PESADILLA
- Inuyasha...despierta, Inuyasha.
El hanyou abrió un poco los ojos. Kagome estaba arrodillada a su lado, sonriéndole. Sólo un sueño, qué tonto había sido al preocuparse! Ya tenía casi toda su arrogancia de vuelta cuando...
- Kouga se pondrá tan feliz como yo cuando vea que despertaste. Fue una lástima que no pudieras asistir a nuestra boda.
- NNNNOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Se despertó sobresaltado y se paró de un salto. El bosque, estaba en un bosque. Pero no en el de la pesadilla. Ya más calmado se acostó de nuevo y se reprochó a sí mismo -de nuevo- el haber sido tan tonto. Se giró hacia un lado y se encontró con los ojos de Kagome que lo observaba fijamente.
- Inuyasha? Está todo bien?
Estaban acampando no muy lejos de la aldea, estaban solos y no había rastros de Kouga, Naraku o algún pedazo de la Perla de Shikkon.
- Sí, Kagome. Todo está bien...ahora, no me molestes y duérmete!!
- Eres un grosero. Ahora sí, nunca me vuelvo a preocupar por ti- dijo volteándose al lado contrario.
"¿Se preocupó? ¿Por mí?" Después de un rato se atrevió a hablar.
- Kagome?
- Zzzzzz...
Inuyasha suavizó su expresión y sonrió.
- Está dormida.
Pero él no pudo volver a dormirse. Se acercó a donde dormía la chica y se acurrucó en el piso cerca de ella. Un mechón de cabello le caía sobre la mejilla y respiraba profundamente, nunca había tenido la oportunidad de verla así de cerca y apreciar lo dulce de su expresión. Estaba pensando en eso cuando Kagome empezó a roncar. Tuvo que sofocar la risa con las manos. Además de bella y gentil, esa niña era demasiado cómica para ser real. No como Kikyo.
La luna recorrió todo su camino y el hanyou siguió ahí, viendo a su amada dormir.
"Baka, qué estás pensando?? Tú, tú no la amas...verdad?" Pero esos ojos estaban grabados en su alma y su aroma y la sensación de su piel contra la propia. Y ya no concebía la vida sin ella...
- Será...será que te amo?
Una voz le contestó entre murmullos, pero esta vez no era la de su propia conciencia.
- Dímelo tú.
Kagome estaba despierta, sentada sobre su bolsa de dormir y mirándolo fijo, encantadoramente sonrojada.
- Inuyasha...despierta, Inuyasha.
El hanyou abrió un poco los ojos. Kagome estaba arrodillada a su lado, sonriéndole. Sólo un sueño, qué tonto había sido al preocuparse! Ya tenía casi toda su arrogancia de vuelta cuando...
- Kouga se pondrá tan feliz como yo cuando vea que despertaste. Fue una lástima que no pudieras asistir a nuestra boda.
- NNNNOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Se despertó sobresaltado y se paró de un salto. El bosque, estaba en un bosque. Pero no en el de la pesadilla. Ya más calmado se acostó de nuevo y se reprochó a sí mismo -de nuevo- el haber sido tan tonto. Se giró hacia un lado y se encontró con los ojos de Kagome que lo observaba fijamente.
- Inuyasha? Está todo bien?
Estaban acampando no muy lejos de la aldea, estaban solos y no había rastros de Kouga, Naraku o algún pedazo de la Perla de Shikkon.
- Sí, Kagome. Todo está bien...ahora, no me molestes y duérmete!!
- Eres un grosero. Ahora sí, nunca me vuelvo a preocupar por ti- dijo volteándose al lado contrario.
"¿Se preocupó? ¿Por mí?" Después de un rato se atrevió a hablar.
- Kagome?
- Zzzzzz...
Inuyasha suavizó su expresión y sonrió.
- Está dormida.
Pero él no pudo volver a dormirse. Se acercó a donde dormía la chica y se acurrucó en el piso cerca de ella. Un mechón de cabello le caía sobre la mejilla y respiraba profundamente, nunca había tenido la oportunidad de verla así de cerca y apreciar lo dulce de su expresión. Estaba pensando en eso cuando Kagome empezó a roncar. Tuvo que sofocar la risa con las manos. Además de bella y gentil, esa niña era demasiado cómica para ser real. No como Kikyo.
La luna recorrió todo su camino y el hanyou siguió ahí, viendo a su amada dormir.
"Baka, qué estás pensando?? Tú, tú no la amas...verdad?" Pero esos ojos estaban grabados en su alma y su aroma y la sensación de su piel contra la propia. Y ya no concebía la vida sin ella...
- Será...será que te amo?
Una voz le contestó entre murmullos, pero esta vez no era la de su propia conciencia.
- Dímelo tú.
Kagome estaba despierta, sentada sobre su bolsa de dormir y mirándolo fijo, encantadoramente sonrojada.
