Final del 3er curso. Carmen ha logrado sobrevivir dos cursos enteros en el colegio inglés... ¿o el colegio inglés ha logrado sobrevivir dos cursos enteros a Carmen?

En fin, estamos en las ultimas semanas del curso y aparecen en escena cuatro personajes que tendrán una importancia vital en el desarrollo de la historia de Carmen y sus amigas. Aquí simplemente cuento cómo se conocieron y trabaron amistad.

TRIMESTRE VERANO.

JULIO 1989.

            Se acercaba la época de los exámenes finales y en la sala de tercero la actividad era casi febril. Los apuntes y los libros inundaban todas las mesas y todas las chicas estaban sumergidas en el estudio. La única voz que se oía era la de Sam quien, con su habitual paciencia, trataba de explicar los misterios de algunas fórmulas matemáticas a un grupito de compañeras que la miraban con expresión desconcertada. El resto de la sala estaba invadido por el ruido de los lápices o las hojas de algún libro hojeado nerviosamente por su dueña buscando la solución a alguna duda.

            Sentada en el alféizar de una ventana y con un diccionario sobre las rodillas, Carmen suspiraba deprimida. Carmen intentaba estudiar pero le era completamente imposible. Se acercaba una semana entera llena de exámenes y cada vez estaba más convencida de que su cerebro sería incapaz de retener más información y que había llegado a su límite.

            Con total desinterés, la española miró el gordo volumen. Dentro de pocos días llegaría el temido examen de lengua inglesa y ya se imaginaba la expresión de triunfo de Miss Willson cuando no fuera capaz de recordar todo el vocabulario que debería haber aprendido aquel trimestre.

            Apartó el diccionario e intentó concentrarse en el libro de texto. Una vez más, leyó el capítulo que había empezado ya hacía más de una hora y dio un suspiro de resignación. ¡Aquello era desesperante! Era completamente incapaz de entender de qué trataba... ¡pero si ni siquiera era capaz de retener el título del tema!. Aquel curso, Miss Willson iba a celebrar su suspenso por todo lo alto. Aquel pensamiento hizo que Carmen  se pusiera de mal humor. Enfadada, lanzó el libro al suelo. Las demás levantaron la cabeza sobresaltadas.

- ¿Qué te ocurre? - preguntó May.

            Carmen se puso en pie con decisión.

- Voy a dar un paseo por el bosque ¿alguien me acompaña?

- ¿Estas loca? - gritaron sus amigas escandalizadas.

- ¡Yo no puedo peder el tiempo en paseos! – exclamó Joan con un deje histérico en su voz. Como todos los años, la escocesa había llegado a las puertas de los exámenes finales dándose cuenta de todo el trabajo que tenía pendiente y de la cantidad de materia que debía aprenderse en pocos días.

- ¡A mi no me mires! – exclamó Jane. – Si mañana no entrego el trabajo de ciencias me la cargo seguro.

            Carmen sonrió al verlas tan estresadas y finalmente se encogió de hombros. Dijeran lo que dijeran sus amigas, ella necesitaba aclarar sus ideas y relajarse. Y el bosque era su remedio preferido para ello.

            Cuando salió de la sala, sus amigas se miraron entre ellas.

- Solo Carmen puede mostrarse tan tranquila en semana de exámenes. - comentó Harriet.

- ¡Es increíble! - exclamó Joan y de repente se fijó en Jilly que, como siempre, estaba estudiando con tanta concentración que no se había enterado de nada. - Claro que Jilly también se muestra muy tranquila... Estudia tanto que no tiene tiempo para ponerse nerviosa.

            Sus amigas sonrieron y volvieron a sus libros. Sam miró unos instantes por la ventana para ver como Carmen se marchaba hacia el bosque y también sonrió. Sabía que Carmen también estaba nerviosa ante los exámenes ¡pero jamás lo reconocería!

            Carmen vagó sin rumbo por el bosque y en pocos minutos se sintió más tranquila y decidió pensar en algo agradable: Las vacaciones. En quince días por fin volaría de regreso a casa. Volvería a ver su adorado pueblo, a su familia y amigos... y volvería a bañarse en su añorado mar. ¡Cómo deseaba volver a sentir el aire salino en su piel, admirar el azul eléctrico del mar al amanecer y darse aquellos baños a la luz de la luna!

Mientras pensaba en todo eso Carmen se dirigió a su árbol. Lo había descubierto los primeros días que había pasado en Hill Sojourn y que solía escaparse sola al bosque para poder gozar de momentos de tranquilidad. Era su lugar preferido, allí nunca la molestaba nadie. Recordaba su alegre sorpresa al descubrir el viejo roble con su casita de madera en su copa. Bien, en realidad de la casita solo quedaba un viejo entablado que había sido el suelo de la cabaña. Pero era lo suficientemente ancho para poder sentarse en él, incluso acostarse si apoyabas los pies en una de las gruesas ramas del árbol.

            Por eso a Carmen no le gustó oír voces cerca del roble. Con cautela se acercó pero de repente se hizo el silencio. La chica miró hacia su alrededor y se acercó a su roble.

            En ese momento una sombra cayó del árbol y aterrizó limpiamente delante de ella. Carmen sufrió el mayor susto de su vida y tardó unos momentos en percatarse de quien tenía delante de ella.

            Era un chico de su edad. De pelo algo largo y muy rubio, la miraba con una sonrisa deslumbrante y unos ojos azules chispeantes.

- Hola ¿Y tu quien eres? - saludó el chico y Carmen notó un cierto acento en su pronunciación.

