17. El león y la serpiente

Harry observó una vez más la escoba voladora antes de salir de la habitación. En la penumbra de la sala, un único rayo de luz que se filtraba por la ventana iluminaba el mango de la saeta de Fuego cuyo barniz lanzaba pequeños destellos. La escoba estaba impoluta, pensó Harry, había hecho un buen trabajo. El bote abierto de cera todavía reposaba sobre el baúl y el paño con el que había untado el producto se hallaba tirado en un rincón, junto a la cama, completamente sucio. Harry examinó la matrícula personal de la escoba y, arrugando la nariz al advertir un poco de polvo sobre el número dos, la frotó con la túnica dejándola limpia de nuevo. Luego, con evidente orgullo, colocó la escoba apoyada contra la pared y recogió el bote de cera metiéndolo en su caja para después recoger el paño sucio y lanzarlo dentro del baúl. Ya estaba. Había terminado.

Lanzando un suspiro, volvió a coger la escoba y se la colocó bajo el brazo. Era hora de ir al campo de quidditch. Salió de la oscura habitación casi con resignación. ¿Como podía explicarse? En ese momento no le apetecía nada entrenar. Quizá fuera por la presión del final de las Navidades, los deberes, la certeza absoluta de que al terminar las vacaciones empezaría lo duro…en todos los sentidos. O también fuera la sensación de que en ese momento no tendría que estar jugando, sino pensando en lo que vendría después, quizá actuando ya, haciendo algo, lo que fuera. Lo que fuera menos jugar. Antes, se dijo con amargura, no estaría tan preocupado. Simplemente bajaría al campo de quidditch y se divertiría gozando de la presencia de sus compañeros de equipo, o incluso de Ron y Hermione, que tantas veces bajaban a observarlo. Se ve que se hacía mayor. Responsable. Estúpidamente responsable. ¿Existía, acaso, forma más estúpida de amargarse la vida? Porque esa responsabilidad no le dejaba ni siquiera divertirse con lo que probablemente era lo único capaz de acallar sus preocupaciones. Qué paradoja. Es posible que su conciencia se estuviera haciendo más exigente conforme crecía, al contrario que la de muchas otras personas. No había más que mirar a Andrew. ¿Acaso podía tener conciencia un hombre como él? Si la tenía, debía de ser tremendamente desgraciado.

Sus propios pensamientos le hicieron sonreír. Lo último que necesitaba era ponerse a filosofar en aquellos momentos deprimentes. La calma tras la tempestad del animado día de Navidad ¿o quizá antes de la tempestad? Bien mirado, las dos opciones eran posibles. Casi como sonámbulo, descendió al vestíbulo y cruzó la puerta de entrada para dirigirse al campo. Esperaba no haberse entretenido demasiado limpiando la escoba, Angelina estaba de los nervios últimamente. Lo del partido contra Slytherin no era cosa de broma, podían jugarse la copa de quidditch de aquel año. Y sólo quedaban cuatro días. Cuatro días para acabar con el partido y casi simultáneamente con las vacaciones. Entonces empezaría la ¿podía llamarse guerra? Bueno, algo así era. De todas formas era una idea nada más. Aún no conocía las intenciones de Dumbledore.

Seguía perdido en sus pensamientos cuando llegó al campo de quidditch. Todavía no habían emprendido el vuelo y Angelina parecía estar dando instrucciones sobre la táctica de entrenamiento. Harry se arrebujó en su capa mientras se acercaba arrastrando los pies sobre la nieve. Al verlo llegar, Angelina pareció algo molesta.

— Por fin apareces —dijo—. Hace diez minutos que hemos empezado. Venga, Harry, que el partido es dentro de nada y tú juegas un rol demasiado importante como para ir por la vida así de tranquilo.

— Lo siento —se excusó Harry—. Tenía que arreglar la escoba un poco.

Fred le dio un codazo a Harry cuando Angelina se dio la vuelta y le susurró al oído:

— Tú, ni caso. Ya sabes lo que opinaba Angelina de las exageraciones de Wood cuando no era capitana. Lo que pasa es que se juega el tipo en este partido. Como es su primer año en ese puesto...

— El primero y el último, que está en séptimo —puntualizó Kattie.

— Bueno, venga —interrumpió Angelina—. Ya va siendo hora de subirse a la escoba. Tenemos que aprovechar esta hora de antes de la cena. ¡Todo el mundo arriba!

Y sin esperar a que se lo repitieran, el equipo montó sobre las escobas y emprendió el vuelo. Como de costumbre, Harry se elevó más alto que los demás para tener una visión más amplia del campo y vislumbrar la snitch con mayor facilidad. Angelina soltó las pelotas desde el campo y siguió a los demás esquivando una bludger vengativa que había intentado derribarla. Por fin, empezaron el entrenamiento.

