Disclaimer: Bueno, en el primer capítulo no puse disclaimer porque se me pasó con la emoción, pero decir que todos los personajes de Harry Potter, incluido Lucius Malfoy, por supuesto, SON EXCLUSIVAMENTE MIOS, Muajajaja es verdad, pero J. K. Rowling me los robó mientras estaba en el lavabo, y ahora se está forrando con ellos y yo no toco una moneda (triste, verdad?)

También decir que la idea de que Wilkes y Rosier fuesen enterrados en un lugar llamado Montrose es EXCLUSIVAMENTE de THE FOX LADY, ya que, tras leer su historia Spirits Dream Inside, he sido incapaz de enterrar a Stefan en otro lugar, así que Foxy, te pido mil disculpas por tomar el nombre, pero me pareció indispensable.

Comentarios: Vaya, me alegré mucho de ver que la gente leía esto y todo!!! Muchas gracias a todos los que lo habéis leído y más aún a los que me habéis dejado reviews. La verdad es que si pensaba continuarlo pero no sabía cómo, y el resultado ha sido un capítulo más largo que la Biblia, así que lo he partido en dos, y esta es la primera parte, que es la más pesada, aunque espero que os guste. Ya sabéis, corregidme si algo esta mal o no os gusta, la única forma de aprender es corrigiendo los errores!

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26 de Abril de 1979, Montrose.

" Polvo eres y en polvo te convertirás.

Polvo eres y en polvo te convertirás.

Eres polvo, y te han hecho polvo.

A los que te han hecho polvo, yo les haré lo mismo.

Voy a hacerles polvo.

Voy a hacerles sufrir."

- Sufrir.

-  ¡Calla! – Siseó Snape, dándole un codazo. Levantó la vista hacia él, ojos negros y ojeras negras, y luego miró a su alrededor. Entonces Lucius se dio cuenta de que la última palabra de sus pensamientos la había dicho en voz alta, y algunos habían dejado de mirar al cura que oficiaba el sepelio para mirarle a él con caras de curiosidad.

La misión para acabar con Ojoloco Moody había sido un fracaso de lo más estrepitoso. Wilkes y Rosier habían muerto, y el puto auror sólo había sacado unas cicatrices y había perdido la nariz. Pero no había sido todo obra suya, no era posible que el viejo cojo hubiese acabado así con la vida de dos hombres jóvenes,  fuertes y capaces. Más aún si consideramos que el auror tenía fama de "bueno", es decir, que de él se decía que atrapaba sin matar, o al menos eso intentaba.

Estos pensamientos rodaban por la cabeza de Lucius mientras veía cómo la tierra abierta tragaba los dos ataúdes y una capa de tierra blanda los cubría, para convertirse mediante un hechizo de crecimiento en una parte más del pasto, con la lápida hincada en el suelo y un matorral surgiendo al lado de ésta. Un espino, aromático, punzante, fresco y vivo, como lo habían sido ellos.

Sintió el brazo de Severus rodar por sus hombros y sin decir una palabra se fueron paseando por la colina en la que se encontraba la iglesia y el cementerio, al igual que muchos otros que se dispersaban. Al llegar a los lindes del pueblo que se abría bajo la colina, en el valle, Severus soltó a Lucius y repitió lo que éste había dicho hacia un rato:

- Sufrir?

- Si, sufrir. Van a sufrir, me enteraré de lo que pasó, y los responsables van a sufrir.

-.... – Severus no dijo nada, pero en su cara se podía leer un claro "a ver que vas a hacer, no seas loco".

Snape se disculpó diciendo que tenía que ir a Hogwarts a hablar con Dumbledore. Con un poco de suerte, a partir del curso que viene sería el "Maestro de Pociones del Colegio de Magia más exquisito de todos los tiempos". Lucius no pudo evitar sonreírse, y pensar que jamás llevaría a sus hijos, cuando tuviera, a un colegio que en su propaganda se autodenominaba como "exquisito".

Al quedarse sólo tras el  "plop" de Severus y su desaparición, Lucius volvió a su pensamiento inicial; tenía que descubrir que cojones había pasado. Entró en la taberna de Montrose, oculta en una de las estrechas callejuelas del centro del casco urbano, y con polvos floo viajó hasta el Ministerio de Magia.

