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Holaaaaaa (¿alguien se acuerda de mí a estas alturas???) Siento muchísimo haber tardado tanto en subir el cap.10, pero no pude escribir nada durante el mes de agosto. De todas formas lo he conseguido, por fin, otro capítulo más (¡¡¡¡bieeeeeeeeeeeen!!!!). No es un paradigma de acción desenfrenada ni humor desternillante, pero me gusta como me ha quedado, con mucho sentimiento, sí señor. Así pues, sólo me queda agradecer los reviews y ah, sí, recordar que cualquiera que le apetezca charlar conmigo puede contactar conmigo por messenger a la dirección siguiente; rakshah_@hotmail.com ( es decir, mi e-mail, vaya ).
Marine: Muchísimas gracias por tu review, espero que este capítulo también te guste.
Anna Voig: Esta vez sí me he demorado mucho, pero no te preocupes por los capítulos, seguirán y seguirán ( de hecho me temo que no voy a acabar esto nunca, aaaaarrrrrrgggggghhhhhhh!!!!!!!!!!)
Mione-chan: Calinyu, espero que te llegeixis aquest capítol aviat!!! ( i per cert, com va la uni? Quina putada començar tant aviat, eh????? Jajajajajajajajajajajajajajajajaajajaaaaaaaaaaaa)
Rinoa: Gràcies pel review, a veure si t'agraden els trossets on surt el Draco!!!! A, i no et perdis el pròxim capítol ( et garantitzo que t'agradarà, jejejejejejejejeeeeeeee)
Chu-Cheng: Que bien que estés de vuelta!!!! Acabo de leer tu fic y es genial, como siempre ( ANDREW RULES!!!!!!!!!!!!!!!!!) por cierto, te has fijado que tanto en tu fic como en el mío se acercan las vacaciones de Navidad?? ( Increíble, jajajajajajajajaja) Bueno, espero que te guste ^_____^
Finalmente, tras mes y medio de silencio, el cap:
CAP.10: ALEGRIS OPTIMA SUNT QUIES EST ABSTINENTIA
El ruido era cada vez más fuerte. Nervioso, Harry agarró la varita y la alzó sobre su cabeza, preparado para defenderse de cualquier ser que osara acercarse. Un poco más lejos Ron se había quedado pálido y murmuraba algo así como: "que no sea una araña, una araña no, por favor..."
Un arbusto se movió, y segundos después una oscura silueta surgió de entre la espesura. – ¡Furunculus! – Gritó Harry, y un rayo de luz verdosa empezó a surgir de su varita.
Se oyó un grito angustiado y la figura en cuestión saltó hacia el centro del claro con sus bellos ojos almendrados muy abiertos. – ¿Se puede saber qué rayos estás haciendo, Harry?
– ¡Ch... Cho! – Guardó rápidamente la varita. – ¿Qué haces tú aquí?
– Buscando setas, si te parece. – La chica se levantó trabajosamente y con la mano limpió un poco su túnica que había quedado llena de hojarasca. – Chicos, tenéis a medio profesorado y los prefectos peinando el bosque para encontraros. Vimos el dragón y los mortífagos. ¿Estáis bi... ? Oh, Dios mío, Harry tienes un aspecto terrible.
Visiblemente ruborizado Harry asintió. – Y un brazo roto, y Galceram las costillas, y Hermione un tajo muy feo en la pierna, pero sobreviviremos.
En aquél instante se oyeron más ruidos en el bosque. Y entre unos arbustos aparecieron dos jóvenes más. Aina notó un escalofrío en la nuca al descubrir que el primero de ellos era Deimos Lawson y que no le quitaba los ojos de encima.
El segundo chico con el emblema de Hufflepuff brillando en su pecho de acercó a los heridos. Nausica lo reconoció; era Roger Pseudolos, el amigo de Lawson que habían conocido el día después de Hallowe'en. Con un rápido movimiento de varita el muchacho conjuró una camilla para Galceram y otra para Hermione. Después sonrió mostrando sus facciones redondeadas y amables a los demás. – Es una suerte que todos estéis bien, chicos. Será mejor que nos marchemos, ¿no crees, Deimos?
