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Capítulo 12 Wolfpack

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De estrellas fugaces y penas.

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El pequeño grupo fue recibido en el palacio de Wolfpack y escoltado hasta la presencia misma de la Reina. Luego de los esperados saludos, los embajadores se retiraron a una habitación un poco más privada junto con la Reina, mientras que Val y Zelgadis se dirigieron a sus respectivas habitaciones para descansar.

Una vez en su habitación, Zelgadis se acurrucó entre las sábanas de la mullida cama, peleando un poco con las almohadas para acomodarlas a su gusto. Dio varias vueltas como era su costumbre antes de encontrar una posición que le satisfaciera. Dejó vagar su pensamiento de regreso a Seiryuun, recordando embelesado unos ojos color zafiro y unos labios sonrosados brindándole la más dulce de todas las sonrisas y pensando poco a poco se quedó profundamente dormido.

Val por su parte, había decidido echarle un vistazo al castillo que en algún momento había sido su hogar. Primeramente se dirigió a su habitación, sin sorprenderle el hecho de que fuera la misma que recordara. Lo que sí le sorprendió fue que sus cosas se encontraran en el mismo lugar donde las había dejado años atrás. Era obvio que la servidumbre mantenía el lugar libre de polvo y olvido, pero sus cosas estaban en el mismo lugar, eso lo impresionó un poco. Casi con reverencia comenzó a recorrer la habitación, mientras los recuerdos lo asaltaban con cada objeto que encontraba. Se dirigió a su ropero, toda su ropa estaba en su lugar, desde el uniforme que tanto había llegado a odiar hasta la ropa que usara cuando solía aventurarse entre los laberintos de la isla. Finalmente escogió una de sus camisas preferidas y unos pantalones para cambiarse a algo más informal.

Para su satisfacción, los pantalones le quedaban igual que la última vez que los usara, la camisa sin embargo, era otro asunto. Le quedaba demasiado ajustada en el área de la espalda y los brazos. Sonrió ampliamente al comprobar que ahora su anatomía reflejaba los cambios ocurridos durante los años que había pasado sobre el mar trabajando en el Hanzoku. Se quitó la camisa y regresó al ropero tratando de recordar alguna camisa que durante su tiempo en palacio le quedara lo suficientemente holgada. Finalmente encontró una y al probarsela le quedó mucho más cómoda que la primera. Se acomodó los cabellos nuevamente con la cinta de cuero que solía usar y salió de su habitación.

Recorrió sin dificultad el castillo utilizando todos los atajos que conocía dentro del mismo para comprobar que aún seguían siendo útiles. Decidió también comprobar si los sirvientes seguían siendo los mismos y conocer aunque fuera de lejos los que seguramente eran nuevos.

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Ya era tarde en la noche, los embajadores y la Reina hacía tiempo que se habían retirado a sus respectivas habitaciones mientras que Val continuaba su recorrido por el castillo. Se le había abierto el apetito con el ejercicio y dirigió sus pasos hacia la cocina de palacio. Ya no quedaba un solo sirviente, todos se habían retirado, por lo que decidió servirse él mismo. Lo primero que encontró fueron panecillos y queso, por lo que tomó un panecillo y partió un trozo de queso.

Mientras comía, recordó que en la cocina siempre guardaban los vinos en una recámara secreta al que sólo podían entrar ciertos de los sirvientes. Sonrió juguetonamente y se acercó a la pared justo al lado del lugar donde se preparaban los alimentos. Observó la pared que tenía incrustado una especie de candelabro adornado con uvas y vides de metal. Tiró suavemente del candelabro y la pared cedió lentamente, permitiéndole el paso. Se adentró hasta llegar a la cava principal del palacio, donde Juu-ou guardaba la selección más fina de vinos.

Val comenzó a inspeccionar las botellas con cuidado. Examinando el año y la cosecha. Estaba tan ensimismado revisando el vino que no se percató que otra persona se había deslizado dentro de la cava sin que él la escuchara hasta que fue demasiado tarde.

