33. Conflicto sobre la escoba

Harry frunció el ceño, intrigado. Ana, frente a él, sonreía encantada con su hallazgo. Ron miró el reloj, impaciente.

— Eh, no sé si os habréis fijado, pero está a punto de empezar la clase. Como no nos demos prisa, llegaremos tarde —avisó.

— Es verdad, Ana, dilo de una vez, que tenemos prisa —apremió Harry, echándose a un lado para que la niña lo soltara.

Ana asintió y comenzó su explicación, con énfasis.

— Mirad, me he dado cuenta de una cosa... ¿cuándo te ataca siempre el extraño bromista? ¡Al acabar los partidos de quidditch! ¿No es así?

Harry meditó un momento y al final asintió, sorprendido. Era verdad, ni se había fijado.

— Bien, ¿y qué? —repuso Hermione, fastidiada por el retraso—. Eso no quiere decir nada. Mira, en el partido contra Slytherin nadie le molestó.

— Ya, pero eso es otra pista. Sólo ataca cuando Harry gana al quidditch —explicó Ana, cada vez más emocionada—. Contra Slytherin perdió, si te fijas.

— Es decir, que un graciosillo se mete en mi habitación por las noches para molestarme, cuando juego al quidditch y gano. No tiene mucho sentido. ¿A qué Gryffindor podría molestarle el que yo gane? ¿Qué Gryffindor se alegraría de que me hubiera ganado Slytherin? Es completamente absurdo —dijo Harry, cada vez más perdido.

— Pero es que no tiene por qué ser un Gryffindor. Si eres lo suficiente espabilado, puedes descubrir la ubicación de las demás salas comunes y sus contraseñas. Podría ser cualquiera... aunque lo más lógico es que sea un Slytherin —explicó Ana, pacientemente—. De todas maneras, lo que yo quería decir no es eso, estas pistas no nos llevarán a ninguna parte. Lo que yo quería decir es que sé cómo podemos coger in fraganti al graciosillo este.

Harry abrió mucho los ojos un momento, pero luego movió la cabeza, desanimado.

— Sé lo que vas a decir, y es imposible —afirmó—. Sugieres que gane el próximo partido para poder esperarlo y darle su merecido, ¿no es eso?

Ana se sorprendió.

— ¡Es exactamente eso! ¿Pero... por qué dices que no es posible?

— Pues porque no va a haber un próximo partido. En estos momentos, Gryffindor y Slytherin vamos empatados gracias a nuestra aplastante victoria contra Hufflepuff de ayer. Pero pasado mañana Slytherin juega contra Hufflepuff y, si gana, lo que sucederá con toda seguridad, habrá ganado también la copa este año —explicó Harry, bastante molesto.

Ana pareció entristecerse un momento, pero luego recuperó la esperanza.

— Pero, ¿y si Slytherin perdiera? —preguntó, anhelante—. ¿No se jugaría un desempate?

— Sí, supongo... creo que eso es lo que se hace. Pero es imposible, los Hufflepuff han empeorado mucho desde... bueno, desde que Cedric no está —replicó Harry, melancólico.

Ana asintió, en silencio. Luego se encogió de hombros.

— En fin, yo he expuesto mi idea. A lo mejor hay suerte —dijo.

— Sí, sí, pero... ¡ah! ¡Que hace medio minuto que ha empezado la clase! —chilló Hermione, como loca—. ¡Vamos! ¡No os quedéis ahí!

Hermione echó a correr y Ron la imitó estirando de Harry.

— Bueno, Ana, ya nos vem... ¡ey! ¡Que me haces daño! —trató de despedirse Harry mientras Ron lo arrastraba bruscamente.

— ¡Hasta luego!

Ana le gritó el saludo, y acto seguido salió corriendo hacia su propia clase, en dirección contraria.

Harry se hallaba repantigado en un sillón de la sala común, al lado de una ventana, enfrascado en la lectura del libro de historia de la magia, sacando apuntes para la clase del día siguiente. Estaba completamente solo. Desde la ventana se escuchaban las voces de los alumnos del resto del colegio, vociferando cosas que no llegaba a entender. Venían desde el campo de quidditch. Hacía cinco minutos que Slytherin y Hufflepuff disputaban el último partido de la temporada y Harry no había tenido ningunas ganas de asistir. Aparte de que tenía que acabar los deberes de historia de la magia, no le apetecía ver cómo Malfoy ganaba la copa de quidditch y se lo echaba en cara. Y le daba igual quedar como un mal perdedor. No le iba a dar ese gusto a Draco Malfoy ni muerto.

Estuvo allí unos diez minutos más, trabajando, y no había siquiera acabado los deberes cuando escuchó voces cerca de la entrada. Se giró al tiempo de ver como Ana y algún otro alumno de primero incurrían en la sala. ¿Qué hacían allí tan pronto? Era imposible que el partido hubiera durado tan poco. Harry se lo iba a preguntar, pero decidió no hacerlo, ya que Ana se le acercó, cabizbaja y arrastrando los pies. Se le plantó delante, y parecía muy deprimida. Al verla tan rara, Harry decidió tomar la iniciativa.

— Ana, ¿pasa algo? —preguntó.

Ella se revolvió incómoda.

— Harry... es que... el partido ha terminado —dijo ella, despacio.

Harry apartó el libro que sostenía y se acercó un poco.

