Capítulo 06 Un Antiguo Enemigo

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Notas

Los personajes de Slayers pertenecen a su creador.

Meli y Fabi, siento haber lastimado a Xeros en el capítulo anterior, y más lamento aún lo que le va a suceder en este capítulo, pero no se me pongan tristes, que al final todo va a estar bien, lo prometo. =) Por el momento recuerden que Lina es la estrella de este fic.

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El Hanzoku se alejaba a toda vela del Ryu Dorei, poniéndo tanta distancia como le era posible entre el fuego y el barco. El objetivo principal, conservar a salvo a la princesa. Zelgadis, sin embargo, se encontraba incómodo. Una sensación desagradable le provocaba interminables escalfríos. Val se percató de ello.

"¿Zel, qué sucede?"

"No lo sé, es como un mal presentimiento. Como si en vez de alejarnos del peligro nos estuvieramos acercando."

De momento el Hanzoku se detuvo, lo repentino de la falta de movimiento lanzó a todos los tripulantes hacia el frente por gracia de la inercia. Seguidamente, unos garfios se anclaron al costado del barco.

"Quimera..." La voz resonó profunda y clara.

Al sonido Zel sintió que su estómago se revolcaba. Conocía esa voz, era la misma voz que lo había torturado durante tanto tiempo mientras estuvo en el barco pirata.

"Veo que me extrañaste." Una horrenda carcajada puntualizó la aseveración. Los tripulantes del Hanzoku se pusieron en alerta total a pesar de que aún no podían ver al enemigo.

"Capitán... he regresado por una quimera que es de mi propiedad." Una enorme figura saltó sobre la proa del barco. Sus cabellos rojos al viento, atados al final. Con un gesto desdeñoso desenvainó su espada.

"Gaarv..." Zelgadis casi se atragantó con la palabra, el terror se apoderó de inmediato de su cuerpo.

A una señal del nuevo visitante, decenas de extrañas criaturas comenzaron a saltar por la borda del Hanzoku y en cubierta. De inmediato se abalanzaron sobre los tripulantes, quienes a una vez, desenvainaron sus espadas y comenzaron a tratar de repeler el ataque.

La horrenda criatura que acababa de abordar el Hanzoku era el capián del barco pirata Heru, mejor conocido como Gaarv. Mismo que había torturado a Zel mientras había estado en su posesión.

De un ágil salto Gaarv estuvo frente a la paralizada quimera. Pero de inmediato, Val se interpuso entre ambos.

"Capitán Val... veo que aún necesita aprender una lección..." Sonrió desagradablemente.

Val se limitó a un leve gruñido de ira mientras tomaba una posición defensiva ante la masiva forma frente a sus ojos. Una demoniaca sonrisa se posó en los labios del capitán del Heru.

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Xellos traspasó de un lado a otro al monstruo que tenía frente a sí y observó complacido como el cuerpo de la bestia se disolvía. Pero su complacencia no duró mucho ya que tras el monstruo derrotado surgió otro igual de peligroso.

"¡Kuso!, malditas bestias." Comentó mientras su espada abría el estómago de su oponente. Miró a su alrededor, tratando de aclarar su situación, fue entonces que se percató del problema que estaba teniendo el capitán del Hanzoku frente al hombre del cabello rojo. No sentía una gran simpatía por el joven capitán... pero le debía la vida de su amada esposa y eso era más que suficiente. Comenzó a abrirse paso entre los combatientes muy lentamente.

Zelgadis, por su parte, continuaba paralizado por el terror, mirándo cómo Val luchaba contra aquel demonio de sus pesadillas y viendo cómo se iba haciendo real la mayor de todas ellas. Val estaba siendo vencido por Gaarv.

No se atrevía siquiera a ponerse en defensea de quien lo había rescatado, por miedo a hacer enojar al horrible ser que sabía era el capitán del Heru. El sonido de espadas y ensordecedores aullidos provenientes de las criaturas le perforaban los oidos sin cesar.

Val ya se encontraba agotado ante la fuerza de las estocadas de su contrincante, apenas defendiéndose. Una línea rojiza se marcaba en su pecho, desde el hombro hasta el costado contrario, su camisa empapada en sangre.

Una sombra púrpura se interpuso entre ambos combatientes. Xellos finalmente había alcanzado la proa del barco.