El chico apartó bruscamente sus ojos de Aina y asintió. – Claro. Aunque deberíamos avisar a los profesores de que los hemos encontrado. Ahora mismo los llamo. – Alzó la varita y de ella surgió un potente chorro de luz acompañado de un ensordecedor silbido. Segundos después apareció otro resplandor en el horizonte. – Es una luz guía. – Explicó volviendo sus ojos oscuros hacia el resto del grupo. – Nos indicará el camino hacia el castillo. Vamos.
Al instante las camillas empezaron a moverse a través de la maleza rodeadas por los demás. Harry, sintiendo que su corazón latía velozmente caminaba junto a Cho, Nausica flanqueaba la camilla de Galceram mientras Aina conversaba con el prefecto de Hufflepuff, y los hermanos Weasley iban en silencio a ambos lados de Hermione seguidos de cerca por Deimos Lawson. Finalmente Draco les seguía un poco rezagado, perdido en sus propios pensamientos.
– Entonces, ¿cómo os la habéis arreglado para rechazar a los... los mortífagos?- Harry miró a la chica de ojos almendrados por encima de las gafas.
– Pues... en un primer momento todos estábamos bastante asustados; las puertas del castillo estaban cerradas y estábamos rodeados en el jardín; incluso la profesora Sprout y el profesor Flitwick estaban confundidos, solamente Snape parecía dispuesto a luchar. Pero entonces aparecieron el director y Lupin, daban miedo de lo enfadados que estaban y nosotros, los alumnos, también empezamos a tomar parte en la lucha. Fue bastante fácil. Quizá demasiado, ¿entiendes lo que quiero decir?
– Sí. Nosotros podríamos haber muerto en las garras del dragón, pero entonces se oyó un sonido extraño y se fue... parecía más bien una llamada o una orden.
– ¿Un sonido extraño? Es verdad, después de oírse ese extraño silbido el dragón vino volando hacia la escuela, pero si mal no recuerdo el sonido proveía del interior del castillo.
Harry levantó las cejas, sorprendido. – ¿Estás segura?
– Creo que sí. Espera un momento. – Se giró hacia Pseudolos. – ¡Oye, Roger! – El joven levantó la vista. – ¿Aquél ruido que se oyó antes de que el Dragón se acercara a Hogwarts provenía del castillo, verdad?
– ¿Y cómo quieres que lo sepa, Cho? No soy adivino. – Contestó el joven con expresión huraña.
Cho enarcó una ceja, extrañada. – Vale, vale, tranquilo, pensé que lo sabrías, como tú y Deimos os habéis quedado en Hogwarts hoy...
– Por si quieres saberlo no oímos nada; estábamos intentando tranquilizar a los pequeños. – Dicho esto el joven dio por terminada la conversación y continuó charlando con Aina haciendo caso omiso de Cho, que levantó ligeramente los hombros y siguió contando como entre todos habían logrado rechazar a los atacantes del castillo.
– Cuando acabamos con los mortífagos vimos como luchabais contra alguien y cómo os lanzaban por los aires. Inmediatamente salió en vuestra búsqueda un grupo de rescate, y afortunadamente estáis bien. Aunque no entiendo qué hacía él – señaló a Draco, que seguía en silencio – con vosotros. Creía que os odiabais a muerte.
– Yo también lo creía, Cho.
Siguieron andando más de media hora hasta salir del bosque, momento en que Draco suspiró aliviado. Segundos después llegaron a la carrera la mayoría de profesores con semblante preocupado.
– Será mejor que madame Pomfrey os atienda cuanto antes. – Comentó Lupin. Parecía extremadamente cansado, pero se las arregló para sonreír. – Vamos, os acompañaré. Chang, Lawson, Pseudolos, podéis ir a descansar, muchas gracias por vuestra ayuda. – Los tres prefectos asintieron y se marcharon cada uno hacia su sala común.
