Con las pocas fuerzas que le quedaban se desplazó por el llano, tropezando
constantemente; era extraño, sus pies no respondían de la misma manera que
siempre. No había probado bocado en por lo menos tres días, sólo había
bebido mucha agua, hasta saciarse, en cada cristalino arroyo que
encontraba.
Se miraba los pies, las manos, los brazos... se miraba viva. No pudo saber
qué fue eso que rozó su mente cuando miró una delicada flor blanca movida
por el viento. ¿Qué pudo ser? Un momento, un recuerdo... escucho risas,
escucho aves y vio luz en un instante que se desvaneció tan repentinamente
como había llegado.
Caminaba aceleradamente, aún con sus fuerzas casi extintas. Soplaba un aire fresco en aquel atardecer que tenía los campos de grana y cobre; no veía nada, ni una casa, ni una aldea ni nada... a momentos corría, más por alegría que por prisa y esperaba con ansias la caída de la noche, para verlas. El mismo día en que salió de la estrecha gruta, por la noche, las vio. Parecían tan lejanas y sin embargo tan bellas... miró también como se reflejaban en el agua ondeando tranquilamente entre las rocas. Miró las estrellas casi toda la noche, y hubiera seguido así por una eternidad. No sabía donde estaba, ni a dónde iba. De hecho, según su estado, si seguía así moriría pronto... pero no le importaba, vagaba por aquellos bellos parajes respirando todo el aire, mirando el cielo, el sol velado por nubes, los colores del atardecer, las hojas de los árboles... nada le pasaba desapercibido, ni siquiera las piedrecillas que encontraba al caminar, las mariposas que volaban a su alrededor cuando se encontraba entre aquellos enormes y castaños árboles.
La noche cayó por fin; miró hacia arriba y se sobresaltó, como la primera vez... ahora a las estrellas las acompañaba también esa enorme y redonda fruta plateada que viajaba por el mar oscuro de la noche, entre espuma de estrellas. Entonces cerró los ojos de cansancio... había pasado mucho tiempo sin comer, y el otoño por las noches era tan helado como un invierno... pero no sintió nada, sólo cerró los ojos...
*°*°*°
-No me alcanzarás, tonta- reía una niña, a todas luces una aldeana, corriendo entre los árboles ágilmente
-Ven acá enana, cuando te atrape ya verás...- le respondió una joven que trataba de alcanzarla. Ambas llevaban ropas humildes y un tanto gastadas. La niña llevaba una canasta repleta de rojas bayas, las últimas de la temporada.
-Olvídalo Aelin, soy más rápida que tú- dijo la niña a lo lejos, sacándole la lengua a la muchacha.
-¡¡Beril!!- gritó la otra realmente enojada y corrió mucho más rápido para alcanzarla, saltando entre las astillas y ramas caídas de los castaños con gran agilidad. Las niñas siempre jugaban en aquel bosque, lo conocían demasiado bien. Aelin llegó por detrás y agarró a Beril por fin, pero esta no respondió como siempre, no reía ni nada, ni siquiera trató de zafarse. Estaba mirando algo. Por fin, ambas se detuvieron en seco, mirando un extraño bulto recargado en un enorme castaño. Parecía no moverse y tenía un aspecto desagradable de ropas negras, desgarradas y malolientes. Aelin agarró una fuerte rama que estaba tirada por ahí y susurrando le habló a la niña
-No te muevas.... quédate aquí... si algo me pasa lanzas esta piedra- le dijo, dándole una enorme y lisa roca, que apenas podía cargar
-¿Y cómo se supone que lance yo esto? Mejor vámonos... y si es... un orco?- respondió Beril, temerosa
-No seas tonta, anda, cuídame la espalda- le dijo, y comenzó a avanzar con sigilo hacia aquel bulto. Le temblaban las manos, su hermana pequeña podía tener razón ¿y si era un orco? Dos jovencitas no podrían contra él, sería seguro que morirían. Pero Aelin no dejó de avanzar, con la rama en alto. Cuando estuvo demasiado cerca como para que el bulto se moviera o se diera cuenta de la presencia de alguien extraño, este no respondió. Aelin lo tocó con el pie, cuidadosamente. Tampoco hubo respuesta. Se tuvo entonces que agachar para estar a su nivel y tocó lo que parecía ser su hombro... el cuerpo se tambaleó y se fue de lado. Beril gritó y lanzó la piedra, pero tuvo tan mal tino que casi le partía la cabeza a su propia hermana.
