Capítulo 03
Una Cena Especial
¿Cuán difícil es convencer a una tímida quimera de cenar con una princesa? Depende de la motivación.
*******
Notas
Los personajes de Slayers pertenecen a su creador.
*******
La princesa no fue regresada esa noche al camarote que ocupara, se quedó en el camarote de la Embajadora, quien agradeció al menos tener la compañía de la princesa y saber que estaba bien.
Aún se hallaba un poco perturbada por lo que había sucedido la noche anterior. Esa mañana, el capitán les había indicado que tomarían el desayuno juntos, con el pretexto de conocer un poco más a sus huéspedes.
El desayuno pasó muy normal a excepción de uno que otro comentario mordaz entre el capitán y la Embajadora. La princesa por su parte, se encontraba muy callada.
"¿Princesa... sucede algo?" Preguntó el capitán cortésmente. Esto sacó a la princesa de sus pensamientos.
"Ahh... disculpe Capitán Val, sólo estaba... pensando en... Pues... usted sabe, en su... *mascota*." El capitán suspiró visiblemente.
"Sólo quería saber si se encontraba bien."
"Su Alteza... lamento haberle mentido acerca del ocupante de la jaula... Pero como sabrá, las quimeras son consideradas demonios muy valiosos y peligrosos." Se levantó de la mesa y se dirigió a la ventana. "Sin embargo, Zelgadis es una excepción, como ya se habrá dado cuenta. Hace unos tres años que está en mi barco y sólo he logrado que confíe en mí." Dijo con cierta cautela.
"¿Por qué lo mantiene en una jaula?"
"Piensa que son seguras, dentro de la jaula nadie lo puede molestar si se mantiene la puerta cerrada." La princesa se avergonzó visiblemente.
"No lo sabía."
"No tenía forma de saberlo su Majestad. Pienso que quizás Zelgadis ha sufrido demasiado. Cuando lo encontré se hallaba en penosa condición, aún con su piel tan fuerte, tenía cicatrices y heridas profundas en todo el cuerpo."
"¿Dónde lo encontró capitán?"
"Pues digamos que lo... sustraje de un barco de piratas."
"Ladrón que roba ladrón tiene mil años de perdón..." Murmuró sarcásticamente la embajadora. La princesa le dio una mirada de reproche.
"Es extraño que un pirata sienta lástima hacia otro ser viviente." Comentó la Embajadora en tono de burla.
"Extraño pero no imposible." Agregó el capitán lo más cortésmente posible.
"De todas formas, yo fui el responsable de lo que sucedió anoche, no debí poner a la princesa en el cuarto de la quimera. Mis más sinceras disculpas su Alteza."
"Baka." Musitó la Embajadora. Si el pirata la escuchó, no le dio importancia.
"Es sólo que tenía la esperanza..."
"De que la quimera asesinara a la princesa." Añadió la embajadora.
"¡Embajadora!" Volvió a reprocharle la princesa. "¿Esperanza de qué capitán?"
"De que un poco de compañía le haría bien... a la quimera quiero decir."
"Pamplinas."
"Embajadora, ¿por qué tiene que ser tan difícil una conversación cuando usted está incluida en ella?"
"Capitán, usted insinúa que le hubiera agradado que la princesa iniciara una especie de amistad con semejante aberración." Dijo la embajadora en un tono altanero. El capitán se tensó.
"En primer lugar, Embajadora Filia, Zelgadis no es una aberración. Es incluso más humano que algunos de los aquí presentes." La Embajadora sintió la verguenza subirle al rostro.
"Luego, su Alteza pareciera poseer algunas cualidades natas de comprensión y benevolencia que quizás podrían romper las murallas emocionales que ha eregido Zel a su alrededor." Ahora la princesa se había ruborizado por completo. El capitán sonrió.
"Es sólo que Zelgadis es... muy tímido." La aseveración quedó flotando un momento en el silencio. El capitán tomó asiento nuevamente, se alisó un poco la camisa y continuó.
"Cambiando el tema de la conversación, les tengo buenas noticias. El embajador de Wolfpack, ha enviado un comunicado, comenzará los trámites para el regreso de su Alteza y la Embajadora. Pero antes quiere ver por sí mismo que ambas se encuentren en perfecto estado, por lo que nos dirigimos hacia aguas neutrales para reunirnos."
"Y establecer un precio a nuestras cabezas."
"Yare, yare, Embajadora, siempre tan delicada en sus expresiones." Le dijo en tono de reproche.
"Podrá ver al embajador muy pronto mi lady, no se preocupe. Por lo demás, me gustaría proponerle a la princesa una forma de reparar en algo el susto que le ha provocado a la quimera."
La princesa llena de curiosidad, le prestó atención al pirata.
"Trataré de convencerlo de acompañarnos a una cena dentro de dos días, si le parece bien a la princesa y a la Embajadora."
"Acepto." Dijo la princesa sin pensarlo.
"Princesa Amelia..." Dijo la Embajadora sorprendida.
"Y si el capitán Val pudiera convencerlo antes de dos días tampoco habría problema, estoy ansiosa por disculparme." Dijo levemente sorprendida por su propia reacción.
"Muy bien entonces su Alteza, gracias por la oportunidad. Ahora, si no es mucha molestia, deben regresar a su camarote." La princesa y la Embajadora se levantaron y fueron escoltadas hasta su habitación.
*******
Mientras tanto en el camarote de Zel...
"Zel... Por décima vez..."
"¡No!" Gruñó la quimera.
"¿A qué le tienes miedo?" Le ripostó Val.
"Es... diferente." Dijo un tanto inseguro.
"Claro que es diferente, es una chica, las chicas son diferentes... Agradablemente diferentes." Sonrió pícaramente.