Tras un buen rato de papeleos, conversaciones insulsas y todo tipo de chorradas, se acercó al bar que había en el propio edificio. Allí, caras conocidas, caras desagradables, caras nuevas, caras importantes,... todo se mezclaba. Y entre esa mezcla, vio a  Tausiet Grant, uno de los aurores más conocidos por la opinión pública. Sus miradas se cruzaron, y el auror levantó el pulgar en señal de victoria y sonrió al señor Malfoy, a la vez que le guiñaba un ojo. Lucius se acercó y el círculo de gente que estaba reunido en torno a Tausiet se abrió para cederle un hueco. Allí había aurores, funcionarios, trabajadores, un par de ministros y un mortífago que trabajaba también como funcionario, espiando al Ministerio. Sus ojos estaban vacíos al saludar a Lucius, y éste comprendió que algo ocurría en esa charla.

- Vaya, menudo guateque tenéis montado para ser un Martes – dijo Lucius mientras aceptaba una copa.

- No es para menos, ayer nos deshicimos de cierta basura – dijo un auror

- Alexander, no seas bruto – uno de los ministros parecía ofendido con el tono del joven – lo que pasó, Mr. Malfoy, es que ayer dos mortífagos intentaron acabar con el mismísimo Alastor Moody  -Los ojos de Lucius se abrieron imperceptiblemente más de lo normal. Sin comerlo ni beberlo, este hombre le iba a decir quien tendría que sufrir a su costa.

- No es posible! Está bien el pobre abuelo?

- No es ningún abuelo! Es el mejor auror que existe! Siempre alerta! – Era ese Alex de nuevo

- Alex!!! – el ministro parecía muy enojado con el auror, poco más que un muchacho, evidentemente orgulloso e ilusionado con su trabajo – sólo es una forma de hablar. Verá Señor Malfoy, lo que pasó es que dos mortífagos atacaron a Moody, pero en ese momento él se dirigía a encontrarse con Tausiet y con Alex, para acabar el entrenamiento del muchacho, así que entre los tres consiguieron reducirlos... demasiado.

- ¿Reducirlos demasiado? – Preguntó Lucius,  "maldito bastardo, di matarlos que es lo que habéis hecho"

- Como ya sabrás, Lucius – a nadie pasó inadvertido como Tausiet tuteaba a Malfoy – El señor Crouch ha aprobado un edicto por el que se permite el uso de maldiciones imperdonables contra los aliados del Tenebroso si es necesario, así que en ese momento decidí que lo era.

- ¿Quiénes eran? – Lucius no cabía más en sí de pura rabia contenida.

- No lo sabemos, se desvanecieron en el aire – contestó Alex.

Lucius fingió sorprenderse: - ¿Se desvanecieron? Entonces no estaban muertos!!

- Si lo estaban – explicó indulgentemente Grant, como si Malfoy no supiese nada acerca de hechizos – existe un hechizo mediante el cual se trasladan los cuerpos de los muertos de un lugar a otro predestinado cuando se produce la muerte: Si tú te lanzas ese hechizo en vida, cuando mueras tu cuerpo se transportará al lugar que tú hayas predestinado.

- Y eso de que les servía?

- Para no dejar pistas, de todas formas en unos meses podremos saber quienes eran – sonrisa maliciosa.

- ¿Y como, si puede saberse, Grant?

- No, no puede saberse, pero tiene relación con los censos de magos y el control de población.

- Ajá, si me disculpan, caballeros, iré a trabajar un poco más. Visto está que si por ustedes fuera, el mundo mágico estaría sumido en el caos – Risas y quejas de todos los asistentes – en todo caso, Tausiet, mi enhorabuena por el éxito de tu trabajo, espero que todo te vaya igual de bien.

- Así es Lucius – el auror no cabía en si de gozo, y que era una de esas personas que se crecían con las alabanzas y Lucius lo sabía – Tengo un buen trabajo en el que destaco, buenos colegas y una familia maravillosa. ¡Sólo me queda casar a las niñas!

