6. Volando bajo la lluvia
— ¡Mirad este artículo! Habla sobre Quien-Vosotros-Sabéis.
Hermione acababa de recibir el correo de la mañana y con él un nuevo número de "El Profeta". Hacía un momento que lo había abierto y ahora lo hojeaba curiosa. Ron y Harry estaban con ella sentados en la mesa de Gryffindor casi acabando su desayuno. Harry se extrañó de no ver a Hedwig con las demás lechuzas. Estaba seguro de que no podía tardar, pues esperaba noticias de Sirius. Los tres se sentían en plena forma dispuestos a afrontar su segundo día en Hogwarts y estaban muy animados. Ron pegó un gran sorbo de leche.
— ¿Y qué dice? —preguntó.
— En pocas palabras: ataques incrementados, olas de terror en casi todo el país, muggles desconcertados…El Ministerio ha tenido que hacer montones de hechizos desmemorizantes, pero hacer que una persona olvide la desaparición de un ser querido es dificilísimo.
— ¿Pero, ha matado a alguien? —Harry se alarmó.
— No se sabe con certeza, pero algunas personas han desaparecido de sus domicilios. Entre ellas algunos muggles…y todavía hay gente que no se conciencia de lo terrible de este asunto. Por suerte no tiene aún ni la mitad de poder que tenía cuando desapareció, pero todos estos ataques nos demuestran que esta vez no se andará con reparos. No matará mientras no esté seguro de poder defenderse. Me pregunto qué clase de aliados se habrán unido a él desde el curso pasado.
— Entonces, crees que no ha matado a nadie—dijo Ron medio afirmando medio preguntando.
— Sí, desde luego —Hermione asintió con la cabeza como para reforzar su convicción—. Pero ha hecho bastantes barbaridades. Quizá torturas…
— Déjalo —Harry frunció el ceño—. No quiero hablar de esto.
En ese instante una lechuza rezagada hizo acto de presencia en el gran comedor. Traía una nota cogida a la pata.
— ¡Hedwig!
Harry se levantó para cogerla y desatarle la nota de la pata. Era de Sirius. Ron y Hermione se acercaron para escuchar a Harry mientras la leía en voz alta.
Querido Harry:
¿Cómo estás? Espero de todo corazón que bien. He estado muy preocupado. Las cosas se van complicando en el país. Por favor, permanece en Hogwarts y no hagas ninguna tontería. Sé que te encanta meterte en líos, pero la situación se agrava por momentos. No debemos tentar a la suerte. Y no te preocupes por mí. Estoy con Remus Lupin, no pienso decir dónde, pero créeme que estaré bien. Destruye esta nota en cuanto la leas.
SIRIUS
— ¿De verdad están las cosas tan mal? —se dijo Harry—. Estando en Hogwarts no lo parece.
— Se preocupa por ti, Harry —dijo Hermione— y es normal.
— Le escribiré una nota para tranquilizarlo. Pero más tarde, casi es hora de ir a clase.
Luego, dirigiéndose a Hedwig añadió:
— Venga, vuelve a la lechucería a descansar. Lo necesitas.
Hedwig ululó contenta y salió volando del gran comedor. Harry Ron y Hermione se dirigieron hacia la puerta.
— Por cierto, Harry, ¿no tenías entrenamiento de quiddith esta tarde?
— Sí, y la verdad, ya tenía ganas. Me pregunto si ya tendremos nuevo capitán...
— ¡Oh, no! ¡Clase de pociones no!
Neville Longbotton pareció desesperarse al descubrir que tocaba clase de pociones con los de Slytherin a primera hora de la mañana. Comenzó a temblar de pies a cabeza sólo de pensar en el profesor Snape. Hermione trataba en vano de tranquilizarle asegurándole que se pondría a su lado y le ayudaría sin que Snape se diera cuenta. A Ron no le pareció muy buena idea.
— ¿Y porqué no me ayudas a mí también? ¡Lo necesito igual que él!
— No seas egoísta, Ron. Sabes muy bien que el profesor Snape le tiene manía a Neville porque no es bueno en la asignatura —contestó Hermione con impaciencia.
