2º Grado

trimestre verano (abril-julio,1986)

            Si un año atrás alguien le hubiera dicho a Joanna McKenzie que se alegraría de volver a ver a su compañeras del colegio, seguramente se hubiera reído en la cara de la persona en cuestión. Pero en aquel nuevo comienzo de curso, sin que la niña fuera consciente de ello, así había sido, y lo primero que había hecho al llegar a la estación había sido buscarlas afanosamente.

            Muy pronto vio a May Fitzgerald, la irlandesa del colegio que destacaba por su cabellos pelirrojos entre el escandaloso grupo de alumnas Hill Sojourn que alborotaban por todo el andén a la espera del tren que las llevaría de vuelta al colegio. Al acercarse a ella vio que estaba acompañada por Jill Scott.

- ¡Hola, chicas! - gritó.

            Las otras se volvieron y al verla esbozaron una amplia sonrisa de satisfacción.

- ¡Mira quien ha vuelto! - exclamó May en tono festivo. - ¿Aún no has decidido irte a otro colegio?

- ¡Ni hablar! - rió Jilly - ¡Continuará atormentándonos con sus bromas y sus malos chistes durante otro trimestre entero!

            Joan se echó a reír.

- ¡Tu lo has dicho! -  miró a su alrededor y preguntó - ¿No ha llegado aún la cónsul española en Hill Sojourn?

            May y Jilly negaron con la cabeza y Joan hizo una mueca.

- ¡Ya! Por un momento había olvidado que la impuntualidad es una cualidad innata en ella y en todos los españoles.

            Sus amigas se echaron a reír.

- ¿Te has presentado ante Miss Sullivan?

- Acabo de llegar.

- Nosotras también y será mejor que vayamos ahora mismo.

            Las tres se acercaron hasta Rachell Sullivan, profesora de castellano, que controlaba la llegada de las alumnas.

- Hola niñas. ¿Qué tal las vacaciones? - saludó la profesora al verlas

- Muy bien. - contestaron las tres al unísono.

- Me alegro. - sonrió la mujer y miró la lista que sostenía. - Veamos... Jill Scott, Joanna McKenzie y May Fitzgerald. Ya está, y ahora si sois tan amables id a buscar a Mademoisselle Yvette... hay una chica nueva en vuestra habitación y deberéis cuidar de ella.

            Las tres se miraron con curiosidad. ¡Una chica nueva! ¿Quien debía ser?

            Hasta hacía poco más de dos trimestres, las niñas nunca habían mostrado interés por las novatas, pero la llegada de una irlandesa y una española a su dormitorio había cambiado aquello. Desde entonces parecía que las novatas siempre tenían algo interesante y todas las alumnas que habían ingresado en el segundo grado en los últimos trimestres habían tenido un buen recibimiento.

            Impacientes, corrieron en busca de Yvette Levere, la joven profesora de francés que era la encargada de recibir a las alumnas nuevas.

- Bonjour mademoisselle! - saludaron las niñas.

            La joven las miró divertida.

- Bonjour, mon petits. - les contestó. - ¿Habéis dado clases particulares de francés durante las vacaciones de Pascua? - añadió en tono festivo.

- Es para que vea que no hemos olvidado sus enseñanzas. - contestó Joan con una gran sonrisa.

            Yvette, inmune a las frases halagadoras de Joan, hizo una mueca.

- Bueno, tendré que esforzarme más con vosotras si todo lo que sabéis en francés es decir eso.

            Joan y May se miraron alarmadas ante tal posibilidad.

- ¡Pero si el curso anterior trabajamos mucho! - se quejó la irlandesa.

- Seguro que hay otras alumnas que necesitan su ayuda más que nosotras. - se apresuró a decir Joan.

            Ante aquella salida, Yvette se echó a reír y movió la cabeza dándolas por imposibles.

- ¡Sois terribles!

            En ese momento las tres niñas vieron a la que debía ser su nueva compañera. Era menuda, de piel blanca y un rostro vivaz enmarcado por cabellos negros y resaltado por unos ojos muy verdes. May tuvo la impresión de que la nueva parecía un pequeño elfo. A su vez, Jilly tuvo la agradable impresión de que aquella niña daría de qué hablar en el colegio.

            Al ver que las niñas habían descubierto a la nueva, Yvette se apresuró a presentarla.

- Esta es Tess Morgan, va a estar en vuestro dormitorio.

            May y Jilly la saludaron alegremente, pero Joan la miró detenidamente durante unos segundos y finalmente alargó la mano.

- Hola, bienvenida a Hill Sojourn.

            Ante la sorpresa de Joan, Tess le devolvió al apretón de manos con una fuerza inesperada en alguien tan menuda como ella.

            Jilly y May intercambiaron una mirada intentando no reír. A Joan le gustaba dar a las novatas una impresión de dueña y señora del colegio, pero aquella niña no se había impresionado en absoluto ante su presencia. ¡Menudo chasco!

            En ese momento se produjo un cierto revuelo en el andén y las tres amigas se miraron sonrientes adivinando quien acaba de llegar.

            Como un ciclón, corriendo por toda la estación y con bastantes minutos de retraso, Carmen Castells, la única alumna española del colegio, hizo por fin su aparición. Venía corriendo, con su inseparable guitarra, una mochila en la espalda y, naturalmente, sin vestir el uniforme.

- ¿Lo he conseguido? - preguntó jadeante deteniéndose delante de sus amigas.

            Sus amigas miraron el reloj y negaron con la cabeza.

- Tenías que estar aquí hace diez minutos. - le recordó Yvette. - El tren saldrá dentro de poco y sabes que las alumnas deben presentarse media hora antes.

            Carmen no contestó a ello, simplemente sonrió y miró a sus amigas.

- ¡Hola, chicas! Bonjour, mademoisselle.

            Yvette no pudo evitar sonreír y comentó:

- Tu acento francés sigue tan horrible como tu acento inglés.

- Miss Willson dice que nunca aprenderá a hablar el inglés. - comentó Joan divertida.

- Miss Willson dice muchas cosas y habla demasiado. - replicó Carmen en un inglés perfecto y todas las miraron sorprendidas por aquel repentino adelanto lingüístico.

            En ese momento Carmen notó que Tess  estaba mirándola y se volvió hacia ella. Los oscuros ojos de Carmen miraron fijamente a la desconocida y lo que Joan no había conseguido, los ojos negros de Carmen lo lograron en pocos segundos.

            Ante la mirada de la española, Tess se vio presa de una repentina timidez y al verlo Joan suspiró con resignación. ¡Cómo le gustaría desarrollar ese talento capaz de intimidar a novatas e incluso a alumnas mayores!

            Por fin Carmen esbozó su simpática sonrisa y la saludó:

- Hola, me llamo Carmen ¿y tu?

- Tessie. - murmuró la otra pero no pudo resistirse mucho tiempo a la sonrisa de Carmen y pronto volvió a animarse.

            Yvette las interrumpió.

- Bien, ya es hora de que subáis al tren, dejo a Tessie en vuestras manos... Y tu, Carmen, es mejor que vayas a presentarte ante Miss Sullivan. Seguro que debe estar nerviosa porque no apareces.

            Carmen asintió y, acompañada por las demás, fue en busca de Miss Sullivan.

- Hola, Miss Sullivan.- saludó en inglés  detrás de ella.

            La profesora reconoció al instante el acento inconfundible de la niña y se volvió hacia ella.

- Veo que has decido volver una vez más. ¿Cuando nos libraremos de ti?

            Carmen no contestó y se limitó a mirarla con expresión angelical. Las niñas miraron a su profesora sin saber si el comentario iba en broma o no. Carmen solía irritar a dos profesoras en particular: Miss Willson, profesora de lengua y literatura inglesa, y a Miss Sullivan. Con la primera mantenía una guerra particular casi desde el primer día en que había llegado al colegio y Carmen solía enojarla fingiendo no entender el inglés y adoptando una expresión de total incomprensión que ponía muy nerviosas a profesoras y alumnas mayores pero que a Miss Willson le ponía particularmente histérica.

            En cambio con Miss Sullivan la situación era diferente, con ella no servían sus trucos de no entender el inglés y por ello Carmen había optado por estar siempre al acecho de cualquier fallo de la mujer en clase de castellano. Sin embargo, a pesar de todo,  Carmen apreciaba a la profesora y era de las pocas personas en el colegio a las que obedecía... y eso a pesar de los castigos que solía imponerle y su vigilancia constante para que comiera los menús ingleses, ¡algo que Carmen jamás pensaba perdonarle!

