Ni Harry... bueno, todo el mundo sabe eso, verdad? Pues ala, os dejo con el tercer capítulo (este, al contrario del anterior me ha quedado demasiado largo...)

Quisiera agradecer los comentarios de Mione chan y Fernalika, porque esos comentarios me ayudan a escribir con más ganas, reaniman mi maltrecho ego y en general compensan las horas invertidas en repasar las faltas y la historia.

Pro cierto, aviso que en al menos un mes y medio no podré actualizar nada más, ya que los exámenes finales y de selectividad ya asoman su fea cara y hay que estudiar...

... ay de mí... snif...







3 IN NOCTE, CONSILIA

Las decisiones, por la noche.







– Sabéis perfectamente que es vuestra culpa si no tenéis ni idea de lo que es un kelpie.

– Pero Mione, si te tenemos a ti para que nos lo cuentes... Venga, sabemos que no vas a poder resistir a la tentación de explicarnos todo lo que sabes de esos bichos... – Bromeó Ron.

Harry, Ron y Hermione caminaban despreocupados por la orilla del lago. Ella iba en cabeza haciendo caso omiso de las súplicas de sus amigos. Parecía que esta vez iba en serio y que no pensaba contarles ni media palabra acerca de los kelpies; si se encontraban con uno y se comía a ese par, allá ellos; así aprenderían a estudiar a su debido tiempo.

– Hermione; mi bella Hermione... – Ella se giró perpleja; Ron se había arrodillado y tiraba disimuladamente de la túnica de Harry para que hiciera lo mismo. La miró sonriente y se aclaró la garganta.

Help...

Empezó a cantar con una voz algo temerosa

I need somebody

Harry unió su voz a la del pelirrojo.

Help

Not just anybody

Help

You know I need someone

¡HEEEEEEEEEEEEEEEEELP!

When I was younger so much younger than today

I never needed...

No pudieron continuar puesto que tanto Hermione como ellos mismos estallaron en sonoras carcajadas.

– Bien, Ron, tú ganas, pero no tenía ni idea que conocieras grupos de música muggle, y mucho menos este.

– Verás. – El chico se levantó. – Es que mi padre también es un gran aficionado a la música muggle, especialmente los Beatles. ¿Sorprendida?

– Para nada. Bien, dejémonos de música muggle. Lo primero que tenéis que saber de los kelpies son seres acuáticos que se alimentan de aquellos incautos que pueden arrastrar al fondo de las aguas. Para ello adoptan la forma de...

– ¿Un gran caballo negro, pacífico y ensillado?

– Exacto, Harry, un gran caballo negro ensillado. ¿Cómo lo has sabido?

El chico levantó un poco una ceja. – Pues... es que aquí delante hay un caballo que nos está mirando muy fijamente y me lo he imaginado. – Señaló a un gran animal inmóvil bajo la luna.

Hermione dio un respingo. Por unos momentos todo quedó en silencio.

– ¿Y ahora qué? ¿Le tiramos un rayo o algo?

– Pues claro que no, Ron. – Harry se rascó ligeramente la cabeza. – Deberíamos... no sé... distraerlo, quizás si alguien montara en él... ¿tu que opinas, Mione? Her... Hermione, me asustas...

La chica asintió mientras miraba a Harry fijamente con una sonrisa siniestra en los labios. – Tienes razón; alguien tendría que montar al kelpie, pero yo no sé montar a caballo... ni Ron...

– ¡Ni yo tampoco! – Replicó el chico a modo de defensa.

– Pero estás en el equipo de quiddich, ¿verdad? Tienes un gran sentido del equilibrio...

Mientras seguía enumerando sus cualidades cómo buscador, Hermione empujó suavemente a Harry en dirección al caballo negro que lo miró con suspicacia.

– Vamos, Harry; es más pequeño que un dragón, tu puedes con él, no te pongas nervioso. – Harry intentaba animarse pero sin muy buenos resultados, que digamos.

