3.- EL CHICO SIN NOMBRE

            En el hospital St. Paul, siempre había mucho trabajo, sobretodo en el área juvenil. En esa área solían estar internados todos los niños a partir de once años hasta los adolescentes de diecisiete, dieciocho años, y puesto que era un área llena de adolescentes, traían a las enfermeras de cabeza con su comportamiento; esto ahora había cambiado, no que hubiera dejado de dar trabajo, no, era que los muchachos se estaban comportando y eso se debía gracias al nuevo paciente.

            Todos ellos se habían prácticamente horrorizados cuando lo trajeron y no solo habían sido los muchachos enfermos, sino también los médicos y enfermeras, tal era la condición del chico que no tendría más de catorce, quince años.

            Por lo que las enfermeras habían podido descubrir, un granjero lo había descubierto en mitad del campo totalmente inconsciente y en tan mal estado. Sus ropas estaban llenas de rasgones y roturas y completamente llenas de sangre, además le quedaban muy anchas lo que hacía suponer que había perdido mucho peso. Cuando lo trajeron al hospital descubrieron con horror toda una serie de heridas y lesiones internas de bastante gravedad, así como varias muestras de violencia y... tortura. ¡Dios! Cuando los médicos y enfermeras llegaron a aquella conclusión les faltó tiempo para llamar a los servicios sociales. Y luego estaban los pacientes, nadie sabía como se lo montaban pero siempre descubrían que era lo que ocurría y también averiguaron la conclusión a la que habían llegado así como la investigación que estaban llevando la policía para descubrir si había alguien que hubiera denunciado la desaparición del muchacho, y en consideración al chico estaban comportándose infinitamente mejor, gracias al Cielo.

            De eso ya hacían dos semanas, y el muchacho no parecía tener intención de despertar, y lo cierto era que el personal médico sospechaba que podía pasar alguna semana más, antes que la hicieran. Los muchachos, solían tener cuidado de él y lo vigilaban de cerca, así como lo estudiaban. Una piel pálida, que ahora casi ni se veía a causa de las vendas, que contrastaba con su pelo negro azabache desarreglado, alto y atractivo... tal vez, lo más curioso de s aspecto era una pequeña cicatriz en su frente con forma de rayo, y eran muchas las conjeturas sobre como podía tener dicha cicatriz, pero cada una más disparatada que la anterior.

- ¿Ningún cambio en el chico durmiente, Holly?- Le preguntó uno de los pacientes a la enfermera que tenía turno en ese momento.

- No, ninguno.- Repuso la enfermera.- Sinceramente, yo no sé como ha podido sobrevivir... Cualquier persona que tuviera las heridas que tenía él, no habría logrado sobrevivir.

- ¿Cuándo se despertará¿- Preguntó otro.

- No lo sabemos, Jack... su estado es delicado....- dijo la enfermera y añadió un poco más bajo.- Quien le ha hecho esto no merece el perdón de Dios.

            Después de aquello salió de la habitación para revisar al resto de sus pacientes, mientras los tres compañeros de habitación del muchacho lo miraban con una mezcla de indignación y compasión, no era muy complicado llegar a la conclusión de lo que le había pasado y no comprendían quien podría hacerle eso a alguien y mucho menos a un chico de quince años.

- ¿Creéis que sea cierto lo que murmuran las enfermeras?- preguntó el único que se había quedado en silencio cuando estaba la enfermera, un chico de también quince años rubio y que solo llevaba tres días ingresado.

- Yo creo que sí.- Dijo el primer muchacho que había hablado, un chico de dieciséis años de pelo castaño y que ya llevaba más de tres semanas ingresado.

- ¿Cómo que crees?- Preguntó Jack.- ¡Dyllan, han avisado a los servicios sociales! ¡Claro que es cierto!

            Jack era el mayor de los tres, tenía diecisiete años y su pelo era de un rubio oscuro. Él llevaba mucho más tiempo que sus compañeros en el hospital, ya hacía mes y medio y conocía los procedimientos de los médicos.

- Bueno, de todas formas hasta que no se despierte no sabremos si es cierto o no.- Dijo Dyllan razonablemente.

- ¡Y quien sabe cuando se despertará!- Se quejó Jack.