-¡Te dije que me cuidaras, no que me mataras de una pedrada! ¡¡y no grites!!- replicó su hermana enfadada. Ahora no sabía que hacer; pero aún con todo el miedo que llevaba dentro se aventuró a tocar con su mano ligeramente el cuerpo. Las telas que llevaba encima estaban raídas y sucias, de áspero tacto. Su respiración se aceleró, por que sabía que tenía que hacer algo más. Deslizó lentamente las telas que cubrían lo que parecía tener forma de cabeza. Poco a poco fue descubriendo una enmarañada cabellera, pero dorada... bastante dorada y aún más con ese sol que lograba colarse por entre las hojas. Pudo ver un rostro completo; era una mujer, parecía joven, llevaba en la cara una extraña herida en forma de S, que se veía bastante mal, por lo que dedujo que no había pasado demasiado tiempo de habérsela hecho.
-¡Beril! ¡Beril, es una mujer!- dijo Aelin cuando estuvo segura. Se acercó a su pecho para ver si el corazón le latía.
-¡¿qué?! ¿Está viva?- preguntó la pequeña acercándose
-No lo sé... llama a nuestra tía... ¡rápido!-
-¿Te vas a quedar sola con ella? ¿Y si es peligrosa?-
-¿Cómo va a ser peligrosa? ¡si ni siquiera se mueve!! Anda, vete de una vez lo más rápido que puedas-
La niña no pudo hacer nada más que obedecer. Corrió por la estrecha senda del bosque hasta que llegó a una casita de piedra con techo de paja... a lo lejos se podía ver una pequeña aldea.
-¡Tía, tía!- entró gritando la pequeña, mirando a todos lados sin poder ver a nadie. Corrió por la pequeña estancia, subió a la habitación y bajó de nuevo corriendo sin encontrar a su tía. Seguía voceándola pero nadie contestaba hasta que salió al jardín y la vió, recogiendo algunas verduras de su pequeña parcela.
-¿Beril? ¿Qué pasa, dónde está tu hermana?- le preguntó la mujer al ver el estado de su sobrina
-Allá...muerta... en el bosque... hay alguien...- respondió la niña agitada
-¡¡¿Muerta?!!- preguntó de nuevo, horrorizada
-¡No, ella no! Otra persona-
Las dos se encaminaron tan rápido como les fue posible; por el camino Beril le contó las cosas como pudo a su confusa tía, que avanzaba desesperada, dejándola atrás. Llegaron hasta el claro del enorme castaño, donde Aelin estaba todavía a un lado del cuerpo de la mujer.
-Creo que todavía está viva- dijo Aelin, llamándolas con un gesto de mano
-¿Pero qué...?- dijo la tía a medias, cuando miró el rostro de la moribunda extraña. Aún sucio y herido, era demasiado bello. Estaba pálida y ojerosa, con el cabello enmarañado.
-¿La conocen? ¿la habían visto antes?-
-No, no- respondieron las hermanas casi al mismo tiempo
-Pero yo no soy curandera, no sé ni siquiera qué le pase... aunque... Beril, revisa ese saco que traje, saca unas hierbas verde oscuro-
-Todas son así- dijo la niña, revolviendo lo que había en el saco
-Hojas pequeñas, verde oscuro... ¡vamos!-
-¿Estás?-
-Sí, esas, tráelas-
La mujer trituró unas cuantas hojas, que aún estaban frescas y se las colocó por debajo de la nariz.
