¡Ai, Gimli!
Era de noche y la Compañía había desembarcado en la orilla oeste del Anduin para reposar del largo viaje hasta la mañana temprana.
Aragorn no se había acostado aún, sentado sobre una roca, la pipa en los labios, y una expresión malhumorada en su cara.
Casi enrojeció de rabia (y de envidia) cuando comenzó a oír la suave voz de Legolas, que llegaba desde el cómodo lecho de hierba detrás de los matorrales cercanos a él.
"¡Oh, Gimli! ¡Sí! ¡Qué gustazo...!"
Ahí estaban de nuevo. Desde que partieron de Lothlórien que Gimli no dejaba de hacérselo todas las noches.
"¡Oh! ¡Más! ¡Más!"
Aragorn se cubrió las orejas con las manos. ¡Qué injusticia! Antes él tenía al Enano para sí solo, y ahora, desde que esos dos se hicieron tan buenos amigos, Gimli se lo hacía a Legolas primero, y a él después. "¡Y ya no es lo mismo que antes," - pensaba Aragorn - ", porque después de acabar con Legolas, Gimli ya está cansado para mi turno! ¡Así no se puede disfrutar!"
Aragorn le había preguntado para hacérselo a él primero, pero el Enano había respondido que Legolas la tenía más suave, y prefería empezar por él para calentarse.
El sonido de piel frotando en un fuerte contacto contra otra piel cesó un momento.
"¡No pares! ¡Ai, Gimli...! No pares... Sigue..."
Aragorn oyó un quejido de Gimli. "¡Grr, Legolas! Dame al menos un respiro."
El sonido comenzó de nuevo, acompañado por los gemidos del Elfo.
Aragorn empezaba a impacientarse. Seguro; podría pedírselo a otro pero... se volvió para mirarles: Merry y Pippin habían cautivado a Boromir hacía tiempo y ya estaban en ello, como cada noche. "Menudo trío" - pensó el Montaraz, viendo en la oscuridad la robusta silueta de Boromir moverse, sus manos (una para cada uno) dando el placer que los Hobbits querían. Sam y Frodo tampoco estaban libres para él: el buen Sam siempre estaba dispuesto a complacer a su amo, y también estaban ya en ello. Y Gandalf... bueno, digamos que ya era demasiado viejo para ello.
"¡Oh! ¡Sí! ¡¡Sí!" - seguía gimiendo Legolas.
Aragorn volvió a taparse las orejas. Al menos los otros cinco eran más silenciosos; sólo emitían el sonido de piel en contacto con la piel y algún que otro murmullo de satisfacción.
"¡Oh! ¡Más fuerte! ¡Oh, más! ¡Gimli! ¡Oh!"
Aragorn se puso en pie y comenzó a caminar impaciente de un lado a otro, a cada paso haciendo una bocanada de humo con su pipa. Después de todo, no era de extrañar que Legolas, al contrario de los demás, gimiera así: nunca había conocido a nadie que lo hiciera tan bien como Gimli, con la increíble fuerza de empuje que posee el Enano y con las ganas que lo hacía, mostrando disfrutarlo él también.
"Ooooh...¡Sí! ¡Ahí! ¡Ahí!"
Gimli empezó a jadear. ¡Ahí estaba! Aragorn se dirigió rápidamente a ellos. Si Gimli seguía así, estaría cansado para cuando le tocara su turno.
"¡Ai, Gimli...!"
Era oscuro, pero Aragorn podía ver la silueta del Enano moviéndose, montado en Legolas, que estaba cara al suelo. A cada empujón de Gimli, el Enano suspiraba, sus manos tratando de ofrecerle todo el placer que podía el Elfo.
Con dos largos trancos Aragorn se plantó frente a ellos, cruzado de brazos y con el ceño fruncido. "¡Ya basta, Gimli!" - dijo - "¡Deja ya de masajearle la espalda a Legolas! ¡Me toca a mí!"
Fin
The Balrog of Altena: mal pensados...¬ ¬