En realidad, no fue nada del otro mundo. Angelina y las demás cazadoras practicaron la táctica ofensiva que llevaban ensayando desde hacía días. Contra Slytherin, había dicho la capitana, es preciso echar mano de la ofensiva total. Harry sabía muy bien que los Slytherins no eran partidarios de jugar limpio y que tendría que tener los ojos muy abiertos cuando se enfrentara a Malfoy. Los hermanos Weasley, por su parte, estaban decididos a desquitarse en ese partido. No dejarían pasar una sola oportunidad para romperle la nariz a un oponente con las bludgers. Harry observó cómo golpeaban las pelotas.

—No me gustaría estar en el lugar de los Slytherins.

Se relamía de gusto sólo con pensar en un Malfoy acosado por una bludger enloquecida, pero tuvo que dejar los pensamientos sádicos para más tarde y concentrarse en el entrenamiento. Estuvo un rato practicando en la persecución de la snitch y luego ensayó algunos movimientos engañosos. No estaría nada mal que le saliera el amago de Wronsky en el partido. Podía matar de envidia a Malfoy. También practicó el vuelo en zig-zag, por si se daba el caso de tener que esquivar alguna pelota o, por qué no tratándose de Slytherins, algún puñetazo sabiamente dirigido hacia sus gafas.

De todas formas, el entrenamiento se le pasó rápido. Y eso que en un principio no le apetecía nada subirse a la escoba aquella tarde. Angelina anunció el final del entrenamiento y los felicitó por los progresos que habían hecho.

— No está nada mal. Pero que nada mal. Con dos entrenamientos más este partido está ganado.

El equipo estaba bastante optimista. Después de todo, eran los mejores, ¿o no? Descendió al campo y se bajó de la escoba. Le tocaba ayudar a recoger el material. Fred y George se despidieron de él mientras se dirigían a la puerta del castillo. Harry recogió la quaffle y la metió en la caja, deseando acabar cuanto antes. Hacía mucho frío. Estaban a principios de invierno. Las nubes cubrían el cielo por completo y el único vestigio de Sol que quedaba era una fina raya roja sobre el horizonte. El jardín estaba oscuro y los colores grises, apagados. Las aguas del lago se veían negras y debían estar muy frías. Un bonito paisaje invernal, pensó Harry mientras luchaba con una bludger que no se dejaba meter en la caja. Cuando por fin lo consiguió, cerró la caja y se enjugó el sudor de la frente con una manga al punto que se levantaba. Fue entonces cuando alguien le dio unos golpecitos en el hombro.

Harry se giró algo sobresaltado y se encontró frente a frente con Danny. Éste parecía algo cohibido.

— Hola —saludó Harry—. ¿Qué haces por aquí aún? Pensaba que ya te habías ido al castillo.

— Es que… quería pedirte un favor. Una cosa sin importancia —dijo el otro mirándose las puntas de los zapatos.

— Dime —Harry cogió la caja con las pelotas y miró a Danny, expectante.

— ¿Podrías…? ¿Podrías entregarle esto a Ginny Weasley? —Danny alargó la mano y le tendió un papel doblado—. No es más que una nota, pero… bueno, tú la conoces bien, ¿se la darás?

Harry no podía negarse. Cogió el papel que Danny le tendía preguntándose de qué conocía a Ginny y para qué querría entregarle una nota. De todas formas no formuló la pregunta en voz alta. Se despidió de Danny y se dirigió hacia los vestuarios para guardar el material y volver al castillo de una vez. Se estremeció de gusto al pensar en una cena caliente dentro del luminoso Gran Comedor.

— ¿Lo dices en serio? —preguntó Hermione llevándose un trozo de filete a la boca—. ¿Y ella…?

— Está colada por él —Harry no podía dejar de pensar que era una suerte, después de todo—. Si llegas a ver su cara cuando recibió la nota… ni lo preguntarías.

— Entonces… ¿Ginny fue con Danny al baile? —preguntó Ron más para sí mismo que para los demás—. ¿Y por qué no nos lo dijo?

Los otros dos se encogieron de hombros. La verdad era que no la habían visto ni un momento en el Gran Comedor aquella noche. Probablemente habían pasado la fiesta fuera, en el jardín.

— Yo ya lo sabía —dijo una voz.

Los chicos se giraron hacia la voz en cuestión y se encontraron con Ana que desmenuzaba su patata asada con el tenedor.

— La vi un par de veces con él antes del baile. Como vosotros estuvisteis haciendo no sé qué aquellos días no os enterasteis.

— Vaya —dijo Hermione con una sonrisa—. Qué pareja más graciosa, ¿no os parece? Los dos igual de tímidos…es increíble que hayan conseguido ponerse de acuerdo.

— Lo habrán hecho mediante notas. No hay más que verme a mí, haciendo de mensajero entre esos dos. Cuando me pidió que le diera la nota estaba tan rojo que pensé que se había quemado, lo menos —comentó Harry.

— ¿Y por qué no me lo dijo? —protestó Ron—. A fin de cuentas, soy su hermano. Podría haberle ayudado.

— No seas ingenuo, Ron. Ginny no tiene por qué contarte todo lo que hace. Además, probablemente le daba vergüenza —apuntó Hermione blandiendo el cuchillo mientras hablaba, peligrosamente cerca de la nariz de Harry.