Todos los alumnos fueron entrando en el aula de pociones que se hallaba en las mazmorras. A todos los Gryffindors aquella habitación les traía malos recuerdos. Harry y Ron se pusieron en la mesa contigua a la de Hermione y Neville que se colocaron en la misma mesa, justo detrás de Dean y Seamus. Harry observó que Draco Malfoy se encontraba en primera fila dispuesto a lucirse, flanqueado por Crabbe y Goyle. Nada más estuvieron sentados, el profesor Snape apareció con una mueca de malhumor en la cara que daba verdadero miedo. Harry pudo ver cómo Neville se estremecía.
— Buenos días, hatajo de inútiles —saludó Snape lanzando una mirada bastante significativa a los Gryffindors—. He podido observar que desde que comenzaron sus clases en Hogwarts han avanzado poco o nada en la materia, exceptuando al señor Malfoy que sin duda tiene un gran talento como mago.
Malfoy sonrió ampliamente y dijo: Gracias profesor. A Harry casi le dio ganas de vomitar.
— De nada —continuó Snape visiblemente complacido—. También me gustaría destacar el papel del señor Potter en mi asignatura, quien año tras año se esfuerza por decepcionarme, tan sólo superado por Longbottom cuyos logros alcanzan la increíble suma negativa de menos mil doscientos puntos. Enhorabuena, señor Longbottom.
Hubo una carcajada general en el sector de Slytherin mientras que los Gryffindorss permanecieron callados y ceñudos. Harry deseó estrangular a Snape, y ya había comenzado a imaginarse una escabrosa escena que tenía algo que ver con un Snape descuartizado, cuando la voz de éste volvió a hacerse oír y no tuvo más remedio que volver a la cruda realidad.
—Viendo ésta deprimente perspectiva, he decidido enderezarlos éste año más que nunca. Ahora mismo van a prepararme una poción anti-frío ¡y más les vale que esté bien hecha si no quieren que empiece a restar puntos! Eso va desde luego por usted, Longbotton.
Dean se atrevió a levantar una mano temblorosa.
— ¿Sí? ¿Qué demonios quiere, Thomas?
— Em…profesor… ¿dónde? … esto…¿de dónde sacamos las instrucciones para hacerla?
Snape puso cara de querer matar a alguien.
— ¿Es usted tonto o qué, Thomas? ¿Para qué cuernos tienen el libro? ¡Cinco puntos menos para Gryffindor por hacerme perder el tiempo con preguntas tontas!
Dean bajó la cabeza azorado y se concentró en la lectura de su libro de pociones. Ron estaba indignado. Le dijo a Harry en voz baja:
— ¿No podría ser un poco más injusto? ¡Siempre nos quita puntos por tonterías!
— Lo sé —se limitó a contestar Harry.
Luego, ambos dejaron de hablar y comenzaron a realizar la tarea que Snape les había puesto. Resultó que la poción anti-frío era mucho más difícil de hacer de lo que todos se imaginaban. Harry comprendió que había querido decir Snape con eso de enderezarlos. Por más que lo intentaba no conseguía extraer el jugo de asmódena de las hojas, exprimió más de diez hojas y sólo consiguió sacar una gota. Y eso que las había calentado antes tal como decía el libro. Ron tenía exactamente el mismo problema, mientras que Herminone se esforzaba por hacer su poción y ayudar a Neville a hacer la suya. El resultado fue que la poción salió igual de mal y para colmo Hermione se quemó en un dedo. Mientras salía para dirigirse a la enfermería oyó la interminable cantinela del profesor Snape:
— ¡Veinte puntos menos para Gryffindor!
— Ese maldito Snape —se quejaba Hermione—… Si no fuera por él, Neville no estaría tan atemorizado y yo no tendría que ayudarle.
Se miró el dedo vendado que le escocía terriblemente. La enfermera Pomfrey había asegurado que se curaría en unos treinta minutos pero que el preparado que había aplicado le escocería durante un buen rato.
— No tendrías que ayudarle —dijo Ron— tú no tienes la culpa de que a él no se le de bien la asignatura.
— ¡Oh, claro! ¡Ahora resulta que no tendría que ayudarle! Pues bien que te hubiera venido a ti, ¿no, Ronald? —Hermione parecía ofendida.
Ron se limitó a murmurar por lo bajo algo que sonó parecido a esto:
— Noqueriadeciresosolo…
— Bueno, dejadlo ya —cortó Harry— tenemos que ir a la clase de defensa contra las artes oscuras. Vamos a llegar tarde.
— ¡Sí! ¡Qué ganas tenía de empezar esa clase! —Hermione pareció recuperar el buen humor de repente—. Venga, moveos o nos restarán puntos por impuntuales.