— ¿Ya? —dijo, extrañado. ¿Sólo había durado un cuarto de hora, quizá menos? Sí que se había dado prisa Slytherin en ganar.

Ana asintió con la cabeza, todavía tristona. Harry se decidió a hacer la pregunta, aunque ya conocía la respuesta.

— Y bueno... ¿Qué tal? ¿Cómo han quedado?

Ana miró a Harry, triste.

— Pues... —de repente, su semblante cambió completamente y una sonrisa maliciosa se dibujó en sus facciones—. ¡Slytherin ha perdido sin marcar un solo tanto!

Harry no reaccionó al instante. Se la quedó mirando como tonto, mientras la niña soltaba una carcajada de felicidad. Al poco, él también se unió a sus risas.

— ¡Te voy a matar, canija! —dijo, fingiendo estar molesto mientras se reía—. ¡Me has dado un susto de muerte!

Cogió el libro y le atizó un capón a la niña con él, que se apartó, riéndose encantada. Harry se levantó he hizo ademán de seguirla, ante lo cual, Ana se escondió detrás del sillón.

— ¡Te he hecho creer que habían ganado! —exclamó, riendo sin parar.

Harry puso los brazos en jarras y movió la cabeza, sonriendo divertido.

— Estás loca —diagnosticó.

Luego, con actitud más seria, dejó el libro que sostenía en el sillón mientras Ana seguía soltando risitas.

— Pero dime, Ana, no será otra broma, ¿no? ¿Ha ganado Hufflepuff de verdad? —preguntó, desconfiado.

Ana dejó de reír, pero amplió su sonrisa aún más.

— Te juro que es verdad —dijo, feliz como nunca—. Mira, a los cinco minutos de partido, un golpeador Hufflepuff ha lanzado una bludger contra Malfoy, que estaba enfrascado persiguiendo la snitch y ni se ha dado cuenta de que la pelota se le lanzaba encima. Ha sido visto y no visto. En un segundo, Malfoy estaba tirado por los suelos y el buscador Hufflepuff sostenía la snitch. El partido ha durado poco más que cinco minutos. Los Hufflepusffs han tenido una suerte loca... ¡y nosotros también!

Ana dio una palmada mientras saltaba, encantada de la vida.

— ¡Ahora estáis empatados! La derrota sin un solo tanto de Slytherin hace que el marcador quede como estaba, sólo que Hufflepuff casi iguala a Ravenclaw en puntuación... ¡pero eso no es lo importante! ¿Sabes qué es lo mejor? —exclamó, contenta.

Harry sonrió también.

— Desde luego que lo sé —respondió, aún sin creer en su suerte.

En ese momento, el cuadro de salida se abrió y una oleada de Gryffindors excitados hizo su entrada en la sala común. Harry tuvo tiempo de ver cómo una mata de pelo rojo seguida de otra castaña se le acercaban a todo correr por entre el mar de gente escandalosa. Ron fue el primero en llegar y se le lanzó encima, cogiéndolo por los hombros y zarandeándolo hasta dejarlo medio mareado.

— ¡Harry, no te lo vas a creer, no te lo vas a creer! —chilló, con voz entrecortada por la emoción—. ¡Slytherin ha...!

— Perdido —concluyó Harry con una amplia sonrisa y dejando a Ron completamente confundido.

— ¿Eh? Pero... —Ron miró extrañado a Harry y luego se fijó en Ana, que le saludó con la mano, por detrás del chico, con actitud burlona. Ron soltó los hombros de Harry para encararse con Ana—. ¡No vale! ¡Habíamos quedado en que se lo contaba yo! —protestó.

Ana se encogió de hombros y le sacó la lengua.

— Se siente, no haber sido tan lento —dijo.

Ron frunció el ceño y saltó hacia Ana, que lo esquivó sonriente.

— ¿Lo ves? ¡Eres un lento! —rio.

Ron se puso rojo y salió corriendo hacia ella, que rápidamente echó a correr a su vez, en dirección a su habitación, sin dejar de reír.

— ¡Verás cuando te coja, enana! —chilló Ron mientras la seguía, furioso.

Harry y Hermione se quedaron riendo mientras la pareja salía corriendo y se perdía entre la multitud.

— Esa niña es peor que un terremoto —dijo Hermione, divertida—. En fin, Harry, ¿jugarás desempate, no?

—Sí, seguro —Harry esbozó una sonrisa decidida—. Y creo sinceramente que el gracioso de las bromitas se llevará una sorpresa, porque no pienso perder otra vez.

Harry se asomó tímidamente por una rendija de la puerta de los vestuarios. Echó una discreta mirada al campo. Las gradas estaban llenas a rebosar. La gente gritaba, reía, se empujaba, chillaba insultos, rimaba protestas para que el partido empezara de una vez... aquella expectación era increíble. Superaba a la del primer partido contra Slytherin de aquel año y era igualada tan sólo por el disputado partido final de tercero. No podía permitirse el lujo de cometer un fallo de cálculo de nuevo. Tenían que ganar. Eran buenos. Podían ganar e iban a ganar. Harry estaba convencido, y el resto del equipo compartía su opinión. Angelina estaba especialmente excitada. Iba de jugador en jugador haciendo preguntas obvias, comprobando lo que ya estaba comprobado y chillando cosas que no venían a cuento. Pero claro, era su último partido como capitana y tenía que ganarse buena reputación, era comprensible su estado. El desempate... aún era difícil creer en esa suerte inesperada. Harry daba gracias y más gracias al golpeador Hufflepuff mentalmente. Ahora tenían esa oportunidad y no la iban a echar a rodar.