"No." Gruñó nuevamente.
"¡Kuso! No seas tan testarudo, es sólo una cena." Dijo llevando las manos a sus cabellos en un gesto desesperado.
"Ella grita..." Dijo haciendo un leve puchero.
"Esta vez no lo hará, te lo prometo." Trató en su voz más convincente.
"No, es definitivo."
"Quitaré los seguros de tu camarote y de tu jaula, es una advertencia." Le dijo amenazadoramente.
"¿Los seguros? No serías capaz." Murmuró con una expresión de terror.
"Claro que sí." Gritó.
"¡¡¡Aarrgghhh!!!"
"Y no me gruñas, sabes que lo detesto." Lo miró con enojo.
"Bien." Dijo finalmente vencido. "Pero sólo una cena." Le advirtió. "Perfecto." El capitán suspiró aliviado. "Mañana en la noche."
"¿¿¿Mañana???" La quimera levantó la voz asustada.
"Sí, ahora sólo falta ver qué usarás para impresionar a la princesa."
"¡Nani!"
"No querrás verte menos al lado de su Alteza Real." Sonrió pícaramente.
"Me asustas cuando sonríes de esa forma." Suspiró la quimera.
"Eres tan llorón como un pequeño de dos años." Lo molestó el capitán.
"Ggrrrrr..." Y se abalanzó sobre el capitán comenzando una furiosa batalla entre ambos.
*******
"¡Ruu Miko!, ¡Ruu Miko!, un barco se acerca."
"¡¡Qué!!"
"Un barco, trae bandera de paz, es un barco de su Majestad Philionel de Seiryuun."
"Gezz.. Qué querrá su Majestad con nosotros y cómo encontró la isla?"
"No lo sabremos si no vamos a investigar." Comentó Gourry.
"Tienes razón. ¡Atención todos! Al barco, tenemos compañía." Gritó la capitana y en un momento todos sus hombres de dirigían a la fragata armados hasta los dientes."
El nuevo barco se acercó a una distancia prudente de la fragata y se detuvo. Un pequeño barco fue lanzado al agua y un hombre subió a él. Al acercarse la capitana se percató que el hombre llevaba señal de paz.
"Quietos todos." Ordenó. Gourry se ocultó tras algunos de los miembros de la tripulación, con la mano en la empuñadura de su espada.
"Ayúdenlo a subir."
Cuando finalmente Lina tuvo una buena vista del hombre que acababa de abordar, no pudo menos que suprimir un gesto de asombro.
Tenía todas las señas de ser una persona importante. Sus cabellos, nítidamente cortados al hombro, eran de un perfecto color púrpura. Sus ojos del mismo color, fríos al observarla. Su piel muy blanca en contraste con la de sus tripulantes.
Se acercó a la capitana e hizo una profunda reverencia.
"¿Ruu Miko?" Preguntó sacándola de su admiración.
"La misma."
El hombre se irguió.
"Estoy aquí para ofrecerle un trato."
*******
Los tibios rayos de sol se fueron ocultando dando paso a la noche. La princesa Amelia había hecho prometer a Filia que se abstendría de cualquier comentario fuera de lugar, que no gritaría, que no discutiría con el capitán.
"Su Alteza, practicamente me está diciendo que me quede callada?" La miró sorprendida.
"¡Exacto!" Le sonrió.
"Pero... Pero..."
"Pero nada, Filia, tienes que verlo, es... vaya, no sé cómo describirlo." Dijo con la mirada medio entornada.
"Es una quimera, un demonio, un..."
"¡No!" La interrumpió. "Es agradable."
"Pero sólo lo escuchó aullar su Alteza." Le recordó.
"Es que me puse muy impertinente."
"Pamplinas." Y se alejó de la princesa.
"Promételo Filia." La Embajadora lo pensó un rato y ante la mirada testaruda de la princesa no pudo menos que aceptar.
"Lo prometo."
"Me das tu palabra?"
"Te doy mi palabra, pero el embajador me va a matar por eso." Dijo mientras acariciaba el anillo que rodeaba su dedo anular.
"No se tiene que enterar."
"Sabes que se va a enterar, siempre se entera." Dijo la Embajadora con desaliento.
"No nos preocupemos ahora. Por favor, es sólo una cena."
Y antes que pudieran seguir hablando una voz las interrumpió desde el otro lado.
"¿Alteza? ¿Está lista?"
"Positivamente." La puerta se abrió y un muy elegante capitán apareció en la puerta. Ambas contuvieron el aliento. El capitán lucía sus mejores galas, sus largos cabellos acuamarinos atados en una simple cola. Una camisa blanca, con delicados olanes en el pecho y en las mangas. Una casaca acuamarina, un poco más oscura que el cabello del capitán. Vestido de esa forma aparentaba menos edad y la crudeza de sus dorados ojos se atenuaba.
"Por aquí su Alteza, si me permite." Y le extendió un brazo al cual la princesa se sujetó de inmediato guiñándole un ojo a Filia. La Embajadora suspiró resignada y siguió tras ellos.
Entraron al camarote donde antes se alojara la princesa para ver que había sido acomodada una mesa y sobre ella estaba servida la cena. Filia pudo ver la jaula de la que tanto hablaba la princesa, era enorme. Luego que entraron el capitán cerró la puerta y pasó el seguro haciendo un fuerte sonido.
Ambas jovenes quedaron en silencio mientras el capitán las llevaba a sus asientos a ambos lados de la mesa, quedando una frente a la otra. El capitán ocupó el asiento que quedaba hacia la puerta del camarote quedando vacío el asiento que daba hacia la puerta de la jaula.
"Zel... Estamos esperándote." Dijo el capitán serenamente. Al cabo de un rato y al no escuchar respuesta, se puso en pie y se dirigió a la jaula.