Hermione tiró apremiante de Harry y de Ron, pero éstos no se movieron sino que se quedaron mirándola extrañados.
— ¿Qué? —dijo ella.
— ¿Por qué te mueres de ganas por ir a esa clase? —preguntó Harry.
— Sí —continuó Ron—. La cara de euforia que has puesto es muy exagerada, incluso para ti.
Hermione se sonrojó un poco, pero trató de disimularlo.
— Por nada en particular —contestó— es que…me encanta esta clase. Quiero estar bien preparada.
Ron y Harry no contestaron pero se lanzaron una recelosa mirada.
Los alumnos de quinto de Gryffindor ya estaban dentro cuando llegaron a clase los tres amigos. El profesor Darkwoolf los estaba esperando dentro del aula, concentrado en la lectura de lo que parecía un tratado de artes oscuras, su mirada tan sosegada y penetrante como el primer día. No se percató de su entrada, pero al verlo, Hermione se puso muy nerviosa. Empezó a soltar una parrafada a toda velocidad sin que hiciera la más mínima falta.
— Perdone, profesor. Venimos de la enfermería y no hemos podido llegar antes, yo les dije a estos dos que se dieran prisa, porque yo quería llegar a tiempo, pero no me hicieron caso y hemos venido corriendo, pero yo no tengo la culpa de que hayamos llegado tarde, de verdad que no, yo…
Harry y Ron la miraron con una expresión que dejaba claramente interpretar sus sentimientos. ¡Pero qué traidora era Hermione a veces! Si es que estaba de un raro…
El profesor Darkwoolf esbozó una amable sonrisa que tenía algo de burlón.
— No te preocupes, Hermione. Ya sé que eres una alumna modelo y que nunca llegarías tarde a una clase por propia voluntad. Pero retrasarse solo un minuto no es tan grave como todo eso. Venga, sentaos en vuestro sitio, que voy a pasar lista.
Hermione se quedó sin habla y se puso más roja todavía. La forma en que el profesor se había dirigido a ella la había dejado estupefacta. ¿Cómo podía saber que era una alumna modelo? Sí que venía bien preparado…Los tres se sentaron en los únicos sitios libres que quedaban. Ron y Harry miraron con extrañeza a Hermione que se había quedado embelesada mirando al profesor. Estaba realmente rara. Enseguida, éste comenzó a pasar lista y Harry agradeció notablemente que no hiciera ningún comentario al pronunciar su nombre. Ni siquiera hubo un leve gesto de reconocimiento, algo que le gustó.
— Bien —comenzó el profesor Darkwoolf una vez hubo terminado—, como todos sabéis ya, mi nombre es Andrew Darkwoolf y este año os daré defensa contra las artes oscuras. Me informé un poco antes de venir a clase y, si es cierto lo que me han dicho, este grupo es uno de los mejores en mi asignatura. Yo mismo analicé las notas de cursos pasados y creo que son francamente buenas. Todos los profesores estuvieron de acuerdo cuando lo comenté…menos uno. ¿O creéis que debo hacer caso al profesor Snape?
Hubo una negación general bastante ruidosa. El profesor sonrió divertido.
— Lo suponía. Bueno, pues creo que podríamos prescindir del libro por hoy y concentrarnos más en un interesante hechizo que, estoy seguro, aprenderéis sin demasiadas dificultades. Eso me permitirá evaluar vuestro nivel. Pero antes habladme un poco de lo que aprendisteis el curso pasado.
Algunos alumnos levantaron la mano, pero la de Hermione se agitaba nerviosa en el aire tratando de llamar la atención del profesor. De haberse atrevido, se habría levantado para asegurarse de que la veía. El profesor Darkwoolf, viendo su anhelo por contestar, le cedió la palabra.
— El año pasado —comenzó Hermione— nos enseñaron las tres maldiciones imperdonables e incluso nos sometieron a los efectos de una de ellas para que la conociéramos mejor. Luego nos enseñaron algunas técnicas de defensa básicas contra ellas, pero que de poco nos servirían frente a un mago realmente poderoso, pienso yo. De todas formas, el profesor Moody…
— Ya, sin duda te refieres al mortífago que se hizo pasar por él—dijo el profesor con gesto de desagrado.
Toda la clase se asombró ante el comentario.
— ¿Sabe lo que pasó el año pasado, profesor? —preguntó Parvati.