Mientras en los vestuarios, los componentes de ambos equipos se preparaban, en las gradas la gente se impacientaba cada vez más. Las cosas se empezaban a caldear en algunos sectores, y Gryffindors y Slytherins se lanzaban insultos cada vez más hirientes y miradas cada vez más asesinas. Y la tribuna de los profesores hacía lo posible por calmar los ánimos, pero por otra parte comprendían la exaltación de los alumnos, así que no se esforzaban especialmente. El único componente de dicha tribuna que no estaba por la labor de prestar atención al campo era Remus Lupin. Estaba sentado entre Sirius, que se retorcía de risa, y Andrew, que fruncía el ceño hastiado... y el que contribuía a agriar su humor en este caso no era su antiguo enemigo del Ministerio de Magia, precisamente.

— Sirius, ¿vas a estar mucho rato más así? Porque lamento tener que decirte esto, pero me estás tocando los cojones, amigo —dijo, furioso.

Sirius, por toda respuesta soltó una nueva carcajada. Remus y Andrew lo miraron, ya bastante hartos.

— ¡Os bebisteis toda la botella! —exclamaba Sirius, entre risa y risa—. ¡Qué tierno! ¡Los... dos amigos... inseparables, Remsie y And...! ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!

Los otros dos cruzaron miradas, con el ceño fruncido. Por sus expresiones se diría que estaban muertos de ganas de matarlo.

— A ver, Lupin, repítemelo otra vez, si eres tan amable —dijo Andrew, frío—. ¿Por qué decías que se lo has contado?

— Porque soy gilipollas —replicó Remus, con una mueca de disgusto.

— Sí, eso me parecía —dijo Andrew, irónico.

Sirius se enjugó una lágrima con el dedo índice, sonriendo y aguantándose la risa a duras penas.

— No os enfadéis, lo siento... es que es... jiji... gracioso jijijiji —trató de excusarse sin mucho éxito.

— Deja ya las risitas, ¿no? —bufó Remus.

— Vale, vaaaaale —dijo el otro, alzando las palmas en son de paz—. Ya me callo.

Sirius fijó la vista en el campo, poniéndose serio de repente. Remus y Andrew volvieron a mirarse no muy convencidos, pero lo dejaron y dirigieron la mirada también al campo. Al cabo de escasos segundos un bufido seguido de una carcajada hizo que volvieran a mirar a Sirius, quien se retorcía de risa otra vez. Las miradas asesinas que recibió no consiguieron hacer que se callara.

— ¡Perdón, perdón! —exclamó—. ¡No puedo evitrarlo! ¡Es que una bomba...jiji... fétida en los pant... ¡JAAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡Qué idos teníais que estar!

Remus reprimió las ganas de soltarle un puñetazo a duras penas.

— Darkwoolf, por lo que más quieras, derrítele el cerebro con la magia mental para que se calle —dijo, apretando los puños, furioso.

— No creo que funcione, no puedo dejarle más imbécil de lo que ya es —replicó el otro, que también estaba ya hasta las narices, por no decir algo peor.

Ante este comentario, Sirius se calló inmediatamente y miró a Andrew menos risueño.

— Oye amigo, a mí nadie me insulta impunemente, y mucho menos tú. Que te quede claro, "Andy" —dijo, poniendo un tonillo bastante molesto en esta última palabra.

— Vuelve a llamarme así y estás muerto —silabeó Andrew, iracundo.

— "Andy, Andy, Andyyyyyyy" —gritó Sirius, con el mismo tonillo cursi.

Andrew se puso en pie y se arremangó la camisa hasta el codo, con los ojos brillando peligrosamente.

— Aparta Lupin, tengo que saldar unas cuentas con este bufón de feria y podrías salir mal parado —dijo, sin apartar los ojos de Sirius.

Sirius se puso en pie a su vez, e hizo crujir los nudillos.

— No te pongas gallito, "Andy", ya te partí la nariz una vez y puedo volver a hacerlo.

Remus suspiró, con aspecto de estar harto del mundo en toda su totalidad. Se levantó, cogió a cada uno de los otros dos del brazo y estiró bruscamente hasta dejarlos sentados en sus respectivos asientos... más bien, estrellados contra sus respectivos asientos. Se inclinó un poco hacia delante y habló con un tono de voz que podría haber hecho estremecerse de terror hasta al propio Voldemort.

— Y ahora os vais a quedar sentaditos, calladitos y mirando el partido como buenos chicos... pero lo que es más importante: me vais a dejar vivir en paz. ¡Porque si no lo hacéis juro que en mi próxima transformación os arranco la cabeza a mordiscos! ¿Queda claro?

Andrew y Sirius asintieron, mirando a Remus con los ojos muy abiertos, sin atreverse a responder. Remus sonrió y se sentó despreocupadamente en su asiento, como si nada hubiera pasado. Sirius se acomodó en su asiento y miró a Remus, impresionado.

— Jo, vale... no era para tanto. ¿Tenías que ser tan cruel?—lloriqueó.

— A mi me has arrugado la camisa —se quejó Andrew, mostrando la manga derecha e imitando el tonillo de Sirius, burlón—. Te has pasado, Lupin.

Sirius Miró a Andrew ceñudo.