- Interesante – Lucius se encendió un cigarrillo, pero tras un par de caladas pareció pensarlo mejor y lo tiró.

Empezaron a surgir comentarios acerca de la fortuna de Grant y con ello Lucius abandonó el círculo, asqueado. Se fue directo a un baño y levantó la tapa. Dos dedos largos y finos, con elegantes uñas cortadas y limadas a ras de dedo, se introdujeron lentamente en su boca y siguieron su camino acariciando su campanilla y llegando a la suave y húmeda garganta, que se contrajo fuertemente, aunque fue ignorada, provocando arcadas en el cuerpo de Lucius.

Los dedos salieron dando paso al contenido del estómago de Lucius, que se esparció por la blanca y brillante taza del inodoro. Haciendo subir un olor fuerte y rancio hacia su nariz, que seguía cerca del retrete. No sabía muy bien cual había sido el significado de esto, ya que normalmente no acostumbraba a hacerlo, pero como había sido el impulso del momento no le dio tampoco mayor importancia, se aclaró la boca y se lavó las manos y salió de allí en dirección a su despacho. Tenía mucho que hacer.

*********

La familia Grant estaba cenando tranquilamente en su casa de Goose Creek. De clase acomodada, sin grandes lujos, eran lo que se podía considerar una típica estampa hogareña: sonrientes, sin aparentes preocupaciones, la madre servía los platos mientras el padre, Tausiet, hablaba con su hija Carol sobre el día en el ministerio y los dos pequeños jugueteaban con el perro a los pies de la chimenea. Su madre les insistía en que se lavaran las manos y se sentaran como personas civilizadas, y como punto final a esta estampa, en la ventana del salón una cara miraba los movimientos del interior de la casa.

Lucius apartó la nariz del cristal, asqueado de nuevo, esta vez por la linda escena que se daba dentro de la casa. Se alejó un poco y se sentó en el suelo del jardín, apoyado contra un muro. Miraba hacia el cielo, como esperando algo. Al rato, sacó una pitillera de plata del bolsillo de la túnica y de allí cogió un cigarro. La pitillera tenia grabada una serpiente en posición de ataque, con la boca abierta y los dientes amenazantes. Lucius pensó un momento que el hecho de ser un Slytherin no era casual, sino que él estaba predestinado a serlo.

Se encendió el rubio y lo fumó tranquilamente. Ver fumar a Lucius era una prueba más de la clase que poseía: el humo bajaba delicadamente de su boca hasta el fondo de su pecho, para luego salir entre sus labios con un gesto muy sensual, muy señorial. El sabor que se iba quedando en su boca  tras cada calada era muy agradable. Era dulce sin exagerar, gustoso y silvestre. Algo más distraído, dejó de mirar al cielo y se concentró en el humo que emanaba de la brasa, y empezó a hacer con la boca  círculos que se ensanchaban al alejarse y se encontraban en el cielo, creando más figuras caprichosas. "Hmmm, que bello es saborear los pequeños placeres que te da la vida" – pensó – "Si lo llego a saber, me traigo un puro"

- Uh. Uh UUUh – El silencio quedó interrumpido por el ulular de una lechuza. Ya había llegado la hora. Con una sonrisa, tiró el cigarrillo al suelo. Se levantó rápidamente y saltó el muro en el que había estado apoyado. Pocos instantes después estaba de nuevo encima del muro, tumbado, con una capa negra cubriéndole de la  cabeza a los pies y una máscara que dejaba ver sus ojos de plata fundida. Se acarició un momento el antebrazo, la marca tenebrosa, como si tocase un amuleto de la suerte. La caza había empezado, y esta vez las victimas no serían mortífagos.

Ahhhhhhhhh, no, no, no!!!!! – Gritos y lamentos desde el interior de la casa de los Grant, tras un momento de silencio y sock al ver entrar a una lechuza negra con una carta en un sobre del Ministerio. La carta decía que la hija mayor del matrimonio Grant, Laiya, había sido encontrada muerta en su apartamento de Londres tras recibir un mensaje anónimo informando de la situación. Se atribuían los hechos a un ataque mortífago, aunque la señora Grant ya había dejado de leer a ese punto, abrazando a sus hijos y sollozando compulsivamente. Tausiet, tras consolar a su mujer cambió su cara de dolor por una de rabia y subió escaleras arriba, para bajar al poco tiempo con una capa de viaje y salir corriendo por la puerta sin decir nada más.