— Sí, desde luego que lo sé. El director me puso al corriente de todos los desagradables sucesos que tuvieron lugar el año pasado. De todas formas —prosiguió el profesor dejando de lado el tema— tuvisteis oportunidad de aprender cosas interesantes. Bien, Hermione, gracias por tu amabilidad. Ahora, en vista de que conocéis artes oscuras avanzadas, creo que no tendría sentido seguir el temario al pie de la letra. Además, me gustaría probar algo.
Ante el repentino silencio sepulcral el profesor Darkwoolf volvió a sonreír.
—No os preocupéis, no voy a enseñaros nada que exceda vuestros límites. Os creo capaces de aprender el hechizo que tengo en mente sin problemas.
— ¿De qué hechizo se trata profesor? —preguntó Seamus.
— Paciencia, Seamus, enseguida lo sabrás—respondió el profesor Darkwoolf con calma―. En primer lugar os diré que se llama magice impedimenta y que actúa anulando los poderes de aquel a quien se lo lanzas haciendo que, durante varios minutos, sea incapaz de realizar ningún tipo de magia. Funciona también frente a criaturas mágicas con un poder mágico moderado. Puede parecer complicado en un principio, pero en realidad no es de los más difíciles. Y puedo aseguraros que es realmente útil en las malas situaciones.
El profesor Darkwoolf se llevó la mano al bolsillo y sacó la varita con un movimiento rápido, haciéndola girar en la mano. Sonrió burlón a la clase.
— Eso sí, antes que nada debería enseñaros cómo funciona. ¿Algún voluntario?
Enseguida apareció en el aire la mano de Hermione, pero Ron se le adelantó y fue elegido voluntario. Un poco nervioso se acercó al profesor que le indicó dónde debía colocarse.
— Bien, Ron, debes lanzarme un hechizo, el que quieras —empezó el profesor—, no te preocupes por hacerme daño, el hechizo impedirá que me alcances. Efectuaré magice impedimenta y todos podréis comprobar sus efectos.
Ron, siguiendo las instrucciones del profesor Darkwoolf, lanzó el primer hechizo que le vino a la cabeza.
— ¡Forunculus! —gritó.
Inmediatamente el profesor contrarrestó su ataque. Al principio, todos creyeron que el hechizo no había funcionado, pues no vieron nada. Pero en seguida pudieron comprobar que el forunculus de Ron se había quedado reducido a una triste luz parpadeante en el extremo de su varita. Finalmente explotó en la punta de la varita con un triste y flojucho "plop"y se desintegró sin más. Todos se quedaron asombrados. El magice impedimenta no parecía muy espectacular pero funcionaba muy bien.
— Estupendo, Ron, puedes volver a tu sitio. Te has ganado cinco puntos por tan buena participación —Ron volvió a su sitio bastante orgulloso de sí mismo—. El hechizo te durará unos cinco minutos. No te lo he lanzado muy fuerte para que no te moleste en las clases. Ahora quiero que todos lo practiquéis. Debéis concentraros mucho en la varita del otro de forma que podáis sentir su magia fluir por ésta y lanzarlo en el momento preciso. Justo en el momento preciso, de lo contrario no funcionará. Pronunciad el hechizo alto y claro y procurad poner todo vuestro empeño en su invocación, ya que al principio os costará bastante conseguir que la magia llegue a salir de vuestras varitas. Ahora poneos por parejas y practicad.
Los alumnos comenzaron a elegir sus parejas. Harry se puso con Hermione y Ron se tuvo que poner con Neville a regañadientes. Pronto, toda la clase estuvo dividida en parejas practicando el magice impedimenta. No tardaron mucho en comprobar que éste era uno de los hechizos más difíciles que habían aprendido nunca. Harry no conseguía siquiera sacar una pequeña vibración mágica de la varita y los hechizos que le lanzaba Hermione no dejaban de golpearle.
— ¡Au! ¡Hermione! —protestó Harry—. ¡Ése me ha dolido!, ve con más cuidado ¿vale?
— Perdón —respondió ésta—. No quería lanzarlo tan fuerte.
Ron tampoco conseguía hacer nada, y en uno de los intentos de Neville por lanzar el magice impedimenta, acabó con el bajo de la túnica en llamas.
— Genial —dijo en tono sarcástico—, ahora a ver de qué hermano heredo la túnica nueva.