Ron miró a su hermana, que estaba sentada varios asientos más allá, con sus compañeros de clase, completamente ajena a la conversación. Danny, que se hallaba cerca de ella, no paraba de lanzarle discretas miradas por encima del vaso. Bueno, Hermione podía tener razón, pero su hermana debería habérselo comentado al menos. A él siempre le había gustado ser cómplice de su hermana en todo y ejercer el papel de hermano mayor, papel, que por otra parte, sólo podía ejercer con ella, la más pequeña. Apartando los ojos de Ginny, decidió cambiar de tema.

— Bueno, Harry, no nos has contado de qué manera va a ganar Gryffindor el próximo partido. ¿Alguna táctica nueva?

— He estado practicando el amago de Wronsky, pero aún no me sale del todo bien.

— ¿Y los demás? —preguntó Hermione.

— Ofensiva total. A por todas, no queremos dar una sola oportunidad a Slytherin.

— ¡Eso, eso, muy bien! —exclamó Ana—. Que se enteren esos engreídos —luego, en un tono casi de súplica añadió: si no ganáis, tendré que admitir delante de Jill y su panda que Malfoy es el mejor y hacerle los deberes de toda una semana.

— Pero, ¿estás loca? —se alarmó Hermione—. ¿Cómo has podido apostar una cosa así?

— ¡Porque si ganáis (que es lo más probable) él tendrá que hacer exactamente lo mismo pero con Harry y mis deberes! Tienes que admitir que es un chollo.

Hermione no dijo nada, obviamente, tenía ideas bastante diferentes sobre lo que supone un chollo. Sin embargo, a Ron la cuestión le parecía muy divertida, claro que comprometía todavía más a Harry si perdían. De todas formas, se dijo, eso es imposible.

— ¿Y si perdemos? ¿Cumplirás la apuesta?

— Claro, una apuesta es una apuesta —dijo la chica.

— De todas formas —añadió Ron haciendo públicos sus pensamientos—. Eso es imposible.

Krysta miraba el objeto con fascinación. Con los codos apoyados en la mesa, no apartaba la mirada del mismo punto. La serpiente, con su eterna mirada amenazante, le traía a la memoria los más recónditos recuerdos, que eran, a la vez, los más amargos. La piedra, con sus destellos verdosos parecía devolverle la mirada y la chica creía adivinar, oculto en el misterio de la joya, un pozo de maldad, de terrorífico poder que tanto podía hacer. Bueno o malo.

La expresión deprimida de la niña no pasó inadvertida a su tío, que la miraba sin emoción aparente.

— Puedes usarla para lo que quieras —le dijo él, despacio, midiendo cada palabra con cuidado—. Tienes ese don. Aprovéchalo.

La chica se apartó de la mesa, sobre la que reposaba la piedra, casi con miedo.

— No quiero usarla para nada. Nunca más —dijo—. Es demasiado para mí. Me da miedo.

Andrew Darkwoolf entrecerró los ojos sin apartarlos ni un segundo de su sobrina. Meditando.

— Es natural —respondió, apaciguador—. Pero piensa que tú puedes controlarla. Ella no tiene por qué dominarte. Mientras la tengas, puedes hacer lo que quieras.

— No —dijo Krysta mirando con respeto el objeto—. Creo que tiene algo oculto. Algo…maligno. No, no quiero usarla para nada. Repito que es demasiado para mí.

Andrew se levantó suspirando y se acercó a la ventana de su despacho con expresión meditabunda. Miró hacia afuera reflexionando. Sabía que ella no tenía ningún motivo para querer usar la piedra de nuevo y todos los motivos del mundo para odiarla. Pero era la única capaz de usarla bien. La única capaz de enseñarle. Y ni siquiera sabía por qué. Tenía que convencerla. Removiendo la herida incluso, si era necesario. Sonrió.

— Krysta, quería pedirte un favor. Quería que me enseñaras a usar esa piedra. Tú…tienes un don maravilloso —el hombre se dio la vuelta con expresión amable, mostrando su admiración—. ¿Sabes que ni siquiera Salazar Slytherin fue capaz de dominar su poder? ¿Sabes que eres, probablemente, la única en el mundo capaz de hacerlo?

Krysta miró al suelo embarazada. No sabía para qué quería su tío aprender a usar ese poder extraño y peligroso.

— Pero, tío… ¿para qué? Yo no necesito para nada ese don. No lo quiero. ¿De qué me sirve? ¿De qué te sirve a ti?

Andrew se sonrió de nuevo. ¿De qué le servía a él? La cría era demasiado inocente. De todas formas, sabía que a ella también le podía servir para algo. Sí, la herida…

— Krysta —empezó Andrew, nostálgico—, llevo cinco años implorando poder viajar en el tiempo, aunque sabía que eso era imposible, que nunca dejaría de ser más que un sueño. Cuando Harry me mostró aquella piedra, hace apenas dos semanas, no podía creer en lo que veía. Mi sueño se hacía realidad de la forma más inesperada. Pero descubrir que ese poder estaba lejos de mi alcance me desanimó. Y cuando ya no veía salida posible, por una feliz casualidad, llegamos al futuro y te encontré. Tú me mostraste lo que eras capaz de hacer. Y entonces me sentí feliz. ¿Y sabes por qué? Por que me dije: ella no murió tras el fatídico accidente. Ahora tengo una aliada. Ella me ayudará a regresar al pasado y evitarlo. Evitar la muerte de mi hermano.