"No te muevas." Susurró una voz a sus espaldas mientras sentía algo filoso posarse sobre su garganta. Se quedó muy quieto, seguramente era uno de los sirvientes que aún no lo había reconocido. Pero la voz era decididamente femenina, así que decidió usar lo mejor de sus encantos y disculparse por la intrusión.

"Siento haberte asustado, debí preguntar antes de entrar." Dijo lo más normal posible intetando safarze. Pero no bien se había movido cuando sintió el arma apretarse contra su cuello, seguramente una daga.

"Dije que no te movieras." La voz sonaba algo enojada. Por un momento Val pensó que lo asfixiaría con la presión que estaba ejerciendo sobre su cuello. Estaba tensa y eso no era nada bueno. Con un poco de esfuerzo extendió las manos a ambos lados mostrando que no ocultaba nada.

"Prometo no moverme si me permites respirar." Le dijo casi en un susurro. Escuchó un reprimido sonido de sorpresa y la presión disminuyó de inmediato. *Mucho mejor, ya nos vamos entendiendo un poco.* Val sonrió a pesar de todo, había estado en situaciones peores y siempre lograba salirse con la suya. Aunque esta vez no era lo mismo, era sólo un malentendido con una de las sirvientas de palacio. *Pero... ¿desde cuándo las sirvientas en palacio llevan dagas?*

"¿Quién eres y por qué estás aquí?" Preguntó nuevamente la figura que lo mantenía amenazado sin mostrar emoción en su voz.

"Soy Valteria, pero puedes llamarme Val y estoy aquí porque no tenía nada mejor que hacer, soy el capitán del Hanzoku." Dijo en un tono más bajo de lo normal.

Escuchó un leve resoplido a sus espaldas con cierta nota de indignación. La daga se alejó de su cuello lentamente y Val se volteó de inmediato para ver a su interlocutora.

No pudo distinguir con claridad cómo eran sus cabellos, pues los llevaba fuertemente recogidos en una trenza a sus espaldas y eran de un color que no podía distinguir, castaños tal vez. Sus ojos fulguraban, de un extraño color acuamarino oscuro, verdes quizás. Sus ropas obviamente eran las de dormir y en su mano fulguraba una pequeña daga con mango de marfil hábilmente tallado. Le pareció no tener más de 17 o 18 años. Se notaba bajo sus ropas un cuerpo esbelto y bien formado, propio de su edad y su estatura era la misma de Zel.

"Muy bien... Capitán Val... Me parece que es hora de que regrese a su habitación." Le dijo un tanto indiferente y con los brazos cruzados sobre su pecho al notar la mirada escudriñadora a la que estaba siendo sometida.

"Será un honor complacer a tan hermosa damicela." Dijo con una sonrisa mientras le hacía una graciosa reverencia. La joven no correspondió, simplemente lo observó un tanto enojada y su mirada se tornó fría mientras le señalaba con un gesto hacia la salida de la recámara. Val sonrió, la chica era demasiado precavida y muy en su interior no deseaba incomodarla, sin embargo, podía percibir un aire de autosuficiente en la postura de ella.

Al pasar al lado de la mesa donde había dejado el pan y el queso se detuvo momentaneamente para guardar el queso y llevar consigo otro panecillo. La joven continuaba observándolo y cuando hizo ademán de retirarse, ella lo siguió. Cuando llegó a su habitación se detuvo en la puerta y se dirigió a ella.

"Gracias por escoltarme hasta mi cuarto. Supongo, por tu apariencia, que no eres una de las sirvientas de palacio." Dijo con cierto tono juguetón.

"Supone bien Capitán." Dijo secamente.

"¿Y podría tener el privilegio de escuchar su nombre?" Trató de proyectar su lado más amable y vio que la chica dudaba un momento.

"Shinmiri." Dijo al fin, tratando de no mostrarse insegura.

"Shinmiri... " Le sonrió. "Ha sido un placer conocerte Shinmiri, y discúlpame por haber interrumpido tu descanso, que tengas buenas noches." Y sin darle tiempo a decir más entró en la habitación apresuradamente.

Shinmiri no se molestó en responder, simplemente dio media vuelta y regresó por el pasillo con paso algo rígido, hasta desaparecer al fondo del mismo.