            Mientras el tren avanzaba rápidamente las cuatro amigas charlaron animadamente. A su lado, Tessie escuchaba en silencio que sólo rompía para preguntar algo sobre el colegio.

            Pronto Joan empezó a moverse inquieta en su asiento. Lanzó un profundo suspiro que hizo que sus amigas la miraran sorprendidas.

- ¿No creéis que esto está un poco aburrido? - preguntó mirando a su alrededor.

- ¿Alguna sugerencia? - preguntó May.

            Joan sonrió y su mirada se detuvo en la guitarra de Carmen. La española le devolvió la sonrisa, adivinando lo que pensaba pero hizo un gesto dubitativo con la cabeza. La inglesa, que sabía que a Carmen le gustaba hacerse de rogar, insistió hasta convencerla.

            Cuando Carmen sacó la guitarra de su funda, el vagón se llenó de exclamaciones y algunas alumnas se apresuraron a sentarse cerca de la española: Cuando Carmen tocaba su guitarra y cantaba, el entretenimiento estaba asegurado.

            La niña rasgueó las cuerdas, afinó un par de ellas y miró a sus compañeras con ojos brillantes.

- ¿Os acordáis de aquella canción que os enseñé? ¿Aquella que hablaba de una rana?

- ¡Si! - exclamaron todas impacientes.

- ¡Dale, Carmen!

            Todas las alumnas empezaron a cantar, incluso las educadas muchachas del último curso, ejemplo de buen comportamiento para las pequeñas, cantaban a pleno pulmón. A aquella canción le siguieron otras. Atraídas por la música, las alumnas del vagón siguiente habían acudido en masa. Dos chicas del último curso sacaron sus violines y acompañaron a la guitarra en un par de canciones inglesas tradicionales que Carmen había aprendido en el colegio para satisfacer a sus compañeras.

            Aunque el tren estaba destinado a las alumnas de Hill Sojourn School, en él iban algunos pasajeros que llevaban la misma dirección. En el mismo vagón donde se había improvisado la fiesta, había un matrimonio de avanzada edad que habían empezado a protestar ante tanto escándalo, pero al oír la música inglesa habían callado sorprendidos y pronto no tuvieron más remedio que reconocer que aquellas chicas tocaban muy bien. A partir de ese momento no protestaron ni una sola vez y disfrutaron de la música igual que todos los viajeros del tren.

            Llegaron al colegio poco antes de la hora de la merienda. Carmen y sus amigas se dirigieron a su dormitorio donde sabían que encontrarían al resto de amigas.

            Carmen estaba bastante contenta con el gran dormitorio pues estaba orientado hacia el bosque y debajo de él se extendía un pequeño jardín, con numerosos rosales trepadores, un cuidado césped atravesado por un sendero de losetas y varios árboles frondosos que daban una agradable sombra en verano. Al estar situado en uno de los laterales del colegio, el jardín era poco frecuentado y allí, ella y sus amigas, solían tumbarse a descansar y tomar el sol.

            Arrastrando con ellas a la nueva, entraron como un huracán. Las niñas que estaban allí deshaciendo equipajes y charlando animadamente dejaron todo lo que estaban haciendo y la gran habitación se llenó de gritos y risas.

            En pocos minutos se saludaron entre ellas, presentaron a la nueva alumna y se contaron brevemente las vacaciones, pues no tardó en sonar la campana que anunciaba que la merienda estaba preparada.

- Habéis llegado justo a tiempo. - dijo Pamela Fletcher, la mejor amiga de Joan, al oír la llamada.

- Las del tren siempre llegan con retraso. - comentó Harriet Jones, la jefe de clase, con una sonrisa. - Y adivino quien es la culpable... Dime, querida Carmen, ¿has llegado puntual a la estación?

- ¡Ni en broma! - respondió Joan por ella. - Como siempre, ha vuelto a llegar tarde.

- ¡Sólo unos minutos! - se excusó Carmen.

            Samantha Durckworth, la mejor amiga de Carmen, le dio un cariñoso abrazo y dijo con tono de reproche:

- ¡Pobrecita! Acaba de llegar y ya os estáis metiendo con ella.

- ¡Soy una incomprendida! - se quejó Carmen adoptando una expresión de mártir.

            Las niñas se echaron a reír

- ¡Bueno, dejaros de cuentos y vamos a merendar! - exclamó Pam impaciente.- Hoy es el primer día y la merienda no tendrá desperdicio.

            Al oír aquello Carmen salió corriendo por la puerta y sus amigas la siguieron inmediatamente. Estupefacta, Tessie se quedó a solas con Jane Ballantyne que le indicó que la siguiera.

- Pronto te acostumbrarás a Carmen. - le dijo mientras la llevaba al comedor.

- Si ahora tiene esa vitalidad no quiero ni pensar qué hace en clase de gimnasia. - comentó Tessie con una sonrisa.

            Al oír aquello Jane se echó a reír.

- ¡No lo creas! En clase de gimnasia Carmen es incapaz de tener ese ánimo. ¡Es una completa nulidad para los deportes!

            Al oír aquello Tessie quiso preguntarle si también ella era un desastre en los deportes pues era la única que no había salido corriendo. Pero al final prefirió callarse, lo cual fue todo un acierto pues Tessie estaba muy lejos de suponer que se encontraba ante la mejor atleta del colegio.

            El día siguiente amaneció soleado y Carmen fue la primera en despertarse. No era raro en ella pues la chica solía tener verdaderos problemas durante los primeros días en Inglaterra para adaptarse a los horarios. Por tal motivo sus horas de comida y sueño eran bastante irregulares y nunca coincidían con las de sus amigas. La noche anterior sólo se había dormido, a una hora que ella consideraba escandalosamente temprana, por el único hecho de que estaba cansada por el viaje desde España, pero al final se había despertado pues no acababa de acostumbrarse a la nueva cama. Desgraciadamente, en cuanto lo hiciera, a sus amigas les costaría mucho levantarla por las mañanas.

            Se incorporó y bostezó ruidosamente sin preocuparle que sus amigas durmieran. Las miró y se dio cuenta de que Tessie también estaba despierta y la observaba muy quieta.

- Buenos días. - saludó Carmen con una sonrisa.

- Buenos  días. - respondió Tessie y le correspondió con otra sonrisa.

            La española se levantó de la cama y procedió a vestirse. Tessie la observó con curiosidad, deseando ver qué aspecto tenía Carmen con un uniforme escolar. Como había esperado, la española no parecía en absoluto una colegiala corriente y aún vistiendo como casi doscientas chicas más, sería imposible confundirla en medio de todas ellas.

- ¿Vienes? - preguntó de repente Carmen.

            Tessie se sobresaltó al oír hablar.

- ¿Dónde?

- ¿No quieres conocer el colegio? - preguntó Carmen.- Yo te lo puedo enseñar.

- ¿Ahora?

- Es la mejor hora para visitarlo. Está desierto y podemos entrar en muchos sitios...

            La expresión de Tessie se animó ante aquella perspectiva y se apresuró a vestirse.

            Carmen la llevó por todo el colegio, que se componía de un conjunto de tres grandes edificios y otros más pequeños, unidos entre ellos por galerías y pasillos. A Tessie no pareció sorprenderle aquella extraña disposición de los edificios que por dentro ocultaban una perfecta organización de todas las áreas escolares.

            Tras visitar el edificio destinado a residencia de alumnas y profesoras, Carmen la guió hasta el ala destinada a las aulas y finalmente llegaron al edificio principal... donde incluso fueron a la cocina, donde los trabajadores del colegio estaban ya desayunando. Tessie se asombró del sigilo de su nueva amiga para colarse sin que nadie la viera y pillar un par de bizcochos.

- Es una de las pocas cosas que valen la pena... - le dijo Carmen ofreciéndole uno de los bizcochos.

- ¿Sueles hacer esto muy a menudo? - le preguntó Tessie.

- Si te refieres a pasearme por el colegio cuando todas duermen, pues sí. - reconoció la española. - Aquí es difícil encontrar un momento de tranquilidad...

- ¿Y robar en la cocina?

            Carmen sonrió inocentemente.

- Como ya te he dicho, no hay mucho que valga la pena ahí dentro.

            Pero su expresión inocente no engañó a Tessie que la miró astutamente.

- ¿No tienes miedo de que te pillen?

            La española acabó de comerse su bizcocho y le devolvió la mirada.