Muy lentamente agarró las riendas del kelpie y este inclinó la cabeza sumisamente; ni siquiera se movió cuando el chico apoyó uno de sus pies en el estribo, dio un pequeño salto y finalmente quedó sentado en la mullida silla de montar.

El kelpie siguió inmóvil.

– ¡Mione! – Exclamó Harry. – ¿Y ahora qué hago?

Varita en mano, la chica sacudió la cabeza. – No lo sé... según el libro el animal debería arrastrarte hasta el fondo del lago para devorarte.

– Qué ilusión. – Murmuró el chico por lo bajo. Dio un ligero tirón a las riendas sin saber muy bien qué hacía y su montura se movió hacia la derecha. – Bien, vamos a ver si ahora puedes avanzar un poquito. – Golpeó los flancos del kelpie con los talones.

Y todo a su alrededor se volvió confuso.

Piafando furiosamente el kelpie empezó a cocear y a brincar con Harry agarrado precariamente a la silla de montar.

– ¡Hermione, haz algo!

– Estoy en ello. – La chica cerró los ojos unos instantes, concentrándose. –¡Locomotor mortis! – Al instante las patas traseras del "caballo" quedaron rígidas y este cayó pesadamente al suelo.

– ¡Joder, creía que me mataba! – Harry se levantó del suelo algo dolorido, unos segundos antes de que el kelpie cayera él había saltado para evitar quedar aplastado bajo el peso del animal. Miró unos instantes al ser que intentaba arrastrarse hacia el agua. – Dudo que nos den muchos puntos por derrotarlo con un hechizo que aprendimos en primero, Mione.

– El hechizo ha funcionado y con esto me basta, Harry. Vamos a lanzar las chispas verdes para anunciar que ya tenemos...

Fue interrumpida por Ron, quien señaló sorprendido al kelpie.

O lo que creían que era el kelpie.

En el suelo ya no había el caballo negro de antes, sino que en su lugar un pequeño hombrecillo se partía de risa aún con las dos piernas paralizadas. Los chicos reconocieron aquél ser enseguida; era un doppelangher, un ser capaz de tomar la apariencia de cualquier otro.

Algo frustrada Hermione recitó la contramaldición y el hombrecillo se largó riendo.

– Muy gracioso. – Dijo mientras intentaba patearlo infructuosamente. – Sigamos buscando al kelpie.

Anduvieron un rato cruzándose con algunos grupos de gente; ellos también habían tenido algún que otro encontronazo con el doppelangher, pero ni rastro del verdadero monstruo. Pasaba ya la medianoche cuando oyeron unos gritos.

– Alguien debe estar en apuros. – Comentó Harry. No hizo falta ninguna palabra más; al instante los tres echaron a correr en dirección a los ruidos.

Al llegar, lo primero que captó su atención fueron tres figuras de pie, en la orilla, que lanzaban conjuros a algo que se adentraba más y más en el agua.

De repente uno de los hechizos impactó en el ser que chapoteaba furiosamente, pero en vez del relincho equino que cabría esperar, surgió del agua una cabeza rubia que exclamó con voz desagradable. – ¡A mí no, estúpidos inmigrantes, echadle los conjuros al maldito kelpie!!!!!!!

–¿ Veo que os ha tocado el premio gordo, eh? – Harry se paró a unos metros del pequeño grupo. – ¿Os ayudamos?

– Si os apetece apuntaros... nosotros estamos intentando decidir si dejamos que Malfoy trague un poco más de agua antes de patearle el trasero al kelpie. – Dijo Nausica. – El muy estúpido creía que podría dominarlo y ahora este bicho se lo va a merendar si no hacemos nada al respecto.

– ¡Basta de cháchara, cretinos! – Tras aflorar unos instantes, la cabeza de Draco volvió a sumergirse en el agua.

Arremangándose las mangas de la túnica, Hermione entonó algunas palabras. – ¡Wingardium levinosa! – El kelpie y su "jinete" se levantaron algunos centímetros por encima del nivel del agua, lo justo para permitir que Draco siguiera respirando y de paso soltando maldiciones e insultos.