Cuando el pequeño grupo entró en la enfermería madame Pomfrey se puso rápidamente manos a la obra. Colocó a cada uno de ellos en una mullida cama y echó amablemente a Lupin para poder trabajar con más tranquilidad. Poco tiempo después la mayoría de heridas estaban curadas y todos exceptuando a Hermione y Galceram pudieron abandonar la enfermería podo después no sin antes asegurarle a la chica que le pasarían todos los apuntes que necesitara.
Finalmente y tras ignorar a Draco cuando se desvió hacia las mazmorras llegaron exhaustos al retrato de la señora gorda. No eran ni las diez de la noche pero sin embargo estaban totalmente agotados.
Y hambrientos, no habían comido nada desde el desayuno.
Pero al llegar a la sala común les recibió un gran alboroto, y es que sus compañeros de la torre Gryffindor les habían preparado una estupenda (y sabrosa) bienvenida; los gemelos habían robado grandes cantidades de la mejor comida y les habían reservado unos sillones cerca del fuego.
– Es lo mínimo que podríamos hacer por nuestros valientes. – Exclamó Fred con voz rimbombante.
– ¡Héroes! ¡Són héroes! Nuestro pequeño Ronniekins... parece que fue ayer cuando aprendió a... – Continuó su hermano antes de que Ron se le tirara encima y le hiciera callar a base de cosquillas.
Tras la improvisada cena fueron a dormir visiblemente cansados.
Varios pisos más abajo, cerca de las mazmorras, en los dormitorios de Slytherin Draco Malfoy miraba el techo con sus pálidos ojos. Para él no hubo bienvenida, ni gritos de júbilo al verlo regresar sano y salvo. Sólo el frío desinterés de sus compañeros de casa; ellos lo habían visto confraternizando con el enemigo; sabían que no estaba al servicio del señor oscuro, y esto para muchos era alta traición. Al llegar le miraron con tal desprecio que hubiera llevado a cualquier apestoso Gryffindor al borde del llanto, pero él era un Slytherin, él era duro y frío y no necesitaba la aprobación de sus compañeros.
Ni tampoco su amistad.
Draco Malfoy pasó una mano por encima de sus ojos sorprendido al encontrar en ellos un leve rastro de humedad que secó con determinación. Él lucharía, lo haría por todo lo que creyera justo y apropiado. – Empiezo a pensar como uno de esos estúpidos Gryffindor. – Dijo para sí mismo. – Pero no voy a permitir que nadie controle mi vida, y haré cualquier cosa para evitarlo, incluso, si hace falta, aliarme con Apestoso Potter y sus amiguitos, los inmigrantes y la hermana del pobretón... Gin... oh, vamos Draco, no pienses más en ella, bobo. – Se regañó – Si en realidad está coladita por el idiota de Potter... – Se tapó mejor intentando amortiguar los ronquidos de Crabbe y Goyle con las sábanas y finalmente se durmió.
A la mañana siguiente Ron se levantó el primero para visitar a Hermione en la enfermería. A pesar de los hechos del día anterior, aquél lunes fue de lo más normal aunque podía olerse el nerviosismo en el aire. Afortunadamente todas las clases de aquél día fueron impartidas dentro de los muros del castillo. A primera hora de la mañana los alumnos de Gryffindor compartían historia de la magia con los Hufflepuff. Fue una clase muy tranquila (muchos alumnos optaron por echar una discreta cabezadita). Solamente Nausica parecía inexplicablemente interesada en el temario. Después de historia de la magia venía la no más apasionante clase de pociones con un Snape más malhumorado que de costumbre (parecía imposible, ¿verdad?).
Cuando el sol se ocultó tras las montañas Harry, Ron, Nausica y Aina fueron arrastrando los pies por el cansancio hacia el gran salón. Cual fue su sorpresa cuando de camino hacia allí apareció Hermione sentada cómodamente al pie de las escaleras.
–¡Mione! – Exclamó Ron antes de acercarse corriendo. – Ya te han dejado ir?
– Madame Pomfrey hace maravillas con los heridos. Galceram también ha dejado la enfermería. – Añadió la chica al ver la expresión anhelante de Nausica. – Mira, ahí viene. – Efectivamente, el joven bajaba por aquellas mismas escaleras y fue recibido con un cuidadoso abrazo (no era plan de volver a fracturarle las costillas) por parte de sus amigas.