Krysta alzó la cabeza como herida por un rayo. Se había puesto pálida. Miraba a su tío sintiéndose como en otra dimensión. Mareada, dolida y, a la vez, llena de esperanza.

— ¿Se puede…se puede hacer eso? —susurró más que dijo la niña, con un hilillo de voz.

— Se puede si es por una buena causa. ¿No habías pensado en ello? Los dos juntos podemos volver y solucionarlo. Podríamos lograr que aquella horrible tarde nunca llegara a existir.

Krysta meditó las palabras de su tío. De pronto, sentía que la esperanza la colmaba por dentro. Pero no era momento para hacerse ilusiones. Las palabras de su tío le sonaban un poco a cuento de hadas. Todavía.

— Eso...eso suena muy bien —dijo la chica todavía algo recelosa e incrédula—. ¿Seríamos capaces de... de hacer algo así?

— Te lo garantizo —respondió el otro devolviendo una de sus mejores sonrisas, capaces de atrapar incluso al más desconfiado—. Cuando toda esta horrible historia del Señor Tenebroso termine, lo haremos. Tú me enseñarás a usarla y los dos juntos viajaremos al pasado. Y los dos, veremos cumplido nuestro sueño que, a fin de cuentas, es el mismo.

Sí, el mismo sueño. La niña se imaginó hablando con sus padres, estaban ahí, los tres juntos, como si nada hubiera pasado. La historia cambiada para siempre. Entonces, decidió confiar. ¿Qué otra cosa podía hacer? Ésa era su última esperanza. Con la sonrisa en la cara, Krysta se acercó a su tío y le dio un abrazo. Un abrazo lleno de ilusión, de felicidad. Luego, se separó de él y cogiendo la piedra dijo:

— ¡Decidido! Cuando todo esto acabe... —la chica adquirió una expresión soñadora— voy a devolverle la piedra a Harry. Nos vemos luego, ¿vale tío?

Andrew asintió con la cabeza y la vio salir de la estancia. Luego, se sentó en la silla y se recostó contra el respaldo. Todavía sonreía, pero su sonrisa se había vuelto siniestra.

— Cuando todo esto acabe… —rio entre dientes—. Cuando todo esto acabe, no habrá ningún mago capaz de ponerse a mi altura. Yo no cometeré los mismos errores que ese fantoche de Voldemort.

Luego alzó la vista, mirando hacia un cielo que se apartaba de su vista cubierto por el techo, tiñendo su sonrisa de una profunda melancolía.

— Perdóname, William. Tienes una hija muy ingenua.

Las gradas estaban llenas a rebosar. Un griterío de gente colmaba el estadio de quidditch del colegio. Los Gryffindor y los Slytherin, como de costumbre, se gritaban toda clase de insultos de un lado a otro del campo sin hacer demasiado caso a los profesores, que por otra parte, no tenían ningunas ganas de meterse en medio del barullo reinante. Los Hufflepuff y los Ravenclaw no prestaban demasiada atención a la discusión y pasaban el rato de espera charlando con sus amigos y haciendo lo posible por calentarse en aquel estadio cubierto de nieve. Todo el colegio estaba allí. Rara vez faltaba alguien a un partido de quidditch y menos, a uno tan decisivo como aquel.

Ron se cubría la cara con la mano, a modo de visera, mientras observaba el campo vacío y se arrebujaba dentro de su capa para combatir el frío. Hermione, Krysta, Ana, Ginny y Neville estaban sentados con él. Ana parecía muy excitada. Tan sólo de imaginarse a Jill haciendo sus deberes de toda una semana se le hacía la boca agua. Porque ganarían, de eso estaba segura, aunque por el momento, se contentaba con poner verde a Malfoy. Krysta, por su parte, nunca había visto un partido de quidditch escolar ni a Harry montando sobre su escoba. Decían que era muy bueno, pero claro, cualquier Slytherin le iba a decir todo lo contrario, así que prefería juzgar por si misma. Al lado de Krysta, Neville comentaba con Hermione las últimas dudas que le habían surgido en pociones, haciendo caso omiso del campo y de todo lo demás. Parecía tremendamente sofocado de pensar tan solo en que se acababan las vacaciones y él no había terminado aún los deberes que le había puesto el profesor Snape.

— ¡Lo hace adrede! —exclamaba medio indignado medio desesperado—. ¡Si es que es demasiado para mí! Y como sabe que soy muy torpe, me lo pone más difícil que a nadie.

— Bueno, bueno, no te preocupes. Después del partido lo solucionamos, ¿vale? Olvídate ahora de eso —trataba de calmarlo Hermione.

Neville asintió con pinta de estar congestionado y se dio la vuelta para mirar hacia las gradas de los profesores dónde Snape observaba el campo con una mueca desagradable. En ese momento, una voz fría y desafiante interrumpió la perorata que Ana estaba soltando sobre los defectos de Malfoy y las virtudes de Harry.