-Esto servirá por lo menos para que no se muera en el camino-
-¿camino? ¿cuál camino?- preguntó Aelin
-¡Pues el camino a la a casa! A ver de qué manera la llevamos entre las tres- dijo la tía, poniéndose de pie
-No estará muy pesada, pero huele muy mal- dijo Beril haciendo reír a Aelin
-¡Esto no es cosa de risa, chiquilla!- le reprendió su tía.
Se las arreglaron para llevarla hasta la pequeña casa y aunque tardaron mucho, parecía que seguía teniendo vida. La recostaron en una de las camas de la habitación de arriba, y le quitaron las feas ropas negras... le pusieron un sencillo camisón de Aelin y la dejaron reposar ahí, mientras llegaba la vieja sanadora de la aldea.
Cuando por fin estuvo ahí la atendió... y fue extraño, pues no tenía fiebre, ni algún otro signo de enfermedad, sólo parecía estar sumergida en un profundo sueño. Le había limpiado ya las heridas y rasguños, especialmente el de la cara, que aún después de enjuagarse parecía encendida.
-No ha comido en días...- dijo la anciana a las mujeres, que estaban alrededor de la cama, esperando una respuesta - Pero no está enferma; le he dado ya un tónico que debe despertarla en unas horas... si esto no sucede, no habrá más que hacer-
Las niñas se miraron consternadas y también confundidas; si no estaba enferma ¿cómo es que podría morir?. Dejaron que las horas pasaran, mientras ella estaba ahí recostada en la cama, inerte.
°*°
Abrió los ojos. Vio un techo de madera no muy alto y sintió mucho miedo. Al incorporarse notó que llevaba una ropa blanca y suave, muy diferente a las de siempre... y estaba en una cama. Estaba cómoda, no se sentía mal, aunque sí un poco débil. Se miró las manos y no estaban sucias... y tocó su pelo, estaba como dividido y atado en dos trenzas. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? En el momento en que iba a levantarse de la cama, por la escalerilla vio subir a una muchacha de cabello castaño. Se tapó con las sábanas, como si se escondiera...
-¡¡Tía!! ¡se ha despertado!- gritó la muchacha, lo que hizo que ella se encogiera más dentro de las sábanas, temblando de miedo. Se aproximó poco a poco, sonriendo.
-Hola- le dijo con una tierna voz. Ella sintió que algo era diferente, pues no le hablaban con gritos o insultos... descubrió de la manta sólo los ojos y la pudo ver. Era una muchacha joven, de largo cabello y algunas pecas en la cara; tenía los ojos azules...
-Soy Aelin- dijo, sentándose en el borde de la cama-¿Y tú, como te llamas?- le preguntó, pero no obtuvo respuesta. Escuchó unos pasos que subían por la vieja escalera que crujía. Vio llegar a otras dos mujeres, con la misma expresión amable que la primera. Una era más vieja y la otra era una pequeña niña de cabello oscuro.
-¿Ya has despertado?¿Tienes hambre?- le preguntó la niña, subiéndose a la cama y acercándose mucho. Ella retrocedió y bajó por fin toda la manta, dejando ver su rostro completo.
-Pienso que estás muy bonita ¿cómo te llamas?- seguía preguntando la niña, con su gran sonrisa y casi encima de ella.
-Beril, no la agobies ¿Qué no ves que estaba muy débil?- le reprendió su tía, haciéndola bajar de la cama
-Debes tener hambre... ahora mismo te subiremos algo de comer ¡ vamos niñas!- dijo la tía y las tres mujeres bajaron ruidosamente, haciendo crujir la madera, hablando, riendo...