"Xellos Metallium... que agradable sorpresa." Sonrió el capitán del Heru. "¿Asuntos oficiales?

"Sore wa himitsu desu." Sonrió Xellos, enfureciendo a su oponente quien arremetió de inmediato.

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Lina estaba exhausta, además de intentar repeler el continuo ataque fantasma contra el Ryu Dorei, el tratar de movilizar la fragata por su propio esfuerzo la estaba drenando.

"¿Cuánto falta Gourry?"

"Aún falta demasiado Lina... "

"¡Kisama!, no puedo dejar el barco a merced del ataque. ¡BOMB DI WIND!"

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Xellos se movía con agilidad y gracia, evitando las estocadas del capitán del Heru.

"¡Maldita sabandija!, ¡quedate quieta!" Rugía Gaarv.

Zelgadis y Val observaban impresionados la habilidad del embajador. Había acertado varios golpes al pirata sin haber recibido uno sólo. Mientras tanto, su sonrisa se volvía aún más tenebrosa que la del propio pirata.

El pirata enfurecido comenzaba a perder terreno, la furia, más que otra cosa, le estaba haciendo perder la concentración.

Una repentina explosión de luz cegó al embajador. El capitán del Heru había creado un hechizo de luz que reventó frente a sus ojos. De inmediato se abalanzó sobre el embajador, quien hacía ciegos intentos por protegerse. Lo tomó de la muñeca, girando dolorosamente la mano hasta escuchar los huesos romperse. Con un grito de dolor el embajador soltó la espada.

Con una cruel sonrisa, el capitán del Heru tomó la espada del embajador y sin decir palabra, la clavó viciosamente en el abdomen del embajador. Los ojos de Xellos se oscurecieron por unos instantes y con su mano sana trató de sujetar la espada. Todo fue en vano, pues el pirata la empujó más profundo en su carne. Un sabor metálico llenó su boca y una gruesa gota de sangre resbaló por su barbilla.

Cuando el pirata dejó de sujetarlo, cayó al suelo con un leve gemido. Zel y Val estaban atónitos. Ahora el pirata se dirigía a Val. Con la misma sonrisa sádica, clavó su espada primeramente en el brazo derecho del capitán del Hanzoku, y luego en el izquierdo. Val trató de reprimir el grito de dolor apretando fuertemente los dientes.

"Es hora de su lección, capitán..." Le dijo el pirata muy seriamente, tomándolo por los cabellos y tirando de ellos hasta colocarlo de rodillas con la cabeza hacia atrás.

"Obseva bien, quimera... Nadie volverá a tratar de poner un dedo en mi propiedad." Y diciéndo esto levantó la espada, con la punta dirigida al pecho de Val. Zelgadis ya no podía soportarlo, aún cuando lo hiciera enojar más, no podía permitir que terminara con la vida de Val. Sin pensarlo demasiado, se arrojó sobre el pirata, haciéndole soltar a su presa.

En en el momento en que recuperó el equilibrio, el pirata levantó su espada contra Zelgadis, pero la misma rebotó sin hacerle apenas daño. La quimera se abalanzó nuevamente sobre el pirata. Pero esta vez el pirata ya estaba preparado y echándose a un lado, evitó el salto de Zel y aprovechó para tomarlo por las ropas.

"Vaya, vaya, si has crecido un poco, hasta has ganado algo de peso... y valor." Sonrió aquella maldita sonrisa.

"Ggggrrrr...." Zel sólo pudo gruñir del coraje.

El pirata sonrió ampliamente y sacó de entre sus ropas una especie de collar y se lo mostró a Zel.

"¿Recuerdas esto?" Al ver la expresión de terror en el rostro de Zel, echó a reir. "Claro que lo recuerdas, muy bien." Y sin decir más se lo colocó en el cuello como si fuera un perro.

"Ahora portate bien mascota... mientras termino este pequeño asunto." Lo colocó en el suelo y se dirigió nuevamente a donde se encontraba Val. Levantó nuevamente la espada, pero una tremenda explosión lo hizo taparse el rostro. El domo mágico que los cubría se estaba disipando, y la ilusión que cubría al Heru con ella.

"¿Qué sucede?" Rugió con ira. El Ryu Dorei se acercaba rápidamente y en la proa, desafiando el movimiento del barco, estaba la Ruu Miko. Gaarv pudo ver la pequeña figura claramente.