"¿Zel?" Llamó.
"Me siento incómodo." Susurró una profunda voz.
"Estás bien." Lo animó el capitán.
"Val, parezco una piedra envuelta en cancanes y puntilla."
"No es cierto, deja de llorar, la princesa está esperándote." Dijo el capitán un poco más rudo que de costumbre.
"Estás gritándome." Gimió.
"Lo siento, sólo ven a la mesa." Hizo un intento por empujarlo hacia la puerta de la jaula.
"Es que..."
"Zel..."
"Pero.."
"AHORA."
"Ggggrrrrrr..." Val perdió la compostura ante el gruñido de la quimera y lo sujetó por una de sus puntiagudas orejas, arrastrándolo hasta la puerta de la jaula. Allí le dio un leve empujón y Zelgadis quedó a la vista de las dos jovenes.
Ambas se quedaron tan mudas por el asombro como cuando vieron al capitán en el camarote. La quimera realmente se veia muy bien, vestido en iguales galas que el capitán pero de un color crema muy claro, con leves detalles en el mismo azul que su piel.
"Ejem..." Interrumpió el capitán observándolo intensamente como si quisiera recordarle algo.
"Ahh... buenas noches." Dijo Zel, haciendo una reverencia a la cual respondieron ambas.
"Su Alteza ya debe conocer a Zelgadis. Embajadora Filia Ul Copt, este es Zelgadis." La quimera se acercó primeramente a la princesa, besándole la mano como le había indicado el capitán, luego imitó el gesto con la Embajadora quien aún estaba sorprendida. Finalmente se sentó a la mesa y comenzó la cena.
*******
El embajador le había hecho una propuesta a Lina que no podía rehusar. Rescatar a su Alteza real y otra cortesana a cambio de obtener una buena recompensa. Adicional, se le otorgarían los debidos honores ante la realeza de Seiryuun. Sus ojos brillaban avariciosamente. El embajador permanecería en la isla con ellos mientras concretaban un plan.
Sentados a la mesa el embajador observaba con asombro mientras la capitana y parte de los tripulantes devoraban el festín que había sobre la mesa. Por la forma torpe y afanosa en que se peleaban por la comida, comenzó a pensar que había hecho una mala elección al dirigirse a la capitana del Ryuu Dorei para solicitarle ayuda.
"Embajador, ¿no va a cenar?" Preguntó Lina con la boca llena. "No... tengo mucho apetito. La preocupación por el bienestar de la princesa Amelia, me tiene un poco indispuesto." Comentó cortésmente.
Lina ordenó que se le retirasen el plato de comida. Entre bocado y bocado observaba al embajador. Su mirada al principio fría, se notaba un poco confundida y algo triste. Si esa era la preocupación que mostraba hacia la princesa realmente debía ser muy apegado a ella. Justo en ese momento notó un sencillo anillo en el dedo anular del embajador.
"Supongo que la Embajadora estará preocupada por usted." Aventuró la capitana.
"De hecho... estoy más preocupado yo por ella que ella de mí." Comentó.
"¿Problemas?" Lina le guiñó un ojo.
"No... sólo ha salido en un viaje, espero que se encuentre bien." Suspiró inadvertidamente.
Lina captó el gesto, pero lo guardó para sí. El embajador estaba ocultando algo, si tenía que ver con la oferta que le estaba haciendo o no, eso aún no lo sabía. Pero no era tonta, averiguaría tarde o temprano. Alejó los pensamientos y continuó comiendo, al rato se percató de que Gourry no estaba por ningún lado a su vista. Le pareció igual de extraño.
*******
La cena había transcurrido tranquilamente. La quimera no había hablado mucho.
"Seguramente la noche está hermosa, no desea la Embajadora y la princesa dar una vuelta por el barco?" Sugirió el capitán.
"Qué buena idea." Brilló la princesa. El capitán se levantó de la mesa y esta vez le ofreció su brazo a Filia, quien a pesar de su disgusto, aceptó la oferta lo más civilizadamente que pudo. Zel imitó el gesto con la princesa y ambas parejas subieron a la parte externa del barco.
Así como había comentado el capitán, la noche se mostraba hermosa, cuajada de estrellas.
"Dígame Embajadora Filia... ¿Cómo es su vida en la corte de Seiryuun?"
"Apacible y completa, siempre que el embajador está a mi lado." Comentó Filia con rapidez. El capitán sonrió.
"Admirable, actualmente una pareja en la corte de Seiryuun que se ama profundamente." Dijo con un tono algo burlón.
"Él vendrá por usted capitán."
"Lo sé... Xellos Metallium, embajador de Wolfpack no me perdonará el haber tomado a su delicada esposa como rehén."
"¿Conoce algo de la corte?"
"¿Conocer?, fui parte de ella alguna vez, pero preferí vivir en libertad a vivir encerrado en un mundo que me estaba asfixiando." Esta vez la Embajadora lo miró sorprendida.
"¿Le sorprende?"
"Algo... debo admitir... Capitán Val... ¿Por qué planificó capturar a la princesa?"
El capitán echó una sonora carcajada y le replicó, "Mi Lady, no sabía que la princesa viajara en barcos que no están debidamente identificados como de la flota real. No esperaba encontrarme a dos figuras tan importantes en ese barco."
La Embajadora bajó la mirada. "¿Entonces por qué no liberarnos como acto de buena fe?"
"¿Por qué no obtener algo a cambio?" Se detuvieron en la proa del barco, la princesa y la quimera habían quedado algo atrás. El capitán los observó, la princesa reia un poco, la quimera se veia sonriendo tímidamente, pero sonriendo, ni más ni menos.