            La indignación por el sobresalto impidió a Carmen pronunciar palabra. El desconocido la miró con una sonrisa traviesa.

- ¿Te has asustado?

- ¡No! - negó ella.

            Una risita se oyó por encima de su cabeza, seguida de una voz que decía:

- ¡Claro que se ha asustado!

            Carmen levantó la cabeza y vio a un chico, exactamente igual al que tenía delante, subido a una de las ramas de su roble. Por unos instantes el enfado de la española desapareció y dio lugar a una gran curiosidad por saber de donde habían salido aquel par de gemelos. Sin embargo la burla del chico del árbol volvió a ponerla de malhumor.

- ¿Tu hermano es tonto o sólo lo hace ver? - preguntó con fría calma.

            La sonrisa burlona del chico del árbol desapareció ante aquellas palabras.

            Una carcajada se oyó cerca de él y Carmen descubrió en el árbol vecino, a un tercer chico, muy parecido a los otros dos, que se balanceaba en una rama.

- ¡Ja! ¿Qué te ha parecido eso, Kurt?

            Enfadado, el llamado Kurt replicó algo en un idioma desconocido por Carmen.

            El chico que estaba junto a Carmen, sin prestar atención a los otros dos, la observó con ojos divertidos y preguntó:

- Tu no eres inglesa ¿verdad?

- Ni vosotros tampoco. - replicó ella tranquilamente.

            El chico se echó a reír.

- Tienes razón. Somos mitad ingleses y mitad noruegos, aunque también tenemos algo de sangre alemana...

- Pues yo soy completamente española. - contestó Carmen con una sonrisa divertida. - Pero ¿quienes sois vosotros?

            Al instante, el chico hizo una galante reverencia.

- Me llamo Kai Welman. - se presentó con gesto teatral.

            El chico que se balanceaba en el árbol saltó al suelo y se presentó de igual modo.

- Y yo me llamo Jens Welman y, aún no sé si tengo el honor o la desgracia de ser el hermano pequeño de estos dos individuos.

            Carmen se echó a reír y miró al chico del árbol.

- Ese es mi hermano gemelo Kurt. - rió Kai y con burla intencionada añadió. - Tendrás que perdonarle pero no posee una educación tan refinada como la nuestra.

            El aludido le miró enfadado pero no dijo nada. Entonces Jens preguntó:

- ¿Podemos saber tu nombre o es algún secreto de Estado?

- En absoluto. Me llamo Carmen Castells. - contestó ella y de repente cayó en la cuenta. - ¿Habéis dicho Welman? - preguntó sorprendida pero en aquel momento apareció un cuarto chico.

            Al verlo, Carmen no dudó que era el hermano mayor, se parecía mucho a los otros pero en su rostro no había ninguna muestra de la simpatía de los otros. En tono severo dijo algo que Carmen no entendió y que hizo que Kurt se apresurara a bajar del árbol y que los otros dos perdieran su alegría.

- Lo siento, hemos de irnos... - se disculpó Kai. Pareció que quería añadir algo pero su hermano mayor gritó su nombre y Kai corrió hacia él.

            Cuando desaparecieron, Carmen permaneció sola e intentando asimilar aquel peculiar encuentro. Por unos instantes había creído que habían sido imaginaciones suyas.

            En aquel instante, Carmen se alegró de que aun tuviera que quedarse en el colegio dos semanas más: después de todo, no podía irse sin averiguar quienes eran aquellos cuatro chicos.

Cuando llegó la tarde del domingo, los ánimos entre las alumnas de tercero parecían estar mas calmados, por lo que Carmen se atrevió a proponer un nuevo paseo para tomar fuerzas ante la semana que se les avecinaba.

- ¿Qué os parece chicas? ¿Cogemos las bicis y vamos hasta la granja Earl dando un paseo? Segura que si avisamos a la señora Welman de que vamos, nos tiene preparado una rica merienda.

            Las demás asintieron. Tras varios días de estudio intensivo todas sentían que necesitaban alguna distracción y pedalear un rato les parecía una buena idea.

Carmen telefoneó a la Granja Welman para preguntar ir podían ir a visitarles y tras la respuesta afirmativa y casi entusiasmada de la dueña, cogieron las bicis y se dispusieron a dar un paseo por lo alrededores.

Cuando decidieron que ya habían hecho suficiente ejercicio, tomaron la dirección a la entrada de la granja y dejaron las bicicletas en el jardín trasero de la gran cosa donde vivía el matrimonio Welman.

            La casa era el edificio más grande de toda la granja. Una vez el hacendado les había explicado que era así porque su padre había querido tener una familia numerosa y por eso había construido una casa tan grande y con numerosas habitaciones. Sin embargo sólo había tenido dos hijos y, actualmente la casa se les había quedado grande a él y a su mujer, pues ellos no tenían hijos.

            Siguiendo la costumbre, las chicas entraron sin llamar por la puerta de la cocina. Una estancia amplia pero hogareña, ordenada y de aspecto rústico, la pieza más utilizada de la casa y donde era raro no encontrar a Belinda.

            Sin embargo aquel día la mujer no estaba. En el fuego hervía lentamente un puchero y desde el horno un delicioso olor inundaba la cocina.

- ¡Tarta de manzana! - exclamó Tessie aspirando profundamente.

            Las chicas se sentaron en los bancos de la gran mesa de roble que presidía la cocina a la espera de la señora Welman.

- ¡Me encanta esta casa! - dijo Joan mientras inspeccionaba a su alrededor.