Ella no se levantó de la cama... se tocó el cabello, no estaba revuelto; no tenía frío, todo era diferente. Le habían preguntado algo ...¿cómo te llamas?... Aelin no tardó mucho en regresar con un plato. Llevaba algo que soltaba un tibio vapor
-Espero que te guste, lo hice yo- dijo sonriendo y colocándolo en una mesilla que había. Ella no supo que hacer al ver el plato ahí, y un extraño trozo de madera que le trajo malos recuerdos... lo lanzó hasta donde pudo con todas sus fuerzas, pero no llegó lejos
-Veo que tienes un problema con las cucharas... vamos a intentarlo- dijo Aelin recogiéndola y acercándole el plato. Le dio una cucharada, como si se tratase de una criatura que no podía comer con sus propias manos. Así, hasta que se terminó todo el plato, con ganas de más. Le dio un poco de pan, aún caliente, que se terminó por igual, hasta que estuvo satisfecha. Era extraño todo eso... pero se sentía rara, después de haber comido y de tener ahí a un lado a esa muchacha que sólo le dirigía palabras amables... se tocó las trenzas que llevaba en el cabello
-Ah... esas te las hice yo, tenías el cabello muy enredado, pero si no te gustan te las puedes deshacer-
Ella sólo la miró y negó con la cabeza... por la ventana de la habitación entraba un rayo de sol de la mañana y se escuchaba el canto de las aves que se posaban en los árboles.
-Duerme de nuevo si quieres, debes estar...- le dijo Aelin, pero calló en el momento en que vio que tenía ya los ojos cerrados. La cubrió con la manta...
"...Una dulce fragancia, hecha de tilos y de rosas..."
////////////////////////////////
Weeeee me he tardado un ratito en subir ostro capi, pero es que estaba atorada, además con estos exámenes ¬¬ bueno, pues lo siento, pero ya no hay más Dain ;_; pero no se apuren, que hay mucha gente todavía por verse!! De momento ya les puse acá a estas simpáticas mujeres que le quitaron un poquito de oscuridad al capítulo ^ ^
Mil gracias a Nariko (por animarme en estos días tan vasca y claro, por sus revius) a Anariel (por escucharme siempre) a Elanta por sus comentarios y reviws, a Cari-Chan (sobre todo por prestarme a su hermosisisisisismo Aradan en mi ostro fic) y a Siobahn que me ha dejado reviu en todos mis fics!! A The Balrog... también por sus ostros reviws... en fin, gracias a todas!! ^ ^ PD: las frases que he puesto entre comillas en este fic son fragmentos de poemas de un autor mexicano (Eudoro Fonseca Yerena).
Tenna rato!
Caminaba aceleradamente, aún con sus fuerzas casi extintas. Soplaba un aire fresco en aquel atardecer que tenía los campos de grana y cobre; no veía nada, ni una casa, ni una aldea ni nada... a momentos corría, más por alegría que por prisa y esperaba con ansias la caída de la noche, para verlas. El mismo día en que salió de la estrecha gruta, por la noche, las vio. Parecían tan lejanas y sin embargo tan bellas... miró también como se reflejaban en el agua ondeando tranquilamente entre las rocas. Miró las estrellas casi toda la noche, y hubiera seguido así por una eternidad. No sabía donde estaba, ni a dónde iba. De hecho, según su estado, si seguía así moriría pronto... pero no le importaba, vagaba por aquellos bellos parajes respirando todo el aire, mirando el cielo, el sol velado por nubes, los colores del atardecer, las hojas de los árboles... nada le pasaba desapercibido, ni siquiera las piedrecillas que encontraba al caminar, las mariposas que volaban a su alrededor cuando se encontraba entre aquellos enormes y castaños árboles.
La noche cayó por fin; miró hacia arriba y se sobresaltó, como la primera vez... ahora a las estrellas las acompañaba también esa enorme y redonda fruta plateada que viajaba por el mar oscuro de la noche, entre espuma de estrellas. Entonces cerró los ojos de cansancio... había pasado mucho tiempo sin comer, y el otoño por las noches era tan helado como un invierno... pero no sintió nada, sólo cerró los ojos...
