"... esta piel no se consuela. Quisiera hacerse a un lado de la vida..."
-¿Qué crees que sea?-
-No tengo idea, pero parece peligroso... mira esas ropas; tal vez sea un orco o algo así-
Haldir llegó corriendo hasta donde los jóvenes elfos habían encontrado aquella cosa extraña; llevaban toda la noche persiguiendo una caravana dispersa de orcos que pretendían cruzar las fronteras del Bosque Dorado. Ahora estaban en un tramo apartado y yermo, aunque a lo lejos, con su vista privilegiada podían distinguir los árboles de Lórien.
-Eso no parece un orco, escuchen su respiración- dijo Haldir a sus compañeros. Entonces, se atrevió a acercarse y darle la vuelta al bulto.
Ella notó una presencia, alguien que la observaba y otro más que se acercaba. Cerró su puño con fuerza y justo en el momento en que trataron de quitar la capucha de su cabeza, soltó un fiero golpe. Haldir esquivó el puñetazo a tiempo y los demás elfos prepararon sus arcos al ver la reacción de la cosa, que aunque seguía tendida en el suelo, estaba enfurecida como una bestia acechada. La chica soltó un golpe más al aire cuando vio aproximarse a otro de esos seres que querían atacarla. Con ese movimiento descubrió su rostro sucio y herido, con los ojos encendidos de rabia y la marca que llevaba desde su salida de Mordor con un tinte carmesí.
-¿Pero qué...?- dijo un elfo asombrado. La chica se levantó como pudo y trato de huir, pero estaba rodeada. Haldir se aproximó a ella de nuevo y logró asirla fuerte por brazos. Ella empezó entonces a dar patadas, al verse imposibilitada.
-Serë...-(paz) dijo Haldir y ella encontró sus ojos con los de él. Detuvo sus golpes, aunque lo miraba furiosa. Parpadeó lentamente, pero renovó sus fuerzas y sacó la daga que el elfo llevaba en su cinturón... antes de que le pudiera hacer algún daño, una flecha atravesó su hombro. Su boca dejó escapar un grito sordo y cayó desmayada, en una especie de letargo
-¡¡¿Qué has hecho, Rumil?!!!- preguntó Haldir furibundo al ver lo que el joven elfo había hecho...
-P...perdón... creí que te atacaría... no... no la maté... ¿verdad?- respondió nervioso, bajando el arco.
-¡¡Ni siquiera sabes quién es!! ¡vamos, tendremos que ir a Caras Galadhon! No se pude quedar aquí-
-Habrá que vendarle entonces los ojos, pues podría despertar- dijo Orophin, sacando un lienzo blanco de un saco y colocándolo suave pero firmemente sobre los ojos de ella, que estaban cerrados, como inmersos en una inquieta pesadilla. Haldir miró con reprobación a Rumil, quien permanecía muy avergonzado, y trataba de curar a la mujer con los pocos utensilios que traían. Emprendieron entonces el retorno al Bosque Dorado.
Abrió los ojos y no vio nada, nada más que algo cercano y blanco que le impedía ver donde estaba. Avanzaba, como si la llevaran cargada. Se comenzó a revolver y entonces se detuvo. Escuchaba las cantoras voces de aquellos seres perversos que la habían atacado por la noche; extraños por cierto, con una luz que salía de sus ojos, una luz que lastimaba y paralizaba, como los ojos de aquel hombre cuando se clavaron en los suyos y entonces cayó desfallecida. Había permanecido dormida, con un dolor quemante en su brazo derecho; aún así no podía abrir los ojos: cansada para despertar, incomoda para dormir.
-Se ha despertado, Haldir- dijo Feredir, un joven elfo silvano que la llevaba en brazos y comenzaba a bajarla- tiene que comer algo-
Hablaban en una lengua extraña. Pero, aunque no entendía nada, parecía saber lo que decían. Eran diferentes, su tacto, sus palabras, el sonido de su respiración. Todo era suave, pausado, discreto. Palpó su hombro con una mano: llevaba un terso vendaje y ya no dolía tanto; aún así, sentía ese brazo débil, ni siquiera podía moverlo.
-Debemos preguntarle su nombre o de dónde viene, la hemos traído aquí sin su consentimiento- dijo Orophin
-No creo que vaya hacia algún lugar- dijo Haldir con seguridad, pues tenía la certeza de que esa extraña mujer estaba vagando sin rumbo por los llanos.