Ron frunció el entrecejo. – ¿De veras queréis sacarlo del agua?

Durante los minutos siguientes varios hechizos fueron lanzados sobre el kelpie (aunque algunos impactaron "accidentalmente" en Malfoy) con la intención de debilitarlo. Finalmente, el animal emitió un bufido de frustración y soltó a su presa. Ya libre del peso del joven Slytherin, el kelpie tomó una bocanada de aire antes de sumergirse en el agua.

– Ya es nuestro, ¡no debemos dejar que escape! – Harry movió la varita. - ¡Actio Kelpie! – Una sacudida recorrió el cuerpo del animal, pero no frenó su huida.

– ¡Actio kelpie! – Ron unió su hechizo al de Harry, y acto seguido las chicas le imitaron, pero aún y con cinco hechizos atrayentes encima el caballo negro seguía nadando hacia el centro del lago.

Repentinamente hubo un pequeño destello de luz, y una voz se elevó por encima de las otras. – ¡¡Rego aquam!! – La voz se quebró momentos después a causa del cansancio, pero el hechizo surtió efecto; una gran columna de agua surgió del lago, el líquido giraba en espiral a gran velocidad, y en su centro había aprisionado al kelpie. Como si tuviera vida propia, la columna escupió al animal en la orilla casi con desdén. Este había recuperado su forma natural, un ser humanoide y peludo, de dientes largos y afilados que yacía inconsciente.

Cuando todos se giraron sorprendidos, encontraron a Galceram sentado en el suelo fangoso, aún jadeando. Tenía al pelo algo más rizado de lo normal de un inverosímil color azulado, y su varita se había transformado en una larga vara decorada con cuero trenzado.

– Uau. – Fue lo único que surgió de la garganta del chico junto con una nube de humo.

– Esto era... – Farfulló Hermione.

Nausica abrazó a su amigo. – ¿Pero estás loco o qué? Sabes perfectamente que los hechizos de agua no son los tuyos...

– Lo sé, pero queríamos atrapar al kelpie, ¿verdad?

Hermione terminó la frase. – ¡Magia elemental! ¿Podéis hacer magia elemental? No la estudiaremos hasta después de Hallowe'en por lo menos...

– ¿Qué es la magia elemental? – Harry aún miraba la vara de Galceram perplejo. Este se apresuró a murmurar unas palabras y en unos segundos su mano volvía a sostener una varita de tamaño normal.

– La magia elemental, como bien dice su nombre, es la magia de los elementos, tierra, fuego, aire y agua, una de las más antiguas que existen. Se descontrola fácilmente por lo que pocos hechiceros la practican a menudo, pero en nuestro país se utiliza mucho. – Galceram hizo una pausa. Harry, Ron y Hermione lo miraban sorprendidos, pero el chico no estaba seguro de si era por lo que estaba explicando o porque era la primera vez desde su llegada a Hogwarts que pronunciaba más de dos frases seguidas. – Y por eso nuestras varitas están preparadas para ello; al usar hechizos elementales se transforman en la vara que hasta hace unos momentos tenía en la mano, para canalizar la energía con más facilidad...

Un sonido desagradable volvió a llegar hasta sus oídos.

– Gracias por sacarme del agua, malditos estúpidos. – Malfoy alcanzó la orilla del lago pero resbaló en el fango y cayó. Con la poca dignidad que le quedaba se acercó a dos bultos que se distinguían entre las hierbas altas. – ¡Crabbe, Goyle, despertad! – Dijo mientras les pateaba el trasero. Ambos gorilas, que habían sido noqueados por el kelpie, se levantaron desconcertados al encontrar a su líder lleno de barro y moretones. Draco se lanzó un hechizo para secarse y se marchó seguido pos ruidosas carcajadas.

– ¿Tan gracioso es atrapar un kelpie? – Lupin llegó andando tranquilamente a través de los arbustos. – Bien; os felicito, habéis cazado al auténtico, así que, a ver... ¿cuantos puntos tengo que daros? – Volvió a esbozar esa sonrisa lobuna que hacía suspirar a sus alumnas. – Ya que habéis hecho el trabajo en equipo, creo que diez puntos por persona es lo justo.