- Tienes razón. - comentó Sam. - Y toda la casa es como la cocina. Aunque es grande, es acogedora, cómoda y, sobre todo, hogareña. Las casas de mi padre, ya sea en Londres o en el condado de Durckworth, también son grandes y cuentan con numerosos adelantos técnicos a pesar de su antigüedad, sin embargo jamás lograran tener el carácter hogareño de la granja Earl.

            Carmen la miró de reojo. Todas sabían que la falta de un hogar fijo afectaba profundamente a Sam. Aunque su padre la quería mucho, no había sabido educarla fuera de los convencionalismos que desde hacía siglos regían la familia Durckworth y, aunque poseyera una gran fortuna y numerosas casas por todo el país, no había sabido convertir ninguna de ellas en un verdadero hogar. De todas ellas, Sam era la única que no poseía un lugar al que llamar casa, un sitio al que volver tras el colegio, sabiendo que allí le esperarían sus padres.

            De repente Sam olvidó sus preocupaciones y miró sorprendida a sus amigas.

- ¿Esa música que oigo es del piano?

            Carmen se acercó a la puerta que desembocaba en el vestíbulo de la casa.

- Debe ser el piano de la sala de música.

- No sabía que los señores Welman supieran tocar el piano...

- Ni saben. - replicó Carmen. - La señora Welman me explicó que el piano perteneció a una cuñada suya, pero que ni él ni su mujer saben tocarlo.

            Movida por la curiosidad Carmen se dirigió hasta el toro extremo de la casa, donde estaba situada la sala de música. Las demás la siguieron.

            La puerta de la sala estaba abierta y las chicas se detuvieron allí sorprendidas. En la sala, habitualmente vacía había un chico rubio tocando el piano.

            Todas se sorprendieron al verle, pero la más sorprendida fue Carmen al reconocer al hermano mayor de los chicos que había conocido en el bosque.

            El muchacho no se había percatado de su presencia y seguía tocando, totalmente concentrado. Solo cuando acabó su interpretación vio al grupo de chicas que le miraban curiosas.

            Se levantó y las miró irritado.

- ¿Qué hacéis vosotras ahí? - su tono era enfadado. - ¿Es que en este país no tenéis nada mejor que hacer que ir espiando?

            Las chicas no supieron como reaccionar, intimidadas por su presencia. Ni siquiera Joan y Carmen supieron cómo replicarle.

            En aquel momento entró el matrimonio Welman. Belinda sonrió ampliamente al verlas.

- Por fin os encontramos... ¡Ah! Veo que ya conocéis a mi sobrino Georg.

            Las chicas la miraron sorprendidas.

- ¡¿Sobrino?! - exclamó Carmen asombrada. Al oír exclamar algo en español, el chico llamado Georg la  miró con detenimiento.

            Ante la noticia de que aquel chico era el sobrino de los Welman, las chicas no acertaron a contestar. Cuando su silencio empezó a intrigar al matrimonio, Sam se apresuró a  intervenir con su habitual diplomacia.     

- Aún no nos han presentado. - contestó por todas.

- Eso tiene fácil arreglo. - replicó la señora Welman con una gran sonrisa e hizo las correspondientes presentaciones.

            Georg las saludó con cierta formalidad.

- Encantado de conoceros. - saludó educadamente.

            Joan le dio un codazo a Carmen y le susurró:

- Pues antes no parecía tan encantado...

            Belinda Welman las condujo hasta el jardín. Georg las siguió en silencio y expresión seria.

- Hace demasiado calor para estar dentro de casa ¿no os parece? Así que he preparado algo para picar mientras esperamos los hermanos de Georg, que no sé por donde andarán. ¡Estos chicos no paran ni un segundo!

            Las chicas se miraron entre ellas. ¿Hermanos? ¿Así que había más sobrinos? Esperaban que no fueran como el mayor.

            Los hermanos de Georg no tardaron en llegar. Debían de haber estado cabalgando pues aún llevaban puestas los pantalones y las botas de montar. Al ver que tenían visita sonrieron encantadoramente y se presentaron. Las chicas suspiraron al ver que eran muy diferentes a Georg.

            Entonces los chicos vieron a Carmen y la rodearon con ojos brillantes.

- ¡Vaya! - exclamó Kai. - Pensé que no te volveríamos a ver...

            El matrimonio Welman y las amigas de Carmen les miraron sorprendidas.

- ¿Os conocéis?

- Desde hace un par de semanas, pero no sabía que eran sus sobrinos. - contestó Carmen y mirando burlona a Kurt, añadió intencionadamente. - Los encontré en el bosque mientras jugaban a Tarzán de los Monos...

            Al oír aquello, Kurt la miró enojado, pero Kai y Jens tuvieron que ahogar su risa y miraron a Carmen con expresión divertida al mismo tiempo que el resto de los presentes se preguntaban que quería decir con aquello.

            Hábilmente, Kai desvió la conversación hacia otros temas y pronto todos se olvidaron del comentario.

            Con gran satisfacción, el matrimonio Welman vio como las chicas hacían rápida amistad con sus sobrinos. Mientras Georg permanecía sentado en una esquina con aspecto enfadado, sus hermanos, especialmente Kai y Jens, se dedicaron a entretener a sus nuevas amigas con una divertida charla.

            Kurt, menos extrovertido, intervenía poco y solo cuando la ocasión lo requería. Al principio, intentando vengarse de la española por sus comentarios, se había dedicado a soltar burlones comentarios sobre ella. Sin embargo se había tenido que rendir pues Carmen, criada entre hermanos y primos varones, tenía una ingeniosa replica para todo lo que él decía. Resignado, el chico había callado y dejó hacer a sus hermanos, quienes enseguida cautivaron la atención de las chicas.