-Quítale el lienzo- ordenó Haldir-aún no nos internamos en Lórien-
Entonces pudo ver; era una mañana con olor de rocío y una pálida bruma. Estaban en medio de un alto bosque; las copas rematadas con hojas marrones y naranjas. Alrededor, aquellos hombres esbeltos y silenciosos que la habían atrapado: sus ojos eran muy brillantes, casi ardían. La mayoría tenían una cabellera rubia pálida, no como la de ella. Vestían del mismo color que aquel imponente bosque y llevaban armas. Distinguió al hombre que la había mirado a los ojos. Se acercaba lentamente a ella.
-Buen día. La hemos traído hasta el Bosque de Lórien, no queremos hacerle ningún daño... lo de anoche ha sido un accidente-
Había dejado esa lengua extraña y ahora le hablaba por el dialecto común. Esta vez, no lo miró a los ojos, ya en su cara había desconfianza para con él.
-Mi nombre es Haldir, de Lórien... ¿cuál es el vuestro?-
Ella negó con la cabeza y dio algunos pasos hacia atrás; no vio que la rama de un árbol se interponía y cayó sentada en el piso de hojas y astillas. Haldir se arrodilló para estar a su altura y le ofreció un pan, envuelto en grandes hojas verdes. Ella, de un manotazo lo tiró lejos; igualmente rechazó el agua.
-Tiene que comer... no resistirá el camino-
Se tapó los oídos con sus débiles manos y cerró los ojos; parecía una niña que no quería hacer caso a sus padres. El elfo, sin embargo, nunca se impacientó, hasta que había pasado un rato y tenían que partir de nuevo. Rumil se acercó para darle la indicación de que estaban listos. Ella entonces abrió los ojos al reconocer esa voz y hecha una furia, se levantó y se fue contra él...
Era el que le había disparado y ella nunca más consentiría que le hicieran daño. Nunca más.
-¡Perdona, fue un accidente, yo no quise...!- decía Rumil, tratando de quitársela de encima. De nuevo Haldir la tomó de los brazos y la tranquilizó. Tuvo que pasar un rato hasta que se dejara poner el lienzo sobre los ojos de nuevo. Caminaron largo rato y descansaron por la noche. Esta vez no le quitaron el lienzo y tampoco aceptó el alimento que le ofrecían. Comenzaba a sentirse realmente mal; la herida le ardía más que nunca, su garganta estaba seca, respiraba con dificultad... Y esos sigilosos hombres y su extraña lengua. El fuego de sus ojos, la sutileza de sus movimientos...
° Habían atravesado ya el foso de protección y los guardias de la muralla los habían dejado pasar, mirando con asombro a esa mujer, obviamente una extranjera, por llevar los ojos vendados. No era usual, nada usual que se admitieran forasteros en Caras Galadhon. La compañía de guardia iba a reportarse con los señores de Lórien; llevaban la información sobre las fronteras, que últimamente se ponían bastante peligrosas y ocurrían cosas extrañas... además, tenían un imprevisto asunto que tratarles.
-Yo me encargaré... Feredir, acompáñame- dijo Haldir, despidiendo a los otros elfos del grupo de guardia. Llevaban a la chica y apenas iban a desatar la venda.
-¿No ha sido un error traerla?- preguntó Feredir
-Lo que fue un error fue herirla sin sentido, por lo menos esto debíamos hacer- respondió Haldir y le quitó la venda. Abrió los ojos y, de la sorpresa se tambaleó hacia atrás. Aunque nunca había visto algo así, era tan familiar... la luz de oro solar reflejada en el follaje casi la dejaba ciega; los enormes árboles dorados, los rostros que de pronto se veían asomar desde arriba... todo era tan confuso, tan irreal, como si fuese esto parte de un sueño. Haldir tocó su hombro, el que no estaba herido, para indicarle que caminara. Se había acostumbrado a que ella no hablaría.
-Está en Caras Galadhon, señorita... la llevaré ante los señores de este lugar-
Negó con la cabeza por instinto; estaba embobada mirando todo, estiraba la mano para tocar las hojas doradas del lugar, para sentir los troncos blancos... cuando estuvieron frente a la escalera no quiso caminar más. Abrió los ojos enormes y se agarró de las ropas de los dos elfos que la escoltaban.