"MALDITA BRUJA." Y sin preocuparse por la víctima que tenía bajo su espada, recogió a Zelgadis y ordenó a todas las criaturas que se retiraran, haciendo lo propio.

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Gourry observaba a Lina un tanto preocupado. Aunque no lo aparentara, la chica estaba muy débil, y sin embargo seguía actuando como si el mundo se fuera a rendir sus pies. Realmente la admiraba.

Luego de la explosión, Lina pudo ver claramente el barco al lado del Hanzoku. El barco pirata Heru, el infierno mismo. Dos veces más grande que el Hanzoku y con aspecto terrible. La cabeza de un dragón con las fauces abiertas adornaba la punta de la proa, y el intrincado diseño se extendía por ambos flancos del barco.

"Gaarv..." Dijo para sí misma. Alguna que otra vez se había cruzado con el despreciable pirata. Por la similitud del color de sus cabellos muchos la confundían con la hija del pirata. No que le hicieran un favor al compararla. Realmente lo detestaba, aunque nunca había tenido que confrontarlo directamente.

Las negras velas del Heru fueron izadas y el pesado barco comenzó a alejarse del Hanzoku.

"Vamos Gourry, preparate para abordar el Hanzoku." Le apremió.

"Hai."

Finalmente estuvieron al lado del barco, Lina no hizo ningún intento por seguir al Heru, primero tenía que saber qué había sucedido con los tripulantes del Hanzoku, luego vería qué acción tomar. La escena que captó en el momento en que ella y Gourry abordaron el Hanzoku le caló profundamente.

Los cuerpos de algunos de los tripulantes del Hanzoku, así como de los refugiados del barco del embajador yacían inhertes sobre cubierta, como si un animal salvaje los hubiera destrozado.

"Gourry... ve y revisa cómo está la princesa y la embajadora." Dijo con el rostro endurecido. "Enseguida." Gourry desapareció por las escaleras que daban al interior del barco.

Sus hombres comenzaron a atender a los heridos sobre cubierta, y a tratar de componer en algo los restos de los tripulantes asesinados. Dos figuras atrajeron su atención. Los cabellos acuamarinos del capitán del Hanzoku en la proa. De inmediato se dirigió a donde se encontraba.

Estaba de espaldas, las mangas de la camisa manchadas de sangre, en sus brazos parecía sostener a alguien. El corazón se le paralizó cuando logró captar un reflejo púrpura.

Se arrodilló al lado del capitán. "¿Val?"

Val no le respondió. Tenía al Embajador cuidadosamente recostado en sus brazos, la espada aún clavada en su abdomen. Lina extendió la mano hasta el cuello de Xellos y buscó algún signo de vida.

"Val... ¡Está vivo aún!" A Lina se le iluminó el rostro y Val no entendió por qué.

"Lina... Apenas está vivo, está muriendo... no he extraido la espada porque no vale la pena causarle más dolor..." Pero Lina no le prestó mucha antención.

"Sujétalo fuertemente." Le indicó.

"¿Qué vas a hacer?... ¿Lina?" El capitán la observó sin comprender. Lina tomó la empuñadura de la espada.

"No hay tiempo Val, sujétalo." La voz firme de Lina lo hizo reaccionar, aparentemente había esperanza, sino Lina no estaría tan confiada. Lo sujetó con la fuerza que le permitían sus brazos heridos.

"Listo." Le confirmó.

Lina comenzó a susurrar unas palabras desconocidas para el capitán, apenas entendibles. Mientras continuaba el hechizo, sujetó firmemente la empuñadura y se preparó para remover la espada. De un tirón la Ruu Miko arrancó la espada. Un estremecimiento involuntario fue la respuesta, luego el cuerpo se relajó. Lina tiró la espada a un lado.

"¡RESURECCIÓN!" Una pálida luz se formó en sus manos y de inmediato las apretó contra el pecho de Xellos. El embajador respiró profundamente y abrió los ojos.

"Ruu Miko..." Susurró.

"Shhhh... embajador, nada de esfuerzos." Le dijo Lina con media sonrisa. "Val, ¿dónde está Zelgadis? Necesito que me ayude a sanar al embajador."

