Demonio

Gourry le muestra a la Ruu Miko lo que puede hacer. Mientras tanto, un demonio se esconde a bordo del Hanzoku y es la princesa Amelia quien lo descubre primero.

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Notas:

Los personajes de Slayers pertenecen a su creador.

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A bordo del Ryuu Dorei los marineros se preparaban para atracar en el puerto de la isla Refugio. Gourry se hallaba reclinado sobre la baranda del barco. La capitana le había conseguido algunas ropas, una sencilla camisa blanca, holgada de mangas largas, un poco abierta sobre el pecho y unos pantalones oscuros, en mejor estado que los que llevara al momento de ir en el otro barco. Unas botas altas y un cinturón azul claro completaban su vestimenta.

Se sentía mucho mejor, se notaba en su rostro y en el color de su piel, ahora levemente bronceada.

"Ajoy marinero, ¿en qué piensas?" Preguntó una voz a sus espaldas. Se volteó completamente para encontrarse con la capitana.

"Ajoy mi capitana, sólo observaba la isla."

"Lina, llámame Lina."

"Lina... ¿Qué hay en la isla?"

"Ahh... pues venimos aquí después de cada viaje, a descansar, a reparar el Ryuu Dorei, a preparar nuevas provisiones. Es como un hogar." Dijo casualmente. "Gourry, ¿de dónde vienes, qué hacías en ese barco?"

Gourry no podía decirle la verdad a la Ruu Miko, con un gran esfuerzo se dispuso a decir la primera mentira de su vida.

"Soy de todos y ningun lado, un forastero a donde quiera que voy desde que tengo memoria. Y cómo terminé en ese barco... pues por un engaño, dijeron que necesitaban más marinos, que pagarían bien. Necesitaba el dinero."

"Veo." Lina se recostó del barandal. "¿Por qué no te quedas en el Ryuu Dorei? Le sugirió. Gourry la miró sorprendido.

"¿Y en qué podría serte útil?, no sé hacer muchas cosas, no sé nada de atacar barcos."

"Ya podriamos ver en qué me puedes ayudar, pero eso si te interesa." Le replicó Lina.

Gourry lo meditó unos instantes.

"Lina Inverse, te debo la vida. Haré todo lo que me pidas." Dijo sinceramente. Lina sonrió ampliamente.

"Esperaba que dijeras eso." Y le guiñó un ojo.

El Ryuu Dorei atracó en esos momentos y Lina fue la primera en bajar, seguida de Gourry. La algarabía de los nativos que recibían a los tripulantes del barco se mezclaba con música y risas. Esa noche habría que festejar.

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La noche se había llenado de mucha más algarabía. Había comida por todas partes, música, bebida y alegría. La capitana estaba sentada junto al fuego, ya con el estómago lleno, disfrutando de un tazón de ale. Gourry estaba sentado a su lado.

"Gourry, ¿estás seguro que no sabes hacernada?, ¿no tendrás algún talento que me estés ocultando?" Lo miró con cierta picardía. Gourry se sonrojó un poco.

"Pues... Mi padre me enseñó lo básico de cómo manejar una espada, lo poco que recuerdo de él." Mintió, la segunda mentira, su padre aún estaba vivo, eso era obvio.

"¿Quieres mostrarme qué puedes hacer?"

"Ahh... Seguro." Dijo vacilante.

Lina llamó a algunos de sus hombres y prontamente consiguieron unas espadas y algunos voluntarios. Las reglas eran simples, nada de ataques mortales, sólo una demostración.

"Bien... ¿listos?"

"¡Hai!" Dos voces gritaron a coro y la batalla comenzó. El primer voluntario quedó desarmado en menos de un minuto.

"¡Siguiente!" Gritó Lina. Uno a uno Gourry fue desarmando a todos los voluntarios. Los hombres que rodeaban a los combatientes gritaban enardecidos. Luego de media hora ya no quedaba hombre en toda la isla que no hubiera desafiado a Gourry y hubiera sido desarmado.