— Hoy te sientes graciosillo, ¿eh, "Andy"?

Justo en ese momento, y para suerte de Remus, que ya estaba por cortarse las venas, la voz de Lee Jordan inundó el campo con un entusiasmado saludo. Poco después presentaba a los dos equipos que hicieron su entrada al campo. En primer lugar salió Slytherin, que fue fuertemente vitoreado por su casa. Por alguna razón, Ron tuvo la impresión de que Draco estaba de bastante mal humor. La derrota contra Hufflepuff había sido totalmente aparatosa e inesperada. Ningún Slytherin parecía muy risueño, la verdad. Y poco después, hacía su entrada en el campo el equipo de Gryffindor. Pudieron vislumbrar a Harry volando sobre la escoba justo por detrás de Danny. Hermione, Ron, Krysta y Ginny le saludaron con energía, pero él no pareció verlos. Se dirigió hacia el campo y aterrizó para que la señora Hooch diera comienzo al partido.

Gryffindor se situó a un lado y Slytherin al otro. Harry miró a Draco, que le devolvía una mirada gélida pero segura. Harry procuró aparentar también seguridad. Esta vez iban a ganar. No podían perder de ninguna manera. Los dos buscadores se mantuvieron la mirada mientras los capitanes se situaban en el centro del campo, matándose con los ojos. Se estrecharon las manos de mala gana y la profesora Hooch dio un toque al silbato. Con una fuerte patada, ambos equipos se elevaron.

Harry y Draco subieron uno enfrente del otro, y quedaron suspendidos sin moverse, mirándose fijamente. Draco dedicó al Gryffindor su mejor sonrisa cínica.

— Has tenido mucha suerte, Potter... es sorprendente como la suerte te sigue a todas partes. Y realmente la vas a necesitar ahora —dijo, petulante.

— No, Malfoy, todo te lo debo a ti. Si no te hubieras caído de la escoba en un momento crucial yo no estaría aquí. No le eches la culpa a mi suerte —replicó Harry, devolviendo la sonrisa.

Draco frunció el ceño. Evidentemente, la alusión de Harry a su derrota no le había hecho gracia.

— Cierto... al parecer tú no eres el único que se cae de la escoba. Veamos si eres de capaz de aguantar encima hasta el final—dijo Draco, frío.

— Lo verás de inmediato.

Nada más dijo esto Harry, una bludger pasó como una exhalación junto al hombro de Draco y se lanzó contra Harry, que la esquivó haciéndose a un lado. Draco volvió a sonreír, irónico.

— Buenos reflejos, Potter. A ver si te sirven para capturar la snitch antes de que yo lo haga.

Y diciendo esto se lanzó a toda velocidad en dirección al campo. Harry sonrió para sí. No se dejaría engañar por los sucios trucos de Malfoy. Quería que le siguiera... bien, pues haría todo lo contrario. Y sin pensarlo más se elevó cuanto pudo, sin apartar la vista del buscador Slytherin que realizaba un vuelo raso rastreando la snitch. Mientras tanto, el partido había dado comienzo y Lee Jordan dejaba oír sus archiconocidos comentarios.

— ¡Warrington en posesión de la quaffle! Alicia se le acerca peligrosamente por delante... ¡De Warrington para Edelwyn! Pero... ¡atención! ¡Una bludger enviada por Fred Weasley se acerca...! ¡Si señor! ¡La quaffle en posesión de Gryffindor! ¡Qué arte, Katie! Los Gryffindors atacando peligrosamente en terreno Slytherin. ¡Montague a la defensa! ¡AAAaaaaaaaahhhh! ¡Mierda! Le roba el balón. ¡Turno de contraataque Slytherin! Montague viene a toda host... ejem, velocidad y se acerca a la portería Gryffindor. ¡Angelina a la defensa! ¡Ay! ¡Por qué poco! ¡De Montague para Warrington! ¡CUIDADO! ¡QUÉ LANZA...! ¡GOOOOOOOOOOOLLLL DE SLYTHERINNNNNN!

Las gradas Slytherin estallaron en aplausos y vivas. Las gradas de Gryffindor miraron con bastante malos ojos a Lee Jordan por su entusiasmado grito de gol.

— ¡Qué queréis! ¡Me obligan a ser neutral! —se disculpó, obteniendo como resultado una ceñuda mirada de la profesora McGonagall.

El partido continuó. Harry deambulaba sin rumbo fijo, buscando la escurridiza pelotita dorada que no aparecía todavía por ningún lado. Los diez primeros minutos de partido transcurrieron sin el más mínimo movimiento por parte de los buscadores, aunque Harry tenía muy vigilado a Malfoy por si se le ocurría hacer alguna jugada graciosa. Draco, por su parte, tampoco le quitaba los ojos de encima a Harry, pero al mismo tiempo estaba ansioso por encontrar la snitch y acabar con la presión de ese maldito partido cuanto antes. El marcador estaba veinte a diez a favor de Slytherin en aquellos momentos. Pero eso no significaba nada. La verdadera lucha residía en estos momentos sobre los dos buscadores. Era un partido que convenía ganar rápido. Un partido decisivo para la victoria de cualquiera de las dos casas. Y el público no ayudaba a calmar los nervios, precisamente. El ambiente en las gradas estaba incluso más caldeado que antes de empezar el partido. Harry y Draco se sentían agobiados.

