"...Como recordarte... cómo, sin nombre que te ancle, sin una palabra que
te ciña a la memoria... tu señal..."
Era una mañana fría y neblinosa; Azra había salido junto con Aelin y Beril por más leña para la chimenea, que con esos crudos tiempos no dejaba de sacar humo y estar prendida todo el día.
-Oh no... se han humedecido con la nieve- dijo entonces Aelin al ver que sus reservas de leña estaban obsoletas. Azra se encogió de hombros, como si preguntara qué harían entonces. Las mujeres habían aprendido a entenderla por lo que decía su rostro, o sus ojos.
-Mmmmm ya sé, vayamos al bosque, habrá un poco de leña seca ahí- dijo Beril
Caminaron hasta estar sólo rodeadas por árboles. La espesa niebla que había casi las hacía perder la orientación, pero las niñas conocía demasiado bien aquel bosque
-Me he olvidado del hacha... esperen aquí, no tardo- dijo Aelin, dejándolas paradas en la niebla.
-Tomaré tu mano, no sea que nos perdamos- dijo Beril con una sonrisa que Azra logró distinguir de entre la niebla. No sabía por qué pero aquella mañana estaba intranquila, no era como las otras veces que sólo disfrutaba de la compañía de aquellas risueñas mujeres. Algo la mantenía mirando a todos lados... cualquier crujido de una rama, cualquier insignificante movimiento la alteraba...
-¿Qué pasa, Azra?- preguntó Beril, pero ella ni siquiera hizo una seña, pues un escalofríante y lejano aullido se hizo presente. La niña, inconscientemente apretó la mano de la mujer y esta se levantó de tronco donde estaba sentada
-Deberíamos regresar, pero no se por donde-
Azra negó con la cabeza, y en un gesto protector puso a Beril detrás suyo. Estaban temerosas y esperando cualquier otro movimiento; les daba miedo hasta respirar y moverse un poco más de lo necesario... hubo un silencio mortal, de esos que anteceden a alguna catástrofe...
Antes de que pudieran moverse un huargo de pelo gris y áspero abrió sus mandíbulas y fue a para al vestido de Azra, pues igual de rápida que la bestia, había salvado su pie de ser mordido. Beril gritó asustada, en un impulso, pero Azra no dejó que la niña se pusiera más adelante, pues la quería proteger del animal. Pero era incansable y ahora había logrado morder a Azra, cuando ella abrió la boca y sacó un sonido sordo que pudo ser un grito
-¡¡No, no le harás daño lobo feo!!- gritó la niña y se adelantó hasta donde estaba el lobo, dándole una patada que frenó su ataque momentáneamente
-¡¡Beril!! ¡¡Azra!!- dijo entonces Aelin que llegó corriendo con el hacha. El huargo no tenía piedad y entonces dio con el lomo un empujón a la niña que cayó al suelo; no supieron cuando fue, pero ahora estaban rodeadas por una manada casi entera de bestias semejantes, que se acercaban poco a poco. Ella, Azra sintió como la rabia se inflamaba dentro de ella al ver que le hacían daño a alguien a quien quería y sus ojos relampaguearon, sacando de nuevo aquella fuerza inexplicable que tenía... soltó en el hocico del lobo la patada más fuerte que jamás había dado y lo arrojó lejos. Hizo una seña a Aelin, pidiendo que le diera el hacha; la muchacha la entendió enseguida y se la dio, además de arrodillarse y cubrir con un abrazo a su hermana, para que no la lastimaran más.
Las bestias se alejaron después de que Azra dejó a varias muertas en el piso, sangrantes... después de aquello, se acercó rápido a Beril, que se agarraba un brazo. La sangre salía de él
-...me duele... me duele muchísimo- decía la niña entre lágrimas.
El tiempo se consumió rápidamente y cuando Azra lo notó ya era de noche y Beril dormía en su cama, con un vendaje en la mano. Se preguntó qué era lo que ella tenía, qué era eso que atraía el mal y las desgracias. Lo mismo había sucedido con Dáin, como si ella fuera alguien que torciera los destinos de la gente que la rodeaba... mil veces se preguntó por qué... sólo había preguntas complicadas y sin respuesta que cada vez la atormentaban más. ¿quién era ella? ¿dónde estaba? ¿por qué no hablaba, por qué atraía el mar como si fuese carnada? Era desdichada, era una interrogación que se disipaba como la niebla y lo único que poseía era ese cuerpo delgado y extraño, que a pesar de las penas había sobrevivido...