Ya fuera Tausiet se acercó al garaje y cogió su escoba, lanzándose a volar sin preocuparse de que alguien le pudiese ver. Lucius dudó un momento. Esta era la reacción que había esperado del predecible auror, pero no se había decidido si era mejor atacarlo ahora, haciéndole caer de la escoba, o dejarlo ir y esperar a que regresara. Finalmente optó por lo segundo, ya que para él el dolor sería supremo, y de volver acompañado o con refuerzos, Lucius tendría suficiente tiempo para hacer "plop" y largarse de allí.

Desde el muro alcanzó el primer piso, con el tiempo justo de esconderse en un armario antes de que la señora Grant subiese y entrase a esa habitación para cerrar la ventana, "aún llorando de forma tan patética" – pensó Lucius. Sintió ganas de salir del armario y partirle el cuello a esa mujer tan ruidosa, tan querida por todos,.. pero recordó que él, ÉL ERA UN ARTISTA, y si había venido sólo, era para demostrar lo que era capaz de hacer si le dejaban. Para partir cuellos hubiera traído a Goyle, y no se habría molestado en despedazar a la hija mayor del matrimonio, ni en ponerla "brillante y reflectante" , como había planeado desde un principio.

Así que esperó pacientemente en ese armario que olía tan bien a jabón de Marsella y a lavanda, haciendo oído de lo que pasaba en la casa. Ya no parecían una familia feliz como hacía unos minutos, eso demostraba lo efímera que podía ser la felicidad, y lo rápido que podía dar paso al dolor. Pasos de un lado a otro, palabras de consuelo, besos de buenas noche y pronto los cuatro habitantes que quedaban en la casa acabaron en sus camas, rumiando y digiriendo cómo el destino había hecho cambiar sus vidas. Y de nuevo, silencio.

Pasó un rato hasta que Lucius se decidió a salir del armario (N/A: que nadie sea tan gracioso/a de buscarle a esto un doble sentido) El cuarto estaba a oscuras, y una leve respiración se oía  venir de la pequeña cama que había en una de las esquinas. Dibujitos de animales cubrían las paredes.  "Qué mono!" – Pensó Lucius, mientras se dirigía hacia la puerta, con la mano extendida hacia el pomo.

- ¿Eres un ladrón? – Al volverse, vio al hijo pequeño de los Grant, su único varón, de unos siete u ocho años, sentado en su camita, agarrando las sábanas con manos temblorosas. Lucius le sonrió, y se acercó lentamente a él, sabiendo, por lo asustado que estaba el niño que no iba a gritar.

- Shhh! – Un dedo en los labios del rubio -  no hagas ningún sonido pequeño. Si, soy un ladrón, y me voy a llevar muchas cosas de tu casa, pero si gritas, además te haré daño a ti y a tu familia, así que cierra la boquita y duérmete, vale?

El niño se le quedó mirando y Lucius pensó que tal vez fuera retrasado mental o algo así, puesto que tenía un gesto muy estúpido. Tras un largo rato en el que ambos estuvieron callados y observándose, el niño extendió las manos hacia él:

- Yo quiero robar, yo quiero ser también un ladrón, e irme de mi casa. ¿Puedo ser tu compañero?

Sólo un pellizco que se dio a sí mismo en el brazo impidió que Lucius despertase a toda la casa a risotadas. ¿El niño quería ser su cómplice en el "robo"? ¿Se había tragado lo de que era un ladrón? Ahora si que le parecía retrasado del todo.

- Bien, bien, bien, pequeño ladronzuelo, ¿y cómo te llamas?

- Albert  Cornellius Grant

- Ese es un nombre muy estúpido para ser un ladrón

- Ah, sí? – El niño parecía estar al borde de las lágrimas

- Si, habrá que cambiarte el nombre y el apellido – Lucius permanecía serio, pero hablaba de forma confidente con el niño, lo que estaba haciendo que el pequeño se ganase su confianza - ¿Qué te parece Morgan, como el pirata?

