Estamos en 4º curso. El capitulo transcurre en el primer mes del curso y en él podemos encontrar la primera de las historias románticas que más adelante, tanto abundarán en la saga de Carmen. Los cuatro hermanos Welman ya forman parte del grupo de protagonistas y su papel irá aumentando a medida que la historia evolucione. Tenemos un nuevo personaje: Hans Boreau, joven francés que se convierte en el profesor particular de los chicos Welman.

PERSONAJES del 4º CURSO.

Alumnas del 4º curso

CARMEN CASTELLS, la protagonista indiscutible, al menos en esta primera parte (por algo la historia lleva su nombre. En las otras partes, ya veremos...). Es española, tiene quince años, y su afición preferida es poner de los nervios a las profesoras.

SAMANTHA DURCKWORTH, la mejor amiga de Carmen y quien mejor la conoce. Su nombre entero incluye el titulo de Lady y varios títulos aristocráticos. Aunque su cuenta corriente supere a la de todas las alumnas del colegio juntas, todos están de acuerdo en que es la chica mas amable y sencilla de todo el colegio.

MAY FITZGERALD, es irlandesa y naturalmente, es pelirroja y tiene mucho genio.

JOAN MCKENZIE, escocesa y gran amante de las bromas. Obviamente los estudios no están entre sus prioridades.

HARRIET JONES, los estudios sí que son su prioridad pues aspira a ser un abogado tan bueno como lo es su padre.

PAMELA FLETCHER, la más despreocupada del grupo. Su padre trabaja en algún rincón de Australia y ella apenas le puede ver. Aún así, no parece tener ningún trauma ni nada por el estilo y se pasa el día ideando tonterías con Joan.

JANE BALLANTYNE, es la deportista. En realidad es la estrella rutilante del equipo de atletismo del colegio. Por desgracia todo su interés lo centra en los deportes y tiende a olvidarse de deberes, exámenes y cosas así...

JILL SCOTT, el cerebrito del colegio. Es muy inteligente y estudia en el colegio gracias a una beca. Aunque sea la más callada del grupo, cuando la ocasión lo requiere se muestra tan escandalosa como las demás.

TESS MORGAN, la pequeña del grupo, tanto por edad como estatura. Es la felicidad personificada y no hay nada que le preocupe excepto el aburrimiento, cosa que le provoca horror.

Los vecinos.

HENRY WELMAN, el dueño de la granja Welman, que limita sus tierras con las del colegio. Es muy campechano, y trata a Carmen y sus amigas como si fueran de la familia.

BELINDA WELMAN, la esposa del anterior. Cariñosa y siempre preocupada por sus jóvenes amigas, las chicas la adoran porque su afición preferida es cocinar para ellas.

GEORG WELMAN, diecisiete años, es el mayor de los sobrinos del matrimonio anterior. Es un gran apasionado de la música y estudia para ser pianista.

KURT y KAI WELMAN, quince años, hermanos gemelos del anterior. Aunque son como dos gotas de agua, sus caracteres son completamente opuestos. Kurt es introvertido y algo gruñón, en cambio Kai parece desbordar simpatía por los cuatro costados y es muy hablador.

JENS WELMAN, catorce años, el hermano pequeño. Como sus hermanos, es gran aficionado a los caballos y a la música. Su personalidad es alegre y despreocupada, muy parecido a Kai.

Algunas Profesoras:

MISS ROBINSSON (directora), intenta que Carmen se convierta en una jovencita responsable y sensata.

MISS SULLIVAN (profesora de español), intenta controlar el comportamiento de Carmen y que cumpla las normas del colegio..

 

MISS WILLSON (profesora de ingles), intenta que Carmen hable en inglés de una vez por todas.

MADEMOISELLE YVETTE LEVERE (profesora de francés), intenta solucionar todos lo problemas en que se mete Carmen.

MISS DAVENPORT (educación física), intenta que Carmen practique algún deporte.

ENFERMERA BERESFORD (ama de llaves y enfermera del colegio), intenta que Carmen sea mas responsable en cuanto a su salud se refiere.

MISS ADAMS (profesora de música) y resto de PROFESORADO, intentan que Carmen atienda en las lecciones, haga los deberes y rezan cada día para que no alborote al resto del alumnado en cada clase.

TRIMESTRE DE INVIERNO

SEPTIEMBRE - DICIEMBRE

            La mayoría de alumnas de Hill Sojourn School llegaban al colegio en tren. Por tal motivo, uno de los andenes de la estación de Londres estaba lleno de escandalosas colegialas que corrían por allí arrastrando enormes maletas, despidiéndose de sus padres y saludando al mismo tiempo a sus  amigas.

            Rachel Sullivan era una de las profesoras encargadas de darles la bienvenida y asegurarse de que todas subieran al tren. En aquel momento, la mujer saludaba complacida a tres de sus alumnas de cuatro grado que acababan de presentarse ante ella. Las conocía perfectamente pues ella misma era su tutora desde que habían ingresado en el colegio, cuatro años atrás.

- May Fitzgerald,... - dijo en voz alta mientras buscaba el nombre en su lista. - Joanna McKenzie y Tess Morgan.

            Las tres se miraron, satisfechas de volver a verse.

- Jill Scott ha llegado hace unos minutos. - les dijo. - Creo que ha ido en aquella dirección.

- ¡Estupendo! - asintió Joan y añadió en tono travieso. - Supongo que Carmen aun no habrá hecho acto de presencia ¿verdad?

            Al oír aquello, Miss Sullivan borró su sonrisa. May miró su reloj y vio que faltaban pocos minutos para la marcha del tren.

- Creo que no. - comentó al ver la expresión de su profesora. Dio un codazo a sus amigas. - Creo que el tren saldrá con cierto retraso...

- ¿Vamos a tomar algo mientras esperamos? - preguntó Joan.

            Las tres chicas se rieron pero a Miss Sullivan no le hizo ninguna gracia la broma.

- No sé cómo Carmen no ha acabado con la paciencia de todo el colegio. - fue su comentario. - ¡Un día de estos el tren marchará sin ella!

- Siempre dice lo mismo. - susurró Joan a May. Esta asintió procurando que la profesora no viera su sonrisa.

            Años de puntual tradición en Hill Sojourn School habían quedado algo mermados tras la llegada desde España, de Carmen Castells, hacía ya tres años. Durante todo aquel tiempo, la joven española había aprendido perfectamente el inglés y conocía las costumbres inglesas, sin embargo aun se negaba a seguirlas y, además, había adquirido la costumbre de llegar tarde, haciendo gala de lo que ella denominaba «impuntualidad española».

            Lo cierto es que Carmen solía tomarse toda una serie de libertades que el resto de alumnas nunca se hubieran atrevido. Escudada tras su diferencia cultural, la niña se había aprovechado, descaradamente y en numerosas ocasiones, de la condescendencia de sus profesoras ya que éstas consideraban que debían respetar su cultura latina. May sospechaba que muchas veces, Carmen exageraba su herencia cultural, añadiendo cosas de su propia cosecha.

            A pesar de ser tan diferente a sus compañeras inglesas, Carmen se había convertido en una de las niñas más populares del colegio. Incluso las profesoras la apreciaban, aunque ninguna de ellas lo reconocería jamás.

- Tranquilícese. - dijo May. - Carmen no suele tardar más de unos pocos minutos.

- ¡Por su bien espero que así sea!- fue la tajante respuesta de Miss Sullivan.

- Creo que deberíamos ir en busca de Jilly. - propuso la irlandesa al ver que la profesora había perdido su buen talante.

            Las demás asintieron y se alejaron rápidamente mientras estallaban en risas. Por mucho que Miss Sullivan se enfadara y amenazara a Carmen, ésta siempre acababa llegando tarde, con una excusa u otra. La opinión general era que, Carmen, tras varios cursos de largos sermones por parte de Miss Sullivan y Miss Robinsson, la directora del colegio, estaba ya inmunizada y pocas cosas le impresionaban ya.

            Encontraron a Jilly dentro del tren, reservando sus asientos para poder sentarse todas juntas. Tras acomodar sus equipajes, las chicas se asomaron por la ventanilla, esperando la llegada de Carmen que, como siempre, era la última en llegar.

            La animación fue creciendo a medida de que el tiempo transcurría y Carmen no daba signos de vida. Entre las alumnas empezaron a correr apuestas sobre el tiempo de retraso con que llegaría la española y la cantidad de gritos con que la obsequiaría Miss Sullivan.

            Finalmente, y cuando incluso sus propias amigas ya empezaban a preocuparse, un grito resonó por todo el andén y Carmen apareció por un extremo corriendo con todas sus fuerzas, arrastrando la maleta y con su inseparable guitarra balanceándose violentamente en su espalda.