"Aunque... quizás ya obtuve algo." La Embajadora siguió la mirada del capitán.
*******
Zelgadis se mostraba un poco ruborizado, la princesa seguía colgada de su brazo y reia de rato en rato mientras hablaba de algunas de sus aventuras en palacio. Se le quedó viendo unos instantes. Le parecía increible que la chica pudiera tratarlo con tanta dulzura a pesar de saber que él era un demonio.
Desde que recordaba sólo había recibido dolor, rechazo y odio. Había pasado de manos de un tirano a otro, siempre maltratado. Cuando tuvo edad suficiente para crear magia se volvió algo peligroso para sus actuales dueños, por lo que fue vendido a un mago que podía controlarlo mejor. Sin embargo, en uno de los viajes que el mago hiciera de un reino a otro por mar, habían sido atacados por piratas. Entonces había pasado a manos de un hombre realmente cruel.
En el barco pirata casi todos los tripulantes tenían un don mágico con el cual defenderse, pero el capitán en especial, los sobrepasaba a todos. Se divertía torturándolo y nunca le enseñó a usar su magia como había intentado su anterior dueño. Aún podía recordar aquel horrendo rostro, sus cabellos rojos, hasta más abajo de la cintura y aquellos ojos dementes. Un escalofrío recorrió su cuerpo de piedra.
"Zelgadis-san, ¿por qué llevas aún los grilletes?" La pregunta lo sacó de sus pensamientos.
"Ehh... son para controlar mi magia." La princesa le devolvió una mirada curiosa. Zelgadis levantó un poco los delicados olanes de la camisa y dejó que la princesa viera de cerca los grilletes.
"¿Ves las marcas y los símbolos?" La joven asintió.
"Me permiten controlar mi magia, sin ellos es muy peligrosa... aún no sé cómo controlarla bien." Se ruborizó levemente. En tres años, a bordo del Hanzoku, su magia había aumentado considerablemente. No sabía si debido al buen trato que recibía del capitán o a la confianza que por primera vez sentía en sí mismo.
"Ahhh... pero supongo que no tienes donde practicar para controlarla. Aquí en el barco no sería nada prudente." Concluyó la princesa.
"Iie."
La princesa lo miraba de soslayo, tomando de lleno el perfil de la quimera. A la luz de las estrellas, Zel simplemente se veia como un chico normal. Suspiró. No era como si en el palacio su padre le permitiera aún estar al lado de los chicos, y cuando se lo permitía, era bajo esctrictas reglas que la aburrían hasta el cansancio.
"¿Pasa algo?" Preguntó preocupado.
"Zelgadis-san, ¿alguna vez has estado con alguna otra chica?" Le dijo un tanto curiosa.
"¿Nani?" La quimera se ruborizó fuertemente.
"Ohh, lo siento, fui muy indiscreta."
"Nunca he bajado de los barcos." Fue la simple respuesta. "Esta es la primera vez que veo o hablo con alguien que no sea un pirata o un marinero."
"Entonces... nunca..." La princesa no terminó la oración.
"¿Nunca qué?" Preguntó con curiosidad Zel.
"¿Alguna vez te han besado?" La quimera tosió levemente.
"No. Pero Val me ha explicado lo que es y supongo que debe ser desagradable." Hizo un gesto de disgusto.
"¿Por qué lo supones?"
"Es con la boca, las lenguas se tocan... no puede ser agradable." La princesa tomó un curioso tono morado.
"¿Cómo lo sabes si nunca te han besado?"
"¿Te han besado a ti?"
"Pues... no."
"¿Entonces cómo sabes que no se siente mal?" La princesa volvió a cambiar de color.
"No puede sentirse mal, cuando es un beso de amor." Susurró la princesa.
"Muéstrame." Sugirió la quimera.
"¿Nani?"
"Muéstrame cómo es un beso de amor."
"Es que no se puede dar un beso de amor si no se está enamorado."
"¿Cómo es estar enamorado?"
"Es... algo maravilloso."
"¿Has estado enamorada?"
"No."
"¿Entonces cómo lo sabes?"
"Sólo porque así debe ser." Suspiró algo molesta por la curiosidad de la quimera.
La quimera no estaba satisfecha con las respuestas de la princesa. Las dudas se reflejaban en sus azules ojos.
"Emm... quizás pueda darte un beso... uno pequeño... sólo para que sepas cómo se siente." Sugirió la princesa.
"¿Un beso de amor?"
"No exactamente... Pero sería un beso de todas formas."
"Bien." Y se quedó esperando.
"Ahhh... cierra los ojos." Le dijo avergonzada.
"¿Para qué?" "Sólo ciérralos."
"Bien."
"Ahora inclínate un poco."
"¿Para qué?"
"Sólo hazlo." Comenzaba a impacientarse.
"Bien."
La princesa se puso levemente de puntillas y rozó sus labios con los de la quimera, plantándole seguidamente un beso. Mantuvo los labios pegados a los de la quimera hasta que de repente la quimera se inclinó un poco más y puso una de sus manos tras su cabeza. El gesto le hizo abrir los labios, ocasión que aprovecho la quimera para deslizar su lengua dentro de la boca de la princesa. Un suave gemido salió de la garganta de la joven cuando finalmente la quimera la dejó ir.
"Se siente bien." Murmuró la quimera. Un profundo rubor subió a los cachetes de la princesa.
"Tocaste... tocaste mi lengua con.... con tu lengua." Fue lo único que pudo decir.
"¿No se suponía que lo hicieramos?" Le preguntó curioso Zel.
La joven tocó sus labios con los dedos donde la quimera la acababa de besar, pero luego de unos instántes reaccionó.
"Zelgadis-san." Fue lo único que dijo antes de colgarse al cuello de la quimera y comenzar a besarlo furiosamente.