            Como si respondiendo a aquella pregunta, el muchacho durmiente, como Dyllan lo había llamado, comenzó a revolverse dentro del sueño, como si se estuviera despertando, lo que hizo que todos los muchachos se acercaran hasta él. Dos o tres minutos más tarde, sus ojos comenzaron a abrirse poco a poco revelando unos profundos orbes esmeraldas,  que parecían confusos.

- ¡Eh, Pete, ves a llamar a Holly!- Dijo Jack.

            Pete salió de la habitación para buscar a la enfermera mientras los otros dos miraban al chico de forma sonriente, y le hablaban de forma tranquilizante, sabían que debía estar asustado y confuso. Cinco minutos más tarde entró la enfermera con una mueca de incredulidad en su cara, mueca que cambió a sorpresa y corrió a llamar a un médico, luego volvió a entrar y comenzó a tomarle el pulso y verificar su temperatura.

- ¿Cómo te encuentras? ¿Eh?- Decía pero no parecía esperar respuesta.- Nos has tenido a todos muy preocupados...

- ¿Don... donde estoy?- Preguntó el muchacho.

- Estás en el hospital St. Paul.- Le contestó la enfermera.- Te trajeron hace dos semanas y hasta ahora que no te has despertado. ¿Qué tal te encuentras?

- Como si me hubiera arrollado un hipógrifo...- Dijo el muchacho provocando expresiones de desconcierto en los otros ante la expresión.- Además, lo veo todo borroso.- Añadió el muchacho mientras se apretaba el puente de la nariz, un gesto que era típico de las personas que llevaban gafas.

- Tranquilo... creo que es normal.- Dijo la enfermera procesando ese gesto.

            En aquel momento entró un médico al cuarto y sonrió con satisfacción al ver al muchacho despierto. Rápidamente tras unas palabras con la enfermera comenzó a revisar la condición física del chico y comprobó asombrado que las heridas le cicatrizaban con una rapidez increíble.

- Bien... parece que tienes mucha suerte... a duras penas te quedaran algunas cicatrices...- comenzó el médico.- ahora bien... es muy importante que nos digas que es lo que te ha ocurrido.

- ¡Ah!- El chico parecía sorprendido.- ¿Es que ustedes no lo saben? Porque yo no lo recuerdo.

- ¿No lo recuerdas?- Preguntó la enfermera y como el muchacho negó con la cabeza añadió.- ¿Qué es lo que recuerdas?

            El muchacho pareció concentrarse en recordar, pero a cabo de unos segundos en su rostro apreció una expresión que era una mezcla entre sorpresa, confusión y miedo, y rápidamente, la enfermera captó que algo no iba bien.

- Nada...- murmuró el muchacho.- no recuerdo nada...

- ¿Nada?- Preguntó el médico.- ¿Recuerdas como te llamas?

            El muchacho miró muy confundido al médico, algo que rápidamente calificaron como una respuesta negativa, pero esperaron hasta que se lo confirmó.

- No lo recuerdo...- murmuró tristemente.

- ¿No hay ningún nombre que te sea levemente familiar?- Preguntó la enfermera esperanzada.- No sé... algo como Andy, Robert, John...

- ¿Un nombre familiar?- El muchacho volvió a parecer pensativo y al cabo de un rato dijo en voz alta.- Sirius.

- ¿Sirius?- Preguntaron todos en la habitación.

- Sí... me es muy familiar.- Respondió el chico.

- Bueno... no sé si ese será tu nombre, pero hasta que lo recuerdes te llamaremos así. ¿Te parece bien?

            Sirius asintió confuso, pero no replicó. Desde su punto de vista todo aquello era horrible, se había despertado en un lugar desconocido, con gran cantidad de personas desconocidas y sin ningún recuerdo de su pasado. Tenía la seguridad de que todas aquellas eran buenas personas, estaba convencido, pero algo en su interior le impedía confiar en aquellas personas, al menos hasta que los conociera mejor y supiera que estaba claro que querían ayudarle.

            Después de aquello le hicieron un estudio oftalmológico y confirmaron que Sirius necesitaba gafas y que seguramente las había llevado durante toda su vida, así que tras determinar cuantas dioptrías tenía le mandaron hacérselas con urgencia (casi no podía ver sin ellas).