            Sam miró sus botas y preguntó:

- ¿Montáis a caballo?

- Casi aprendimos antes a montar a caballo que a caminar. - contestó Kai con orgullo.

- ¿Y vosotras? - preguntó Kurt.

- Ni idea. - contestó Joan. - Nosotras simplemente sabemos montar en bicicleta... Y he de decir que Carmen conduce la suya como si fuera un caballo sin domar.

            Kurt y sus hermanos la miraron sin comprender. Con una sonrisa burlona Joan se explicó:

- Bueno, Carmen tiene preferencia por los sitios más raros y difíciles para una bicicleta. Con ella se pasea por todo el bosque, corre como un animal y cuida su bici con más atención de la que le dedicaría a un animal... De hecho, la primera vez que vuestro tío la vio, ella acaba de cruzarse por delante de su coche y estuvo a punto de estampar su bonita cara en el parabrisas.

            Los chicos la miraron con sorpresa mientras Henry Welman estallaba en risas. El accidente había ocurrido hacía casi dos años, cuando Carmen había acabado de llegar al país. La niña se había lanzado a la carretera sin saber que en Inglaterra los coches circulaban por el lado izquierdo. Cuando había visto un coche que iba directo hacia ella, la pobre no había encontrado otra salida que tirarse a la cuneta.

            Naturalmente Carmen procuraba que sus amigos lo olvidaran pero ellos encontraban el incidente muy divertido y solían sacarlo en todas las conversaciones posibles.

            Kurt seguía mirando a Sam.

- ¿Tu tampoco sabes montar a caballo?

            Antes de que la aludida pudiera contestar, sus amigas exclamaron:

- ¡Ella si que montaba a caballo antes de aprender a caminar!

            Los hermanos la miraron con admiración y por primera vez vieron sonreír a Kurt.

- Estaba seguro. - dijo el chico. - Entonces, eras tú a quien vi hace una semana cabalgando por el bosque ¿verdad?

- Supongo... - contestó Sam algo ruborizada.

- ¡No supongas tanto! - le cortó Carmen. - Tú eres la única que cabalgas por el bosque. Ni en el colegio, ni en la granja, ni en Dorester hay una sola persona que sepa cabalgar como tu.

            Kurt la miró satisfecho.

- Sin duda eras tu. Durante estos días me he estado preguntando dónde podría encontrarte. Por aquí es difícil encontrar a alguien que la guste tanto la equitación como a mí.

            Sam le miró gratamente sorprendida.

- ¡Oh, no! - exclamó Joan. - Otro loco por los caballos.

            Pero Sam y Kurt ya no le hicieron caso pues empezaron una conversación entusiasta sobre el tema. Los demás se miraron y, dejándolos con su animada charla, siguieron con su propia conversación.

            Kai y Jens continuaron contando como era su vida en Noruega. Efectivamente, los gemelos tenían la misma edad que ellas, catorce, Jens tenía solo trece y Georg, era el mayor con casi dieciséis años. Encontraron en las chicas un auditorio atento y entusiasta e hicieron una detallada descripción de las bromas que solían gastar en su antiguo colegio.

            Joan les miró encantada.

- ¿De verdad todas esas bromas se os han ocurrido a vosotros solos?

- ¡Naturalmente! - exclamó Jens sin ninguna modestia. - Somos unos genios en eso ¿verdad, Kai?

- ¡Desde luego! - contestó su hermano. - Aunque he de reconocer que muchas de ellas fueron ideadas por Georg.

- ¿Georg? - repitió Pam sorprendida y miró al aludido de reojo. - Pero si es tan serio...

            Los dos hermanos se miraron entre ellos y luego las miraron a ellas con expresión seria.

- No se lo tengáis en cuenta, antes no era así... 

            Viendo que a los dos chicos no parecía gustarles hablar de ello, Carmen intentó desviar la conversación.

- Escuchad ¿por qué  no nos prestáis algunos de vuestros trucos?

- ¡Una idea genial! - exclamó Joan. - En el colegio tenemos una profesora que necesita que le bajen los humos. Así que necesito provisiones para el próximo curso.

- Pero chicas... - intervino Harriet preocupada. - ¿Creéis que unas alumnas de cuarto pueden gastar bromas?

- ¡Claro que sí! - exclamó Joan, ofendida ante tal idea. - Incluso si es necesario, gastaremos bromas cuando estemos en sexto.

- ¡Magnifico! - exclamo Tessie. - Así romperemos con esa aburrida tradición de que las alumnas mayores han de ser serias y responsables.

            Jilly movió la cabeza pensativa.

- Será difícil romper con esa tradición... Otras lo han intentado antes.

- ¡Pero no eran capaces de hacer lo que nosotras! - fue la replica triunfalista de Joan.

- Pues contad con este humilde servidor para todo lo sea menester – fue la replica de Kai mientras esbozaba una sonrisa traviesa y a su lado, Jens asintió solemnemente mientras sus ojos brillaban divertidos.

            Cuando volvieron al colegio, las chicas estaban encantadas con sus nuevos amigos. Kai y Jens les habían prometido enseñarles algunos trucos que ellos ya tenían muy gastados, y Kurt había quedado con Sam para ir a pasear juntos en caballo.

- Son unos chicos muy divertidos. - dijo Pam aquella noche mientras se acostaban.