- No creo que lo hagan... Naturalmente que la cocinera sabe lo que hago, pero hace la vista gorda a cambio de recetas de cocina española.

            Cuando la campana sonó, se apresuraron a volver a su dormitorio donde encontraron a las demás que se estaban levantando. Al verlas entrar Harriet preguntó:

- ¿Ya has ido a dar uno de tus paseítos matinales? Un día de estos te cogerán rondando ¡y a ver cómo explicarás tu manía de pasear a esas horas!

            Carmen le dio una palmadita en el hombro.

- No te preocupes tanto. Ves problemas donde no los hay.

- Déjala. - opinó Sam. - Estoy segura de que nunca la pillarán. Es demasiado lista para eso.

            Harriet se encogió de hombros y suspiró resignada.

- ¡En eso tienes razón!

            En vista del buen tiempo, aquel mismo día las niñas ya pudieron bañarse en la piscina del colegio y en la primera hora libre que tuvieron corrieron hacia la zona de baño.

            Carmen apareció la última con expresión poco feliz. Se detuvo en el borde mientras miraba indecisa el agua, lentamente mojó la punta de su pie para comprobar si estaba muy fría y retrocedió unos pasos. Sus amigas la miraron riendo.

- Me parece que nuestra amiga solo debe saber chapotear. - juzgó Jane y se rió al ver cómo Carmen volvía a acercarse al borde por segunda vez.

- ¿Creéis que se tirará?

- Yo creo que debemos ayudarla. - dijo de repente Joan con una expresión traviesa. - Somos sus amigas y debemos ayudarla ¿no creéis? - añadió con expresión inocente.

            Y acercándose por detrás, le dio un tremendo empujón y, con un grito, Carmen cayó al agua.

            Todas las presentes estallaron en risas ante aquella caída tan cómica.

            Pero fue Harriet la primera en darse cuenta de algo.

- ¿Por qué no sale?

            Las risas cesaron y todas miraron al agua. Harriet tenía razón, a Carmen no se la veía por ningún lado. Las chicas escudriñaron el fondo de la piscina y vieron algo moverse rápidamente en lo más profundo. Inquietas, se miraron entre ellas y luego volvieron a mirar hacia el agua pensando que había pasado demasiado tiempo.

            De repente Carmen salió a la superficie en el otro extremo de la piscina con un grito de triunfo.

            Al ver que no le había pasado nada todas volvieron a respirar con tranquilidad y comprendieron que la sombra debajo del agua era Carmen. Pero ¿cómo había permanecido tanto tiempo bajo el agua?

            Todavía pálida, Sam sonrió.

- Si tiene unos magníficos pulmones para cantar es natural que también los tenga para bucear.

- ¡Carai! - exclamó Joan atónita. - ¡Pues qué pulmones!

            Todas las chicas presentes en la piscina observaron las evoluciones de Carmen en el agua con expresión asombrada. Jugueteando con el agua, la española se deslizaba con total soltura por la piscina.

- ¡Carmen, vas a pagar este susto que nos has dado! - advirtió Jane con ojos brillantes.

            Estallando en risas, se lanzó al agua seguida de algunas de sus amigas y antes de que la española pudiera averiguar lo que estaba ocurriendo se vio rodeada por varias chicas de rostro travieso.

- ¡Ah, no! - exclamó al adivinar sus intenciones. Al instante, Carmen se sumergió bajo el agua y hábilmente se escapó entre sus amigas, las cuales, cuando quisieron darse cuenta, la vieron en el otro extremo de la piscina.

            En pocos minutos la piscina se convirtió en una auténtica algarabía cuando las niñas empezaron a perseguirse entre ellas mientras Carmen, sentada tranquilamente en el borde, las observaba con una sonrisa.

            Tan pendiente estaba de los juegos de sus amigas que no había visto a Sandy Carpenter que la observaba con expresión atónita. La jefe del colegio no acababa de creerse que hubiera visto a Carmen destacar en un deporte. Lentamente se acercó a ella y preguntó fingiendo un tono despreocupado.

- Dime, Carmen, ¿dónde aprendiste a nadar?

- En el mar, como todos los de mi pueblo. - contestó ella mientras la sonrisa desaparecía de su rostro.

- ¿Te enseñó un profesor?

            Al oír aquello Carmen se volvió hacia Sandy expresando su sorpresa.

- ¿Profesor? - repitió. - ¿Para qué? Te metes en el mar y flotas... no es complicado, solo cuestión de tiempo y, tarde o temprano, todos los niños lo consiguen.

            Sandy quiso replicar pero se calló al ver que Carmen no parecía gustarle la conversación. La joven suspiró resignada. Ciertamente el estilo de Carmen no era muy depurado pero su destreza era innegable y con un entrenamiento, Carmen podría llegar muy lejos.

            Hill Sojourn hacía mucho tiempo que no destacaba en natación y sería maravilloso que Carmen lograse que el colegio volviera a triunfar en aquel deporte. Tenía que hablar con Heather Irons y proponer a Carmen para el equipo de natación. Al pensarlo, Sandy hizo una mueca: la reacción de Heather pasaría a la historia pues la española no era precisamente santo de su devoción.

            A las alumnas veteranas les encantaba la primera semana de curso. Durante los primeros días todo era reencuentros y, aunque costaba coger de nuevo la rutina del estudio, la mayoría pensaba que la vida en el colegio valía la pena.

            Y en aquellos primeros días ocurrió que las alumnas del segundo curso descubrieron algo maravilloso en Tessie Morgan. La novata era ventrilocua y además era capaz de imitar cualquier ruido sin que sus labios apenas se movieran. ¡Era asombroso!

            Solo había sido la casualidad la que había hecho que descubrieran aquella particularidad en  Tessie y, al instante, Joan y Pam imaginaron todas las posibilidades y decidieron sacar provecho de ello.

            Así, en medio de la clases siempre se oían ruidos raros. En la de música, Miss Adams había hecho venir al afinador de pianos, convencida como estaba de que el instrumento tenía un par de teclas desafinadas. Se sorprendió bastante cuando el hombre le comunicó que el piano estaba perfectamente.

            En clase de ciencias, Miss Harris, gran amante de los animales, se pasó toda la hora intentando localizar al pobre gatito que maullaba lastimosamente debajo de la ventana de la clase.

            Y sobre todo, las niñas aprovecharon a Tessie hasta el máximo en clase de lengua con Miss Willson. La profesora era la menos popular de todo el colegio. Sus modales severos y el alto nivel que exigía, hacía que la mayoría de niñas la temieran. Ya desde el primer día, Carmen y Miss Willson se habían declarado la guerra, con lo que la clase de segundo era la única que se enfrentaba abiertamente con ella.

            Así pues, Miss Willson se sorprendió bastante cuando en mitad de se clase de lengua inglesa, empezó a oír ruidos raros, como algo friéndose en una sartén. Como a principios de curso ya le habían gastado una broma similar con un mecanismo, las niñas decidieron que, esta vez, no fingirían oír, sino todo lo contrario. Al instante todas levantaron la nariz, husmeando en el aire.

- ¿No oléis a quemado?

- ¡Ya nos hemos quedado sin comida! - exclamó Pam con expresión alarmada.

            Miss Willson con expresión suspicaz las ordenó guardar silencio. Al cabo de un rato se oyó el galope de un caballo y todas miraron por la ventana.

- Un caballo precioso. - se oyó comentar a Sam y la profesora miró también, pero a pesar del interés de las niñas, no pudo ver nada.

            Las miró enojada sospechando de que le tomaban el pelo una vez más y ante aquella mirada Tessie calló algo asustada, ante la decepción de sus compañeras. Cuando acabó las clases, las niñas estallaron en risas, pues burlarse de la profesora siempre les alegraba.

- Es una lástima que no siguieses. - comentó May. - Pero ha sido muy divertido, Tessie.

- Lo siento, pero cuando nos ha mirado de esa manera... - se excusó la aludida.

- No te preocupes. - la consoló Joan. - Sus miradas no son muy agradables, que digamos. Sólo Carmen tiene la suficiente insolencia para aguantarla.

            Y Joan dio una palmadita a Carmen que la miró, sin entender qué había dicho.

            Empezaba a anochecer y pronto sería la hora de cenar. Miss Davenport, la profesora de Educación Física, cruzó con calma las instalaciones deportivas asegurándose de que las niñas no hubieran dejado nada por allí. Algunas de ellas parecían tener como afición dejar olvidados los objetos más insospechados en las canchas de tenis o en la pista de atletismo.