-Me parece que le teme a las alturas- comentó Haldir con una sonrisa
-Tendrá que acostumbrarse- le respondió Feredir y la tomó de la mano, para que subiera la larga escalera de madera blanca. No podía, no podía. Se veía tan alto... era raro, parecían casas sobre los árboles, como si fuese natural y ellos quisieran albergar a esa gente entre sus ramas. El lugar estaba lleno de rostros hermosos y distantes...
-Vamos- insistía Haldir, pero se resistía. Subió los primeros escalones, pero cuando estuvieron un poco separados del piso, se estrechó contra el tronco del árbol y las manos le temblaban; realmente le temía a la altura de esa escalinata.
-Nunca llegaremos- dijo de pronto Feredir, al notar las dificultades
-Ni qué lo digas... no sé que le diré a la dama Galadriel cuando vea que la hemos traído-
Continuaron la inusual marcha, animando a la chica a que subiera otro escalón y otro más. Eso les llevó horas hasta que estuvieron en la primera planta del gran flet donde vivían los señores de Lórien. Estaba conectado con varios árboles más; era una estructura un tanto compleja.
-Espera, iré a buscar a la dama- dijo Haldir. Mientras tanto, Feredir cuidaba de que ella no mirara hacia abajo... se aferraba de las ropas del elfo, llena de miedo, aunque miraba el flet maravillada, que se confundía entre las ramas pulidas de los enormes árboles.
-Mae Govannen, Haldir- dijo la dama Galadriel, antes de que este pudiera pronunciar palabra. Se encontraba en una pequeña estancia totalmente abierta, leyendo.
-Ninquenis- dijo el elfo e hizo una respetuosa reverencia; estaba acostumbrado a que su señora anticipara su presencia. - el grupo de guardia ha vuelto; no hay muchas nuevas fuera de lo común... excepto una-
Haldir pidió a Galadriel que lo acompañara. En el recibidor estaba su compañero y la extraña que se había atrevido a llevar hasta ahí. Galadriel la miró con serenidad, con sus enormes en inquisitivos ojos azules. Cuando ella notó la presencia de esa blanca mujer, una especie de terror la invadió: se apisonó contra el tronco del árbol de nuevo y su respiración se aceleró. Contempló un momento aquella presencia, alta, de cabello dorado deslumbrante... y esos ojos que se habían clavado en ella.
-No nos ha dicho su nombre... decidí traerla hasta aquí, pues un compañero la hirió sin motivo- dijo Feredir
-No sabemos si fue desacertado, pero no podíamos abandonarla...- continuó Haldir
-Entiendo- dijo la reina, calmadamente. Se acercó un poco y la miró a los ojos. Ella no pudo resistir el poder de ese par de zafiros y bajo la mirada. Seguía agitada, con un miedo inmenso; al principio pensó de nuevo en lanzar golpes, pero la idea desapareció pronto. La dama quiso adivinar lo que pensaba, pero no pudo: no había nada, no pensaba con palabras; lo único que tenía dentro era un sincero miedo. Galadriel sonrió discretamente.
- Hablaré con una de mis damas, se encargarán de ella-
-¿No le preguntará nada?¿No puede... saber quién es?-
-Ella no tiene palabras para nosotros; ha sufrido...-
La dama se retiró y en un momento llegó una alegre elfa.
-Aiya Merilnen- saludaron los elfos casi al unísono- ¿Os envió Ninquenís para cuidar de esta mujer?-
-Sí, yo me encargaré. Y ustedes podéis retirarse a descansar-
-Hannad le- los elfos hicieron una breve reverencia a manera de despedida y bajaron la escalinata. Merilnen miró a la chica: tenía el cabello enmarañado, pero dorado; la cara sucia, pero linda... su olfato no podía soportar más el hedor que desprendían esas ropas negras y ajadas que traía puestas.
-Aiya, im Merilnen- (hola, soy Merilnen) dijo con una gran sonrisa la elfa. Ella no respondió ¿qué iba a responder? Tenía el ceño fruncido, como si estuviera enojada. El vendaje sobre su hombro se había teñido de sangre otra vez.