Por fin entraron en el comedor; todo estaba como siempre, los profesores en su mesa, los platos listos para ser llenados con los más variados manjares. Entonces Dumbledore se levantó y miró a su alrededor. – Queridos alumnos. – Hizo una pausa grave; tomó aire y siguió hablando. – Como bien saben, esta escuela sufrió un ataque el pasado domingo. Afortunadamente nadie salió herido de gravedad, y los atacantes fueron recazados con éxito. Con estas palabras no pretendo infundirles una falsa sensación de seguridad ni tampoco justificar mi ausencia y la ausencia de medidas de protección adecuadas. Quiero que comprendan la situación y que presten de buena gana su ayuda, puede que este sea un año difícil. Para su propia seguridad nadie debería pasear solo por los jardines; sólo se permitirán grupos de unas cinco personas como mínimo, y los entrenamientos de quiddich y se harán siempre bajo la supervisión de algún profesor. Por el momento las visitas a Hogsmeade serán restringidas hasta nuevo aviso. – Un murmullo de desaprobación inundó la sala. El anciano director se apresuró a alzar los brazos pidiendo silencio. – Sé que puede parecer injusto, pero los profesores consideramos que es lo correcto. Como compensación y dada la petición de algunos profesores, – en aquél momento Harry juraría que Lupin le guiñó un ojo – se celebrará un gran baile el día de Navidad. – Los murmullos se convirtieron rápidamente en aplausos. Con una sonrisa en los labios el anciano se sentó y dio comienzo la cena.
Desde entonces todo pareció volver a la normalidad, las clases transcurrían con normalidad y los días pasaban lentamente. Aun así, Harry y los demás no estaban del todo tranquilos; estaba claro que Voldemort y sus seguidores no se contentarían con un ataque a tan pequeña escala por lo que acabaron como siempre: metidos en la biblioteca rodeados de libros polvorientos, una situación que sólo parecían disfrutar de verdad Hermione, Nausica y Galceram.
– Nada, para variar, no e encontrado nada... vamos a morir de aburrimiento. – Masculló Ron dejando caer la cabeza encima del libro que acababa de revisar.
– No te quejes, Weasley, podrías estar peor.
– Sí, claro, podríamos ser amigos, ¿verdad? – El pelirrojo levantó la vista lo suficiente para lanzarle una mirada furibunda a Malfoy. - ¿Por qué tiene que estar siempre pegado a nosotros, eh, Mione?
La chica meneó la cabeza y cerró su libro. – Porque necesitamos toda la ayuda posible, Ron. ¿Prefieres que cuando vuelvan los mortífagos nos encuentren indefensos?
– Sería mucho menos desagradable que oír a este par peleándose todo el día. – Desde el otro extremo de la mesa Nausica miró a Ron y a Draco con aprensión. – ¿No podéis estar trabajando tranquilitos y en silencio, por favor? La cabeza me duele horrores. – Y se acomodó en la silla masajeándose ligeramente las sienes.
–¿Otra vez? – Preguntó Ginny. – Hace ya varios días que no te encuentras bien.
– No me extraña. – Añadió Aina. – Ultimamente no duermes mucho, ¿verdad?.
Nausica le lanzó una mirada furtiva antes de contestar. – Duermo lo suficiente, gracias. Lo que haga con mi tiempo es cosa mía. – "bocazas", añadió mentalmente a la frase.
En aquél preciso momento Harry se acercó cargado con una nueva montaña de libros. – Hum... ¿qué pasa, chicas? Se os oye discutir desde el otro lado de la biblioteca. Madame Pince empieza a ponerse nerviosa.
– No pasa nada, Harry, ¿verdad, chicas? – Murmuró Nausica apretando los dientes. Ellas se apresuraron a negar con la cabeza y a seguir leyendo en silencio.