- SIIIIII!!!

- SHHH, no grites! Tu madre nos oirá, y no podremos robarle!

- ¿Pero de verdad vas a robarle a mi mamá? Ahora soy tu compañero, ¿no?

- Si, pero tienes que elegir entre tu mamá o ser ladrón – Lucius estaba perdiendo la paciencia con el puto mocoso de mierda. El niño pareció meditarlo unos instantes.

- De acuerdo, le robaremos a mi mamá, porque mi papá no está, ¿sabes?

Lucius pasó por alto este último comentario, y parecía seguir pensando – Muy bien, Morgan, ¿y que vamos a hacer con tu apellido?

- Ponme otro

- No es tan fácil

- ¿Por qué?

- Porque para llevar un apellido, has de llevar la sangre de ese apellido por tus venas

- ¿Y que puedo hacer? – Lucius sonreía, el niño había llegado donde él quería.

- Tengo un plan ¿Te gusta mi apellido? Es Roberts, un apellido de ladrón auténtico.

- SII, me gusta.

- Entonces llevarás mi sangre – Albert sonreía con su boca desdentada

- ¿Qué hay que hacer? – Lucius sacó su varita, y con una sonrisa apuntó al muchacho

- QUIETUS – El hechizo bañó al niño – ahora ten he lanzado un hechizo para que no te muevas y no emitas ningún sonido, y lo que voy a hacer es vaciarte la sangre del cuerpo, y luego te meteré de la mía , Ok? Si estás de acuerdo, no te muevas, y si no lo estás, levanta un brazo.

Lucius esperó un momento, viendo los esfuerzos del niño por moverse bajo su hechizo. Qué esfuerzo tan inútil bajo un quietus!! Del interior de su túnica sacó unas tijeras, con las que cortó el pijama del niño, dejándolo en slips en el suelo de la habitación . Las guardó y sacó de nuevo otro instrumento, esta vez un bisturí que siempre llevaba con él. Abrió  la carne de los hombros hasta las muñecas y de las ingles hasta los tobillos.

El cuerpo de Albert se iba palideciendo conforme la sangre, que brotaba a borbotones de cortes, iba saliendo de su cuerpo. El  olor a sangre, que es como el metal oxidado, entraba por la nariz de Lucius, llegando hasta su garganta. Se quedó parado un rato en medio de la habitación, sus botas manchándose de sangre, olisqueando el cadáver como lo haría un lobo tras caza una pieza. Era la misma sensación que fumarse un cigarrito después de mucho rato de "mono". Se acercó más al niño y le colocó en cada mano un fajo de billetes muggles que tenía para ocasiones así. Ahora ya no era un niño, ni un ladrón, aunque pareciese ambas cosas.

Ahora era un cadáver.

- Shhhh, calla Morgan Roberts! – Lucius le hablaba  al oído, en un tono suave y paternal . pon cara de pirata, hijo, para cuando llegue Tausiet.

Con una sonrisa en los labios, abandonó la habitación.

No se demoró mucho en la siguiente puerta, que al pegar su oreja a ella descubrió que era el dormitorio principal, donde la mujer de Grant gimoteaba aún en la cama. "Los hijos vuelven a los padres tontos" – pensó con un mohín de disgusto mientras avanzaba por el pasillo. La siguiente puerta resultó ser un baño bastante cutre, para el gusto de Lucius.

Al fondo del pasillo había dos puertas, una frente a la otra. Lucius volvió la vista atrás y vio sus pisadas cruzando el pasillo, dibujadas con la sangre del niño. Eso le dio una idea. ¿Pero en cual de las habitaciones estaba la niñita y en cual la hija más mayor? (considerando que la primogénita estaba muerta)

Con un hechizo orientador, su varita le llevó a la puerta de la izquierda. Al abrirla vio un lindo cuarto con una niña de más o menos la edad de Albert "tiene que ser más mayor, si el renacuajo era el pequeño" pensó Lucius. Con un suspiro de desánimo, se dio cuenta de que la escena se repetía y los ojos de la niña le miraban fijamente.

