Disclaimer y comentarios: Todo esto es de Mrs. J.K. Rowling, por desgracia (ya me gustaría que fuese mio) La mini - poesía que da nombre al capítulo y que aparece al principio es de mi prima, en base a una idea mía (francés macarronico), por favor, no es arte, es basura, así que no le hagais mucho caso. El nombre de Godric Valley, donde se sitúa el comienzo de la historia del 31 de Octubre de 1981 no sé si es de Rowling o de algún escritor/a de fanfiction; creo que es de Rowling porque me parece haberlo leido en más de un fic (puede haberlo dicho en una entrevista o algo así) Si resulta que es de alguien, siento mucho haberlo tomado sin permiso, espero no molestar.

Y en este capítulo está también camuflado un pequeño "homenaje" a uno de mis cortos preferidos: Mirindas Asesinas, de Alex de la Iglesia

 ¡¡¡¡ Esto empieza a ser algo diferente de lo que tenía en mente para esta historia!!! La verdad es que me he sumergido un poco más en sentimientos y pensamientos que en hecho ESTE CAPITULO ES MAS FLOJO EN CUANTO A MUERTE Y VIOLENCIA, y he unido la historia un poco más a la línea de argumento de Rowling. Mi intención es que el siguiente capítulo parta del libro quinto, que saldrá en breves. Por eso puede parecer que este queda algo inconcluso... De todas formas, espero vuestros comentarios sobre qué os parece

^_^  Muchas gracias por leer! Y por favor, dejarme reviews, que me alegro mucho, abajo contesto a los del capitulo anterior.

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31 de Octubre de 1981, Godric Valley.

"Je transformerai la douleur que tu m´as rendue en art macabre et mortal.

Quand tu verras les conséquences de ta trahison,.... tu.... ¿souffriras?"

No podía ser. No era cierto. Había sido todo un mal sueño.....

Un par de ojos del color de la plata fundida miraron hacia el cielo, siguiendo una corriente de humo que se extendía desde una casita derruida y en llamas hasta el cielo, atravesando la marca tenebrosa y partiéndola por la mitad. Era como si el humo fuese un hacha que astillaba la calavera y mataba a la serpiente, partiéndolas a ambas por la mitad.

Lucius nunca quiso ser la parte que acaba sangrando. Él ansiaba el poder, la fuerza y la superioridad. No quería acabar partido por un hacha.

No sabía lo que había pasado en el interior de la casita en llamas, pero no era lo esperado. Lord Voldemort le había dicho que le esperase allí hasta que matase a los habitantes de la vivienda. Hasta que matase a los Potter. El Señor Tenebroso dibujó su marca en el cielo y entró en la casa. Todos los mortífagos preferían cometer primero los crímenes y luego dejar la señal, pero Voldemort hacía precisamente lo contrario: Marcaba la casa elegida para que sus habitantes pudiesen ver desde sus ventanas la señal, y saber antes de que entrase que iban a morir.

Pero esta vez no había sido así.... algo había fallado.

Esa madrugada fue eterna. Como si alguien hubiese detenido el tiempo, pensó Lucius, mientras esperaba y escuchaba a la gente a su alrededor murmurar y gemir. Él, sin embargo, estaba callado. Sorprendentemente callado. Notaba cómo muchos le miraban, esperando que se hiciese cargo de la situación.

Esperaban que él les dijese qué hacer ahora que Lord Voldemort había muerto a manos de Harry Potter.  

La bodega de la casa de Avery era bastante espaciosa, pero el ambiente comenzaba a ser cargante. Muchos de los presentes fumaban, y a los demás les bastaban sus fuertes respiraciones y el calor que sus cuerpos emanaban para contribuir a crear ese aire pesado, denso y extremadamente caliente. Era como estar dentro de una hoguera de llamas invisibles, y la sensible piel de Lucius empezaba a notar efectos de ello.

Sacó un pañuelo de su bolsillo y se secó el sudor de la frente y del cuello. Decidió subir a alguna de las habitaciones y descansar un rato, tal vez dormir. Dormir. Eso sonaba bastante bien. Se levantó y se dirigió hacia las escaleras que subían de la bodega a la primera planta de la casa. Pero un brazo se lo impidió, tirando hacia atrás de él.

- ¿Dónde vas, Lucius?

- No te importa, Igor – Si algo le molestaba a Malfoy es que interrumpieran el transcurso de sus planes

- Hemos dicho que decidiríamos entre todos que vamos a hacer. No puedes irte y hacer lo que te de la gana, aunque sólo sea esta vez – Karkarov seguía tirando tercamente de su brazo. Como única respuesta, recibió un puñetazo en la mandíbula. Todos se habían callado, y los miraban. Lucius se giró tras mirarlo con desprecio por última vez y siguió su camino. En el borde de la escalera se giró y los miró a todos de forma envolvente.

- Necesito salir de este agujero y pensar un poco. Voy arriba – hizo una pausa, desafiante, esperando alguna réplica, que no llegó – bajaré luego, y espero que hayais pensado algo.

- ¿Y quien te ha puesto a ti de jefe? – Lestrange le miraba de manera desafiante. Parecía haber enloquecido

- Nadie, por supuesto. Aquí cada uno es libre de hacer lo que venga en gana. Pero si alguien se cruza en el camino de los demás, lo pisaremos sin miramientos – Era una amenaza, pero también una invitación a la calma y la cooperación. Lestrange se tensó, pero su mujer lo cogió de los hombros para decirle algo que Lucius no alcanzó a oir, ya que se giró y subió las escaleras.