°*°*°*°*°*°*°
-¿Llevas todo ya, Beril? No quiero que en el camino empieces con que se te olvidó tal y tal cosa...- decía Aelin, guardando los últimos víveres que necesitaban para hacer el largo viaje a Rohan.
-Pues claro que lo he guardado todo- replicó la niña enfadada. Azra estaba sentada en un sillón, pues lo único que podía llevar estaba ya guardado. La tía de las muchachas estaba afuera, dando de comer de nuevo al único caballo que llevarían, para cargar el equipaje.
-¡Niñas! ¡Suban ya las cosas aquí, no quiero partir tarde y ya está por amanecer!- gritó desde afuera la mujer, impaciente.
Azra se levantó y cargó los sacos y bolsos que llevaban. Todavía hacía frío y las ramas de los árboles en su mayoría estaban desnudas, con apenas los botones de las verdes hojas que brotarían en una primavera cercana, pero que todavía no se hacía presente. Había sido un invierno duro, sobre todo para ellas, pues apenas habían conservado víveres suficientes para pasar aquella cruel estación. El primer ataque de los lobos fue normal, aún con la rareza de que se aparecieran por ahí, pero las cosas se hicieron más difíciles cuando los ataques fueron persistentes... Beril aún llevaba el brazo vendado y su tía no le permitió salir más al bosque. Sin embargo no culpó a nadie y todo siguió normal, excepto aquella amenaza constante que no las dejaba vivir tranquilamente.
Las niñas salieron junto con Azra, después de asegurarse que no olvidaban nada.
-¿Hacia donde caminamos, tía?-
-Primero aten bien las cosas al caballo... Beril, cuando te canses mucho me lo dices y subirás a él, ¿está bien? No sé como me convencieron de viajar cuando tú estás con esa venda-
-Pero yo puedo caminar igual que ustedes... además mi brazo ya está mejorando-
-Está bien, niña necia, caminarás junto con nosotras- dijo Aelin riendo.
La tía atrancó la puerta de la pequeña casa y hasta ese momento comenzaron a andar, primero por el sendero que tenían que recorrer para ir a cualquier lugar y después se fueron por el camino de la izquierda, aquel que nunca tomaban...
°
Los días de viaje siempre eran duros, pues había que caminar bastante, comer poco y descansar aún menos; sin olvidar cuidarse de los peligros propios de un camino. La primavera había entrado tarde y las noches todavía eran bastante frías, con mucha y helada niebla haciendo que su paso fuera más lento y precavido. Caminaban hacia el norte, a veces inclinándose un poco al oeste.. aquella noche Beril iba esforzándose por no cerrar los ojos, montada sobre el caballo que Aelin llevaba; ella lucía bastante cansada también...
-Muy bien, dormiremos un poco aquí- dijo entonces la tía al ver que las niñas, e incluso Azra también no podían dar un paso más sin rendirse.
Las mujeres se internaron un poco entre los árboles de alrededor, para protegerse de la vista de cualquier persona o bestia y ahí extendieron algunas mantas donde dormirían
-Dejaré que ellas duerman... duerme tu también...- dijo la tía, interrumpida por su propio bostezo. Azra notó que estaba igual de cansada que las niñas y negó con la cabeza, seguido de señalarse a ella misma. Trataba de decir que ella haría la guardia nocturna, lo que la mujer entendió perfectamente.
-¿Estás segura?-
Azra asintió y de inmediato, las mujeres cayeron dormidas. Era una noche extraña, aunque las estrellas brillaran como siempre el manto del cielo estaba velado y no había luna; no sabía bien por qué, pero tenía un presentimiento, algo adentro de nuevo que no sabía describir. Se levantó del lecho de mantas y caminó un poco, sin dejar de mirar el cielo.