            La mujer se detuvo al llegar a las instalaciones de la piscina pues había alguien tomando un baño. Al principio pensó que se trataba de una de las alumnas del ciclo medio o superior, pues las pequeñas no podían bañarse en solitario, sin embargo pronto se dio cuenta de que la pequeña figura que retozaba en el agua no pertenecía a aquellos cursos.

            La profesora estaba dispuesta a acercarse para soltarle una reprimenda pero entonces reconoció a la nadadora y la observó asombrada. Se trataba de Carmen, y ante la asombrada profesora, la normalmente perezosa y poco deportista española se había convertido en un delfín en el agua. Sucesivamente se iba sumergiendo, permanecía un buen rato buceando y luego reaparecía dando un espectacular salto que la impulsaba fuera del agua, como si de un pez se tratara, para volver a sumergirse rápidamente.

            Al cabo de un rato la niña nadó perezosamente por la piscina y se dedicó a retozar por el agua dando vueltas sobre sí misma y volteretas.

            Miss Davenport estaba desconcertada. Durante varios meses había comprendido que Carmen era una nulidad en cualquier deporte, a parte de que la niña mostraba un total desinterés y horror hacia ellos. Pero ahora, viéndola en el agua, se daba cuenta de que aquel era su medio.

            Entonces Carmen se dio cuenta de su presencia y al instante se limitó a chapotear, como la principianta que la profesora había pensado que era hasta ese momento.

- ¿Qué haces Carmen? - dijo la profesora con tono severo.

            La española la miró asombrada.

- Estoy nadando - le respondió.

- Me refiero a qué haces aquí a solas, sabes que las pequeñas no podéis bañaros solas...

            Al oír aquello Carmen arrugó la nariz molesta. Al parecer, en aquel colegio, las pequeñas no podían hacer nada a solas. ¡Era una costumbre irritante!

- ¿Por qué no? - preguntó Carmen en español. Miss Davenport, como todas las profesoras, ya conocía a la perfección el significado de aquella pregunta y, como muchas de sus colegas, la temía, porque no era nada fácil explicarle las costumbres inglesas a una niña con una mentalidad muy diferente a la de ellas y con pocos deseos de comprenderlas.

- Puede ocurrir algo y nadie estaría aquí para ayudarte - dijo la profesora finalmente.

- ¿Y qué puede ocurrirme aquí?- preguntó Carmen asombrada- ¡Esto es una piscina! Y yo estoy acostumbrada a nadar en el mar desde pequeña. En mi pueblo los niños aprenden a nadar a solas en el mar.

            La profesora nos se tomó la molestia a responder a eso y la miró con expresión interesada. Al darse cuenta de ello, Carmen perdió su seguridad en si misma.

- ¿Ocurre algo? ¿Por qué mira así?

            Miss Davenport sonrió y eso alarmó a la niña que se apresuró a salir de la piscina.

- ¡Bueno! ¡Está bien! Ahora mismo salgo del agua... ¡No ha de ponerse así!

- Un día de estos tu yo tendremos una charla sobre los deportes. - fue la respuesta de la mujer y a Carmen aquello le pareció toda una amenaza por lo cual salió huyendo de allí.

            Y finalmente llegó el día en que Tessie debía ser «bautizada». Naturalmente que todas las profesoras conocían la existencia de la novatada, pero eso no quería decir que lo permitieran oficialmente y ninguna clase quería ser pillada en plena ejecución de la broma, especialmente por Miss Willson, que era enemiga declarada de la novatada.

            Las de segundo pusieron de guardia de Carmen y Pam, mientras las demás preparaban el baño con el que obsequiarían a Tessie.

- ¿No tardan mucho? - preguntó Pam mirando hacia la puerta de la sala de recreo de su curso. Se estaba aburriendo soberanamente en el pasillo y anhelaba estar dentro, con las demás. Pero lo habían echado a suertes y les había tocado a Carmen y ella.

            Carmen, en el mismo estado que su amiga, dio un suspiro y se apoyó en la puerta. Desde dentro tenían que darle la orden de ir a buscar a Tessie y quería estar preparada.

- ¿Qué estarán haciendo? ¿Tanto se tarda en preparar el «bautizo»?

            Pam se apoyó junto a ella para ver si oía algo a través de la puerta.

- No lo entiendo...

- ¿Qué es lo que no entiendes Pamela? - preguntó de repente la voz de Miss Sullivan junto a ellas.

            Ambas niñas dieron un salto sobresaltadas. Tan pendientes estaban de lo que debía ocurrir dentro de la habitación que habían olvidado su cometido de vigilar el pasillo.

- ¡Miss Sullivan! - gritó Pam asustada.

- Me alegro que recuerdes mi nombre. - sonrió irónicamente la mujer. - Pero, ¿es necesario gritarlo?

            En aquel instante Carmen dio una patada en la puerta. La profesora la miró severamente.

- ¿Acaso no sabes estar de pie? ¿Has de tirarte sobre la puerta de esa manera?

            Instintivamente la española se puso recta, aunque no se movió ni un centímetro de delante de la puerta. Para sí misma rezó para que sus amigas hubieran captado el aviso. Alumnas y profesoras se miraron durante unos segundos y pronto se hizo patente de que Miss Sullivan pretendía entrar en la sala de segundo y que Carmen y Pam no tenían intención de moverse de la puerta.

- ¿Ocurre algo? - preguntó suspicazmente la profesora.

- ¡No ocurre nada, Miss Sullivan! - exclamó Pam con un tono que, al parecer de la mujer, era excesivamente alto para la situación. Naturalmente, las niñas pensaron mentalmente que no había sido lo suficientemente fuerte para que sus compañeras lo oyeran desde dentro de la sala.

            Carmen miró a la profesora mientras calculaba si sus amigas habrían tenido tiempo de esconder todas las pruebas de la novatada. Esperaba que así fuera porque Miss Sullivan empezaba a enfadarse. Suspiró interiormente. Desde luego sería una lástima, pensó Carmen con resignación, porque desde que había empezado aquel trimestre aún no había sido castigada. Al parecer se le había acabado la racha de buena suerte.

- Y bien ¿Me dejáis pasar? - preguntó Miss Sullivan con tono contenido. No sabía que les ocurría a aquellas niñas, pero estaba convencida que cada día eran más raras.

            Al instante Carmen adoptó su expresión y miró interrogadoramente a la profesora. Pero Miss Sullivan era de las pocas a las que la mirada de Carmen no hacía efecto y, a su vez, la miró amenazadora.

            Al instante y temiendo lo peor, Pam apartó a Carmen de la puerta y cruzó los dedos confiando en la rapidez de sus amigas.

            La profesora les echó una furibunda mirada y abrió la puerta para entrar en al sala. Pam y Carmen se apresuraron a seguirla y miraron por encima de su hombro. Apenas pudieron evitar un suspiro de alivio cuando vieron a las demás ocupadas en las más diversas  e inocentes tareas.

- Quiero recordaros a que mañana es el último día para entregar el trabajo de literatura y que aún me faltan algunos...

            Las niñas se apresuraron a deshacerse en excusas prometiéndole entregarlos al día siguiente sin falta. Poco convencida, Miss Sullivan abandonó la sala no sin antes haber dedicado una enojada mirada a Carmen: naturalmente el suyo era uno de los que le faltaban y la profesora odiaba la costumbre de Carmen de entregarlo todo en el ultimo instante.

- ¡Estuvo cerca! - exclamó Jane con un fuerte suspiro.

- ¡¿A quien se le ocurre venir a recordarnos los malditos trabajos justo ahora?! - exclamó Joan enfadada y miró pensativa a su alrededor buscando a alguien que le ayudara a acabarlo a tiempo.

- Voy a ver si no hay más sorpresitas... - dijo Pam asomándose por la puerta. Al instante volvió a entrar. - ¡Tessie viene hacia aquí! - exclamó asustando a algunas por lo repentino de su grito.

            Al instante Joan sacó la palangana de su escondite.

- ¡Traed el agua! - ordenó mientras se subía a la silla.

            Jilly le pasó el jarro y en ese momento se abrió la puerta y Tessie entró con su ímpetu característico.

- Eh, chicas...

            La niña no pudo acabar su saludo pues parte del contenido del jarro cayó sobre su cabeza mientras Joan caía estrepitosamente sobre Jilly y el jarro volaba por los aires mojando a las más cercanas.