Val cambió el rostro. "¿Qué sucede?, ¿dónde está la quimera?" Preguntó apremiante.

"El pirata se llevó a Zel." Dijo Val sin levantar la vista.

"Kuso..." Lina apretó los dientes. Le sería muy dificil ayudar al Embajador sin Zel, aunque no imposible. "¿Puedes cargarlo hasta alguno de los camarotes?"

"Puedo hacer el intento." Dijo Val inseguro. El dolor en sus brazos era insoportable, muy lentamente se puso en pie con el embajador en los brazos y cuidadosamente se dirigieron al interior del Hanzoku.

Afortunadamente, las bestias no habían logrado llegar a las cámaras interiores del barco, donde se encontraban la princesa y la embajadora. Gourry los interceptó cuando bajaban y de inmediato se hizo cargo del Embajador, liberando a Val.

"Vamos Gourry, pronto." Le apresuró Lina. "¿Cómo está la princesa y la embajadora?"

"Están bien, los monstruos no llegaron a ellas, pero la embajadora está inconsciente."

"¿Nani?"

"Ahhh... la princesa dice que quizás el pánico y la preocupación fueron demasiados para ella." Finalmente entraron a uno de los camarotes y Gourry puso cuidadosamente al embajador sobre la cama.

El hechizo de resucitación apenas era el primer paso, ahora debía sanar la herida para quitar de peligro la vida del embajador. Lina ya estaba bastante agotada, su magia funcionaba, pero demasiado lento.

"¿Lina?, ¿qué sucede?" Le preguntó Gourry al ver que Lina se detenía varias veces.

"Estoy demasiado agotada Gourry, si Zel estuviera aquí quizás podría ayudarme y terminaría más rapidamente."

"Si puedo ayudarte en algo Lina, estoy a tu disposición." Le dijo Gourry sinceramente.

"Ahh Gourry, no creo que puedas hacer nada a menos que sepas algo de magia." Gourry bajó la mirada.

"No se nada de magia Lina, lo siento..." Lina sonrió debilmente.

"No te preocupes Gourry, ya pensaré en algo..."

Gourry se retiró cabizbajo. Allí estaba la chica que le había salvado la vida, necesitaba ayuda y él no tenía forma de brindarsela. Se sintió frustrado y por primera vez deseó haber prestado atención cuando sus tutores trataban de enseñarle algo de magia y el se escabullía a los establos a practicar con la espada.

"Nunca he sido muy bueno para pensar, ni para recordar... sólo soy bueno con la espada... sólo tengo mis brazos para ayudar a los demás..." Gourry sólo pensaba en voz alta, pero Lina lo escuchaba como si el sonido de su voz le diera tranquilidad. De repente el rostro de Lina se iluminó.

"¡Eso es Gourry!" Dijo de repente. "Eres un genio."

"¿Lo soy?" Dijo asombrado.

"Tus manos Gourry, tu fuerza, con eso ayudas a los demás, ¿cierto?" Gourry asintió un tanto confundido.

"Entonces ayúdame a mí, dame tu fuerza." Lina se levantó del lado de la cama donde yacía el embajador. Gourry la miró un poco asustado, en el rostro de Lina se dibujaba una sonrisa extraña.

"¿Lina?"

"¿Confías en mi Gourry Gabriev?" Le preguntó solemnemente. Gourry lo pensó sólo unos instantes y su mirada se volvió confiada a la de Lina.

"Te debo mi vida Lina... haz de mí como gustes."

"Bien. Siéntate." Y Lina comenzó a susurrar otro hechizo, y mientras lo hacía se acercaba a Gourry quien la observaba fascinado mientras el cuerpo de la Ruu Miko comenzaba a refulgir con su ya conocida aura roja. Sin percatarse, Gourry también comenzó a refulgir, su aura en cambio era blanca, completamente pura.

Lina se inclinó suavemente, tomando el rostro de Gourry.

"Transferencia." Y Lina capturó la boca de Gourry con la suya. El aura de Gourry creció, iluminando el camarote por completo. Unas leves corrientes de energía reventaban sutilmente, recorriendo el cuerpo de Gourry y pasando finalmente al cuerpo de Lina. Cuando la intensidad del aura de Gourry bajó al punto de casi no verse, Lina terminó el beso.