Sería bastante impensable para alguien que no fuese Lucius Malfoy el atreverse a entrar en el dormitorio de un anfitrión y tumbarse en su lecho conyugal. La rubia cabellera se extendía por la colcha, de uno horrible color rosado, con florecitas en tonos morados. Lucius pensó lo absurdo que era ser rico y comprar zarrios como esa colcha, que gritaba ¡Barato, mal gusto y hortera!, desde su tejido hasta los flecos que colgaban a los lados de la cama. Sus embarradas botas estaban ensuciando la parte baja, pero no hizo ni un gesto para evitarlo.

Le daba igual. Ahora todo daba igual.

Sería cuestión de tiempo que les atrapasen. Tal vez algunos se librarían de juicios, pero esos serían los menos. Sin Voldemort guiándoles, los mortífagos estaban acabados. Tal vez, sólo tal vez, su apellido inspirase respeto suficiente como para no sufrir una investigación. Y en caso contrario ¿qué podría alegar?

Imperius, pensó, alegaré que Voldemort me tenía bajo un Imperius y con un poco de teatro más mis influencias tendrán que exculparme. Ya había decidido que esa sería su coartada. En el fondo, estaba harto de guerra. Matar muggles era una cosa, pero todo había degenerado y había más luchas entre mortífagos y aurores que exterminio de muggles.

Alguien tocó el pomo de la puerta desde fuera, y Lucius agarró su varita, preparado para cualquier cosa. Severus Snape apareció en el marco de la puerta y se quedó mirándolo sin decir nada, aparentemente muy interesado en sus botas sobre la colcha. Lucius sonrió descaradamente y pisoteó con saña en la cama para luego echarse a un lado y palmear el colchón, invitándolo a que se tumbara a su lado.

Snape cerró la puerta y avanzó pesado hacia él. Lucius lo observó y la sonrisa se borró de su cara: Parecía haber envejecido diez años desde la última vez que lo había visto. Y lo preocupante del asunto es que esa última vez había sido la tarde anterior. Se sentó junto a él, recogiendo cuidadosamente las piernas a un lado y cubriéndose todo el cuerpo con la capa. Parecía tan poca cosa....

Después de tantos años ansiado el poder por encima de todo, y después de haber pasado una guerra de forma tan activa, a Lucius Malfoy le quedaba muy poco de humanidad. Sólo Severus y Draco le recordaban que era persona, que tenía sentimientos y que no podía ser totalmente insocial.

Aunque fuese sólo por ellos dos, cada uno a su manera, Lucius podía recordar qué era amar y ser amado...

Lo rodeó con sus brazos y acarició con un dedo su nuca por debajo de la maraña de pelo negro y enredado. Beso sus ojos, sus mejillas y las comisuras de sus labios y volvió a recostarlo contra él, acariciándolo de nuevo. Esperó pacientemente, algo raro en él, a que el moreno tomara la palabra. Severus levantó la cabeza para enfrentar sus ojos a los de él.

- Tenemos que hablar – su voz era ronca, desesperada.

- ¿Quieres que bajemos abajo a ver si los demás han decidido algo?

- No.

Permanecieron un rato más sin decir nada, tumbados en la cama cada uno a su estilo. Hasta que Lucius se cansó de esperar a que hablase de una vez.

- He pensado que si los aurores me cogen, diré que estaba bajo un Imperius – No era un comentario casual, ni mucho menos. Lucius esperaba que Snape le dijese que había pensado hacer él en caso de ser atrapado.

Pero Snape no contesto, sino que rompió su abrazo y se encogió aún más en el rincón de la cama, volviendo a intentar cubrir todo su cuerpo con la capa. Ahora el silencio y la tensión podían cortarse con un cuchillo. "¿Por qué coño no dice nada? ¿Por qué no contesta?" , pensó Lucius.

- Tenemos que hablar – repitió Severus con voz quebrada, volviendo a alzar la vista para encontrarse con los ojos grises de Malfoy.

- Eso ya lo has dicho antes – Lucius no pudo evitar la irritación en su cara y en su voz. Si la noche ya de por sí había sido un desastre, la actitud de Severus no le animaba precisamente.

Se arrepintió de haberlo tratado así, pero para su desespero vio que volvía a agachar la cabeza y a cerrarse a sí mismo. Severus nunca había tenido facilidad de palabra, pero Lucius comprendió que lo que le tenía que decir era muy importante.

Colocó sus manos a ambos lados de la cara de Snape, siguiendo el trazado de sus orejas y dejando a sus dedos hundirse en el pelo negro y áspero, y empujando hacia arriba, le obligó a levantar la cabeza.

- Habla de una vez – su voz se suavizó- te escucho... 

- Yo,.., soy yo, Yo soy él.- susurró el moreno, esforzándose por presentar de nuevo su nuca

- ¿Tu qué? – Lucius lo apretó contra sí, para susurrar en su oído – a mí me lo puedes contar, lo que sea o lo que seas...

Snape se apartó, con un nuevo brillo de determinación en sus ojos, que Lucius reconoció al momento. La extraña situación que había protagonizado desaparecía, y el hombre que tenía delante volvía a ser la vieja serpiente de siempre: mordaz, certera y peligrosa...

- Yo soy el Traidor. Yo soy el espía – sus ojos negros brillaban.