            De mientras sus compañeros de habitación trataban de ayudarlo lo mejor posible, si contamos que todos ellos tenían movilidad (aunque fuera poca) y trataban de hacerle la estancia más cómoda y animarlo. Cada uno de ellos le explicaron sus historias para ver si conseguían vencer la reserva del muchacho.

Pete, que era el más novato, había sido ingresado porque tenía que someterse a una simple operación para extraerle las amígdalas y el pobre reconocía que estaba muy asustado, luego iba Dyllan, que era muy vivaracho y alegre, él estaba ingresado debido a una gripe que se había salido de control desencadenando en una pulmonía, aunque ahora estaba mucho mejor y era probable que muy pronto le dieran el alta y por último estaba Jack. Jack, era el más mayor pero también el más infantil, resultaba que él, se había caído de lo más alto de un árbol que como mínimo tendría ciento cincuenta años y se había roto una pierna, un brazo y cuatro costillas y como Holly (la enfermera) solía decir era un completo milagro que no se hubiera roto también la crisma; Cuando Sirius le había preguntado el por qué se había subido allí, Jack se encogió de hombros y sencillamente le respondió: "Había hecho una apuesta".

            Algo que Sirius también notó fue que al contrario que Pete y Dyllan, Jack tampoco tenía visitas, al igual que él, aquello le estuvo mortificando durante dos o tres días antes que al fin se decidiera a cuestionarle.

- Ahh... bueno, la señora Rice me viene a visitar los domingos.- Le contestó Jack.

- ¿La señora Rice?

- Es la mujer que lleva el orfanato en el que vivo.- Dijo como tal cosa.- Es una buena mujer y es muy agradable. Todos la queremos muchísimo aunque ella asegura que la matare de un susto.- Rió.

- ¿¡¡Vives en un orfanato!!?- Se asustó Sirius.

- ¡Ehhhh! ¡Para el carro! No sé que es lo que te estarás pensando pero no es tan malo... Sinceramente, yo prefiero estar en un orfanato antes que con alguien que no te quiere y se queda contigo por obligación... El Mary Clarence es un buen sitio.

- Bueno... en eso te doy la razón. ¿Cómo... cómo acabaste en el orfanato?- Preguntó trémulamente.

- Yo no lo recuerdo, pero la señora Rice me explicó que mis padres habían muerto en un accidente de coche... también me dijo que yo iba con ellos, pero que no tuve ningún rasguño porque mi madre me protegió... yo no debía tener más de dos o tres años.

- Lo siento.

- ¡Bah! ¡Ni siquiera lo recuerdo! ¡No pongas esa cara tan triste!

            Ninguno de los dos dijo nada más, ambos sabían que Sirius, seguramente, también acabaría en un orfanato, porque aunque descubrieran a su familia, los servicios sociales no le permitirían tener su custodia si no había una buena excusa para lo que le había ocurrido... y aún así no era seguro que se la dieran, y además Jack sabía que las investigaciones de la policía se encontraban en el mismo punto exacto que cuando comenzaron.

            Aproximadamente una semana después de que Sirius se despertara y a mucho tristeza de este, a Jack le dieron el alta y regresaba al orfanato, aunque le aseguró que lo visitaría siempre que pudiera. En tan solo una semana y a pesar de los dos años de diferencia, ambos se habían vuelto muy cercanos, era extraño, era casi como si tuvieran cosas en común... y dicho y hecho, al día siguiente lo tuvo allí visitándolo, con un permiso especial de la señora Rice que se había mostrado muy interesada en él, de hecho también ella le había ido a visitar.

- Hola.- Saludó una mujer de aproximadamente setenta años y expresión amable.- Tú eres Sirius ¿verdad? Jack me ha hablado de ti.

- ¿Usted es la señora Rice?- Preguntó el muchacho confuso.

- Sí, lo soy.- Dijo ella con una sonrisa.- Dime Sirius... ¿Cómo te encuentras?- Los médicos me han comentado que curas muy rápido.

- Eso parece...- Dijo él con indiferencia.