¿Es que ella cargaba un destino desventurado? No lo sabía, no sabía ni siquiera qué era lo que la esperaba a cada segundo de su vida. Su vida. Miró de nuevo a las mujeres, que dormían tranquilamente, protegidas por el bosque... y entonces sonrió; se acercó a cada una, incluso a Beril le acarició el cabello y no se dio cuenta, tal vez por el cansancio. Sintió un impulso, un destello de gracia que la hizo articular las primeras palabras en años
-Gracias-
dijo débilmente, con una voz que parecía haber sido enterrada por años, con una voz que ni siquiera era voz sino un aliento, un balbuceo poco claro...
Azra se alejó de nuevo, movida por algo que no conocía y caminó más y más lejos; hasta donde sus pies la llevaran. Caminó toda la noche bajo la protección de las estrellas, por aquel lugar que no conocía, que no recordaba y con una dirección que le marcaba un presentimiento; sus pies sabían a donde ir aunque en su interior no tuviera idea de hacia donde se dirigía...
°
Dejó de lado de nuevo otro fragmento de su vida y también el nombre que ahí había llevado; a cambio se llevaba consigo una parte de su memoria, que con certeza, ya no se borraría... Se dejó ir al tiempo de nuevo, a donde su destino la llevara, protegida por la suerte y nada más. De nuevo el hambre, de nuevo la sed.... Los días se diluyeron y ahora sólo estaba conciente de que habían pasado bastantes días de dejar de lado a las mujeres que la habían acogido. Sus ropas se habían llenado de ramas y de polvo y su dorado cabello se enmarañó de nuevo. No sabía si volvía, si algo la llamaba a ser transparente y sin nombre. Sentía que algo la perseguía y la acechaba, no sólo sentía, era una certeza casi tan palpable como ella misma.
Aullidos y chillidos viles sonaron a lo lejos.
Otra vez era de noche y caminaba presurosa; hacía poco se había detenido a beber un poco de agua de un riachuelo. No había luna esa noche que la observara y las estrellas eran ahora indiferentes; odiaba esos días donde todo tenía un doble significado, esos días donde el destino hablaba, como cuando logró escapar...
Corrió con toda la velocidad que sus cansados pies le permitieron, huyendo de algo que no conocía. Era un llano ahí donde estaba, de pastos yermos y apenas reverdeciendo; por lo menos las noches ya no eran tan frías... Se detuvo de golpe cuando, lejos aún, vio una basta extensión de bosque, de árboles enormes... entonces sonrió y su alma estuvo en paz un segundo y después corrió de nuevo, más rápido ahora. El bosque estuvo más próximo, pues era ahí a donde iban sus pies, a donde algo la llamaba. El camino se hacía un poco pedregoso, pero no le dio importancia; estaba huyendo. Al bajar bruscamente por una breve peña, su pie se atoró entre las rocas y cayó estrepitosamente hacia abajo, golpeándose la cabeza con una gran piedra... entonces todo fue oscuro... más que la noche misma que la rodeaba.
°
-No tiene caso, la hemos perdido-
Se alejaron del lugar, después de la larga persecución
-¡Eh, esperadme! Oigan.... ¡¿Qué es eso?!-
Los demás se dieron media vuelta y caminaron hasta donde estaba el objeto de su asombro...
"...Llegó una noche sin guiño de luceros... y sin piedad de luna.."
/////////////////////////
Waaaa las cabras!! Bueno, de nuevo esta mujer desubicada se escapó de algo que ni siquiera era malo, en fins, espero que les haya gustado!! Y ahora qué le esperará? Muajajajaja vayan pensando qué podrá ser *cara perversa* Los versos entre comillas son de un poeta mexicano, Salvador Córdova León ^^ Espero que esto no haya estado muy desvariado, por que aunque lo leí varias veces no sé... se me hizo medio raro...
Mil gracias a todos por sus revius!! A Carmenchula (lo siento, de momento no más niños jejeje buuu pero bueno, gracias por agregar esta historia a tus favoritas ^^), a Elanta, a Anariel, a Nariko, Cari-Chan, Filitluin (ahora sí lo puse bien jejeje), a Estelita y a Ellóith A todas muchas muchas gracias!!!!