Late. Late.  LATE!!! Maldito corazón, TIENES QUE SEGUIR LATIENDO!! El cerebro de Lucius asimilaba la información mientras inconscientemente le mandaba órdenes al cuerpo para seguir funcionando, para sobrevivir. De no ser así, se hubiese muerto en el acto a causa de la impresión.

De la misma forma que murió en ese momento el atisbo de humanidad que quedaba en su cuerpo.

Felicidades, Severus Snape: Has perfeccionado el monstruo que yo mismo creé de mi.

Unos pasos se oían por las escaleras. Alguien subía a la habitación. Snape se incorporó y se quedó de pie, mientras Lucius seguía medio tumbado medio sentado en la barata colcha de la maldita cama de Avery. No podía creerlo. Era imposible... Cualquiera... ¡cualquiera menos él!

Lucius y Severus habían sido compañeros en Hogwarts, prácticamente inseparables desde el día en que se conocieron, el primer día del primer año de Severus en el colegio, que era el segundo año de Lucius. Desde entonces, era todo pará él: amigo, amante, hermano y mentor... ¡Sí hasta repitió un curso para poder ir con él en las clases, aunque supusiera peder un año!

Entonces Lucius descubrió que Severus significaba mucho más para él de lo que él significó nunca para Severus. En caso contrario ¿cómo podía hacerle semejante cosa? ¿SEMEJANTE TRAICIÓN?

Y seguía en la habitación, como un murciélago negro y enorme, esperando algo: una respuesta, un gesto, tal vez una señal...

- Lucius, no espero que me entiendas ni que no me odies, sólo intenta.....

- Fuera.

- Lucius... – ruego en sus palabras y en sus ojos.

- Vete. No vuelvas a hablarme, no me mires, ni me toques – Se apartó, alejándose de la mano que se acercaba a su brazo – No diré nada si te vas inmediatamente.... Si no,... te mato.

- Lucius... – sin voz, vocalizó una palabra que se llevó el aire.

Alguien golpeó la puerta al mismo tiempo que Lucius se lanzaba contra el frágil cuerpo de Severus, con las manos por delante como las garras de un puma. Las largas y cuidadas uñas rasgaron de un solo arañazo su cara blanca y cetrina, rasgando piel y abriendo carne, dejando brotar la sangre de las heridas, como una liberación, como la rotura de un dique.

Al mismo tiempo que la puerta se abría, Severus Snape se había desaparecido y Saer entraba para llevarse a un silencioso Lucius de vuelta a la bodega, a la reunión. Si vio o no algo de lo que pasó en la habitación, sólo él lo sabe. Lo cierto es que no hizo ni un amago de hablar con Lucius mientras su ojo pestañeaba convulsivamente.

El resto de la noche pasó con increíble velocidad. Estaba ausente cuando el grupo votó que lo mejor sería abandonar su cruzada de limpieza de sangre y que cada uno intentase escapar de la justicia como mejor pudiese, siempre que no significase traicionar a un compañero mortífago, "un hermano mortífago", como dijo Karkarov, tras asegurar que antes preso, torturado y muerto que revelar información (El futuro siempre nos muestra la verdadera cara de las personas).

Seguía ausente cuando comenzó una discusión, iniciada por los Lestrange y secundada por Saer y el hijo de Crouch, "un inocente muchacho que apenas sabía gatear, intentando jugar a ser mayor", como le había susurrado Severus al oído mientras lo iniciaban en el círculo interno, unos meses atrás.

Ellos insistían que Voldemort seguía vivo, ya que años luchó e investigó para vencer a la muerte, y que su deber cómo sus siervos era descubrir si alguien sabía su paradero, aun a base de torturas.

La sala volvió a quedar en silencio tras la marcha de estos cuatro disidentes, y pronto, lo que quedaba del circulo interno de Voldemort decidió por unanimidad disgregarse para continuar la vida cotidiana, lejos ya el ideal de supremacía, poder y sangre limpia.

Lejos, para Lucius, los días de vida, alegrías y pesares. Lejos ya Severus, que ayudaba a llenar esos días, como la mano que escribe palabras en un pergamino virgen, que lo llena y le quita esa virginidad.

Mientras todos se dirigían con cierto orden a la puerta para aparecerse en otro sitio ordenadamente y que el Ministerio no detectase la reunión, una voz metálica y ruda retumbó en la silenciosa bodega

- ¿Y pensáis iros todos a casa ya? ¿Sin una última masacre de muggles? – Todos se giraron para mirar con caras de sorpresa a Antonin Dolohov, uno de los hombres más sanguinarios que el círculo interno de Voldemort conociese en toda su historia. Lucius reaccionó a esta sugerencia:

-  Dolohov... ¿qué coño estás proponiendo? ¿Salir a matar muggles HOY? ¿LA MISMA NOCHE QUE NUESTRO SEÑOR HA CAIDO? – Malfoy parecía furioso contra su sugerencia, y no era para menos: el muy bastardo parecía proponer un suicidio colectivo.

- La última noche antes de que empiecen a salir datos... la noche que todos los magos de Inglaterra, por desgracia, saldrán a celebrar la caída de nuestro lider... y que será imposible contenerlos... – La mirada de Dolohov era perversa y risueña, aunque tenía los cercos de los ojos rojos y otros signos de abatimiento.... Sólo pedía una última noche de supremacía mágica... una última noche de muerte, torturas, violaciones y amputaciones.

Lucius levantó la vista al techo, y la expresión antes neutra y enfurecida de su cara cambió radicalmente: Miró al robusto ruso,  le sonrió y con un sencillo hechizo hizo aparecer su máscara de mortífago entre sus manos. La mayoría de los presentes le imitaron.