            Las alumnas de Hill Sojourn School la recibieron entre gritos de ánimo y alegría. En cambio, las nuevas alumnas y sus padres, miraron sorprendidos aquella repentina aparición, preguntándose quién era aquella niña que vestía sin uniforme y parecía tan popular.

            Naturalmente, Carmen vestía unos viejos vaqueros y un jersey que, por su tamaño, debía haber heredado de alguno de sus hermanos. La española solía disculparse diciendo que aquella ropa era más cómoda para viajar desde España, pero todas sabían que, en realidad, Carmen odiaba el uniforme pues no le gustaba vestir falda y procuraba retrasar el momento lo máximo posible.

            Miss Sullivan, visiblemente más tranquila, lanzó una mirada a Carmen para que subiera al tren. A nadie le pasó por alto que la mujer estaba demasiado aliviada como para acordarse de reñir a Carmen.

- ¡Te has librado de una buena! - fue el saludo de Joan. La escocesa siempre se admiraba de la suerte que tenía Carmen para salirse con la suya. No había duda de que Carmen había nacido bajo una buena estrella.

- ¿Sabes qué hora es? - le preguntó May. - Un poco más y desbaratas todos los horarios de los ferrocarriles ingleses.

- ¡El tren tenía que haber salido hace veinte minutos! - le informó Jilly.

- Sí, ya lo sé. - la interrumpió Carmen impacientemente.- Y tenía que presentarme media hora antes de la salida. ¡Me lo recordáis cada año!

- ¡Para el caso que les haces! - fue el comentario de una de las alumnas mayores, que se sentaba cerca de ellas.

            Carmen se limitó a encogerse de hombros y sonreír pícaramente. Sus amigas no pudieron evitar reírse. Al principio habían supuesto que, al ir creciendo y pasando de curso, Carmen iría madurando y adquiriendo algo de responsabilidad. Sin embargo ya muchas empezaban a sospechar que no sería así pues Carmen, a punto de empezar el cuarto grado no daba muestras de querer reformarse.

Todas sus amigas sabían que aquel curso era demasiado importante para que las profesoras mostraran su antigua indulgencia hacia ella. Además estaba la cuestión del incidente del curso pasado, cuando Carmen casi había sido expulsada. Por consideración a su heroica actuación tras los incidentes con Lita Katz y el perdón de ésta, que era la otra parte involucrada, el consejo escolar había decidido borrar aquella tacha del expediente de Carmen y darle una nueva oportunidad. La joven española, arrepentida, había sabido comportarse durante el resto del curso e incluso había logrado aprobar todas las asignaturas y pasar a cuarto, cosa que hacía un año había parecido imposible, dada su actitud desafiante y despreocupada.

Sus amigas, sabían que Carmen no volvería a las andadas, pero también sabían que no podía evitar ser como era y que aun le quedaba mucho camino a recorrer en su adaptación a la vida de Hill Sojourn. Pero si Sam, la mejor amiga de Carmen hubiera estado allí, les hubiera dicho que Carmen apenas había hecho un trecho del camino y que se había sentado esperando que ellas hicieron el resto, en dirección contraria, ahorrándole esfuerzos que ella consideraba innecesarios.

            May quiso decirle algo a Carmen, pero en aquel momento, algunas de las alumnas de los primeros cursos, se acercaron a Carmen rogándole que tocara la guitarra. La chica, que no podía negarles nada a las pequeñas, se apresuró a satisfacerlas y pronto, la fiesta estuvo montada en el tren. Y si había alguien enfadada con ella por su tardanza no tardó en olvidarlo al ritmo de sus canciones.

            El colegio bullía de animación como cada comienzo de trimestre. Instalar a casi doscientas niñas en sus respectivas habitaciones no era fácil, pues al mismo tiempo que se despedían de sus padres, éstos querían saludar a sus profesoras y asegurarse de que sus hijas estuvieran bien.

            La llegada de las chicas del tren sólo contribuyó a aumentar el tradicional caos que se formaba tras la vuelta de las vacaciones.

            Carmen se reunió con sus compañeras de habitación con gritos y risas.

- ¡Llegáis muy tarde! - las regañó Harriet Jones mientras Carmen, siempre más expresiva que sus amigas inglesas, la saludaba con un fuerte abrazo.

- ¿Puedo adivinar quien tiene la culpa? - preguntó Samantha Durckworth con una sonrisa. Carmen saludó a su mejor amiga dándole dos sonoros besos mientras exclamaba algo en español que hizo reir a Sam.

- ¡Vaya! - exclamó alguien desde la puerta. - Alguien está muy contenta de haber vuelto.

            Pamela Fletcher entró con aire desenvuelto en la habitación mientras sus amigas la saludaban ruidosamente.

- ¿Has vuelto a retrasar el horario de salida del tren? - preguntó a Carmen mientras lanzaba la maleta sobre su cama.       

            La española prefirió no contestar y cambio hábilmente de conversación.

- ¿Dónde está Jane? ¿Ha llegado ya?

            La aludida no tardó en hacer acto de presencia y ante la mortificación de Carmen, Jane Ballantyne también se interesó por su puntualidad.

- ¿Has logrado llegar por fin a tiempo a la estación? - fue su saludo y Carmen le contestó con una mueca.

- Yo estoy bien. Gracias por preguntarlo. - le replicó con ironía.

            Pero ninguna de sus amigas se preocupó de que pudiera estar molesta y Carmen tuvo que resignarse a las bromas.

- ¡Vaya aquí está mi viejo sombrero! - exclamó Pam mirando dentro de su armario. - Ya podía yo buscarlo durante todas las vacaciones.

            Hubo un buen rato de ajetreo mientras todas intentaban ordenar sus cosas lo más deprisa posible para poder ir saludar a otras amigas y visitar el colegio, comprobando qué había cambiado y que seguía igual.

            Tessie fue la primera en acabar de deshacer su maleta y miró por la ventana. D repente se echó a reir y llamó a sus amigas.

- Eh, chicas, mirad quien está ahí.

            Las otras se asomaron y sonrieron al ver a los hermanos Welman paseando a caballo por el linde del bosque. Los cuatro miraban hacía el colegio y las chicas supusieron que las estaban buscando, así que se pusieron a llamarles a gritos y hacer señales con los brazos hasta que ellos las vieron y correspondieron a sus saludos y por señas les pidieran que bajaran a hablar con ellos.

            Ellas no se hicieron de rogar, muy contentas al ver que los Welman habían esperado con ganas su vuelta. Las recibieron con alegres saludos e incluso Kurt y Georg sonreían al volver a verlas. El hermano mayor de los Welman parecía mas amigable que la ultima vez que le vieron y Carmen supuso que el chico por fin empezaba a encontrarse a gusto en su nueva vida. Desde luego no era fácil quedarse sin padres tan jóven y encima abandonar a todos tus amigos para ir a vivir a otro país. No era de extrañar que Georg se mostrara malhumorado e incluso amargado cuando, tres meses atrás, había llegado a Inglaterra.

            Como las chicas no tenían mucho tiempo, charlaron brevemente de lo que habían hecho aquel verano y terminaron con una invitación de los Welman para ir a comer a la granja. Ellas aceptaron encantadas y se despidieron hasta el domingo siguiente, cuando podrían hablar con más tranquilidad.

            Tras despedirse, los cuatro hermanos salieron galopando ante la mirada admirada de todas ellas, a quienes les encantaba el espectáculo de los cuatro muchachos a caballo.

            Era costumbre en el colegio inagurar el nuevo curso con una asamblea donde participaban alumnas y padres. Después de los parlamentos y el anuncio de las novedades del curso, se ofrecía una merienda a todos los presentes. Una vez allí, Carmen buscó con la mirada a Yvette Levere. Habitualmente la joven profesora de francés era una de las encargadas de recibir a las alumnas en la estación, pero en aquella ocasión no había estado y Carmen tenía ganas de charlar con ella. Yvette era la profesora con quien mejor se llevaba. Siempre que tenía algún problema recurría a ella y se había convertido en su consejera y una de sus firmes apoyos en el colegio.

Sus miradas se cruzaron y Carmen la saludó alegremente con la mano. Quiso ir a su encuentro pero en ese momento apareció Miss Sullivan acompañada de otra mujer.

- Déjeme que le presente a una de sus alumnas de cuarto. – decía la profesora a la otra. – Esta es Carmen Castells, ya le he hablado de ella.

            Algo sorprendida, la muchacha miró a la mujer con curiosidad.

- Carmen, esta es Miss Carter... será tu profesora de Historia este año.

            Carmen sonrió amablemente y ante la sorpresa de quien el rodeaba, hizo gala de una exquisita educación.

- Mucho gusto en conocerla Miss Carter. La historia es una de mis asignaturas preferidas, estoy segura de que sus clases serán muy provechosas y...

- Carmen, no te pases. – la avisó Miss Sullivan.

- Que chiquilla tan simpática. – comentó Miss Carter alagada. – Pero, tal y como me la había descrito, me la imaginaba diferente.

