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Capítulo 09

Siempre...

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Cuando el Ryuu Dorei y el Hanzoku llegaron a las costas de Seiryunn, fueron rodeados de inmediato por parte de la flota real, que luego de reconocer al embajador y a la princesa, los escoltaron hasta el puerto.

Val hizo que Zelgadis se cubriera casi por completo para bajar del barco, tenía miedo de que los habitantes de Seiryuun reconocieran entre ellos a una quimera, aún cuando el embajador le había asegurado que no habría problemas. Zelgadis acogió la idea, tampoco quería asustar a nadie con su presencia.

De inmediato se dirigieron a palacio, escoltados por la guardia real y allí la princesa se encontró con su padre. Fue una reunión muy emotiva entre el Rey Filionel y la princesa. Luego el rey le dio la bienvenida al resto del grupo.

"Papá, esta es Lina, ella nos salvó a todos cuando fuerzas malignas trataron de impedir nuestro regreso."

"Es un placer para mí conocer a la famosa Ruu Miko." Dijo el Rey con una retumbante voz que dejó a todos paralizados. Amelia pareció no afectarse y continuó.

"Este es el Capitán Val... Quien muy amablemente nos escoltó de regreso y salvó a la embajadora de ahogarse." Amelia parecía un poco nerviosa. El rey levantó una gruesa ceja.

"¿No es este el pirata que te secuestro a tí y a la embajadora?" Dijo en tono serio.

La embajadora se adelantó. "Ahh, mis disculpas su majestad, creo que hay... una leve equivocación..." Xellos la observó sin decir nada y Filia suplicó en su interior que el rey le creyera.

"No embajadora, estoy muy seguro de que este es el pirata que secuestro a la princesa."

Val se adelantó y poniendo una rodilla en el suelo, hizo una profunda reverencia.

"Su majestad, es cierto que he sido yo quien ha secuestrado a la princesa y estoy dispuesto a aceptar el castigo que se me imponga." El rey pareció sorprendido ante la sinceridad del joven.

"¿Papá?" La princesa trató de intervenir pero el rey la silenció con un sólo gesto.

"Capitán... si es cierto que usted secuetró a la princesa y que en un principio pidió una recompensa, ¿cómo es que ahora la regresa sana y salva e incluso está dispuesto a aceptar el castigo por su atrevimiento?"

Val suspiró profundamente.

"Su majestad, la princesa es un ser extraordinario. Su valentía y calidad humana sobrepasa a la de todos los seres que he conocido. Con apenas unos días en mi barco, su bondad y afable forma de ser me hizo cambiar de idea y arrepentirme de mi actitud. Deseo felicitar al Rey de Seiryuun porque tiene la bendición de una hija tan hermosa como sabia."

Al rey se le hinchó el pecho de orgullo paternal y le echó un vistazo a la princesa, quien le sonrió haciéndole un signo de victoria. De inmediato, la augusta actitud del rey desapareció y ante el asombro de todos los presentes se trabó en un enorme abrazo con el capitán del Hanzoku.

"Si mi querida hija puede perdonarte y confiar en tí, entonces yo no puedo menos que hacer lo mismo." Dijo en aquella voz retumbante.

Cuando finalmente el rey soltó a Val, quien estaba algo azul por la falta de oxígeno, la princesa se adelantó para presentar al último de los desconocidos.

"Papá... Este es Zelgadis, quien me acompañó durante el viaje de regreso, él también nos ayudó a derrotar la feroz tormenta que hizo sozobrar el barco del embajador."

"Bienvenido Zelgadis... ¿por qué no te descubres para que pueda verte mejor?" Zelgadis le dirigió una mirada nerviosa a Val, pero fue Amelia quien habló.

"Ehh... papá... ¿por qué mejor vamos a uno de los aposentos privados? Es que Zelgadis es muy tímido." Se excusó la princesa. Ante la extraña insistencia de Amelia, el rey accedió. El resto del grupo fue invitado por el rey a comer para luego tomar un merecido descanso, pues tenía preparada una enorme fiesta para celebrar la llegada de la princesa.

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Lina no quizo descansar, ella se sentía perfectamente bien, por lo que sigilosamente se escabulló del cuarto que se le había ofrecido. Mientras admiraba todas las riquezas con las que estaba adornado el palacio sus ojos refulgían con un brillo especial, no podía evitarlo. El lujo y la riqueza la motivaban más que ninguna otra cosa.