Todos los Gryffindor ahogaron un grito de alegría; cincuenta puntos en una noche eran muchos puntos.

– Mejor nos vamos, profesor, ya es muy tarde. – Hermione había recordado sus obligaciones de prefecta.

– Nos vemos mañana, pues, porqué yo tengo que esperar a Hagrid para trasladar al kelpie a algún lugar seguro. Buenas noches. – Los jóvenes iniciaron la retirada. – Ah, por cierto, Alió...

– Dígame profesor

– ¿Cómo está su madre, Alió? – El chico pareció sorprenderse; no tenía ni idea de que Lupin conociera a su madre.

– Ah... bien, está muy bien, profesor, si lo desea le daré recuerdos de su parte cuando le envíe una lechuza...

– Esto sería un detalle por su parte. Por cierto, Alió, debería hacer algo con ese pelo... dudo que a la profesora McGonnagall le haga mucha gracia tener mañana un alumno con el pelo azul eléctrico. Y ahora Hermione tiene razón; es muy tarde y deberían estar en el castillo.

Algo cansados emprendieron su regreso a la escuela bordeando el lago, bostezando y arrastrando los pies.

– Yo no sé vosotros, pero personalmente creo que voy a echarme en mi cama para dormir una semana entera.

– Te tomo la palabra, compañero... argh... – De repente Harry notó cómo las fuerzas abandonaban su cuerpo y cayó de rodillas en el suelo jadeando.

– ¡Harry! Oye, ¿te encuentras bien?– Aina, que andaba a su lado, se agachó preocupada. – Harry, ¿qué te pasa? ¿Te... te duele algo? – De repente ella abrió mucho los ojos. – Uh... joder, eso duele...

Pocos segundos después estaban los seis en el fango del camino con el cuerpo entumecido. Al parecer, incluso el hechizo traductor empezó a fallar, porque Nausica en cuanto se dio cuenta de que no podía entender nada de lo que sus compañeros ingleses decían, empezó a soltar todas las palabras malsonantes que conocía (y no eran pocas precisamente).

Unos minutos después, el dolor empezó a desvanecerse tan misteriosamente como había aparecido.

– Qué ocurre, Weasley, ¿se te ha caído un knut en el barro?

– Cierra tu estúpida bocaza, Malfoy. – Dicho esto Ron hizo una infructuosa tentativa de mantenerse en pie.

– Oh, perdona si he ofendido tu orgullo, pobretón.

De entre las sombras surgió el chico rubio acompañado de sus acostumbrados gorilas. Aún se podían apreciar manchas de barro en su túnica y en su capa, pero su sonrisa era tan sarcástica cómo siempre.

– Os ayudaría, de verdad, pero creo que no voy a hacerlo, se os ve muy felices retozando en el fango. – Rió maliciosamente.

– Creía que lo de retozar en el fango era tu especialidad, Malfoy.

Harry y Ron soltaron una risita mientas que Aina y Nausica seguían sin entender nada.

– Nadie ha hablado contigo, sangresucia sabelotodo. – Ante las palabras de Malfoy, Ron profirió un rugido de indignación. – No te alteres, Weasley, guarda tu energía para batirte conmigo, aunque, claro está, antes deberías poder tenerte en pie. – Estalló en una sonora carcajada, incluso siguió riendo cuando Nausica empezó a gritar.–* Mira que n'ets de cabró! Un altre dia serà ta puta mare la que et salvi el cul, desagraït*

El chico rubio arrugó la nariz en un gesto de desprecio. –Supongo que eso no era un halago.

Galceram se levantó trabajosamente. – Por si te interesa saberlo, acaba de decir que eres un cabrón y un desagradecido, y que otro día va a ser tu madre la que te salve el cuello.