- Sirius... Jack me ha comentado que te cuesta confiar en las personas y supongo que tienes tus motivos, pero quiero ayudarte.

- ¿Por qué querría hacerlo?- Preguntó el chico fríamente.

- Yo también fui una huérfana ¿sabes? Yo y mi hermano gemelo... Tom. Nuestro padre abandonó a nuestra madre se quedó embarazada de nosotros dos... y ella murió al darnos a luz... El orfanato en el que nos criamos era horrible y muy a menudo pegaban a mi hermano... aquello lo volvió malvado... cuando terminó sus estudios desapareció y cuando volví a saber de él, supe que me había repudiado y se había convertido en un asesino... mató a nuestro padre... además también adoptó otro nombre... Cuando lo supe decidí ayudar a todos los niños huérfanos que pudiera, porque estaba convencida que si nos hubiéramos criado en otro lugar Tom nunca habría hecho lo que hizo.- Dijo la señora Rice.

- Yo... yo lo siento señora.- Dijo Sirius apesadumbrado.

- No tienes que sentirlo, Sirius, en realidad soy yo quien lo siente... Tom hizo mucho daño a muchas personas... y ahora está muerto... por eso quiero ayudarte, porque cuando te miro a los ojos veo la misma mirada que veía en mi hermano antes de que cambiara...

- ¿Y como quiere ayudarme?

- De un principio, haciendo que vengas a Mary Clarence cuando salgas de aquí y luego intentando buscar a tu familia, o a alguien que te quiera y te aprecie.

- La policía también lo está haciendo.- La informó.

- Lo sé, pero créeme cuando te digo que la policía no tiene mis recursos.- Sonrió misteriosamente.

            Aproximadamente dos semanas más tarde y a mucha sorpresa de todo el mundo, Sirius fue dado de alta. Sus heridas que eran muy graves habían sanado realmente y aunque si bien todavía no se había recuperado del todo, su salud era lo suficientemente buena como para poder abandonar el hospital e ir a Mary Clarence. La señora Rice, fue quien lo vino a buscar para llevarlo al orfanato, para mucho agrado del chico que en dos semanas realmente había llegado a apreciarla... no sabía el porqué, peor tenía la sensación de que le recordaba mucho a alguien... aunque no supiera a quien.

Mary Clarence era un lugar que a Sirius le pareció a primera vista encantador. Era una construcción que aparentaba tener dos pisos, rodeado de jardines y arboles... la casita, que a primera vista era bastante pequeña, resultó ser por dentro muy grande, espaciosa y cómoda. Cada habitación tenía capacidad para cuatro personas y había diez dormitorios por lo que había capacidad para cuarenta niños. Además, según pudo notar, había una extraña sensación que a Sirius le pareció muy conocida, que le hizo sentir en casa.

- ¿Te gusta?- Preguntó la mujer.

- Sí... no sé porqué pero tengo la sensación de estar... en casa.- Respondió él.

- Bien, de hecho, eso es lo que yo deseo.- rió la mujer.- Me alegra saber que a ti te lo parezca.

- ¿No está todo muy... vacío?

- Bueno, es que los chicos van a la escuela de al lado, así que hasta dentro de unas horas aquí no habrá nadie. Así podrás acomodarte en tu habitación antes de que todos lleguen y comiencen a armar jaleo, recuerda que debes estar en reposo.- Le contestó la mujer y viendo una mueca en el chico añadió.- Estarás en la misma habitación que Jack, así tendrás a alguien en quien confíes.

- Gracias.

- No me las des. Jack me mataría si te pusiera en otro cuarto.- Afirmó alegre.

            Cuando un par de horas de horas después, estuvo cómodamente en la habitación que le había asignado, comenzó a escuchar una serie de jaleo por la casa, supo que los demás habían llegado y no había pasado dos segundos que lo había deducido cuando alguien abrió la puerta de forma brusca... Era Jack.

- ¡SIRIUS!- Exclamó mientras corrió a la cama.- ¡Que bien el verte fuera de una vez!

- Oye de que hablas... si tú has estado más tiempo que yo.- Le respondió.- Y yo estaba más grave que tú.

- Por eso tú tienes que permanecer en cama y yo no.