Ante la evidente contrariedad de Neville, el profesor Darkwoolf se le acercó y le dio una palmada en la espalda con una sonrisa.
—No te preocupes, Neville. Los errores siempre dejan paso al conocimiento. Y del conocimiento nace la perfección.
Neville recuperó las ganas de intentarlo al instante.
Al final de la clase, todos estaban agotados y sudorosos. Tan solo unos pocos habían conseguido notar la magia fluir a través de sus varitas, y Hermione había logrado que los hechizos de Harry dieran petardeos en el aire, pero aparte de eso, nadie lo había conseguido realmente. El profesor Darkwoolf anunció el final de la clase.
— No ha estado nada mal —dijo—. Ya sé que es difícil pero conseguiréis dominarlo en algún tiempo. Seguid practicando.
Los alumnos se despidieron del profesor y fueron saliendo de clase. Estaban muy cansados.
— ¿Qué te ha parecido? —preguntó Ron a Harry mientras salían.
— Me ha gustado. Es un buen profesor, ¿no crees? Me recuerda un poco a Lupin, sobre todo porque ha ayudado bastante al torpe de Neville.
En ese momento Hermione pasó por delante de la mesa del profesor y este la detuvo.
— Oye, Hermione —dijo—. Te he estado observando y creo que has hecho muchos progresos para ser la primera clase, así que voy a otorgar diez puntos a Gryffindor por tu trabajo. Sigue así.
Hermione se puso más roja que nunca y murmuró con la voz entrecortada:
— Gracias, profesor Darkwoolf.
Luego salió a toda pastilla del aula casi atropellando a Ron y a Harry.
— Pero, ¿tú has visto? —dijo Ron mirándola extrañado—. Si que está rara, ¿no?
— Sí, no la había visto así desde que Lockhart…
Harry se paró en seco y se giró hacia Ron que le devolvió una significativa mirada. Varios minutos después todavía estaban riendo a carcajadas.
Una lluvia fina y agradable caía sobre el campo de quidditch dando al ambiente un delicado aroma a tierra mojada. El sol se filtraba a través de las nubes dando lugar a ocasionales arco iris que temblaban en el aire unos segundos y se desvanecían después.
Harry caminaba hundiendo los pies en la hierba húmeda con su magnífica Saeta de Fuego bajo el brazo. Pensó que sería agradable volar bajo la lluvia y agradeció que el cielo hubiera decidido nublarse justo cuando él tenía entrenamiento. En el campo había ya algunos jugadores volando y haciendo piruetas en el aire.
Los hermanos Weasley, que habían permanecido en tierra, le saludaron con la mano cuando se acercó.
— ¡Eh, Harry! ¡No te duermas que vamos a empezar ya! —gritó George aún agitando la mano.
— Hola, chicos —respondió él acercándose—. ¿Qué tal el vuelo?
— Fenomenal—dijo Fred—. Este año volveremos a ganar, ya lo verás.
— ¡Desde luego! —dijo Harry riéndose—. ¡Somos los mejores! Pero escuchad, ¿tenemos algún nuevo jugador?
— Sí, sí que lo tenemos —dijo una voz.
— ¡Angelina! —exclamó Harry dirigiéndose a la que sin duda acababa de hablar—. No te había visto, ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás?
— Muy bien, gracias, pero preguntabas por el nuevo jugador. Es aquel de allá, el que vuela delante de la portería. Se llama Danny Burton, va a cuarto y juega de portero. ¡Y lo hace fenomenal!
Angelina señaló a un chico alto y musculoso que se movía sobre la escoba con gran habilidad. Harry recordaba haberlo visto a veces por los pasillos y se sorprendió de que fuera a cuarto porque era bastante más alto que él.
— Lo eligieron antes de que empezara el curso. La profesora McGonagall hizo unas pruebas para los puestos de capitán y de portero y salió seleccionado —explicó George—. De momento parece que juega bien.
— Sí — continuó Fred— pero ¿a que no sabes quién es el nuevo capitán?
— No —aceptó Harry.
— Soy yo —Angelina dio un paso al frente—. ¿Qué te parece?
— Angelina —Harry se quedó asombrado—. ¿Eres tú el nuevo cap…la nueva capitana?
— Sí —respondió esta encantada— y considero que ya hemos perdido demasiado tiempo. Venga, todos a entrenar.
Los gemelos soltaron un gemido de fastidio.
— Angelina, no empieces como Wood, ¿quieres?