(N/A Buenoooooo, de hecho Nausica no dice eso literalmente, pero claro, Galceram es un chico educado que no dice ese tipo de palabrotas)

– Oh, traducción simultánea, que divertido. – Malfoy se acercó un poco más mientras uno a uno los jóvenes Gryfindor se ponían en pie. Levantó su varita en el aire y la agitó velozmente.– ¡Encegatio!

Un gran destello de luz salió de la varita del chico en dirección a ellos, pero de repente se escuchó otra voz, y la maldición se desvaneció en el aire.

La cara de Malfoy era un poema.

De un árbol cercano bajó un joven levitando suavemente. Todas las miradas se fijaron en él, era algo mayor que ellos, lucía una corta perilla y era de tez y cabellos morenos y rasgos finos, serenos, como si hubieran sido esculpidos en la fría roca.

– Esto parece una jodida reunión familiar. – Gruñó Malfoy

– ¿Otra vez armando jaleo, Draco? – Dijo rascándose con despreocupación su pequeña barba pulcramente recortada. – Sabes que a los estudiantes no les está permitido entablar duelos. – Se acercó hasta quedar entre ambos grupos y observó con ojos gatunos a Harry y a los demás. Sonrió. – Buenas noches, Granger.

La chica parecía bastante sorprendida pero se las arregló para responder al saludo.

El desconocido se giró hacia Malfoy otra vez y le dedicó una mirada amenazante. – Esto de los duelos se está convirtiendo en una fea costumbre, Draco, te aconsejo que te retires a tu dormitorio o me veré obligado a imponerte un castigo. – Su voz tenía un ligero matiz burlón pero su mirada seguía siendo seria. Finalmente, Malfoy bajó su varita y se fue.

– Que pases una buena noche. – Dicho esto, el joven moreno se acercó a Harry y los otros. – Espero que Malfoy no haya causado muchos problemas, a veces me avergüenza su comportamiento. – Miró detenidamente a cada uno de ellos; sobretodo fijó sus ojos oscuros en Aina hasta que la chica notó como sus mejillas se sonrojaban. – Señoritas, encantado de conocerlas... – Besó la mano de cada una de ellas y dedicó una breve inclinación de cabeza a cada chico. – Dudo que vuelva a molestar por lo menos hasta esta noche, así que podréis disfrutar de un regreso tranquilo. – Sonrió enseñando ligeramente unos dientes muy blancos. – Yo me quedo un rato más aquí; esta noche es perfecta para observar las estrellas...

El joven inclinó levemente la cabeza otra vez y emprendió su marcha. Sólo se detuvo unos instantes para acercar su rostro al oído de Aina; le habló con voz susurrante, aterciopelada, y ella se estremeció al notar el aliento cálido que acariciaba su cuello. – Nos veremos pronto... Aina... – Y desapareció por el camino justo después de que un fugaz rayo de luna arrancara un destello plateado de su pecho.

Tras unos minutos de extraño silencio, Ron apretó ligeramente el brazo de su mejor amiga. – ¿Quién era ése, Mione? ¿ Le conoces?

Ella asintió lentamente mientras echaba a andar. – Claro... es Deimos Lawson, el prefecto de Slytherin.



Fin del tercer capítulo.









Supongo que debería aclarar algunas cosillas; Aina, Nausica y Galceram són españoles (esto es bastante evidente, ¿ no?) pero más concretamente proceden de Cataluña, que tiene una lengua propia, el catalán, y por lo tanto hablan en este idioma, así que si falla en cualquier momento el hechizo traductor las frases en catalán aparecerán entre asteriscos (*) y aunque supongo que todo el mundo que hable español pueda entenderlas con facilidad, porque los dos idiomas se parecen bastante, voy a traducirlas al final del capítulo (si no es que Galceram actúa de traductor simultáneo)

La razón por la cual los personajes hablan en catalán en vez de en español es muy sencilla; el hecho de utilizar dos idiomas da mucho más juego que utilizar uno solo.

(bueno, creo que por hoy ya hemos tenido suficientes aclaraciones...)

Ah, por cierto, Galceram no necesita hechizo traductor por una simple razón que ya se verá más adelante.