            Carmen sonrió mientras sus ojos brillaban ante aquel comentario y Miss Sullivan la miraba con suspicacia.

- No lo crea. – dijo en tono cortante. – Es tal y como se la describí.

- Miss Sullivan tiene cierta tendencia a exagerar. – replicó Carmen con descaro. – Seguro que no soy merecedora ni de la mitad de las cosas que ha dicho de mi... – añadió con expresión modesta.

- Encantadora. – fue el comentario de Miss Carter haciendo que su colega elevara los ojos al cielo desesperada. Ella tenía muchos adjetivos para Carmen, y desde luego, encantadora no era uno de ellos. Pero la española había encandilado totalmente a la nueva profesora con una rapidez asombrosa.

- Estoy segura de que nos llevaremos muy bien, ¿verdad, Carmen?

- Yo también estoy segura Miss Carter. – respondió la muchacha con su sonrisa mas deslumbrante.

- Venga, le presentaré a algunas mas de sus alumnas... – se apresuró a interrumpir Miss Sullivan y alejó de allí a la otra profesora mientras echaba una mirada de advertencia a Carmen quien se limitó a responder con una expresión de absoluta inocencia.

- ¿Esa era la nueva profe de historia? – preguntó Joan acercándose.

- Aham...

- ¿Y qué te ha parecido?

- Tiene posibilidades. – respondió Carmen mientras con expresión calculadora seguía mirando a Miss Carter.

- ¿Posibilidades? – repitió la escocesa sin entender y de repente, al ver la divertida mirada de Carmen entendió y se echó a reir. ¡A la pobre Miss Carter le esperaba un curso muy largo!

Al día siguiente empezaron las clases. Durante la primera hora, las alumnas de cuarto estuvieron reunidas con su tutora, Miss Sullivan, quien repartió horarios, libros, y una larga serie de recomendaciones, la mayoría de las cuales estaban dirigidas a las clases de Historia.

- Espero no tener ninguna queja de Miss Carter. – les avisó.

- ¡ No se preocupe por eso! – fue la confiada respuesta de Carmen que no le hizo ninguna gracia a la profesora.

Miss Sullivan había intentado avisar a su nueva colega de las tretas de la española, pero Miss Carter, mujer confiada donde las hubiera, estaba convencida de que podía hacer que su joven alumna se comportara de una forma sincera en su clase si se ganaba su amistad.             En opinión de Miss Sullivan, la nueva profesora pecaba de inocente y lo peor era, que Carmen, en solo cinco minutos, se había dado cuenta también. La profesora lo había visto en su mirada, la tarde anterior. De ahí sus advertencias respecto a la clase de historia: quería estar bien segura de que sus alumnas no se aprovechaban de la nueva profesora.

            El primer domingo del curso amaneció soleado y, al mediodía, Carmen y sus amigas se prepararon para ir a la granja Welman. Las chicas tenían predilección por aquel lugar y les encantaba pasar el día allí. La casa era muy acogedora, Henry y Belinda las trataban casi como si fueran de la familia, y los sobrinos disfrutaban de veras con su compañía y con ellos nunca se aburrían.

            Yvette Levere que quería dar un paseo, las acompañó hasta la granja. En la verja de entrada se encontraron a los cuatro hermanos Welman que las estaban esperando. Se mostraron encantados de conocer a la guapa francesa y charlaron un rato con ella, mientras las chicas asistían divertidas a su lamentable intento de hablar francés para impresionar a la joven.

- Habláis peor que yo, ¡que ya es decir! – se rió Jane al oirlos.

            Kai la miró sonriente, nada ofendido por el comentario.

- No importa pronto hablaremos francés por lo codos. – digo con orgullo.

- ¿A si? -  Joan les miró con escepticismo.

- Sí. – sus hermanos apoyaron la afirmación de Kai. – Como el instituto está un poco lejos, nuestros tíos han decidido que estudiemos en casa y nos presentemos por libre a los exámenes. Así que tenemos un profesor particular viviendo con nosotros... y es francés.

- ¿Con qué francés? – Sam sonrió comprendiendo su confianza en aprender correctamente el francés en un futuro próximo.

- ¿Y quien es? ¿Ya sabe donde se mete el pobre? – se burló Joan.

- Pregúntaselo tu misma. – le contestó Kurt. – Ahí viene.

            En efecto, por el camino que venía de bosque acababa de aparecer un joven, de unos treinta y pocos años. Era alto, de pelo castaño y llevaba una gafas que le daban un aspecto intelectual. Se sorprendió al ver a todo el grupo reunido allí pero enseguida se acercó a ellos sonriente.

            Se hicieron la presentaciones.

- Chicas, este es Hans Boreau, nuestro profesor.

            Las chicas saludaron y entonces el joven se quedó mirando a Yvette.

- Yvette Levere, encantada. - ambos se estrecharon la mano sonrientes. - Soy profesora de francés en Hill Sojourn School.

            Desde luego, la expresión de Hans demostraba que estaba más que encantado de conocerla.

- No esperaba encontrarme a una francesa por esta región.

- Lo mismo puedo decir. - respondió ella divertida por la coincidencia. - ¿Qué te ha traído hasta aquí?

- Estoy escribiendo un ensayo sobre los dialectos rurales ingleses para mi universidad. Paso unos meses en una zona, reúno la información que necesito y luego me traslado a otra zona. Ya llevo año y medio por Inglaterra. Tenía previsto pasar algunos meses en este condado y como las becas de las universidades no son precisamente una maravilla, cuando me surgió la oportunidad de dar clases a esta tropa tuve que aceptar. - miró divertido a sus cuatro alumnos.

- ¿Eres filólogo?

- Ayudante del profesor Bonet, en la Sorbona.

- ¡El profesor Bonet! Asistí a una conferencia suya el año pasado...

            Mientras tanto, chicos y chicas miraban a los dos franceses que charlaban animadamente sin enterarse de nada. Finalmente, al ver que parecía que no tenían intención de parar, y que todos empezaban a dar signos de hambre, Georg les interrumpió e invito a Yvette a comer con ellos. Así, pudieron por fin ir a la casa de los Welman seguidos de los dos profesores que reanudaron en seguida su conversación.

            Después de la comida, las chicas apenas vieron a Yvette. Realmente ni se acordaron de ella pues pasaron la tarde en el sótano, donde los Welman habían habilitado parte de él para poder ensayar como grupo de rock, después de que tía Belinda hubiera comentado, como por casualidad, que la sala de música, donde estaba el piano y la biblioteca, no era el mejor lugar para la batería y la guitarra eléctrica. Los cuatro muchacho captaron en seguida la indirecta de su tía y habían pasado todo el verano insonorizando el sótano, para poder tocar allí.

            Como siempre, quien mejor se lo pasó viéndolos ensayar, fue Carmen. Le dejaron tocar la guitarra eléctrica e incluso Kurt le dejó probar la batería. Cantó con ellos varias canciones y se mostró más que satisfecha cuando los chicos insinuaron que podría ser su vocalista.

Es más, durante todo el camino de regreso al colegio, la española apenas habló, meditando como estaba, la forma de poder ir por las tardes a la granja para ensayar con los chicos. Solamente pareció volver a la realidad, cuando durante la cena, oyó a alguien comentar que un hombre había acompañado a Yvette Levere hasta el colegio. Ante aquel comentario olvidó momentáneamente sus planes musicales y miró sorprendida hacia su profesora. ¡Anda! Pues si que habían hecho buenas migas los dos franceses.

Con la llegada del lunes, empezaba la vida escolar en todos sus aspectos. Las profesoras ya mandaban tareas para después de clase, los clubs reanudaban sus actividades, los equipos volvían a entrenar... Afortunadamente para Carmen, aquel trimestre no tenía natación, pero el tiempo libre que podría haber disfrutado por ello, siempre estaba ocupado por la montaña de deberes que las profesoras les imponían a las alumnas de cuarto. El colegio siempre se había sentido orgulloso de los excelentes resultados de sus alumnas en los exámenes GCSE. (N.de la autora: Exámenes que los ingleses realizan al final del cuarto o quinto curso (o eso creo), algo así como los exámenes para sacarse el titulo en Secundaria; a los aficionados a Harry Potter les sonarán con el nombre de TIMO ^_^) .

Aquel año no querían ser menos y Miss Sullivan estaba decidida a que todo el grupo del que era tutora, los aprobara y pasaran a los cursos superiores con buena nota. Por ello, las profesoras no escatimaban en tareas y pronto les impusieron un ritmo bastante exigente que provocó las protestas de las alumnas de cuarto menos aficionadas al estudio.

- ¿En solo tres meses quieren que hagamos todo esto? – preguntó Tessie asombrada mientras leía la lista de trabajos que habían de entregar al final de trimestre. - ¿Seguro que no tenemos de entregarlos en julio?