            En medio de los gritos y los quejidos de dolor de Joan y Jilly, Tessie parpadeó sorprendida y se sacudió un mechón mojado de su cara.

- ¿Qué pasa? ¿Estamos en guerra? - preguntó, provocando un estallido general de carcajadas.

            En medio de aquel barullo, Tessie tardó un poco en enterarse del porqué sus compañeras la habían obsequiado con aquel inesperado baño. Fue Harriet quien finalmente logró explicarle la tradición de Hill Sojourn mientras sus amigas seguían discutiendo entre ellas por el hecho de haber compartido el bautizo destinado a Tessie.

- ¿Es siempre así? - preguntó Tessie cuando Harriet acabó con la explicación.

            La otra asintió con resignación.

- La mayoría de veces. Nosotras nunca conseguimos hacer un bautizo tradicional.

            Sandy Carpenter estaba reunida con al Capitana de deportes y sus respectivas ayudantes. Estaba decidida a proponer a Carmen para el equipo de natación y, tal como había supuesto, nadie la creyó cuando habló de las excelencias de la niña española en el agua.

            Heather Irons, la capitana de deportes la miró con escepticismo.

- Oye, ¿Tu y yo estamos hablando de la misma persona? – preguntó finalmente. - La Carmen que yo conozco no es capaz ni de subir las escaleras de dos en dos... ¿o acaso nos la han cambiado durante las vacaciones?

- Eso mismo pensé yo cuando ayer la vi lanzarse a la piscina y bucear de aquella manera... ¡Y dice que nunca ha recibido entrenamiento!

- Bueno, Carmen es capaz de hacer muchas cosas. - opinó Mary, la ayudante de Heather. - Lo malo es que es muy holgazana.

- Deberíamos haberlo supuesto cuando la vimos jugar a fútbol. - Heather estaba bastante desconcertada. - Sin embargo en el resto de deportes de tierra es una nulidad... No creo que haya estado fingiendo durante dos trimestres enteros.

- ¡Pero lo importante es que esa niña es como un pez en el agua! - replicó Sandy. - Lo malo es que nunca se esforzará. Ya la habéis visto en el gimnasio, anima a las otras a realizar un ejercicio, pero podéis estar seguras que ella jamás lo intentará.

- Tal vez sea porque cree que nunca lo logrará... - opinó Mary. - Vamos, que lo suyo es psicológico. Está convencida de ser peor que las demás y no se molestará por cambiarlo.

- Pero es el agua parece muy buena y creo que ella lo sabe. - dijo Sandy. - Tal vez si supiera que puede entrar en el equipo de natación se esforzaría y vencería su holgazanería.

            Las otras se encogieron de hombros sin saber qué pensar.

- Bueno, a cualquier niña le gustaría estar en un equipo. - concedió Heather.

- Pero Carmen no es como la demás niñas. - suspiró Sandy. - ¡De eso ya nos hemos dado cuenta!

- ¡Y yo la primera! - replicó Heather con una mueca al recordar sus primeros encuentros con la española, la primera niña que no se intimidaba ante ella y que la ignoraba tranquilamente cuando le daba una orden. Para la capitana de deportes, ver ignorada su autoridad de tal forma, había sido una experiencia que no podía olvidar.

            Al día siguiente, Heather Irons, muerta de curiosidad se acercó a las instalaciones de la piscina para ver nadar a las de segundo y, especialmente a Carmen.

            Las niñas estaban jugando en el agua entre chillidos y risas. Se perseguían entre ellas, se hundían bajo en agua... la que más estragos hacía era Carmen quien, buceando rápidamente, pillaba siempre desprevenidas a sus amigas que, cuando se daban cuenta, ya estaban bajo en agua mientras Carmen iba a por otra víctima.

            Cuando se cansaron decidieron jugar a la pelota. En el juego Carmen utilizaba sin tregua su destreza para el Entre gritos, las demás intentaban arrebatarle la pelota pero Carmen era demasiado ágil en el agua para que pudieran cogerla.

            Heather estaba asombrada. Teniendo en cuenta que en los partidos de pelota en tierra, Carmen siempre era la primera a la que eliminaban, aquello era verdaderamente increíble.

            En ese momento Carmen se percató de su presencia y se detuvo con una extraña expresión en el rostro. Al instante, sus amigas se lanzaron sobre ella y, por primera vez en toda la tarde, le arrebataron el balón y fue hundida.

            A partir de ese momento Carmen perdió completamente su ventaja sobre las demás y Heather tardó algo en darse cuenta de que la niña se negaba a mostrar sus habilidades estando ella delante.

- Es curioso. - pensó. - Cualquiera diría que no tiene interés por entrar en un equipo.

            Un par de días después, Heather  y Sandy entraron en la sala común de segundo para hablar con Carmen. La encontraron con su inseparable guitarra mientras las demás se dedicaban a diversos entretenimientos.

- Carmen, hemos estado observándote. - comenzó Sandy.

- Ya lo sé. - replicó Carmen en tono cortante sin levantar la vista de una cuerda que estaba afinando.

            Sandy se sorprendió pero Heather apenas se dio cuenta de la extraña reacción de la niña.

- Todas estamos de acuerdo en que tienes gran capacidad en natación y que deberías estar en el equipo.

- Gracias, pero no me interesa. - fue la contestación de Carmen y Heather abrió la boca sin creerse que alguien rechazase pertenecer a uno de los equipos del colegio.

            Al oír, Jane dio un grito.

- ¡Carmen! ¡Están hablando de que entres en el equipo de natación!

            Las demás estaban tan sorprendidas por su negativa como las dos jefes y los comentarios se levantaron como una marea.

- ¡Estás loca! ¡Perder una oportunidad así!

- ¡Piénsatelo!

- ¡Serás la primera alumna de segundo que entra en el equipo!

            A medida que los comentarios crecían la expresión de Carmen era cada vez más enfadada. May se dio cuenta y quiso avisar pero no llegó a tiempo. De repente el genio de Carmen estalló.

- ¡No, no y no! - gritó y soltó una verborrea en valenciano verdaderamente enojada.

            Sandy quiso intervenir pero Carmen la miró con sus ojos negros furiosos.

- ¡No! - gritó de nuevo y salió corriendo de la sala dando un tremendo portazo.

            Sobresaltadas, todas permanecieron en silencio durante unos segundos.

- Pero ¿qué le pasa? - murmuró Jane.

- Se ha enfadado porque le han dicho que entrará en el equipo... - opinó Sam asombrada.

- Pero la gente se alegra cuando se lo proponen. - insistió Jane. - ¿Por qué ella no? - y miró hacia Sandy, en espera de una respuesta. La jefe del colegio se encogió de hombros.

- No puedo contestar a eso. - les dijo. - Lo único que sé es que alguien debería hablar con ella y tranquilizarla.

- Y convencerla. - añadió Heather que no se resistía a perder una nadadora tan buena. - Necesito gente como ella en los equipos.

- ¿Gente que no demuestra ninguna ilusión por competir? - preguntó Joan con ironía.

            Heather la miró fijamente y Joan se apresuró a callar al darse cuenta de la inminencia de un castigo.

            Sam miró a Sandy comprendiendo lo que quería.

- Yo iré a verla. - aceptó. Sabía que en los momentos de crisis a Carmen le consolaba escuchar a alguien hablando en castellano. - Y May también debería venir.

            La irlandesa asintió con la cabeza y se levantó. Carmen siempre había tenido cierta predilección con ella, tal vez por ser las dos extranjeras.

            Las dos niñas fueron en busca de Carmen. Sabían donde la encontrarían y por eso no les extrañó verla en el dormitorio junto a todos los recuerdos de su tierra. Pero si les sorprendió el hecho de que tuviera los ojos llorosos. ¿Por qué la había afectado tanto lo de su entrada en el equipo?

- Carmen. - llamó suavemente Sam, pero la niña no se movió con su vista fija en los dibujos de su pueblo que ella misma había pintado. - Carmen ¿qué te ha pasado? - insistió la otra.

- Dejadme a solas. - fue la única respuesta.

            No fueron capaces de sacarle nada más y finalmente May se encogió de hombros, dándose por vencida.

            Sorprendida por al reacción de Carmen, Heather y Sandy no pudieron evitar consultar a Miss Davenport sobre ello. La mujer escuchó en silencio y finalmente adoptó una expresión resignada.

