dejaré que prosigan haciendo es que usen las voces de mis amigos. No se vuelvan a permitir – amenazó. La luz, al instante, se volvió clara como el sol y lo iluminó completamente. Se daría inicio a lo que Harry más temía: la EXAMINACIÓN.

N/A: Discúlpenme tanto por haberlo dejado aquí... es que la última palabra era demasiado culminante como para seguir. Pero tranquilos, que la verdadera examinación de Harry vendrá en el próximo capítulo. Y quería agradecer a kien dejó review, es que me dejaron muy pocos: nathalie potter, Lisa Malfoy Radcliffe (espero que te siga gustando ^.^), lora chang (quien sabe...), kendeer (siii, la tortura es lo mejor XD).

REVIEWS

15-05-2003