*°*°*°
-No me alcanzarás, tonta- reía una niña, a todas luces una aldeana, corriendo entre los árboles ágilmente
-Ven acá enana, cuando te atrape ya verás...- le respondió una joven que trataba de alcanzarla. Ambas llevaban ropas humildes y un tanto gastadas. La niña llevaba una canasta repleta de rojas bayas, las últimas de la temporada.
-Olvídalo Aelin, soy más rápida que tú- dijo la niña a lo lejos, sacándole la lengua a la muchacha.
-¡¡Beril!!- gritó la otra realmente enojada y corrió mucho más rápido para alcanzarla, saltando entre las astillas y ramas caídas de los castaños con gran agilidad. Las niñas siempre jugaban en aquel bosque, lo conocían demasiado bien. Aelin llegó por detrás y agarró a Beril por fin, pero esta no respondió como siempre, no reía ni nada, ni siquiera trató de zafarse. Estaba mirando algo. Por fin, ambas se detuvieron en seco, mirando un extraño bulto recargado en un enorme castaño. Parecía no moverse y tenía un aspecto desagradable de ropas negras, desgarradas y malolientes. Aelin agarró una fuerte rama que estaba tirada por ahí y susurrando le habló a la niña
-No te muevas.... quédate aquí... si algo me pasa lanzas esta piedra- le dijo, dándole una enorme y lisa roca, que apenas podía cargar
-¿Y cómo se supone que lance yo esto? Mejor vámonos... y si es... un orco?- respondió Beril, temerosa
-No seas tonta, anda, cuídame la espalda- le dijo, y comenzó a avanzar con sigilo hacia aquel bulto. Le temblaban las manos, su hermana pequeña podía tener razón ¿y si era un orco? Dos jovencitas no podrían contra él, sería seguro que morirían. Pero Aelin no dejó de avanzar, con la rama en alto. Cuando estuvo demasiado cerca como para que el bulto se moviera o se diera cuenta de la presencia de alguien extraño, este no respondió. Aelin lo tocó con el pie, cuidadosamente. Tampoco hubo respuesta. Se tuvo entonces que agachar para estar a su nivel y tocó lo que parecía ser su hombro... el cuerpo se tambaleó y se fue de lado. Beril gritó y lanzó la piedra, pero tuvo tan mal tino que casi le partía la cabeza a su propia hermana.
-¡Te dije que me cuidaras, no que me mataras de una pedrada! ¡¡y no grites!!- replicó su hermana enfadada. Ahora no sabía que hacer; pero aún con todo el miedo que llevaba dentro se aventuró a tocar con su mano ligeramente el cuerpo. Las telas que llevaba encima estaban raídas y sucias, de áspero tacto. Su respiración se aceleró, por que sabía que tenía que hacer algo más. Deslizó lentamente las telas que cubrían lo que parecía tener forma de cabeza. Poco a poco fue descubriendo una enmarañada cabellera, pero dorada... bastante dorada y aún más con ese sol que lograba colarse por entre las hojas. Pudo ver un rostro completo; era una mujer, parecía joven, llevaba en la cara una extraña herida en forma de S, que se veía bastante mal, por lo que dedujo que no había pasado demasiado tiempo de habérsela hecho.
-¡Beril! ¡Beril, es una mujer!- dijo Aelin cuando estuvo segura. Se acercó a su pecho para ver si el corazón le latía.
-¡¿qué?! ¿Está viva?- preguntó la pequeña acercándose
-No lo sé... llama a nuestra tía... ¡rápido!-
-¿Te vas a quedar sola con ella? ¿Y si es peligrosa?-
-¿Cómo va a ser peligrosa? ¡si ni siquiera se mueve!! Anda, vete de una vez lo más rápido que puedas-
La niña no pudo hacer nada más que obedecer. Corrió por la estrecha senda del bosque hasta que llegó a una casita de piedra con techo de paja... a lo lejos se podía ver una pequeña aldea.
-¡Tía, tía!- entró gritando la pequeña, mirando a todos lados sin poder ver a nadie. Corrió por la pequeña estancia, subió a la habitación y bajó de nuevo corriendo sin encontrar a su tía. Seguía voceándola pero nadie contestaba hasta que salió al jardín y la vió, recogiendo algunas verduras de su pequeña parcela.