- Desde que vi a Carmen en el agua he mantenido una pequeña esperanza de que entrara en los equipos. Sin embargo debí haber esperado esa reacción.

- Pero ¿por qué? - exclamó Heather impaciente.

- No estoy autorizada a decirlo pues pertenece al expediente personal de Carmen... Tal vez deberíais ir a hablar con Miss Robinsson.

            Las dos jóvenes no contestaron pero cruzaron una mirada de entendimiento. Sin falta se dirigieron al despacho de la directora quien las recibió enseguida.

- Me han dicho que propusisteis a Carmen entrar en el equipo de natación.

            Tras tantos años en el colegio a ninguna le extrañó que la directora ya lo supiera. La mujer parecía tener un sexto sentido para enterarse de todo lo que pasaba a su alrededor.

- Así es. - contestó Sandy. - Por eso hemos venido.

- Carmen se ha negado a entrar en el equipo. - añadió Heather indignada.

- Pero lo que nos preocupa es su reacción... Cuando se lo propusimos se enfadó.

            Miss Robinsson tamborileó el lápiz sobre la mesa como cada vez que meditaba algo.

- ¿Se enfadó? - repitió. - ¿Y mucho?

            Sandy asintió con la cabeza y Heather añadió.

- Se puso histérica perdida.

- Miss Davenport no pareció muy sorprendida cuando se lo contamos. - comentó Sandy. - Y perdone la franqueza, pero usted tampoco lo parece.

            Heather movió la cabeza apoyando las palabras de su compañera.

- Es algo relacionado con su expediente ¿no es cierto?

- Exactamente. - reconoció Miss Robinsson. - Cuando una niña nueva entra en el colegio solemos pedir informes personales de su carácter... Naturalmente solo yo y las profesoras tenemos acceso a ellos, pero vosotras sois las jefes de las alumnas y os lo puedo contar... Veréis, al recibir los informes de Carmen hubo algo que me intrigó. Era el hecho de que Carmen hubiera dejado de repente de pertenecer al equipo infantil de natación de su pueblo y que, desde entonces, se hubiera negado a nadar en cualquier carrera o simples concursos. Todos los que la conocen dicen que desde los diez años, Carmen no ha vuelto a participar en nada relacionado con la natación.

- Pero ¿por qué? - insistió Heather impaciente.

- Cosas de niños, dirían algunos. - respondió Miss Robinsson. - Nadie le concedió importancia excepto la misma Carmen que sigue obsesionada con algo que le pasó cuando era pequeña.

- ¿El qué...?

- Al parecer, el tiempo en que estuvo en el equipo no fue muy agradable... era de las pequeñas, empezaba a nadar y unos niños más mayores decidieron hacerla objeto de sus bromas. A alguien más mayor no le hubiera afectado, pero la antigua profesora de Carmen está convencida que fue eso lo que la acomplejó en la natación... Nunca podemos saber lo que piensa un niño y como reaccionará. Cabía la posibilidad de que Carmen hubiera dejado todo eso atrás, que hubiera olvidado aquellos meses tan desagradables... pero no podíamos estar seguras hasta que compitiera de nuevo.

- Pero ¿tan mal lo pasó? - preguntó Heather. - Le aseguró que su reacción fue muy escandalosa.

            Miss Robinsson esbozó una leve sonrisa.

- Me temo que tu propuesta ha servido de válvula de escape. En estos años Carmen nunca comentó nada a nadie, se lo guardó dentro de sí misma y aceptó con resignación que su familia la regañara por abandonar la natación y que sus amigos se burlaran de ella por ese motivo. Supongo que, al ver que aquí se repetía la misma historia, no ha podido más... Creo que no hay que considerar lo que le pasó como "cosas de niños". Tened en cuenta que Carmen ha tardado tres años en superarlo. Eso os puede dar una idea.

            Sandy y Heather se miraron comprendiendo. Pero ninguna sabía como hacer que Carmen superara su complejo.

- ¿Y que hacemos? - a Heather nunca le había caído bien Carmen, pero desde que la había visto nadar estaba encantada con ella. - ¿No hay ninguna forma de convencerla para que entre en el equipo?

            Miss Robinsson se encogió de hombros.

- Tal vez, lo único que podamos hace es entrenarla sin que se de cuenta...

- Perdone, Miss Robinsson pero ¿no le parece un poco ilógico?

- Tal vez no me haya explicado bien. - rectificó la directora. - Veréis, que Carmen pertenezca al equipo de natación es lo más irrelevante del asunto. - Heather quiso protestar pero la mujer no le dejó. - Lo importante aquí es Carmen y que recupere la confianza. Por lo que sé, Carmen se dedica a practicar la natación a escondidas. No quiere que nadie la vea...

- Pero en la piscina...

- En la piscina está con sus amigas. - interrumpió Miss Robinsson. - Y no creo que practique la natación ¿me equivoco?

            Sandy le dio la razón.

- Solo se dedica a bucear jugando. - recordó. - Y cuando ve a alguien mayor, deja de jugar. ¿Quiere decir eso que no quiere que nadie sepa lo buena que es en natación?

- No, eso quiere decir que Carmen no quiere que nadie sepa lo mala que es natación.

            Heather y Sandy la miraron confundidas.

- Pero si es muy buena... - Miss Robinsson las miró significativamente y ella comprendieron. - ¡Ella cree que es mala! - Sandy por fin lo comprendía. - Está tan acomplejada que no se da cuenta de su verdadero nivel.

- ¡Eso tiene fácil solución! - dijo Heather. - Solo hay que hacer que Carmen participe en una carrera. Así verá lo buena que es.


            Seguramente las alumnas del segundo curso se convirtieron en la mejor clase en la asignatura de natación. Tras varias semanas de numerosos juegos, entrenamientos de Jane en los que todas participaban y clases en las que Miss Davenport no daba tregua, incluso las que al principio apenas chapoteaban, empezaron a adquirir un cierto estilo y todas mejoraron ostensiblemente su zambullida y natación.

            Carmen no parecía darse cuenta de que pasaba más tiempo en el agua que el resto de alumnas y que todas la observaban disimuladamente cuando se metía en la piscina. Incluso Heather había llegado a cronometrarla en secreto.

            Si Carmen se daba cuenta de que siempre ganaba las carreras nadie lo sabía pues la española continuaba adoptando una expresión enfurruñada cuando la profesora mandaba hacer competiciones y continuaba saltándose el reglamento para ir a nadar a solas. Aunque ella creía que nadie la miraba, los alrededores de la piscina estaban siempre llenos de gente, observando expectantes sus progresos.

- Yo creo que ya lo ha conseguido. - comentó Heather un día que había estado espiando a Carmen en la piscina, cronómetro en mano. - Se ha convertido en la mejor nadadora del colegio. Este año la copa de natación será nuestra.

            A su lado, Miss Davenport, Sandy Carpenter, Jane y Sam asintieron

- Que sea la mejor de nosotras no quiere decir que lo sea del país. - le recordó Miss Davenport. - Aunque me pese decirlo hace algunos años que el nivel de natación del colegio no es muy bueno...

- Ya sé que no tiene mucho mérito ser la mejor en Hill Sojourn. - reconoció Heather de mala gana. A ella siempre le había ido mejor en deportes de pista y de equipo, y era consciente de la deficiencia del colegio en materia de natación. Para las alumnas de Hill Sojourn la piscina era un medio para divertirse y jugar... pocas practicaban la natación en vista a una competición.

- ¿Usted cree que Carmen no está a la altura de las competiciones escolares? - preguntó Sam a Miss Davenport.

- Oh, claro que lo está... pero siempre existe el posibilidad de que haya nadadoras mejor que ella, no sería de extrañar. El problema es que, ser la mejor de Hill Sojourn puede hacer que Carmen recobre su confianza, pero ¿qué pasará cuando no gane una competición? Carmen ha de comprender que es muy buena en natación, aunque no sea la mejor.

- La primera competición es dentro de una semana. - Heather estaba impaciente. - ¿Tendremos tiempo de convencerla o no?

- ¿Convencer a quien? - preguntó una voz detrás de ellas.

            Todas las presentes se sobresaltaron al reconocer a Carmen. Tan enfrascadas estaban en su discusión que nadie se había dado cuenta de que la española había abandonado la piscina.

            Sam y Jane enrojecieron. Mientras que Heather, Sandy y Miss Davenport se cruzaron una mirada dubitativa. En ese momento Carmen se fijó en el cronómetro que Heather llevaba en la mano.