Se detuvo en uno de los hermosos salones que estaba decorado de forma muy especial. Las paredes estaban recubiertas de marmol blanco y las ventanas estaban semi escondidas tras etéreas cortinas de seda blanca. El piso, en contraste, estaba cubierto de marmol de un azul parecido al cielo. El resto de la habitación contenía diversos objetos y muebles, todos variando de tonalidad entre el blanco puro hasta el azul más profundo.

"Parece un pedazo de cielo..." Susurró y se adentró en el salón, hasta llegar a una hermosa piel frente a una chimenea, la piel era blanca, aunque no podía reconocer a qué animal pertenecía. Casi con reverencia se inclinó a tocarla.

"Muy suave..." Sonrió y se incorporó. Dentro de esa habitación se sentía una paz inmensa. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de cierto rubio.

"¿Lina?"

"¿Gourry, qué haces aquí?" Le dijo curiosa.

"Fui a buscarte a tu habitación pero no estabas."

"Pues ya me encontraste. ¿Qué se te ofrece?" Le guiño pícaramente.

"Sólo quería saber si querías algo de compañía." Le dijo un poco tímido.

Lina se acercó y abrazándolo, recostó la cabeza sobre el pecho del rubio. Permanecieron así por un largo rato, Gourry acariciando sus cabellos y Lina escuchando el acompasado latir del corazón del príncipe.

"Gourry..."

"¿Sí Lina?"

"¿Por qué no vienes conmigo?" Dijo fijándo sus ojos en los del príncipe.

"Anou Lina, mi lugar está en Hikari. Tengo responsabilidades allí y no puedo escapar de ellas."

Lina ahogó un resignado suspiro. *Siempre obtengo lo que quiero Gourry... y tú no serás la excepción.* Y lo abrazó fuertemente.

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Se acercaba la hora de la fiesta que anunciara el Rey Filionel en honor al regreso de su amada hija. Amelia había logrado presentarle Zelgadis relativamente sin ningún suceso mayor y haciéndole recordar a su padre que él había sido parte de los que la habían protegido en el viaje.

Luego de un largo interrogatorio, el rey quedó medio convencido de que podía confiar en Zelgadis y emitió órdenes de que cualquiera que hiciera sentir mal a la quimera sería sacado fuera de palacio.

Amelia y Filia iban a ayudar a Lina a vestirse, mientras le daban algunos consejos de étiqueta en la mesa y ante los invitados de palacio. Ambas se habían esmerado por hacer sentir bien a Lina, cada una de ellas sentía que le debía algo a la pequeña peliroja. "Lina... ¿has bailado alguna vez?" Le preguntó ansiosa la princesa.

"Pues... no." Dijo Lina avergonzada. "Es que las únicas veces que he bailado no creo que cuenten en realidad."

"No entiendo Lina-san, si has bailado, ¿por qué no habrían de contar esas veces?" Preguntó curiosa la embajadora.

"Es que... no creo que... sean bailes de palacio." Admitió con cierta timidez. Claro que Lina había bailado, pero estaba segura que ninguno de los bailes que sabía podría mostrarlos en palacio. Se ruborizó aún más por la verguenza.

"Vamos Lina, yo te puedo enseñar." Le dijo la princesa enérgicamente tomándola de las manos. "¿Filia, podrías marcarnos el paso por favor?"

"Un, dos, tres... un, dos, tres..." Comenzó Filia, con un ritmo suave para que Lina pudiera seguir los pasos de la princesa.

"Paso... paso... medio giro... paso... paso... medio giro..." Y ambas comenzaron lentamente a bailar. Para sorpresa de la princesa, Lina tomó casi de inmediato el paso y al cabo de un rato ya estaban haciendo movimientos más complicados con giros y vueltas completas. Filia comenzó a acelerar el ritmo que les marcaba hasta llegar al ritmo que utilizarían para el baile real.

"Yare, yare, ¿qué es lo que ven mis ojos?" Las sorprendió una voz melosa.

"Embajador, le estamos enseñando a Lina a bailar." Sonrió la princesa mientras seguía dando vueltas con Lina.

"Eso es gentil de su parte princesa, pero ¿cómo es posible que la Ruu Miko no sepa bailar?" El embajador sonrió maliciosamente. Claro que él ya había visto bailar a Lina en la isla Refugio, pero no le había prestado demasiada atención por encontrarse pensando en la embajadora. Lina se ruborizó ante el comentario.