            Las otras le dieron la razón. Los hermanos Welman les habían causado tan buena impresión que aún no habían parado de hablar sobre ellos.

- Es una lástima que el mayor sea tan serio. - suspiró Tessie. - Porque los otros, incluso Kurt con su manía de meterse con todo el mundo, son muy simpáticos.

- Pues a mi no me ha dicho anda que pueda molestarme. - comentó Sam.

- Eso es porque estás tan loca por los caballos como él. - le replicó Joan con una sonrisa indulgente. - Kurt parece considerar que el ser un excelente jinete suple cualquier fallo de carácter que puedas tener.

- Eres una boba. - contestó Sam pero sin enfado. - De todos modos, estoy contenta de haber encontrado a alguien con quien pasear a caballo.

- Lo celebro por ti. - dijo Harriet mientras bostezaba. - Pero haced el favor de apagar la luz y dejad dormir.

- ¡Sí, mamá! - le contestaron a coro sus amigas con voz afectada.

Pero durante aquella semana apenas pudieron ver a sus nuevos amigos. Los exámenes las tuvieron totalmente ocupadas, sobre todo las que se jugaban el curso en aquella ultima oportunidad. Carmen, en especial,  no tuvo tiempo ni de pensar en ellos pues debía concentrarse en los exámenes, ya que éstos le suponían cierto esfuerzo mayor que sus amigas, dado que primero debía lidiar con el problema del idioma.

            Finalmente llegó el fin de la semana de exámenes y a la espera de recibir las notas oficiales, todas habían acabado mas satisfechas de que lo que esperaban en un principio y Carmen tuvo que reconocer que aquellos exámenes le habían resultado más fáciles que los del año anterior y que su nota media había subido.

            Ya que el paso al cuarto curso era un mero tramite para las alumnas de tercero, todas estuvieron de acuerdo en ir a Dorester y festejarlo con un gran helado.

            La conversación era alegre y las bromas no cesaron ni un momento. Comentaron los exámenes, hablaron de la fiesta de final de curso y planearon las vacaciones que empezarían al cabo de una semana.          

- Podemos considerarnos satisfechas de nuestras notas ¿verdad? - preguntó Pam con gran alivio. Ella no las había tenido todas consigo y dudaba que aprobara todas las asignaturas.

- ¡Claro que si! - rió Tessie. - ¡Y eso que la "vieja cascarrabias" aseguraba que jamás aprobaríamos!

- ¡Bah! - exclamó Joan con una mueca. - Yo estudié sólo por el gusto de llevarle la contraria a Miss Willson.

            Todas se echaron a reír y la conversación volvió una vez más al tema de las vacaciones cuando unos rostros sonrientes se asomaron por la puerta de la heladería.

- ¡Hola chicas! – saludó Kai entrando seguido de Jens y Kurt.

            Al instante les animaron a sentarse con ellas.

- ¿Habéis acabado los exámenes? ¿Qué tal han ido?

- Aun no han dado las notas pero Miss Sullivan, nuestra tutora, dice que hemos aprobado todas. – informó Pam con una gran sonrisa.

- ¡Felicidades! – exclamaron Kai y Jens a la vez. – Esto merece una celebración ¿verdad, Kurt?

            El gemelo se limitó a mirarlo y, luego, sin decir nada, se levantó y pidió una ronda de refrescos para sus nuevas amigas pagando de su propio bolsillo.

            Las chicas le miraron con sorpresa ante aquel gesto de generosidad y se lo agradecieron hasta que vieron que las muestras de agradecimiento molestaban a muchacho.

- ¿Veis? En el fondo no es tan malo. – bromeó Kai. – Al final os caerá simpático y todo.

            Kurt lazó una mirada asesina a su hermano por la bromita y masculló algo en su idioma materno que hizo que tanto Kai como Jens se echaran a reir.

- No exageres Kai. – le reprochó Sam. – Porque no se pase el día diciendo chistes como tu, no quiere decir que Kurt nos caiga menos simpático.

            El aludido la miró sorprendido ante aquella defensa y por primera vez le vieron sonreir. Pronto estuvieron todos enfrascados en una animada charla e incluso él pareció desilusionarse al enterarse de que las chicas terminaban el curso en una semana y no volvían hasta septiembre.

- ¿Y vosotros? ¿Estaréis mucho tiempo en al granja? - preguntó Tessie.

            Los tres chicos se miraron entre ellos. Parecían dudar ante la respuesta.

- No estamos de vacaciones en la granja. - contestó Kai lentamente. - Hemos venido a vivir.

            Ellas les miraron sin comprender.

- Pero ¿no sois noruegos? - preguntó Sam.

            Kurt se encogió de hombros.

- Sí, pero allí ya no nos queda ninguna familia. - contestó evitando mirarla a los ojos. - Y como tío Henry era el hermano mayor de nuestro padre...

            De repente las chicas comprendieron: Los cuatro hermanos eran huérfanos y el matrimonio Welman, los únicos parientes que les quedaban, les habían acogido. Sam, Pam y Harriet intercambiaron una mirada comprensiva. Ellas también habían perdido a sus madres y sabían lo difícil que era.

Aquel día, cuando volvieron al colegio, Carmen las sorprendió a todas cuando vio a la directora y se dirigió resueltamente hacia ella.

- ¡Hola Miss Robinsson! – la saludó en inglés. La mujer la miró sorprendida y luego miró a las demás que se habían acercado intrigadas.

- ¿Habeis dado un buen paseo? – les preguntó la directora amablemente.