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Una Cena Especial
¿Cuán difícil es convencer a una tímida quimera de cenar con una princesa? Depende de la motivación.
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Notas
Los personajes de Slayers pertenecen a su creador.
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La princesa no fue regresada esa noche al camarote que ocupara, se quedó en el camarote de la Embajadora, quien agradeció al menos tener la compañía de la princesa y saber que estaba bien.
Aún se hallaba un poco perturbada por lo que había sucedido la noche anterior. Esa mañana, el capitán les había indicado que tomarían el desayuno juntos, con el pretexto de conocer un poco más a sus huéspedes.
El desayuno pasó muy normal a excepción de uno que otro comentario mordaz entre el capitán y la Embajadora. La princesa por su parte, se encontraba muy callada.
"¿Princesa... sucede algo?" Preguntó el capitán cortésmente. Esto sacó a la princesa de sus pensamientos.
"Ahh... disculpe Capitán Val, sólo estaba... pensando en... Pues... usted sabe, en su... *mascota*." El capitán suspiró visiblemente.
"Sólo quería saber si se encontraba bien."
"Su Alteza... lamento haberle mentido acerca del ocupante de la jaula... Pero como sabrá, las quimeras son consideradas demonios muy valiosos y peligrosos." Se levantó de la mesa y se dirigió a la ventana. "Sin embargo, Zelgadis es una excepción, como ya se habrá dado cuenta. Hace unos tres años que está en mi barco y sólo he logrado que confíe en mí." Dijo con cierta cautela.
"¿Por qué lo mantiene en una jaula?"
"Piensa que son seguras, dentro de la jaula nadie lo puede molestar si se mantiene la puerta cerrada." La princesa se avergonzó visiblemente.
"No lo sabía."
"No tenía forma de saberlo su Majestad. Pienso que quizás Zelgadis ha sufrido demasiado. Cuando lo encontré se hallaba en penosa condición, aún con su piel tan fuerte, tenía cicatrices y heridas profundas en todo el cuerpo."
"¿Dónde lo encontró capitán?"
"Pues digamos que lo... sustraje de un barco de piratas."
"Ladrón que roba ladrón tiene mil años de perdón..." Murmuró sarcásticamente la embajadora. La princesa le dio una mirada de reproche.
"Es extraño que un pirata sienta lástima hacia otro ser viviente." Comentó la Embajadora en tono de burla.
"Extraño pero no imposible." Agregó el capitán lo más cortésmente posible.
"De todas formas, yo fui el responsable de lo que sucedió anoche, no debí poner a la princesa en el cuarto de la quimera. Mis más sinceras disculpas su Alteza."
"Baka." Musitó la Embajadora. Si el pirata la escuchó, no le dio importancia.
"Es sólo que tenía la esperanza..."
"De que la quimera asesinara a la princesa." Añadió la embajadora.
"¡Embajadora!" Volvió a reprocharle la princesa. "¿Esperanza de qué capitán?"
"De que un poco de compañía le haría bien... a la quimera quiero decir."
"Pamplinas."
"Embajadora, ¿por qué tiene que ser tan difícil una conversación cuando usted está incluida en ella?"
"Capitán, usted insinúa que le hubiera agradado que la princesa iniciara una especie de amistad con semejante aberración." Dijo la embajadora en un tono altanero. El capitán se tensó.
"En primer lugar, Embajadora Filia, Zelgadis no es una aberración. Es incluso más humano que algunos de los aquí presentes." La Embajadora sintió la verguenza subirle al rostro.
"Luego, su Alteza pareciera poseer algunas cualidades natas de comprensión y benevolencia que quizás podrían romper las murallas emocionales que ha eregido Zel a su alrededor." Ahora la princesa se había ruborizado por completo. El capitán sonrió.
"Es sólo que Zelgadis es... muy tímido." La aseveración quedó flotando un momento en el silencio. El capitán tomó asiento nuevamente, se alisó un poco la camisa y continuó.
"Cambiando el tema de la conversación, les tengo buenas noticias. El embajador de Wolfpack, ha enviado un comunicado, comenzará los trámites para el regreso de su Alteza y la Embajadora. Pero antes quiere ver por sí mismo que ambas se encuentren en perfecto estado, por lo que nos dirigimos hacia aguas neutrales para reunirnos."
"Y establecer un precio a nuestras cabezas."
"Yare, yare, Embajadora, siempre tan delicada en sus expresiones." Le dijo en tono de reproche.
"Podrá ver al embajador muy pronto mi lady, no se preocupe. Por lo demás, me gustaría proponerle a la princesa una forma de reparar en algo el susto que le ha provocado a la quimera."
La princesa llena de curiosidad, le prestó atención al pirata.
"Trataré de convencerlo de acompañarnos a una cena dentro de dos días, si le parece bien a la princesa y a la Embajadora."
"Acepto." Dijo la princesa sin pensarlo.
"Princesa Amelia..." Dijo la Embajadora sorprendida.
"Y si el capitán Val pudiera convencerlo antes de dos días tampoco habría problema, estoy ansiosa por disculparme." Dijo levemente sorprendida por su propia reacción.
"Muy bien entonces su Alteza, gracias por la oportunidad. Ahora, si no es mucha molestia, deben regresar a su camarote." La princesa y la Embajadora se levantaron y fueron escoltadas hasta su habitación.
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Mientras tanto en el camarote de Zel...
"Zel... Por décima vez..."
"¡No!" Gruñó la quimera.
"¿A qué le tienes miedo?" Le ripostó Val.
"Es... diferente." Dijo un tanto inseguro.
"Claro que es diferente, es una chica, las chicas son diferentes... Agradablemente diferentes." Sonrió pícaramente.