Lee Jordan anunció un nuevo gol de Gryffindor que empató el marcador. Al cuarto de hora, los dos equipos iban empatados, y se empezaron a manifestar las primeras señales de juego sucio. El primero fue Montague, que se aprovechó de su enorme envergadura para empujar a Katie y casi tirarla de la escoba. La profesora Hooch pitó falta, pero los ánimos ya se habían exaltado en el equipo Gryffindor. A los pocos minutos, Derrick era atendido por un profesor para recomponerle la nariz, rota como consecuencia del impacto de una bludger enviada por George. Y poco tiempo después, a Alicia se le caía la quaffle misteriosamente siendo recogida por Warrington... el misterio residía en el soberano puñetazo que la cazadora Gryffindor había recibido por parte de Edelwyn.

Las gradas eran un mar de protestas. El equipo Gryffindor dependía mucho más de los golpeadores para defenderse, pues la envergadura de sus tres cazadoras no podía ni compararse con la de los tres cazadores Slytherin. Y estos aprovechaban cualquier descuido de la profesora Hooch para reventar al otro equipo a base de golpes, empujones y similares. Pronto, hasta Danny se puso furioso y cada vez que se acercaban a la portería con la quaffle, aprovechaba para colar algún puñetazo. El estadio era un hervidero de histeria.

El propio Harry fue objeto de un empujón que le dejó el hombro tremendamente dolorido, justo en el momento en que Montague pasaba junto a él.

— ¡Lo siento, Potter! —se disculpó, burlón—. ¡Estabas en medio!

Harry le gritó un insulto que es mejor no transcribir, y se alejó cuanto pudo de los Slytherins. Draco tampoco lo pasaba mejor. Fred y George se sentían especialmente graciosos aquella tarde y con la excusa de que Malfoy era, al parecer, un blanco fácil para las bludgers, no paraban de hacer diana con su cabeza. Draco estuvo a medio milímetro de perder la cabeza varias veces. Y la maldita snitch, que no aparecía. Habían transcurrido los veinte minutos de partido y Lee Jordan anunció gol de Slytherin que empataba el partido 50-50. Harry se fijó en Danny. Estaba cansado. Por ser el portero era una víctima predilecta del otro equipo, y no sólo repartía tortazos, sino que también los recibía. Harry estaba realmente indignado. ¿Es que no podía existir un solo partido de Slytherin contra Gryffindor sin que apareciera juego sucio? También se manifestaba en los comentarios de Lee Jordan que estaba molesto.

— El capullo de Edelwyn pilla la quaffle... ¿pero qué coño hacéis? ¿Es que no veis que se acerca? ¡Paradlo, leches...! Eeeeeeeeeesoooo... ahí esa Angelina. Angelina pasa a Alicia, que, no sé si os habéis fijado, pero acaba de esquivar un portentoso derechazo de ese rastrero de Warrington... ¡muy bien, Fred! Dale en la clavícula. ¡En la clavícula!

De repente, una nueva voz se unió a la de Lee.

— ¡Dame eso, Jordan!

— Katie dribla al un desgraciado que creo reconocer como Montag... ¿eh? ¿Qué hace, profesora? ¡No me birle el micro, que no se me oye! —protestó Lee ante la intervención de Minerva McGonagall.

— ¡Eso es precisamente lo que pretendo, Jordan! ¡Que no se te oiga! —la voz de la profesora McGonagall inundó todo el campo.

La discusión entre el comentarista y la profesora causaron las carcajadas momentáneas de prácticamente todo el estadio. Los que no, se encargaban de abuchear a los tramposos, por parte de ambos equipos, eso sí. Incluso en la tribuna de profesores algunos estaban indignados. Sirius se había puesto en pie y agitaba el puño en dirección al campo, gritando como un descosido.

— ¡Harry! ¡Directo a la mandíbula, vamos...! ¿Pero qué haces? ¿Te pasa por al lado y lo dejas ir? ¡Pártele las narices! ¡Olvídate de la snitch! ¡A ese, pártele las narices!

Andrew miraba a Sirius sorprendido, con una ceja alzada.

— ¿Es normal que haga estas cosas? —le preguntó a Remus, más que extrañado.

— En Sirius TODO es normal —replicó Remus, cuyo aspecto era el de alguien que tiene ganas de perderse dentro de un hoyo bien profundo durante unos cuantos miles de años.

De todas formas, Harry era incapaz de distinguir los gritos de Sirius por entre todas las voces del estadio. Y además, estaba enfrascado en la búsqueda de la snitch. Había decidido que tenía que acabar con aquel partido cuanto antes... por el bien de su salud mental. Pasó un tiempo sobrevolando el campo lentamente, procurando calmarse... y entonces lo vio. Un destello dorado que había durado apenas un segundo allá abajo, por entre el mar de cabezas que constituía a los jugadores.

Como una flecha se lanzó en su captura, pero ya no lo veía. Tenía que volver a vislumbrar el destello, estaba seguro de haberlo visto en aquella dirección y muy claramente. Voló hasta pasar por entre numerosos jugadores y esquivar una bludger. En el momento justo en que se detenía tras apartarse del impacto fatal de la bludger, volvió a percibir el destello dorado. Estaba la snitch allá abajo, muy cerca del suelo, volando en círculos y sin apenas moverse del mismo lugar. Era una ocasión única. Se preparó para ir a capturarla, pero en ese mismo instante se percató de un detalle que se le había pasado por alto. Draco Malfoy. Situado unos pocos metros por debajo de él, no se había percatado de la aparición de la snitch, pero si él se movía, podía alertarlo. Y sin duda, Draco saldría con ventaja.