- Hemos ido a Dorester. – le informó Carmen aumentando la sorpresa general. ¿Desde cuando Carmen se dedicaba a explicar sus movimientos a sus profesoras? La española ignoró las miradas que le echaban sus amigas y preguntó de improviso. – Usted es amiga personal de los Welman, ¿verdad, Miss Robinsson?

- Sí, en efecto... – contestó ella preguntándose a donde querría llegar Carmen esta vez.

- ¿Sabe que ahora tienen a cuatro sobrinos viviendo con ellos?

            Sus amigas le dieron un par de codazos disimulados y le echaron alguna que otra mirada de advertencia. ¿Qué se proponía Carmen hablándole de los chicos a la directora?

- Ya he tenido el gusto de conocerles. Parecen unos jóvenes muy simpáticos.

- ¿Verdad que sí? – Carmen sonrió ampliamente al ver que los chicos contaban con la aprobación de la directora. Al instante adoptó un expresión más seria. - ¿Sabe usted que son huérfanos, los pobres?

- Estoy al corriente de toda la historia... – y bien no acabó de decir aquello cuando algo en la mirada de Carmen le hizo comprender a donde quería llegar su alumna con aquella conversación. Miró a las demás y vio que, a su vez, la observaban con curiosidad mal contenida.

- Esta bien...

Miss Robinsson con un leve suspiro accedió a satisfacer la curiosidad de su alumna. Tenía la impresión que la chica no pararía hasta averiguar lo que quería saber, y prefería contarselo ella misma a que lo supiera por ahí. A la directora nunca le habían gustado los rumores y habladurías.

– Los chicos son hijos de Richard Welman, el hermano pequeño del señor Welman. Yo los conocí cuando eran muy pequeños, porque antes vivían en la granja. Pero el padre murió, así que su madre, que era noruega, decidió volver a su tierra con los niños.

            La directora hizo una pausa mientras recordaba aquellos tristes momentos.

- ¿Y la madre? – preguntó Joan rompiendo el silencio.,

- Murió hace tres meses en un accidente de trafico. Por eso han venido a vivir con los Welman. Los cuatro chicos no tienen mas familia que los señores Welman, por eso han tenido que irse de Noruega y venirse a vivir aquí.

            Hubo un silencio tras aquella explicación.

- ¡Joder! ¡A veces la vida es una mierda! – se quejó Pam.

            Miss Robinsson pasó por alto el lenguaje empleado por su alumna y la miró indulgentemente. No hacía muchos años que Pam había perdido a su madre y sabía que la niña recordaba perfectamente aquellos momentos.

- Sí, Pamela... la vida nos da golpes muy duros, demasiados duros a veces, diría yo. – se dio cuenta de la expresión de Sam y Harriet y les sonrió para animarlas. – Así pues ¿debo entender que habéis conocido a los chicos Welman?

            Sus alumnas asintieron.

- Son muy simpáticos. – afirmó Sam.

- Y divertidos también. – añadió Joan. – Con ellos una nunca tiene tiempo de aburrirse.

- Nos han invitado a ir a pasar el domingo en la granja. – dijo Carmen. - ¿No pondrá usted ninguna pega, verdad? – añadió alarmada ante aquella posibilidad. – Últimamente nos hemos portado bien y ya hemos acabado los exámenes...

- Tranquila, no voy a impedirlo... Los Welman gozan de mi confianza, y si los sobrinos son tan divertidos como decís, os lo pasaréis bien. La señora Welman opina que sus sobrinos necesitan hacer nuevos amigos, pues dejaron a los suyos en Noruega. Necesitan estar con gente de su edad, que les anime y les ayude a adaptarse a su nueva vida. Además. – añadió la mujer mirándolas con cierto orgullo. - Os merecéis un día para vosotras solas después del trabajo que habéis tenido esta semana.

            Carmen la interrumpió dando un grito de alegría mientras exclamaba algo en español. Miss Robinsson se apresuró a poner freno a sus manifestaciones de alegría.

- ¡Aun tengo tiempo de cambiar de opinión si sigues montando un escándalo! – la amenazó.

            Y Carmen se apresuró a desaparecer de allí seguida de sus amigas.

            Fue una semana muy entretenida la que pasaron gracias a los Welman. Durante aquellos últimos días del curso, las chicas se acostumbraron a pasar las tardes en la granja con ellos. Muchas veces Sam y Kurt salían a cabalgar por el bosque y los demás les esperaban charlando en el viejo granero del señor Welman, que se convirtió en el lugar predilecto de reunión para ellos.

            Georg seguía sin unirse a ellos. Aunque por fin parecía haber aceptado la presencia del escandaloso grupito de chicas en la granja, solía pasar su tiempo practicando en el piano y apenas le veían. Sus hermanos le disculpaban pues de ellos, Georg había sido a quien le había costado más dejar su anterior vida en Noruega. Recomendaron a las chicas no molestarle cuando practicaba al piano o estuviera componiendo, pero ellas, tras aquel primer encuentro tan desagradable, ya habían llegado a un tácito acuerdo de no acercarse a él y consideraron innecesario el aviso.

Una tarde, sin embargo, May pareció olvidarlo cuando le oyó tocar cierta pieza en el piano.   Estaba sola en la casa e iba a la cocina donde la señora Welman les había dejado preparado algo para merendar, cuando la curiosidad por la bella música que sonaba en el piano, la obligó a asomarse a la sala de música.

            Supuso que Georg debía estar componiendo algo, pues tocaba, se detenía, rectificaba la partitura, volvía a repetir el fragmento... May le observaba en silencio y cuando el muchacho tocó un trozo bastante largo de la canción escuchó totalmente embelesada.