"No." Gruñó nuevamente.
"¡Kuso! No seas tan testarudo, es sólo una cena." Dijo llevando las manos a sus cabellos en un gesto desesperado.
"Ella grita..." Dijo haciendo un leve puchero.
"Esta vez no lo hará, te lo prometo." Trató en su voz más convincente.
"No, es definitivo."
"Quitaré los seguros de tu camarote y de tu jaula, es una advertencia." Le dijo amenazadoramente.
"¿Los seguros? No serías capaz." Murmuró con una expresión de terror.
"Claro que sí." Gritó.
"¡¡¡Aarrgghhh!!!"
"Y no me gruñas, sabes que lo detesto." Lo miró con enojo.
"Bien." Dijo finalmente vencido. "Pero sólo una cena." Le advirtió. "Perfecto." El capitán suspiró aliviado. "Mañana en la noche."
"¿¿¿Mañana???" La quimera levantó la voz asustada.
"Sí, ahora sólo falta ver qué usarás para impresionar a la princesa."
"¡Nani!"
"No querrás verte menos al lado de su Alteza Real." Sonrió pícaramente.
"Me asustas cuando sonríes de esa forma." Suspiró la quimera.
"Eres tan llorón como un pequeño de dos años." Lo molestó el capitán.
"Ggrrrrr..." Y se abalanzó sobre el capitán comenzando una furiosa batalla entre ambos.
*******
"¡Ruu Miko!, ¡Ruu Miko!, un barco se acerca."
"¡¡Qué!!"
"Un barco, trae bandera de paz, es un barco de su Majestad Philionel de Seiryuun."
"Gezz.. Qué querrá su Majestad con nosotros y cómo encontró la isla?"
"No lo sabremos si no vamos a investigar." Comentó Gourry.
"Tienes razón. ¡Atención todos! Al barco, tenemos compañía." Gritó la capitana y en un momento todos sus hombres de dirigían a la fragata armados hasta los dientes."
El nuevo barco se acercó a una distancia prudente de la fragata y se detuvo. Un pequeño barco fue lanzado al agua y un hombre subió a él. Al acercarse la capitana se percató que el hombre llevaba señal de paz.
"Quietos todos." Ordenó. Gourry se ocultó tras algunos de los miembros de la tripulación, con la mano en la empuñadura de su espada.
"Ayúdenlo a subir."
Cuando finalmente Lina tuvo una buena vista del hombre que acababa de abordar, no pudo menos que suprimir un gesto de asombro.
Tenía todas las señas de ser una persona importante. Sus cabellos, nítidamente cortados al hombro, eran de un perfecto color púrpura. Sus ojos del mismo color, fríos al observarla. Su piel muy blanca en contraste con la de sus tripulantes.
Se acercó a la capitana e hizo una profunda reverencia.
"¿Ruu Miko?" Preguntó sacándola de su admiración.
"La misma."
El hombre se irguió.
"Estoy aquí para ofrecerle un trato."
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Los tibios rayos de sol se fueron ocultando dando paso a la noche. La princesa Amelia había hecho prometer a Filia que se abstendría de cualquier comentario fuera de lugar, que no gritaría, que no discutiría con el capitán.
"Su Alteza, practicamente me está diciendo que me quede callada?" La miró sorprendida.
"¡Exacto!" Le sonrió.
"Pero... Pero..."
"Pero nada, Filia, tienes que verlo, es... vaya, no sé cómo describirlo." Dijo con la mirada medio entornada.
"Es una quimera, un demonio, un..."
"¡No!" La interrumpió. "Es agradable."
"Pero sólo lo escuchó aullar su Alteza." Le recordó.
"Es que me puse muy impertinente."
"Pamplinas." Y se alejó de la princesa.
"Promételo Filia." La Embajadora lo pensó un rato y ante la mirada testaruda de la princesa no pudo menos que aceptar.
"Lo prometo."
"Me das tu palabra?"
"Te doy mi palabra, pero el embajador me va a matar por eso." Dijo mientras acariciaba el anillo que rodeaba su dedo anular.
"No se tiene que enterar."
"Sabes que se va a enterar, siempre se entera." Dijo la Embajadora con desaliento.
"No nos preocupemos ahora. Por favor, es sólo una cena."
Y antes que pudieran seguir hablando una voz las interrumpió desde el otro lado.
"¿Alteza? ¿Está lista?"
"Positivamente." La puerta se abrió y un muy elegante capitán apareció en la puerta. Ambas contuvieron el aliento. El capitán lucía sus mejores galas, sus largos cabellos acuamarinos atados en una simple cola. Una camisa blanca, con delicados olanes en el pecho y en las mangas. Una casaca acuamarina, un poco más oscura que el cabello del capitán. Vestido de esa forma aparentaba menos edad y la crudeza de sus dorados ojos se atenuaba.
"Por aquí su Alteza, si me permite." Y le extendió un brazo al cual la princesa se sujetó de inmediato guiñándole un ojo a Filia. La Embajadora suspiró resignada y siguió tras ellos.
Entraron al camarote donde antes se alojara la princesa para ver que había sido acomodada una mesa y sobre ella estaba servida la cena. Filia pudo ver la jaula de la que tanto hablaba la princesa, era enorme. Luego que entraron el capitán cerró la puerta y pasó el seguro haciendo un fuerte sonido.
Ambas jovenes quedaron en silencio mientras el capitán las llevaba a sus asientos a ambos lados de la mesa, quedando una frente a la otra. El capitán ocupó el asiento que quedaba hacia la puerta del camarote quedando vacío el asiento que daba hacia la puerta de la jaula.
"Zel... Estamos esperándote." Dijo el capitán serenamente. Al cabo de un rato y al no escuchar respuesta, se puso en pie y se dirigió a la jaula.