"Estoy seguro que es una estudiante muy ágil." No pudo seguir comentando porque la embajadora lo tomó de las manos y pronto estuvieron bailando al igual que las dos jovencitas.

Luego de varios minutos, riendo y bailando, comenzaron a cambiar parejas para que Lina se familiarizara con los pasos. Finalmente se dispusieron a prepararse para la fiesta, por lo que el embajador se retiró a su habitación a hacer lo propio.

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Gourry y Zelgadis esperaban ansioso a que las chicas llegaran al salón. Xellos por su parte, sonreía cordialmente a todos los invitados mientras esperaba al lado de la escalera principal.

La primera en bajar fue la embajadora. Vestida en un regio traje azul, de líneas sencillas, con una simpática colita. Inmediatamente Xellos estuvo a su lado ofreciéndole el brazo.

Val observaba la escena con curiosidad. Realmente Xellos era diferente, durante el viaje había tenido tiempo para notar los pequeños cambios. Una simple palabra de aquella musa y Xellos se derretía o se doblegaba, según fuera el caso. Era tanta la cercanía que compartían ambos que lo azucarado de la situación lo incomodaba y todo gracias al hechizo.

Sonrió ampliamente y sin más se mezcló entre el resto de los invitados.

Mientras tanto, Lina aparecía en las escalinatas, un poco abochornada. Tenía los cabellos recogidos en un intrincado peinado. Su traje, rojo como la sangre, adornado con piedras del mismo color. Gourry la miraba con ojos soñadores, con un empujón de la quimera en sus espaldas, avanzó hacia donde le esperaba Lina y le ofreció el brazo.

Finalmente y para deleite de Zelgadis, la princesa Amelia hizo su aparición. Vestida completamente de blanco, con una pequeña tiara de oro y diamantes sobre a cabeza. Zel no se hizo esperar, alisando los olanes del frente de su camisa, se dirigió a la princesa y haciendo una profunda reverencia le tendió el brazo.

Las tres parejas se dirigieron prestamente al centro del salón y en sincronización con la entrada de la princesa la música comenzó a sonar.

"Zelgadis... ¿Regresarás con el capitán del Hanzoku?" Le dijo un tanto triste la princesa.

"Aún no lo sé... Se siente muy extraño estar en tierra..." Susurró desconcertado.

"¿No te agradaría quedarte aquí en Seiryuun conmigo?" Los ojos de Amelia se iluminaron ante la posibilidad de que Zelgadis decidiera quedarse con ella.

"¿Y qué podría hacer una quimera en Seiryuun?, sólo avergonzar a la princesa." Dijo tristemente.

"No es cierto Zel." Le dijo con vehemencia. Zelgadis se limitó a un tímido suspiro.

"Me agradaría mucho que te quedaras conmigo Zel... A menos, claro está, que tú no lo quieras también."

"Amelia... Sólo quiero estar donde tú estés." La acercó a su pecho y ella se dejó abrazar con un suspiro complacido. Aquella niña le había robado el corazón de golpe, desde el momento que posara sus delicados labios sobre los suyos. Sonrió tontamente y continuaron bailando al vibrante compás de la música.

Los embajadores se cruzaron por un momento con la pareja.

"Xellos..." Dijo Filia señalando sutilmente a la pareja. Xellos volteó levemente la cabeza.

"¿Qué sucede querida?" Le dijo dulcemente.

"¿Crees que la princesa pueda estar enamorada de la quimera?" Le dijo preocupada.

"Eso es obvio, ¿no crees?"

"Me preocupa un poco."

"¿Por qué habría de preocuparte amor?"

"Son diferentes, eso es lo que me preocupa."

Xellos sonrió juguetonamente.

"Nosotros también eramos diferentes y estamos juntos... para siempre."

Filia sonrió recordando el anillo que llevaba en su mano. Era más que un simple anillo de bodas. Era el anillo que sellaba el hechizo sobre ambos y que siempre estaría en su mano. Mientras se amaran jamás caería de su dedo, proveyéndole vida a ambos así como su amor vivía y muerte el día que su amor muriera. No le importaba la última condición del anillo, ella no deseaba vivir si Xellos ya no la amaba de todas formas.

-Para siempre... y por si fuera el siempre poco tiempo- -te quiero desde ahora hasta lo eterno- -o amarnos de ida y vuelta, de aquí al sol.-

"Para siempre..." Susurró Filia.

La pareja de embajadores pasó al lado de Lina y el príncipe.