Tenna rato!
Era una mañana fría y neblinosa; Azra había salido junto con Aelin y Beril por más leña para la chimenea, que con esos crudos tiempos no dejaba de sacar humo y estar prendida todo el día.
-Oh no... se han humedecido con la nieve- dijo entonces Aelin al ver que sus reservas de leña estaban obsoletas. Azra se encogió de hombros, como si preguntara qué harían entonces. Las mujeres habían aprendido a entenderla por lo que decía su rostro, o sus ojos.
-Mmmmm ya sé, vayamos al bosque, habrá un poco de leña seca ahí- dijo Beril
Caminaron hasta estar sólo rodeadas por árboles. La espesa niebla que había casi las hacía perder la orientación, pero las niñas conocía demasiado bien aquel bosque
-Me he olvidado del hacha... esperen aquí, no tardo- dijo Aelin, dejándolas paradas en la niebla.
-Tomaré tu mano, no sea que nos perdamos- dijo Beril con una sonrisa que Azra logró distinguir de entre la niebla. No sabía por qué pero aquella mañana estaba intranquila, no era como las otras veces que sólo disfrutaba de la compañía de aquellas risueñas mujeres. Algo la mantenía mirando a todos lados... cualquier crujido de una rama, cualquier insignificante movimiento la alteraba...
-¿Qué pasa, Azra?- preguntó Beril, pero ella ni siquiera hizo una seña, pues un escalofríante y lejano aullido se hizo presente. La niña, inconscientemente apretó la mano de la mujer y esta se levantó de tronco donde estaba sentada
-Deberíamos regresar, pero no se por donde-
Azra negó con la cabeza, y en un gesto protector puso a Beril detrás suyo. Estaban temerosas y esperando cualquier otro movimiento; les daba miedo hasta respirar y moverse un poco más de lo necesario... hubo un silencio mortal, de esos que anteceden a alguna catástrofe...
Antes de que pudieran moverse un huargo de pelo gris y áspero abrió sus mandíbulas y fue a para al vestido de Azra, pues igual de rápida que la bestia, había salvado su pie de ser mordido. Beril gritó asustada, en un impulso, pero Azra no dejó que la niña se pusiera más adelante, pues la quería proteger del animal. Pero era incansable y ahora había logrado morder a Azra, cuando ella abrió la boca y sacó un sonido sordo que pudo ser un grito
-¡¡No, no le harás daño lobo feo!!- gritó la niña y se adelantó hasta donde estaba el lobo, dándole una patada que frenó su ataque momentáneamente
-¡¡Beril!! ¡¡Azra!!- dijo entonces Aelin que llegó corriendo con el hacha. El huargo no tenía piedad y entonces dio con el lomo un empujón a la niña que cayó al suelo; no supieron cuando fue, pero ahora estaban rodeadas por una manada casi entera de bestias semejantes, que se acercaban poco a poco. Ella, Azra sintió como la rabia se inflamaba dentro de ella al ver que le hacían daño a alguien a quien quería y sus ojos relampaguearon, sacando de nuevo aquella fuerza inexplicable que tenía... soltó en el hocico del lobo la patada más fuerte que jamás había dado y lo arrojó lejos. Hizo una seña a Aelin, pidiendo que le diera el hacha; la muchacha la entendió enseguida y se la dio, además de arrodillarse y cubrir con un abrazo a su hermana, para que no la lastimaran más.
Las bestias se alejaron después de que Azra dejó a varias muertas en el piso, sangrantes... después de aquello, se acercó rápido a Beril, que se agarraba un brazo. La sangre salía de él
-...me duele... me duele muchísimo- decía la niña entre lágrimas.
El tiempo se consumió rápidamente y cuando Azra lo notó ya era de noche y Beril dormía en su cama, con un vendaje en la mano. Se preguntó qué era lo que ella tenía, qué era eso que atraía el mal y las desgracias. Lo mismo había sucedido con Dáin, como si ella fuera alguien que torciera los destinos de la gente que la rodeaba... mil veces se preguntó por qué... sólo había preguntas complicadas y sin respuesta que cada vez la atormentaban más. ¿quién era ella? ¿dónde estaba? ¿por qué no hablaba, por qué atraía el mar como si fuese carnada? Era desdichada, era una interrogación que se disipaba como la niebla y lo único que poseía era ese cuerpo delgado y extraño, que a pesar de las penas había sobrevivido...