— Espero que seas mejor en transformaciones que en hacer apuestas, niñata.

Ana se dio la vuelta para mirar al dueño de la voz, que desde luego, era Jill.

— ¿Por qué lo dices, imbécil? —respondió Ana mirando al niño con cara de vinagre.

— Porque no quisiera encontrarme con una mala nota después de que tú hagas mis deberes. Tengo buena reputación en esa clase —replicó Jill con sorna.

— Pues nadie lo diría. Espero que ya hayas aprendido a transformar piedras en rata como Dios manda —observó Ana haciendo alusión al enfrentamiento que habían tenido a principios de curso.

— Descuida, es algo que ya domino bastante bien... al contrario que tu novio Potter con el quidditch.

Ana se puso de pie al instante y se plantó delante de Jill con cara de monstruo devorador de niños bocazas.

— Después de este partido, Jill, tendrás que cerrar ese maldito buzón que tienes por boca y tragarte tus palabras. Malfoy es un negado para el quidditch, y no tendrás que esperar mucho para comprobarlo.

Diciendo esto, retomó su asiento junto a Ginny y se puso a hablar con ella sin prestar la más mínima atención al irritado Jill, que se marchó de allí para sentarse de nuevo con su amigo Liam.

No pasó mucho rato hasta que la voz de Lee Jordan se hizo oír por encima del ruido del campo anunciando a los dos equipos.

— ¡Ese Lee! —gritaron los gemelos Weasley saludando a su amigo desde la puerta abierta de los vestuarios.

Devolviendo el saludo, Lee anunció la salida al campo del equipo Slytherin, que fue calurosamente acogido por su casa y bastante más fríamente por parte de las demás. Luego, de forma mucho más teatral y pomposa, anunció la salida del equipo Gryffindor.

Mientras la gente se ponía a gritar y silbar, Ron se fijó en su hermana pequeña, que no apartaba la mirada, anhelante, del campo, y que se puso a aplaudir mucho más fuerte cuando Danny hizo acto de presencia. Sus dos ídolos estaban allí, en el mismo equipo. Uno, de toda la vida, el otro, recién adquirido. Era lógico pensar que la niña estaba encantada en aquellos momentos.

" Completamente colada" —pensó Ron con una sonrisa—. "Espero que Danny no reciba una postal como la de Harry en segundo".

Los jugadores bajaron al campo y apoyaron los pies en la hierba sentados a horcajadas sobre las escobas. Inmediatamente, los capitanes de ambos equipos se dirigieron al centro del campo, dónde les estaba esperando el árbitro (¡¿Andrew?! —se decía Harry en esos momentos—. Genial, no podían encontrar un árbitro más honrado, justo y amante del juego limpio. ¿Dónde se había metido la señora Hooch?) para que se dieran las manos. Ambos lo hicieron, apretando las manos un poco más de lo que convenía y torciendo la sonrisa bastante más de lo habitual.

A un toque del silbato, los dos equipos se elevaron dando una fuerte patada en la nieve. Harry vio como Andrew también se elevaba y, sin apartar la mirada del campo por si se le lanzaba encima alguna bludger desaprensiva o lograba distinguir la snitch, pasó volando por el lugar donde Andrew montaba guardia. Éste notó que Harry se acercaba y le dedicó una mirada fría.

— ¿Se puede saber qué haces aquí? —le espetó Harry olvidándose por un momento del partido por impensable que pudiera parecer.

— ¿No te alegras de verme, Harry? —replicó Andrew irónico—. La señora Hooch estaba indispuesta, ha pedido un sustituto y, ¿sabes? Resulta que no me defiendo del todo mal con la escoba.

— Como se te ocurra hacer algo desagradable... —empezó Harry procurando que su voz sonara lo más amenazante posible.

— Tengo curiosidad por saber qué me harías, pero no soy de los que actúan con público. De todas formas, yo de ti me olvidaría de mis prejuicios contra el árbitro y saldría detrás del señor Malfoy. Parece que no es tan torpe como buscador de lo que se cree.

Harry se dio la vuelta sobresaltado y pudo distinguir una mancha con túnica verde y pelo rubio que salía zumbada volando detrás de un puntito dorado. Con el corazón en un puño y el griterío de las masas resonándole en el oído, salió detrás de Malfoy pegando su cuerpo al mango de la escoba y acelerando todo lo posible. ¿Cómo era posible que Malfoy hubiera vislumbrado la snitch tan pronto? Si la cogía cualquiera de los dos, sería un nuevo récord de velocidad en cuestión de búsqueda. Por suerte, no tardó en dar alcance a su archienemigo (para algo tenía una Saeta de Fuego) y colocarse a su lado, codo contra codo.

— ¡Qué, Potter! ¿Ya de vuelta? ¿Has dejado el soborno al árbitro para más tarde?—exclamó el buscador Slytherin.

— ¡Púdrete, Malfoy! —respondió Harry sin apartar la mirada de la snitch.