Quizás en un principio Lina había estado algo avergonzada al verse con el hermoso traje que la princesa le había regalado. Pero después de unos minutos de pánico escénico y en los brazos de Gourry se movía con una gracia natural en ella recordando los pasos que practicara.

Gourry sentía caminar en las nubes con la pequeña figura en brazos. Apenas podía reconocer a la Ruu Miko bajo el hermoso vestido. La ágil y fuerte figura escondida bajo un manto de fragilidad. Sus rojos cabellos fulguraban como el fuego y sus ojos conservaban la esencia salvaje de su personalidad.

Con una sonrisa pícara Lina se recostó sobre su pecho, apretándose contra el príncipe. Un profundo rubor subió a las mejillas de Gourry.

"Lina..." Le dijo en tono vacilante.

"¿Umhh?"

"¿Qué haces?"

"Disfrutando de la fiesta." Dijo fingiendo inocencia.

"¿Segura que sólo disfrutas de la fiesta?" Sabía perfectamente lo que Lina le estaba haciendo.

"Baka... claro que sí." Y se movió levemente en sus brazos mirándolo fijamente a los ojos. Las mejillas del príncipe se ruborizaron salvajemente y en el fondo de aquella inocente mirada vio refulgir una leve sombra de algo más. Tragó en seco.

"No hagas eso Lina... no mientras bailamos." Le suplicó sin mucha convicción.

"¿Por qué no?" Le dijo en el mismo tono de voz meloso.

"Estás... provocándome."

"No es cierto." Pero Lina no se alejó.

Gourry suspiró profundamente, perdido en la esencia de Lina. Poco a poco sus pasos los fueron alejando del grupo de invitados que bailaban alegremente hasta que finalmente estuvo fuera del grupo. No bien estuvo seguro que nadie los podía observar, la acercó contra sí y cubrió con un tímido beso los labios que se le ofrecían.

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La fiesta continuó toda la noche, los súbditos estaban demasiado felices por el regreso de la princesa.

Val estaba sumamente aburrido con todo el bullicio a su alrededor. Ansiaba la libertad que significaba estar a bordo de su barco, el murmullo del mar era mil veces mejor que toda aquella música. Un poco solitario quizás... pero nada que no se pudiera remediar. Mientras estaba recostado de una de las columnas del salón, unos ojos atrayeron su atención. Quizás un leve reflejo dorado, no estaba seguro, pero alguien lo había estado observando.

Estudió intensamente a los invitados pero luego de unos segundos perdió interés. Al rato la sensación de ser observado volvió.

"¿Dónde estás?" Murmuró sin levantar la mirada. Se enderezó y fingió retirarse a uno de los balcones de palacio. Le estaban siguiendo o estaba un poco paranoico, no sabía qué pensar, pero de todas formas iba a cerciorarse. Al pasar los arcos del balcón, subió al barandar y se deslizó por el alfeizar hasta quedar escondido.

Esperó unos minutos que le parecieron una eternidad, hasta que una sombra se detuvo frente a los arcos del balcón. Luego de un momento de duda, la figura se adelantó hasta detenerse frente al barandal.

Unos cabellos largos y sueltos a merced del viento fue lo primero que pudo distinguir. Una delicada mano posada sobre el borde del balcón, cubierta de anillos y pulseras. El vestido traslúcido coordinaba perfectamente con el color de aquellos cabellos que brillaban con luz de plata bajo la luna.

Sigilosamente se subió nuevamente al balcón, quedando tras la figura de la mujer.

"Es una noche hermosa... ¿No lo cree así?" Dijo en el tono más amable que jamás hubiera utilizado. La mujer no volteó a verlo.

"Sin duda lo es... Capitán Val."

Esta mujer lo conocía, o quizás había escuchado acerca de él. Se acercó al barandal y se recostó de espaldas justo al lado de ella en un gesto indolente.

"¿Desea la dama hablar con este humilde servidor? ¿O simplemente busca una agradable compañía?" Sonrió descaradamente.

La mujer volteó levemente su cabeza, con un pequeño gesto de indigación. Val pudo ver entonces que sus ojos eran de un dorado casi blanco, hermosos. *Kuso.*

"Creo que me equivoqué de balcón." Fue la sencilla respuesta, al voltear completamente para retirarse. Los ojos de Val se abrieron desmesuradamente y en segundos estuvo de rodillas en el suelo.

"Discúlpe mi descaro, Su Majestad. Ha sido un grave error no reconocerla." Se apresuró a disculparse. En efecto, era Juu-oh, Reina de Wolfpack, su soberana.