- Ni lo sueñes. – rió Sam. – Todos han de ser entregados puntualmente antes de las vacaciones de navidad.

- ¡Es horrible! – se quejó Jane. - ¿Cuándo voy a entrenar con todo este trabajo?

- Lo que es horrible es eso. – dijo Joan señalando a Jilly y Harriet, que estaban en un rincón de la sala común discutiendo animadamente el tema de algunos de los trabajos propuestos por las profesoras. – Propongo tirarlas a la piscina, a ver si así se les calma ese entusiasmo por estudiar.

            Y Tessie, Jane y Pam asintieron con la cabeza, pensando que sería una buena idea.

Afortunadamente para ellas, hubo dos asignaturas donde el ritmo no era tan frenético. Una era francés. La clases con mademoiselle Yvette eran tan provechosas que solo imponía tareas a las chicas que necesitaban algún refuerzo. Eso se debía en parte, a que la joven profesora últimamente gozaba de un excelente humor, mas que de costumbre, y eso se notaba en la clases.

La otra asignatura era Historia... y todo gracias a Carmen. Cada vez que Miss Carter intentaba imponer tarea extra, Carmen la miraba con aspecto suplicante y la conmovía con sus historias sobre el exceso de trabajo que tenían. La profesora, convencida de la sinceridad de la chica, accedía a retrasarles los trabajos pendientes y cada vez que Carmen no traía los deberes hechos, aceptaba sus excusas sin imaginarse que la chica se las inventaba descaradamente.

- Tengo clase de repaso con Miss Willson. – le decía Carmen con expresión inocente cuando la profesora estaba de guardia a la hora del estudio. Y Miss Carter le daba permiso para abandonar el aula ignorando que Carmen aprovechaba para ir al pueblo o, más frecuentemente, ir a la granja Welman donde ensayaba con el grupo de música de los hermanos Welman.

             Un par de veces creyó que la habían pillado cuando se encontró con Yvette en la granja. Sin embargo, en las dos ocasiones, su profesora no la vio, ocupada como estaba charlando con Hans Boreau.

            Sorprendida, Carmen se lo comentó a Jens.

- Mira, ya vuelven a estar juntos. – dijo señalando a los dos franceses que, sentados en un banco del jardín, intercambiaban risas y comentarios.

- Sí, parece que se han hecho buenos amigos. – digo al chico asomándose a mirar por la ventana. – Pero es normal... los dos son franceses. Tendrán muchas cosas en común.

            Al oír aquello, los ojos de Carmen brillaron.

- ¿Y si se han hecho novios? – preguntó ilusionada.

- ¿Qué? – Jens la miró boquiabierto y finalmente se echó a  reír. – Hans vive con nosotros, ¿no crees que no hubiéramos dado cuenta si estuviera liado con tu profesora?

            Carmen pareció decepcionada. Yvette y Hans formaban una bonita pareja, le hubiera gustado verlos juntos.

- ¿Estas seguro que no hay ningún indicio que...?

- Te digo que no. – Jens la miró con burla. – Deja de imaginarte romances donde no hay y vamos abajo, que nos están esperando.

            Carmen asintió con la cabeza, no muy convencida, y antes de seguir a Jens, echó un último vistazo por la ventana para ver como los dos jóvenes juntaban sus cabezas para leer algo en una revista que Hans había traído.

            A pesar de la negativa de los Welman a admitirlo, Carmen empezaba a sospechar que algo estaba ocurriendo entre Yvette y el profesor francés... Y si no había ocurrido ya, había muchas probabilidades para que sucediera en las próximas semanas. Sin embargo, por una vez, no fue la española la primera persona en averiguar la verdad.

            Aquel sabado, Harriet, siempre tan eficiente con sus tareas, había decidido que aprovecharía aquel día tan soleado para adentrarse en el bosque y recoger algunas muestras que necesitaba para un trabajo que les había encargado la profesora de ciencias.

- ¿Sales? – preguntó Pam al ver a Harriet con el abrigo puesto.

- Voy al bosque... a coger muestras para el trabajo de botánica. – contestó la otra mientras cogía una bolsa de su taquilla.

- ¡Anda! El trabajo .... – exclamó Jane.

            Hariet las miró un momento y, luego sin decir nada dejó la bolsa de nuevo y abrió la taquilla de Joan.

- ¿Qué buscas? – preguntó Pam.

- Joan tiene una bolsa más grande... seguro que me la presta.

            Y antes aquellas palabras sus dos amigas sonrieron felices al comprender que Harriet iba recoger muestras para ellas también y se iban ahorrar el trabajo de ir a buscarlas ellas mismas.

Con expresión resignada, Harriet salió del colegio y se adentró en el bosque. Bueno, después de todo tampoco le costaba arrancar unas cuantas hojas más para que sus amigas pudieran hacer el trabajo. Con lo despistes que eran, Joan, Pam y Jane serían capaces de llegar al día de entrega del trabajo sin acordarse si quiera de él.

Estuvo caminando buscando las plantas adecuadas cuando de pronto se detuvo al oir murmullos y alguna risa cerca de ella. La chica se sorprendió de que hubiera alguien más por allí. Aquella parte del bosque apenas era transitada, todos preferían el lado sur, más cercano al pueblo o el recodo que separaba el colegio de la granja y que constituía un magnifico atajo para llegar a la parte norte de la carretera.

Harriet no era curiosa por naturaleza, pero aun así se acercó con cautela para ver quien estaba allí. Se asomó al claro que había delante de ella y su boca se abrió sin poder evitarlo, por la sorpresa al reconocer a Hans Boreau... ¡besando a Yvette Levere!

El rostro de Harriet adquirió todos los colores mientras observaba a la pareja, como hipnotizada. Quería irse de allí pero sus piernas no le respondían. Ambos estaban abrazados sensualmente, se besaban y la mano de él exploraba debajo de la ropa de ella. Yvette respondía a las acaricias con murmullos y él sonreía mientras la seguía besando.

Los dos se deslizaron hasta el suelo y en la hierba siguieron besándose. Poco a poco, Hans le fue quitando la ropa y, en aquel momento, Harriet salió huyendo de allí como alma que lleva el diablo.

Y no paró de correr hasta llegar al colegio, donde llegó sin respiración, roja por el esfuerzo y por la escena que acababa de presenciar.

Necesitó una hora larga para calmarse y analizar lo que había visto. ¡Mademoissle Yvette y el profesor de los Welman! ¿Quién lo hubiera imaginado? ¡¿Y ahora que se suponía que tenía que hacer ella?! ¡No podía ir contándolo por ahí! ¡Aquello era demasiado personal! ¡Demasiado íntimo! Además ¿qué ocurriría si el consejo escolar llegara a enterarse de que la profesora de francés ..., de que Yvette... Yvette....?

Harriet ocultó su rostro entre sus manos desesperada. ¡Agh! ¿Por qué no se atrevía a decirlo? Después todo, estaba claro qué estaban haciendo aquellos dos en el bosque. ¡Ya no era una niña para no saberlo! Pero ¿por qué en el bosque? ¿Acaso no había lugares más discretos o qué?

Sumida en sus pensamientos, apenas se dio cuenta de que Joan se había cercado a ella.

- ¿Ya has vuelto? ¿Has traído todo lo necesario para el trabajo de botánica? – preguntó Joan.

            Harriet la miró inexpresiva, aparentemente sin oir la pregunta de Joan.

- ¿Qué? – preguntó finalmente y Joan le repitió la pregunta. Harriet negó con la cabeza. – Si, quiero decir que no...

- ¿Pero no has ido al bosque hace un rato? – se extrañó su amiga. – Pam me ha dicho...

            Harriet se apresuró a negarlo.

- ¡No! – exclamó con un tono nervioso. - ¡Al final no he ido! Tal vez mañana... o pasado mañana... ¡Sí, eso! Iré dentro de un par de días... Después de todo aun falta mucho para entregar le trabajo.

            Joan la miró sorprendida. Harriet nunca dejaba pasar el tiempo en cuanto a trabajos, si las mayoría los hacían el día antes de la fecha de entrega, Harriet siempre los hacía el mismo día en que las profesoras los mandaban.

- ¿Te ocurre algo? – preguntó finalmente Joan. – Te noto rara. ¿Ha pasado algo?

- ¡No me pasa nada! De verdad. No pasa nada. – se apresuró a contestar la otra y se levantó intentando ocultar su nerviosismo. – Tengo que hacer un par de cosas antes de merendar... nos vemos luego.

            Y Harriet se apresuró a irse de allí antes de que Joan pudiera hacer más preguntas indiscretas.

El día siguiente tampoco le fue muy bien a Harriet pues resultó que durante las primeras dos horas de las mañanas tenían francés. Cuando vio aparecer a Yvette delante de ella, Harriet enrojeció totalmente mientras le venía a la mente la escena del día anterior. Sacudió la cabeza intentando acabar con aquella visión que ya había poblado sus sueños toda la noche. Sin embargo, noche y día, no podía evitar recordar cómo había visto a su profesora prácticamente haciendo el amor con un hombre, en pleno bosque.