Aquella noche, como cada noche desde hacía más de una semana, Nausica volvía a los dormitorios de Gryffindor después de una de sus escapadas nocturnas. Envuelta en el sepulcral silencio entró en su cuarto. Desde la puerta vio la esfera luminosa del reloj de su mesilla. Las cuatro de la madrugada. Bostezó y se quitó la capa. Entonces el ruido de un aleteo hizo que desviara la vista hacia la ventana; allí había un búho de color pardusco que la miraba con sus enormes ojos dorados y expresivos. El animal movió ligeramente una pata cuyas plumas eran extrañamente onduladas, impaciente, pero no se movió de la ventana.
– ¡Ya vale! – Masculló la chica en voz demasiado alta. – No necesito una niñera. ¡Vete!
Y con una última mirada triste el búho se marchó.
A medida que avanzaba el curso, los días se acortaron y el frío invadió Hogwarts. Incluso durante el primer partido de quiddich de la temporada que enfrentó Ravenclaw contra Slyterin, cayó también la primera nevada del año. Durante el partido Harry se dio cuenta de que de repente Ron había desaparecido de su lado. Miró confundido a su alrededor, y su vista se fijó en un lugar de las gradas un poco apartado del infernal ruido que era el estadio de quiddich; allí estaban en pie Ron y Hermione. En un momento dado el chico acercó sus labios al oído de ella y formuló una pregunta. Con una gran sonrisa Hermione asintió y abrazó a Ron con todas sus fuerzas. Viendo aquello Harry supuso que Ron no quería ir a ningún otro baile sin Hermione y se alegró por los dos; quizá ya era hora que él también se armara de valor. Al finalizar el partido con la victoria de Ravenclaw el chico se limpió concienzudamente las gafas empañadas por el frío y esperó bajo la nieve a que salieran los jugadores.
Los primeros en abandonar los vestuarios fueron los Slyterin; cuando salió Draco aún con el pelo mojado y el cuello envuelto en una gruesa bufanda le lanzó a Harry una mirada suspicaz. – ¿Has venido a felicitarnos por la derrota, Potter?
Él metió las manos en los bolsillos y sonrió sarcásticamente. – No, Malfoy, he venido para invitarte al baile.
– Me halagas, Potter, pero no eres mi tipo. – Contestó el chico con sorna. – Aunque dudo que seas el tipo de nadie. – Y se fue a paso veloz hacia el castillo junto a sus compañeros de equipo.
– Hum... ampliando tu... ¿círculo de amistades? – Dijo una voz a su espalda.
Harry se giró sobresaltado y sus ojos se encontraron con los de la cazadora de Ravenclaw. En aquél momento Harry deseó no estar allí bajo la nieve, con la nariz roja y tiritando de frío y nerviosismo ante la chica que le gustaba. – No... de hecho, te estaba esperando.
Ella abrió más sus ojos castaños y dio un paso hacia el chico. – ¿Me esperabas? Bueno, pues aquí me tienes.
Harry se pasó una mano enguantada por el pelo rebelde y respiró profundamente. – Pues, esto... Cho, la verdad es que yo me preguntaba si... bueno, lo he estado pensando mucho y... – ¿Pero qué estaba haciendo? De su boca salía un incesante barboteo sin sentido, tenía las manos sudadas a pesar del frío glacial, parecía que su lengua no quisiera expresar lo que le dictaba su corazón, tenia miedo al rechazo. "Pero bueno..." pensó entonces el muchacho, "¿soy o no soy un Gryffindor? ¡Valor!" Y finalmente pronunció las palabras adecuadas. – ¿Quieres venir conmigo al baile, Cho?
Contuvo el aliento aguardando una respuesta. Cho entonces sonrió tristemente y le tocó una mejilla con sus finos dedos. Harry se estremeció al notar el gélido contacto pero permaneció en silencio. – Lo siento.
Él dejó escapar un jadeo entrecortado, interrogante. – ¿Por que? – En realidad no quería formular aquella pregunta, demasiado tarde, los ojos de ella se humedecieron. " Es por el frío" pensó Harry sin creerlo realmente. – No voy a ir al baile, con nadie. No podría... no después de lo que pasó el año pasado, ¿comprendes?