***************

Lucius paseaba sólo, por los descampados de las afueras de Londres. Sus ropas estaban sucias y su máscara partida en dos. El sol despuntaba en los tejados, y la ciudad volvía a la vida, aunque de forma más tranquila que en los días de diario. Era ya uno de Noviembre, día de todos los Santos...

Había fallado a su estilo, y había preferido salir a matar sin considerar el modo, valorando sólo la cantidad. No le interesaba crear espeluznantes cuadros de cadáveres, ni tallar cuerpos a golpe de cuchillos.

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Esa noche sólo tenía ganas de esparcir dolor por el mundo... No importaban hechos, ni nombres ¿quién se acordaría de ello? ¿Quién estaría allí para aplaudirle o criticarle? Ya no tenía nada. Sólo a si mismo, y ya era suficiente.

"¿De que te sirve tener a alguien? Sólo te hará más dolora la vida, sólo te traicionará"

Muy pocos fueron los mortífagos que fueron solos esa noche: la mayoría prefirió agruparse con tres o cuatro personas más y evitar las numerosas fiestas por la caída de Voldemort que espontáneamente hubo por toda Inglaterra, en su mayoría en Londres... ¿Cómo se enteró la gente tan deprisa? Un misterio más de esa noche.

Lucius vagó por las calles más desoladas de la City de Londres, ocultándose en las sombras y con la cabeza en mil asuntos. Entonces sucedió:

El dolor dio paso a la desesperación

La desesperación dio paso a la amargura

La amargura dio paso a la rabia

La rabia dio paso a la fiereza

Y la fiereza... dio paso a la crueldad.

YO SERÉ MÁS FUERTE! Yo transformaré el dolor que tu me has producido en dolor para los demás, de la mejor forma que sé. En muerte, en arte. En arte macabro y mortal. Quizá así.... cuando veas las consecuencias de tu traición.. quizás...

¿Quizás tu sufrirás, Severus? ¿Sufrirás como yo lo estoy haciendo ahora? ¿Cómo lo sentíras?

¿Acaso te importará?

"Si no le importa", pensó Lucius, "tengo el consuelo de que vengaré a mi Señor"

¿Y que mejor noche para proseguir con los intentos de un genocidio muggle que la noche de Halloween?

La noche de las brujas, de los espiritus errantes y de los difuntos.

Ignoraba a la gente que por las estrechas y empedradas calles se chocaba contra él, luciendo sus estúpidos disfraces y su estúpida felicidad, tan simple y absurda como falsa, ya que la verdadera felicidad, de existir, era una meta inalcanzable, una utopía del hombre.

Llegó así hasta un pequeño bar, que tenía el cartel de afuera casi destrozado, y el interior fácilmente se podía calificar de ruinoso. Sólo había dentro un viejo muggle mirando un sucio aparato de televisión y el camarero, un hombre gordo de unos cincuenta años, embutido en un estúpido traje de bar selecto que le quedaba pequeño y estaba roido por la edad. Más parecía un disfraz que un uniforme... Su pelo era insultantemente grasiento, como el de un conocido de Lucius... pero intentó no pensar en ello. Estaba peinado hacia atrás y haciendo rizo en la nuca. Tenía cara de pera, con una gran papada y una sonrísa húmeda y babosa. Estaba también con los ojos fijos en el televisor, a la vez que limpiaba algo de vajilla con una bayeta descolorida, hasta que notó la presencia de Lucius, aún con su capa y la máscara de mortífago.

El camarero hizo una leve reverencia y le comunicó que iba a cerrar en 10 minutos, así que si quería algo más que una copa rápida, no podía atenderle.

Lucius no le respondió, sino que directamente se dirigió hacia la barra y se sentó en un taburete. El hombre se acrecó hasta él y sus ojos se encontraron.

- ¿Qué desea entonces, señor?

- ¿Me da un tequila en un vaso de tubo?

- Por supuesto.

Lucius se bebió el tubo como si fuese un vaso de agua, y él fuese un tuareg perdido en el desierto durante días al llegar a un oasis. Por las comisuras de sus labios se resbalaba el líquido pegajoso, cayendo por la barbilla y ensuciando su túnica. Al terminarlo, dejó el vaso en la mesa dando un ligero golpe y pidió lo mismo. El camarero miró el reloj y con una sonrisa un tanto apagada le volvió a servir otro tubo de tequila para comprobar cómo el misterioso hombre rubio repetía lo que había hecho hacía unos instantes: llevarse el vaso a los labios y beber de una manera sucia y salvaje.

Pensó que sería un alcohólico más en una crisis de abstinencia. Con un suspiro, miró al viejo Bob, que apuraba una cerveza mientras tenía los ojos clavados en el televisor, como hechizado por las ondas y los colores. Ahora los echaría a los dos, cerraría el bar antes de que le multasen por no respetar los horarios y se iría a su casa a ver la televisión hasta la madrugada.

Entonces el desconocido volvió a repetir la única frase que había dicho desde que entró al bar:

- ¿Me da un tequila en vaso de tubo?

- Lo siento, ya tengo que cerrar, caballero- miró hacia el otro hombre, que seguía absorto con la televisión - ¡Bob! Nos vamos

Lucius no dijo nada; sólo abrió en el mostrador un saquete repleto de monedas y billetes muggles. Su mirada estaba perdida al frente. El camarero pasó su sucia lengua por las comisuras de los labios. Salió de la barra y se dirigió hacia la puerta. Bajó la persiana metálica, dejándolos así encerrados a los tres dentro del bar, que desde fura parecía cerrado. Volvió a entrar al mostrador y le puso a Lucius la botella de tequila al lado del vaso, instándole a servirse lo que quisiera.