Fueron las dos horas más largas de su vida. El que Harriet ocupara un pupitre de la primera fila no ayudaba mucho a su concentración pues la profesora solía mirarla con frecuencia mientras explicaba y cada vez que esto ocurría la chica se sonrojaba mientras intentaba borrar de su mente lo ocurrido la tarde anterior.

- ¿Harriet? ¿Estás bien? – la chica se sobresaltó al oír a Yvette llamándola y se dio cuenta que había vuelto a perderse en sus pensamientos.

- ¿Soñando despierta, Harriet? – bromeó la profesora mientras sus compañeras la miraban divertidas. Yvette cogió el cuaderno de la chica y echó un vistazo a los ejercicios que estaban haciendo.

- ¡Pero Harriet! – exclamó sorprendida. - ¿Sólo has hecho esto? Y encima la mitad están mal... Pensaba que dominabas las conjugaciones francesas. ¿Qué te ha pasado?

            El resto de alumnas miraron sorprendidas a Harriet quien estaba totalmente roja ante aquellas palabras. Era inaudito que Harriet no prestara atención en clase y aun más que hiciera los ejercicios mal. Además, la chica solía veranear en Francia, así que era la que mejor hablaba francés de todo el cuarto curso. Era muy raro que fallara en algo tan fácil para ella.

- Será que está enamorada. – bromeó alguien y el resto estalló en risas mientras Harriet enterraba su rostro entre los brazos. Iba a ser un día muuuuy largo.

El primer mes de curso transcurrió velozmente. En algunas ocasiones Carmen se quedaba observando a Yvette y Hans, preguntándose si entre ellos dos habría algo, pero le fue imposible descubrir nada. Por otro lado, Carmen se había volcado con entusiasmo en los ensayos de música con los hermanos Welman, que ocupaban todo su tiempo libre. Los chicos le enseñaron a tocar la guitarra eléctrica y la española pasaba horas en la granja practicando. Enfrascada en su nueva afición, Carmen no se percató cuando Yvette empezó a comportarse de forma extraña en ella... hasta que una tarde, la joven estalló en clase.

Animadas por el buen humor del que Yvette había gala aquel curso, las chicas de cuarto parloteaban alegremente en clase mientras realizaban la tarea mandada por la profesora.

Ninguna de ella se había dado cuenta que, aquel día, la sonrisa había desaparecido del rostro de la profesora de francés y que esta hacía esfuerzos para lograr que se callaran. Los gritos y risas empezaron a subir de volumen y ninguna de ellas parecía tener intención de trabajar mucho.

- ¡SILENCIO!

            El grito fue tan imprevisto que muchas se sobresaltaron y un silencio absoluto se hizo en la clase mientras Yvette las miraba furiosa.

- ¿Dónde creéis que estáis? ¡Esto es una clase, por Dios!

            El estallido de Yvette las había dejado tan anonadadas que ninguna se atrevió a pestañear siquiera.

- ¡Estáis aquí para aprender y no perder el tiempo! ¡Ya no sois niñas de primero! – y añadió algo en francés que ninguna de ella quiso saber que significaba.

El asombro se reflejaba en todas las caras y al ver sus miradas turbadas, Yvette palideció...

- Siento haberos gritado, yo... – pareció que era incapaz de continuar y, bajando la vista, se apresuró a recoger sus cosas. – Hemos terminado por hoy.

            Y salió apresuradamente de la aula dejando estupefactas a sus alumnas. Tal había sido la sorpresa que cuando unos minutos después, Miss Robinsson, al ver la puerta abierta de la clase, que no había ninguna profesora y que las alumnas permanecían en silencio, se apresuró a asomarse.

- ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué clase tenéis ahora?

- Francés...

- ¿Y dónde está Yvette?

- Se marchó... dijo que ya habíamos terminado. – contestó Sam.

- ¿Eso dijo?

            La chica asintió, pareció que iba a añadir algo más pero calló y miró preocupada a su directora.

- ¿Hay algo más que debiera saber, Samantha?

            Sam miró a su alrededor dudando y finalmente se acercó a Miss Robinsson y le susurró algo. La directora la miró sorprendida y se apresuró a irse.

Miss Robinsson caminó con expresión preocupada hacia el ala destinada a las habitaciones de las profesoras. No podía sacarse de la cabeza lo que Sam le había dicho. Pero ¿qué estaba pasando? Ya se había dado cuenta que últimamente Yvette no se comportaba como siempre, que incluso se le veía algo deprimida, pero... ¿llegar al extremo de haber salido llorando de la clase?

Hacía años que Miss Robinsson conocía a Yvette, desde que siendo una jovencita de diecisiete años había llegado a Hill Sojourn en un programa de intercambio de alumnos. Había pasado un curso en Inglaterra y a su vuelta a Francia había seguido en contacto con Miss Robinsson, con quien había hecho una buena amistad. La directora siempre la había tenido por una joven inteligente y animosa, que salía con éxito de todo lo que se propusiera. Pero ahora...

Miss Robinsson llamó con decisión a la puerta de su habitación.

- Yvette. – la llamó a través de la puerta. - ¿Estás ahí? ¿Va todo bien?

Nadie contestó y la mujer miró a su alrededor preocupada, preguntándose dónde debía estar Yvette.

Finalmente, tras una larga búsqueda por el colegio, la encontró en los jardines, paseando con expresión ausente. Aunque estaba pálida, parecía más calmada

- Siento haber dejado la clase de cuarto así, pero yo... – dijo Yvette y se sentó en un banco mientras ocultaba su rostro entre sus manos. – Yo... no podía más. Tuve que irme de la clase. Lo siento.

- Yvette ¿ha ocurrido algo que yo debiera saber?

            La joven negó con la cabeza.

- Nada relacionado con el colegio. Es una cuestión personal. – miró a la directora esbozando una triste sonrisa. – Digamos que mi vida no es como me la imaginaba...

- ¿Quieres hablar de ello?

- La verdad es que ahora no me siento con fuerzas.

            Miss Robinsson la miró con detenimiento.

- ¿Se trata de Hans?

            Yvette levantó la cabeza sobresaltada al oír ese nombre.

- ¿Cómo...? Pero...

- Una tendría que ser ciega para no ver como os mirabais. Estas dos ultimas semanas has frecuentado la granja Welman mas que todo el curso pasado... y siempre volvías con el rostro radiante... excepto hace unos días. – Miss Robinsson frució el ceño al recordarlo. – Sí, el domingo fue diferente a los otros días. Te excusaste en la cena diciendo que te encontrabas mal y quien te vio, efectivamente, dijo que estabas muy pálida. ¿Qué pasó aquel día que te deprimiera de esa forma? Acaso tu y Hans...

- ¡No diga su nombre! – exclamó Yvette irritada. – No quiero oir nada más de él mi vida.

- ¿Pero que ha hecho? Parece un joven tan agradable...

- ¡Le digo que ahora no quiero hablar de eso! – respondió la joven alterada.

- Creo que necesitas relajarte.

Después de la accidentada clase de francés, la alumnas de cuarto tenían hora de estudio. Aquel día, la profesora encargada resultó ser Miss Carter y Carmen sonrió en cuando la vio entrar pues la española tenía otros planes. Ya hacía varios días que intentaba quedar con los Welman para ensayar la nueva canción y les había prometido que, esta vez, no faltaría. Así que se dirigió a Miss Carter, cargada de libros y puso su mejor expresión.

- Miss Carter, he de ir a la biblioteca para hacer el trabajo que nos mandó.

            La profesora la miró complacida, pues aquel trabajo era optativo y muy pocas alumnas se habían ofrecido a hacerlo.

- ¿Has pensado en el tema?

- Pensaba hacerlo de la época de la regencia. – dijo Carmen y adoptó un expresión dubitativa. - ¿Usted que opina? Es que me encanta esa época.

- Una elección mas que acertada. – respondió Miss Carter radiante. – Es mi época preferida. ¿Sabes que cuando me licencié hice una tesis sobre ese tema?

- ¡No me diga! – exclamó Carmen fingiendo asombro. - ¡Qué casualidad!

            Detrás de ella, Harriet la miró escandalizada y Sam enrojeció de vergüenza ajena ante el descaro de su amiga.

- Entonces ¿puedo ir a la biblioteca? Allí podré encontrar toda la información necesaria.

- Naturalmente. Ve a la biblioteca. No es necesario que permanezcas toda la hora de estudio aquí, con nosotras.

            Con una sonrisa radiante, Carmen salió del aula mientras sus amigas la seguían con la mirada.

- ¿Cómo se las va a arreglar para hacer un trabajo sobre la regencia? – susurró Harriet a Sam.