— Mierda, quítate de ahí —murmuró Harry, fastidiado.

Draco no se apartó, sino que hizo lo que Harry más temía que hiciera. Mirar hacia abajo. En apenas un segundo, la faz del buscador Slytherin se iluminó y se inclinó en su escoba cuanto pudo, saliendo en dirección al suelo a toda velocidad. Draco Malfoy había visto la snitch.

Horrorizado, Harry se apresuró a seguirlo, pero estaban muy cerca de la pequeña pelota y no había suficiente espacio para tomar velocidad y alcanzar la escoba de Malfoy. Harry lo daba todo por perdido, cuando, poco antes de que Malfoy estirara el brazo para cogerla, la snitch realizó un inesperado cambio de rumbo y se elevó, volando rápidamente.

Harry la vio subir y se lanzó en su persecución, encantado. Ahora era Draco el que quedaba atrás. La snitch les llevaba bastante ventaja a ambos, por lo que Harry no conseguía alcanzarla. Draco, por su parte, hacía todo lo posible por alcanzar la rápida escoba de Harry.

Al ver la encarnizada lucha entre los dos buscadores, Lee Jordan había empezado a comentar el partido con gritos histéricos. El público era un hervidero. Si antes habían gritado, ahora parecían un grupo enloquecido de vociferadores. Pero Harry y Draco no los escuchaban. Estaban concentrados en su ardua tarea.

Harry había ganado mucha velocidad, y ya se acercaba a la snitch, cuando una bludger le pasó por delante, rozándole el hombro y haciendo que casi se detuviera en su carrera. Ello fue una suerte para Draco, quien aprovechó la ocasión para adelantarlo. Furioso, Harry lo siguió, y gracias a su portentosa escoba, logró situarse al lado de Draco en unos segundos. Segundos durante los cuales se habían acercado a la snitch lo suficiente como para tocarla. Draco trató de apartar a Harry de un empujón, pero este no se inmutó. Alargó el brazo en dirección a la snitch cuanto pudo. La rozó con la punta del dedo.

— "¡Un poco más! ¡Sólo un poco más!" —pensaba Harry, esforzándose cuanto podía para alcanzar la escurridiza pelota.

Dio un acelerón. Sintió el contacto frío de la snitch contra su palma, y las diminutas alitas agitándose furiosas por entre sus dedos. Y los cerró. Algo había quedado apresado en su puño. Miró la pelota y se percató de que la había cogido por un ala. Aún sin poder creerlo, Harry sonrió y fue a levantar el puño, para mostrar su triunfo. Pero algo se lo impidió. Algo estiraba de la snitch en dirección contraria. Y ese algo no era otra cosa que la mano de Draco Malfoy apresando la otra ala de la snitch. Harry se quedó helado.

El público había callado de repente. Los jugadores habían detenido el partido y miraban a los dos buscadores, impresionados, sin atreverse a mover un músculo. El tiempo parecía haberse detenido en torno a Harry y a Draco, que se miraban con chispas de furia en los ojos.

Harry estiró de la snitch hacia él.

— Suéltala, Malfoy. Yo la he cogido primero —gruñó.

Draco estiró hacia él a su vez.

— ¿Qué te fumas, Potter? La hemos cogido al mismo tiempo —replicó, molesto.

Harry volvió a estirar.

— No seas imbécil, yo la tocaba mucho antes que tú.

— Te digo que la hemos cogido a la vez... y no estires, que la vas a romper, cabeza rajada —advirtió Draco, de malos modos, al tiempo que estiraba de la pelota de nuevo.

— Aplícate el cuento, prototipo de mortífago —respondió Harry, cada vez más enfadado.

— Escucha Potter, miremos el marcador. Quien tenga más puntos gana, ¿qué más da que la hayamos cogido a la vez?

Harry admitió que era verdad y dirigió la vista hacia el marcador. Se le cayó el alma a los pies.

— Empatados a 50 puntos... ¿más ideas, Einstein? —dijo, sarcástico.

El público, al ver que no quedaba nada claro quien ganaba y quien no, empezó a gritar de nuevo, sobre todo hacia los profesores, exigiendo una solución. La señora Hooch, que se veía incapaz de arbitrar, se dirigió a la tribuna de profesores para hablar con Dumbledore y los jefes de las casas participantes. Mientras tanto, Draco y Harry seguían intercambiando insultos sobre sus respectivas escobas, forcejeando con la snitch, y ahora apoyados por el resto de su equipo y algunos componentes del público. Ninguno de los dos estaba dispuesto a soltar la snitch y cargar con la derrota del equipo, pero tampoco lograban que el otro la soltara. Parecía que el partido iba a quedar sin solución, cuando la voz de Dumbledore se dejó oír por entre el estruendo del público, hablando mediante el micrófono mágico de Lee Jordan.

— ¡Atención, los dos equipos...! ¡Un poco de silencio, por favor! ¡Atención! ¡Jugadores!, ¿me oís? —dijo, gritando cuanto pudo.

En cuanto la gente se percató de que hablaba Dumbledore, el silencio volvió a adueñarse de las gradas. Harry y Draco se olvidaron momentáneamente de insultarse y dedicaron su atención al director, a la par que el resto de jugadores. Dumbledore volvió a hablar.