Tras esa botella, siguió otra más, esta vez de Anís. Casi cuando se terminaba, el camarero comenzó a impacientarse. La idea hubiese sido dejar al hombre completamente borracho en la calle y llevarse todas sus monedas, pero el rubio no parecía tan inconsciente como para poder hacerlo. Al final, Lucius se terminó la segunda botella y se levantó, recogiendo el saquito de monedas y billetes. Se incorporó con un gesto muy curioso y se quedó mirando la televisión. El camarero se acercó hasta donde estaba y le palpó en un hombro para llamar su atención:

- Señor, ¿podemos irnos ya?

- Por supuesto, váyase cuando guste, pero llévese al enano – Lucius señaló a Bob, dormido en la mesa, con un apestoso olor a alcohol podrido.

- Disculpe, pero la cosa está en que usted me paga y se va y yo cierro el bar y me voy – El camarero comenzó a impacientarse con el desconocido. Lucius se volvió para cruzar sus ojos con los del hombre. Le sonrió con malicia y volvió a replicarle con voz suave:

- ¿Y como pretende salir, señor muggle, con semejante serpiente impidiéndole el paso?

- ¿Serpiente? – El camarero miró hacia la puerta – ¡Sepa usted que en mi bar no están permitidas las drogas, así que lárguese de una vez!

Dicho esto, se dirigió hacia la puerta para volver a abrir la persiana y, si hacía falta, echar a escobazos al extraño. No se dio  cuenta cuando Lucius sacó su varita de uno de los pliegues de su túnica y murmuró, casi con desgana, Serpensortia! Sólo tuvo ojos para fijarse cómo una enorme serpiente negra apareció frente a él, entre la puerta de la calle y la entrada de la barra, con actitud amenazante, mostrando sus afilados colmillos y dirigiéndose hacia él.

El camarero saltó al menos dos metros hacia atrás, mientras que el viejo borracho apartó la vista del televisor por primera vez para tirar la silla en la que estaba sentado contra el animal y acurrucarse en la pared más cercana, con los ojos a punto de estallarle de la impresión. Lucius apuntó su varita contra Bob y con un sencillo hechizo le desprendió de toda su ropa. Hizo un gesto de asco, pues la visión era repugnante: carne correosa y sucia, cuerpo repugnante de un viejo borracho sin nada que llevarse a la boca. De otro golpe de varita, hizo que la serpiente se lanzase contra él.

Si alguien hubiese pasado en ese momento por la calle, hubiese oído el alarido salvaje que dio Bob al sentir el cuerpo frío del bífido rodearle el suyo propio y apretarse contra él. Pronto no pudo gritar más. Un sonido seco, como un "crack", indicó a Lucius que las costillas se habían partido. Con otro hechizo, las separó, haciendo que un charco de sangre se extendiese por todo el suelo, manando a borbotones del pecho del viejo. Lucius sonrió y apartó la vista de la escena para descubrir que el camarero yacía desmayado en un charco de vómito. Volvió su vista hacia el lugar donde yacía el viejo, que seguía vivo pero agonizante, mientras la serpiente se había introducido en sus ropas y se insertaba por las costillas abiertas. Después, con la fuerza de su cabeza, partió los músculos de la garganta y salió por la boca, siseando, como si se riese. Lucius también sonrió.

Era una mala imitación de la Marca Tenebrosa.....

Bob alzó los ojos, asfixiados y suplicantes hacia Lucius, su última señal de vida hasta que la serpiente bajó de nuevo a su pecho y clavó sus poderosos colmillos en su corazón, haciendo que el veneno se mezclase con la sangre aprisionada que luchaba por salir y derramarse.

Sin perder más tiempo, Lucius transfiguró una silla en un caldero (Gracias por las lecciones, gata de mierda!) y de un gesto de varita hizo desaparecer a la serpiente. Sin mucha delicadeza, entre otras cosas porque el alcohol empezaba a hacer algo de efecto en su organismo, tomó el corazón entre sus manos y lo arrancó del pecho del muerto. Lo acercó al caldero y lo apretó, dejando escurrir el veneno mezclado con sangre. Al apretar así, el órgano estalló, rociándole con la mezcla viscosa la cara y la túnica. Tiró el corazón contra una pared y se limpio con el dorso de la mano los ojos.  De su túnica comenzó a sacar algunos botecitos y a vaciarlos en el interior del caldero.

Cuando el camarero despertó,  un hombre enmascarado le observaba. No le costó adivinar con horror que se trataba del mismo tipo que en mala hora había entrado a su bar y había sacado una serpiente de Dios sabe donde. Ahora, el enmascarado le sonreía, y se desplazó unos metros hacia atrás....

"Si pudiese llegar al mostrador a por la recortada..."

Lentamente, con la misma sensación de dolor y malestar que tras una noche de borrachera y una paliza, el camarero se levantó y puso las manos en alto, suplicando piedad y ofreciendo toda su recaudación a cambio de su vida.. Lucius sonrió divertido al pensar en la simpleza y mediocridad de los hombre, y más concretamente de los muggles. Rastreros, materialistas, vacíos por completo.

Como él, ciertamente. Pero en un modo más vulgar. Infinitamente más vulgar.