-Por Eru! Esta herida está poniéndose mal de nuevo, vamos, vamos con las sanadoras a que te atiendan esto-
Merilnen, con cuidado la tomó del brazo y bajaron la larga escalinata lentamente. Ella cambió su expresión por una muy triste, casi indiferente... igual lucía que cuando estaba prisionera en Mordor. Se dejaba llevar por la mujer, que hablaba y hablaba; pero ella no escuchaba, ni quería hacerlo. Se sentía atrapada, se sentía encerrada...
-¿Podrías decirme que tiene, Heryn? Supongo que su estado no es producto sólo de esta herida- preguntaba Merilnen a la rubia elfa que colocaba fomentos sobre el hombro de ella.
-Supongo que no ha comido y está cansada... pero está perdida, como ausente-
-Y no habla...-
-¿Qué ha dicho la dama Galadriel?-
-Sólo me dijo que atendiera y acompañara a una invitada. No esperé que fuera... esto-
°°°°°°°°
Hermosos días transcurrían en el bosque de oro, pero ella no mejoraba; apenas había aceptado un poco de agua y seguía negándose a comer. Había sido aseada y despojada de esas feas ropas que solía llevar. Si se observaba con cuidado, no parecía tan diferente a todas esas mujeres altas y hermosas que rondaban por ahí. Sin embargo cada día era más distante; siempre tenía la mirada perdida y sus heridas empeoraban; la sangre no dejaba de brotarle, se rehusaban a curarse, aún con la poderosa medicina élfica. No sabía donde estaba, ya no quería saberlo. Había permanecido en ese lugar donde diario le colocaban nuevos vendajes y le ofrecían comida que nunca aceptaba. Todo era un marco borroso, repetitivo, no pertenecía a él.
-¿Y cómo está ella?- preguntó Orophin, quien usualmente pasaba por ahí y le preguntaba a Merilnen sobre el estado de la chica.
- Se sigue negando a comer... ya no sé que hacer- respondió la elfa, con un tono de desesperación - se va a morir si no lo hace-
-¿No crees que su problema sea más que físico? La dama Galadriel dijo que había sufrido-
-Yo no sabría que hacer, ni siquiera habla mentalmente-
Los elfos compartieron un largo silencio.
Ella sólo se sentía tranquila de noche, cuando no había más que rumores y sombras. Siempre había una melodía que inundaba el aire y una luz azulada que se colara entre las ramas. Debilidad, debilidad e indiferencia era ya lo único que poblaba a su ser. Su mente viajaba con alas de mariposa hasta ese lugar donde sonrió de nuevo y lo añoraba... afuera, más y más de esa extraña y hermosa gente hablando; no importaba.
De pronto, irrumpió en el cuarto la Dama Galadriel. Ella se inquietó de nuevo y con las manos retorcía un mechón de su pelo, nerviosamente.
- Lasto bêth nin- dijo firmemente la dama (escucha mi voz). Sintió como un escalofrío recorría su espina mientras esos ojos de zafiro la atravesaban y escuchaba a la vez esa poderosa voz. Galadriel puso una mano sobre las suyas y sintió algo que jamás: un calor que parecía curarla desde dentro, un calor que, poco a poco despertaba sus miembros entorpecidos. La dama cerró los ojos y entonces, ella, escuchó su voz dentro de su mente
"Es hora de que despiertes y mires el nuevo día, Malluiel"
Entonces, la dama, después de sonreírle, se retiró. Ella agitó la cabeza y se miró las manos ¿qué tenían? No querían descansar más. Se tocó la cara, el cabello, los brazos... estaba ahí de nuevo.
".. y vuelvo a empezar de nuevo, aún nada está perdido..."
///////////////
Ajejejee sí sí elfitos lindos!! No lo quise poner en el capi anterior para darles la sorpresa akí. Ostra vida de nuevo... a ver cómo le va con los elfos y a ver si no huye de nuevo. Galadriel hace una aparición estrella jajaja sólo faltó que le diera unas cachetadas a esa morra para que se alivianara...
Merilnen: rosa de agua.
Feredir: cazador.
Malluiel: niña pálida
Gracias a Nariko, Estela, Carmenchuuuu, Anariel, Elanta, Filithluin, Éllóith, Éowyn006 y aquellos que me lean y no se reporten con reviu. Los versillos utilizados en este capi son de la poetisa mexicana Cary Cerda.