Lina lo miraba como hechizada, sus movimientos eran perfectos y precisos, ágil como un felino. No desperdiciaba ninguna estocada. Lina tenía una extraña sonrisa en el rostro. "Espera aquí Gourry." Le indicó, entrando a una de las casas de la villa. Regresó a los pocos minutos con una espada y se la aventó a Gourry quien soltó la que llevaba en las manos para atraparla. Era una espada muy fina, bellamente adornada.

"¿Nani?" Miró a Lina sorprendido al ver que la capitana del Ryuu Dorei desenvainaba su propia espada.

"Sólo quedo yo Gourry. Veamos si puedes vencerme a mi también."

"Pero no puedo luchar contra tí, me salvaste la vida."

"Estás muy confiado en que vas a vencerme entonces. Sino, no te preocuparía tanto ponerme en ridículo."

Tenía la empuñadura de la espada en una mano y con la otra sujetaba la cubierta.

"¡Vamos Gourry, no me hagas arrepentirme ahora!" Le gritó Lina abalanzándose sobre él.

Por puro instinto desenvainó la espada y recibió el ataque de la capitana. El arma estaba perfectamente balanceada, realmente una obra de arte y en sus manos un arma mortal. La lucha duró más de lo esperado. Lina sabía que Gourry no estaba utilizando todo su potencial con ella, y se debía a su agradecimiento hacia ella.

"¡Kuso! Gourry, deja de actuar."

"Lina, esto no está bien." Decía entre jadeos el pelirubio. Los hombres gritaban alrededor de ellos intentando provocarlos. Finalmente Lina vio una apertura en las defensas de Gourry y golpeó la espada fuera de sus manos.

"Maldición, eres muy terco."

"Lo siento." Se disculpó. Lina envainó su espada y recogió la espada de Gourry del suelo. Se la extendió pero Gourry no quiso aceptarla.

"Baka, quiero que conserves esta espada. No me servirás de nada si no estás armado."

"Pero..."

"Kuso Gourry, es una espada muy pesada para mí, pero tú puedes manejarla mejor que yo. Los hombres alrededor de ellos comenzaron a dispersarse y continuaron con la fiesta.

"Vamos." Dijo la capitana. "Te invito un trago más."

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La princesa llevaba varios días encerrada en el camarote y se encontraba sumamente aburrida. De cuando en cuando el capitán le permitía visitar a la Embajadora con el pretexto de atender a su *mascota*. Sin embargo, ese día en especial sentía unos deseos enormes de levantar las cortinas y aventurar una mirada dentro de la jaula.

De cuando en cuando había escuchado el sonido de un leve movimiento dentro de ella. ¿Sería un tigre?, ¿un leopardo tal vez? Pero de ser así ya hubiera escuchado algún rugido o ronroneo del animal. Quizás era otro tipo de especie extravagante.

Su curiosidad pudo más que su prudencia y se acercó a la jaula. Sujetó el borde de la cortina y comenzó a subirla poco a poco. Nada, al menos todavía no podía ver indicios de la mascota del capitán. Sabía que no sería molestada hasta la hora de la cena. Tiempo suficiente para satisfacer su curiosidad.

Sujetó la cortina a una de las esquinas de la jaula e hizo lo mismo con la otra parte. Para su sorpresa descubrió una cama en el interior, sobre ella descansaba una figura. Fue por una de las lámparas para ver con mayor claridad y se acercó por el lado donde creía que podría ver mejor lo que yacía en la cama.

La figura se movió imperceptiblemente molesta por la luz. Parecía humano, pero su piel era de un color azuloso, unos delicados grilletes de oro refulgían sobre sus manos y sus pies. Sus cabellos de un pálido color metálico casi lavanda. La princesa se acercó todo lo que pudo a los barrotes.

"¿Hola?" Aventuró quedamente.

La figura se despertó sobresaltada y de inmediato se puso de rodillas sobre la cama en una posición amenazadora. La princesa abrió los ojos enormemente.

"Quimera..." Dijo asombrada.

Había escuchado de la temible especie de monstruos, parte demonio, parte humanos y parte golem. Crueles y peligrosos, capaces de utilizar magia.

La quimera se le quedó viendo fijamente y la princesa sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante la mirada del monstruo.