"¿Zel?" Llamó.
"Me siento incómodo." Susurró una profunda voz.
"Estás bien." Lo animó el capitán.
"Val, parezco una piedra envuelta en cancanes y puntilla."
"No es cierto, deja de llorar, la princesa está esperándote." Dijo el capitán un poco más rudo que de costumbre.
"Estás gritándome." Gimió.
"Lo siento, sólo ven a la mesa." Hizo un intento por empujarlo hacia la puerta de la jaula.
"Es que..."
"Zel..."
"Pero.."
"AHORA."
"Ggggrrrrrr..." Val perdió la compostura ante el gruñido de la quimera y lo sujetó por una de sus puntiagudas orejas, arrastrándolo hasta la puerta de la jaula. Allí le dio un leve empujón y Zelgadis quedó a la vista de las dos jovenes.
Ambas se quedaron tan mudas por el asombro como cuando vieron al capitán en el camarote. La quimera realmente se veia muy bien, vestido en iguales galas que el capitán pero de un color crema muy claro, con leves detalles en el mismo azul que su piel.
"Ejem..." Interrumpió el capitán observándolo intensamente como si quisiera recordarle algo.
"Ahh... buenas noches." Dijo Zel, haciendo una reverencia a la cual respondieron ambas.
"Su Alteza ya debe conocer a Zelgadis. Embajadora Filia Ul Copt, este es Zelgadis." La quimera se acercó primeramente a la princesa, besándole la mano como le había indicado el capitán, luego imitó el gesto con la Embajadora quien aún estaba sorprendida. Finalmente se sentó a la mesa y comenzó la cena.
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El embajador le había hecho una propuesta a Lina que no podía rehusar. Rescatar a su Alteza real y otra cortesana a cambio de obtener una buena recompensa. Adicional, se le otorgarían los debidos honores ante la realeza de Seiryuun. Sus ojos brillaban avariciosamente. El embajador permanecería en la isla con ellos mientras concretaban un plan.
Sentados a la mesa el embajador observaba con asombro mientras la capitana y parte de los tripulantes devoraban el festín que había sobre la mesa. Por la forma torpe y afanosa en que se peleaban por la comida, comenzó a pensar que había hecho una mala elección al dirigirse a la capitana del Ryuu Dorei para solicitarle ayuda.
"Embajador, ¿no va a cenar?" Preguntó Lina con la boca llena. "No... tengo mucho apetito. La preocupación por el bienestar de la princesa Amelia, me tiene un poco indispuesto." Comentó cortésmente.
Lina ordenó que se le retirasen el plato de comida. Entre bocado y bocado observaba al embajador. Su mirada al principio fría, se notaba un poco confundida y algo triste. Si esa era la preocupación que mostraba hacia la princesa realmente debía ser muy apegado a ella. Justo en ese momento notó un sencillo anillo en el dedo anular del embajador.
"Supongo que la Embajadora estará preocupada por usted." Aventuró la capitana.
"De hecho... estoy más preocupado yo por ella que ella de mí." Comentó.
"¿Problemas?" Lina le guiñó un ojo.
"No... sólo ha salido en un viaje, espero que se encuentre bien." Suspiró inadvertidamente.
Lina captó el gesto, pero lo guardó para sí. El embajador estaba ocultando algo, si tenía que ver con la oferta que le estaba haciendo o no, eso aún no lo sabía. Pero no era tonta, averiguaría tarde o temprano. Alejó los pensamientos y continuó comiendo, al rato se percató de que Gourry no estaba por ningún lado a su vista. Le pareció igual de extraño.
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La cena había transcurrido tranquilamente. La quimera no había hablado mucho.
"Seguramente la noche está hermosa, no desea la Embajadora y la princesa dar una vuelta por el barco?" Sugirió el capitán.
"Qué buena idea." Brilló la princesa. El capitán se levantó de la mesa y esta vez le ofreció su brazo a Filia, quien a pesar de su disgusto, aceptó la oferta lo más civilizadamente que pudo. Zel imitó el gesto con la princesa y ambas parejas subieron a la parte externa del barco.
Así como había comentado el capitán, la noche se mostraba hermosa, cuajada de estrellas.
"Dígame Embajadora Filia... ¿Cómo es su vida en la corte de Seiryuun?"
"Apacible y completa, siempre que el embajador está a mi lado." Comentó Filia con rapidez. El capitán sonrió.
"Admirable, actualmente una pareja en la corte de Seiryuun que se ama profundamente." Dijo con un tono algo burlón.
"Él vendrá por usted capitán."
"Lo sé... Xellos Metallium, embajador de Wolfpack no me perdonará el haber tomado a su delicada esposa como rehén."
"¿Conoce algo de la corte?"
"¿Conocer?, fui parte de ella alguna vez, pero preferí vivir en libertad a vivir encerrado en un mundo que me estaba asfixiando." Esta vez la Embajadora lo miró sorprendida.
"¿Le sorprende?"
"Algo... debo admitir... Capitán Val... ¿Por qué planificó capturar a la princesa?"
El capitán echó una sonora carcajada y le replicó, "Mi Lady, no sabía que la princesa viajara en barcos que no están debidamente identificados como de la flota real. No esperaba encontrarme a dos figuras tan importantes en ese barco."
La Embajadora bajó la mirada. "¿Entonces por qué no liberarnos como acto de buena fe?"
"¿Por qué no obtener algo a cambio?" Se detuvieron en la proa del barco, la princesa y la quimera habían quedado algo atrás. El capitán los observó, la princesa reia un poco, la quimera se veia sonriendo tímidamente, pero sonriendo, ni más ni menos.
"Aunque... quizás ya obtuve algo." La Embajadora siguió la mirada del capitán.