— Aunque no creo que necesites esa clase de cosas. Tu querido amigo Darkwoolf seguro que te hará un favor y ayudará a tu equipo. Lo necesitáis, dais verdadera pena —continuó el otro, que parecía más inclinado a insultar a Harry que a cazar la snitch.

— Te puedo asegurar, Malfoy, que Andrew Darkwoolf no es mi "querido amigo" —respondió Harry con una media sonrisa.

Malfoy no tuvo tiempo de contestar, porque en ese momento, una bludger desviada por George pasó entre los dos como una exhalación, haciendo que estuvieran a punto de perder el equilibrio y causando la desaparición de la snitch. Harry se separó inmediatamente de Malfoy al advertir la ausencia de la pequeña pelota y se elevó para intentar divisarla de nuevo. La voz de Lee Jordan inundaba todo el estadio.

— ¡Qué lástima! La snitch ha desaparecido de nuevo entre los jugadores. Los dos buscadores se separan para buscarla otra vez mientras Alicia se interna en terreno Slythrin con la quaffle. Montague le sale al paso y…¡uyyyyyyyyyyyy!¡ Slytherin se hace con la pelota! Montague pasa a Warrington… ¡bonito lanzamiento, Fred! Warrington pierde la quaffle por culpa de la bludger enviada por Weasley, Kattie la intercepta y regresa al centro donde pasa a Angelina... ¡Cuidado, por detrás! Demasiado tarde, Edelwyn se hace con la quaffle. Slytherin regresa al ataque. Bonito vuelo rasante de Edelwyn, Alicia se acerca peligrosamente por la banda derecha y… ¡ZAS! Una bludger enviada por Derrick la obliga a apartarse. Edelwyn sigue acercándose, el portero Gryffindor le sale al paso, trata de interceptarlo, Edenwyn lanza y …¡goooooooooooooooooool! ¡Diez a cero a favor de Slytherin!

Las gradas Slytherin comenzaron a aplaudir con énfasis mientras Harry seguía buscando la snitch. De pronto, notó que alguien le golpeaba en el brazo, haciendo que estuviera a punto de caer. Warrington, el nuevo capitán Slytherin había pasado como una exhalación junto a él y le había empujado expresamente, sin duda. Harry le dedicó una mirada envenenada y se alejó de allí. Los Slytherin no dejarían pasar una sola oportunidad de hacer que los Gryffindor se quedaran sin buscador.

— ¡Se reanuda el juego! —anunció Lee—. Burton pasa a Johnson, que se interna de nuevo en el campo seguida muy de cerca por Montague. Parece que Angelina le gana terreno... ¡Eh, agáchate, una bludger!

Tal como anunció Lee Jordan, una bludger lanzada por Bole, un golpeador Slytherin, pasó rasgando el aire junto a Montague y golpeó a Angelina en la espalda haciendo que perdiera la quaffle. La capitana se quedó aturdida durante varios segundos y después salió detrás de Montague, que se había hecho con la pelota.

— ¡Ahí vuelve Angelina! —continuó Jordan—. Parece furiosa, esta vez te vas a enterar, Montague. Precioso looping por parte del cazador Slytherin, pero no ha sido suficiente. Angelina logra hacerse con la quaffle tras realizar un logrado movimiento de engaño que ha dejado a Montague con dos palmos de narices…

Jordan se aclaró la garganta tras advertir la mirada ceñuda que le dirigía la profesora McGonagall. Luego continuó.

— Angelina pasa a Kattie, de Kattie para Alicia, Warrington se acerca peligrosamente, Alicia centra de nuevo hacia Kattie... ¡Así se hace George! Gracias al golpeador Gryffindor, Kattie se salva de perder la quaffle y la nariz. Prosigue su avance. Edelwyn le sale al paso, ¡eso sí que es un quiebro, sí señor! Kattie todavía en posesión de la quaffle. Pasa a Angelina, Angelina para Alicia y… ¡EH! ¡ESO HA SIDO JUEGO SUCIO!

Harry vio como Edelwyn, el nuevo jugador Slytherin se acercaba a Alicia y le propinaba un soberano empujón dándole con el codo en el costado. Alicia se sujetaba la parte magullada con cara de dolor. Harry miró a Andrew, que pitó falta y penalti a favor de Gryffindor.

Angelina fue la encargada de lanzar el penalti, que se metió de lleno asegurando el empate. El partido siguió su curso. Pasaron cerca de quince minutos, y Harry seguía sin ver la snitch. El contador estaba cincuenta a treinta a favor de Gryffindor. Era un buen momento para coger la snitch, pero esta no aparecía. Se fijó en Malfoy, que volaba unos metros por encima de su cabeza, aparentemente tranquilo. Parecía estar al acecho por si Harry decidía moverse. Harry advirtió que no paraba de lanzarle miradas de soslayo con expresión atenta. ¿Y si probara…? Sin duda, aquella era una ocasión única, y le daría como poco, tiempo para buscar la snitch con tranquilidad. Sí, ¿por qué no? Venga, tenía que arriesgarse.