"Demonio, humano y golem." La quimera dejó de mirarla y se acurrucó en el extremo opuesto de la jaula, como si tratara de esconderse. Sus movimientos notaban más temor que agresividad y la princesa pudo percibirlo. Su corazón se compadeció. Alejó la lámpara y la colgó de una argolla en la pared.

"No te voy a hacer daño, no estoy armada." Le dijo quietamente mostrando sus manos. "¿Ves?"

El demonio no mostró señas de haberla entendido. Amelia estudió detenidamente la jaula hasta encontrar la puerta. Probó el seguro de la misma pero estaba cerrado. Quizás había una llave en alguna parte. Recordó haber visto una, dentro de un cajón. La buscó rápidamente y regresó a la jaula. La insertó y sin ningún problema la llave encajó perfectamente. Sin embargo no la giró.

Y si el demonio le hacía daño... Pero se veia tan asustado, le había conmovido el corazón. Se decidió y giró la llave en la cerradura, pero al momento la quimera se levantó rapidamente y se detuvo frente a la puerta. La joven princesa se quedó petrificada, el temor paralizándola.

"L-sama..." Susurró en forma de oración pensando que esos segundos eran los últimos de su vida.

Pero el demonio no la atacó, simplemente quitó la mano de la princesa de la llave, giró la misma hasta cerrar nuevamente el seguro y con un perceptible sonido, la llave se partió dentro de la cerradura.

La princesa se quedó unos segundos sin habla. Frente a ella la quimera estaba completamente erguida. Era obvio que su género era el opuesto al suyo pues además de los grilletes de oro, sólo llevaba una especie de túnica blanca que dejaba al descubierto gran parte de su pecho. Era un poco más alta que ella y sus ojos de un azul muy profundo.

"¿No deseas salir?" Preguntó sorprendida. Un gesto negativo fue su única respuesta.

"¡¡Puedes entenderme!!" Se acercó a la jaula, la quimera retrocedió un poco.

"¿Puedes hablar?" Preguntó ansiosa. Una respuesta afirmativa.

"¿Cómo te llamas? Yo soy Amelia Wil Telsa, princesa de Seiryuun." La quimera se alejó un poco más.

"Zelgadis." Dijo con voz profunda pero algo tímido.

"Zelgadis... Dime, ¿por qué no quieres salir de esta jaula?"

"Estoy seguro aquí adentro." Murmuró.

"¿Seguro en una jaula? Pero si no te puedo hacer daño... ¿Estás hecho de piedra no? Sería imposible que yo te pudiera dañar." Dijo la princesa sorprendida de la ingenuidad de la quimera.

"Dejame sólo." Y sin decir más le dio la espalda y se acurrucó en la cama.

"Eres un maleducado." La princesa habló en un tono más alto de lo normal, casi chillón, cosa que hizo sobresaltar a la quimera. "¿No sabes que no le puedes dar la espalda a una princesa?"

La quimera se acurrucó alejándose más de la princesa enojada.

"Siquiera podrías tener algo de educación, ya que te quería ayudar a salir de esta asquerosa jaula." Su voz se volvió más chillona aún.

De repente una especie de aullido la ensordeció. "¡¡¡VALLLLLL!!!!"

El aullido continuó hasta que la puerta se abrió repentinamente y por ella entró el capitán.

"¿Qué sucede?" Al ver que las cortinas de la jaula estaban a un lado, maldijo coloridamente. Trató de abrir la puerta pero la llave partida se lo impidió. Desenvainó su espada y de un certero golpe rompió el seguro y entró.

Corrió al lado de la aullante quimera y lo tomó en brazos, al instante se detuvieron los gritos. Entre sollozos sólo se podía escuchar palabras incoherentes. El capitán volteó a ver a la princesa quien estaba tan asustada como la quimera en sus brazos. Le hizo gestos al marino que lo había seguido al camarote.

"Jiras, lleva a la princesa al cuarto de la Embajadora." El marino asintió.

"Yo... lo siento capitán Val... no fue mi intención." Trató de disculparse la joven.

"Jiras... ahora." Y regresó su atención a la estremecida quimera.

"Zel... shhhh... no pasa nada. Fue mi culpa. Shhhhhh...." Lo abrazó con ternura mientras el demonio se aferraba patéticamente a sus ropas.

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