°*°*°*°*°*°*°
-¿Llevas todo ya, Beril? No quiero que en el camino empieces con que se te olvidó tal y tal cosa...- decía Aelin, guardando los últimos víveres que necesitaban para hacer el largo viaje a Rohan.
-Pues claro que lo he guardado todo- replicó la niña enfadada. Azra estaba sentada en un sillón, pues lo único que podía llevar estaba ya guardado. La tía de las muchachas estaba afuera, dando de comer de nuevo al único caballo que llevarían, para cargar el equipaje.
-¡Niñas! ¡Suban ya las cosas aquí, no quiero partir tarde y ya está por amanecer!- gritó desde afuera la mujer, impaciente.
Azra se levantó y cargó los sacos y bolsos que llevaban. Todavía hacía frío y las ramas de los árboles en su mayoría estaban desnudas, con apenas los botones de las verdes hojas que brotarían en una primavera cercana, pero que todavía no se hacía presente. Había sido un invierno duro, sobre todo para ellas, pues apenas habían conservado víveres suficientes para pasar aquella cruel estación. El primer ataque de los lobos fue normal, aún con la rareza de que se aparecieran por ahí, pero las cosas se hicieron más difíciles cuando los ataques fueron persistentes... Beril aún llevaba el brazo vendado y su tía no le permitió salir más al bosque. Sin embargo no culpó a nadie y todo siguió normal, excepto aquella amenaza constante que no las dejaba vivir tranquilamente.
Las niñas salieron junto con Azra, después de asegurarse que no olvidaban nada.
-¿Hacia donde caminamos, tía?-
-Primero aten bien las cosas al caballo... Beril, cuando te canses mucho me lo dices y subirás a él, ¿está bien? No sé como me convencieron de viajar cuando tú estás con esa venda-
-Pero yo puedo caminar igual que ustedes... además mi brazo ya está mejorando-
-Está bien, niña necia, caminarás junto con nosotras- dijo Aelin riendo.
La tía atrancó la puerta de la pequeña casa y hasta ese momento comenzaron a andar, primero por el sendero que tenían que recorrer para ir a cualquier lugar y después se fueron por el camino de la izquierda, aquel que nunca tomaban...
°
Los días de viaje siempre eran duros, pues había que caminar bastante, comer poco y descansar aún menos; sin olvidar cuidarse de los peligros propios de un camino. La primavera había entrado tarde y las noches todavía eran bastante frías, con mucha y helada niebla haciendo que su paso fuera más lento y precavido. Caminaban hacia el norte, a veces inclinándose un poco al oeste.. aquella noche Beril iba esforzándose por no cerrar los ojos, montada sobre el caballo que Aelin llevaba; ella lucía bastante cansada también...
-Muy bien, dormiremos un poco aquí- dijo entonces la tía al ver que las niñas, e incluso Azra también no podían dar un paso más sin rendirse.
Las mujeres se internaron un poco entre los árboles de alrededor, para protegerse de la vista de cualquier persona o bestia y ahí extendieron algunas mantas donde dormirían
-Dejaré que ellas duerman... duerme tu también...- dijo la tía, interrumpida por su propio bostezo. Azra notó que estaba igual de cansada que las niñas y negó con la cabeza, seguido de señalarse a ella misma. Trataba de decir que ella haría la guardia nocturna, lo que la mujer entendió perfectamente.
-¿Estás segura?-
Azra asintió y de inmediato, las mujeres cayeron dormidas. Era una noche extraña, aunque las estrellas brillaran como siempre el manto del cielo estaba velado y no había luna; no sabía bien por qué, pero tenía un presentimiento, algo adentro de nuevo que no sabía describir. Se levantó del lecho de mantas y caminó un poco, sin dejar de mirar el cielo.