            Finalmente, cuando Georg terminaba la pieza, pareció darse cuenta de que había alguien tras él y volvió la cabeza sin detener la música. Su enfado inicial se transformó en cierta sorpresa cuando vio a la joven pelirroja que le escuchaba con una expresión maravillada.

            Georg tocó las ultimas notas y May no pudo evitar sonreírle tímidamente.

- Hasta ahora nunca me había atraído la música de piano. – comentó ella con voz suave. – Pero al oirte tocar eso... Ha sido genial, de verdad.

            El muchacho no contestó y la miró con expresión interesada. May pareció no darse cuenta de cómo él la miraba.

- ¿Has terminado de tocar? – preguntó algo desilusionada al ver que él no parecía querer seguir tocando.

            Georg alzó una ceja con sorpresa.

- ¿Quieres que siga? – preguntó y ella sonrió afirmativamente.

            La deslumbrante sonrisa de la irlandesa borró definitivamente todo rastro de enfado en el muchacho que se volvió de cara al piano, cambió de partitura e inició una nueva pieza.

            Apoyada en el marco de la puerta May escuchó con suma atención la interpretación de Georg. Consciente de su presencia, éste siguió practicando hasta que de repente una exclamación involuntaria de May le hizo detenerse.

- ¿Qué te pasa? – pregunto frunciendo el ceño.

- Acabo de recordar que lo demás llevan media hora esperando que lleve la merienda. – dijo avergonzada. -  Escuchando como tocas se me ha pasado el tiempo volando y seguro que deben estar todos muertos de hambre y preguntándose que debe haberme entretenido.

            Y sin despedirse la chica salió corriendo en busca de la merienda que había dejado olvidada. Entró en la cocina y se apresuró a cogerlo todo cuando oyó que alguien se acercaba.

- Déjame ayudarte. – dijo Georg acercándose a ella. – No creo que puedas cargar con todo a la vez.

            La sorpresa del grupo que se entretenía en el viejo granero fue enorme cuando vieron aparecer a Georg cargado con la merienda. Detrás de él, apareció May que sonreía divertida al ver las expresiones de sus amigos ante aquella novedad.

            El mayor de los hermanos Welman dejó la merienda en una mesa y se sentó junto a sus hermanos.

- ¿Te quedas? – preguntó Jens sorprendido.

- Claro que sí, tonto, no pensaras que después de traer la merienda hasta aquí me voy a quedar sin comer.

            Su tono fue tan contundente que Jens no se atrevió a preguntarle nada más, pero su cara y las de los gemelos mostraba claramente que estaban encantados con la presencia de su hermano.

            Mientras charlaban y comían, Carmen miraba con sorpresa a May preguntando cómo habría logrado convencer a Georg de que se uniera a ellos. Solo cuando regresaron al colegio, la irlandesa les contó tranquilamente que Georg le había permitido presenciar sus practicas de piano y que se había ofrecido a llevar la comida hasta el granero.

            Sus amigas se quedaron sorprendidas y algunas de ellas se quedaron mirando fijamente a May preguntándose si ésta no habría omitido algo en la historia pues no terminaban de comprender el cambio de Georg.

            Al mismo tiempo, en la granja Welman, los cuatro hermanos se hallaban en la sala de música charlando cuando Kurt miró la partitura que había sobre el piano y miró con sorpresa a su hermano mayor.

- ¿Al final has podido terminarla? – preguntó enseñándole las hojas.

            Georg asintió y los otros dos hermanos se acercaron a mirar la composición.

- Pensaba que te habías quedado atascado... – comentó Jens. – Desde que estamos en Inglaterra apenas has sido capaz de crear un par de notas. – y miró de reojo a su hermano, temeroso de que su hubiera enfadado ante aquel comentario.

            Kai se sentó ante el piano y probó la melodía creada por su hermano. Los otros escucharon en silencio la interpretación de Kai, que no desmerecía para nada a la de Georg. Cuando terminó, los tres se volvieron hacia su hermano mayor.

- Lo has conseguido. – dijo Kurt con expresión complacida y los otros dos le dieron la razón.

Georg enrojeció levemente.

- ¿Qué ha logrado inspirarte después de tantos meses sin terminarla? – preguntó Kurt con curiosidad.

            Georg había empezado aquella canción hacía ya tiempo, cuando vivían en Noruega y desde entonces, no había sido capaz de terminarla.

            El muchacho se encogió de hombros, como quitándole importancia.

- No sé... igual ha sido el piano. – dijo sin mirar a los demás. – Mamá siempre hablaba de él. Fue el regalo de bodas de papá...

            Sus hermanos asintieron con la cabeza. Aquel instrumento guardaba muchos recuerdos de sus padres. Así pues, era ideal para que Georg lo tocara y compusiera en él.

            Georg no dijo nada más y se guardó para sí mismo la imagen de una muchacha pelirroja escuchándole embelesada por su música, por la música que él mismo había creado.

            Exceptuando a Georg, en general la adaptación de los hermanos Welman a su nueva vida no fue complicada, aunque el hecho de vivir en una granja pareció chocarles en un principio, especialmente cuando su tío insistió en que debían ayudar en el trabajo de la granja.

            En realidad, los cuatro hermanos eran trabajadores y animosos, por lo que no les había costado nada aprender las labores propias de una granja. Amantes de los caballos, como eran, no tuvieron ningún problema en trabajar en la cuadras o dedicar su tiempo en el cuidado de los otros animales, aunque fueran simples gallinas.