            Esta dio un suspiro resignado.

- Carmen encontró unos viejos trabajos de hace años cuando los iban a tirar y se quedó algunos.

- ¿Qué...? Pero eso es...

- Oye... – las interrumpió Pam que estaba detrás. - ¿Y Carmen no tendrá  alguno más para pasarme? – y ante la mirada indignada de sus amigas exclamó. - ¿Qué pasa? ¡Tengo que subir la nota de historia!

Carmen se dirigió a la biblioteca y resueltamente se dirigió a una de las mesas del fondo. Esparció un par de libretas, sus bolígrafos, dejó abiertos un par de libros que había sacado del estante. Luego, sin hacer ruido salió de allí y se dispuso a ir a la granja Welman.

            Decidió cruzar por el jardín del colegio, pues así era más difícil que alguien la viera desde las ventanas. Sin embargo tuvo un sobresalto cuando divisó delante de ella a Miss Robinsson e Yvette Levere.

Al ver venir en su misma dirección a la directora y a Yvette, Carmen se apresuró a esconderse detrás de los arbustos del jardín. Solo faltaría que Miss Robinsson se enterara de que iba saltarse la hora de estudio para ir a ensayar con los Welman. Porque si se enteraba de eso, la directora, que no era nada tonta, no tardaría en deducir que Carmen se estaba aprovechando de la buena fe de Miss Carter, que siempre creía todas sus excusas.

La chica esperó que las profesoras pasaran de largo pero ante su horror se detuvieron delante del seto donde se había escondido y no tuvo mas remedio que pegar su cuerpo al suelo para evitar ser descubierta.

- Bien, ahora que estás más calmada y aprovechando que no hay nadie por aquí... – decía Miss Robinsson y Carmen no apenas pudo ocultar su risa ante aquellas palabras. - ¿Me vas a explicar que te sucede?

Yvette enfadada dijo algo rápido en francés.

- Intenta calmarte y explicarme de una vez por todas que te ha hecho Hans que sea tan terrible...

            Al oir aquello Carmen alzó sorprendida la cabeza. ¡Así que ella tenía razón al sospechar que aquellos dos estaban liados! ¡Ya vería cuando se lo dijera a Jens! Y él que decía que no había notado nada...

Mis Robinsson movió la cabeza hacia los arbustos y Carmen, asustada, volvió a agachar la cabeza enseguida al darse cuenta de que si la directora se iba a enfadarse si se llegaba a enterar de que había ido a la granja en hora de estudio, eso no sería nada comparado con lo que le haría si la pillaban allí, escuchando a escondidas las confidencias amorosas de la profesora de francés.

- Yo nunca había creído en eso del flechazo, del amor a primera vista... – decía Yvette. Carmen no pudo evitar sentirse mal al notar el tono entristecido de su voz. – Pero ocurrió. No me pregunte cómo me enamoré de él en pocos días. Era tan amable, tan inteligente...

            Miss Robinsson asintió con la cabeza. La relación entre ambos jóvenes no le había pasado desapercibida. Y por eso mismo estaba tan sorprendida del giro que había tomado durante aquella semana.

- Realmente pensaba que ...

Carmen notó que a Yvette le fallaba la voz y se removió inquieta en el suelo. Una cosa era cotillear la vida de los demás y otra muy diferente ser testigo de aquel momento.

- ¡Dijo que me quería! – murmuró Yvette con ojos llorosos. – Pero me ha mentido.

-  ¿Te ha mentido? Pero Yvette, no creo que...

- ¡Se va a casar con otra! – la interrumpió ella mientras furiosa se secaba las lagrimas. – Sí, Hans está comprometido con una chica llamada Amelie. ¡Van a casarse!

            Al oir aquello Carmen abrió los ojos sorprendida. ¡Pues si que engañaba Hans a primera vista!

            La sorpresa de Miss Robinsson no fue menor ante aquella revelación y no supo que decir. Miró a la joven francesa con compasión y ésta se echó a llorar de nuevo.

- ¿Y ahora que voy a hacer yo? – se lamentó. - ¿Por qué precisamente ahora? Ahora que más le necesito.

- ¡¿No estarás embarazada?! – exclamó Miss Robinsson haciendo que Carmen casi saltara de su escondite. La chica casi tuvo que enterrar la cara en la tierra para evitar dar un grito de sorpresa.

- ¡No estoy embarazada! – respondió Yvette perpleja y Miss Robinsson suspiró aliviada.

- Bueno, bueno... – la consoló dándole unas palmaditas de ánimo en el brazo.–  Está empezando a llover ¿no sería mejor que entráramos?

            En efecto, estaban empezando a caer gruesas gotas y las dos mujeres se dirigieron hacia el edificio del colegio mientras Carmen permanecía en el suelo sin atreverse a levantarse por miedo a que la vieran.

            Cuando por fin se convenció de que ya no había peligro, la chica se hallaba en un lastimoso estado, totalmente mojada y cubierta de barro. Naturalmente, en aquel estado no podía presentarse en la granja Welman, así que no le quedaba más remedio que volver al colegio y procurar que nadie la viera llegar... y casi lo logró.

            Como un ladrón, logró escabullirse dentro del edificio. La suerte la acompañó en las escaleras pues no encontró a nadie... pero cuando dobló el pasillo de los dormitorios, se encontró cara a cara con la enfermera Beresford.

            La mujer la miró boquiabierta y la observó de arriba abajo.

- ¿Pero que has estado haciendo? – exclamó finalmente la enfermera Beresford indignada. - ¿Acaso quieres coger una pulmonía? ¿Cómo puedes ser tan inconsciente?

            Carmen, con aspecto acorralado, miraba a su alrededor buscando una salida, sin escuchar lo que la mujer le decía. Sin embargo una sola palabra hizo que prestara totalmente atención. ¿Una infusión? ¿La enfermera había dicho algo de una infusión? ¿No se referiría a su famosa mezcla de hierbas? ¿La que siempre le obligaba a tomar cuando creía que iba a caer enferma? ¿La que se suponía que prevenía cualquier clase de resfriado y catarro pero que tenía un sabor más espantoso que el te?

- ¡Ni hablar! - exclamó Carmen horrorizada y dando media vuelta salió huyendo de allí.

- ¡Vuelve aquí! – gritó la enfermera enfadada.

            Y momentos después, Miss Carter tuvo la sorpresa del día al cruzarse a Carmen corriendo y tras ella, la enfermera Beresford, enrojecida por el esfuerzo pero totalmente decidida a darle alcance.

            Aquella noche, tras haber caído finalmente en manos de la enfermera, Carmen por fin pudo contarles a sus amigas todo lo que había oído aquella tarde mientras estaban en el dormitorio. Al principio, alguna se quejó de que Carmen hubiera espiado a las profesoras, pero cuando ésta empezó a contar lo sucedido, empezaron a escuchar con interés y se olvidaron de cómo la española había conseguido la información.

            Cuando Carmen acabó de contarlo todo a sus amigas, miró sus caras para ver cual sería su reacción. En efecto, todas se quedaron asombradas por la noticia. Ninguna se había esperado que Hans hubiera engañado a su prometida liándose con Yvette. ¿Cómo se atrevía a hacerle eso a su profesora preferida?

            Los comentarios volaban y todos los rostros mostraban asombro e indignación ante el hecho... todos lo rostros excepto uno. Carmen se quedó mirando sorprendida a Harriet que no había dicho ni una sola palabra. La chica permanecía sentada en su cama, ojeando un revista, como ignorando lo que Carmen había explicado. Entonces la española recordó que en las ultimas semanas, Harriet había estado muy rara ante Yvette.

- Oye, Harriet...

Carmen la llamó pero la chica se negó a levantar la cabeza y siguió mirando obstinadamente la revista.

- ¿Qué...?

- No has dicho nada sobre todo esto, y es raro en ti. – Carmen la miró con sospecha. - ¿No te ha sorprendido saberlo?

            Al instante Harriet enrojeció y Carmen se plantó delante de ella con un grito asombrado.

- ¡Lo sabías! – gritó al ver confirmada su sospecha. - ¡Tu lo sabías, ¿verdad?! ¡No te atrevas a negarlo con esa cara de culpabilidad....

            Las demás se acercaron a Harriet sorprendidas mientras Carmen, totalmente fuera de si, seguía gritándole.

- Pero ¿cómo? ¿desde cuando lo sabes? ¡Como es posible que te hayas enterado si ni siquiera los Welman se habian dado cuenta!!!

- ¡Ya esta bien! – exclamó Harriet sin poder aguantarlo más. – ¡Sí! Lo sabía... y lo sabía porque les vi una tarde en el bosque.

- ¿Les viste? – Carmen la miró con curiosidad. - ¿Y qué hacían?