— En vista de la continua tensión que ha invadido el campeonato de este año, la elevada destreza que ambos equipos han demostrado a lo largo de todos los partidos y de este intento fallido de desempate, la tribuna de profesores juntamente con el árbitro, hemos tomado una decisión.

Todos esperaron a escuchar la resolución del director con las respiraciones cortadas y los corazones a cien por hora.

— Este año, con el firme propósito de poner fin a la violencia existente entre estas dos casas y haciendo una auténtica excepción histórica, declaro oficialmente que ambos equipos son ganadores de la copa del campeonato de quidditch anual. ¡Os hago partícipes del primer y auténtico empate en la historia del quidditch en Hogwarts!

Tras pronunciar estas palabras, Dumbledore le devolvió el micro a Lee, que por una vez se había quedado sin habla. Durante unos breves segundos nada se oyó, hasta que un tímido aplauso asomó por algún lugar, luego otro, luego otro... y después todo el estadio estalló en aplausos y vítores dedicados a ambos equipos. Harry apenas tuvo tiempo de reaccionar. En una fracción de segundo se vio zarandeado de un lado a otro por sus compañeros de equipo, mientras a Draco le pasaba algo parecido, pero ninguno de los dos soltaba la snitch. La profesora Hooch se tuvo que acercar y sugerirles amablemente que lo hicieran, puesto que el resultado ya estaba dado. La snitch voló libre hacia arriba mientras la voz de Lee Jordan resonaba potente de nuevo.

— ¡El resultado es 200-200! ¡Ambos equipos son los ganadores! ¡Siiiiiii! ¡Hurra por Gryffindor! ¡Un fuerte aplauso, por favor! ¡woooohoooo!

Mientras todos reían las palabras de Lee y aplaudían a rabiar, los profesores bajaron de la tribuna para hacer entrega de la copa trofeo a los ganadores. Harry también bajó, sin saber muy bien por qué estaban todos tan contentos. Sí, vale, habían ganado, pero no era lo mismo... y además, ¿tenía que compartir su premio con Draco? ¿En qué demonios pensaba Albus Dumbledore?

Llegó a tierra a tiempo de ver como el director se acercaba con la enorme copa dorada de dos asas en sus manos, acompañado por McGonagall a un lado y Snape al otro. Harry tuvo la impresión de que la sonrisa se les tensaba un poco al mirarse. Angelina le dio un empujón por detrás.

— Venga Harry, ve tu a cogerla —le animó, con una gran sonrisa.

— ¿Yo? Pero...

— Sí, la has ganado para todo el equipo. Ve a cogerla, vamos —le apremió, al ver que del otro equipo ya se aceraba Malfoy, sonriendo forzadamente.

Harry aceptó y salio medio corriendo hacia el lugar donde Dumbledore les aguardaba con la enorme copa. Éste se la tendió, divertido, y ambos buscadores la cogieron a la vez de un asa. Luego se giraron hacia las gradas, alzándola levemente, mientras un poco más allá, Angelina y Warrington se daban las manos bastante pacíficamente. Harry notó que Malfoy estiraba un poco de la copa hacia él, y con una sonrisa burlona le llamó la atención.

— ¿Vas a hacer el crío otra vez, Malfoy?

— Cállate. Si te dejo tocar mi premio es solo porque a este colegio de paletos les hace mucha ilusión este estúpido resultado —replicó Malfoy, agriamente.

— Admito que hubiera preferido ganar solo —dijo Harry—. Pero esta solución no está nada mal... por una vez, Gryffindor y Slytherin parecemos estar de acuerdo en algo.

— Yo no estoy de acuerdo —gruñó Draco.

— Pues se siente. Ahora compartimos mi premio.

— Es mi premio.

— No, es el mío.

— El mío.

— Que te digo que es m...

— Señores, me complace recordarles que es de los dos.

Los niños se giraron asustados al escuchar la interrupción de Dumbledore, que les observaba con un brillo travieso en los ojos.

— Y para que no se les vuelva a olvidar, voy a añadirle un último detalle a esta "copita".

El director sacó su varita y haciendo una floritura con ella en el aire, hizo aparecer unas letras sobre la superficie frontal del trofeo. Decían:

"En honor a la elevada destreza mostrada por los equipos de Slytherin y Gryffindor, ganadores del campeonato de quidditch anual"

Harry sonrió al leer la inscripción. Bien mirado, no estaba nada mal. Quizá ahora la tensión entre las dos casas pudiera disminuir realment...

— Pero ¿ves? Ha puesto el nombre de mi casa primero, yo soy mejor —interrumpió Draco los pensamientos de Harry.

Harry frunció el ceño y estiró furioso de la copa.

— Cierra la boca, Malfoy.

— ¡Corre, Harry, corre! ¡Seguro que lo pillamos, pero has de darte prisa!

Harry se esforzaba por seguir el rápido ritmo de Ana a través de los pasillos de Hogwarts. Ron, Hermione y Ginny lo acompañaban. Acababan de dejar el campo mientras los profesores se encargaban de colocar el nuevo premio en su tribuna correspondiente. A Harry le hubiera gustado quedarse a verlo, pero tenía en mente otras cosas más importantes.

— Pero... Ana... No he... ganado... solo. ¿Estás... segura de que...? —trató de expresar Harry, jadeante por la carrera.