-¿Beril? ¿Qué pasa, dónde está tu hermana?- le preguntó la mujer al ver el estado de su sobrina
-Allá...muerta... en el bosque... hay alguien...- respondió la niña agitada
-¡¡¿Muerta?!!- preguntó de nuevo, horrorizada
-¡No, ella no! Otra persona-
Las dos se encaminaron tan rápido como les fue posible; por el camino Beril le contó las cosas como pudo a su confusa tía, que avanzaba desesperada, dejándola atrás. Llegaron hasta el claro del enorme castaño, donde Aelin estaba todavía a un lado del cuerpo de la mujer.
-Creo que todavía está viva- dijo Aelin, llamándolas con un gesto de mano
-¿Pero qué...?- dijo la tía a medias, cuando miró el rostro de la moribunda extraña. Aún sucio y herido, era demasiado bello. Estaba pálida y ojerosa, con el cabello enmarañado.
-¿La conocen? ¿la habían visto antes?-
-No, no- respondieron las hermanas casi al mismo tiempo
-Pero yo no soy curandera, no sé ni siquiera qué le pase... aunque... Beril, revisa ese saco que traje, saca unas hierbas verde oscuro-
-Todas son así- dijo la niña, revolviendo lo que había en el saco
-Hojas pequeñas, verde oscuro... ¡vamos!-
-¿Estás?-
-Sí, esas, tráelas-
La mujer trituró unas cuantas hojas, que aún estaban frescas y se las colocó por debajo de la nariz.
-Esto servirá por lo menos para que no se muera en el camino-
-¿camino? ¿cuál camino?- preguntó Aelin
-¡Pues el camino a la a casa! A ver de qué manera la llevamos entre las tres- dijo la tía, poniéndose de pie
-No estará muy pesada, pero huele muy mal- dijo Beril haciendo reír a Aelin
-¡Esto no es cosa de risa, chiquilla!- le reprendió su tía.
Se las arreglaron para llevarla hasta la pequeña casa y aunque tardaron mucho, parecía que seguía teniendo vida. La recostaron en una de las camas de la habitación de arriba, y le quitaron las feas ropas negras... le pusieron un sencillo camisón de Aelin y la dejaron reposar ahí, mientras llegaba la vieja sanadora de la aldea.
Cuando por fin estuvo ahí la atendió... y fue extraño, pues no tenía fiebre, ni algún otro signo de enfermedad, sólo parecía estar sumergida en un profundo sueño. Le había limpiado ya las heridas y rasguños, especialmente el de la cara, que aún después de enjuagarse parecía encendida.
-No ha comido en días...- dijo la anciana a las mujeres, que estaban alrededor de la cama, esperando una respuesta - Pero no está enferma; le he dado ya un tónico que debe despertarla en unas horas... si esto no sucede, no habrá más que hacer-
Las niñas se miraron consternadas y también confundidas; si no estaba enferma ¿cómo es que podría morir?. Dejaron que las horas pasaran, mientras ella estaba ahí recostada en la cama, inerte.
°*°
Abrió los ojos. Vio un techo de madera no muy alto y sintió mucho miedo. Al incorporarse notó que llevaba una ropa blanca y suave, muy diferente a las de siempre... y estaba en una cama. Estaba cómoda, no se sentía mal, aunque sí un poco débil. Se miró las manos y no estaban sucias... y tocó su pelo, estaba como dividido y atado en dos trenzas. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? En el momento en que iba a levantarse de la cama, por la escalerilla vio subir a una muchacha de cabello castaño. Se tapó con las sábanas, como si se escondiera...
-¡¡Tía!! ¡se ha despertado!- gritó la muchacha, lo que hizo que ella se encogiera más dentro de las sábanas, temblando de miedo. Se aproximó poco a poco, sonriendo.