            Sin embargo, pronto les fue vedada una parte de la granja sin discusión: los establos de las vacas.  Y lo peor había sido que las chicas habían sido testigos de su humillación.

            Aquella mañana, Carmen y sus amigas habían tenido un par de horas libres y habían decidido ir a la granja, a ver si tenían suerte de volver a ver a los Welman montando a caballo. Un par de días atrás, las chicas habían quedado impresionadas de la estampa que ofrecían los cuatro hermanos cabalgando, con sus cabellos rubios revueltos y los ojos brillantes de excitación. Todas les habían encontrado muy guapos y deseaban volver a verlos.

            Sin embargo, aquella mañana, no les encontraron en la cuadras sino en los establos, con las vacas. Cuando se acercaron a los corrales empezaron a darse cuenta de que allí ocurría algo raro, pues desde fuera se oían muchos ruidos, gritos y a las vacas mugiendo escandalosamente.

            Algo alarmadas, corrieron hacia allí preguntándose qué estaría pasando. Pero al llegar a la entrada se detuvieron de golpe y miraron con los ojos muy abiertos la escena que allí dentro tenía lugar:

            Kai y Kurt perseguían chillando a una vaca por todo el recinto. Kai intentaba detenerla cogiéndola de la cola mientras que su hermano gemelo trató de saltar encima de ella, fallando lastimosamente y cayendo sobre un charco. Otro de los animales parecía haberle cogido cariño a Jens que estaba acorralado contra la pared pues la vaca mugía, le daba lametazos y el chico pedía ayuda a gritos. Georg intentaba ordeñar a una vaca por el método tradicional, pero no parecía tener mucho éxito ante los mugidos lastimosos del animal que, al final, pareció hartarse y tras dar varias coces, hizo volar el cubo por el aire hasta que cayó sobre el muchacho, que del susto por la violenta reacción de la vaca había caido al suelo, con cara de no saber qué había pasado.

            Sin poder contenerse por mas tiempo, la chicas estallaron en risas descontroladas mientras en medio del barullo, el capataz de la granja gritaba indignado al ver la que habían organizado los muchachos. Pero allí nadie era capaz de controlar la situación y el caos en los establos continuó un buen rato más, ante la diversión de las chicas y de los trabajadores de la granja que se habían acercado a ver qué era aquel escándalo.

            Solo cuando una de las vacas, totalmente aterrorizada, corrió hacia ellas, las chicas salieron huyendo de allí y los trabajadores decidieron poner un poco de orden. Los cuatro hermanos, totalmente sucios y agotados se ofrecieron a ayudar, pero el capataz les miró asustado:

- ¡No! – gritó alarmado ante aquella posibilidad. – Ya habéis hecho suficiente por hoy... creo que deberíais ir a descansar...

- ¿Está seguro? – preguntó Kai, sin comprender porqué el hombre rechazaba su ayuda. - ¿Por qué? ¿Tan mal lo hemos hecho? Era la primera vez...

- Claro, claro, era la primera vez, lo tengo en cuenta, sí... – el capataz intentó buscar alguna excusa que no hiriera el orgullo de los muchachos- Pero es que los animales no os conocen y están un poco nerviosos... mejor que tratemos nosotros con ellos.

            Así pues, los cuatro muchachos marcharon de allí desanimados por su fracaso para descubrir cerca de allí a las chicas muertas de risa y comprender que su humillación había tenido testigos y unos testigos nada discretos, por cierto, ya que se dedicaron a embromarles todo el día sin ningún remordimiento, especialmente cuando al día siguiente descubrieron al señor Welman hablando seriamente con sus sobrinos prohibiéndoles la entrada en los establos de las vacas pues el capataz se había quejado de que los chicos habían logrado cortar la leche a la mitad de las vacas.

            La que mas disfrutó fue Carmen, ya que a partir de entonces aquella se convirtió en la anécdota preferida del señor Welman, que pareció olvidar durante una temporada el famoso accidente de Carmen en la carretera.

            Finalmente, llegó el día en que las chicas fueron a despedirse de los Welman pues al día siguiente volvían a sus casas. Belinda Welman les preparó una comida de despedida y les hizo prometer que volverían a la granja el primer domingo del nuevo curso, sin falta.

            Sus sobrinos también parecieron desilusionados por no verlas durante todo el verano y prometieron escribirse y mantenerse en contacto hasta que volvieran a verse. Y como regalo de despedida les prepararon una sorpresa: Las llevaron al salón de música y allí les ofrecieron un improvisado concierto.

            Los chicos ya les habían mencionado que en Noruega habían formado un pequeño grupo de rock, pero ellas no acabaron de creérselo hasta que les vieron tocar con sus propios ojos.

            Carmen fue la que más disfrutó cuando vió ante ella una batería, un bajo y, sobre todo, una guitarra eléctrica. La chica nunca había tocado con una guitarra de aquella clase y no paró hasta conseguir que Kai se la prestara.

            Los Welman, incluyendo a Kurt siempre poco dado a elogios, y a Georg, tan perfeccionista en cuestión de música, no dudaron en expresar su admiración al oirla cantar y tocar la guitarra. La española disfrutó tanto tocando con ellos que casi lamentó tener que dejar el colegio al día siguiente.

            Y cuando al día siguiente, ella y sus amigas marcharon de vuelta a sus respectivas casas, lo hicieron contentas de saber que cuando volvieran en septiembre podrían reencontrarse con sus nuevos amigos.

********************

Continuará,... naturalmente  ^_^