— ¡Sí, sí, seguro! Ahora en cuanto lleguemos lo verás. Estoy convencida de que tiene que haber hecho algo —aseguró la niña, apretando más el paso.

En poco tiempo llegaron a la sala común de Gryffindor, dijeron la contraseña y entraron. Atravesaron la sala circular a todo correr, subieron las escaleras de caracol de dos en dos y se plantaron frene al dormitorio de Harry. Ana no esperó siquiera a que el último del grupo llegara. Se abalanzó como una tromba contra la puerta y la abrió de un empujón, haciendo que todos fueran partícipes de una escena bastante sorprendente.

De espaldas a la puerta, alguien escribía en la pared con su varita, usándola a modo de pulverizador de pintura. Unas enormes letras rojas que cubrían toda la pared encima de la cama de Harry decían:

"Púdrete Potter. Malfoy es el mejor".

— ¡Ajá! —exclamó Ana, encantada por su acierto.

Al oír el grito, el misterioso asaltante se dio la vuelta, dejando que la luz de fuera iluminara sus facciones. Era un chico larguirucho, de piel morena, pelo castaño oscuro y ojos marrones, que miraba a los recién llegados como si fueran aparecidos del más allá. El extremo de su varita estaba manchado de rojo y una gota de pintura se deslizó por la punta hasta el suelo. El leve "plop" que produjo al caer, sacó a Harry de su ensimismamiento, que logró articular una palabra.

— ¡Jill! —exclamó, asombrado.

Todos por detrás de él, soltaron exclamaciones diversas de sorpresa. Ana, tras reponerse del shock inicial, dio un paso al frente y se encaró con el asustado niño, que la miró muy fijamente. Ana lo señaló con el dedo.

— ¡Tenía que habérmelo imaginado! Tienes suerte de que no me haya dado cuenta antes... eres más rastrero de lo que creía, eres un idiota. ¿Cómo se te ocurre hacer...? —miró momentáneamente la pared— ...¿Estas cosas?

Jill cambió su expresión de avergonzado nerviosismo por otra de auténtica furia. Apartó a Ana de un empujón.

— No eres nadie para insultarme. Tengo mis razones y no os importa —gritó, poniéndose rojo.

Harry frunció el ceño.

— Pues yo creo que a mí sí me importan, Jill —dijo, tranquilo.

Jill mantuvo la mirada un momento, pero luego la desvió, sin responder. Trató de caminar hacia la puerta, pero Harry se lo impidió, cogiéndolo de los hombros.

— Déjame —Jill forcejeó para soltarse y dio un paso atrás.

Miró a Harry con furia.

— Fuiste tú el que me tiró de la escoba, ¿no Jill? —preguntó Harry, todavía sin alterarse—. A principio de curso.

Ron miró a Harry sin entender.

— ¿Que te tiró? ¿Te refieres al entrenamiento? —Harry asintió—. ¡Pero dijiste que te habías caído! —protestó el pelirrojo indignado por los secretos de su amigo.

Jill ignoró la discusión y respondió a la pregunta de Harry.

— Sí, ¿y qué? —replicó, frío—. Hace mucho de eso.

— Ya, pero según dices, tuviste tus razones para empujarme y hacer que me rompiera un codo. Me gustaría oírlas —ahora Harry también se mostró frío.

Jill pareció atemorizarse un momento, pero luego volvió a sentirse furioso. Una extraña rabia se apoderó de él.

— ¿Para qué? ¡Si a ti todo te da igual! —exclamó, furioso como nunca—. Eres el gran Harry Potter, todo te sale bien. Da igual lo que hagas porque todos te adoran. La culpa de todo siempre es de otros. ¡No tiene por qué importarte nada de lo que yo haga! ¡No tiene por qué molestarte nada de lo que yo he hecho! Eres el gran Harry Potter y todos están siempre de tu parte. ¡Y te da igual lo que pueda pasarle a los demás!

Harry abrió mucho los ojos tras este estallido. Todos miraban patidifusos al alterado Jill, cuyos ojos eran la encarnación viva de la rabia y el odio.

— Eso no es verdad —contradijo Hermione, calmada—. Harry tiene enemigos, como todo el mundo. Su vida no es fácil, Jill.

— Tener enemigos no es nada —bufó Jill, hastiado—. No es nada si medio mundo está de tu parte y vela por tu seguridad. ¡Y además, me da lo mismo que tenga enemigos o no! Yo lo único que quiero es enseñarle la lección que se merece, ya que no es capaz de sentirse culpable.

Hermione y Harry se miraron. Luego dirigieron sobre Jill la vista, otra vez.

— ¿Culpable por qué, Jill? —preguntó Harry.

— ¿Lo ves? ¡Ni siquiera te lo imaginas! —Jill parecía realmente dolido.

Harry trató de hacerse simpático al niño.

—Dime por qué, Jill, y te aseguro que haré algo al respecto —dijo.

—No puedes hacer nada al respecto, así que mejor no hables —replicó Jill de malos modos cruzando los brazos.

— ¡Al menos dime por qué! ¿Cómo quieres que te entienda si no me dices de qué va esto?—suplicó Harry, que estaba cada vez más confuso.

Jill miró a Harry fijamente, con una expresión de dolor y rabia en la mirada.

— Porque, porque... —sus ojos brillaron con odio durante un segundo—. ¡Tú tienes la culpa de que mi primo Cedric muriera!