– Claro. Lamento haberte traído recuerdos tristes, Cho. Ya nos veremos. – Y sin decir nada más se giró y echó a correr hacia el castillo con todas sus fuerzas con la vana esperanza de ser más veloz que sus penas.
Llegó jadeando a la sala común. La sala estaba caldeada por un enorme fuego que crepitaba monótonamente en la chimenea y se oían los gritos de los de primero mientras jugaban a algún juego de cartas muggle. En otro rincón de la sala estaban Neville y Aina; la chica no era muy buena en herbología, así que Neville la ayudaba de vez en cuando a cambio de que ella le diera repaso en transformaciones. A su lado estaban Ron y Ginny jugando al ajedrez mágico, y por su lado Hermione y Nausica estaban cómodamente instaladas en un par de butacas con una gruesa novela entre las manos.
Harry se derrumbó pesadamente en una silla al lado de Ron y miró el tablero de ajedrez con desgana.
– ¿Qué te pasa, amigo?
– Nada, Ron, nada.
– O, vamos, como si no nos conociéramos. – Movió el caballo para amenazar la dama blanca de Ginny.
– Le has pedido a Cho que vaya al baile contigo, ¿verdad? – Preguntó la chica mientras una de sus torres masacraba un pobre alfil. – ¿Ha aceptado?
– No, no va a ir al baile con nadie.
– Ah. – Ginny quedó unos momentos en silencio, haciendo acopio de valor para decir la siguiente frase. – Entonces... si no tienes pareja... ¿te gustaría ir conmigo?
Harry miró a la chica y después a su hermano, y como a Ron no pareció importarle que su hermana menor saliera con su mejor amigo aceptó encantado.
En el sofá, Hermione levantó la vista de su ejemplar de "los libros de tierramar" y miró a Nausica.
– Y tu qué, ¿ya tienes pareja para el baile?
– Hum... la verdad es que los chicos no se pelean por salir conmigo, pero tampoco es algo que me quite el sueño. – Dijo con una sombra de decepción en los ojos.
– Quizá les asuste esta expresión tan seria que tienes siempre...
– Claro, seguro que temen que les muerda o algo, ¿no? Pero dejemos de hablar de mí; por lo que veo tu sí que tienes pareja...
Hermione miró furtivamente a Ron y se sonrojó. – Sí, por suerte este año no me a dejado como último recurso. Y Aina, ¿con quién va?
– Pues creo que va con ese prefecto...
– ¿Lawson? – Preguntó sorprndida. No era muy normal que Slytherins y Gryffindors fueran juntos a los bailes.
– No, ese no, el otro, el de Hufflepuff, Roger, ¿verdad? Es bastante simpático...
"Es bastante simpático..." eso mismo pensó Aina el día anterior cuando Roger Pseudolos pidió que le acompañara al baile justo cuando salía de clase de transformaciones y aceptó la invitación. En un primer momento se sintió muy halagada, pero cuando el joven prefecto le besaba galantemente la mano apareció por el pasillo Deimos Lawson y ella notó una extraña sensación en el estómago en el mismo instante en que le venían a la mente recuerdos de pasillos oscuros, de música y de máscaras.
Las últimas semanas de curso antes de las vacaciones de Navidad fueron algo más animadas. Bueno, animadas es una forma de decirlo suavemente; la verdad es que fueron realmente infernales. Parecía que los profesores quisieran asegurarse de que los alumnos no tuvieran tiempo libre para nada y tras las clases todos acababan teniendo una cantidad inhumana de trabajo para el día siguiente y eso sin contar los exámenes extraordinarios de Pociones, Encantamientos, Transformaciones y DCAO para los alumnos de quinto: según los profesores debían estar bien preparados para pasar los TIMOS a finales de curso, aunque los perjudicados creían firmemente que estaban experimentando con ellos una nueva forma de tortura, especialmente Snape, cuyos exámenes eran especialmente rebuscados y difíciles.
No es de extrañar pues, que todo el mundo esperara ansioso la Navidad, un tiempo de descanso, alegría y jolgorio.
Pobres pardillos, no veían lo que se avecinaba...
¡¡ Fin del cap. 10 !!
(con lo que me a costado escribirlo...)
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