El camarero iba ganando terreno, cada vez más asustado, puesto que había visto el cadáver de Bob tirado contra una esquina, olvidado y hecho jirones. "Si pudiese llegar al mostrador, le dispararía a ese rubio melenudo, a ese DELINCUENTE..."

Lucius no era idiota, y sabía perfectamente que lo que el muggle buscaba era una de esas varitas que tenían los no mágicos para matarse entre ellos lanzando plomo y pólvora. Decidió dejarle hacer, y retrocedió otros dos pasos hacia la puerta, para dejarle espacio, mientras que con el rabillo del ojo observaba la poción.

"Ya esta ahí la barra....le dispararé... la policía me felicitará..."

Las yemas de los dedos del camarero rozaron la culata de la recortada. Su venta estaba muy restringida, por supuesto, pero él tenía un amigo vendedor de armas. Al tocarla en algunas ocasiones, se sentía seguro. En otras, se sentía poderoso. Otras veces no sentía nada. "Pero había llegado el día en que tenía que utilizarla. Contra un loco. Contra un delincuente que había matado a su mejor cliente con una serpiente... Parecía un cuento de brujas. Con una serpiente. Y a él no le había hecho nada. Era afortunado. Y ahora lo encañonaría y lo reduciría hasta que llegase la policía y todo habría acabado".

"Y si se atrevía a moverse o a atacarle, le dispararía"

Ese día, el tacto de su escopeta fue como tocar el cielo. Y empuñarla, como ver a Dios sonreir.

No acertó al incorporarse a disparar sin piedad. Craso Error.

- Imperius! – Lucius casi podía leer la cadena de pensamientos que había tenido el muggle – Dame eso. Con cuidado. Y siéntate en el taburete.

El muggle, sumido en la fuerza de la maldición Imperius, entregó el arma a Lucius y se sentó. Lucius dejó su varita en el mostrador y tomó en sus manos el objeto, mirándolo con curiosidad. Había visto algunas armas muggles, y otras eran comunes a los dos mundos, pero nunca había visto una como ésa. Era muy grande y pesada, y tenía dos tubos muy largos huecos. Lucius supuso que por esos tubos saldría el plomo que mataba al disparado... Sin pensarlo dos veces, apuntó a la cabeza de Bob, que reposaba contra la pared. Como si estuviese durmiendo.

¡¡¡¡¡¡KABOOM !!!!! Un gran estruendo retumbó en el bar y Lucius, tras la sorpresa inicial de sentirse empujado por la fuerza del disparo, comenzó a reír nerviosamente, complacido. Nunca había podido imaginar que un invento muggle le gustase tanto. Había sido todo muy rápido, pero sus sentidos de lince lo habían captado todo: la doble detonación del arma, el humo y el olor a pólvora, el calor que desprendía el arma tras ser disparada.... y sobre todo, la cabeza del viejo borracho reventar de golpe y fragmentarse en cachitos de piel, carne y huesos por paredes y suelo.

- Aplaude – A la orden de Lucius el camarero rompió a aplaudir, contemplado embobado los restos de su mejor cliente.

Lucius siguió bebiendo un rato más, hasta que la poción hubo reposado dos horas. Ahora estaba lista para ser usada. Y Lucius ya estaba más que borracho entonces:

- ¿Sabes que es esto, estúpido muggle de mierda? ¡Contesta!

- No lo sé.

- Trátame de usted! ¡ Y dime señor!

- No lo sé, señor.

- Es agua de Dunois, mísero muggle.

- ....

- ¿NO sabes lo que es, verdad?

-.... – En ese momento, Lucius se estaba dando cuenta de lo patética que resultaba la escena: él estaba adormilado y lento por los efectos del alcohol, y no podía pensar con facilidad normal, y el muggle estaba nada menos que bajo la maldición imperdonable del Imperius. Si ahora lo encontraban los aurores...., sería bochornoso que esa escena se hiciese pública....

"Todo esto es culpa del traidor de Snape"

De su Severus. De la persona que más amaba en el mundo. Del cuerpo cálido junto al que tantas veces había amanecido... relajado y feliz. Satisfecho, confiado y tranquilo. De la única persona ante la que no le avergonzaba el mostrarse desnudo ni su propia desnudez en sí, ni física ni mental. Del que había sido su apoyo. Hasta hoy.....

¿Lo delataría ante el Ministerio? Su cabeza le gritaba que sí, pero una minúscula y desconocida parte de su interior le decía que no. Era la esperanza, la esperanza de que fuese sólo una forma de cubrirse las espaldas...

Furioso, se volvió en el asiento y se lanzó un hechizo para que los efectos del alcohol se pasasen. Giró la cabeza y miró hacia donde estaba el camarero, que seguía mirando la poción. Mediante una serie de órdenes, entre ambos consiguieron embotellar todo el caldero en media docena de viales y una botella vacía. Lucius, con acierto, consideró sensato guardarlo para otra ocasión. Sólo el transportarla podría ocasionarle serios problemas legales, no digamos  si la llega a usar..... Aunque no podía negar que fuese tentador el administrar a algún muggle una pequeña dosis...

Lucius pensó que sería prudente salir de allí, así que tomó el arma y se  dispuso a disparar al muggle. Pero tras tanto rato de compañía, le dio pena acabar con su vida de un simple tiro. Su sonrisa se volvió cruel al entregar la recortada al muggle.

- ¿Tienes más munición?