- Shhhhhhh, pequeña, es un sueño, es un sueño – repetía el rubio, cada vez más exasperado

- AHHHHH, Mamaaaaaa!!!!!!!!!!!!! - ¡ME CAGO EN LA PUTA NIÑA! Lucius saltó detrás de la cómoda

- Que pasa Xeira, mi vida? – Los surcos de las lagrimas  se marcaban en las mejillas de la señora Grant

- El hombre malo me da miedo, me quiere matar como a la tata – La niña lloriqueaba. Lucius deseó por un momento que se lo tragase la tierra "¿Por qué no les partí el cuello a todos? Va a venir Tausiet y aún no habré acabado" estaba furioso de tanto mamoneo en una sola casa.

- No hay ningún hombre malo, cariño, además ¿quién va a ser tan sumamente malo como para matar a una niña tan linda como tú? – Al acabar de decir esto, la puerta se cerró y alguien murmuró un hechizo silenciador. Aterradas, madre e hija miraron a la esbelta figura que se les acercaba.

- Señora, ¿NO PODÍA HABER ESPERADO SU TURNO EN SU CUARTO?

- Mamá!

- ..............

- Mami, di algo! – La niña empezó de nuevo a sollozar

- .............. – Lucius estaba complacido por el silencio de la mujer, pero estaba ya más que harto de esa estúpida familia. "Todo sea por una causa justa" Pensó

De un salto se abalanzó contra la señora, y le arrojó en la cara un vial con una sustancia corrosiva. Los tres gritaron: Lucius de placer, la niña de espanto y la señora Grant de dolor. Sin pensárselo dos veces, se volvió a lanzar contra la mujer, poniéndose detrás suyo y le sujeto la cabeza con una mano mientras que con la otra le rodeó el cuerpo, agarrándola en el hombro contrario al suyo.

CRACK, y luego silencio. Lucius se sintió de nuevo como recién fumado. Le había partido el cuello, tal y como deseaba haber hecho desde un principio. Esto era una importante lección acerca de que se han de obedecer los instintos primarios. Se agachó mientras la niña había -¡Por fin!- enmudecido, y le dio un beso en la boca, ahora deforme como el resto de la cara, quemada y corroída como si le hubiese echado una botella entera de lejía .

- Vamos a arreglarle la cara a mamá, ¿de acuerdo? – La niña se sobresaltó, pues esa voz en el silencio hacía tanto daño como el acercar el oído a la sirena de un barco. Tras un momento, asintió.

Lucius sacó su varita y abrió la ventana -  Wingardium Leviosa – Y entró por ella flotando una piedra de un tamaño considerable. Sin más florituras la dejo caer encima de la cabeza de la mujer de Grant, no sabía su nombre. Ahora , la masa gris que habitaba en su cabeza cubría gran parte del suelo. La niña empezó a gimotear de nuevo, siendo una brillante luz verde lo último que vio.

Tras matar a la niña con la maldición más imperdonable de todas, Lucius hizo levitar su cadáver, golpeándolo contra las paredes. No le había gustado que la  pequeña zorra lo llamase "hombre malo". Distraído, miraba cómo el cuerpecito se iba amoratando. Parecía que le hubiesen dado una enorme paliza. Al rato, se cansó de ella y la arrojó contra el suelo, más concretamente contra la piedra que estaba encima de la cabeza de su madre, que por ese lado era astillosa. Notó el crack de los dientes y los huesos de la mandíbula al partirse.

Se agachó y recogió algunas de las pequeñas perlas de nácar que eran los dientes de la pequeña y, guardándose un par en el bolsillo, dejó el resto, ensangrentados, bajo la almohada. Quien sabe, tal vez al ratoncito Pérez no le importe dejar dinero a cambio de los dientes de una niña muerta. ¿O SI?

Salió de la habitación, restregando sus botas en el dintel de la puerta, para quitar ciertas sustancias que dejaban huellas. Luego, con un hechizo limpiador borró todas las pisadas que había hecho por las habitaciones, evitando así ser descubierto. Ya se marchaba, cuando se dio cuenta que aún había una persona viva en la casa: Carol Grant. ¡Imperdonable! ¿Cómo podía haberse olvidado de la adorable hija de su encantador amigo y anfitrión Tausiet? Se dirigió a la única puerta que aún estaba cerrada.