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Zelgadis se mostraba un poco ruborizado, la princesa seguía colgada de su brazo y reia de rato en rato mientras hablaba de algunas de sus aventuras en palacio. Se le quedó viendo unos instantes. Le parecía increible que la chica pudiera tratarlo con tanta dulzura a pesar de saber que él era un demonio.
Desde que recordaba sólo había recibido dolor, rechazo y odio. Había pasado de manos de un tirano a otro, siempre maltratado. Cuando tuvo edad suficiente para crear magia se volvió algo peligroso para sus actuales dueños, por lo que fue vendido a un mago que podía controlarlo mejor. Sin embargo, en uno de los viajes que el mago hiciera de un reino a otro por mar, habían sido atacados por piratas. Entonces había pasado a manos de un hombre realmente cruel.
En el barco pirata casi todos los tripulantes tenían un don mágico con el cual defenderse, pero el capitán en especial, los sobrepasaba a todos. Se divertía torturándolo y nunca le enseñó a usar su magia como había intentado su anterior dueño. Aún podía recordar aquel horrendo rostro, sus cabellos rojos, hasta más abajo de la cintura y aquellos ojos dementes. Un escalofrío recorrió su cuerpo de piedra.
"Zelgadis-san, ¿por qué llevas aún los grilletes?" La pregunta lo sacó de sus pensamientos.
"Ehh... son para controlar mi magia." La princesa le devolvió una mirada curiosa. Zelgadis levantó un poco los delicados olanes de la camisa y dejó que la princesa viera de cerca los grilletes.
"¿Ves las marcas y los símbolos?" La joven asintió.
"Me permiten controlar mi magia, sin ellos es muy peligrosa... aún no sé cómo controlarla bien." Se ruborizó levemente. En tres años, a bordo del Hanzoku, su magia había aumentado considerablemente. No sabía si debido al buen trato que recibía del capitán o a la confianza que por primera vez sentía en sí mismo.
"Ahhh... pero supongo que no tienes donde practicar para controlarla. Aquí en el barco no sería nada prudente." Concluyó la princesa.
"Iie."
La princesa lo miraba de soslayo, tomando de lleno el perfil de la quimera. A la luz de las estrellas, Zel simplemente se veia como un chico normal. Suspiró. No era como si en el palacio su padre le permitiera aún estar al lado de los chicos, y cuando se lo permitía, era bajo esctrictas reglas que la aburrían hasta el cansancio.
"¿Pasa algo?" Preguntó preocupado.
"Zelgadis-san, ¿alguna vez has estado con alguna otra chica?" Le dijo un tanto curiosa.
"¿Nani?" La quimera se ruborizó fuertemente.
"Ohh, lo siento, fui muy indiscreta."
"Nunca he bajado de los barcos." Fue la simple respuesta. "Esta es la primera vez que veo o hablo con alguien que no sea un pirata o un marinero."
"Entonces... nunca..." La princesa no terminó la oración.
"¿Nunca qué?" Preguntó con curiosidad Zel.
"¿Alguna vez te han besado?" La quimera tosió levemente.
"No. Pero Val me ha explicado lo que es y supongo que debe ser desagradable." Hizo un gesto de disgusto.
"¿Por qué lo supones?"
"Es con la boca, las lenguas se tocan... no puede ser agradable." La princesa tomó un curioso tono morado.
"¿Cómo lo sabes si nunca te han besado?"
"¿Te han besado a ti?"
"Pues... no."
"¿Entonces cómo sabes que no se siente mal?" La princesa volvió a cambiar de color.
"No puede sentirse mal, cuando es un beso de amor." Susurró la princesa.
"Muéstrame." Sugirió la quimera.
"¿Nani?"
"Muéstrame cómo es un beso de amor."
"Es que no se puede dar un beso de amor si no se está enamorado."
"¿Cómo es estar enamorado?"
"Es... algo maravilloso."
"¿Has estado enamorada?"
"No."
"¿Entonces cómo lo sabes?"
"Sólo porque así debe ser." Suspiró algo molesta por la curiosidad de la quimera.
La quimera no estaba satisfecha con las respuestas de la princesa. Las dudas se reflejaban en sus azules ojos.
"Emm... quizás pueda darte un beso... uno pequeño... sólo para que sepas cómo se siente." Sugirió la princesa.
"¿Un beso de amor?"
"No exactamente... Pero sería un beso de todas formas."
"Bien." Y se quedó esperando.
"Ahhh... cierra los ojos." Le dijo avergonzada.
"¿Para qué?" "Sólo ciérralos."
"Bien."
"Ahora inclínate un poco."
"¿Para qué?"
"Sólo hazlo." Comenzaba a impacientarse.
"Bien."
La princesa se puso levemente de puntillas y rozó sus labios con los de la quimera, plantándole seguidamente un beso. Mantuvo los labios pegados a los de la quimera hasta que de repente la quimera se inclinó un poco más y puso una de sus manos tras su cabeza. El gesto le hizo abrir los labios, ocasión que aprovecho la quimera para deslizar su lengua dentro de la boca de la princesa. Un suave gemido salió de la garganta de la joven cuando finalmente la quimera la dejó ir.
"Se siente bien." Murmuró la quimera. Un profundo rubor subió a los cachetes de la princesa.
"Tocaste... tocaste mi lengua con.... con tu lengua." Fue lo único que pudo decir.
"¿No se suponía que lo hicieramos?" Le preguntó curioso Zel.
La joven tocó sus labios con los dedos donde la quimera la acababa de besar, pero luego de unos instántes reaccionó.
"Zelgadis-san." Fue lo único que dijo antes de colgarse al cuello de la quimera y comenzar a besarlo furiosamente.
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