Angelina frunció el ceño con gesto autoritario.
— Mira, Weasley, si quieres perder la copa por mi encantada, pero saldrás del equipo ¿está claro? Ahora todos arriba.
Angelina dio una patada en el suelo y se elevó seguida por todos los demás. Harry se sintió más libre que nunca al notar que sus pies se despegaban del suelo. Esa sensación…cuanto tiempo añorándola. La sensación de subir, y subir, y subir…cada vez más alto. Libre. La lluvia le golpeaba el rostro con una fría caricia, el viento le despeinaba silbando en sus oídos…era maravilloso. ¡Qué ganas tenía de volver a montar sobre su fantástica escoba! Con una rápida carrera se acercó a la portería donde Danny Burton montaba guardia. Éste le saludó con amabilidad y Harry le devolvió el saludo presentándose. Durante un rato, Harry y Danny estuvieron conversando para conocerse hasta que Angelina dio un fuerte soplido a su slilbato y comenzó el entrenamiento. Los cazadores se pasaban la quaffle a velocidad de vértigo tratando de meter algún gol en la portería donde Danny despejaba los tiros con una gran destreza. Harry se sorprendió. Si que era bueno. Seguro que era mucho mejor que el portero de Slytherin. Aquel año tenían que ganar. Los gemelos Weasley trataban de alejar las bludgers de los jugadores golpeándolas con rabia. Qué fuerza tenían. Y Harry…Harry vio la snitch moviéndose unos metros más abajo. Se lanzó en picado en busca de la escurridiza pelota. Era fantástico. Nunca se sentía mejor que cuando vislumbraba la snitch y tenía que lanzarse a por ella. En eso estaba cuando una bludger asesina se abalanzó sobre él. Con una hábil pirueta consiguió esquivarla en el último momento. Fred que se había acercado para golpearla le gritó:
— ¡Muy bien, Harry! ¡Pronto no nos necesitarás!
Harry se rió y continuó su persecución. Consiguió atraparla al cabo de diez minutos de emocionante carrera. Luego la soltó y trató de superar su marca. Tan concentrado estaba en su tarea que no se dio cuenta de que terminaba el entrenamiento. Angelina tuvo que avisarle y Harry apenas reaccionó. ¿Cómo? ¿Ya? No podía ser. Pero el tiempo corría tan rápido cuando jugaba al quiddith…le había jugado una mala pasada.
— ¡Id yendo, chicos! ¡Ya iré yo después!, ¿vale? —gritó Harry que no tenía ganas de bajar de la escoba.
Los demás le dijeron que de acuerdo, pero que no llegara tarde a la cena. Claro que no llegaría tarde. Sólo quería disfrutar un poco más. Se dejó llevar suavemente acompañado por la brisa. Llovía ahora más intensamente que antes, pero él se sentía mejor que nunca. Feliz. Libre. Nunca se sentía así cuando estaba con los Dursley. Pero ahora…no le quitarían su momento de felicidad. Era una sensación indescriptible, alucinante. Una sensación reservada sólo para él. Un momento sólo suyo. Pero Harry no sabía que una figura lo observaba desde el suelo. Que había estado allí todo el rato, mirando expectante su actuación. Que conforme avanzaba el tiempo su rabia, su odio y su ira habían ido creciendo gradualmente. Que cuando terminó el entrenamiento había permanecido en un rincón con los ojos fijos en el cielo, donde volaba una escoba con un jugador ahora solitario, y que su rabia, su odio y su ira eran ahora un torbellino de sensaciones confusas en su cabeza aún no preparada para ellas. Por ello le hervía la sangre en las venas. Por eso se sentía con derecho a odiar y con derecho a ser odiado. Y Harry no lo veía. No podía verlo. No hubiera querido verlo. Se sentía bien y estaba perdido en sus propios pensamientos. Fue entonces cuando notó que algo le golpeaba la parte trasera de la escoba entre un estallido de luz. Y sintió que perdía el equilibrio, que su escoba se descontrolaba y que caía sin remedio. No podía subir, era demasiado tarde, y el suelo se acercaba. Se dio de bruces contra el frío suelo y notó una punzada de dolor en los codos. La Saeta de Fuego cayó detrás de él con un ruido sordo. Y justo antes de que pudiera moverse siquiera, vislumbró, a través del barro de las gafas, una silueta que corría hacia el castillo con el corazón oprimido por el peso de la conciencia.