Tenna rato!
-¿Qué crees que sea?-
-No tengo idea, pero parece peligroso... mira esas ropas; tal vez sea un orco o algo así-
Haldir llegó corriendo hasta donde los jóvenes elfos habían encontrado aquella cosa extraña; llevaban toda la noche persiguiendo una caravana dispersa de orcos que pretendían cruzar las fronteras del Bosque Dorado. Ahora estaban en un tramo apartado y yermo, aunque a lo lejos, con su vista privilegiada podían distinguir los árboles de Lórien.
-Eso no parece un orco, escuchen su respiración- dijo Haldir a sus compañeros. Entonces, se atrevió a acercarse y darle la vuelta al bulto.
Ella notó una presencia, alguien que la observaba y otro más que se acercaba. Cerró su puño con fuerza y justo en el momento en que trataron de quitar la capucha de su cabeza, soltó un fiero golpe. Haldir esquivó el puñetazo a tiempo y los demás elfos prepararon sus arcos al ver la reacción de la cosa, que aunque seguía tendida en el suelo, estaba enfurecida como una bestia acechada. La chica soltó un golpe más al aire cuando vio aproximarse a otro de esos seres que querían atacarla. Con ese movimiento descubrió su rostro sucio y herido, con los ojos encendidos de rabia y la marca que llevaba desde su salida de Mordor con un tinte carmesí.
-¿Pero qué...?- dijo un elfo asombrado. La chica se levantó como pudo y trato de huir, pero estaba rodeada. Haldir se aproximó a ella de nuevo y logró asirla fuerte por brazos. Ella empezó entonces a dar patadas, al verse imposibilitada.
-Serë...-(paz) dijo Haldir y ella encontró sus ojos con los de él. Detuvo sus golpes, aunque lo miraba furiosa. Parpadeó lentamente, pero renovó sus fuerzas y sacó la daga que el elfo llevaba en su cinturón... antes de que le pudiera hacer algún daño, una flecha atravesó su hombro. Su boca dejó escapar un grito sordo y cayó desmayada, en una especie de letargo
-¡¡¿Qué has hecho, Rumil?!!!- preguntó Haldir furibundo al ver lo que el joven elfo había hecho...
-P...perdón... creí que te atacaría... no... no la maté... ¿verdad?- respondió nervioso, bajando el arco.
-¡¡Ni siquiera sabes quién es!! ¡vamos, tendremos que ir a Caras Galadhon! No se pude quedar aquí-
-Habrá que vendarle entonces los ojos, pues podría despertar- dijo Orophin, sacando un lienzo blanco de un saco y colocándolo suave pero firmemente sobre los ojos de ella, que estaban cerrados, como inmersos en una inquieta pesadilla. Haldir miró con reprobación a Rumil, quien permanecía muy avergonzado, y trataba de curar a la mujer con los pocos utensilios que traían. Emprendieron entonces el retorno al Bosque Dorado.
Abrió los ojos y no vio nada, nada más que algo cercano y blanco que le impedía ver donde estaba. Avanzaba, como si la llevaran cargada. Se comenzó a revolver y entonces se detuvo. Escuchaba las cantoras voces de aquellos seres perversos que la habían atacado por la noche; extraños por cierto, con una luz que salía de sus ojos, una luz que lastimaba y paralizaba, como los ojos de aquel hombre cuando se clavaron en los suyos y entonces cayó desfallecida. Había permanecido dormida, con un dolor quemante en su brazo derecho; aún así no podía abrir los ojos: cansada para despertar, incomoda para dormir.
-Se ha despertado, Haldir- dijo Feredir, un joven elfo silvano que la llevaba en brazos y comenzaba a bajarla- tiene que comer algo-
Hablaban en una lengua extraña. Pero, aunque no entendía nada, parecía saber lo que decían. Eran diferentes, su tacto, sus palabras, el sonido de su respiración. Todo era suave, pausado, discreto. Palpó su hombro con una mano: llevaba un terso vendaje y ya no dolía tanto; aún así, sentía ese brazo débil, ni siquiera podía moverlo.
-Debemos preguntarle su nombre o de dónde viene, la hemos traído aquí sin su consentimiento- dijo Orophin
-No creo que vaya hacia algún lugar- dijo Haldir con seguridad, pues tenía la certeza de que esa extraña mujer estaba vagando sin rumbo por los llanos.