"La noche se ha empañado un poco, ¿no lo cree capitán?" Le dijo con enfado.

"¿Sería demasiado pedir una oportunidad para hacerla brillar nuevamente?" Le respondió mostrando su sonrisa más encantadora.

La Reina no contestó nada, pero extendió una delicada mano, la cual Val tomó de inmediato, poniéndose en pie. Val jamás hubiera imaginado que la Reina estaría en la fiesta, ni siquiera el embajador lo había mencionado. Llevando a la Reina de su mano, se adentró nuevamente en el palacio.

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"Lina..." Susurró Gourry.

"¿Sí?" Se permitió abrir los ojos y le brindó una dulce sonrisa.

"Quédate conmigo."

"¿Hasta mañana?"

"Siempre..."

Lina se alejó un poco de Gourry.

"¿Nani?" Le dijo un poco asustada.

"Ven conmigo a Hikari."

"Gourry... yo... ahh... no puedo hacer eso."

"¿Por qué no?"

"Soy la Ruu Miko, pertenezco al mar, la aventura..." Suspiró con dejadez. "No podría pasar el resto de mi vida en tierra, menos encerrada en un palacio por más hermoso que sea."

"¿Ni siquiera porque estaremos juntos?"

"¿Por qué no vienes conmigo Gourry?, podemos pasar muchas aventuras juntos, recorrer el mundo. Sería divertido."

"Claro. Sería muy divertido..."

"Vamos Gourry, no pongas esa cara. Buscaríamos tesoros... arrasaríamos el mar del norte. Yo con mi belleza e inteligencia y tú con tu espada seríamos el terror de todo lo que se mueva sobre el agua."

"Mhh... Quizás esa vida no sea para mi Lina." Dijo desilusionado. "Pertenezco al palacio, allí está mi lugar, ya te lo he dicho. Pero entiendo que tu lugar esté en el mar." Se enderezó lentamente y ya no la quizo ver más a los ojos.

"¿Gourry?" Le dijo Lina extrañada.

"Creo... que sería mejor despedirnos ahora. Mañana estaré de regreso a Hikari y tú regresarás al mar donde perteneces." Vaciló un poco al decirlo y había tristeza en su voz.

Lina temblaba, no sabía qué le sucedía.

"Es cierto... me debes la vida Gourry Gabriev y dijiste que estarías donde yo estuviera. ¡Lo prometiste!" Gritó desesperada.

"Puedes estar segura que estaré contigo Lina, llevas mi corazón en tus manos, me dejas vacío y te llevas lo más valioso que alguna vez pude tener." Le tomó la mano y le dio un cándido beso.

Lina retiró bruscamente la mano. Sus ojos parecían devorar a Gourry. "Mañana volveré al mar, a donde pertenezco..." A Gourry le pareció que parte del aura de Lina la envolvía suavemente. "Y es cierto lo que dices, me llevaré lo más valioso que alguna vez pudieras tener, eso es una promesa." Y dando media vuelta se separó del sorprendido príncipe.

La actitud de Lina lo dejaba muy confundido. Sentía el corazón latirle rapidamente y una fuerte punzada le comprimía el pecho, por lo que decidió dar una vuelta por los jardines de palacio y tratar de calmar su mente.

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Lina estaba hecha una furia, mientras se dirigía a su habitación se iba quitando los adornos del cabello. Cuando llegó aseguró la puerta y procedió a quitarse el vestido, casi rasgándolo. Lo tiró en una esquina, junto con los hermosos zapatos y el corset que Filia le había obligado a usar.

"Siempre obtengo lo que quiero y tú, Gourry Gabriev, no vas a ser la excepción. ¿En qué estabas pensando Lina, que te iba a seguir por su propia voluntad? ¡KUSO!" Mientras hablaba consigo misma se vestía con su atuendo normal, el que usara al bajar del Ryuu Dorei.

Cuando finalmente estuvo cambiada, abrió la ventana de su habitación y levitó fuera de ella, en dirección al Ryuu Dorei. La noche estaba cálida y la brisa azotaba su rostro, desmelenando sus rojos cabellos. En pocos minutos estuvo a bordo de la fragata.

"¡MARINEROS, PREPARANSE PARA LEVAR ANCLAS Y PARTIR RUMBO A REFUGIO A MI SEÑAL!" Al escuchar el tono apremiante de su capitana el movimiento no se hizo esperar. Luego volvió a levitar en dirección al palacio.

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