            Ante aquella pregunta y el asombro de sus amigas, el rostro de Harriet adquirió un preocupante tinte violeta. Sin duda Harriet no podía enrojecer más de lo que estaba... ¿Pero por qué enrojecía de aquella manera?

            Harriet murmuró algo que las demás no fueron capaces de oír.

- ¿Que estaban qué...? . preguntó May, que estaba mas cerca de ella. Harriet lo volvió a repetir en voz baja y al instante May abrió los ojos sorprendida.

- ¿Quieres decir que estaban....? – y entonces la irlandesa también enrojeció mientras Harriet escondía la cabeza en un cojín y asentía. - ¿Estas segura de lo que viste?

- Siiiii.... – gimió Harriet.

- ¡¿Mademoiselle y Hans? ¿Y en el bosque?!

Harriet movió afirmativamente la cabeza.

- Y lo dos estaban...

La otra volvió a sentir con la cabeza sin atreverse a levantarla.

- Pero ¿qué...? – la pregunta de Carmen quedó interrumpida ante la expresión de May que les lanzó una mirada significativa. Poco a poco una idea se introdujo en el cerebro de Carmen quien parpadeó sorprendida mientras empezaba a entender a que se referían May y Harriet.

- ¡Oh! – exclamó débilmente y entonces pareció asimilar la noticia. - Oh, Déu meu!! ! - gritó totalmente asombrada comprendiendo realmente qué habían estado haciendo aquellos dos en el bosque.

Al día siguiente a Carmen le faltó tiempo para ir a la granja Welman a contar las novedades a sus amigos.  Pero los chicos no mostraron mucho asombro ante la historia.

- ¿Cómo? ¿Ya lo sabiáis? – dijo decepcionada al ver que sus noticias llegaban con cierto retraso.

- Al menos sabemos parte de la historia. – contestó Kai divertido.

- Aunque eso explica muchas cosas.  – añadió Kurt con expresión impasible.

- ¿Qué cosas? – preguntó Carmen.

- Por ejemplo, eso... – contestó el chico señalando con la cabeza a Hans que, junto a la puerta, se preparaba para salir.

            Carmen miró hacía él y sorprendida vio que el francés lucía un gran moratón en la cara, signos inequívocos de que había tenido una pelea.

- Pero ¿quién le ha hecho eso? ¿Se ha peleado? ¿Con quien? Esa herida parece seria y...

- Fue Yvette.

            Al oir aquel nombre Carmen perdió el hilo de sus pensamientos y miró boquiabierta a Kurt.

- Fue Yvette. - repitió Kurt. – Le arreó delante de los padres de él, de su prometida y de todos nosotros.

            Carmen les seguía mirando sin saber que decir.

- Prácticamente le estampó contra la pared. – añadió Jens divertido.

- ¿Yvette? – balbuceó Carmen finalmente. - ¿Yvette Levere? ¿Mademoiselle Yvette Levere?

- ¿Conoces alguna mas? – preguntó Kurt impaciente por su falta de reacción.

- ¡Pero si Yvette no se ha enfadado en su vida! – gritó Carmen asombrada. - ¡Es incapaz de enfadarse!

- ¡Oh sí! – exclamó Kai. - ¡Ya lo creo que es capaz de enfadarse!

            La española miró a Georg, en busca de algún indicio de que los chicos estuvieran bromeando.

- Todos estábamos delante, mis tíos también... – respondió Georg. – Puedes preguntarles a ellos, si quieres.

            Al ver que el más responsable de los hermanos también confirmaba la historia, Carmen no tuvo mas remedio que creerlo.

- Pero... ¿cómo fue? ¿qué pasó? ¡Contádmelo! – dijo impaciente y Kai y Jens se apresuraron a complacerla, contándolo todo con pelos y señales.

---- FLASBACK----

"Aquel domingo Kai entró en la salita y se sorprendió al ver allí de nuevo a Yvette Levere. La profesora de francés parecía haberle cogido cariño a la granja, pues aquellas últimos días les estaba visitando con cierta asiduidad.

Como siempre, los dos franceses charlaban animadamente mientras, sentados a su lado, Kurt suspiraba aburrido pues la lluvia le impedía salir al exterior. Georg y Jens estaban jugando una partida en la videoconsola, Henry Welman leía el periodico y Belinda cosía tranquilamente.

- ¡ Vaya por Dios! – pensó Kai. – Parecemos una familia de alguna serie antigua de la tele.

En aquel momento llamaron a la puerta y Kai se dirigió a abrir. Se sorprendió al ver en la entrada un grupito de cinco personas y se preguntó quienes debían ser.

- Bonjour. – saludaron en francés. - ¿Es aquí la granja Welman?

            Kai asintió con la cabeza.

- Buscamos a Hans Boreau. Somos sus padres.

            Al oir aquello el chico comprendió.

- ¿Los padres de Hans? ¡Por supuesto! Entren, por favor...

           

            Hans se sorprendió ante la visita de su familia pues éstos no le habían dicho que pasarían una semana en Inglaterra con unos amigos y que pasarían a verle. Sin embargo se puso nervioso al ver quien acompañaba a sus padres.

- ¡Queríamos darte una sorpresa! – dijo la madre con expresión feliz mientras le besaba.

            El otro matrimonio, que acompañaba a los Boreau, le sonrieron también.

- ¿Cómo, Hans? ¿No saludas a tus suegros? - preguntó el hombre divertido.

- ¡Te hemos traido una sorpresa! - exclamó su propio padre  y empujó hacia él a la joven que les acompañaba.

Los cuatro hermanos Welman boquearon al ver tan espectacular mujer delante de ellos.

- Emilie!! - exclamó Hans al reconocerla.

            La joven sonrió al acercarse a él.

- ¡Vamos, no seais timidos!  – rió el padre de Hans. – Después de todo vais a casaros dentro de poco.

            Ante aquellas palabras Hans se puso aun mas nervioso y se miró hacia atrás, donde estaba Yvette. La joven profesora estaba de pie, totalmente pálida.

            Los Welman, que apenas sabían francés, miraban la escena sin comprender nada. Parecía que Hans iba a decir algo cuando la joven llamada Amelie, en vista de que él no se decidía, tomó la iniciativa y le besó delante de todos.

- ¡Toma morreo! – exclamó Kai asombrado.

            Al ver aquello Belinda Welman se apresuró a acercarse a Yvette que permanecía quieta, observando la escena temblorosa.

- ¿Te encuentras bien? – le preguntó precupada.

            Yvette movió la cabeza y lentamente, sin poder evitarlo se acercó a Hans.  Éste la miró avergonzado.

- Yo, verás....

            Ella le hizo callarse con un gesto y le miró con ojos llorosos.

- Solo contestame a una cosa.

- Pero es que...

- ¡Solo dime que no es verdad! - chilló ella. - ¡Dime que no vas a casarte con ella!

            Se hizo una silencio asombrado y los recién llegados miraron con sorpresa a la joven desconocida que tenían delante de sí.  La señora Boreau miró con desaprobación a aquella joven que le gritaba a su hijo.

- Hans, ¿quién es esta joven? – le exigió. - ¿Y qué relación tiene contigo?

            Pero Hans no parecía hacer caso a su madre. Su mirada iba de una chica a otra con expresión nerviosa. Ambas mujeres le miraban con expresión retadora y él intentó buscar una salida.

            Finalmente suspiró derrotado.

- Sí, es mi prometida. – reconoció. - Vamos a casarnos...

            No pudo continuar porque en ese momento el puño de Yvette se estrelló contra su cara, haciéndole golpearse contra la pared.

- ¡Eres un cerdo! – exclamó Yvette y salió de la habitación dejando a todos los presentes boquiabiertos.

            Los cuatro hermanos se miraron sorprendidos, miraron a su profesor tirado en suelo y luego se volvieron a mirar entre ellos con expresión admirada.

- Buen derechazo, si señor..."

---- FIN DEL FLASHBACK-----

Carmen escuchó la historia asombrada.

- ¿Y hasta ahora no me lo habíais contado? – exclamó indignada. Los chicos no se molestaron en replicar pues la curiosidad de Carmen pudo mas que su enfado. - ¿Y después? ¿Qué pasó después?

- Pues cuando Yvette se fue, allí se armó la revolución. – bromeó Jens recordando. – Todos los franceses se pusieron a chillar como locos. ¡Y no me preguntes que dijeron porque yo solo entendí cuando Yvette le llamó cerdo a Hans!

- ¡Oh, sí! Eso si que lo entendimos perfectamente. – asintió Georg con expresión divertida.

- Pero tia Belinda nos hizo salir de allí. – se lamentó Jens. – Y no pudimos enterarnos de nada mas...

- Pero Hans estuvo un buen rato hablando con su familia y desde entonces no hemos vuelto a ver a la mademoiselle Yvette por aquí.

            Carmen estuvo un rato más hablando con los Welman sobre lo ocurrido.

- No pensaba que Hans era de esos... – decía Kurt. – Tan formal que parece.