-Quítale el lienzo- ordenó Haldir-aún no nos internamos en Lórien-
Entonces pudo ver; era una mañana con olor de rocío y una pálida bruma. Estaban en medio de un alto bosque; las copas rematadas con hojas marrones y naranjas. Alrededor, aquellos hombres esbeltos y silenciosos que la habían atrapado: sus ojos eran muy brillantes, casi ardían. La mayoría tenían una cabellera rubia pálida, no como la de ella. Vestían del mismo color que aquel imponente bosque y llevaban armas. Distinguió al hombre que la había mirado a los ojos. Se acercaba lentamente a ella.
-Buen día. La hemos traído hasta el Bosque de Lórien, no queremos hacerle ningún daño... lo de anoche ha sido un accidente-
Había dejado esa lengua extraña y ahora le hablaba por el dialecto común. Esta vez, no lo miró a los ojos, ya en su cara había desconfianza para con él.
-Mi nombre es Haldir, de Lórien... ¿cuál es el vuestro?-
Ella negó con la cabeza y dio algunos pasos hacia atrás; no vio que la rama de un árbol se interponía y cayó sentada en el piso de hojas y astillas. Haldir se arrodilló para estar a su altura y le ofreció un pan, envuelto en grandes hojas verdes. Ella, de un manotazo lo tiró lejos; igualmente rechazó el agua.
-Tiene que comer... no resistirá el camino-
Se tapó los oídos con sus débiles manos y cerró los ojos; parecía una niña que no quería hacer caso a sus padres. El elfo, sin embargo, nunca se impacientó, hasta que había pasado un rato y tenían que partir de nuevo. Rumil se acercó para darle la indicación de que estaban listos. Ella entonces abrió los ojos al reconocer esa voz y hecha una furia, se levantó y se fue contra él...
Era el que le había disparado y ella nunca más consentiría que le hicieran daño. Nunca más.
-¡Perdona, fue un accidente, yo no quise...!- decía Rumil, tratando de quitársela de encima. De nuevo Haldir la tomó de los brazos y la tranquilizó. Tuvo que pasar un rato hasta que se dejara poner el lienzo sobre los ojos de nuevo. Caminaron largo rato y descansaron por la noche. Esta vez no le quitaron el lienzo y tampoco aceptó el alimento que le ofrecían. Comenzaba a sentirse realmente mal; la herida le ardía más que nunca, su garganta estaba seca, respiraba con dificultad... Y esos sigilosos hombres y su extraña lengua. El fuego de sus ojos, la sutileza de sus movimientos...
° Habían atravesado ya el foso de protección y los guardias de la muralla los habían dejado pasar, mirando con asombro a esa mujer, obviamente una extranjera, por llevar los ojos vendados. No era usual, nada usual que se admitieran forasteros en Caras Galadhon. La compañía de guardia iba a reportarse con los señores de Lórien; llevaban la información sobre las fronteras, que últimamente se ponían bastante peligrosas y ocurrían cosas extrañas... además, tenían un imprevisto asunto que tratarles.
-Yo me encargaré... Feredir, acompáñame- dijo Haldir, despidiendo a los otros elfos del grupo de guardia. Llevaban a la chica y apenas iban a desatar la venda.
-¿No ha sido un error traerla?- preguntó Feredir
-Lo que fue un error fue herirla sin sentido, por lo menos esto debíamos hacer- respondió Haldir y le quitó la venda. Abrió los ojos y, de la sorpresa se tambaleó hacia atrás. Aunque nunca había visto algo así, era tan familiar... la luz de oro solar reflejada en el follaje casi la dejaba ciega; los enormes árboles dorados, los rostros que de pronto se veían asomar desde arriba... todo era tan confuso, tan irreal, como si fuese esto parte de un sueño. Haldir tocó su hombro, el que no estaba herido, para indicarle que caminara. Se había acostumbrado a que ella no hablaría.
-Está en Caras Galadhon, señorita... la llevaré ante los señores de este lugar-
Negó con la cabeza por instinto; estaba embobada mirando todo, estiraba la mano para tocar las hojas doradas del lugar, para sentir los troncos blancos... cuando estuvieron frente a la escalera no quiso caminar más. Abrió los ojos enormes y se agarró de las ropas de los dos elfos que la escoltaban.