La sonrisa había vuelto a su cara, entre otras cosas por haber matado a la insolente niña. Esta familia eran casi como los Weasley. "Es asqueroso tener tantos hijos, debería estar prohibido" Ya estaría en casa follándose a Narcisa para conseguir su heredero si los Tausiet hubiesen tenido un hijo único.

Entró a la última habitación, cerró la puerta y lanzó un hechizo insonorizador (por los vecinos) y encendió la luz de golpe, para encontrarse con una curiosa escena.

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Carol Grant no había tenido lo que se dice un buen día, pero pensaba que esto se solucionaría al llegar a casa, y así fue, por un tiempo. Tras sentarse a la mesa y hablar con sus padre y hermanos durante la cena, pensaba tomar un relajante baño, pero una lechuza negra torció sus planes.

Esto, unido al sock que recibió por saber que su hermana había sido asesinada, le hizo pasar la noche medio en vela, sufriendo al pensar lo poco que valía su vida, por mucho que le dijesen que eran los típicos pensamientos adolescentes. Además, cuando por fin conseguía dormirse, su hermana pequeña le despejó de nuevo al llamar a gritos a su madre, asustada por "un hombre malo".

No era culpa de la niña, pero el humor de Carol se agrió más de lo que ya estaba. "Ojalá se metiera un hombre malo en mi cuarto" – pensó amargada – "Ya se me ocurriría qué hace con él"

Con este pensamiento, apartó las sábanas y se quitó el camisón. Comenzó a acariciarse y a masturbarse, soñando con el hombre malo que la dejaría para el arrastre, que le enseñaría por fin lo que es un hombre malo.

Su placer fue interrumpido cuando se encendió la luz de su habitación y un hombre rubio, de ojos azules y muy apuesto la miraba con lascivia desde la puerta cerrada. El hombre le sonrió y ella, aun aterrada como estaba, no pudo evitar devolverle la sonrisa.

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Tausiet volvió a dejar la escoba en el garaje. Eran casi las cuatro de la madrugada cuando regresó a su casa, y el vecindario estaba más silencioso que un cementerio. Su cerebro había abandonado el dolor de saber que su primogénita había muerto durante todas esas horas que había estado en su apartamento, intentando buscar pistas, señales que le dijeran algo sobre quién había hecho semejante barbaridad.

Subió las escaleras de la casa, totalmente silenciosa. Llegó a su dormitorio y abrió lentamente la puerta. No había nadie en la cama. Se puso el pijama, y decidió ir a ver donde estaba su mujer, suponiendo que alguno de los niños habría tenido una pesadilla y se habría acostado en su cama para velarle. "Ha sido un golpe muy duro lo de su hermana" – pensó Tausiet.

Al abrir la puerta del dormitorio de Albert no parecía haber nadie en la cama tampoco, así que se empezó a preocupar más. Bajó corriendo las escaleras, llamando a gritos a todos. No encontró a nadie, pero vio horrorizado como había una gran mancha de sangre en el suelo del salón. Pero no había cadáver ni rastro de violencia.

No, no, no puede ser, no pasa nada, no – Tausiet sabía que se estaba engañando a si mismo, y que algo horrible había pasado esa noche en su casa . En un golpe de inspiración, miró hacia arriba, y descubrió que la sangre había caído de la habitación situada encima del salón. La habitación de su hijo, en la que había entrado hacía menos de dos minutos y en la que no se había parado a mirar el suelo.

Subió corriendo y entró.

Cinco minutos más tarde, los vecinos estaban allí, al igual que un grupo de aurores enviados por el Ministerio con carácter muy urgente. Tausiet estaba apoyado en el jardín, su cuerpo era un amasijo de carne, convulsiones y lágrimas, y sus manos arañaban la tierra fresca. Los vecinos trataban de consolarle, cosa imposible , dado que ellos mismos no dejaban de llorar. El señor Ekly había subido arriba y era uno de los pocos que habían visto todo el panorama. Su pelo se había vuelto en partes blanco. Meses después le diría a su mujer que fue de la impresión al ver a Carol.