¿Es que ella cargaba un destino desventurado? No lo sabía, no sabía ni siquiera qué era lo que la esperaba a cada segundo de su vida. Su vida. Miró de nuevo a las mujeres, que dormían tranquilamente, protegidas por el bosque... y entonces sonrió; se acercó a cada una, incluso a Beril le acarició el cabello y no se dio cuenta, tal vez por el cansancio. Sintió un impulso, un destello de gracia que la hizo articular las primeras palabras en años
-Gracias-
dijo débilmente, con una voz que parecía haber sido enterrada por años, con una voz que ni siquiera era voz sino un aliento, un balbuceo poco claro...
Azra se alejó de nuevo, movida por algo que no conocía y caminó más y más lejos; hasta donde sus pies la llevaran. Caminó toda la noche bajo la protección de las estrellas, por aquel lugar que no conocía, que no recordaba y con una dirección que le marcaba un presentimiento; sus pies sabían a donde ir aunque en su interior no tuviera idea de hacia donde se dirigía...
°
Dejó de lado de nuevo otro fragmento de su vida y también el nombre que ahí había llevado; a cambio se llevaba consigo una parte de su memoria, que con certeza, ya no se borraría... Se dejó ir al tiempo de nuevo, a donde su destino la llevara, protegida por la suerte y nada más. De nuevo el hambre, de nuevo la sed.... Los días se diluyeron y ahora sólo estaba conciente de que habían pasado bastantes días de dejar de lado a las mujeres que la habían acogido. Sus ropas se habían llenado de ramas y de polvo y su dorado cabello se enmarañó de nuevo. No sabía si volvía, si algo la llamaba a ser transparente y sin nombre. Sentía que algo la perseguía y la acechaba, no sólo sentía, era una certeza casi tan palpable como ella misma.
Aullidos y chillidos viles sonaron a lo lejos.
Otra vez era de noche y caminaba presurosa; hacía poco se había detenido a beber un poco de agua de un riachuelo. No había luna esa noche que la observara y las estrellas eran ahora indiferentes; odiaba esos días donde todo tenía un doble significado, esos días donde el destino hablaba, como cuando logró escapar...
Corrió con toda la velocidad que sus cansados pies le permitieron, huyendo de algo que no conocía. Era un llano ahí donde estaba, de pastos yermos y apenas reverdeciendo; por lo menos las noches ya no eran tan frías... Se detuvo de golpe cuando, lejos aún, vio una basta extensión de bosque, de árboles enormes... entonces sonrió y su alma estuvo en paz un segundo y después corrió de nuevo, más rápido ahora. El bosque estuvo más próximo, pues era ahí a donde iban sus pies, a donde algo la llamaba. El camino se hacía un poco pedregoso, pero no le dio importancia; estaba huyendo. Al bajar bruscamente por una breve peña, su pie se atoró entre las rocas y cayó estrepitosamente hacia abajo, golpeándose la cabeza con una gran piedra... entonces todo fue oscuro... más que la noche misma que la rodeaba.
°
-No tiene caso, la hemos perdido-
Se alejaron del lugar, después de la larga persecución
-¡Eh, esperadme! Oigan.... ¡¿Qué es eso?!-
Los demás se dieron media vuelta y caminaron hasta donde estaba el objeto de su asombro...
"...Llegó una noche sin guiño de luceros... y sin piedad de luna.."
/////////////////////////
Waaaa las cabras!! Bueno, de nuevo esta mujer desubicada se escapó de algo que ni siquiera era malo, en fins, espero que les haya gustado!! Y ahora qué le esperará? Muajajajaja vayan pensando qué podrá ser *cara perversa* Los versos entre comillas son de un poeta mexicano, Salvador Córdova León ^^ Espero que esto no haya estado muy desvariado, por que aunque lo leí varias veces no sé... se me hizo medio raro...
Mil gracias a todos por sus revius!! A Carmenchula (lo siento, de momento no más niños jejeje buuu pero bueno, gracias por agregar esta historia a tus favoritas ^^), a Elanta, a Anariel, a Nariko, Cari-Chan, Filitluin (ahora sí lo puse bien jejeje), a Estelita y a Ellóith A todas muchas muchas gracias!!!!
Tenna rato!