-Me parece que le teme a las alturas- comentó Haldir con una sonrisa
-Tendrá que acostumbrarse- le respondió Feredir y la tomó de la mano, para que subiera la larga escalera de madera blanca. No podía, no podía. Se veía tan alto... era raro, parecían casas sobre los árboles, como si fuese natural y ellos quisieran albergar a esa gente entre sus ramas. El lugar estaba lleno de rostros hermosos y distantes...
-Vamos- insistía Haldir, pero se resistía. Subió los primeros escalones, pero cuando estuvieron un poco separados del piso, se estrechó contra el tronco del árbol y las manos le temblaban; realmente le temía a la altura de esa escalinata.
-Nunca llegaremos- dijo de pronto Feredir, al notar las dificultades
-Ni qué lo digas... no sé que le diré a la dama Galadriel cuando vea que la hemos traído-
Continuaron la inusual marcha, animando a la chica a que subiera otro escalón y otro más. Eso les llevó horas hasta que estuvieron en la primera planta del gran flet donde vivían los señores de Lórien. Estaba conectado con varios árboles más; era una estructura un tanto compleja.
-Espera, iré a buscar a la dama- dijo Haldir. Mientras tanto, Feredir cuidaba de que ella no mirara hacia abajo... se aferraba de las ropas del elfo, llena de miedo, aunque miraba el flet maravillada, que se confundía entre las ramas pulidas de los enormes árboles.
-Mae Govannen, Haldir- dijo la dama Galadriel, antes de que este pudiera pronunciar palabra. Se encontraba en una pequeña estancia totalmente abierta, leyendo.
-Ninquenis- dijo el elfo e hizo una respetuosa reverencia; estaba acostumbrado a que su señora anticipara su presencia. - el grupo de guardia ha vuelto; no hay muchas nuevas fuera de lo común... excepto una-
Haldir pidió a Galadriel que lo acompañara. En el recibidor estaba su compañero y la extraña que se había atrevido a llevar hasta ahí. Galadriel la miró con serenidad, con sus enormes en inquisitivos ojos azules. Cuando ella notó la presencia de esa blanca mujer, una especie de terror la invadió: se apisonó contra el tronco del árbol de nuevo y su respiración se aceleró. Contempló un momento aquella presencia, alta, de cabello dorado deslumbrante... y esos ojos que se habían clavado en ella.
-No nos ha dicho su nombre... decidí traerla hasta aquí, pues un compañero la hirió sin motivo- dijo Feredir
-No sabemos si fue desacertado, pero no podíamos abandonarla...- continuó Haldir
-Entiendo- dijo la reina, calmadamente. Se acercó un poco y la miró a los ojos. Ella no pudo resistir el poder de ese par de zafiros y bajo la mirada. Seguía agitada, con un miedo inmenso; al principio pensó de nuevo en lanzar golpes, pero la idea desapareció pronto. La dama quiso adivinar lo que pensaba, pero no pudo: no había nada, no pensaba con palabras; lo único que tenía dentro era un sincero miedo. Galadriel sonrió discretamente.
- Hablaré con una de mis damas, se encargarán de ella-
-¿No le preguntará nada?¿No puede... saber quién es?-
-Ella no tiene palabras para nosotros; ha sufrido...-
La dama se retiró y en un momento llegó una alegre elfa.
-Aiya Merilnen- saludaron los elfos casi al unísono- ¿Os envió Ninquenís para cuidar de esta mujer?-
-Sí, yo me encargaré. Y ustedes podéis retirarse a descansar-
-Hannad le- los elfos hicieron una breve reverencia a manera de despedida y bajaron la escalinata. Merilnen miró a la chica: tenía el cabello enmarañado, pero dorado; la cara sucia, pero linda... su olfato no podía soportar más el hedor que desprendían esas ropas negras y ajadas que traía puestas.
-Aiya, im Merilnen- (hola, soy Merilnen) dijo con una gran sonrisa la elfa. Ella no respondió ¿qué iba a responder? Tenía el ceño fruncido, como si estuviera enojada. El vendaje sobre su hombro se había teñido de sangre otra vez.