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Cuando Gourry terminó de besar a Lina no quiso soltarla. Sabía que probablemente Lina le había devuelto el beso por razones diferentes a las que lo habían llevado a él a besarla. Mientras la abrazaba sintió esas dos palabras casi resbalarle de los labios, pero se contuvo, cosa que le provocó un dolor más intenso que haberlas dicho y recibir una respuesta negativa. De todas formas, al tenerla así junto a él sentía que todo funcionaba de la manera que debía ser. Lina por su parte se dejaba abrazar con un feliz suspiro, acurrucándose en el pecho de Gourry.

"¿Eres feliz Lina?" Le dijo sin moverse.

"Claro que sí Gourry." Dijo levantando el rostro para verlo. "¿Eres feliz a mi lado?" Gourry desvió la mirada y no contestó nada, sencillamente la abrazó más fuerte.

"¿Por qué no eres feliz conmigo?" Le dijo con ansiedad Lina. Gourry suspiró profundamente, tratando de encontrar una respuesta, pero ¿cómo explicarle a Lina?

"Lina... no es que no sea feliz contigo... es sólo que... no sé si esta sea la forma correcta. No puedo cambiar lo que eres... y tú sabes que yo debo regresar." El pequeño cuerpo se tensó.

"No voy a dejarte ir Gourry." Dijo con firmeza. "No puedo dejarte ir, ¿por qué no lo entiendes?" Y escondió el rostro en el pecho del rubio.

"Lina... mírame." Le dijo con suavidad. La peliroja levantó la vista y por un momento Gourry creyó ver en ellos algo más que simple necesidad de estar juntos.

"Dime por qué no puedes dejarme ir... por favor." Le suplicó, no sólo con la voz sino también con la mirada. Lina mantuvo la vista fija. *¿Por qué no puedo dejarte ir?, no puedo vivir sin ti, no puedo verme sin ti. ¿Cómo puedo pedirte que te quedes conmigo para siempre? Es imposible, sólo que te obligue.* La mirada de la pequeña peliroja se endureció.

"No puedo dejarte ir, nunca voy a dejarte ir." Dijo con seriedad y una convicción que hicieron que Gourry se estremeciera, soltándola de inmediato.

"Lina, eres... mucho más poderosa que cualquier ser que conozco, sé que puedes retenerme aquí todo el tiempo que desees... pero eso no hará que yo desee permanecer aquí." Lina comenzó a temblar mientras Gourry prosiguió.

"Nunca podríamos ser totalmente felices el uno con el otro porque tú me estás obligando a permanecer a tu lado de una forma que no es la correcta. Sólo terminaremos haciéndonos daño." Lina continuó temblando y Gourry no sabía por qué.

*Si no quiere estar aquí, es porque no quiere estar conmigo. ¿Cómo pudiste creer nuevamente que lograrías convencerlo Lina, cómo?* Lina dejó de temblar de repente. *Pues no me importa si quiere o no estar conmigo, yo quiero estar con él y eso es lo único que importa, lo que yo quiero. Lo que la Ruu Miko desea eso es lo que obtiene y nada menos.*

"Nunca voy a dejarte ir Gourry." Le dijo con una mirada furiosa.

"Lina, por favor... trata de comprender."

"Si no quieres estar conmigo, no puedes existir para nadie más." Y mientras lo decía una bola de fuego se formaba en su mano. Gourry estaba perplejo.

"Sólo estás obsesionada." Dijo con genuina sorpresa.

"Si no es conmigo no estarás con nadie."

"No puedo quedarme aquí." La furia de ella se dejó ver en el aura roja como fuego que comenzaba a rodearla, una enorme cantidad de energía se estaba acumulando en esa sóla bola de fuego. Gourry entendió que Lina estaba completamente cegada por su obsesión hacia su persona., realmente nunca lo dejaría ir.