- ¿Qué pasa aquí? - preguntó frunciendo el ceño. - ¿ Qué hacéis todas reunidas? ¿Y para que es eso?

- ¿Tu que crees? - estalló Heather quien no contaba con la paciencia y la diplomacia entre sus cualidades. - Te estaba cronometrando y antes de que protestes deja que te diga que acabas de hacer el mejor tiempo del colegio. Lo quieras o no, en estos momentos eres la mejor nadadora que tenemos en Hill Sojourn. No tienes alternativa, tienes que entrar en el equipo de natación.

            Carmen la miró con expresión indescifrable.

- No estoy diciendo que seas la mejor de todo el país. Probablemente te enfrentarás a chicas mucho más rápidas que tu, pero eso no es excusa para no luchar por tu colegio. - continuó Heather. - ¿O acaso volverás a España para decir que te han ganado las inglesas porque ni si quiera lo has intentado? ¿Qué diría tus amigos y tu familia?

            Ante aquel discurso todas miraron alternativamente a Heather. La capitana de deportes estaba tan enojada por el rechazo de Carmen a la natación de competición que había explotado al fin. Realmente, la chica le había cantado las cuarenta pero ¿cómo reaccionaría Carmen?

            Preocupadas miraron a Carmen quien miraba fijamente a Heather. Y entonces Carmen sonrió.

            Asombradas de que no mostrara su genio, las inglesas intercambiaron miradas.

- ¿No estás enfadada? - preguntó Sam con asombro.

            Carmen se echó a reír.

- ¡Pero bueno! ¿Qué te hace tanta gracia? - Jane empezó a molestarse. Llevaba semanas haciendo mil y una peripecias para que Carmen no descubriera el interés general que había para que se entrenara y ella ¿se echaba a reír? ¿No se suponía que estaba traumatizada? Empezaba a sospechar que carmen no estaba tan acomplejada como las profesoras habían temido.

            De repente, Miss Davenport lo comprendió.

- ¡Lo sabías! - exclamó y Carmen sonrió inocentemente.

- ¿Qué debía saber?

- ¿Acaso te burlas de nosotras? - la acusó la profesora. - Eres demasiado lista para que te haya pasado desapercibido nuestras maquinaciones.

            Carmen se encogió de hombros con aspecto modesto.

- Bueno, estaba tan claro... Pero la verdad es que me sabía mal decir nada...  se os veía tan ilusionadas...

- ¡Carmen! - la reprendió Miss Davenport que empezaba a hartarse de la falsa ingenuidad de la española.

- ¡De acuerdo, vale! Os agradezco que hayáis hecho todo esto por mi... ya hace tiempo que me he dado cuenta de que no soy la nulidad que creía. Aquí soy bastante buena, pero usted lo ha dicho. - añadió mirando a la profesora. - Ahí fuera deben de haber nadadoras mucho mejores que yo, y la verdad, no tengo ganas de enfrentarme a ellas.

            Heather la miró atónita sin acabar de creer que todos sus esfuerzos no sirvieran para nada. ¿Pero que se había creído aquella mocosa? Ya era hora de que alguien le pusiera las cosas en claro.

- ¿Acaso no lo entiendes? Ahora no te lo estamos pidiendo, eso ya pasó. Carmen, te estamos ordenando que entres en el equipo de natación ¡y me importa un bledo que no quieras porque lo harás de todos modos!

            Carmen la miró desafiante.

- Sólo yo tomo mis decisiones.

- ¡Oh, vale! ¡Sigue así! - Heather levantó los brazos rindiéndose a la tozudez de la española. - El colegio te pide ayuda y tu le das la espalda. Creí que en estos meses había aprendido algo pero no ¡Supongo que serás así toda tu vida!

            Y ante la sorpresa de Carmen, la capitana de deportes, e incluso sus amigas le dieron la espalda y se marcharon ofendidas.

            La española miró en silencio como Jane y Sam se alejaban. Desconcertada miró a la profesora.

- Esto es muy importante para ellas. Han trabajado mucho para que te superaras y tenían muchas esperanzas puestas en ti. - dijo Miss Davenport con expresión severa. - Pero si no puedes entenderlo, no es necesario perder más el tiempo.

            Carmen quiso decir algo pero intuyó que nada de lo que dijera convencería a las inglesas. Había algo en todo aquel asunto que escapaba a su comprensión y hasta que no averiguara que era, todas estarían en contra de ella.

            El día siguiente no fue muy agradable para Carmen. Aunque nadie le echó por cara su negativa a competir, la niña notaba las miradas que le lanzaban sus amigas. La noticia de que no iba a participar en la prueba de natación se había extendido rápidamente por todo el colegio y todas se sentían defraudadas. Carmen lo notaba pero seguía sin entender el por qué. Ciertamente la manía de aquellas inglesas por competir empezaba a sacarla de quicio. ¿Por qué querían que participase en una prueba en la que no iba a ganar? ¿Tanto interés tenían en verla perder? Y además, ¿por qué estaban inscritas en las competiciones de natación si eran tan malas? ¡Aquello era de locos!

            El domingo de las competiciones de natación Heather Irons, capitana de deportes de Hill Sojourn se levantó bastante pesimista. Tras haber renunciado a Carmen, Heather había renunciado también a hacer un buen papel en las pruebas. Un año más recibirían el honroso titulo de «patitos», tal y como se solía apodar al colegio que solía quedar el último en la clasificación general, al final del curso. Hill Sojourn ya hacía seis años que era objeto de aquella burla y nada hacía presagiar que, aquel año, no se repitiera la misma historia. Heather empezaba a odiar con toda su alma las competiciones de natación y se refugiaba soñando en partidos de tenis, hockey y carreras de atletismo.

            Desde temprano llegaron autobuses con las competidoras de otros colegios que llegaban acompañadas por parte del alumnado, deseoso de animar a sus nadadoras.

- ¡Oh Dios mío! - exclamó Jane. - Ahí está Roberts.

- ¿Quien es? - preguntó Tessie con interés.

- La campeona del año pasado. - explicó Harriet. - Solo va a tercero pero ya todo el mundo tiene ganas de que se gradúe para que deje de competir y de una oportunidad a las otras.

            Las alumnas de segundo estaban cerca de la entrada observando la llegada de las visitantes. Carmen estaba junto a ellas extrañamente silenciosa. Era consciente de que sus amigas aún estaban decepcionadas con ella por no participar.

- Ahí están las del Saint Christopher. - señaló Sam. - Suelen tener un equipo muy potente.

- ¡Como me gustaría que Miss Robinsson nos borrara de una vez de las competiciones de natación y acabara con nuestra humillación! - suspiró Jane.

- ¡Claro! - Joan estalló en una exclamación sarcástica. - ¡Y dejar que todos sepan que el Hill Sojourn abandonó porque no era capaz de ganar ni una carrera! ¡Como si el apodo de patitos no fuera bastante horrible!

            No bien dijo aquello cuando una de las chicas visitantes pasaron junto a ellas.

- ¿Qué tal patitos? - saludaron. - ¿Ya habéis aprendido a chapotear?

            Joan miró furiosa a aquellas chicas y, a pesar de que eran mayores que ellas, durante unos segundos pareció que iba a saltar sobre ellas.

            Las diferentes competiciones de natación estaban divididas en dos categorías. Una alevín y otra juvenil. Cada prueba iba alternando a ambas edades hasta llegar a la prueba reina.

- Me habían dicho que teníais una arma secreta. - comentó Roberts a Heather. - Pero veo que me han informado mal.

            Heather la miró con enfado contenido deseando pillar a la deslenguada que hubiese sacado fuera del colegio aquel rumor.

- Cállate y prepárate, que tu prueba es la próxima. - fue su contestación.

- ¿Jane competirá por Hill Sojourn? - preguntó Roberts. - Es muy rápida sobre la pista pero no se puede decir lo mismo de ella en el agua.

            La capitana iba a contestar airadamente cuando se quedó sin habla al ver acercarse a Miss Davenport ¡acompañada de Carmen!

            La esperanza se reflejó en el rostro de la joven al ver que la española vestía un albornoz. La profesora sonreía satisfecha pero Carmen caminaba mirando al suelo, con expresión resignada.

            Heather corrió hacia ellas.

- ¿Qué...? Bueno, quiero decir... ¿Significa esto que competirás? - logró balbucear, tal era su sorpresa. Por la expresión enfurruñada de la niña, Heather juraría que alguien la había obligado a participar en la carrera. Sin levantar la vista del suelo, Carmen se encogió de hombros y dijo algo en un español algo enfadado.