-Por Eru! Esta herida está poniéndose mal de nuevo, vamos, vamos con las sanadoras a que te atiendan esto-
Merilnen, con cuidado la tomó del brazo y bajaron la larga escalinata lentamente. Ella cambió su expresión por una muy triste, casi indiferente... igual lucía que cuando estaba prisionera en Mordor. Se dejaba llevar por la mujer, que hablaba y hablaba; pero ella no escuchaba, ni quería hacerlo. Se sentía atrapada, se sentía encerrada...
-¿Podrías decirme que tiene, Heryn? Supongo que su estado no es producto sólo de esta herida- preguntaba Merilnen a la rubia elfa que colocaba fomentos sobre el hombro de ella.
-Supongo que no ha comido y está cansada... pero está perdida, como ausente-
-Y no habla...-
-¿Qué ha dicho la dama Galadriel?-
-Sólo me dijo que atendiera y acompañara a una invitada. No esperé que fuera... esto-
°°°°°°°°
Hermosos días transcurrían en el bosque de oro, pero ella no mejoraba; apenas había aceptado un poco de agua y seguía negándose a comer. Había sido aseada y despojada de esas feas ropas que solía llevar. Si se observaba con cuidado, no parecía tan diferente a todas esas mujeres altas y hermosas que rondaban por ahí. Sin embargo cada día era más distante; siempre tenía la mirada perdida y sus heridas empeoraban; la sangre no dejaba de brotarle, se rehusaban a curarse, aún con la poderosa medicina élfica. No sabía donde estaba, ya no quería saberlo. Había permanecido en ese lugar donde diario le colocaban nuevos vendajes y le ofrecían comida que nunca aceptaba. Todo era un marco borroso, repetitivo, no pertenecía a él.
-¿Y cómo está ella?- preguntó Orophin, quien usualmente pasaba por ahí y le preguntaba a Merilnen sobre el estado de la chica.
- Se sigue negando a comer... ya no sé que hacer- respondió la elfa, con un tono de desesperación - se va a morir si no lo hace-
-¿No crees que su problema sea más que físico? La dama Galadriel dijo que había sufrido-
-Yo no sabría que hacer, ni siquiera habla mentalmente-
Los elfos compartieron un largo silencio.
Ella sólo se sentía tranquila de noche, cuando no había más que rumores y sombras. Siempre había una melodía que inundaba el aire y una luz azulada que se colara entre las ramas. Debilidad, debilidad e indiferencia era ya lo único que poblaba a su ser. Su mente viajaba con alas de mariposa hasta ese lugar donde sonrió de nuevo y lo añoraba... afuera, más y más de esa extraña y hermosa gente hablando; no importaba.
De pronto, irrumpió en el cuarto la Dama Galadriel. Ella se inquietó de nuevo y con las manos retorcía un mechón de su pelo, nerviosamente.
- Lasto bêth nin- dijo firmemente la dama (escucha mi voz). Sintió como un escalofrío recorría su espina mientras esos ojos de zafiro la atravesaban y escuchaba a la vez esa poderosa voz. Galadriel puso una mano sobre las suyas y sintió algo que jamás: un calor que parecía curarla desde dentro, un calor que, poco a poco despertaba sus miembros entorpecidos. La dama cerró los ojos y entonces, ella, escuchó su voz dentro de su mente
"Es hora de que despiertes y mires el nuevo día, Malluiel"
Entonces, la dama, después de sonreírle, se retiró. Ella agitó la cabeza y se miró las manos ¿qué tenían? No querían descansar más. Se tocó la cara, el cabello, los brazos... estaba ahí de nuevo.
".. y vuelvo a empezar de nuevo, aún nada está perdido..."
///////////////
Ajejejee sí sí elfitos lindos!! No lo quise poner en el capi anterior para darles la sorpresa akí. Ostra vida de nuevo... a ver cómo le va con los elfos y a ver si no huye de nuevo. Galadriel hace una aparición estrella jajaja sólo faltó que le diera unas cachetadas a esa morra para que se alivianara...
Merilnen: rosa de agua.
Feredir: cazador.
Malluiel: niña pálida
Gracias a Nariko, Estela, Carmenchuuuu, Anariel, Elanta, Filithluin, Éllóith, Éowyn006 y aquellos que me lean y no se reporten con reviu. Los versillos utilizados en este capi son de la poetisa mexicana Cary Cerda.
Tenna rato!