- Sí, señor

- Dámela – Lucius la tomó entre sus manos y se sintió ridículo "¿Cómo se usaba esta cosa?" Por lo que había visto, sólo sabía cargar y disparar, pero no recargar munición ni abrirla, así que desistió de llevársela – Ahora... quiero que te dispares en un pie....mejor! En la rodilla!

Lucius sintió un gran placer al ver la pierna del muggle destrozada y oírlo aullar como una sirena por el dolor. Sin poder contenerse, le quitó la escopeta de las manos y disparó al muslo de la otra pierna. Se acercó al camarero, que se desangraba entre sollozos y vio con placer cómo la munición le había perforado por completo la pierna.

De un salto se acercó a la barra y cogió una botella de licor, vaciándola en su mano, para luego introducir un dedo por el agujero de la pierna, sintiendo cada vez más excitación. No era un hecho sexual, aunque el interior de la carne era cálido y húmedo, envolvente como una vagina, sino por el hecho de sentir el cuerpo ajeno retorcerse de dolor bajo su toque. Sacó el dedo para seguidamente lanzar un puñetazo a la zona de la rodilla herida en la otra pierna, y sin abrir la mano, volver a la perforación cada vez más sangrante y meter el puño entero, hasta casi rozar el suelo con los nudillos, haciendo que el muggle prácticamente se desmayase del dolor.

Era excitante. Hasta el hombre más vulgar, hasta un simple camarero de un sucio y olvidado bar de la ciudad podía convertirse en una inagotable fuente de placer. Sus gritos de dolor, sus gemidos, sus ojos suplicando el fin del sufrimiento.... Lucius seguía empujando su puño dentro de la herida, masturbándola y penetrándola... Eso si que era carne virgen en estado puro...

Entonces el encanto se deshizo de pronto, cuando el rubio notó como el bolsillo de su pantalón vibraba. Se metió la mano y saco el chivatoscopio regalo de Narcissa, que no paraba de dar vueltas sobre sí mismo.

Mierda! Como un rayo, Lucius recogió del mostrador los viales y la botella con  Agua de Dunois, la recortada y su varita. Miró hacia el camarero ¿Un disparo o un Avada Kedravra? La decisión tenía que ser rápida, así que para no planteárselo mucho decidió usar la maldición imperdonable.

El sonido de la cabeza del muggle chocando contra el suelo se unió al "plop" que hizo Lucius al desaparecer rápidamente, segundos antes de que un grupo de policías muggles, alertados por los vecinos  del sonido de las detonaciones, entrase en el bar y hallasen los dos cadáveres.

Con una aparición algo deficiente, cayó de bruces contra el duro asfalto de uno de los barrios obreros más pobres de Londres. El elitista que llevaba dentro le decía que sería más sabroso matar a alguien de su clase y nivel, pero el criminal que compartía con el primero su interior le decía que su dolor se reduciría con la muerte INMEDIATA de unos cuantos sucios e inferiores muggles, fuera cual fuera su procedencia, sexo, religión o ideales: todos merecían morir. Como Voldemort defendía (había defendido, recordó con una punzada de desasosiego Lucius) "todos los muggles deben ser sometidos, controlados para evitar nuevas Inquisiciones, para evitar que se apoderen del mundo mágico, cuyos miembros son claramente superiores en cuanto a raza, pero inferiores en número"

La verdad es que a Lucius no le importaban tanto los mensajes políticos de Voldemort como el poder que podría obtener a su lado. El poder es como una droga dura: suele aterrar al principio, pero cuando te haces a él, necesitas más y más, y llega un momento que dependes tanto que harías cualquier cosa por sólo una pizca más...

Pero esa noche no mató por poder, como en otras ocasiones. Ni por placer, como había hecho en muchas otras más. Ni siquiera por dolor, o rabia, a diferencia de lo que él pensaba.

Aunque Lucius no se diera cuenta, había perdido la capacidad de dolerse hacía horas...

Era más bien una necesidad, una función vital para su organismo, como le es el comer o el respirar. Era la llamada de la naturaleza: un grito en su interior, con voz de mando, le ordenaba matar sin compasión aquella noche, sin miramientos, sin motivos y, sobre todo, sin siquiera una mínima apelación a la cordura.

Sólo era un loco, un perturbado que no se fijaba en las manos muertas, en los cráneos abiertos o en las paredes manchadas de sangre y carne. No se fijó en los tristes ojos de los niños, ni en los temerosos ojos de aquellos que acabaron clavados contra vayas, consumidos por el fuego o asfixiados contra alambradas.

Ni siquiera se daba cuenta de si todo lo que veía era real o no ya que muchas de las escenas que por sus ojos pasaban eran familiarmente reconocibles, mientras que otras parecían imposibles a la razón humana. Se escapaban de ella.

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La noche dio paso a la madrugada, y ésta al amanecer.

Lucius paseaba sólo, por los descampados de las afueras de Londres. Sus ropas estaban sucias y su máscara partida en dos. El sol despuntaba en los tejados, y la ciudad volvía a la vida, aunque de forma más tranquila que en los días de diario. Era ya uno de Noviembre, día de todos los Santos...

Había fallado a su estilo, y había preferido salir a matar sin considerar el modo, valorando sólo la cantidad. No le interesaba crear espeluznantes cuadros de cadáveres, ni tallar cuerpos a golpe de cuchillos.