- Traduce. - ordenó Heather totalmente turbada, tal era su emoción.

- De acuerdo, nadaré... – contestó de mal talante. - Si es algo tan importante para mis amigas lo haré, aunque estoy segura de que perderé... ¡Pero yo no tendré la culpa si nos siguen apodando «patitos»! - añadió a la defensiva.

            Las allí presentes esbozaron una sonrisa de felicidad.

- No te preocupes por ello y metete en el agua. - replicó Heather pero calló al ver que la española temblaba violentamente bajo su albornoz.

- ¿Estás nerviosa? - preguntó repentinamente solícita.

            Carmen negó con la cabeza.

- ¡Estoy helada de frío! - exclamó cada vez más enfadada.

            Las chicas de los otros colegios miraron a Carmen con curiosidad.

- ¿Quién es esa? - preguntó alguien a Sandy.

            La jefe de colegio se volvió y al ver a la española se echó a reír.

- Generalmente, nuestro mayor quebradero de cabeza, pero hoy, nuestra heroína. - exclamó mientras corría hacia Carmen.

            La otra la vio alejarse desconcertada.

- A estas de Hill Sojourn no hay quien las entienda.

            La noticia de que Carmen iba a competir recorrió el colegio como un reguero de pólvora. En unos minutos, la piscina aumentó en numero de espectadoras, pues todas las alumnas de Hill Sojourn habían acudido hasta allí.

            Las alumnas de segundo miraron boquiabiertas a Carmen.

- ¿Veis lo mismo que yo? - preguntó Joan. - ¡Es Carmen!

- Pero ¿por qué habrá cambiado de opinión? - preguntó May.

- Lo ha hecho por vosotras. - contestó la voz de Yvette, detrás de ellas.

- ¿Por nosotras?

            La joven francesa se colocó entre ellas para presenciar mejor la competición.

- Hace un rato, Carmen ha venido a vernos a Miss Davenport, Miss Robinsson y yo misma.

- ¿Y qué ha dicho?

- Que iba nadar porque vosotras lo queríais. No tiene idea del porqué, pero lo va hacer igualmente porque ha visto que es muy importante para vosotras.

- ¡Esa es nuestra Carmen! - exclamó Sam con satisfacción. - No entiende nuestra forma de actuar pero por amistad lo va a hacer.

- ¡Mirad, ya empiezan!

            Todas miraron a tiempo de ver como Carmen se zambullía limpiamente en el agua y reaparecía al lado de Roberts. En los primeros metros pareció que Carmen tenía problemas para coger el ritmo de la carrera, sin embargo y ante el asombro general y el deleite de las alumnas de Hill Sojourn, en cuanto la española se adaptó, empezó a ganar posiciones.

            Todas estallaron en gritos de ánimos y aplausos hasta que en los últimos metros contuvieron la respiración.

            Roberts nadaba velozmente en cabeza, segura de su victoria, cuando vio pasar por su lado a la pequeña española. Su sorpresa fue tal que perdió unos segundos preciosos preguntándose de dónde había salido aquella niña. Apretando los dientes quiso recuperar la posición pero le fue imposible. Carmen le llevaba cierta ventaja y nada podía pararla ya.

            Cuando llegó a la meta el colegio entero pareció venirse abajo con los gritos de entusiasmo de las niñas. Incluso las profesoras aplaudían con entusiasmo y más de una había saltado de su asiento para celebrarlo.

            Carmen, apoyada en el borde de la piscina, miraba cansadamente a su alrededor con una débil sonrisa de sorpresa ante su triunfo. Necesitó la ayuda de Miss Davenport y Sandy para salir del agua quienes la tuvieron que sostener para que no cayera al suelo.

- ¡No puedo más! - susurró mientras respiraba entrecortadamente. - ¡No pienso volver hacer esto en la vida! - añadió mirando a Heather que no cabía en sí de gozo.

- Ya hablaremos de eso... - le contestó la otra, ignorando su comentario. - Ahora estás demasiado cansada para pensar con claridad.

            Si no estuviese tan cansada, Carmen hubiera estallado en gritos pero no tenía fuerza ni para eso. Alguien le trajo una silla y sus amigas la rodearon entre gritos ensordecedores.

- ¡Carmen, eres la mejor!

- ¡Has salvado el honor de colegio!

- Pero ¿cómo has nadado tan rápido? - preguntó Jane que no recordaba que Carmen hubiera alcanzado tal velocidad en ninguno de los entrenamientos.

            La española tuvo un escalofrío y estornudó violentamente.

- ¡El agua estaba helada! - gritó por fin enfadada. - ¡No tuve más remedio que darme prisa!

            Todas las que le rodeaban estallaron en risas, incluso las otras participantes que se habían acercado para conocer a aquel fenómeno. Carmen las miró ofendida mientras volvía a estornudar. Si a las inglesas les hacía gracia un resfriado a ella no le hacía ninguno... especialmente porque la enfermera Beresford tenía un sexto sentido para averiguar cuando cogía uno y a Carmen no le hacía ninguna gracia caer en sus manos.

            Iba  estornudar de nuevo cuando, de repente, perdió todas las ganas. Alarmada vio acercarse a la enfermera Beresford.

- ¡Creo que debo irme! - y se levantó olvidando su agotamiento.

- Pero...

            Sin molestarse en contestar, Carmen salió corriendo mientras oía a la enfermera gritar su nombre.

            Tardaron bastante en encontrar a la española. Carmen, aterrorizada ante la idea de tomar el jarabe de la enfermera Beresford, no se atrevía a salir del dormitorio, donde se había refugiado.

            Finalmente lograron convencerla para que se uniera al resto de alumnas que celebraban su victoria en una improvisada fiesta en el comedor. Algo aprensiva y mirando alrededor por si veía aparecer a la gobernanta del colegio, Carmen siguió a sus amigas.

            Una buena taza de chocolate caliente, la merienda preferida de Carmen, hizo que ésta aparcara su incipiente resfriado y que su carácter mejorara considerablemente. Y cuando le pusieron la guitarra en sus manos, la española ya olvidó por completo el agua de la piscina, el riesgo de catarro y a la enfermera Beresford.

            Animada y adulada sin cesar, Carmen no pudo negarse a cantar unas cuantas canciones. En plena fiesta y cuando Carmen por fin había olvidado todas sus preocupaciones, Heather y Sandy se plantaron delante de ella con una lista en la mano.

- ¿Qué es eso? –preguntó Carmen aprensiva.

Las dos muchachas sonrieron inocentemente.

- ¿Qué va a ser? Es tu horario de entrenamiento y el calendario de competiciones.

            Si no fuera porque sus compañeras la rodeaban, Carmen hubiera vuelto a salir corriendo.

- ¿Estais locas? – balbuceó en español.

- No Carmen. – le sonrió Sandy y le dijo en español para que no tuviera ningún problema para entenderla. – Te comunico oficialmente que a partir de hoy formas parte del equipo de natacion .

- ¡Ah, no! – exclamó asustada. – Yo no quiero volver a competir...

- ¡Claro que lo harás! – exclamó Heather dándolo por hecho. – Tenemos el consentimiento de tus padres, de la directora y de Mis Sullivan.

- ¿Y qué hay de mi consentimiento? – preguntó Carmen débilmente pero a nadie le pareció importante aquel detalle.

- Solo tienes que firmar aquí. – dijo Sandy ofreciéndole un papel. – Yo misma he rellenado tus datos. – añadió con una gran sonrisa, consciente de que la española ya no tenía escapatoria.

            Tiempo después, cada vez que recordara aquel momento, Carmen explicaría, a quien quisiese escucharla, que la capitana de deportes del colegio se había aprovechado de su debilidad provocada por la fiebre de un fuerte catarro que finalmente se acabó manifestando al día siguiente, para obligarla a firmar la inscripción al equipo de natación. Durante los años que permanecería en Hill Sojourn, Carmen repetiría una y otra vez como fue engañada y obligada a participar en entrenamientos y competiciones, por efecto de una confabulación que implicaba a todo el colegio.

            Nunca nadie sabría si realmente Carmen se alegró de pertenecer al equipo de natación. Solo sabrían que, cuando en una ocasión, alguien le comentó que tenía permiso para abandonar el equipo, la expresión de furia de Carmen fue tal, que nadie, jamás, volvió a tocar el tema mientras la española estudiara en Hill Sojourn School.