-Hola- le dijo con una tierna voz. Ella sintió que algo era diferente, pues no le hablaban con gritos o insultos... descubrió de la manta sólo los ojos y la pudo ver. Era una muchacha joven, de largo cabello y algunas pecas en la cara; tenía los ojos azules...
-Soy Aelin- dijo, sentándose en el borde de la cama-¿Y tú, como te llamas?- le preguntó, pero no obtuvo respuesta. Escuchó unos pasos que subían por la vieja escalera que crujía. Vio llegar a otras dos mujeres, con la misma expresión amable que la primera. Una era más vieja y la otra era una pequeña niña de cabello oscuro.
-¿Ya has despertado?¿Tienes hambre?- le preguntó la niña, subiéndose a la cama y acercándose mucho. Ella retrocedió y bajó por fin toda la manta, dejando ver su rostro completo.
-Pienso que estás muy bonita ¿cómo te llamas?- seguía preguntando la niña, con su gran sonrisa y casi encima de ella.
-Beril, no la agobies ¿Qué no ves que estaba muy débil?- le reprendió su tía, haciéndola bajar de la cama
-Debes tener hambre... ahora mismo te subiremos algo de comer ¡ vamos niñas!- dijo la tía y las tres mujeres bajaron ruidosamente, haciendo crujir la madera, hablando, riendo...
Ella no se levantó de la cama... se tocó el cabello, no estaba revuelto; no tenía frío, todo era diferente. Le habían preguntado algo ...¿cómo te llamas?... Aelin no tardó mucho en regresar con un plato. Llevaba algo que soltaba un tibio vapor
-Espero que te guste, lo hice yo- dijo sonriendo y colocándolo en una mesilla que había. Ella no supo que hacer al ver el plato ahí, y un extraño trozo de madera que le trajo malos recuerdos... lo lanzó hasta donde pudo con todas sus fuerzas, pero no llegó lejos
-Veo que tienes un problema con las cucharas... vamos a intentarlo- dijo Aelin recogiéndola y acercándole el plato. Le dio una cucharada, como si se tratase de una criatura que no podía comer con sus propias manos. Así, hasta que se terminó todo el plato, con ganas de más. Le dio un poco de pan, aún caliente, que se terminó por igual, hasta que estuvo satisfecha. Era extraño todo eso... pero se sentía rara, después de haber comido y de tener ahí a un lado a esa muchacha que sólo le dirigía palabras amables... se tocó las trenzas que llevaba en el cabello
-Ah... esas te las hice yo, tenías el cabello muy enredado, pero si no te gustan te las puedes deshacer-
Ella sólo la miró y negó con la cabeza... por la ventana de la habitación entraba un rayo de sol de la mañana y se escuchaba el canto de las aves que se posaban en los árboles.
-Duerme de nuevo si quieres, debes estar...- le dijo Aelin, pero calló en el momento en que vio que tenía ya los ojos cerrados. La cubrió con la manta...
"...Una dulce fragancia, hecha de tilos y de rosas..."
////////////////////////////////
Weeeee me he tardado un ratito en subir ostro capi, pero es que estaba atorada, además con estos exámenes ¬¬ bueno, pues lo siento, pero ya no hay más Dain ;_; pero no se apuren, que hay mucha gente todavía por verse!! De momento ya les puse acá a estas simpáticas mujeres que le quitaron un poquito de oscuridad al capítulo ^ ^
Mil gracias a Nariko (por animarme en estos días tan vasca y claro, por sus revius) a Anariel (por escucharme siempre) a Elanta por sus comentarios y reviws, a Cari-Chan (sobre todo por prestarme a su hermosisisisisismo Aradan en mi ostro fic) y a Siobahn que me ha dejado reviu en todos mis fics!! A The Balrog... también por sus ostros reviws... en fin, gracias a todas!! ^ ^ PD: las frases que he puesto entre comillas en este fic son fragmentos de poemas de un autor mexicano (Eudoro Fonseca Yerena).
Tenna rato!