"Lina, encontraré la forma de escapar de esta isla, no puedes detenerme eternamente. Si no arrojas esa bola de fuego ahora te aseguro que encontraré la forma." Sabía que estaba yendo demasiado lejos retándola de esa forma. Lina no era la clase de persona que dejara pasar una provocación tan directa. Con sorpresa vio que Lina levantaba la mano en su dirección. La vio estremecerse por un momento tras la refulgente bola de energía, la duda y la furia mezclados en su rostro. Se sobresaltó al escuchar las palabras de Lina nuevamente.

"Yo encontraré la forma de retenerte, te lo juro." Y la bola de fuego desapareció absorbida por el aura de la peliroja que en esos momentos refulgió fuertemente envolviéndola. Gourry fue arrojado de espaldas al suelo por la fuerza de la explosión, y cuando volvió a ver Lina había desaparecido. En una búsqueda más profunda, pudo observar que la peliroja levitaba a toda velocidad hacia el mar, envuelta en lo que parecía ser una llamarada de fuego.

Sin poder evitarlo, Gourry imaginó que era una estrella fugaz y casi sin pensarlo formuló un deseo

"...para siempre...".

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No bien había cerrado la puerta, Val dejó de sonreir, había algo en aquella chica, algo que lo hacía sentir incómodo. La mirada acuamarina de ella semejaba las profundidades del mar. No era como si le desagradara la comparación, simplemente había algo en aquella chica que estaba... mal.

Se preparó para dormir y se acurrucó entre las sábanas. Apenas habían pasado unos minutos cuando ya estaba profundamente dormido y comenzó a soñar.

Sentía el llamado del mar fuerte en su corazón, ahogándolo suavemente. Sintió estarse hundiéndo y aguantó la respiración hasta que los pulmones comenzaron a arderle. El agua le oprimía, agua de mar. Ya no le quedaba mucho tiempo y por más que trataba de regresar a la superficie, continuaba hundiéndose.

Dejó escapar el aire en violentas burbujas que subieron en espiral agitándo sus cabellos. Y aspiró, permitiendo que el agua del mar llenara sus pulmones. Para su sorpresa, la opresión terminó y finalmente pudo moverse a donde deseara. Estaba respirando el agua de mar con completa naturalidad. Abrió los ojos y se percató que el agua a su alrededor era de un azul verdoso, acuamarino.

Observó el lecho marino, la arena bajo el mar de un color crema casi blanco y hermosos corales de fuego. Algunos peces pasaron a su lado, haciéndole cosquillas en el pecho. Continuó placenteramente deslizándose sobre el lecho marino sintiéndo una enorme paz en su corazón.

Al pasar unos corales pudo divisar una figura inmóvil bajo el agua. Unos cabellos larguísimos y revueltos, la piel pálida como la porcelana, los labios rosados y los ojos cerrados. Flotaba como suspendida, con el rostro hacia la superficie, como si durmiera. Trató de acercarse a la femenil silueta y una corriente de agua lo arrastró en dirección contraria. Todo se volvió súbditamente borroso, sentía ser llevado a la superficie, trató desesperadamente de oponerse pero en vano. Finalmente la corriente se convirtió en olas sobre la superficie y paulatinamente se sintió descansar pesadamente sobre la húmeda arena en la orilla. Sentía el agua acariciar sus pies sobre la arena, su mejilla en la orilla y una opresión que no le permitía levantarse, como si el aire pesara más que su cuerpo. Trató de abrir los ojos, pero los sentía como empañados, trató varias veces hasta que la desesperación se fue apoderando de su cuerpo. Cuando ya sentía que su corazón iba a reventar despertó.

Respiraba pesadamente, su mejilla sobre la almohada, tuvo que cerrar los ojos de inmediato porque la luz que se filtraba por las ventanas le lastimaba los ojos. Tomó un buen respiro y sintió que el sueño se levantaba poco a poco de sus extremidades. Se estiró sobre la cama en un intento por acelerar el proceso. *¿Cómo es posible que haya dormido tan pesadamente?* Se preguntó. Se sentó sobre la cama, el estomago se le revolvió y recordó su pequeña escapada a la cocina.

"No volveré a comer tan tarde en la noche." Y sin más se volvió a tirar sobre las almohadas.

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Es todo por este momento... espero que les guste. Besos a todos.