Pegando el cuerpo a la escoba lo más que pudo, Harry se inclinó hacia el suelo y salió zumbado en dirección a un punto varios metros más abajo. Malfoy advirtió de inmediato los movimientos de Harry y no tardó en seguirlo tan rápidamente como pudo. El público empezó a gritar excitado en cuanto los dos buscadores iniciaron el movimiento. Harry llevaba un poco de ventaja a Malfoy, y el suelo se acercaba peligrosamente. Unos pocos metros más y ambos se estrellarían. Era el momento. Con una hábil pirueta, Harry trató de frenar la velocidad de su escoba, que estaba muy cerca de transformarse en astillas. Finalmente logró frenarla cuando sólo quedaban unos centímetros para tocar la hierba. Por su parte, Malfoy no tuvo tanta suerte. El repentino frenazo de Harry le cogió por sorpresa. Trató de imitarlo pero demasiado tarde. El buscador Slytherin se estrelló contra el suelo. Con una sonrisa de triunfo, Harry se elevó nuevamente acompañado por los clamores de la asombrada multitud.

— ¡Increíble! ¡Ha sido increíble! —exclamaba lee Jordan—. ¡El amago de Wronsky! ¡El pequeño buscador Gryffindor ha conseguido realizar el amago de Wronsky! ¡HURRA POR POTTER!.

Desde las gradas, Ron, Hermione, Ginny, Neville, Krysta y Ana exclamaban su nombre con vehemencia. La profesora McGonagall aplaudía excitada y los demás Gryffindors habían estallado en hurras y vítores. Pocas veces se había visto el amago de Wronsky en un partido escolar. Harry vio como Malfoy se ponía en pie con dificultad y se sacudía la nieve de la túnica. Estaba, como cabe esperar, tremendamente malhumorado. Haciendo caso omiso de la enfermera Pomfrey que se acercaba hacia él con el botiquín, volvió a montar en la escoba y emprendió el vuelo con la cara encendida.

— ¡Cubridme a ese condenado buscador! —exclamó Warrington señalando a Harry con furia.

Montague, el cazador Slytherin, no tardó en colocarse junto a Harry dispuesto a cumplir el mandato de su capitán.

— Ya basta de jueguecitos, Potter —dijo con evidente impaciencia—. No te vamos a dar más oportunidades de lucirte.

— Como quieras —respondió Harry—. Trata de seguirme, entonces.

Y tras decir esto, se lanzó como una flecha a través del campo. Montague reaccionó lo bastante rápido como para seguirlo de cerca. Harry se elevó y bajó en picado después haciendo un vuelo rasante. Consiguió esquivar un bludger enviada por Derrick de pura potra, con la esperanza de que le diera a Montague en todas las narices, pero el otro fue lo bastante rápido como para esquivarla. No era tan torpe como Harry había creído, pero él llevaba una saeta de fuego y era mucho más ligero por constitución. Tenía que ganar terreno a Montague tarde o temprano. Tras unas cuantas piruetas y loopings, logró dejar a Montague bastante atrasado, sin embargo, no pudo celebrarlo durante mucho tiempo, porque justo en ese momento, distinguió una mancha verde que se lanzaba como una exhalación a través del campo. Era Malfoy. Había visto la snitch, no era ningún amago, y por culpa de Montague le llevaba mucha ventaja.

Aún no estaba todo perdido. Harry era muy bueno como buscador y su escoba era la más rápida del mercado. Sin esperar un segundo, salió detrás de Malfoy acelerando todo lo que la escoba daba de sí. A punto estuvo de llevarse por delante a la pobre Kattie, pero no se paró a pedir perdón. Si Malfoy lograba coger la snitch perderían el partido inevitablemente y puede que también la copa de quidditch. Notó como una bludger pasaba junto a su cabeza rozándole la mejilla y dio gracias al cielo porque Bole no tuviera muy buena puntería. Malditos Slytherins... no lo pararían con sus trucos sucios. Malfoy todavía le sacaba algo de ventaja, pero no lograba cazar la escurridiza snitch. Con un último acelerón, Harry logró colocarse al lado de su adversario que tan sólo le sacaba unos centímetros de ventaja. Malfoy le dedicó una mirada rápida y después, al tiempo que giraba la vista hacia la snitch, viró hacia un lado y propinó a Harry un buen empujón que lo retrasó varios centímetros. Furioso, Harry se inclinó cuanto pudo mirando hacia la snitch, que bajaba cada vez más acercándose al campo cubierto de nieve. Logró alcanzar de nuevo a Malfoy cuando éste ya alargaba el brazo para coger la pelota, pero con un rápido movimiento, Harry logró cruzarse delante de él y hacer que la perdiera de nuevo. Ahora era Harry el que estaba adelantado. La snitch les había sacado ventaja de nuevo volando a gran velocidad en dirección al suelo.

Mientras volaba, Harry era completamente ajeno al griterío que se había formado en el campo debido a la encarnizada lucha entre los dos jugadores. Lee Jordan había dejado de comentar el partido y se dedicaba a describir cada uno de los movimientos de los buscadores, que eran seguidos con atención incluso por los demás jugadores. Ron y los demás amigos de Harry aguantaban la respiración. Ana estaba paralizada de puro nerviosismo y excitación.