De repente, Tausiet se levantó, sacó la varita y conjuró el ACTIO para traer a sus manos su escoba y una vieja capa llena de bolsillos, y, sin mediar palabra con nadie, desapareció.

****************

 Lucius llevaba un buen rato en la Malfoy Manor, pero seguía despierto, rememorando los bellos momentos que había pasado en Goose Creek, con la familia Grant. Tal vez en unos meses acabase con la vida de Tausiet Grant, pero por ahora, se conformaría con verlo por la calle o por el Ministerio con la mirada perdida y el corazón destrozado. Se relamió los labios tras beber de su copa.

Se había quitado la capa y la máscara, pero seguía vestido con la misma ropa con la que entró a la casa. Antes de subir, la quemaría. Iba a llamar a Dobby para que lo ayudase, pero el elfo entró antes en la habitación, sin respiración por la carrera.

- ¿Y bien?

- Señor Malfoy, señor, un hombre aparecerse tras la verja y venir corriendo hacia la Mansión

- ¿¡QUE?!

- Un hombre aparecerse....

Pero para aquel entonces Lucius ya no escuchaba al elfo, sino que corría hacia la ventana de la habitación, y se detuvo unos instantes en contemplar a la figura que se acercaba. Luego se cubrió con una capa y cogió una daga que había de adorno en el escritorio. Salió de la habitación y se acercó corriendo a la puerta de entrada, quedándose quieto frente a ella.

No tardo en abrirse la puerta, de un golpe como un campanazo, y Tausiet Grant estaba en el dintel, con ojos de demente y echando espuma por la boca. Por la cabeza de Lucius pasó la imagen de un pobre perro rabioso, a punto de ser sacrificado.

- Tausiet, ¡qué agradable sorpresa!

- Tú, bastardo, cabrón, hijo del demonio , tú....

- Ja, ¿yo? NO YO NO!! ¿Qué haces en mi casa?

- Lo sé, se que has sido tú.

A esas alturas, era evidente y a Lucius ese comentario le pareció un absurdo, pero la gran pregunta seguía rondando su cabeza como una neblina, como un humo, enturbiando el resto de pensamientos ¿ Cómo ha sabido que he sido yo?

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¿Qué hizo Lucius con las dos hijas mayores? ¿Qué asustó tanto al señor Elky? Y, sobre todo ¿Cómo coño sabe el puto auror que Lucius fue el responsable de todo?

Lo siento, este capítulo (Dust and her embrance) era muy largo y he decidido cortarlo en dos, y en esta parte ha quedado lo más bazofia de todo, espero que os guste, de todas formas, y por favor, dejar review si lo leeis, aunque solo diga me gusta o no me gusta, de verdad que hace ilusión ver que te leen  J

# JeRu : Me alegro de que te guste, aunque Lucius no es un pobre diablo, es un ARTISTA, jeje, y aunque a mi me guste más el slash, este capitulo (la segunda parte) tiene una escena het.

# Lina Saotome: Gracias niña! Volviendo al tema, esto no es una historia de sexo, sino de muerte (pero meter sexo en medio es tentador, verdad? ) y a Lucius le da igual carne que pescado, que me lo ha dicho.  Espero que de todas formas te guste.

# Tam Alor: Pues sabes que me has dado una idea genial para el último capitulo??? ¡¡Muchas gracias!!  Me alegro que te gustase.

# Naria Burrfoot: Noooooo, en el fondo es un angelito, de verdad, Lucius es bueno, bueno.... sólo que tiene algunas aficiones poco comunes. De todas formas, yo creo que los vampiros no disfrutan tanto como Lucius, ya que a él no le va por en medio la alimentación, aunque puede ser tan bello y mortal como un vampiro, eso si.

# Tauny: Aquí tienes la continuación, muchas gracias por tus reviews, espero que te guste.

# N Snape: Ufff, no veas que alegría cuando he visto tu review, de verdad que admiro mucho tu forma de escribir, y estoy totalmente adicta a La vuelta atrás, sobre todo a ese Severus tan vulnerable. Me alegro que te gustase, de verdad.