Llegó hasta el final de un callejón y se sentó, apoyando su espalda contra uno de los sucios muros. El olor era espeluzante, pero no parecía notarlo. Pasaba desapercibido, al igual que él. Ahora, su misión sería pasar desapercibido hasta que Lord Voldemort  regresara, o hasta que otro cómo él encabezase su lucha por el poder del mundo mágico y por la destrucción de los muggles.

Por supuesto, eso no significaba que fuese a renunciar a los viejos modos, aunque debería presentar ante todo el mundo un rostro respetable, y siempre, siempre en constante alerta. Lo que no significaba el no poder tomar nunca más la iniciativa en una sesión de tortura de muggles.

Sonrió.

Y sin perder la sonrisa, acarició una de las botellitas con Agua de Dunois que sobresalían del bolsillo de su túnica. Constante alerta.

Y todo le llega a quien sabe esperar.

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# Eyssa: Muchísimas gracias! Me alegro mucho que te haya gustado, y también (ya te lo dije) me hizo muchísima gracias que leyeses "huracán bajo tierra", supongo que quedarías en sock O_o . Espero que este capitulo te guste tb, ya me dirás. Un besote

#Tauny: Ohhhhhhhhh, me perece que esta vez me he lucido, ¡dos meses sin actualizar! Supongo que en verano subire más rápido, y estoy de acuerdo contigo en que la segunda parte de Dust and her embrance quedó mejor, pero la primera era mas bien introductoria (demasiado niño) Creo que con este capítulo va a pasar lo mismo, espero que el siguiete quede más emocionante.

# Ana: Muchísimas gracias, pero no se si mi cabeza dará para "muchísimos" más. Pero tengo otros proyectos en mente bastante interesantes, jejeje

# Naria Burrfoot: Jejejeje, por lo menos, no creo que ninguna muggle se atreva a operarse el pecho con el Doctor Lucius Malfoy. Para mi es muy importante que Snape le salvase, porque en teoría, se crea así una deuda de mago, que puede resultar útil para más adelante...o no, depende de lo buen pagador que sea Lucius. Ya veremos!

# Jeru: Ohhhhhhhhh, me ha encantado la frase "amar hace a la gente estúpida y débil" (Tendrías que haberselo dicho a Lucius antes, para evitar problemas) A mi cada vez me gusta más Draco (espero que se haga pronto mayor) Saer es muy perro, siendo mortífago, se ha infiltrado dentro de los aurores hasta el fondo. Y si, Lucius consiguió hacer sufrir a Grant un poco...

 Sólo una cosa: en ese periodo Snape ya era espía de Dumbledore, sólo que Lucius no se entera hasta la caída de Voldemort. Lo que pasa es que en mi historia, Severus y Lucius se aman, además de ser amigos hasta el punto de parecer hermanos (idilico, no?), y por muy espía que sea, nunca dejaría de ayudarlo si estuviese en peligro. De todas formas, di la pista de que ya era espía al final del todo, en su conversación con Lucius, aunque tal vez no quedó lo suficientemente claro...

Muchas gracias por leer.

# Lina Saotome: Hola guapísima, muchas gracias por el review (aunque contestar esto ya queda un poco lejano, jejeje) Bonita muerte la de los cristales, verdad? (Astartea se enorgullece, jejejeje) espero que estés mejor de lo tuyo, un beso.

# Nolwen: No hay que tener complejos, puede que lo que desees se te vuelva en tu contra, o peor, se vuelva realidad...Las ideas las saco de los programas de sucesos (cada día está el mundo peor) , de los libros y de mi enfermiza imaginación ¿ah, y de mis clases de Derecho Penal! Ahora Lucius sólo fuma para las ocasiones especiales...

# Maine: Ni yo lo habría descrito mejor ^_^ Tendrás que esperar al siguiente capítulo para ver lo que dices, pero prometo que tardaré menos que éste , de verdad.

@ Nota: las promesas de la autora no tienen ni pizca de validez ni pizca de verdad. La redacción de DD.net no se responsabiliza de que luego no las cumpla

Jejeje, ahora en serio, si que intentaré ser más rápida.

 # Tam Alor: ¿Quién no conoce a Lucius? Severus si que lo conoce, y no se esperaba un "muchas gracias por salvarme" que hubiese sido lo correcto, ¿verdad?  ^_^  Había cambiado de opinión, pero cuando nació Draco ya no tenía ojitos para nada más. De todas formas, es un Malfoy como él. XD Lo de los cristales, no lo pienses, que es peor...

# Satine: Gracias por tu review, bonito nick ¿de Moulin Rouge?. Bueno, Lucius es de por si algo rarito, y muy egoísta, así que lo primero que piensa es en que le va a afectar el tener un hijo, jejejeje. La verdad, yo no pensaria eso (yo me tiraria de los pelos del susto) Gracias por los piropos, pero no me digas muchos que me acostumbro ^_~  

Y finalmente, no creo que se vaya a relajar, le va a dar fuerzas el ser papí.

# Ruth Snape: Siiiiii? Te gustó? Me alegro! En este mundo tan violento hasta la médua, aquí está mi minúscula aportación... (Es broma, me gusta la violencia como genero de ciencia-ficción, pero en la realidad prefieron el diálogo y la comprensión, aunque no siempore sean posibles, por desgracia)

Bueno,  solo me queda decir que tengo un examen en 3 días y no he empezado y aquí estoy, porque me han venido las ganas de acabar la historia ahora. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ SOY UN DEFECTO DE PERSONA!!!!!!!!!!!! ¿Alguien tiene la receta de la poción para el estudio y la concentración??  ^_^  Nada, que soy un caso perdido.