—"Venga, Harry —pensaba—." "Tienes que cogerla, venga que ya es tuya, ¡venga!

Harry había ido ganando terreno a la snitch. Malfoy seguía un poco atrasado y se esforzaba en vano por dar alcance a Harry y su velocísima escoba. La snitch seguía acercándose al suelo, y Harry detrás de ella, en un vuelo que parecía eterno. Pero la pelota estaba cada vez más cerca de la mano extendida de Harry. Unos centímetros más... sólo unos pocos centímetros más...Harry aceleró todavía más y sonrió de triunfo cuando sus dedos sintieron el frío contacto de la pelota. Ya iba a cerrar el puño en torno a ella, cuando sintió una tremenda sacudida que le invadía todo el cuerpo. Apenas comprendía lo que pasaba, cuando sintió que su escoba se paraba en seco detenida por algo contra lo que había chocado. Se vio saliendo disparado del mango y rodando por la gélida nieve que cubría el campo. Había calculado mal. Se había estrellado contra el suelo. Demasiada velocidad.

Harry se incorporó al cabo de unos segundos de aturdimiento y separó la cara de la nieve en la cual se había enterrado. Se apartó el hielo hiriente de las mejillas y los cristales de las gafas mientras se daba la vuelta para sentarse en el suelo. Miró su escoba, cubierta de nieve en el suelo y refunfuñando por su mala suerte intentó levantarse para recogerla. Pero en ese mismo instante, se le ocurrió mirar hacia arriba. Sintió como si le hubieran arrancado los pulmones. Porque allí, apenas unos metros por encima de su cabeza, la snitch le devolvía brillantes destellos reflejando la luz del Sol desde el apretado puño de Malfoy. El estadio, (o por lo menos esa fue la impresión que tuvo Harry) pareció sumirse en un pesado silencio de expectación y sorpresa. Un silencio que se aplastó contra el asombrado Harry incapaz por completo de moverse. Ajeno a cuanto le rodeaba, sólo era capaz de fijar su atención en una imagen, que era lo único para lo que vivía en aquel momento. Draco Malfoy sosteniendo la snitch en su puño alzado y sonriendo triunfante. Pasó un segundo, dos, tres... y se oyó una explosión de vítores que inundaban las gradas de Slytherin. Los jugadores del equipo Slytherin se acercaron a Malfoy y empezaron a alabarle y gritar su nombre con entusiasmo mientras, desde las gradas, algunos Slytherins abucheaban y lanzaban burlas a Harry. Lee Jordan se había quedado sin habla. Apenas se oyó su voz cuando consiguió articular:

— Dr...Draco Malfoy ha cogido la snitch. El resultado es...cin-ciento noventa a ochenta a favor de Slytherin. El equipo Slytherin es el ganador.

Ron, Hermione, Ginny, Krysta y Neville no podían dar crédito a lo que veían. Ni ellos, ni cualquier Gryffindor. Ana estaba que se subía por las paredes. ¡Aquello no podía ser! ¡Harry era el mejor! ¡Siempre lo había sido! A punto estaba de salir corriendo para preguntarle a Harry qué le había pasado cuando alguien la cogió del brazo y la detuvo. La niña se dio la vuelta para encontrarse frente a frente con el sonriente rostro de Jill.

— Bueno, bueno... —dijo éste—. Tenías razón en lo de que había un negado entre los dos buscadores, sólo que no acertaste quién. Por cierto, ¿Qué tal llevas lo de hacer redacciones? El profesor Binns nos pidió una sobre la Revuelta de los Duendes para vacaciones y me he quedado estancado. Por suerte, tú te encargarás de terminarla, ¿no?

— ¡Ni de coña! ¿Para mañana? ¡Tú estás loco! —exclamó Ana con cabreo.

— Eres muy mala perdedora. Tan cría que ni siquiera eres capaz de cumplir una apuesta. ¿Y tú eres una Gryffindor, la casa de la valentía? ¡Te deben de haber elegido a dedo!

Ana se puso colorada y chilló con furia:

— ¡Muy bien, tendrás tu puñetera redacción! —y se dio la vuelta para largarse de allí a todo correr.

Por su parte, Harry todavía no se podía creer lo que había pasado. Casi había cogido la snitch. Un solo segundo habría bastado, sólo un miserable segundo y el partido habría sido suyo. Maldita sea. Todo por un fallo de cálculo. Demasiada velocidad... había ganado mucha ventaja a Malfoy gracias a la imponente velocidad de su escoba, pero a la vez, eso lo había perdido. No se había dado cuenta de que el suelo se acercaba, y entonces... al ver que chocaba, Malfoy había reducido la velocidad y se había echo con la snitch. Sin duda, su escoba era más lenta y menos precisa, pero a la vez era más fácil calcular distancias con ella en carrera rápida. Y su antagonista había cogido la snitch. Había perdido contra Draco Malfoy.

— ¡Mierda! —exclamó.

E incapaz de contener su furia, lanzó la Saeta de Fuego contra la fría nieve ante las miradas atónitas y entristecidas de sus compañeros de equipo.