Gourry estaba como dormido, con cuidado lo recostó de la silla, asegurándose que no caería hacia adelante. Ahora el aura de Lina refulgía con brillantes corrientes rojas y blancas envolviéndola, finalmente las corrientes se fueron mezclando y su aura dejó de refulgir.

"Arigatou Gourry-kun" Susurró mientras se acercaba ahora al embajador, quien apenas podía respirar. De inmediato comenzó el hechizo para sanarlo, totalmente recuperada.

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A bordo del Heru, la situación se pintaba desesperada para Zelgadis. No bien habían puesto algo de distancia entre el Ryu Dorei y el Hanzoku, el capitán lo había apaleado salvajemente. El collar que le había sido puesto hacía que su piel de piedra fuera menos protectora, quedando practicamente indefenso contra cualquier ataque. Después de apalearlo, lo había arrojado en una jaula de hierro, donde apenas podía ponerse en pie, aunque dado su actual estado, no sentía la más mínima necesidad de moverse.

"Eso te enseñará tu lugar, quimera." Dijo riéndose el pirata. El pirata lo dejó solo, gruesas lagrimas bajaban por las mejillas del chico. Su camisa estaba hecha jirones, al igual que su piel, y varios moretones de un tono azul oscuro se mostraban en algunas partes. Sin embargo, sentía un poco de alivio al pensar que el capitán del Hanzoku estaría bien, al igual que la princesa, aunque no volviera a verla.

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A la mañana siguiente Zelgadis sentía que no había una sola parte de su cuerpo que el pirata no hubiera golpeado. La posición en la jaula le había entumecido aún más. Las jaulas... siempre se había sentido un poco más seguro dentro de ellas. Mientras estuviera adentro significaba que nadie lo iba a molestar. Pero su seguridad no duró mucho.

"Buenos días quimera, ¿cómo te sientes hoy?" Le saludó una voz con fingida preocupación. Zelgadis se estremeció, una especie de gemido de dolor fue la respuesta a la pregunta del pirata.

"Es bueno saber que ya recuerdas cuál es tu lugar." Y se dispuso a abrir la jaula. Zelgadis trató de acurrucarse y evitar la mano que se alargaba, pero en vano. El pirata lo tomó por la camisa y lo sacó bruscamente de la jaula levantándolo en el aire.

"Tengo una sorpresa para ti que sé que te va a encantar." Le dijo el pirata con una sonrisa maligna.

Lo llevó al cuarto que Zelgadis conocía perfectamente. Otro gemido se escuchó.

"Jajaja, veo que recuerdas este lugar." El camarote no tenía muchos muebles. Una especie de cama, con sábanas blancas, algunas cuerdas, una silla de madera, una mesa y sobre la mesa un pequeño cofre.

"No te preocupes, esta vez no te va a doler. Esta vez tengo la fórmula correcta." Puso a Zelgadis sobre la cama y le enganchó una cadena al collar.

Gaarv fue a la mesa donde se encontraba el pequeño cofre, abrió el candado y sacó un frasco con un líquido rosado transparente.

"Espero que tengas sed." Dijo sonriéndo lunáticamente. Se acercó a Zelgadis y le extendió el frasco. Zelgadis no hizo gesto alguno de tomarlo y de inmediato la mano del pirata estuvo en su cuello asfixiándolo. Le volvió a acercar el frasco, permitiéndole apenas respirar. Con esfuerzo Zel extendió la mano y tomó el frasco, por un momento pensó en tirarlo pero el pirata le había leido las intenciones.

"No te molestes en tirarlo quimera, no es el único frasco. Y no te lo volveré a pedir tan amablemente." El rostro del pirata no mostraba enojo, pero sus ojos estaban cargados de amenaza. Una amenaza que Zelgadis conocía perfectamente.

Acercó el frasco a la boca y de un golpe bebió el contenido. Para su sorpresa, el líquido no le quemó la garganta, ni le provocó nauseas, al contrario, era algo azucarado. El pirata dejó de sujetarlo y le quitó el frasco vacío. De inmediato comenzó a recitar unas palabras extrañas para Zelgadis, aunque podía reconocer que era una especie de hechizo.

Se sintió muy cansado, con los ojos muy pesados. Instintivamente se recostó sobre la cama, al rato dejó de sentirla y la voz de Gaarv le parecía una muy lejana. Finalmente quedó inconsciente.

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