- Sí ¿quién iba a pensar que se la estaba pegando a su novia? – asintió Kai. - ¡Yo siempre he dicho que no hay que fiarse de los tipos con aspecto de empollón!

- ¿Pero no os parece raro? – insistía Carmen. – Yo creo que Hans no está enamorada de su novia, si no de Yvette.

- ¿Entonces por que no rompe el compromiso? – replicó Kurt. – No es tan difícil. Yo creo que Hans se ha aprovechado de Yvette.

- Claro que lo ha hecho. – intervino Kai. – Ahora que ya se la ha beneficiado, si te he visto no me acuerdo...

            Y al instante recibió un capón propinado por Carmen que le miró enojada.

- ¡Estamos hablando de Yvette!

- Pero yo no tengo la culpa de que Hans se la haya tira.... ¡Ayyy! – Kai se frotó la cabeza mirando enfadado a Carmen que le había vuelto a pegar. Quiso añadir algo pero la mirada de su amiga le advirtió que era mejor moderar sus palabras.

- Las mujeres siempre os defendéis... – murmuró.

- ¿Acaso estás defendiendo la conducta de Hans? – gritó Carmen ofendida.

- ¡Claro que no! – se apresuró a decir Kai atemorizado ante la peligrosa mirada de la española.

- Que poco tacto tienes, hermano. – se lamentó Georg moviendo la cabeza decepcionado.

Cuando Carmen volvió al colegio se encontró con que la noticia del romance de la profesora de francés había llegado a todos los cursos. Indignada, se dirigió a su amigas.

- Pero ¿qué habéis estado contando por ahí?

- ¿Nosotras? – Sam la miró ofendida.

- No ha hecho falta que lo contáramos. – respondió May. –  Yvette y Hans han tenido una buena pelea en la entrada del colegio. Algunas de las pequeñas les vieron y no han tardado en enterarse todas las demás.

- Creo que a estas alturas ya no hay nadie que no sepa que Mademoiselle tiene un lío con el tutor de los Welman. – opinó Joan.

            Carmen se sentó pensativa

- ¿Saben que Hans la engañó? – preguntó finalmente.

- No, eso no...

- Pues que quede entre nosotras ¿de acuerdo? – ordenó Carmen con firmeza. – Yvette ya lo debe estar pasando bastante mal para que, encima, todo el colegio se entere de que él se ha aprovechado de ella...

            Sus amiga sintieron, dándole la razón, no hacía falta que todo el colegio se enterara de aquel detalle.

            La siguiente noticia que recibieron fue de los Welman quienes se presentaron al día siguiente para comentarles que Hans había vuelto a Francia. Al oirlo las chicas se indignaron.

- ¿Cómo que se ha marchado?

- ¡Será cobarde!

- Engañada y abandonada, ¡pobre Yvette!

- ¡Deberíamos ir allí y darle una buena patada en el culo!

            Todos los rostros se volvieron hacia Joan, que era quien había hablado así. La muchacha estaba realmente enfadada.

- ¿Acaso ese tipo se va a marchar de rositas?

- Mujer... ¿qué quieres que hagamos? ¿qué nos presentemos en Francia y le pidamos cuentas? – dijo Georg.

- ¡No estaría mal! ¡Propongo ir a Paris y decirle a la cara qué pensamos exactamente de su comportamiento!

- Intenta tranquilizarte. – aconsejó Sam. – No vas ganar nada así...

            Pero Joan no quería que la tranquilizaran indignada como estaba. Y no fue la única. En cuanto corrió la voz de que Hans había abandonado el país y ver como su profesora preferida sufría por ello, las alumnas de Hill Sojourn casi se amotinan exigiendo a la directora que hiciera algo e hiciera volver a Hans. Miss Robinsson necesitó toda su paciencia para calmar a las alborotadas muchachas y cesar los rumores que circulaban por el colegio acerca de lo ocurrido entre Yvette y Hans.

            Durante dos días, aquel fue el tema preferido de conversación de las chicas. En las salas comunes, en el comedor, en el jardín... Las alumnas comentaban sin cesar lo ocurrido y ajena a todo el revuelo que había desatado, Yvette intentaba que su vida siguiera con normalidad y, aunque a veces sonriera, las chicas se daban cuenta de que su sonrisa no llegaba a su ojos y se entristecían por ella.

- ¡Pues vaya asco el amor! – exclamó Tessie una tarde en el patio.

            Ya había pasado la hora de estudio y muchas de la alumnas habían salido a distraerse por el jardín o practicar algún deporte. La presencia por allí de Yvette enseguida provocó que Carmen y sus amigas retomaran el tema de romance fallido de su profesora.

- Yo no sé que haría si mi novio me engañara y me abandonara... – comentó Pam.

- ¡Yo lo tengo muy claro! – replicó Joan con un brillo peligroso en sus ojos.

            Carmen iba a contestar cuando algo la sorprendió de tal manera que se detuvo de repente haciendo chocar contra ella a dos de sus amigas.

-¡Pero qué...!

            Totalmente asombrada Carmen señaló hacía una esquina del colegio por donde había aparecido Hans Boreau en persona. Sin hacerles ningún caso, el joven francés pasó junto a ella con expresión decidida.

- ¿Pero dónde va? – exclamó Harriet escandalizada ante su presencia allí.

- ¡Tu qué crees! – replicó Joan mirando hacia Yvette y no era la única que había pensado eso, pues la mirada de todas las alumnas presentes se habían dirigido a la profesora que había enrojecido furiosamente al verle aparecer allí.

- Creo que deberíamos irnos... – sugirió Harriet, pero ninguna de las presentes tenía la menor  intención de hacerlo y miraron a la pareja con expectación.

            Hans fue el primero en hablar. Yvette escuchó con aire enfadado y le respondió algo en rápido francés que ninguna fue capaz de entender.

            Él insistió.

- Por favor Yvette. – le rogó. – Sé que debí decírtelo, pero no encontré el momento adecuado. Tenía miedo de perderte...

- ¿Y Amelie les has dicho lo mismo? – replicó ella en tono seco.

- No. Lo de Amelie ya acabó. Ayer volví de Francia... Rompí el compromiso.

            Si Yvette se sorprendió ante aquella noticia, no mostró ninguna señal, mientras detrás de ellos, las chicas susurraban entre sí, traduciéndose lo que los dos franceses se estaban diciendo.

            Al ver que Yvette no decía nada, Hans frunció el ceño desconcertado.

- Les dije que no podía casarme con ella porque amaba a otra persona. Que era contigo con quien quería pasar el resto de mis días y que no me importaba lo que pensaran, que me iba a casar contigo en cuanto me perdonaras...

            Se oyeron algunas exclamaciones de sorpresa entre el alumnado pero Yvette seguía en silencio mirándolo fijamente. Hans empezó a dar claras muestras de nerviosismo.

- Por favor, Yvette... Solo te amo a ti. – hubo un silencio mientras Hans le miraba implorante. - ¡Por ti he dejado atrás mi familia! ¡Probablemente no quieran saber más de mi! Lo he dejado todo por estar junto a ti... ¡¿Qué tengo que hacer más para convencerte de que te quiero?! – exclamó finalmente Hans enfadado

            Pero Yvette seguía sin decir nada, mirándole con aquella extraña expresión, cuando de repente, sin que previo aviso, se acercó a él y cogiendo su rostro entre sus manos, le besó.

            Hans abrió los ojos sorprendido pero enseguida la abrazó, la acercó a su cuerpo y respondió al beso con pasión.

            La reacción de las chicas ante aquel beso, que no tenía nada de inocente, fue instantáneo. Unas boquiabiertas y otras rojas de vergüenza se los quedaron mirando asombradas.

            Entonces Yvette se separó de Hans, le sonrió seductoramente, y susurrándole algo al oido, le dio una palmadita en la mejilla y se alejó de allí, dejando al joven totalmente paralizado.

            Las chicas miraron sorprendidas a Hans que abrió la boca varias veces antes de lograr articular alguna palabra. Finalmente el joven esbozó una sonrisa embobada.

- Creo que eso sí puedo hacerlo... – dijo y salió disparado tras ella con expresión dichosa.

Carmen y sus amigas se miraron, intrigadas por lo que Yvette habría susurrado a Hans. Pero a pesar de los rumores, nadie jamás lo pudo averiguar. Lo único cierto fue que, tres meses después, durante las vacaciones de Navidad, Yvette y Hans contraían matrimonio en París, en una sencilla ceremonia donde asistieron unos pocos amigos. Luego, la pareja se trasladó de nuevo a Inglaterra donde se instalaron en un casita en la entrada de Dorester. Ambos siguieron con sus trabajos de profesores y la alumnas no tardaron en perdonar a Hans por lo que había hecho sufrir a su profesora preferida. Después de todo, no era tan mal tipo como al principio creían...